Adriaen van Ostade, Inn Scene |
Hugo von HOFMANNSTHAL
Carta de Lord Chandos
De luna ausente venían Razón y Locura cuando en posada de beodos confluyeron. Nadie debidamente informado del discurrir venidero sospecharía albur de aleatoriedad en el careo, y como ambas, cada cual con el cimborrio de sus conjeturas hecho pulga, padecían un insomnio que solo la ciencia anterior a las vigentes dicotomías reputaría sanable, a falta de mejor divertimento dieron en trabar conversación.
—No te acerques demasiado, nada tienes que hacer conmigo —proclamó Razón—. Sé bien lo que me conviene y lo que no.
—Solo sabes lo que te han enseñado quienes desconocían razones de mayor alcance que la ebriedad de las suyas —refractó Locura.
—Y eso, desmelenada, ¿cómo lo demuestras?
—Muy sencillo: por mucho que cambien, por distintos que parezcan sus rostros según la mudanza de tiempos y lugares, una madre reconocerá siempre a sus hijos allí donde los encuentre.