27.6.12

DESFASES

No hay abuso del poder, pues el poder es el abuso, siendo el paternalismo el disimulo del poder.
José Luis RAMÍREZ
Democracia como estructura y como forma de vida

Del mismo modo que la conducta sexual de gran parte de la gente, aliviada desde hace tiempo del imperativo reproductor gracias a la difusión de eficientes métodos anticonceptivos, aún permanece ligada a numerosos atavismos, inservibles desde el punto de vista evolutivo, cuando se trata de conducir el deseo y regular las relaciones a las que da impulso la atracción erótica, del mismo modo la sociedad de consumo, que debería estar emancipada por la fuerza invasiva de la técnica de las necesidades impuestas por la desnutrición, las enfermedades infecciosas y las inclemencias climatológicas, sigue padeciendo estructuras de organización que obedecen a criterios anacrónicos de distribución de la propiedad. Y si está pendiente asumir culturalmente toda la potencia de la sexualidad liberada de los hábitos construidos como reflejos alrededor de mohosos tabúes, más lo está la responsabilidad del poder para inmolarse de una vez o afrontar con generosidad de hechos un nuevo pacto civil donde los desafíos constantes que exige el bienestar de la población sean atendidos sin degenerar en formas más sofisticadas de explotación que prolonguen artificialmente la indigencia. Que nadie me tome por un defensor de los pobres: mi imprecación va depurada de la pazguatería que tan pronto se indigna por las consecuencias, en verdad sórdidas, del lucro por el lucro, como se nubla ante el espectáculo de su misión correctora. Así que nadie me tome por un simple detractor de los hacendados: la riqueza por sí sola no vale lo que cuesta, aunque presta fantásticos servicios para multiplicar la repugnancia consustancial de la que ningún miserable se ha ahorrado nunca su cuota de participación. Por propia indecencia sé que la humanidad no es decente en ningún sentido, ni para bien de medios ni para mal de fines. Lo preciso: tampoco creo que sea absolutamente malo que nadie sea bueno; lo malo es creerse bueno para enmendar al resto. Puestos a cribar entre estos dos males, elijo estar preparado para dar mal ejemplo que resignarme a dar buenos consejos. Quizá mi regla de plata, pues el oro no lo adoctrino, es ir contra las reglas que se pretenden remedios perfectos con indiferencia de si son emitidas por los que ganan o por los que pierden.

Abogar por una sincronización entre los recursos disponibles y su gestión cooperativa es poner un interrogante de desfase a los procedimientos de supervivencia del propietariado, que corre a acorazarse en el fascismo, o en cualquier otro alcázar de corporativismo estatal planificado, cuando el mercado es demasiado débil para resistir los accidentes que hacen tambalear la hegemonía de la producción. Hasta los sistemas menos autoritarios subsisten de inventar falsos dilemas, y sobre estos efugios de la dualidad económica que logra el despilfarro de unos con el racionamiento de otros, resulta significativo que tanto Lenin como Mussolini, putas bien pagadas, callaran por igual; callaran y cayeran...

De la gusa impetuosa por acapararlo todo nacen los tiranos, de la impaciencia de la nada los luchadores que los repelen y, de no sé dónde, mi románico regodeo por las cosas que hacen crac: con ellas, a desavenencia de los traicioneros paracaídas bancarios, uno sabe a física cierta que, después de inferido el vencimiento, no hay recuperación que pueda devolverlas a su estado anterior.

En la fronda caótica de los pensamientos, florecen The Strange Landscapes de Fulvio di Piazza, artista de quien podéis encontrar otras escenas en este blog sobrenatural.

25.6.12

FUERA DE FUEGO


La muerte más grosera es preferible a la servidumbre más galante.
SÉNECA
Cartas morales a Lucilio

Existe el don de dar, que básicamente es el sacrificio de un bien en estipendio de un prestigio mayor que redunda en el dadivoso que lo practica, y existe, también, el más raro don de rehusar, que es el placer proscrito de no acatar aquellas conductas que tienen prevista su continuidad a través de roles de imitación desde los cuales uno se siente fluir dentro del juego social reglamentario, pero a costa, sépalo o no, de quedar técnicamente fuera de fuego, neutralizado para emprender la salida de una ruptura airosa por la tangente... o cuando menos airada por la secante.

Cuestionar los valores recibidos ya es de por sí un valor seguro, y quien se limita a reproducirlos descuidando el mínimo controvertible con todas sus soflamas de responsabilidad, carece de valor. Quien vale, disiente.

L'inhumation précipitée de Antoine Wiertz facilita una imagen de la devastación que supone doblegarse a los preceptos de la edad adulta, que movida por la esperanza de aumentar el nivel de vida se entierra de forma prematura en nuevas penurias sin tregua.

20.6.12

NI MOROS NI CRISTIANOS

La ciencia oficial defiende la hominización del mono, quizá porque es más fácil ser un mono advenedizo que un ángel caído.
Jean SERVIER
El hombre y lo invisible

Hemos suprimido a Dios, pero no sus consecuencias. Ni siquiera hemos podido desprendernos de la embustera imagen de integridad arquetípica proyectada desde tiempos remotos por el star system de las más desalmadas religiones. 

