Mi emblema o firma espiritual |
Ascensión RISCO
Huideros
1.
Uno es auténtico cuando sabe que no es verdadero ni falso; cuando puede permitirse ser o no ser nada.
2.
De igual modo que los enfermos necesitan hacer un régimen de vida saludable, sólo quienes viven en una situación de inferioridad deben comportarse de forma razonable.
3.
En contra de la creencia popular que divulga lo contrario, nadie tiene en este mundo una vida regalada, pues se vive siempre a merced de lo que falta y se precisa, de lo que sobra y no se aprecia, de lo que nunca se ha sido ni se podrá ser.
4.
SABER DESTRONARSE. Resignarse no es dejar de luchar, sino haber vencido la necesidad de vencer. El viejo Cicerón, emboscándose por circunstancias bien distintas a las mías descubrió que «quien tiene en cuenta la naturaleza, la inestabilidad de la vida, la debilidad de la estirpe humana, no se aflige cuando las recuerda, sino que, muy al contrario, es entonces cuando mejor cumple con su oficio de sabio».
5.
Quien nunca ha pensado en suicidarse no merece vivir como un hombre, sino como una bestia.
6.
Desconfía de las victorias y consuelos fáciles: las armas más peligrosas adoptan en la contienda una apariencia de paz.
7.
Larga es la codicia del débil y ampliada está en la sumisa paciencia con que aguarda un descuido del fuerte. En respuesta al germen de esta motivación, la civilización surge como una conjura progresiva de los menos favorecidos contra el estado de naturaleza salvaje, quienes al carecer de poder para arreglar sus circunstancias se inventan derechos para dignificarlas.
9.
La última gran regla del caballero es aprender a comportarse como un cerdo; las precedentes, sólo sirven para confirmarla.
11.
En una concepción socialista del Estado, los derechos civiles llevan el estigma de un deber, la secuela infame de una deuda: son el producto de una generosidad paternal de las leyes, además del complemento idóneo de sus programas de adoctrinamiento. En la concepción liberal, por contraste, son los ciudadanos quienes autorizan al Estado (al menos en teoría) el uso de los medios indispensables para garantizar los derechos que se reconocen a sí mismos. Sin embargo, en la actualidad reina una confusión premeditada de conceptos, y las sociedades encorsetadas en la globalización llaman sistema de libre mercado a un canon de expolio económico estructurado en monopolios y mafias multinacionales cuyos fundamentos se ajustan más a criterios socialistas que a principios capitalistas. La tutela e intromisión en los asuntos privados por parte de los poderes públicos y empresariales está a la orden del día, son pocos quienes consideran lesionada su capacidad de autogobierno por haber perdido la propiedad legal de su cuerpo y menos aún los que recuerdan sin desprecio que la libertad implica tanto posibilidad de acierto como riesgo de equivocarse. Partiendo de este lamentable estado de conciencia, no es extraño ser tachado de transgresor por puntualizar que el gran deber social de un individuo consiste velar por sus propios derechos. Ya Hölderlin, con toda razón, dijo que «lo que ha hecho siempre del Estado un infierno sobre la tierra es precisamente que el hombre ha intentado hacer de él su paraíso».
12.
La felicidad, aunque sea en tonos pasteles, pasa por el aprendizaje desapasionante de la resignación, vana tarea si la resignación no pasa por la maestría indolente del estrago, lo cual no deja de ser desde una posición inversa otro modo de creer, pero según Russell, con quien estoy de acuerdo, «el hecho de que una creencia tenga un buen efecto moral sobre un hombre no constituye ninguna evidencia en favor de su verdad».
13.
El conocimiento no vuelve mejores a los humanos (pues en esencia no trata sino de indagar sus defectos), pero enseña a ser indulgente con la ignorancia.
14.
Cuando se deje de intentar cambiar moralmente al humano para mejorarlo, mejorará por sí solo sin necesidad de moral.
15.
Por más que busco no hallo argumentos que no resulten falaces en su defensa del tabú cultural de la conservación de la especie, lo que vuelve todas las razones en apoyo de su desaparición.
16.
La condición humana se soporta inhumanamente, y como culpables evitables de ser víctimas de nuestros errores inevitables, no dudamos en exigir los derechos de las llagas sobre la verdad.
17.
Existe una inmensa fortaleza en el hombre que se ha despojado del tumulto interior de las pasiones; su virtud es la ausencia de virtudes, y su único vicio no desear ya siquiera no desear.
18.
La dignidad de un sujeto estriba en ser buen medio para sí mismo; la otra dignidad, la humana, es pura palabrería al servicio de quienes no soportan sentirse esclavos y anhelan el alivio tacaño de un patrón universal.
19.
Náufragos en los pantanos del absurdo tras la efervescencia ideológica, lo urgente para nosotros no es volver a definir al hombre, sino redescubrirlo en su contexto total. Saber dónde estamos es primordial si queremos averiguar no tanto quiénes somos (lo que ha resultado ser una indagación retráctil), sino qué podemos hacer con nuestra especie. Sin embargo, la descripción sesgada y excluyente del mundo que nos ha tocado vivir en este sueño, por más que pueda sernos útil como símbolo del extravío en el laberinto, no debe hacernos obviar que el resto de los enfoques, sean unitarios o deconstructores, centrípetos o centrífugos, también están condicionados por la relación que mantienen con los mitos vigentes que sirven de motor a la civilización. Planteado el panorama de reflexión desde estas cautelas tácticas, lo que propongo es una vía que desprecie abiertamente los cultos viejos y nuevos, e incluso este mismo desprecio cuando intenta convertirse en la materia prima de otros ídolos. Una vía que no haga concesiones al pasado ni al futuro ni al engañoso presente cuya influencia amenaza con subyugarnos. Una de sus trampas, acaso la más representativa, es esa versión moderna de la redención por el éxito, que en una civilización devaluada frente al destino ofrece la imagen protectora de un reducto narcisista a los inconscientes y descreídos que buscan el canto de sirena en la esperanza de un valor indiscutible sobre todas las cosas, y que quizá sea la peor de las religiones concebidas por causar nuevas oleadas de fracasados irredentos y perdedores confesos sin haber previsto una solución de continuidad para el caudal humano desbordado de resentimiento. Cuando uno está en la tiniebla, la tentación de claudicar en una creencia es fuerte y embriagadora si agasaja con la magia terrenal de los objetos del deseo, pero si ser lúcido aún conserva algún atractivo, tendremos que ser capaces de erguirnos con ironía sobre el dolor, confiar en la exclusividad del caos que nos ha tocado en suerte y volver a jugar con las potencias vegetativas de la realidad, que son inagotables.
