30.12.12

SONAMBULEIA

Una noche, Zhuang Zhou
soñó que era una mariposa,
revoloteando feliz y contenta de serlo.
Pero no sabía que era Zhou.
De pronto, Zhuang Zhou se despertó,
sorprendido de ser él mismo.
Ya no sabía si era una mariposa
que soñaba ser Zhuang Zhou
o Zhuang Zhou que soñaba ser una mariposa.
ZHUANG ZI
Los capítulos interiores de Zhuang Zi

Desde el ser, el sueño es un no ser; desde el sueño, el no ser es un ser. Los confines entre mundo exterior y mundo interior son tan elásticos, permeables e inconstantes como la distancia que separa el consciente del inconsciente, la unidad de la multiplicidad, el orden del caos, la simultaneidad del movimiento y lo abstracto de lo manifestado, de modo que la calidad de las intuiciones determina para todo y para nada, agotando bien y mal, la aptitud de la ciencia que los perfila. Compenetrados por el anverso y el reverso que coinciden en la cota inalcanzable de un absoluto cercano, los sueños se hacen realidad en realidades que se hacen sueño dentro de una fuga de misterios, adyacente a la totalidad de los términos implicados, en lo que se presume un acertijo de espejos enfrentados sobre el que nadie sabe si la muerte cierra el círculo o lo reinicia, acaso dos pústulas nominativas formadas al exaltar el mismo fenómeno sin agotar la provisión de sus efectos comunicantes.

Con la persuasiva construcción de los actos obrados en el tiempo, la amplitud del universo físico se diluye en una instancia aparente que contiene los parajes por donde discurre la vida subjetiva que sale al encuentro de su eternidad. No puedo asegurar que la esencia del ánima fluya al aviar un sistema para alquitarar equilibrios complementarios entre la cohesión y dispersión de las fuerzas que compiten por afirmarse a cada lado del prodigio; lo que avalo, como cualquiera que haya resucitado por su propio ombligo, es que cuando uno de ellos logra obnubilar al otro, el sufrimiento roe morosamente la materia y bajo su inexorable comparecencia mediadora la experiencia palpitará enmarañada en una bronca de cíclopes contra las convulsiones temerarias del deseo y la inhibición temerosa de la voluntad.

Cuando las piedras se consagran a la ensoñación, les crecen arquitectos como Viollet-le-Duc, responsable de hacernos visible la célebre gárgola Le Stryge que medita encaramada a Notre Dame de París.

27.12.12

FUSIBLES

La vida es una encerrona y no hay escapatoria posible. Todos mueren: los que ganan y los que pierden. La cuestión es que cada cual muera en su propia piel.
Blaise CENDRARS
El hombre fulminado

Como los mitos que devienen clásicos por la convalidación histórica de su vigencia y algunos sueños que se repiten desde antiguo transportados por un sutil virus semántico ajeno a toda evidencia somática, existen símbolos frugíferos que proporcionan a quien entra en contacto con ellos realidades psicológicas ampliadas a través de las diversas vías comprendidas entre la contemplación arrobada del misterio y el frenesí suspendido en la visión que, expectante, se entrega al reto de hallarse un hueco donde decantar el cauce rebosante de su conciencia en la estratosfera del ser, apenas un promontorio a escala desconocida que se ríe en su fragilidad de las inmensidades que lo preceden y lo suceden, rodeándolo como el foso a un castillo sitiado que ancla sus cimientos en la nada, o como el horizonte oceánico al navío errante que lo surca confiado al desciframiento de las estrellas cuyos lamentos fotónicos ha tomado por bandera casi indeleble de su libertad, amenazada de continuo por huracanes de origen remoto, predemiúrgicos.

Ingeniero aficionado de sus taras más que de sus arreglos, quien no pierde los papeles de vez en cuando, quien no fabula y aun confabula contra la angostura de su yo, no es nadie; por contra, quien los pierde con demasiada frecuencia y facilidad, quien se deja acuñar como moneda de sebo que de mano en mano se enrancia con los incalculables pringues del trato comunicado por las huellas profanadoras, se convierte en el fósil de un alma, una confusa nonada de lo que mónada fue.

Naciendo en lo vivido, viviendo en lo muriente, el humano se dota de un reino que es y no es de este mundo, de un mundo de perplejidades sin armisticio que combaten en este feudo nuestro de cada día por la victoria colectiva de una u otra ficción reguladora sobre la geometría inestable de la interioridad, continente imaginario de fecunda actividad circunscrita al marco efectivo dentro del cual porfían, prisioneros, los dominios afectivos.

Encofrados de sentimientos que nos subyugan a lo abstracto de lo concreto, concretados en motivaciones que nos abstraen de las intuiciones que forman el tejido conectivo de la totalidad, ¿quién es lo bastante auténtico para aceptar la verdad que delata el aparato de falsedades con que actúa su amor propio? ¿Y quién lo bastante juicioso para no verse encandilado por las supersticiones de la verdad?

Retratada por Alberto Vargas, padre del estilo pin-up, la actriz Olive Thomas, una de las primeras musas de la gran pantalla donde sus ojos atribulados titilaban con angelical diablura.

24.12.12

NATIVIDAD

¿Cuál puede ser una vida que comienza entre los gritos de la madre que la da y los lloros del hijo que la recibe?
Baltasar GRACIÁN
El Criticón 

A los seres fragmentarios el tiempo sólo se nos revela en sentido retrospectivo, cayéndonos de espaldas en él, pero por un fatal desprendimiento de su esperanza de trascenderlo, a la conciencia puede sucederle que llegue a sincronizarse con el ahora desde el pesebre accidental de su desnudez como el pensamiento con el orgasmo que al inflamarlo lo eclipsa, y el futuro se le insinúe en un sentir innato de lo cumplido, de lo que sabe que no sabe transcurrido en una reminiscencia permanente hurtada en sus accesos al recuerdo. Y también, precisamente, porque existe una amnesia del porvenir que nos permite actuar sin añadir nada al mundo ni privarnos de alumbrar virtualidades de efectos, vivir es ir rememorando en el goteo reflectante de los instantes como si fuera la primera vez lo que de sí damos por última, que ya es un sido siempre.

Placa novena de las veintidós moradas alquímicas del Splendor Solis, manuscrito realizado en 1582 bajo la autoría ficticia de Salomon Trismosin y conservado actualmente en la British Library.

18.12.12

DE PATAS ARRIBA, NADIE DIGA

Que nuestras pasiones sean esclavas nuestras, no nosotros de nuestras pasiones.
Francisco de MIRANDA
De los brindis recopilados en sus Diarios de viajes

Entre sus escasas pertenencias, llevaba siempre en celo de custodia un tesoro de faltriquera compuesto por tres bolsas bien plegadas de polietileno en las que aún tremolaban los restos ilegibles de un serigrafiado comercial —objetos inencontrables desde la primera normalización ecológica—, una diminuta lucerna de geodas autoigniscentes, el rostral para modular estructuras cavernosas extraído de una plataforma Grebennikov —que luego se halló escondida en la panza de un símil-jumento retirado a una fiasquería después de haber servido de peligrosa atracción paleontológica—, unas gafas de luna con estuche forrado en maorí y lo que a primera vista se tomó por un obturador de identidad activado para elusión y resultó ser un condensador simplificado de revivencia que, en su memoria, alojaba la carga subjetiva completa de una orgía culminada en un squirting hábilmente protagonizado por una joven en las horas previas a su deceso a manos de un fanático claroscurista con quien semanas antes suscribió un contrato, en el mejor estilo Sacher-Masoch, donde se fijaban los fueros exactos de la relación: 

«Bajo palabra de fe, ajena a ofuscaciones de conciencia y en perfecto estado de capacitación mental para comprender la magnitud de las consecuencias de su elección, la señorita Regina Do Céu se compromete a ser la esclava integral del señor Balthasar Earthing, por quien renuncia a todos sus derechos para cumplir con dedicación absoluta sus deseos, órdenes y caprichos, sin importar lo absurdos e intolerables que puedan parecer, mientras él no le conceda la libertad.