Al Cristo de los evangelios, cuya pretendida existencia histórica es vana palabrería, le faltó sumar otros treinta y tres años de experiencia a su egolatría para adquirir la madurez filosófica de la que hoy, probablemente, nos beneficiaríamos escépticos y librepensadores como parte del equipo teórico con el que azotar a los mismos filántropos que han levantado su imperio con el poder de la cruz. ¿Y qué decir del qurayshí Mahoma, proclamado último profeta del monoteísmo? Justo lo contrario del anterior: que le sobra presencia en los anales o carece de la plasticidad mítica que aportan las genealogías improbables; que violenta, además, todo amor por el buen gusto cuando se trata de dar crédito a las revelaciones de un hombre tan propenso a las flaquezas como el que más. ¿Cómo confiar en los hadices atribuidos a un follacabras que en su juventud se refugiaba en la cueva de Hira para practicar, lejos de miradas indiscretas, esa sucia costumbre aprendida en el desierto con los beduinos? ¿Acaso es menos reprensible el viraje hacia la pedofilia que tomó su concupiscencia en la vejez?

No hablo como provocador gratuito. Soy tan sensible a la radiaciones herméticas emitidas por las catedrales y mezquitas antiguas como alérgico al tropel de sus ocupantes, de quienes la sola mención de su manutención pública me produce bascas.

Esta hornacina, destinada a conferir prestigio a lo que yo me figuro ancla estelar, se encuentra en la capilla del Osario de Sedlec, República Checa, cuyo artístico mobiliario fue confeccionado por el artista František Rint a partir de las miles de notomías que alberga. 

19.6.12

FABRICACIÓN DE LA BAJEZA

¿De qué sirve conquistar la naturaleza si nos convertimos en presa de la naturaleza bajo la forma de hombres sin freno? ¿De qué sirve equipar a la humanidad con fuerzas poderosas para moverse, construir y comunicar si el resultado final de esta acumulación de alimentos y de esta excelente organización ha de entronizar los morbosos impulsos de una humanidad frustrada.
Lewis MUMFORD
Técnica y civilización

El derecho al trabajo, entendido también como el canon para acceder a los bienes básicos de consumo, es el feo reverso sin el cual no se explica el reconocimiento del derecho a la vida: se nos permite vivir, por supuesto, bajo imperativos de cotización productiva. Para un siervo moderno, que ha olvidado la indignidad que subyace en todo contrato de actividad forzosa por muy bien remunerada que esté —¿y qué es en realidad un salario sino un préstamo insignificante que ha de volver a su origen tras rendir gabelas?—, el derecho a venderse en el mercado laboral vale lo mismo que el deber de ser sumiso a tiempo completo, pues el ocio se haya igualmente exprimido junto al trullo de las obligaciones, cuando no queda inerte como el resto de un intercambio engañoso o muere asesinado por la fatiga resultante, el embrutecimiento reiterativo y las infinitas solicitudes que tensan el arco maldito que se extiende desde las urgencias publicitarias a la desnaturalización del aburrimiento, condenado a la disfunción de un espacio invadido por la consigna de sacarle provecho en vez de ser asumido como una extensión incógnita abierta a las potencias del espíritu. Con agravantes o atenuantes, la explotación permanece, y así como la reducción de la jornada se acepta cuando hay espectáculos convincentes que no cesan de generar beneficios durante los márgenes temporales de aparente descanso, el incremento del mínimo computable de prostitución exigida se lleva a efecto en los momentos delicados para el sistema que son exteriorizados por la crisis de credibilidad de las distracciones masivas, a la que se añaden las dificultades de la demanda para entrar en la oferta de la que depende, siempre según el comercio, el bienestar personal. Tanto el curro como el asueto forman parte de un continuo reglamentado que acapara las veinticuatro horas del día, siete días por semana, con el fin de mantener el orden. Sin la renovación constante del cansancio y de las frustraciones, tan lucrativas como innecesarias, implantadas sobre el hecho palmario de haber excedentes humanos, nadie podría asimilar la farsa que encierra la sociedad de la prosperidad. Al menos, una cosa es cierta: ya no se esclaviza; basta con domesticar al individuo como un recurso moldeable que ha pasado de ser vasallo a mercancía manejada por los dictados invisibles del poder financiero.

Antes de la Era de la Máquina, el chantaje de la redención del alma en el más allá; ahora, la extorsión de la salvación de las sombras de un mañana inseguro que reduce el presente a la fragilidad de sus fuerzas. Antes de la Edad Conspirativa que se restaura regularmente con la dramatización parlamentaria de su cúspide inamovible, el mito de la liberación contra la autoridad que el señor feudal ejercía en un orden sancionado por las leyes divinas; ahora, la marginación de la disidencia creativa hacia los arrabales de las ideologías triunfantes, de derecha e izquierda, que comparten la copa de sus miserias en los santuarios de la eficiencia cosificadora y el crecimiento económico; ideologías seniles cuya solvencia ha expirado y nos apesta desde cada facción del espectro político —¿o debería decir fantasma?— por más que sus respectivos alcahuetes se nieguen a confesarlo.