20.
J: El hombre es una especie grandiosa porque puede adaptar el medio a su voluntad.
K: Como animal que no encaja en ninguna parte, grande es la tragedia del ser humano por su imposibilidad de integrarse con el medio, lo que le obliga a diseñar entornos en los que nunca consigue estar sereno y conforme.
21.
Después del nihilismo, que entendido con liberalidad es un punto de partida y no un destino sin retorno, neutralizar la angustia producida por la descomposición de lo real y emprender una excursión a través del imaginario colectivo que nos permita componer las líneas maestras de una antropología donde el individuo revitalice su capacidad de soñar no sólo hacia dentro, sino principalmente hacia fuera, más allá del espacio devastado por la intrahistoria de la conciencia.
22.
Una dialéctica muy elemental nos revela que así como la oposición reticente al sistema retroalimenta su dominio, la coacción creciente de este crea núcleos internos de resistencia. Pero una astucia de vieja nos susurra que mucho antes que nosotros, el poder ya contaba con este arsenal cognitivo en su haber…
23.
Mis líneas de pensamiento varían en función de mis estados de ánimo, pero a pesar del cambio continuo voy trazando una constante: no paso de ser un terrorista teórico, un sanguinario de papel.
24.
El sueño de la voluntad es creerse voluntad; el de la existencia, creerse despierta.
25.
El terrorismo quiere que prevalezca el acto sobre el sistema y de ahí su violencia inusitada, mientras que la doctrina dominante de la seguridad aspira a que el sistema prevalezca sobre todo acto. Según el inquietante Baudrillard, «el espectáculo del terrorismo impone el terrorismo del espectáculo», de modo que «la imagen consuma el evento» a pesar de que «un suplemento de violencia no es suficiente para abrir la puerta de la realidad. Pues la realidad es un principio, y es este principio el que se ha perdido». En definitiva, «la táctica del modelo terrorista consiste en inducir un exceso de realidad y en hacer que el sistema se derrumbe bajo este exceso». Que no se asocie por tanto el nihilismo, que en esencia es una ausencia de fe en todo acto humano (incluida la conducta violencia), con el fanatismo beligerante de cualquier signo, que es más bien una reacción contra la descomposición de la realidad humana (contra el nihilismo) y no puede existir sin los recursos inquebrantables de la fe, de una fe que subsiste a costa de una necedad compulsiva y apolillada.
26.
Un filósofo que hacía trabajo de campo, convertido por sorpresa en hurtador frustrado, le dijo al guardia que lo retenía al final de la caja del supermercado: «No soy un ladrón, no quiero robar este libro, sólo pretendo simular que lo robo para comprobar si existe alguna diferencia real en el efecto provocado… ya veo que no».
27.
En vez de tomar los deseos como realidades emergentes, tendríamos que tomar la realidad como el deseo sumergido de hacer deseable lo irreal.
28.
Las ideologías no han muerto porque nunca vivieron, porque nacieron muertas en su ficción de máscaras que el poder emplea para cubrir el vacío de su rostro real: la hegemonía de la fuerza sobre los hechos. Y puesto que el poder carece de verdad, la verdad del poder es crecer hasta confundirse con lo real. Incluso cuando el sistema político se encuentra acorralado y sus simulacros de veracidad empiezan a deteriorarse, las máscaras oficiales seguirán cumpliendo una función social anestésica. Por ello, el peligro no reside en la falsedad de los múltiples discursos que pueden representar los aparatos de control, sino en el silencio estructural oculto tras la escena de conjunto. Sin ir más lejos, una parte considerable del repertorio de chapuzas neoliberales derivan del prejuicio de que el Estado puede reducirse a sí mismo (miniarquía), por no mencionar el disparate de creer que cada persona está preparada para competir en el mercado, o la teoría de que hay servicios elementales que pueden privatizarse sin despojar a los ciudadanos de su derecho a la propiedad al no reconocer la propiedad de sus derechos.
29.
CORRUPCIÓN. Puedo admitir que alguien se beneficie de forma ilícita si beneficia a muchos con ello; puedo incluso ser transigente siempre que su ventaja ocasional no sirva de excusa para otras ni contribuya a consolidar un privilegio. Sin embargo, una mirada a las administraciones públicas no tardará en convencernos de lo contrario, ya que ponen a disposición de los cargos electos los medios necesarios para hacer suculentos negocios privados que en un mercado abierto tendrían muy pocas oportunidades de prosperar. Al mismo tiempo, estos cargos son los peones avanzados de un juego de intereses más extenso y sofisticado que deja atado (y bien atado) el Estado con un nudo de influencias corporativas cuya solvencia es sufragada a expensas de usuarios y contribuyentes.
30.
Sobriedad y la ebriedad no son estados irreconciliables, pues del mismo modo que se puede estar sobrio en la embriaguez haciendo uso consciente de las sustancias, también se puede estar ebrio de estulticia en el apego al común denominador de la normalidad.
