21.11.09


El hombre tan pronto sólo toma en cuenta la ley natural, olvidándose del misterio, tan pronto se arrodilla ante el misterio, olvidándose del fenómeno. Sin embargo la contradicción entre estas dos ópticas facilita toda clase de escamoteos, generadores de aproximaciones, de convenciones y de eufemismos que nos ofrecen seguridad perpetuando los malentendidos.
Vladimir JANKÉLÉVITCH
La muerte

Los gestos, como símbolos de otra materia sacada quizá del sueño o derrotada ya por el olvido, nos devuelven las máscaras de una emoción que busca concretarse en un rastro visible y prominente, dotado de un vigor inteligible: parten de la necesidad de comunicar de forma inmediata un proceso mental complejo de raíz indescifrable. Estoy convencido de que si fuéramos telépatas –acaso lo hayamos sido en tiempos pretéritos, cuando el humano podía expresarse en convivencia sin tener que recurrir a la elaboración de complejos sistemas gráficos– el lenguaje corporal, sobre todo el facial, desaparecería. Lo más probable es que entonces volviésemos a crear nuevos disfraces psicológicos de otra calidad sensorial, no relacionada con la matriz de las palabras ni con sus metáforas orgánicas, que actuarían como una gesticulación sublimada y vendrían a suplir el efecto que antes se le otorgaba al contacto visual que nos permite introducir en un canal de datos intercambiables los acontecimientos más íntimos del reino mental. Pienso en ello y llego a la conclusión, que por razones menos obvias también podría servirme de hipótesis, de que somos una especie que agotó demasiado pronto la confianza en la naturaleza y, traumatizados a consecuencia de no saber regresar a ella –cuya clave de pavor mitológico nos llega narrada a través de la fantasía hebrea de la expulsión del Edén–, hallándonos atrapados en un laberinto inextricable donde la búsqueda infinita de una salida solo conduce a sufrimientos carentes de finalidad, concedimos por compensación al logos un estatuto de valor que lo establecía como la maduración suprema de la vida en el nivel más alto de realidad hasta que, tras siglos de uso intensivo, la apariencia nos ha traicionado dejándonos peor que perdidos: vacíos de sentido y cansados de respirar para inventarlo. Atrás quedaron las edades doradas del conocimiento, la ilusión del pensamiento unido al dominio del mundo. Estamos ante una nueva época tenebrosa, epítome de nuestra aventura histórica, que elevará la crueldad al rango de ciencia absoluta en el anochecer de las motivaciones. Admitámoslo de una vez: no somos flor ni fruto, sino el hueso estéril caído en una tierra yerma que ni siquiera desea recibir nuestra sangre.

Dispuesto estaba a titular la entrada Perífrasis ahumada a tenor de mi acompañamiento floral vespertino; en lugar de ello, he preferido aditivar mis palabras con la hermosa reformulación del grutesco Black Heroin de Robert Steven Connett.

19.11.09

DE VAGO A SUICIDA


Serás la chispa que inicie el incendio, luego velarás que no le falte aire para alimentarlo; deja que la leña la pongan otros. Todos verán mover la leña, pero nadie se fijará en el aire que corre.
Carlos MARTÍN PÉREZ
El arte de la ventaja

Renegar de la actitud emprendedora, que es una de las epifanías del liberalismo clásico y requisito básico para la vida civilizada, conlleva violar uno de los pocos dogmas que han sobrevivido al encanto cáustico de la posmodernidad. No ya la acción inicial del individuo que acomete una faena, sino el núcleo mismo del pensar hacer puede llegar a ser agotador cuando se tiene un ánimo delicado o se ha vivido hasta el hastío, fenómenos que suelen darse la mano. Nada mejor en tal caso que reemplazar ese malestar incrustrado en la decisión frustrada por un clima mental que disuelva la responsabilidad en una apatía de grado superlativo, como empaparse de la vocación humana de muerte con su virtud para destripar la futilidad de todo producto, empeño y oportunidad. A fin de cuentas, el Homo faber sólo es un estadio cultural en el camino antropocéntrico a la perdición.

La conmovedora escena de contrastes pude obtenerla del expositor virtual Ffffound!, sitio colmado de imágenes interesantes donde se echan en falta reseñas con los datos mínimos de las obras presentadas.