Las mentiras más prodigiosas se vuelven aberrantes cuando la gente empieza a creer en ellas.

18.6.12

REALEZA QUE DESREALIZA


Decidí, escúchame bien, ser ante ti peor de lo que aparentaba ser, para ser mejor de lo que soy.
Pavel KOHOUT
La hora estelar de los asesinos

Sólo veo un camino para relativizar el duelo y la zozobra frente una situación insufrible o en extremo embarazosa: vislumbrar hasta sentir como propia la facultad de esa absoluta indiferencia que permite mandarlo todo a la mierda. Vivir sin miedo es lo más parecido a ser libre, y así como con ansioso pesar hay quien sobrevive temerosamente dentro de las circunstancias más aterciopeladas e inofensivas, bajo la presión de la más penosa calamidad, hundido en el buhedal hasta las cejas, puede uno armarse del valor que, al no temblar ya por nada ni ante nadie, recrea para su excelencia el trono candente de un dios velado al desasosiego...

Hellenica, biomuerte al gusto de Erica Williams.

16.6.12

AUNQUE SEA MUY SUBIDO

Más emplea su cuidado 
quien se quiere aventajar 
en lo que está por ganar 
que en lo que tiene ganado 
y assí, para más altura 
yo siempre me inclinaré 
sobre todo a un no sé qué 
que se halla por ventura.
San Juan de la CRUZ
Glosa a lo divino

Más allá de la idea, ver la actitud que la anima y el interés oculto que persigue, explorando al trasluz de la sospecha el relieve de sus denotaciones para extender el campo de sus connotaciones y ponerlas en relación contrastada hasta poder componer una visión lo más completa posible de los significados omitidos que alberga. Esta clase de hermenéutica es aplicable tanto a personas como a pueblos, porque todo lo que le ocurre al individuo, engarzado en los aciertos y errores que cubren con su maleza de cualidades y complejos la diferencia insalvable entre lo que cree ser y lo que realmente es, tiene un paralelo en las comunidades de afinidad, y así como debajo de una virtud particular siempre hay un vicio de carácter, cada ilusión colectiva remienda los espantos cardinales de su propia matriz: detrás del capitalismo, la ilimitada avaricia; del comunismo y las pasiones igualitarias, la venenosa envidia; del anarquismo, la cegadora ira bautismal de la venganza; de los movimientos pacifistas, la deshonrosa transmigración hacia la cobardía; del despotismo estatal, sea monárquico o pretoriano, la inválida soberbia; de las teocracias, una mezcla variable de las tachas anteriores más los clásicos pecados del monje: gula, pereza y lujuria.

Hug, el sentimiento exoesquelético de Hyeyeol.

15.6.12

LA TIGRESA


A pesar de estar corroído por la culpa, la vergüenza, los temores y angustias de todo tipo y de obtener, con algo de fortuna, una sensación física apenas perceptible, el macho está, sin embargo, obsesionado con follar. No dudará en atravesar un río de mocos o de nadar durante kilómetros por un mar de vómitos que le lleguen hasta la nariz si cree que del otro lado le espera un coño acogedor. Se follará sin dudarlo a una mujer a la que desprecia, a cualquier bruja desdentada y, lo que es más, incluso pagará por los servicios.
Valerie SOLANAS
Manifiesto SCUM (supuesto acrónimo de Society for Cutting Up Men)

Llegué a la estación de Atocha con bastante antelación. Como no estoy habituado a los desplazamientos en metro —antes, cuando nunca escaseaba la caricia anaranjada de un billete, me movía en taxi—, calcular en unidades de tiempo la distancia recorrida a lo largo de las líneas subterráneas se traduce para mí en un eterno despropósito: demasiado pronto o demasiado tarde. Dado que a pesar de las emanaciones glandulares compartidas en la estrechez del vagón mi humor todavía era benigno a los congéneres, y a esa hora de la tarde el trasiego de personajes prometía un paisaje entretenido dentro de su abigarrada monotonía, en vez de administrarme el quinto café de la jornada en alguna de las ortopédicas terracitas, preferí establecer mi atalaya en una de las plataformas que se alzan sobre los famosos jardines llenos de monsteras, helechos gigantes, galápagos eslavos con visibles tatuajes machoalfistas y aspecto de postular en céntimos de sangre el coste de sus negocios. Poco me duró el anticipo del espectáculo, pues alguien me reconoció por la trasera e interceptó mi atención con un timbre de voz que hacía más de diez años no percutía mis tímpanos: Teresita Ojos Lejía, llamada así por su habilidad para dejarte lívido con el afilado tajo de la mirada. Conocía de antaño su acerada militancia feminista, y como su inteligencia de arpía era más fogosa que la mía, sus argumentaciones no sólo me resultaban agotadoras, sino extrañamente irrefutables. Con ella no valían evasivas ni medias tintas, cualquier defensa lógica era triturada por su ingenio hasta obtener la absurda quintaesencia de las últimas consecuencias, que te arrojaba a los pies como el símil del cadáver en que quería verte convertido mientras emitía una carcajada a medio gas a la que no había forma humana de sacarle la gracia. No hubiera necesitado ingentes recursos de agudeza para improvisar una excusa que me zafará del encuentro, pero cedí a la tentación de dispersarme al comprobar con curiosidad ginecológica que el tránsito por la madurez había favorecido su figura dotándola de abundantes formas y volúmenes armoniosos, además de conservar los altos senos, las pecas picaronas y esa furiosa melena roja que, empuñada por sus ideas, siempre refulgía como una antorcha incendiaria. 