31.
Anuncio por palabras: «Varón digno de tenerlo en duda busca causa para actuar, inspiración para crear y desesperación para destruir. No se preocupen por recoger los pedazos».
32.
Ahora, como antaño, también se legisla al asalto y cuanto más presuma el Estado de lo contrario mayores han de ser nuestros recelos, pero las leyes, si han de servir para algo aparte de enturbiar las relaciones humanas, deberían protegernos de los daños objetivos que puedan ocasionarnos otros (entre los que cuento, por supuesto, a los legisladores de turno), no de los que podamos causarnos nosotros mismos, pues mientras sigamos prefiriendo distinguirnos de las hormigas el bien de consumo más preciado será uno mismo y ningún gobierno puede criminalizar su uso sin cometer un vil saqueo contra lo que hemos convenido en querer como una legítima propiedad por la sencilla razón de ser un atributo imprescindible. ¿Para qué? Preguntárselo es responder porque responder sería negarlo: para lo que sea. Y puesto que hablamos de posibilidades, tal vez sea mucho pedir considerando que los predios del derecho deben más a la lógica de la selva que al artificio de un contrato limpio, lo cual viene a probar una vez más que no se trata de pedir, sino de saber conservar.
33.
A medida que se realiza lo virtual se virtualiza lo real dando lugar a una inversión de todos los valores ante la cual ni siquiera el clarividente Nietzsche hubiera podido vislumbrar sus efectos, pues no digo ya en el industrioso siglo XIX remachado a golpes de raciocinio, sino tan sólo hace unas décadas, en los años que precedieron a la abstracta era de la inmediatez obsesiva, ¿quién podía plantearse en sobrio que el planeta fuera un miembro fantasma1? Mi opinión es que el ser humano ha buscado desde sus orígenes la experiencia de la virtualidad2 para comprender la virtualidad de la experiencia.
35.
Conservadores a ultranza y pregoneros socializantes cargan sus críticas entre gritos y suspiros acompasados contra el escepticismo de nuestra época, al que consideran la encarnación del mismísimo Mal, mientras yo, que soy sólo un testigo de cargo, veo una lucha estéril contra un bien inexistente. Nunca antes la credulidad pública y el ensimismamiento en las pirotecnias del objeto habían sido tan abrumadores. Es cierto, todo parece increíble por las extraordinarias orgías audiovisuales a las que estamos habituados (la aceptación de que todo es posible porque ya lo hemos visto en una pantalla), pero aunque lo parezca, parecer no siempre es ser, y hoy es infrecuente cuestionar los horizontes de la realidad, que se pierden en la apariencia de una ilusión, y son cada vez más quienes no advierten la carrera alucinógena en las certezas fluidas del dinero y de la información. Capital y televisión, endeudamiento y programación, son las caras de una misma moneda que no es falsa ni auténtica, sino falsificadora de lo que toca. Por un lado, el dinero materializa lo posible a condición de que el orden factual se haya inmaterializado; por otro, el despliegue de efectos especiales ha dejado de sobreimprimirse a los hechos y se ha fundido con ellos en una dimensión sensorial directa y simultánea que propicia la evasión calculada de la razón a un insólito campo de concentración donde lo real permanece capturado no para su exterminio próximo, sino para domesticar en el show de la noticia lo que poco o nada queda, arena y huesos, el desierto.
36.
Haciendo acopio de ingeniería social, alta tecnología e idealismo chamánico, en un futuro no demasiado lejano la distancia a veces insalvable entre mundo exterior y mundo interior será abolida gracias al uso masivo de poderosas herramientas cibernéticas preparadas para diseñar mundos paralelos interpersonales tan perfectos a nivel perceptivo, que administrarlos y diferenciarlos exigirá un conocimiento especializado en urdir y desenredar entramados de transversalidad psíquica. Cuando los efectos especiales no se limiten a reproducir escenas imaginables, sino a recrear combinaciones de experiencias abiertas, es decir, no conclusivas, ¿quién se atreverá a dudar de que realmente se vive en un sueño de mundo o en un mundo de pesadilla? Es más, ¿a quién le interesará inquirir cuestiones semejantes pudiendo gozar de un acoplamiento de conciencias cada más vasto y satisfactorio, cada vez más propio de una divinidad?
37.
Lo que imaginamos perdura.
38.
Los humanos aman la guerra incluso para demostrarse cuánto la detestan.
39.
La mejor publicidad del sabio es su felicidad; su refutación, no poder desprenderse del sufrimiento ajeno.
40.
Lo que hace peligroso al fascismo no es tanto su pericia para adiestrar a las masas desencantadas como el embrujo de su corazón de las tinieblas, y más allá de causas históricas puede decirse que «es la metafísica de la desinhibición; quizá también una forma de desinhibición de la metafísica» (Sloterdijk).
41.
Sólo cuando tomé posesión de mi verdadero hogar pude abandonar mi voluble morada de campaña al asedio permanente de los otros; sólo entonces, y coincidiendo con la colonización de mis aposentos mentales, logré respirar a gusto, sin tener que sostener el peso de un refugio invisible contra las inclemencias del mundo.
42.
Como animales inacabados y fantásticos, está en nuestra naturaleza ser capaces de alterarla. Ante cada uno, la perspectiva nada utópica de una cría artificial del hombre evoca la responsabilidad escalofriante de convertirnos en modeladores de la humanidad futura, si es que puede hablarse de una entidad semejante sin delirar. Pero a diferencia de lo que sostienen los bioéticos (hasta la ciencia tiene sus inquisidores), en nuestra encrucijada actual el sacrilegio no es tanto manipular el patrimonio genético como obstinarse en reservarlo a las leyes impersonales del azar por una comprensión insuficiente de lo que significa haber entrado de golpe en la fase adulta de la especie.
