El dinero es un estiércol estupendo como abono, lo malo es que muchos lo toman por la cosecha.
Joseph JOUBERT
Pensamientos
Si quieres un mundo mejor, empieza por ti mismo: pronto descubrirás que sólo puede empeorar.
Deliquios, monoateísmo, vocinglero: hallo estas tres palabras por casualidad en un ceviche de lecturas cuya rapidez ejecutora más que constreñirlo me ofrece otro aspecto de su variedad. No había terminado de apuntarlas para usos futuribles en la escarpadura interlineada de un renglón, cuando se han juramentado lealtad delante de mis narices...
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Deliquios, monoateísmo, vocinglero: hallo estas tres palabras por casualidad en un ceviche de lecturas cuya rapidez ejecutora más que constreñirlo me ofrece otro aspecto de su variedad. No había terminado de apuntarlas para usos futuribles en la escarpadura interlineada de un renglón, cuando se han juramentado lealtad delante de mis narices...
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Mantener el ombligo entrenado como un arácnido oculto en una flor para asestar, sin retórica de telarañas, un venenazo de redondez al intruso que lo triangule.
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Si me descubres haciéndolo, no pienses que aparto la mirada por debilidad; lo hago sólo por la cortesía de ahorrarle daños a un indefenso.
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Me impugno cada noche hasta postrarme en una invalidez que cada mañana, de la pereza de las vísceras al bulbo enmudecido del pensamiento, debo refutar para salir de la calamidad en que me dejé.
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La victoria no radica en el prestigio obtenido para una causa, tampoco en la destrucción heroica de los contrincantes, sino en el perfeccionamiento sin el cual la diferencia entre víctimas y culpables sólo es cuestión de fuerza.
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Cuanto más obscena sea la verdad, más hemos de cuidar el lenguaje de las miserias que debe pronunciar. Comprendido el horror, no se cometa el error de imitarlo.
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No necesito saber lo que quiero para quererlo; sé lo que no necesito, y lo quiero fuera de mí.
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De buena nada, que no es sino gana reganada o renegada a la grisura, alargaría yo la estadía en la pupa de la mala gana si un asalto de ingenio me la profanara.
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3:33 h. Las solapas de los abrigos izadas para calentar lo que el alcohol, muy racionado, no ha podido soliviantar...
E: Con las mujeres estamos condenados a establecer dos tipos de relación: o las adoptamos como madres, o las tomamos como putas. ¿Tú cuáles prefieres?
D: Una de puta madre.
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¿Qué valor puede concederse a la hombría de quien nunca ha tenido un gatillazo de prepotencia?
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Los viejos mitos desembocan en los nuevos iconos, son revueltos según las turbulencias del catálogo de moda y, modificados por las tretas de la técnica, apenumbran más que alumbran al moderno Prometeo que habita en el otro hemisferio del espejo, donde cada uno lo alimentará con sus cochambres hasta que reviente de asco sobre las caras de cuantos caigan bajo el señuelo de su sermón, aparentemente pulcro, que será un canto atusado al fragor de la degollina.
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No soy indiferente a las desgracias ajenas; esto es, puedo serlo tanto como a las mías.
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Pensar en sí mismo es la mejor manera de contribuir a que los demás piensen por sí mismos.
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Siempre te tuve por una inteligencia de rango superior que adelantaba a la mía en recursos de agudeza, velocidad operativa y amplitud analítica. Ahora que desde tus pensamientos diriges sinceros elogios a los míos, compruebo un poco más lúcido y menos lúdico que no me siento halagado sino estafado, mucho más tonto que ambos, juntos o por separado, antes de saber lo que tu mente revela.
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Como de costumbre por estas latitudes, sobra cristianismo y falta amor propio, una carencia más extrema que cualquier pobreza material, pues es responsable, entre otros desastres, de confundir la dignidad (que es labra individual) con la limosna de lo humano que no vale ni la lacra piadosa que cuesta, pero pone un abyecto letrero de honradez a la omisión de la audacia para rechazar lo inaceptable.
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Quizá por los hermosísimos dientes que su boca desmiente o, tal vez, por el quirófano en que ha trasnochado las operaciones de su corazón, hiperventilado antes que abierto, sobre el que ejerce el castigo de una avidez amorosa comparable en horrores al instrumental del sanguinario que aprovecha la anestesia del cuerpo para destrozarlo; sean cuales sean las tasas que pronosticaban el rechazo, toda ella se predica injustificada: ni los años abultados que perfuma sin mesura, ni el rastrojo de sus crines, en efecto bien peinadas, le dan derecho alguno, salvo al ridículo, para pedirle a su galán un galope de ternura si a cambio, como ternera cerril, ni quiere ni se deja montar.
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No aturulles el sentimiento con el tratamiento, el aprecio con el agrado, el cariño con el aliño: se te acepta entre esos puercos forrados de la más cara humanidad porque está en su remedio doblar el talle de tu compañía en ausencia de otro pelele mejor.
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Mujeres y literaturas son mi perdición: arquitrabadas en el pastel del amartelamiento, me desenvainan la locura que las gana.
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Para no dar granza, no echar simiente.
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Puede que no sea infrecuente encontrar el infierno «en el corazón de un hombre triste», como dice Robert Burton, pero eso no es razón para creer que el paraíso pueda hallarse en la conciencia de un hombre alegre, por muchos momentos felices que le aniden en el pecho.
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El tiempo es arena no sólo en los ovarios ligados del reloj, también fluye por la celosía de las manos que pretenden enjaularlo sin apresarlo jamás. Por cada grano que escapa, cae una ilusión de la hemorragia incontenible de instantes al olvido seguro de quien se desangra. La muerte empieza en la espera que, confiada al después, prosigue la negación que la afirma.
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No se resbale en las drogas como un desesperado en la religión y evítense los cultos organizados como un fármaco desconocido del que sólo se sabe que circula adulterado.
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Cuando anotas lo que notas, las notas aun ignotas que denotas te van dando intermitencias de las cargas que te quitan al tocarlas.
No están todos, pero los que aparecen nunca faltan: el patócrata, el mentirista, el consumidero y, por supuesto, Ella. En otras palabras, The Muse is Dead de Mitch Griffiths.