»Como esclava del señor Earthing, la señorita Do Céu tomará el nombre que a tal efecto le asigne y tendrá que satisfacer sin remilgos ni esperar nada a cambio cada uno de sus mandatos del modo más complaciente. De haberlas, recibirá las muestras de protección y piedad como una gracia inmerecida que aprenderá a traducir en un entusiasmo ostensible por la lealtad demostrada. A partir de la firma del presente documento, la dignidad de la señorita Do Céu se limitará a observar en todo lugar y circunstancia una obediencia ciega hacia su único dueño, a quien sólo podrá dirigirse verbalmente cuando tras haber realizado una genuflexión éste se lo autorice. 

»En virtud de este contrato, el señor Earthing adquiere el privilegio exclusivo de castigar a su esclava tanto por los errores que pudiera cometer como por pura diversión, puede privarla de los miembros más apetecidos de su cuerpo cuando haya antojo para digestiones exóticas e, incluso, causarle la muerte si ello le place, con lo que la señorita Do Céu asume desde hoy la renuncia expresa a la propiedad de su persona en favor de su amo.

»En el caso de que el señor Earthing otorgase la libertad a su sometida, la señorita Do Céu acepta nublar en el olvido las humillaciones que como esclava haya podido padecer, e igualmente se declara conforme con el propósito de no tomar venganza ni emprender acción legal alguna contra su antiguo amo, que queda exonerado así de cualquier responsabilidad moral, jurídica y material.

»Para dar validez al acuerdo, firman con sus genes ambas partes...» 

En el reverso del impreso testimonial, alguien había garabateado con alta tensión emotiva estas jugosas líneas, presumiblemente el enamorado que vindicó la privación de su musa antes de vaciarse a sí mismo repostando insulina:

«Ninguna pieza casa, ninguna. Existe una desproporción tremenda entre las prioridades de mi espíritu y el funcionamiento del mundo exterior. Soy uno de esos raros tipos a quienes les desagrada ocasionar problemas a los demás; lejos de querer agradarlos, evitarles dificultades es el medio menos rudo a mi disposición para dar a entender que nadie me las debe provocar: para empresas nefastas yo solo me basto. 

»Sé lo que es luchar, y tanto, que ya sólo lucho para no luchar. Probanza de hazaña estoica o demérito de penitencia, de perversidad hago osadía por llegar a ser mi más cruel antagonista, por eso en la batalla que subsiste tras las primeras batallas tengo como enemigo numinoso al propio desinterés, lo que de por sí constituye un cepo de traición, pues combatirlo implica consentirse interesado por él. Para Quevedo, un viejo retador de sueños muertos y notario, en consecuencia, de fiel puñal en pluma fiera, "la vida del hombre es guerra consigo mismo, y que toda la vida nos tienen en armas los enemigos del alma, que nos amenazan más dañoso vencimiento". Vencido por la victoria "sin esperanza, sin miedo" que me adelantaron los gladiadores romanos a luz procaz del furor con el beneplácito de los Antoninos o en pendencia de mandracho capitaneada por el fumista Caravaggio, hubiera podido hacer con mi vida cualquier cosa que me hubiera propuesto, salvo la de proponérmela; hubiera podido llegar donde quisiera... de haber querido partir. Mi pasividad es una acción de guerra que deja como secuela la fosforescencia de crímenes impunes contra mi individualidad, contra mi linaje y hasta contra mi humanidad, suponiendo que la violencia cósmica que llevo dentro me haya enseñado un regüeldo de lo que significa tenerse por humano.

»Exhausto de acosar la eterna reinvención del santo orificio en sus ojos, que siendo fueron fulgor de nada y ahora lo son todo en ausencia, perdí pronto la inocencia porque fui demasiado inocente para conservarla. Me veo el fin de ser sin fines, ese condimento no entra en mi paladar, al que abrasan mis dientes crujidos de desgarrar el centro inmóvil de la ilusión bajo la costra supurante de lo real. Que otros recojan mis despojos y hagan maracas ceremoniales de vudú con las partes más olorosas, acaso también las más armónicas. ¿Amor? Hubo una época en que senté plaza en el patíbulo, y desde entonces la poca sangre que me bulle en esta mi casa de suspiros apenas basta haberse bulas para difuntos cuando ella, dándose a una fuga irreparable, me ha condenado a danzar por empacho de despechos en esta brecha que abro de un tajo en el tiempo».

Los cronistas canónicos pretenden hacernos creer que Juan el Evangelista, a quien atribuyen la narración del Apocalipsis, bendijo un cáliz de vino ofrecido con malignas intenciones y al hacerlo logró expulsar el veneno, que adquirió de inmediato el aspecto de una víbora áspid. Discrepo. Según mi tortuosa visión, que quizá coincida con la de Piero di Cosimo, autor del lienzo, se trata de la pervivencia pagana del viejo culto hermético a la serpiente como animal totémico del conocimiento. Lo sé, porque me la he bebido...

11.10.12

ODA LETÁRGICA

Que todo sea diferente no significa que algo haya cambiado.
Proclamación anónima universal

La guerra contra el terrorismo no está concebida para ganar a los enemigos declarados, que son irreales, sino para que la gente real pierda su libertad en el miedo total a una vida fuera de control acosada por las pesadillas de un mundo privado del cerco ubicuo de la anestesia colectiva. Es otra de las ramificaciones perniciosas de la gangrena constitutiva del muñeco humano, un ser que sueña con el poder cercenador de un dios para ejercerlo contra la potencia creadora de su propio corazón resistiéndose a reconocer en ese anhelo demiúrgico la huella irredenta de los latidos desencadenados por su pulso imaginario.

La historia de la humanidad implica y da ejemplo del ocaso de los dioses. El hombre ha tenido que asesinarlos porque la presencia vigilante de cualquier dios vivo suponía una amenaza insoportable para la mitificación de su poderío, celosamente emulado a imagen y semejanza de aquéllos. En la última vuelta, rebote o reventón de su epopeya esférica, los pueblos han empezado a entender con un espejismo de lucidez que si Dios existe, ha de ser el amo de lo inmutable a cuenta de nuestra parálisis espiritual; lo que quizá no se comprenda debidamente, es que una vez que lo hemos puesto en circulación dentro de la materia como el astroso cadáver de un convicto arrojado a la panza del océano, somos nosotros los que debemos transformarnos en algo más que motores inmóviles de las apariencias.

La Madre Durga, trasunto victorioso de Shakti, la faceta femenina de la divinidad en el hinduismo, en lucha contra  el antidios Mahishasura, hijo de la unión del rey homónimo de los asuras y de la princesa Shyamala, de quien se prendó cuando estaba condenada a ser un búfalo, animalidad de la que proceden los atributos mutantes de su linaje.

9.10.12

CUARTETO PARA NERVIOS DESAFINADOS

«Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender»
José ORTEGA Y GASSET
La rebelión de las masas

Un asceta cristiano, un derviche sufí, un yogui y un monje zen caminaban en paralelo junto al borde de un acantilado cuando se declaró un incendio en las cercanías cuyo avance, en breve, los obligaría a saltar al vacío o lanzarse a las llamas furiosas. Sin malgastar palabras en circunloquios ni demorarse en discutir la mejor estrategia a seguir, el asceta se adelantó en iniciativa a los demás: «Dios, que está en todas partes, todo lo ha dispuesto. Mi amor por Él es incondicional y asumiré con devoción lo que haya prescrito para mí: si me salvo, le estaré agradecido hasta la hora de mi muerte; si muero, me uniré eternamente a su Gloria sin las trabas que hasta ahora me ha impuesto la materia». Y dicho esto, marchó con determinación hacia el fuego, consumiéndose como una humilde varilla de incienso ante la mirada impertérrita del resto. El derviche, con una reacción que auspiciaba un amago irreprimible de rivalidad, se entregó a los primeros pases de su danza giróvaga no sin antes exclamar: «El miedo pertenece a la identidad, y en mi ascenso hacia la plenitud he aprendido a liberarme de esa carga». Tras lo cual, se arrojó por el precipicio con horrísono crujido de huesos al rebotar en las peñas, aunque sin emitir la mínima queja de dolor. El yogui, reestructurando los nudos de su anatomía en un instante, adoptó la padmāsana, y, con la gravedad de una actitud indescifrable salvo por el desdén contagiado a la entonación opalina de su voz, tuvo la gentileza de explicarle desde un plano remoto a su último interlocutor: «En mí, la diferencia entre ser y no ser es insustancial, un velo impuro de ilusión». El monje, que hasta entonces se había mantenido en un estado de suspensión atenta a la mudanza de las connotaciones que pugnaban por expresarse más allá de la urgencia, se dirigió raudo hasta donde se alzaba solitaria una retama, arrancó con un movimiento certero dos de las ramas de más recio follaje, y regresó al lado del yogui, a quien empezó a sacudir su torso desnudo con ellas mientras le increpaba entre resuellos: «Para mí tampoco hay diferencia entre morir exhausto a causa del ardor de estos golpes o alcanzado por la quema que se aproxima, ya sabemos que el mundo es la ceniza de una hoguera imperecedera, pero si sumas la fuerza de tus brazos a los míos abriremos una vía de escape a través de las ilusorias brasas de este infierno». Así fue como ambos se vieron llegar de una pieza al otro lado de la incineración viva del tiempo que los profanos llaman iluminación.