44.
En la naturaleza no hay líneas rectas, es cierto, sólo las hay en nuestras cabezas, pero ¿quién está convencido de que el humano sea un ser natural? El mundo que nos hemos encontrado en este planeta, aunque fascinante como el escaparate de un paraíso desmantelado, siempre nos ha resultado extraño. Y ante la imposibilidad de adaptarnos a él como hacen el resto de los animales, hemos desarrollado el ingenio creando artificios con los cuales nunca estamos en sintonía, sino en constante disociación. Digan lo que digan, somos seres cautivos del sueño e inclinados a la pesadilla. Por ello, recuperar el control de los sueños es, si no una misión razonable, al menos el último gesto del sentido de la belleza, a pesar de que a veces no sepamos qué diablos significa.
45.
Puesto que nos encontramos en un bucle ilusorio de realidad, y ni el fin ni la finalidad existen, sería de una magia cegadora alumbrar un acto de tal relevancia que disipara la totalidad de lo viviente en la solución final de un crimen por absoluto perfecto.
46.
Para interrogar con tesón la realidad antes o después hemos de saltar por encima de la moral como si de un muro atravesado en el camino se tratara, pero que nadie se mueva a engaño: querer trascender la moral no deja de ser una ambición moralizante. El conocimiento crece en un lugar más allá del bien y del mal (esto se ha repetido hasta la angustia), pero en su afán por desprenderse de lo accesorio está su límite y acaso tendría que haber desconocido el laberinto en el que cada pieza parece contener la clave de su enigma. La casa de las apariencias por donde vagamos está repleta de estancias impensables, de vacíos cognitivos, lo cual nada tiene que ver con que nuestros órganos de intelección se hallen poco evolucionados: lo debemos a la inevitable arbitrariedad con que nos hemos puesto a pensar.
47.
¿Cómo averiguar si estamos pensando de manera óptima y no disparatada? Comprobando que allí donde ponemos en acción las más variadas formas de razonamiento una arquitectura de convicciones comienza a derrumbarse; comprobando, en definitiva, que somos peligrosos.
48.
Los conceptos están hechos de heces intangibles, surgen como materia excrementicia de las digestiones pesadas de la mente, por eso es necesario tener un ingenio desasqueado para abordarlos.
49.
¿Qué por qué escribo? Imposible disimularlo: para convencerme a mí mismo de que todavía pienso, de que todavía (siguiendo a Descartes) existo.
50.
Contra ciertos inconvenientes que conlleva la agitada vida moderna, hay que dejarse de filosofías, echarle morro y sacarle brillo a los puños. Vim vi repellere licet: es lícito repeler la fuerza con la fuerza (Ulpiano).
51.
Empezamos a dormirnos porque fingimos ante nosotros mismos estar dormidos. El insomnio, en muchos casos, es la consecuencia molesta de no saber interpretar.
52.
En propiedad, no puede hablarse de uno mismo, sino de pluro mismo.
53.
Los sueños me infunden realismo; la realidad, en cambio, me hace soñar.
54.
La única diferencia notable entre ideologías de izquierdas y de derechas es el orden entre sus medios y sus fines. Mientras los partidos de derechas entienden el poder político como un coto de los más ricos, los partidos de izquierdas lo usan como un instrumento específico para hacerse con la riqueza.
55.
Ironía es que reciba el nombre de Estado aquello donde no caben los estados.
56.
ESCOLLOS DIPLOMÁTICOS. No se puede infundir euforia en nuestro interlocutor sin caer en la pérfida impresión de sentir desprecio por uno mismo.
57.
El pobre, a fuerza de desencantos, necesita con urgencia estar fascinado, de ahí su tendencia a diluirse en el misticismo y su entrega fácil a la ocasión que lo dispensa; para el rico, empero, la vida suele transcurrir de manera plácida y encantadora, lo que explica su desdén hacia cualquier forma de fascinación espiritual, pues carece de la necesidad de trascender la realidad donde tan bien instalado se encuentra.
58.
El conocimiento no produce dolor, sino que se da la curiosa circunstancia de que sufrir equivale a engendrar conocimiento.
59.
ANTIEMPIRISTA. La experiencia sólo prueba la fortuna del común error.
60.
Toda la sabiduría empieza por una palabra fácil de pronunciar, pero accidentada de seguir: BASTA.
61.
A pesar de que en principio pudiera sugerir justo lo contrario, la confusión y paulatina cópula entre el reino de la ficción y la algarabía del presente supone una expansión de lo ilusorio en el movimiento irreversible de lo real (lo irreversible es el signo inequívoco del tiempo), lo que constituye por añadidura una excelente oportunidad de desenmascaramiento, pues realidad es todo aquello que nunca ha existido, salvo en el mezcla infinita de nuestros sueños.
62.
Nos perturba todo lo que nos pone en contacto directo con lo real; pero perturba, precisamente, porque delata la inconfesable irrealidad de nuestra existencia.
63.
La abstención, la pereza, el silencio, la imperturbabilidad, definen por indefinición una postura que se ha vuelto intolerable para la mayoría. De un modo u otro, todos llegan a reclamar tu participación, tu adhesión, tu complicidad; rehusar esta invitación a la fiebre colectiva se interpreta como un desprecio altivo e incluso como una desviación. El mundo necesita adeptos y enemigos, afiliados y rivales; el detractor puro, resbaladizo vocacional y autónomo de verdad, supone un mal ejemplo que debe ocultarse del ojo público salvo que quiera ser blanco de incapacidades ajenas. Y así, cuando las únicas actitudes admitidas por la emotividad social oscilan entre un conmigo o un contra mí, lo imperdonable es quedarse fuera, o sea, junto a uno mismo.