11.11.09

CONFESIÓN DE UN JAYÁN


¡Ay, Gran Serpiente, qué mal conoces a la gente si a la Zona conduces a individuos como yo!
De la película Stalker dirigida por TARKOVSKY

Omitiré cualquier referencia que pueda revelar la identidad de quien ha pronunciado las siguientes palabras, pero me está permitido acreditar que se trata de una persona muy influyente dotada de una enorme habilidad para ocasionar problemas a individuos pertenecientes a los altos círculos de la sociedad:

«Son pocos quienes saben juzgar a un hombre de mi clase; yo mismo me siento rebasado muchas veces por el poder de mi voluntad y eso que sus raíces coinciden con mi facultad para ver lo que a otros nunca dejará de estar oculto. Mi vocación siempre ha sido la soledad y las armas, no atarme a nadie e impedir que nadie me ate. Podría tener medios de vida más prósperos, pero aceptaría jugar con intrigas cuyo envidiable disfraz supondría un ejemplo temido por su amenaza para la estabilidad social que me pondría en el punto de mira allí donde me encontrase, así que le estoy haciendo un favor al Estado al abstenerme de ellos y disfruto entretanto de una tranquilidad bien irrigada por la potencia beligerante de mis contenidos. Soy tan peligroso, que me pagan –y nada mal– por no hacer nada».

De los 22 Arcanos Mayores del tarot, El Loco es la única carta que carece de numeración y, probablemente, la que encierra mayor imbricación de significados. La versión de la imagen corresponde a la baraja diseñada por Edward Alexander Crowley, más conocido como Aleister Crowley, a cuya sinuosa biografía resultaría imposible aproximarse en estas líneas sin generar una absurda acumulación de epítetos.

5.11.09

CANTO REVENTADO


Para Elfo, mi duende cadáver

Ceder, no hay más avance, porque retroceder es la norma. Cuanto más contundentes sean los planteamientos empuñados, más combustible para la ignición súbita de las ambiciones sin posibilidad de atenuar el ridículo, amañado durante toda una vida, donde nacen y mueren las conquistas. Ya lo decía el personaje de una novela que nunca escribiré: «Pasión coronada, pira asegurada». ¿Porfiamos? Renovación de penas viejas que, cuando halla encantos, en su hilo perecedero engarzará mutilaciones continuas de penitencia insomne.

No hay orgullo ni vergüenza que puedan ocultar los enredos de las Moiras si triste, obstinadamente angustiosa incluso para el carácter menos resignado, la dura médula de la realidad se interpone entre nosotros y nuestros anhelos triturando a carcajadas –fracciones con que los dioses miden la expansión de su sarcasmo– los momentos más confiados de la voluntad, que son aquellos en cuya suavidad creemos estar a salvo.

Os juro por mis genes que si supiera quien lo ha envenenado, le hundiría con mis pulgares los ojos hasta el cogote y ensartaría su cabeza en una pica a la que prendería fuego con el aceite rancio procedente de la freidora más sucia que pudiera encontrar. Danzaría después alrededor del trofeo articulando signos rabiosos que purgarían el horror de mi conciencia en una escena que los vecinos y curiosos descifrarían al instante gracias a ese código, tan explícito como ancestral, que no amortiguan las palabras de asombro: ¡nadie, bajo ningún concepto, debe tocarme los gestaderos!

2.11.09

SOBRE EL FANTAS(T)EO


El hombre sólo descubre en el mundo aquello que ya tiene en su interior, pero necesita del mundo para desvelar lo que tiene dentro de sí.
Hugo von HOFMANNSTHAL
El libro de los amigos

En sus más variadas representaciones, concibo y respeto la religión como una experiencia personal dispuesta a ser compartida —o contagiada— dada su afinidad con el cultivo asaz voluble de cualquier otro arte, pero no tolero que se utilicen criterios devotos para organizar la vida ajena y, aun en su estricta aplicación privada, encuentro que las creencias y actividades asociadas a un culto son poco saludables cuando superan el puro ejercicio de las fuerzas de la imaginación. Sin ponerme cartesiano ni menospreciar los circuitos neuronales que se extienden allende las máscaras de la razón permutan en razones para enmascararse, no creo que haya manera más cabal —o menos delirante— de entender la espiritualidad que en su función mística de anagogía, una gimnasia del ánimo alabada por sus propiedades para reconfortar el alma y dilatarla en la golosa contemplación de sus misterios.

Del repertorio de Ian Pyper, quien se autodefine como artista outsider y paleolítico moderno, capturo esta cosita titulada Strange Science.
 
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