No quería confiarme a la emotividad de una imagen antropomorfa, buscaba un motivo en el que la sensación revalidase por sí misma la grandeza del sentimiento que acompaña a la extinción, y creo que esta naturaleza muerta de Abraham Mignon cumple la expectativa. 

6.10.12

FORAJIDOS DEL KARMA

Los forajidos sólo hacen el mal cuando creen que está bien; los delincuentes sólo creen que hacen el bien cuando hacen el mal.
Jim DODGE
Stone Junction. Una epopeya alquímica

Nada es tan maravilloso como abrazarse letalmente a las estrellas en su desvestida incandescencia, pero uno toma lo que está a su alcance en secreta alusión a lo que no puede llegar. Mi opción agreste, con rotunda contradicción en los términos porque es lo que he hecho siempre incluso antes de extraviarme en el ramaje de mi nacimiento, me sugiere disfrutar mientras pueda del hechizo y llorar hacia dentro, por delicadeza, cuando se esfume. ¿Revocación de la inocencia perdida o refundación de la hierogamia por inspiración de los más valerosos tripulantes del caos que no temen el naufragio de quererse insobornables en su densa travesía por el exilio cósmico? Si el sueño es la medida de la realidad y la realidad una pesadilla sin medida en la que cada uno empieza siendo hijo de sus carencias para acabar de aceptarse como padre putativo de sus hastíos, hay que copular a transfusión de conciencia con la Madre y lograr que se corra sin incurrir en el desgaste de los gestos aditivos, sin la fisura concebida del fruto. 

El único inconveniente del mundo es que es mundo. Quisiera desarrollar una exética desde la deserción de esa verdad abominable que ofrece vulgarmente falsedades como certidumbres y envenena certidumbres con falsedades; quisiera por ese mí que es antes nadie que nadie, por ese alguien que todos somos, ausencia que en todo somos por abrir o echar cerrojos de autoperpetración. Es fácil obtener energía a partir de la materia, basta con amontonar cadáveres de fotosíntesis y encender una hoguera; lo extraordinario es el proceso inverso, entramar una secuencia dada de energía para crear átomos, sofisticadas combinaciones de elementos, universos envueltos en el origami de otros universos. Dentro de la casquería del egoísmo ecuménico del que somos adeptos hasta la muerte, sólo hay clases de voracidad entre las que abundan los depredadores sin clase, intrusos que son presas de su debilidad hambrientos de la perpetuación fraudulenta por la carroña, resentidos obsesionados con preservar sus bajezas a base de separar por la fuerza lo que está unido y de unir por la mentira lo que no desea conjuntarse, despojadores profesionales de la vida ajena a la que procuran extraer las savias de su autenticidad bajo los efectos paralizantes de una ilusión torticera. Constataciones recurrentes que equivalen a desvelar de forma fisionable la existencia de tantos dioses como individuos: todos ellos válidos, todos igualmente falaces.

Sobrecogedora escena en la que Frederic Leighton quiso representar el pasaje 20, 13 del Apocalipsis: «Entregó el mar los muertos que tenía en su seno, y asimismo la muerte y el infierno entregaron los que tenían, y fueron juzgados cada uno según sus obras».

29.9.12

SANTO, BARDO Y CARNICERO

Situarse frente al vacío, a la nada, a lo demoníaco, a lo inhumano, a la tentación de regresar al mundo animal; todas estas experiencias extremas y dramáticas son la fuente de las grandes creaciones del espíritu.
Mircea ELIADE
La prueba del laberinto

Una buena guerra es como un buen amor: merece la tragedia. Ahora bien, y la tragedia, ¿merece la existencia a la que confiere la fe del sentido robándole la vida? En un mundo competido con los semejantes en miasmas de naturaleza compartida, hay que ir a la guerra aunque por amor no se quiera, hay que combatir contra purulencias invisibles y permanecer en guardia para no ser avasallado por el desenfreno de otros. Fuera de esta pugna continua a sueño o muerte por conservar el caduceo de la individualidad, ¿dónde está la diferencia esencial entre darse por vencido o vencer? Las victorias sólo existen para quien cree en ellas, pero la realidad última de la lucha se concentra alrededor de un punto clave situado en el amasijo interno de lo inevitable: uno tiene que aprender a destruirse incluso a través de la voluntad ajena.

Con Hermes presidiendo el cortejo, The Souls of Acheron en un óleo de Adolf Hirémy-Hirschl.

28.9.12

ESOS ELLOS

Tal vez lo que buscamos no sea más que un sueño que, pese a convertirse en parte integrante de nuestras vidas, nunca existió en realidad. No podemos estar seguros de que estudiemos algo real, porque no sabemos lo que es la realidad.
Jacques VALLÉE
Pasaporte a Magonia

Nada de prosaicos interrogantes; para desconcierto general de sabios y necios, la incógnita que quiero abordar a caricia de brisa conduce a enigmas más profundos y pultáceos porque se resiste a encajar en nuestro modelo cognitivo: con la fauna errátil de sus ocupantes, los platillos volantes existen, pero la variabilidad de su aspecto y comportamiento se ajusta demasiado significativamente a las creencias propias del estrato cultural al que pertenecen los testigos que han presenciado esta clase de misteriosos fenómenos como para descartar el ensayo de otras explicaciones distintas de las habituales hipótesis que suministran sus fervientes divulgadores y del desprecio mostrado por sus detractores. En otros momentos históricos, las apariciones de entidades anómalas se relacionaban con la intromisión en los asuntos humanos de íncubos y súcubos, ángeles y embajadores de otros mundos, avatares divinos y seres elementales de la naturaleza, y es importante mencionar que también los trasgos, hadas, elfos y gnomos, los habitantes del reino feérico al completo, así como los fantasmas que importunan a los presentes al introducir en su ámbito cotidiano la alteración imprevista de un poltergeist, son precedentes que exhiben patrones de interacción muy semejantes en sus líneas argumentales al joven folklore generado alrededor de los ovnis; tanto, que hay investigadores calificados que los contemplan como hechos entrelazados que evolucionan de forma sincrónica con los usos y costumbres de los observadores que han tenido la suerte o la desgracia de asistir a sus actuaciones. ¿Qué o quiénes son esta serie de protagonistas extramundanos que han inquietado la conciencia de las gentes desde edades remotas, además de hacerse dignos merecedores de fantásticos atributos que nutren de motivos renovados las leyendas populares? Sospecho que se trata de proyecciones o materializaciones de una inteligencia capaz de operar a través de grandes magnitudes de tiempo y modifica su apariencia según fines que no podemos discernir todavía, quizá estrechamente vinculados a la manipulación de la conducta mediante la estimulación de ciertos códigos residentes en el imaginario colectivo, si es que su sentido último no cae fuera de la lógica racionalista a la que deseamos reducir los problemas que nos afectan y cuyo origen no llegamos a concebir. En verdad, los casos se producen, son tan reales o tan delusivos como cualquier otro acontecimiento detectable en la franja de sucesos perceptibles y, sin querer abundar aquí en la constancia de sus vestigios, el más exigente curioso dispone de un cerro de documentación fidedigna a su favor para negar a tontas y a locas —al insensato todo se le antoja disparate, menos el suyo— las evidencias físicas que han dejado, con frecuencia, tras concurrir en el escenario de nuestro orbe.