64.
Muchos cifran la agonía del animal humano en la conciencia incorruptible de su muerte, pero eso forma parte de los preámbulos. Lo agónico es vivir soñando que se está despierto sin poder despertar.
66.
MENSAJE A LOS FASCINADORES. Cuando el líder se empeña en sumar las masas a su sueño, pronto da un giro hacia la pesadilla.
67.
Prestar ayuda a quien no la pide es la forma más soberbia de vengarse de su orgullo.
68.
PSICOLOGÍA DEL LEÓN. Ante la fragilidad neta el fuerte se calma y contiene, pues sabe que tal presa amargaría su paladar; mas ante la flojera petulante y melindrosa no despreciará el gusto de poner a tono sus colmillos.
69.
ELUDIR ELEMENTALES. De igual forma que la integridad moral no puede reducirse a simple integrismo, atenerse a lo fundamental tampoco es lo mismo que quedarse en un exiguo fundamentalismo. Y, sin embargo, existe el riesgo muy notable de ir deslizándose casi sin notarlo de una postura a la otra.
70.
En todos los humanos hay un foco de algo inexpresable que repugna al entendimiento y no por ello admite ser juzgado. Cuanto mejor se los conoce, más cuesta creerlos. No es tarea grata desenvolverse entre ellos dispuesto a la ternura, pero todavía más complicado es aprender a ser indulgente sin arrepentirse.
71.
La mano invisible del libre mercado no es sino la mano negra de los más ricos, que no son precisamente los más aptos, salvo si se trata de traducir las mentiras que rigen la sociedad a la jerga del lucro.
72.
RELATIVIDAD SOCIAL. En contra de lo que suele creerse, el débil rara vez es bueno y el fuerte no siempre sale mejor parado.
73.
Es posible que existan más universos de los que pueden concebirse; es posible, incluso, que hayamos sido concebidos en un universo que ni siquiera existe.
74.
Hay instintos que hacen perder la razón, pero hay razones cuyo único lustre consiste en extraviar los instintos.
75.
Sospecho, luego pienso; pienso, luego sospecho que no existo.
76.
Sin razones cualquiera puede provocar una guerra, pero con ellas lo increíble es poder dirimirla.
77.
Cada oportunidad perdida es un secreto revelado a palos, un tesoro rebozado de espinas.
78.
Cada propósito requiere un método, pero esto no descarta que el método pueda albergar propósitos ocultos.
79.
Lo paradójico de una ley depurada de moral es que incita a la más rancia moral a actuar sin ley.
80.
Si la naturaleza es el primer gran acto de ficción conocido, cualquier artificio posterior no hace sino prolongarla, multiplicarla, realizar sus diversas potencialidades de simulación. La realidad culmina la ficción.
82.
La esencia de lo criminal no es la violación de un precepto innato, sino la noción misma de orden natural. En la naturaleza no hay crímenes ni castigos; tampoco derechos ni deberes; se establecen jerarquías, pero despejadas de víctimas y de culpables, tan inestables a largo plazo como inevitables para perseguir fines concretos y que duran lo que dura la fuerza de la experiencia o esa otra experiencia de la fuerza que es la astucia. Sólo por malquerencia o debilidad herida se puede llamar natural a lo que se ha implantado tras una metódica (y metafórica) deformación cultural de los fenómenos.
83.
No es que la propiedad privada deba valorarse más que la vida, sino que la vida sólo es valiosa cuando se la entiende como propiedad privada.
84.
La población crece exageradamente y el hombre, convertido en plaga para sí mismo, se dedica a predicar a diestro y siniestro la religión laica de los derechos humanos, la igualdad civil, la dignidad personal y la solidaridad sin fronteras: ¿veis la relación? Esos seis mil y pico de cobardes no quieren admitir que estarían mejor muertos.
85.
El objetivo de Dios, ese Don Nadie, es tenernos miedo.
86.
Morir es tabú porque debajo del barniz dramático a nadie le importa la muerte… de los otros, claro, y esto sucede porque lo que más nos importa es nuestra desaparición y, más todavía, el hecho de poder anticipar la vanidad ajada de ser olvidados. No se sufre la muerte ajena: se siente la propia insignificancia. Tiene su gracia comprobar como la proximidad de un cadáver aviva por unos instantes el valor de los aterrados de su propio fiambre, pero es una gracia llena de horror porque procede del alivio que experimentan al saber que han vuelto a librarse del apuro, que podrían haber sido ellos. Una superstición muy española consiste en asistir a los entierros no para honrar la memoria del difunto, sino por miedo a ser el siguiente si no se guarda el debido rito luctuoso con los muertos. En cierto sentido, el pensamiento primitivo sobrevive como una espina clavada en las costumbres, pero era más atrevida la mentalidad arcaica cuando asumía abiertamente la sospecha de que acaso los fallecidos no desaparecen, sino que se trasladan a una suerte de mundo nebuloso en permanente intersección con el de los vivos.
87.
Nada de estridencias, sólo sugerencias: una forma no nueva de pensar, porque tal cualidad no es posible,3 sino desentumecedora: ser capaz de darle la vuelta al mundo sin tener que hundirse en él. Y si nada está hecho a gusto de todos, que todos los que así lo queramos podamos tener el gusto de inventar o injuriarlo todo.
88.
«Si lo normal es ser un lobo para nuestros semejantes, lo excepcional es permitirse no serlo» –tal vez así muchos gentiles romanos se dejaron embaucar por ese movimiento arácnido que fue el cristianismo primitivo.
89.
Para ellas, los hombres somos si no transparentes, enormemente translúcidos; ellas para nosotros son, sin embargo, más bien oscuras (de ahí el significado profundo de penetrarlas). Pero si llegáramos a comprenderlas como sólo ellas se comprenden, quizá ni siquiera las odiáramos: quizá nos gustase más ignorarlas.