— No digas nada, no soporto las convenciones idiotas que acostumbran a usar los tíos en presencia de una mujer poderosa —bonita manera de proclamar su victoria antes de la contienda. 
— A decir verdad, he estado a punto de evitarte. 
— ¿Y por qué no lo has hecho? ¿Te han faltado cojones para decidirte, machote? 
— He sentido... 
— Morbo. 
— Intriga. 
— Sorpréndeme. 

Y salí de la trinchera.

— Me preguntaba si como monja guerrera que eres, al haberte entregado desde jovencita a la sagrada causa de la vagina dentada, seguirás siendo virgen a tu edad —entonada con esmero de verdugo, sonó aún peor. 
— ¿Por qué? ¿Se te pone dura imaginando que puedes ser tú quien me rompa el himen? 
— O sea, que lo eres. 
— Para ti, por supuesto. Virgen e intocable. 

Reímos al unísono a la vez que sentimos la embestida inesperada de una ola de mutua simpatía que bajo ningún concepto estaríamos dispuestos a admitir, pues nuestro respectivo orgullo constituía parte de su encanto. Cuando callamos, me indagó pausadamente sin dejar de esbozar una sonrisa con sus ojos selváticos. Para saborear otras combinaciones del fruto de su clarividencia, con la que parecía disfrutar de un ronroneo apacible, extrajo de su bolso la industria necesaria para liar un cigarrillo de tabaco trabado con una sustancia cuyo aroma delataba la más noble procedencia oriental. Ambos sabíamos que allí no se podía fumar, pero ¿quién es el tonto que estropea por voluntad propia la sensación mágica de lo fortuito con la mención de disposiciones legales?

— Tranquilo, mientras me guarde de atufar a los señores viajeros de ahí abajo no me interrumpirán. Paso a menudo por aquí y me consta que los responsables de custodiar la estación son heteros que fantasean con la sustitución de mi petardo por sus asquerosas pollas. Les da vidilla verme fumar. 
— ¿No será ese exceso de seguridad en tu atractivo un modo de disfrazar tus complejos de amazona intangible? —mi sorna salió almibarada.
— No me vengas con chorradas. Tú mismo, a quien nunca he tenido por burro, has coqueteado mentalmente con mi cuerpo. 
— Es cierto, y no sólo con tu cuerpo. En el pasado, más de una vez me masturbé componiendo escenas en las que al fin te sometía para proporcionarte la sorpresa de un enorme placer sin precedentes. 
— En el fondo, todos sois unos violadores.
— Y también en la superficie. Necesitáis vernos así para poder justificar vuestro deseo de exterminarnos. En breve plazo, hasta la infidelidad se castigará legalmente como el peor de los maltratos.
— No flipes.
— Sabes que los hechos tienen la mala costumbre de darme la razón.
— ¿No querrás que te aplauda desnuda para celebrarlo?
— Me parece una oferta excelente.
— En las relaciones de poder entre hombres y mujeres, hay cantidad de hechos que escapan a la razón, que es un atributo sobrealimentado por los hombres, quienes en su fuero interno se saben impotentes sin ella. La razón es vuestro falo intelectual. Tener la razón de tu parte no te exime de las carencias típicas de tu género ni borra las secuelas de la dominación machista.
— No te pongas fanática —con mi más estiloso instinto pacificador, le mostré las palmas de ambas manos.
— Ya. Y ahora me soltarás aquello de que el peor enemigo de las mujeres son las mujeres.
— No lo tenía previsto, aunque me viene como un guante.
— Pues siento decirte que así es —volvimos a reír—. Te contaré un secreto: la razón profunda para que no acabemos con vosotros es que estáis destinados a cumplir una función expiatoria como enemigos. Privados de vuestra presencia, que por lo común resulta insufrible, pronto nos arrancaríamos el pelo unas a otras. 
— Me sorprendes. ¿Cómo has podido matar a la sor castradora que había en ti? —noté que mis gestos faciales irradiaban una complicidad bien recibida.
— Una feminista es alguien que cree conocer en toda su dimensión a los hombres porque adolece de no saber casi nada de sí misma como mujer. Hace mucho que dejé de ser feminista, se vive más libre siendo femenina. 
— ¡Bravo! —tuve ganas de abrazarla por pura camaradería, pero me contuve—. Rara es la mujer que en a la actualidad no se queja en mayor o menor grado, descarada o solapadamente, de la insatisfacción que le produce vivir en un mundo que sigue liderado por y para los hombres incluso después de haber experimentado sucesivas transformaciones en beneficio de la liberación de la rutina frente a los valores patriarcales.
— Puedo asegurarte en confianza que se trata de una queja vana, al menos en los países menos cerrados del hemisferio norte donde las mujeres pueden tomar decisiones. Una queja que a menudo también encuentro injustificable, porque si las tías fuéramos capaces de organizarnos para acordar una huelga de coños general e indefinida, dejándolos clausurados para el coito y para el parto, conseguiríamos reduciros a vosotros, los varones, a la más bochornosa esclavitud. 
— No puedo estar más de acuerdo. ¿Y por qué no sucede? 
— Piensa un poco, calvito...
— Así, a quemarropa, se me ocurren varias causas. ¿Será porque las hembras están condicionadas para ignorar la fortaleza intrínseca de su sexo? —tomé aliento— ¿Por el miedo a la hostilidad masculina que implicaría decretar ese chantaje huelguista de abstinencia sexual y esterilidad? ¿O, quizá, por una experiencia enajenada del erotismo imputable a las condiciones que las democracias de supermercado infiltran a través de los medios de manipulación en las relaciones entre géneros? No sé, puede que hasta haya un curioso fenómeno de compasión hacia su rival histórico. 
— Sin negar la corteza de evidencia que pueda haber en lo que comentas, lo dudo; por contra, la respuesta es tan obvia que pasa casi desapercibida. 
— Dispara. 
— Uno de los mayores inconvenientes de la feminidad, especialmente en las hembristas que la interpretan de forma beligerante, es la de no entender el poder de su sexo, que para ellas sólo sirve de prolongación a los usos que los machos quieren hacer del mismo. Su propia indignación moral es la principal responsable de ocultar a las mujeres la entidad de su ser, de malversar sus vigencias y latencias. 
— Eso, o que todavía existe una mayoría de ovuladoras dispuesta a asumir los riesgos y humillaciones de la sumisión antes que atreverse a emprender el camino inexplorado hacia una cultura del placer emancipada de la naturaleza.
— No te pases. Conozco a la perfección los resortes psicológicos de las mujeres que se sienten discriminadas con motivos o sin ellos.
— Entonces, tampoco me negarás que con frecuencia las mujeres ven fantasmas donde sólo hay sombras... las suyas. 