Alienígenas, intraterrestres, espectros de los muertos, viajeros procedentes de espacios interdimensionales, criaturas del futuro lejano que sondean el pasado, emisarios o saqueadores que nos visitan desde universos superpuestos, alucinaciones provocadas por la sugestión masiva de una fuerza desconocida, manifestaciones psíquicas excepcionales que se mueven dentro de un territorio perdido entre la ensoñación y la vigilia,... Oficialmente, nadie parece saber a carta cabal lo que hay detrás, y quienes podrían investigarlo con rigor científico prefieren no pronunciarse al respecto por temor a hundir en el descrédito sus carreras profesionales. ¿Mi versión? Dos, y anticipo que ninguna me convence. Puede que el demiurgo que nos ha diseñado intervenga caprichosamente —siempre desde nuestro punto de vista— con absurdos elementos narrativos en el guión de modo análogo al autor que, insatisfecho, revisa constantemente su obra o, aburrido, improvisa juegos que involucran a sus personajes, que bastante harán por sí mismos si alcanzan a intuir que están siendo objeto de un acertijo monumental. Otra conjetura es que cohabite con nosotros una selecta comunidad secreta, humana o no, que se mantiene reacia a identificarse mientras se encarga de representar en la frontera de nuestros sentidos una misión secular valiéndose de una tecnología de la influencia que, por ahora, ignoramos. Que hable a la ligera de creacionismo correctivo y de tramas omnímodas dirigidas yo, que empiezo a dudar que el Sol sea un perfecto holograma, me pone en el percutor de la bigardía. ¿Cuál es la contrapartida? Ninguna, vemos lo suficiente para asegurar que estamos en la oscuridad y en tales circunstancias el pudor me vuelve inverecundo por necesidad; hasta es improbable que pida en estas líneas terminales que se me exculpe por la ceguera de haber intentado horadar un atajo de luz hacia otro sueño mayor. «Sólo los espíritus agrietados poseen aberturas al más allá», palabra de un estafador de abismos.

Andrómeda encadenada, de Gustave Doré, a merced del monstruo marino Ceto, que no llegará a derramar la sangre de la doncella gracias a la intercesión de Perseo, enamorado a primera ojeada de sus beldades.

21.9.12

VIGORETA

En cuanto se tiene un martillo, todos los problemas empiezan a parecer clavos.
Viejo adagio

Ningún sentimiento que produzca vergüenza, culpabilidad e inhibición acorazada de los afectos es auténtico, sino que replica interiormente un proceso de adiestramiento punitivo asimilado en fases previas de la existencia. Si por comer en exceso me provoco una indigestión, se trata de un castigo natural del que a nadie, salvo a mi exclusiva glotonería, debo hacer responsable, pero si de resultas de compartir la pasión del lecho con otra mujer distinta de mi amada experimento remordimientos tras haber disfrutado sin fisuras de la ignición erótica del momento —cariño, sólo es un ejemplo—, ese efecto en modo alguno es inherente al acto sexual ni saludable para mi equilibrio anímico, sino que prolonga los tentáculos represivos de una conducta inoculada por los temores de una cultura en cuyo ambiente he crecido. La moral es poco más que un ejercicio solemne y repetitivo de literatura, y puesto que los cuentos destinados a niños grandes poseen una importancia vital para los moribundos de motivación y los licuados de carácter, para los faltos de miras y los adictos a excusas, para los cobardes encaretados y todos los periecos, en suma, por lo que a mi respecta procuro, prescindiendo de los implantes subordinados al control social, concentrar la fuerza original de mi pensamiento en poner a punto el aparejo espiritual necesario para promover la revuelta al mundo que el revuelto mundo complica. Evidentemente, tengo mis códigos, y si no pocas veces el comportamiento ajeno me parece reprensible, practico la gentileza de abstenerme de dictar enmiendas a título individual a fin de que se entienda a la recíproca mi rechazo frontal a recibir normas correctivas, incluso cuando la invisibilidad de las mismas parece silenciar los rigores de la tutela o se alegan desde fuera razones de índole superior.

Lejos de vocaciones hatajeriles, siempre me he dirigido en selecto a los náufragos de sí que se han acercado a esta isla dispuestos a saborear una confianza que, acertada o no, quisiera igualar a la de conversar con mi propia ánima, y, que recuerde, a ninguno le he ambicionado instrucciones de uso sobre la particularidad de su extravío. Mal que nos pese, a esa nefanda tarea ya se dedican quienes se obstinan en tirarnos por la borda para salvar un barco que acusa como nunca el exceso de equipaje; inmersos en el patetismo de adormecer las emociones enfrentadas, hasta es probable que la autoridad al mando le ceda la palabra al timonel más pigre para echarnos, envueltos en el placebo de la campechanía, caramelos envenenados de consenso: «no son estos tiempos buenos para escudriñar en las esencias ni para debatir si son galgos o podencos quienes amenazan nuestro modelo de convivencia»; confites envenenados, he dicho bien, porque la adversidad empieza a ser letal cuando los dirigentes dejan de fingir que protegen a las personas y empiezan a dar señales inequívocas de que se protegen contra ellas.

Representación correspondiente al Hombre Universal según la visión de Hildegard von Bingen, autora de una obra tan extensa como inspirada que incluye tratados de medicina, transcripciones de experiencias místicas y reflexiones de naturaleza religiosa. A este último conjunto pertenecen el Liber Divinorum Operum, del que procede la imagen, y el Liber Scivias

18.9.12

SONATA DE LOS CAÍDOS

En estos orificios y cuchitriles que somos vive un rostro oculto que no se nos parece.
Guido CERONETTI
El silencio del cuerpo

Errado, o quizá camino de no estarlo, por haber comprendido que el alivio de abandonar con la sonrisa alta la carga de emprender una proeza supera en su nulidad la consecución de los compromisos y logros que se enroscan al pecho cual boas de plomo fundido, he perdido el gusto de entender que la realidad, a torsión de irrespirable, se mueve necesariamente por ficciones que son resultado de las fricciones entre los seres que comparten la extensión inconclusa de un vacío vital donde sólo el tropo de una invención mayor, autoinclusiva, permite conectarse a las fuentes evaporadas del conocimiento, esos reversos coincidentes que excepcionalmente nos toleran porque quien halla, calla. Hay, por hacer un símil de lo próximo inasimilable, pensamientos que vienen de lo alto y otros que proceden de lo hondo; vuelos diurnos que se elevan sobre la conciencia y tribulaciones nocturnas que la disminuyen sorbidas por la gravedad de un insoluble; proyectiles de lógica agonizante que transgreden incendiarios a quien los recibe en una coronación intransferible de dolor, y seductoras cascadas de connotaciones envolventes que empañando desnudan a la visión los paisajes conceptuales donde se manifiestan.

No sé de qué enclave saldrá: si de arriba, de abajo o de alguna transversalidad improvisada, pero me siento tan tentado de afirmar que todos somos avatares divinos y cada vez que alguien muere la divinidad despierta un poco más del sueño cósmico, que me tiento sentido de provocar la inversión del aserto y negar en el rotundo inmediato, sin evidencias ni transparencias, lo que por supuesto carece de ellas. Efusivo del desdoblamiento, uno no puede permanecer demasiado tiempo lúcido ante su lucidez sin que le arda por dentro la mirada: es un derrame de ausencia por el monstruo poético que representamos como viajeros de lo humano. No hemos venido a este mundo para ser libres; tampoco para sufrir por sufrir ni purgar culpas anteriores a nuestro nacimiento: si nada objetivamente lo indica, si en el eterno revuelto prevalece la omisión de nuestra razón de ser, mi añorada desesperanza es que estamos aquí no para algo, sino por querer descubrir las claves con que nosotros mismos hemos cifrado en un proyecto de encarnación el enigma de la existencia.

De las cinco versiones que conozco de La isla de los muertos de Arnold Böcklin, la atmósfera onírica de la primera  transmite como ninguna el temperamento lóbrego del autor. 

13.9.12

ANTICUERPOS CELESTES

Florida dispersión de los seres en El festín de los dioses de Giovanni Bellini, maestro de Tiziano.

A Esteban Hernández, por la yesca

Todos mis esfuerzos por devolver su sentido a la búsqueda no tienen otro efecto que hacérselo perder más aún y provocar mi estupefacción, exactamente como cuando procuro recobrar el recuerdo de un sueño y este recuerdo se me funde entre los dedos.
Jean-Paul SARTRE
El ser y la nada

Cansado de desmitificar realidades insignificantes y resabiado a todas sombras para poder preñar de persuasivos mitos alguna irrealidad significativa, sólo espero de los míos que sean lo bastante sinceros para querer ocultarme el mondo de ciertas reverdades lirondas...