90.
La tragedia de un cobarde es que anda siempre temiendo lo que desea; la de un valiente, dejarse atraer por lo que teme. En ambos casos, el destino encuentra su destino.
91.
Para el escéptico que vive desengañado, las ilusiones colectivas se transforman en amarguras individuales, realizándose así la pequeña venganza de los iguales.
92.
DESPOSTMODERNIZANDO. Reconocer el hecho de que no podemos explicarlo todo no es lo mismo que admitir la viabilidad de cualquier explicación, pues sabemos lo suficiente para distinguir lo que aún no se sabe de lo que no se deja saber.
93.
En las creencias se está inmerso como en un sueño; las ideas, en cambio, sueñan con estar en nosotros.
94.
LA DUNA. Del mismo modo que un nuevo hecho no anula el precedente, pero obliga a reinterpretarlo, o un conocimiento reciente no sustituye los conocimientos adquiridos, sino que los expurga, con las personas que van pasando por nuestra vida ocurre un proceso análogo de corrección histórica. Como biógrafos de un ser que nunca es igual a sí mismo, cualquier sentimiento de unidad es fruto de una coincidencia y ¿qué es una coincidencia sino el dilema de una ilusión?
95.
La élite del poder no la componen los mejores, sino los que mejor relacionados están. Para unos, los más, el poder se reduce a la rutina de que siempre hay alguien por encima; para otros, los menos, supone la degustación de estar en la cima; un enclave privilegiado donde, según el sentir de quienes miran desde abajo, hace mucho, mucho frío, lo que me suena tan falso como aquello de que «el poder corrompe», pues los poderosos se corrompen solos.
98.
No está escrita en nuestros genes ni es dogma sagrado; tampoco hay ley que la prescriba ni moral que no la explote, pero la anomalía más característica del humano predispone que todo lo que uno haga se vuelva contra sí, incluso lo que haya hecho de buena fe. Vano es querer demostrar lo contrario y vano es no querer aceptarlo como vano es bregar por querer vivir en vano.
99.
Dice el adagio que «cuando dudas de tu poder le das poder a tus dudas», pero lo que no dice es que cuando dudas del poder de tus dudas, tu poder queda fuera de duda.
100.
Antes fascista que comunista: al menos el fascismo puede presumir de no ser uno de los hijos bastardos de Cristo y entre sus escasas, pero descaradas virtudes, se cuenta la de profesar estados de ánimo donde no cabe la conciencia deudora de quien espera angustiado la salvación o el infierno.
101.
Cuando yo era débil, creía que podía cambiar la realidad; ahora, no sé si fuerte, he comprendido que ni siquiera la realidad puede cambiarme.
102.
Obstinarse en atribuirle sentido a la vida tras haber contemplado la ausencia de sentido que gobierna la metamorfosis de los acontecimientos sólo puede recibir un nombre: debilidad; una debilidad que, por otra parte, todavía es necesaria para no matar la razón.
103.
LO INDEFENDIBLE. Producir horror no nos libra de padecerlo; nos libra de tener que falsificarnos.
104.
La conciencia es esférica, y plena, nos da la vuelta.
105.
Cultivamos la obsesión de lo catastrófico y aguardamos en secreto un desenlace brutal de la historia humana porque ante la ausencia de mitos verosímiles, sólo nos queda la ilusión del fin, el magnetismo del exterminio. A falta de encantos metafísicos, la imagen de un planeta viviente devorado por el apetito megalómano del hombre se erige como el sucedáneo decadente de las grandes sagas mitológicas protagonizadas por antiguos héroes. En los sueños del hombre ha triunfado el gris.
106.
Acabo de cagar. Vuelvo a ser espiritual.
109.
En la sociedad del chismorreo universal que otros llaman comunicación, estar fuera de cobertura es como blasfemar entre beatos; para que luego digan que el oscurantismo está superado.
110.
No estoy en contra de la violencia (¿cómo estarlo si es intrínseca a la vida misma?), sino contra la violencia razonada, ya que los peores crímenes no son los que obedecen al arrebato de una furia irracional, sino a la crueldad estudiada que emplea la lógica de la razón para obtener el mayor daño.
111.
La lógica del poder no se detiene ante lo absurdo, sino que se sirve de ello cuando quiere tener razón.
113.
Poder admitir los errores es un acto de verdadera fuerza; poder rectificarlos a tiempo, una verdadera ilusión.
114.
VICTORIA REGIA. No ganar, sino ganarse al enemigo.
115.
SERES INVISIBLES. Buscamos espejos en los hechos que nos ayuden a entender mejor nuestro papel en el mundo, pero una y otra vez nos devuelven una imagen que no nos pertenece y de la que no hay manera de despegarse.
116.
En los estados de conciencia más fluidos lo que se ve posee un valor equiparable a los que se hace, ya que no hay nada que divida lo vivido de lo sentido y la continuidad del elemento indeterminado al que uno accede durante el episodio visionario permite generar destino. Hubo pueblos que concibieron la alucinación como un esqueje de la voluntad, o la voluntad como un injerto en la alucinación, pero no creo necesario que la visión sea real o irreal por sí misma para justificar el hecho de que pone en la mente del sujeto una potencia extraordinaria capaz de inducir cambios determinantes en la realidad ordinaria.
117.
PENSARLO TODO, CREERSE NADA. La información por sí sola no proporciona el conocimiento; a veces, incluso, el conocimiento de un hecho hay que obtenerlo a pesar de lo que diga la información disponible sobre el mismo.
118.
La ebriedad de la potencia tiende al absoluto y se resuelve contra sí misma en una pirueta de impotencia total para la que se requiere un poder mayor del que se quiere sofocar. En este principio de autonegación apoteósica reside la fuerza retorcida del asceta y la finalidad secreta del artista.