La hostia que me aplicó produjo una resonancia provista de dignidad teatral por encima del rumor ambiental. Para ser honestos, lo estaba buscando. Mi revancha inmediata fue morderle el cuello, justo por debajo del lóbulo de una oreja, con la intensidad precisa para que se aviniera a concluir la conversación con la apertura de otro horizonte dialéctico:

— En mi casa no puede ser. Comparto cama con dos hombres y un tercero complicaría las cosas.

Entre las extravagancias de rico que me daría si lo fuera, la de sentarme desnudo en la escultura sadopop de Allen Jones para silbar al desgaire alguna travesura

13.6.12

ALCACHOFA, NO BIOMBO


La tragedia del mundo tiene por causa la abundancia de cosas que han perdido todo su sentido y que sin embargo creen aún poseerlo.
Alberto SAVINIO
Maupassant y el otro

Mi verdadera y única responsabilidad en esta vida, que como dijo el dramaturgo es demasiado importante para ser tomada en serio, ha sido unir conocimientos tomados de cualquier parte para devolvérselos al mundo transformados en una prenda de amor urdida en secreta y flagrante fantasmagoría con un hilo conductor que es, a la vez, símbolo y testimonio del parto inaudito de una criatura a la que cedo monstruosamente la palabra cuando la situación requiere un preámbulo delincuente como este, o un epitafio maravilloso, como el siguiente: todo ser puede pensarse a condición de no creer nada, ni siquiera en la posibilidad de que nada pueda creerse cuando piensa todo ser. Recursos alquímicos, quizá, siempre que la fórmula no arruine el compuesto original. También para mí pensar es el modo más elegante de conservar la ignorancia elemental y, con ella, el vago recuerdo de una dicha que acaso ni fue mientras lanzaba su última mirada a la ilusión.

El arte del implacable Olivier de Sagazan duele porque momifica a quien lo contempla. Es como si a través de una maniobra vudú diera a entender que si uno está hundido hasta las fauces en el cieno, incluso las estrellas parecen mofarse de la sensibilidad con que añora perderse intacto al cobijo de su luz.