Nadie es ajeno a su futuro; nada ajeno es resolutorio en cuerpo de alma y nada, sino nadie, extraigo del intermedio donde se codifica el contragolpe de gracia: si me quitan la fe en la muerte, me muero.

10.9.12

LOS INNATURALES

El primer deber en la vida es ser tan artificial como se pueda; el segundo, no lo conoce nadie todavía.
Oscar WILDE
Frases  y filosofías para uso de la juventud

Podemos denigrar el concepto de dignidad humana por la evidente artificiosidad del valor moral que se atribuye a la persona siguiendo un patrón general de tratamiento que ignora o aplana la calidad individual, pero será una diatriba que tampoco estará exenta de querer que una estimación subjetiva, en este caso una desvaloración, se extrapole como lectura por defecto de nuestra condición fabuladora. Desde cualquier orientación que examinemos la ontología del simio sabidillo, lo máximo que podemos hacer en la búsqueda de su esencia es certificar, con mayor o menor elegancia de recursos, que estamos naturalmente atrapados en la indefinición de lo que somos, es decir, que somos realmente ficticios por adaptación al medio en el que estamos.

Como en El beso de la Esfinge de Franz von Stuck, enamorado de sus ilusiones el hombre encuentra la nutrición primordial que lo libra de la anomia. 

8.9.12

MANJAR DE MUGRES

Lo fantástico es que para tranquilizar a la gente basta con negar la evidencia.
Robert BRESSON, cineasta

La realidad del poder sobrepasa en truculencia lo que uno suspicazmente imagina. Sumergida en secretos ominosos, no es posible mirar de cerca la cara oscura de las élites sin padecer el puyazo del asco ni arriesgarse a pagar con algo más caro que la vida el atrevimiento de rehusar sus complicidades, cuando se tropieza con ellas, o de querer iluminar sus coluvies desde los disimulados imbornales cuando al fin se descubren; son secretos que, en última instancia, se tapan con una verdad fabricada gracias a la prodigiosa intervención del aparato mediático y judicial, las cabezas preponderantes de una hidra victoriosa especializada en engullir oficialmente todas las miserias que exceden lo asimilable por una sociedad para, llegado el caso, ofrecer un manjar de mugres tragable por la masa, que al haber sido polarizada aceptará la comunión impersonal con el espectáculo creado a tal efecto. ¿He de recordar que cuanto más repetida es una noticia, menos importancia tiene y mejor distrae de los auténticos problemas?

La faz reservada de los poderosos encubre más aconteceres dudosos que su rostro visible, del que también se sabe bastante poco, apenas lo necesario para atisbar, sin pruebas concluyentes y difícilmente expurgables del rumor, que existe ese otro lado innombrable que bajo ningún concepto debe ser expuesto a indagaciones minuciosas. Pero cuando la corrupción se encuentra instalada a sus anchas al más alto nivel, ya no puede llamarse así, no se trata de una excepción censurable a la norma, sino de otra dimensión objetiva del mundo degenerado cuyo esclarecimiento obligaría a utilizar de forma provisional la expresión terrorismo de Estado mientras se encuentran calificativos más exactos, es decir, la definición en grado sumo de lo execrable.

Quien ante la visión del desafuero no quiera representarse a sí mismo como el San Jorge de Vitale da Bologna, debería preguntarse en qué se diferencia de los excrementos del dragón...

7.9.12

FE DE ERRATAS

Lo creado por el espíritu es más vivo que la materia.
Charles BAUDELAIRE
Cohetes

Admiramos a título particular la belleza, la inteligencia, el donaire y cualquier otro rasgo excepcional que no dependa de la voluntad de su beneficiario, en una primera refracción para restarle importancia a las cualidades que sí dependen de ella, pero también, y quizá con más intensidad, como refuerzo psicológico necesario para que esos atributos atípicos se mantengan dentro del acervo que los prolonga a través de la reproducción, interés que proyectado a una escala temporal amplia supone un proceso de selección cultural de los genes causantes mediante el estímulo del prestigio y la calurosa acogida que reciben sus mediatos, quienes sin ser responsables de la generosidad natural que gozan, pueden contribuir por iniciativa propia a la continuidad de algunas de sus singularidades ventajosas. Por razones análogas, deberíamos superar la achatada laxitud que conduce a ese mecenazgo actual de las muestras negativas derivadas de una naturaleza en extremo cruel o precaria cuando se complace en manifestar taras hereditarias que irrumpen con malformaciones incapacitantes, enfermedades degenerativas y deficiencias intelectuales graves, monumentos palmarios de la desgracia en los que su arte combinatoria gusta de fantasear monstruosamente con el hombre. Sin embargo, en vez de paliar la infiltración progresiva de esos errores congénitos, una protección estereotipada de los mismos tiende a presentar a la víctima con el aura beatífica del santo, y de una circunstancia adversa se obtiene por efecto de las gratificaciones una clase de favorecimiento incondicional que ignora el nada improbable impacto de esas lacras en la descendencia. Entiéndase con probidad mi advertencia: no abogo porque los feos o los idiotas dejen de engendrar —para mí, guapos y listos son engendros por igual de un acto, la procreación, que repugna por sí solo—, ni promuevo la vileza de estigmatizar a quienes nos parecen ejemplares poco aptos —¡con lo inepto que soy yo para ser yo!—, ni apruebo la persecución que representa condenar al desamparo a los frutos más débiles del azar o de la frecuente insensibilidad de los progenitores que conscientes de su mal lo propagan; lo que defiendo es la virtud de negarse a conceder recompensas inmerecidas a los renglones torcidos de la evolución para impedir que las erratas soslayables de la especie se multipliquen con el transcurso de las generaciones y lleguen a infligirle un deterioro irreversible. Dado que estoy en el nadir de desplegar al compás de estas objeciones una loa al optimismo social, debo precisar que no hablo de perfectibilidad, que es la ciencia del megalómano, sino de evitación. Así, la distribución arbitraria de premios y castigos, elogios y vituperios, posee relevancia histórica, tendríamos que remontar la conciencia de su función alfarera del comportamiento y arrostrarnos a sacrificar los dioses venideros a la competencia de modelar un diseño biológico en consonancia con el sentido estético de la obra, siempre terrible, que entraña el existir: el animal humano debería aspirar a ser mejor sujeto de deseo y menor objeto de repulsa. No se trata, matizo, de degradar al individuo en el que detectamos caracteres transmisibles indeseables cuya cruz innata sería abyecto remachar, sino de eludir las pautas de valoración que rebajan al afortunado que no los tiene cargándolo con la autoflagelante prótesis hecha de piedad a cambio de permitirle recaudar un venenoso sentimiento de superioridad por el trato azucarado de colaboracionismo asistencial, debilidades morales de la implicación que sirven de incentivo a cierta ortodoxia opuesta e interpuesta a alcanzar logros libres de la peor decadencia, la que hace rimar cada decisión con su muletilla humanitaria, siendo el primero de ellos corregir la aparición de fallos que sólo un calandraco querría para sí o para sus hijos.

El árbol de los cuervos, venerable ejemplo de la natividad de lo sublime en mitad de la desolación tan presente en el talento de Caspar David Friedrich.

6.9.12

LA ROCA DENTRO DEL ZAPATO


Lo que sé, ya lo soy; lo que soy, ya lo he perdido por quererlo saber...

Como puede comprobarse en vista de mi último invitado, estoy preparado para recibir las visitas más extravagantes.