119.
Un poder que se reserva sólo para sí se desvanece eclipsado por su propia sombra. El poder vive de su gloria y la gloria es el resultado de muchas zancadillas y algún que otro golpe maestro.
120.
LA MUECA DE LA RISA. La proliferación del sentido humorístico camufla el hecho de que la vida sigue siendo lo que al principio de los tiempos: una guerra de todos contra todos.
122.
No es perverso el amoral, el escéptico, el incrédulo, sino el que con todas sus fuerzas cree imprescindible un trucaje moral para contener la perversión humana. Este de quien os hablo se teme a sí mismo, teme por tanto a los demás y no tardará en haceros daño... por vuestro bien. La moral, en todo tiempo y lugar, es hija del miedo y madre de la peor clase de sufrimiento: el innecesario.
123.
Dotadas de una fantástica clase de belleza están las cosas que pueden sostener un defecto, un defecto benigno, sin acomplejarse, mientras que aquello que tiende a la perfección de todas sus partes provoca un rechazo del conjunto.
124.
Cuando una regla es absurda (y pocas no lo son), resulta más beneficioso transgredirla que acatarla.
125.
PROFANO A LO CELESTIAL. La prueba más notoria de que este mundo es un infierno está en que los humanos, con independencia de su nivel de bienestar, siguen soñando con ser dioses.
126.
En la mayor parte de los casos, los grandes problemas de la vida son insolubles y ante ellos sólo cabe adaptarse o atrofiarse, encajarlos o sucumbir; razón que glosa la inteligencia humana no tanto como una capacidad dinámica para resolver problemas prácticos como una habilidad suspensiva para no engordarlos.
127.
Prefiero ser un hombre consciente en un mundo imperfecto que un inconsciente en un mundo impecable.
128.
NUEVAS ORTODOXIAS. Si en siglos pasados se hizo imprescindible la separación de Iglesia y Estado a efectos de una libertad real de cuerpos y conciencias, en el presente no es menos urgente la independencia de los poderes públicos de esa otra secta absorbente conocida vulgarmente como Medicina.
129.
Quien se vale por lo que tiene, tiene más de lo que vale.
130.
El saber no sólo ocupa lugar, sino tiempo, dinero y un esfuerzo cuya inversión hay que empezar, por sensatez, dando por perdida.
131.
Muchos confunden la libertad intelectual con la experiencia aprendida en los libros, pero son pocos los que llegan a leer lo suficiente para comprender que cada párrafo añade un ladrillo al laberinto de la conciencia.
132.
¿Conservador? Vamos, si lo último que deseo es la perpetuación de la especie a través de las generaciones futuras. Entonces, ¿revolucionario? No me hagas reír sin ganas: para querer cambiar radicalmente la sociedad hay que tener una fe ciega en el hombre y yo… bueno, yo no tengo fe de ninguna clase.
133.
La lección suprema del maestro no es la fascinación de sus discípulos, sino atreverse a separarse de ellos a tiempo demostrándoles que puede, si así lo quiere, llegar a convertirse en el primer hereje de su doctrina.
134.
EL ENVASE. Lo peor del trabajo no es el precioso tiempo perdido en tareas a menudo repudiadas, sino la obligación de tener que mantenerse despierto en un estado mental compartido, es decir, atrapado en el mismo envase.
135.
La última razón que le queda al argumento acorralado consiste en poder demostrar a su contrario superioridad en los hechos. Y, sin embargo, es un razonamiento endeble que se nota esgrimido a la desesperada, pues esos hechos a los que alude bien pueden explicarse con argumentos distintos que incluso los contradicen.
136.
Que la especie humana tiende al desastre es imposible ocultarlo, pero hacer de este hecho un pretexto para propiciar intervencionismos regeneradores y tiranías legales cada vez más minuciosas de la vida privada constituye su más lamentable catástrofe.
137.
No te rías cuando veas a tu vecino llorar; pregúntate más bien cómo se vengará por haberte visto sin lágrimas.
138.
Creer es hacer poder como poder es hacer creer, de tal modo que el poderoso está en situación de afirmar que lo creerán diga lo que diga.
139.
Si reírle las gracias a un necio te convierte en un imbécil, ¿en qué te conviertes cuando le das tu voto a un partido dirigido por mediocres, fulleros e irresponsables?
140.
El mejor favor que se le puede hacer a la verdad es dejar que se sostenga por sí misma frente a la falsedad. Asistirla es mostrar que no se confía bastante en los hechos sobre los que reposa.
141.
El revolucionario es un conservador que se resiste a cambiar la idea que se ha hecho del futuro.
142.
ESOS INCIVILIZADOS. El socialismo, una de cuyas versiones tardías es el fascismo, supone un retroceso en el proceso civilizador en tanto que sustrae al sujeto su capacidad de autogobierno para cedérsela a alguna organización encargada de asumir los destinos colectivos bajo el desvarío de una mitología de garrafón como la Raza, la Patria, la Revolución, el Bienestar Común o el Interés General. La civilización, que en sus pormenores es una forma de domesticación cultural, por contrapartida va dotando al individuo de una sensibilidad especial para explotar sus facultades personales que si bien le exige echar el freno a sus impulsos más primarios e ir sublimándolos con cierto grado de reflexión, también permite que la esfera de su dominio íntimo crezca aunque sólo sea como un efecto indirecto, cualidad que tiende a desaparecer con el advenimiento de un régimen socialista lo mismo si es de izquierdas que de derechas. Y si admitimos que la economía condiciona los patrones psíquicos de una sociedad tal como sostienen los teóricos socialistas, entonces al colectivizar la riqueza lo que en realidad propugnan es el pensamiento nacionalizado. El socialismo, con independencia de la propaganda que adopte (puede incluso que esta sea consumista antes que comunista), es una invitación a la esclavitud cuando no una orden explícita de servidumbre.