10.6.12

PARA UN SIGNIFICADO ESVÁSTICO DEL SER

El apego es forjador de ilusiones, y sea quien sea el que pretenda lo real debe ser un despegado.
Simone WEIL
La gravedad y la gracia

Entre el NADA SIEMPRE y el TODO YA, la conciencia teje su red de accidentes con el hilo engañoso de una aleatoriedad que, cuando es rasgada, muestra la fatalidad de cada ser al haber querido zafarse de su sino para encontrarse a cada instante cumpliendo sus designios. La resistencia a los acontecimientos aumenta el sufrimiento de permanecer clavado en su cruz de imponderables mientras dura el lamento por la falta de sentido que adquieren las apariencias tomadas por hechos desde el tiempo. Puede haber determinación dentro del determinismo, mas no redención, éxito o progreso. El destino pone el camino; el hombre, su paso. Y si no hay altar para la voluntad en este orden agotador de fenómenos, existe el kairós como experiencia reverberante de la continuidad inscrita en el momento oportuno, momento de un simultáneo estar fuera de serie que gira sobre su propio centro y desenrolla a lo ancho de sus manifestaciones los radios del devenir en esférica comunicación con la totalidad, apenas un soplo o un destello, donde simbólicamente se refleja. 

La virtud de la actitud fatalista pertenece a una categoría más exquisita de afirmación que la liberación personal: el mal queda exorcizado fuera del sujeto y el sujeto mismo inmerso en una orgía de eternidad donde cada suceso nace siendo fortuito para consagrarse absoluto. Aceptar las ligaduras del hado puede ser más que una teoría atractiva para el intelecto cansado, y sus planteamientos una ciencia verosímil por encima de la opción metafísica consoladora que representa para los laicos de corazón ajado; el talento de su ironía consiste en mantener activo el pudor de no poder dejar de querer aun sabiendo que querer forma parte de un tabú ancestral que fue útil para vivir con algún principio de sustancia la realidad, cuya complejidad se presenta muy distinta vista en panorámica. Si tuviéramos el arte de hablar con propiedad, no habría que decir yo hago, sino simplemente se hace; no yo soy, sino es. Descompongámonos, pues, con la alegría de no poder triunfar ni fracasar, de no tener que demostrar nada. Acerquémonos a esa plenitud áurea con la que dos dictadores desafortunados y de talante, por demás, irreductible a mayores comparativas, saludaron encarando el juicio —uno reposado, otro poseso— al rumbo de lo inevitable: «Ama sólo lo que a ti te ocurre y ha sido tramado para ti. ¿Qué otra cosa hay más armoniosa?», Marco Aurelio. «Yo sigo mi camino con la seguridad de un sonámbulo, el camino que la Providencia me ha enviado», Adolf Hitler.

La energía de los dioses según el trance peyotero de José Benítez, artista huichol. Sirva de guiño mexicano a Ileana, mi nueva seguidora.

8.6.12

A TIERRA Y VIENTO, CELDA O TEMPERAMENTO

No pretendemos formar ninguna organización. No es necesario organizar aquello que es orgánico. Ustedes construyen desde fuera, nosotros construimos por dentro. Ustedes construyen con piedras que son ustedes mismos y se vienen abajo por fuera y por dentro.
Karin BOYE
Kallocaína

Adolezco de la ingenuidad de atribuir a los demás el mismo nivel de maldad que yo gasto, así que poco remedio me queda para dudar, primeramente, de la bondad de esta flaqueza contra la nada bondadosa certeza de un mundo que parece diseñado a imagen y munífica diferencia de mis recelos. ¿Cabe sospechar, sin entrar en un circuito cerrado de paranoias, que el aparato estatal es la fuente principal que suministra agentes subversivos a las bandas terroristas, de manera análoga a como las redes mafiosas introducen a sus adelantados en los puestos clave de la administración para ampliar su influencia dentro y fuera de los engranajes institucionales mediante la táctica de la tenaza? ¿O será más bien un diálogo entre grupos rivales, no exentos de permeabilidad, que se mantiene activo con la doble finalidad de poner a prueba la fortaleza de sus respectivos mecanismos —y en su caso, mejorarla—, así como la fidelidad de los subordinados a la causa de su obediencia jurada? Después de todo, la ley del Estado, que casi nunca coincide con la del individuo, se encarga de proporcionar a los gendarmes infracciones imaginarias, crímenes de intención y delitos sin víctima como parte de su prescindible industria de rearme moral o pacificación por el miedo, tanto monta, que a su isonómico estilo trata de moldear desde arriba el contenido de las conciencias para ajustarlas mejor a los compromisos del poder, lo que ocasiona la aparición de grietas por donde transluce la falsedad de su proyecto civilizador y se cuelan las alimañas cuyo código es la jungla, el imperio de la jungla a instancias de la jungla de la legalidad. Arribamos del Estado de Derecho, inocua concesión jurídica a la plebe en épocas de estabilidad burguesa, al reverso absoluto de la soberanía nacional en un Contubernio de Estado o Estado de Desecho adscrito al sindicato de los quebrantapueblos... 