5.9.12

GRAMÁTICA DE COMBUSTIÓN INTERNA

No me pregunten quién soy ni me pidan que siga siendo el mismo.
Michel FOUCAULT
La arqueología del saber

Las palabras que se declaman en alabanza del orden, de la libertad, de la religión, de la patria, del pasado, del porvenir, del bien común y de la vida suelen estar entre los resortes más eficaces para provocar actos de repulsa o de adhesión en situaciones vulnerables a la presión acuciante del concepto, pero es un efecto que consiguen agitando fementidamente contra sus destinatarios el sedimento fangoso de miedos sin enfrentar, ambiciones sin satisfacer y prejuicios sin identificar que todos, en mayor o menor medida, acumulamos a pesar de la conciencia en el alcantarillado gutural de la psique cuyos bramidos comunican augurios de bosque negro, el epiléptico trayecto de su dédalo prohibido. Y es que las palabras, en especial las que se incorporan a los himnos, reglamentos, catecismos y alocuciones, con independencia de quien las emita salen cargadas siempre o casi por el Diablo... Otro lenguaje es requerido para trabar contacto con el corruptible encanto de la creación, un lenguaje tenebroso depurado de elementos foráneos como puede serlo el que nos habla desde el magma transitivo de visiones por donde aflora resplandeciente el encuentro con la realidad imantada de significación que es el momento andrógino de lo sagrado.

Retrato de Gregorio Palamás (1296-1359), místico antes que teólogo y responsable de dar forma metódica al hesicasmo, práctica ascética muy difundida entre los monjes del Próximo Oriente que busca la unión trascendente con la divinidad a través de tres ejes de armonización de la existencia: la soledad entendida como retiro del mundo, el silencio como sustrato de la revelación y la quietud como ausencia necesaria de preocupaciones.  

3.9.12

UN OFUSCADO DESPERTAR

Lo único insoportable es que no hay nada insoportable.
Arthur RIMBAUD

5:55 de la mañana. Aunque la luna persiste alta todavía desde la rueda interrogante de sus gestos, bajo esa cenefa de penumbra sólo puede llamarse noche al prontuario horizontal de los tejemanejes del día, no al preludio del fastidio laboral que interrumpe súbitamente el descanso o su irredenta dispersión en el insomnio. Enciendo el dial mientras preparo el desayuno y mi cocina se llena de un hedor sofocante. No se me han quemado las tostadas de pan autobendecido, es el tufo que desprende el canal informativo Radio 5, Todo Inmundicias.

A pocos sorprenderá en este avanzado entremés de la lobotomía cultural que la radiotelevisión pública, liviana en contenidos comerciales, sirva casi en exclusiva de medio propagandístico a los gerifaltes de moda; uno espera que los periodistas, esos crótalos de la palabra, se muerdan la lengua a la hora de contar según qué cosas so pena de ver extirpado tan versátil órgano bucal, diestro por igual en el mentir y en el lamer, pero encontrarme con un sermón en toda regla como cabecera del noticiero de las 6 me ha dejado noqueado. En el fragmento que he podido escuchar —por fortuna para mi reacio despertar, la homilía estaba acabando— se increpaba a los más desfavorecidos a «recomenzar, que es comenzar de nuevo» y «no darse por vencidos» ante el infortunio porque «tirar la toalla es una cobardía», empleando al hacerlo un tono de falsa dulzura, digno de madrastra metida en créditos de reprimenda, que no dejaba ninguna duda sobre el sentido último del discurso: nadie, salvo quien los sufre, es el culpable de sus apuros económicos. Así de simple. Al final, tras el locutor sujetándose con una torpeza muy voluntariosa las ganas de decir amén, se olvidaron de añadir a la tabarra su ya clásico «que se jodan», que hubiera tenido la ventaja de ser menos deshonesto.

Tribunal de la Inquisición de Goya. Sin comentarios.

1.9.12

EQUÍVOCO DE ÉNFASIS

Tang Yau Hoong
Somos incapaces de contentarnos con ver sin inventar, entre otras razones porque sin inventar no vemos nada.
José Antonio MARINA
Elogio y refutación del ingenio

Turbulento por la oscilación ínfima de mis eternidades, errático como el insondable retorno sobre la intuición que transporta a ninguna parte y parte de la sensualidad decantada que no se comprime en la evasiva desencantada, necesito la tormenta como el presente la evocación inmemorial de los dioses que fui en los hombres que seré. Espirales disipadas de confrontaciones infinitas, las pequeñas muertes y los más pequeños aunque bruscos, poderosos renacimientos, me han abandonado por haber llevado al hastío mi rebeldía. Nadie se rebela impunemente contra una idea, y menos aún contra una experiencia del límite: al atacarla, uno se une a ella como la sombra de una fatalidad imprevisible. Y, sin embargo, ¡qué disparate! Para llamar vida a la vida, la lucha por la existencia debiera ser vencida por la lucha por la excelencia. Tengo escrúpulos, y no pocos; también tengo deseos, y si aquéllos no bastan para ignorarlos, mi desaparición en el cansancio tampoco llega a colmarlos...

Si el mundo fuera reparable, ya no sería, sería ya amnesia. Le he cogido gusto a la claridad que se refleja a sí misma en las concreciones axiales del acontecimiento descifrable, mas sé que es un hogar no apto para mí: sobre el abismo soporto mejor la vaguedad de mi ser en el religioso desconcierto sin altares ni enciclopedias que me niegan desde siempre las evidencias. 

EL EXORCISTA

El caníbal ingiere a su víctima para adquirir virtud; nosotros expulsamos a las nuestras para adquirir inocencia. Nuestro crimen no es solo el más sofisticado, sino también el más grave. Y se trata del crimen cuya ejecución, todos nosotros, en cuanto que sociedad, exigimos a menudo unos de otros. Negarse a perseguir a la víctima propiciatoria establecida por la sociedad se interpreta como un ataque directo contra ésta.
Thomas SZASZ
La fabricación de la locura

Produzco más sentido del que consumo —¿oigo risas a mi vera?—, pero se trata de un esfuerzo de traducción que acometo a expensas de los significados previos añadidos por otros a la realidad, de lo que se sigue una labor enriquecedora sólo cuando uno entiende con clarividencia cioranesca que «toda conquista objetiva supone un retroceso interior» y puede adoptarse como un ejercicio de impecable estupro la concepción de formas menos crédulas o más impertérritas de destruir la importancia de la existencia asaltando, en un primer antiacto de desasimiento, su comitiva concéntrica de aberraciones, como la fascinación compulsiva por los miedos del yo, la tétrica búsqueda del provecho material o la preservación ostentosa de la menudencia individual mediante la propagación del prestigio que reemplaza, en la huera putrefacción de las creencias, al ordeño metafísico fallido al que antes se abandonaba la salvación exclusiva del ánima con un plomizo más que elevado alarde de penuria.

Esta virulencia que barrena repeluznos es la plegaria irreverente conocida como la Extracción de la piedra de la locura y nos espera en la colección de inigualables que El Bosco tiene en el Museo del Prado.

30.8.12

DE LO TRANSGRESIVO

Lo que produce el bien general es siempre terrible.
Raoul VANEIGEM
La revolución de la vida cotidiana

En los textos de apologética se conoce como teología apofática al intento de acercamiento a lo divino que en vez de proceder mediante inferencias lógicas al estilo de las teodiceas, provoca la rotura conceptual del pensamiento gracias a un proceso de negación de lo inteligible que facilita el acceso al plano revelador de la conciencia: se trata de un recurso que hace guiños a la transgresividad tan válido para conmocionar los moldes cognitivos como las novelas de Sade, las películas de Kaurismäki o los koan más inspirados, por escoger tres prototipos narrativos entre otros cientos de ejemplos, acaso mejores. Hay que atreverse a estar equivocado para cometer algún acierto, y cuando se vencen los problemas de conciencia, la realidad invita a ser asaltada como un banquete frente a cuyas tentaciones saber negarse es una disciplina necesaria para aprender el arte de saber tomar, aunque puestos a elegir entre dos actitudes extremas de considerarlo, más vale ser un bandido en calma que un santo arrepentido, incluso desde un planteamiento civilizador que trascienda la demarcación de los egoísmos particulares. Si uno posee alma de león debe sacarla, no arrastrarse con ella como una rata. Los transgresores contribuyen a hacer del mundo un lugar menos insoportable no sólo porque al frustrar las expectativas represivas de las leyes retroalimentan los sistemas no aversivos de control social, sino porque con sus acciones desafían la perspectiva de quienes no veían más allá de las pantallas que son nuestras murallas actuales. En todo proyecto de orden resulta beneficiosa una considerable dosis de caos que evite el estancamiento, pero no tanta como para disolverlo con una violencia de efectos generales más peligrosos que el más maniático de los despotismos.

Ilustración del miniaturista flamenco Gerard Horenbout para el Breviario Grimani.