143.
Aristóteles erró el tiro: no somos animales políticos, sino comerciales.
144.
LO QUE EL MANDO CALLA. Para saber usar a los hombres como herramientas es imprescindible haber servido como instrumento.
146.
LA OPORTUNIDAD DE NO SER IGUAL. La igualdad entendida como principio jurídico es deseable porque complementa la libertad individual, pero si es impuesta como un fin social merece ser catalogada entre las variantes más duras de tiranía. Querer igualar oportunidades es, en primer lugar, querer algo que no puede producirse de forma natural y que exige, por tanto, un control artificial sobre situaciones que raramente pueden darse sin una planificación milimétrica; en segundo lugar, el único modo de promover algo semejante a esa clase de igualdad tendría que dotar al Estado de poderes absolutos para ajustar las circunstancias particulares al modelo prestablecido. Que el Estado disponga las mismas oportunidades para todos significa negarle a unos lo que han logrado para darle a otros lo que no han ganado, o sea, forzar la sociedad para que a cada uno no se le permita medrar según sus capacidades, sino a costa de ignorar sus diferencias, con lo cual se comete por justicia una gran injusticia. Querer disfrutar de oportunidades iguales viene a ser lo mismo que negarse la oportunidad de distinguirse por ser libre.
147.
Quien nunca haya quitado una mierda no sabe lo que es amar al prójimo. Todas las personas que consideran que lo humano es sinónimo de dignidad deberían probarlo; comprobarían que con cada desperdicio retirado disminuye la falsa estima por la especie que nos han inculcado desde la infancia. Rara vez se incide en el hecho de que los humanos son seres que destacan por producir excrementos, por tener cuerpos que apestan al no ser lavados con frecuencia y por haber fabricado espejos sin los cuales jamás hubieran adquirido la familiaridad necesaria para acomodarse a su grotesca imagen.
148.
Que la mayoría de los mortales desea la libertad se revela en que todos ellos quieren ganar dinero y a menudo protagonizan patéticas sandeces por conseguirlo. Pero lo que buscan no es la ganancia económica en sí misma, sino lo que el dinero permite hacer en un mundo donde todo está en venta. Querer ganar dinero es querer usar la libertad, querer disponer del poder de materializar una inmensa relación de posibilidades. Gastar dinero, por tanto, es poner en circulación la libertad del querer, que no debe ser confundida con el querer de la libertad, querencia que no se quiere tan fácilmente porque arrastra al enfrentamiento entre los medios y los fines: entre medios que se quieren fines y fines que no quieren medios.
151.
Las cualidades por las cuales un individuo alcanza las cotas más altas de poder están en contradicción permanente con aquellas que hacen de alguien digno de confianza.
152.
Una cosa es tener cojones y otra sentir la necesidad de sobrevalorarse a cada momento. El verdadero aguerrido puede permitirse la hazaña de pasar por cobarde.
153.
Quizá el error intelectual más frecuente en el mundo occidental sea la creencia, a la que no son ajenos los científicos, de que todo tiene una explicación. El universo es tan complejo, que sólo una mente cegada por la simpleza del orgullo puede subordinarlo a una interpretación racional.
154.
En un mundo que tiene más de jungla que de hogar, el personaje resbaladizo preserva su virtud.
155.
Hay un progreso moral –dicen algunos- y cada generación se muestra más sensible a la injusticia. Puede que nos hayamos vuelto más blandos para soportar el sufrimiento ajeno, pero también somos más tolerantes con los abusos de poder, más pasivos contra la hipocresía política y, sobre todo, más subdesarrollados a nivel subjetivo en las sociedades tecnológicamente más desarrolladas.
156.
Las organizaciones que se basan en la bondad natural del hombre contribuyen más que otras a darle la oportunidad de demostrar el alcance de su malicia.
157.
La primera norma del culpable es no confesar su crimen (sea este premeditado o involuntario), pues con ello no conseguiría purgar su conciencia, sino cargar con el malestar de los otros y ser marcado de por vida con las señales inequívocas de la ignominia. El sarcasmo macabro de la existencia enseña que una simple torpeza puede transformar a la persona más noble en un detestable malhechor, mientras que al individuo más monstruoso se le puede eximir de responsabilidad por creerlo víctima de una serie funesta de torpezas.
159.
No pensar no es inconsciencia, pues alimañas hay que sin pensar no son menos conscientes; inconsciencia es pensar como un gigante cuando se tiene la fuerza de un enano, y viceversa.
160.
UNA SINCRONIZACIÓN ABOMINABLE. Dios podría ser alguien cuya magnificencia cognitiva le permitiera captar la totalidad de los sucesos que experimenta la humanidad sin estallar de espanto ni derrumbarse de hastío, es decir, un auténtico monstruo.
162.
Los hechos están pendientes de ser criticados y las ideas listas para ser desmenuzadas, porque de lo contrario terminarán por convertirse en lápidas sobre nuestras cabezas.
163.
A veces es el bosque el que no deja ver los árboles, lo que no debe hacernos olvidar que si el árbol cambia, el bosque también.
NOTAS
1 Según la acertada expresión de Paul Virilio.
2 Con el consumo de drogas alucinógenas, los juegos de rivalidad abstracta, los cuentos y narraciones mitológicas, las divagaciones metafísicas, las construcciones matemáticas, etc.
3 Como todo es al menos virtualmente posible, no es posible por tanto que haya algo nuevo en la realidad.
Fuente: De tripas el corazón. Correrías y afloramientos de un cartapacio chingón. Inédito (he facilitado una segunda y definitiva entrega de la obra aquí).