No es más libre una sociedad cuyo funcionamiento depende del engaño a escala masiva, como es la nuestra, ni por supuesto esos modelos de convivencia, a los que son tan aficionados los papanatas y otras rapaces de seminario —muchas de ellas travestidas como sovietistas—, en los que uno está obligado a airear sus intimidades a condición de hacerlo en voz baja y encomendándose al criterio de un juez tolerante porque hacerlo sin tapujos sería incitar al desorden y la rebelión, una invocación del libertinaje que repta con sigilo allí donde la mentira está fervorosamente prohibida para que las acciones relacionadas con comunicar y comprender se empequeñezcan condenadas a existir en secuencias de realidad separadas. Sólo se vive más libre cuando el temor al semejante no aumenta con la seguridad general, y la confianza que uno inspira no se obtiene a costa de hacer visible su interioridad. 

Los sistemas políticos siempre han perseguido la posesión de la verdad no sólo por adelantarse al conocimiento, homologarlo a una patente y ponerle cerrojos a sus secretos —cualquier organización, como cualquier persona, en algún momento ha menester de catacumbas—, sino porque les preocupa la desconfianza incontrolable que suscitaría el dominio público sobre la verdad de la posesión, mancillada como está por un origen doloso y un mantenimiento peligroso. Sin un horror hábilmente focalizado hacia el poder que esconden los otros en vez de hacia los otros que se esconden en el poder, no habría necesidad de someterse a una vigilancia centralizada. Con esta lógica, los ritos propios de la autoridad al mando exigen la transparencia unidireccional de cada uno dentro del ámbito delimitado por sus coordenadas particulares, pero impiden el ejercicio omnidireccional de la sinceridad que acarrearía la disolución de los fundamentos colectivos imaginarios que permiten instrumentalizar la vida social gracias al gobierno de la aprensión.

Tierra al viento: nada es inconfesable. Ni siquiera la anticipación de que ninguna cultura, por valiente que sea, podría sobrevivir a la ausencia de reserva frente a la diafanidad de sus misterios.

El síndrome de Stendhal me ha sorprendido al sintonizar una meditación chamánica con el celo filosófico de la dama que protege al unicornio en este manuscrito inglés del siglo XIII. El iluminador conocía en extenso el simbolismo esotérico, y prueba de ello se advierte en el gesto de la mano izquierda que hace adoptar a la doncella en lo que parece una versión del Pushan-Mudra dedicado al dios psicopompo de quien toma el nombre o, quizá, con mejores referencias dado su contexto histórico, a la administración del consolamentum, el viático que recibían los cátaros en su preparación para la huesa.

6.6.12

DE CÁNTAROS Y FUENTES

La semana pasada perdí la virginidad. Hubiese estado bien si no fuese porque, tanto mi hermano como yo, estábamos borrachos.
Anécdota recogida en ADV

Nadie escapa de la abdicación cuando decide tener un hijo, y si existe, como antoja ser, una implicación emocional profunda y responsable con el descendiente al que se le ha impuesto el atroz deber de vivir, la fractura interna del progenitor causada por la nueva sobrecarga será incurable, ya nada volverá a su sitio, a partir de entonces se verá relegado al último turno de acceso a su breve parcela de tiempo, calma y energía tras su cesión estratégica a las obligaciones de la tutela. En el mejor de los casos, se engañará haciendo suyas las cuitas y alegrías de su vástago, sintiéndose crecer con cada contribución a su desarrollo y menguar siempre que lo vea amenazado por alguno de los frecuentes pasos en falso que le esperan. De poco sirve que uno haya constatado de antemano el truco desde la atenta disección de las constantes antropológicas, hasta la mente más despejada se pierde necesariamente en las ilusiones de la engendridad movida por una especie de maleficio adaptativo: los caminos de la biología son inescrutables. La objeción bien puede revertirse contra mí haciendo de mi apreciada esterilidad la consecuencia de un descarte genético que la naturaleza obraría a través de los resortes del arbitrio para desterrarme a un callejón evolutivo sin salida. ¿Y qué si es así? Celebro el agravio, pero esta valoración despectiva de la cría no me impide defender los servicios fundamentales para facilitar la natalidad a los utópicos que estén psicológicamente capacitados para reproducirse, pues ello también evitaría el castigo que en esta sociedad se nos inflige, mediante presiones fiscales y de otro tipo, a quienes hemos disentido de la norma al negarnos a transmitir un relevo generacional a la esclavitud venidera... ¿A qué viene ese gesto ceñudo? No soy un ogro. Que no quiera ser papá no quiere decir que deteste a los niños, como tampoco significa que esté en contra de los extranjeros ni de la asimilación voluntaria de otros pueblos cuando rechazo el credo masoquista cuyas directrices justifican que prevalezca el deber de admitir en régimen de igualdad a cualquiera que venga sin haber sido invitado. La desdeñosa bondad de esta blandura cultural, interpretada por el visitante como una barra libre de debilidades nacionales, le ha hecho un escuálido favor a las clases populares —no así a los contratistas de electores y temporeros—, ya que en su función de mandamiento ideológico los efectos adversos sobre el país receptor son comparables al de esos falsos amigos que surgen entre idiomas distintos. ¿Abrirías la puerta de tu casa a un desconocido que llama con la firme intención de quedarse en ella? La misma insensatez observo en consentir que siga adelante una concepción no deseada. Además, poniéndome sofista, ¿en qué lamentable estado vamos a recibir al forastero, sea inmigrante o neonato, cuando ni siquiera nos hemos molestado en limpiar la basura bancaria que se acumula dentro de nuestras fronteras junto a la reserva opípara de desperdicios segregados por la santa chusma?