28.8.12

TABULADORES

Salvo que confíe en la fiabilidad de la regla, si utiliza una regla para medir una mesa es posible que esté utilizando la mesa para medir la regla.
Nicholas TALEB
Engañados por el azar

El rasgo más característico que distingue a los revolucionarios de los reaccionarios no es el esmalte ideológico que puedan aplicar al oscurantismo de sus causas a fin de hacerlas presentables, sino la ubicación del objeto de sus veleidades dentro del devenir: para los primeros, la Utopía está al final del tiempo, vehículo que de algún modo la contiene en potencia, de lo contrario no es fácil entender su confianza en el desarrollo tecnológico y el dinamismo social a los que como hijos legítimos de la modernidad convierten en las incubadoras providenciales del progreso; para los segundos, presas enconadas de un romanticismo que dicen repudiar, la Edad de Oro está localizada en los idílicos orígenes, en el Edén anterior a la caída en los albañales de la historia, por lo que la continua sucesión de avatares que componen la materia de la cronología representa desde su punto de vista una decadencia que se aleja a cada instante del modelo primordial. El revolucionario lucha porque su futuro mirífico conquiste la eternidad del presente; el reaccionario, desearía que su visión idealizada del pasado fuera un presente eternamente cerrado a cualquier intento de sabotaje o de ruptura. Planteadas así las diferencias entre unos y otros, es lógico hasta cierto punto acusar de necio a un obrero con inclinaciones derechistas, ya que tradicionalmente el productor prostituido por cuenta ajena ha sido un agente despreciado por las élites, a las que cree servir el caramelo de la plusvalía a cambio de una posición ínfima en la sociedad; también hasta cierto punto, lo natural en alguien que sufre la inquietud creciente del descontento, máxime si está enquistado en la ingenuidad de sus complejos de clase, es sucumbir a la atracción irradiada por los paraísos terrenales que anticipan los programas revolucionarios, pues a un condenado le resultará preferible abrazarse a la esperanza de lo posible, aunque su realización parezca dudosamente plausible e incluso vislumbre la voluntad de farsa que la mueve, que resignarse al lamento por una perfección perdida cuya mera evocación escapa a la pobre capacidad imaginativa de un entendimiento embrutecido por las plegarias de cambio y redentora armonía de las relaciones de poder. El reaccionario, por estar de vuelta de las ilusiones innovadoras y conocer desde dentro los móviles reales de quienes las abanderan, goza de una sabiduría que en efecto se ve libre de las habituales supersticiones acerca de las posibilidades benévolas de la condición humana, pero padece, con una pasión que iguala al celo del más fanático jacobino, la no menos irrisoria obsesión por regenerar el mundo, en su caso para conseguir asemejarlo a un conglomerado estático sometido a leyes inmutables que pongan a cada hombre en estrecha e irrevocable conexión mística con esa pretendida unidad absoluta tan útil, principalmente, para justificar el hambre de esclavos perpetuos e integrales que tienen los muy temporales amos, o aspirantes a serlo, cuando se sienten exacerbados por fantasías de restauración teocrática. 

Ambos, revolucionarios y reaccionarios, comparten el prejuicio de creer viable el triunfo de sus idolatrías a través de la acción política porque los une la misma vocación tiránica, en calidad de culpables antes que víctimas, amamantada en la alucinada comunión de perspectivas donde la ecúmene es codiciada cual un vivero necesitado del orden resultante de la puesta en práctica sus teorías, más vomitivas y dignas de hostilidad cuanto más puras e insuperables se proclamen. Doble faz de un movimiento de creación, mantenimiento y destrucción de instituciones que parece funcionar con un automatismo ajeno a sus actores, quizá esta consanguinidad radical explique por qué el revolucionario, una vez se instala en el poder, se convierte en un conservador más represor que el mando precedente en el uso de los instrumentos de coerción que adapta del régimen derrocado, y por qué el reaccionario, al ser vencido por la eclosión de un nuevo sistema, asume la beligerancia propia del proscrito contra una autoridad que se niega subversivamente a reconocer. Quiéranlo o no, devotos fervientes de sus respectivos absurdos categóricos, revolucionarios y reaccionarios hacen atavío de una psicología intercambiable como permutables son sus crímenes bajo la mirada que los escruta con desapego.

Imagen perteneciente al manuscrito de Lauren de Premierfait Les cas des nobles malheureux hommes et femmes (1420), que es una traducción al francés de la obra original de Boccaccio donde se expone la arbitrariedad de la fortuna a lo largo de una serie de relatos protagonizados por varones prominentes de la antigüedad.

26.8.12

EL ATRAPANADAS

Y lo entrevisto puede encontrar su figura, y lo fragmentario quedarse así como nota de un orden remoto que nos tiende una órbita. Una órbita que menos aún que ser recorrida puede ser vista. Una órbita que solamente se manifiesta a los que fían en la pasividad del entendimiento aceptando la irremediable discontinuidad a cambio de la inmediatez del conocimiento pasivo con su consiguiente y continuo padecer.
María ZAMBRANO
Claros del bosque

Como cualquier sujeto que cree más en lo que crea por sí mismo que en lo que encuentra acabado, no soy todo lo que digo ser ni me agoto en decir todo lo que soy: casi nunca la verdad revelada basta para entenderse, ni los hechos vividos encajan para darse a entender. Cuenta dentro del cuento de la existencia la libertad como ciencia impagable que no consiste sólo en poder hacer lo que uno quiere empezando por poder negarse a lo que otros quieren hacer de uno y continuando con la responsabilidad de querer lo que uno hace posible; por encima de ese primer grado de autonomía, tan crucial como los siguientes donde se pierde en beneficio de una mayor comprensión —en rigor, libres son los ausentes, muertos y nonatos—, está la capacidad de ampliarse siendo ese otro dormido que despierta al único que somos por mediación de la multitud que no somos. Al ser actor de lo diverso se es también embajador entre lo conocido y lo desconocido, entre la luz invisible y la abrasadora oscuridad, el intermediario vinculante que como símbolo atesorado de la reunión entre ambos mundos se construye hacia el exterior a medida que cava interiormente animado por su búsqueda de la identidad. Para encontrarla, uno debe perderse en el palacio que ha alzado con las piedras preciosas extraídas de su centro amniótico, centro disuelto y dispuesto a dejarle abiertas las puertas al otro que será y ya es, al perfecto olvidado y siempre presente al que ha sido fiel sin saberlo, fiel y vigilante. Vigilante, porque es más importante hacer una cosa notable que muchas aceptables; fiel, porque la más importante es decidir cuál si ninguna es necesaria y, la que menos, que haya que hacer cosa alguna.

Detalle de la Annunciazione di San Martino de Botticelli.

24.8.12

DEUS EX MACHINA

La personalidad ha sido siempre un compromiso entre un hombre y un cadáver.
Alejandro JODOROWSKY
Apotegma publicado en su muro de Jetalibro

Nunca la furia sintética de un despertador me había expulsado con tanta perplejidad de los guiones laminados por situaciones angustiosas que a veces me dominan en la fase REM. Descansaba en decúbito prono, la postura magna de la indefensión que el pitido persistió en sacudir durante varios segundos con un penetrante declive hasta su desvanecimiento, intervalo en el que también pude percatarme de que tenía la mejilla derecha nadando en la saliva segregada por los quiméricos enredos que, en el momento de alzar los párpados, definían un peligroso contraste con el molesto residuo ondulatorio localizado en la región parietal izquierda. Sufrí el pavor del recién nacido, irracional y perfectamente convincente, exacerbado por el oprobio de estar siendo intervenido a media vigilia por una presencia ajena a mis coordenadas físicas, o a eso y no menos llegaban mis credederas. Quienes dicen guardar en su haber la venturosa maestría de recorrer las conjunciones invisibles que jalonan la autopistas de la energía, aseguran que este chiflido, cuya fuente es imposible detectar al no estar restringida al radio craneal ni dentro del espectro audible por otros, fluye de ninguna parte como la señal de sintonía que advierte al contactado de que su antena mental está lista para recibir una inyección de información relevante para mí claramente obtusa, porque si en verdad hubo una descarga transdimensional de clariaudiencia, menos inequívoco es que no me enteré del obsequio, pues desde que ayer me ocurriera al rozar las cinco de la noche permanezco igual de menso que de costumbre, constatación que a ciencia demostrable no sorprenderá a muchos de mis lectores...

Intuyo que este acontecimiento se esclarecerá en la convergencia de misterios que, alucinado o precognoscente, gozará de próxima vigencia multitudinaria para distorsión de cuerdos y frustración de autoridades. No quiero culpar al VALIS de Philip K. Dick ni a los extraños granjeros denunciados por Freixedo de los efectos secundarios causados por esta taladradora sideral que casi ha descabalado mi parcelita de la sefirah o esfera Malkhuth, conocida como el Reino, que es el receptáculo donde adquieren realidad sensorial las emanaciones descendentes del Árbol de la Vida. En otras palabras: este mundo es maleficio, falso y perverso artificio. 

¿Imagináis una tecnología indetectable capaz de programar, dirigir y modificar los sueños nocturnos mediante sistemas de control remoto, además de lograr que uno componga toda clase de mensajes cifrados con sus acciones y la expresión de su voluntad como un canal de comunicación al servicio de potencias desconocidas que pueden influir en los afectos más profundos del individuo hasta el punto de inspirar alianzas e instigar disputas, de alterar los itinerarios de la conducta y reconfigurar, en suma, el mapa de relaciones característico de los componentes de un colectivo para cambiar el entramado de su tejido social con fines que desde nuestra posición resultan arcanos, cuando no difícilmente concebibles? Entre lo poco que sabemos sobre los altos rectores del mundo y lo mucho que ellos parecen saber sobre nosotros, he llegado a sospechar que el último mito a derribar, aunque siempre el más resistente, es del ser interior, un ente psicosomático teleconstruido, quizá, que funcionaría cual si fuera un dispositivo regulador conectado a un exocerebro nodriza o a una matriz de integración, de tal forma que del caudal de sucesos que uno cree experimentar, de todo lo que uno hace y recuerda haber hecho, así en el campo fáctico como en el puramente imaginario, casi nada sea auténtico o lo sea sólo en tanto que proceso operativo inervado en las entrañas de un circuito cerrado cuya estabilidad dependería de la calidad, frecuencia e intensidad de las simulaciones inducidas. Ahora bien, desde que se acepta esta conjetura conspiranoica como una premisa de investigación, a falta de pruebas materiales la prioridad inmediata para una inteligencia reflexiva que acepta rastrear el origen lógico de estos interrogantes deberá centrarse en discernir si la misma idea que impele a dudar de las apariencias que tomamos por realidades obedece a la implantación de un prejuicio o al prejuicio de una implantación, con lo que irá a caer de lleno en el pozo sin fondo de la especulación paradójica: en el caso de que la afirmación «este mundo es maleficio, falso y perverso artificio» sea cierta, la idea que la formula, por estar incluida en el mundo al que alude, demuestra en consecuencia ser falsa, luego ese mundo sería cierto, pero entonces la idea inicial con su afirmación de «este mundo es falso...» volvería a ser cierta, y los términos de la contradicción estarían condenados a perseguirse en un juego infinito de espejos. La única salida de este razonamiento vicioso la facilita el empujón catastrófico, la interferencia de un tercer elemento —no lo designaré preternatural— que saque al sujeto fuera del objeto que se propone interpretar a fin de que contemple, desde un punto de vista totalizador, el otear viéndose oteado qué rostros del mundo son verdaderamente falsos o en qué medida hay que considerar la afirmación de su falsedad como una certeza excepcional y, por ende, absolutamente relativa.

Pájaros de Gutiérrez Solana, uno de los mejores divulgadores pictóricos y literarios —mención hecha en paralelo del underground Eugenio Noel— de la fauna que poblaba la brunez española.

21.8.12

BAILAR DENTRO DE LA BALLENA

A Charly Román, para que abulte órdagos

Durante los periodos de corrupción general no hay izquierdas ni derechas, sólo prostituidos y macarras.
Félix de AZÚA
Sobre los altos bajos fondos

Entre los requisitos mínimos exigibles a los cargos de un gobierno no puede faltar la superación con creces del nivel medio de inteligencia de la población a la que, se supone, deben representar, además de otros mil filtros y enmiendas —como la revocación de sus titulares cuando violen las promesas electorales, la anulación de las gangas vitalicias, la instauración de castigos ejemplares a los implicados en casos de prevaricación, etc— que, sin embargo, volverían a poner de relieve la cuestión esencial que nunca se aborda en los debates oficiales, más proclives al detalle anecdótico o la noticia testimonial que a los planteamientos estructurales: el sistema plutocrático, analizado a través del deslumbrante escaparate en el que la política visible se integra como parte del reclamo colorista de sus productos decorativos, no necesita de unas reformas que a lo sumo inducirían a prolongar nuestra agonía, sino de un finiquito sin concesiones de uso: ¿de qué le puede servir el reacondicionamiento de la confusión al iniciado en el taller de sí mismo que no acepta ni saborea vasallajes, amenazada como está su obra por todos los regímenes gregarios? 

Puestos a imaginar lo deseable dentro de lo probable, no sería difícil organizar los asuntos públicos al margen de los partidos y sindicatos, que grandes o pequeños están llamados a cumplir el mismo miserable papel contra el verdadero poder civil. Existe un prejuicio muy extendido por el cual la democracia sólo se entiende como sinónimo de parlamentarismo, y viceversa. Tampoco ayuda a disolverlo que el acuartelamiento cuadragenario de Franco se apropiara del suculento concepto de democracia orgánica, que en realidad tiene su elaboración en ideologías anteriores y nada afines al corporativismo fascista, como las nociones federalistas propugnadas hace siglos por Johannes Althusius o las más recientes teorías de Krause. Con tecnologías similares a las utilizadas por las redes sociales y las debidas herramientas de seguridad, podrían implementarse a bajo coste métodos de participación directa e inmediata a disposición del individuo asociado a una comunidad emancipada del sufragio irreal o anulario —en efecto, aquél donde el voto de un hombre se anula por ahogamiento en el paripé del naufragio universal, pues de lo contrario valdría para cambiar el orden y tendría que ser declarado ilegal—, individuo que quedaría así exonerado delegar su soberanía personal en una casta más especializada en obedecer a los usurpadores escondidos que nadie ha elegido —¿para qué, si ya controlan los flujos mundiales de guerras, adicciones, calumnias y petróleo?—, que en proporcionar garantías de transparencia y equilibrio a las funciones directivas del Estado en ausencia, admitámoslo de una vez, de la honorabilidad y sapiencia que nunca tuvieron ni tendrán dichas atribuciones autoritarias. Si por los propietarios de los gobiernos fuera, nos expropiarían el alma para hipotecárnosla después tras pasar por una serie de inspecciones sanitarias destinadas a su correcta aculturación. A mi juicio, los principales centros agrimensores de la espontaneidad neurálgica están tardando demasiado en adaptar a sus planes de capitalización el hecho prístino de que no hay mejor arma que un alma bruscamente despertada de la pesadilla; la imbatible certeza de que el espíritu atrincherado en la disciplina de afirmarse en la negación, al no temer la derrota, conquista una victoria de naturaleza suprema en una fortaleza interior que no puede ser derribada desde fuera salvo con la imposición de la muerte, lo que en modo alguno es vencer. Ante la enorme agitación del malestar y las insuficientes válvulas de seguridad para aliviar la presión interna —«poco pan y pésimo circo» proclaman las pancartas—, la conciencia de la desesperación del poder pretende yugular la desesperación de las conciencias que hasta hace poco se mantenían sumisas a las reglas del juego y desfallecían emparedadas en la esperanza de la prosperidad que alimentaba la ilusión de una salida.

De todo esto y poco menos conversaba hace varios días con un amigo hasta que el coloquio concluyó, andante, con una exposición de lamentos a dos bandas cuyos últimos resuellos no resisto copiar: 

— Preparemos el culo que vienen de nuevo con la lanza... —vaticinó— ¿Hasta dónde van a llegar?
— Hasta que nos salga por la boca que se queja del asalto rectal. 
— Nos olvidaremos del jamón bueno —dictaminó doliente al término de una pausa prospectiva.
— Quizá por caridad hagan circular el rumor de que hay gripe porcina.

Lámina incluida en el folio 086v del Bestiario de Oxford.
 
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