Desmadradas por un orgasmo a dos bandas, no hay escorzo posible en las más oblicuas intenciones que traslucen los dibujos de Mileamne.

5.6.12

ANACOLUTOS

De lo suprarreal a lo infrahumano: Heat Death, óleo de Jeremy Geddes.

Quizá todos los dragones de nuestra vida son princesas que esperan sólo eso, vernos una vez hermosos y valientes. Quizá todo lo espantoso es, en su más profunda base, lo inerme, lo que quiere auxilio de nosotros.
Rainer Maria RILKE
Cartas a un joven poeta

Este insolado glosador, que pertenece en su anímica impureza a la raza árida que crece en los páramos mesetarios donde el paisaje se busca en el hombre y el alma se pierde en la desmesura de los horizontes, donde el tímpano halla su botín de luz en la espesura extensa que el foráneo confundirá con silencio y se vive limpia de las bocanadas de mar que con su discurso cansino todo lo emborronan, yo, decía, me tiento a pensar que como nadie puede salvarse de sí mismo, tampoco existen causas mejores que la peor de las inquinas para que uno deba ser juzgado con una atribución de responsabilidad distinta de la que está dispuesto a reconocer a sus aristarcos, lo que vale en su inversa correspondencia para que cada uno juzgue al otro de par modo que se juzgaría a sí mismo si estuviera en similares suertes; un ejercicio que sirve, por añadidura, para corroborar falsedades circunflejas, pues al margen de estas simulaciones morales se concreta evidente que nadie es igual a nadie. Sólo el envidioso, por defecto esclavo de su impotencia y aquejado de resentimiento, pone su juicio a la medida de la pequeñez que puede aplastarse con la bota. Y si no siempre la generosidad es el atributo por excelso de los espíritus que se sienten libres, alguien que no se sienta desembarazado de su insolvencia ordinaria no puede obrar con largueza, para lo cual conviene rememorar que quien juzga también obra de pensamiento. 

Proceso mutante e inacabado que aprende a ondear replegándose sobre sus contrarios, el pensamiento es un ser vivo, y cuando al fin muere consumido por el cansancio o víctima de la convicción que lo acorrala, da lugar a las creencias, cuyos ingredientes básicamente son pensamientos fosilizados, un residuo pétreo de aspecto sólido pero carente de vigor. Las creencias pueden ser excusas idóneas para actuar; para actuar sin pensar, precisada sea la burda, que es lo más distante de actuar con propiedad. 

Actuar con propiedad es encontrar la adecuada concordancia entre el pensamiento y la acción, y mi forma de empezar a sincronizarlos es pensar lo que me disgusta para no tener que limitarme a hacer en exclusiva lo que me gusta pensar. Frente a la moral del común que dicta «no hagas nada de lo que te puedas arrepentir» y funciona con carácter paliativo porque deja intacto el origen de su mal, prefiero arriesgarme a salir por la tangente del «piénsate hasta que no te reconozcas y nada de lo que hagas para volver en ti podrá acusarte». 

Para un contemplativo, el pensamiento constituye una acción elaborada en sí misma que lo protege de las consecuencias fortuitas e indeseables; el individuo de acción, por contraste, da alcance al pensamiento a través de su desenvoltura en los hechos y lo alza como un reto por encima de sus consecuencias. ¿Hay un justo medio entre ambos? Para mí, que abundo en los principios y no me habitúo a ningún fin, el justo medio está en el punto que la voluntad se aparta del medio injusto al comprender que uno se hace único principalmente por lo que no hace...

No sé si incurro al discurrir así en la más terca incongruencia. Sólo puedo dolerme por la facilidad con que olvida la rosa todo lo que su belleza debe a las espinas.

4.6.12

QUE NADA NUEVO ACONTECE


Los hombres están constituidos de un modo tal que no podrían ser felices en ningún mundo en el cual fueran colocados.
Arthur SCHOPENHAUER
El mundo como voluntad y representación

Recordar, incluso a partir de los hallazgos que conectan hechos incontestables, supone iniciar un recorrido que se adentra a trompicones, irreversiblemente, en las fosas movedizas de la ficción. En este sentido, hablar de memoria histórica se asemeja a mantener una conversación con el fantasma de las generaciones desaparecidas desde un presente inquisitivo que, no obstante su desvelada toma de conciencia entre las sombras cavernarias, volverá a caer en los errores pretéritos con el agravante de haber asumido como una renta de progreso el lastre de las categorías acumuladas y de los recursos analíticos inventados para distraer, gracias a sus efectos tonificantes, la vieja impotencia de los pueblos.

La proximidad temporal de otra fotografía perteneciente al Monasterio de San Juan de los Reyes no es razón de peso para privarme de aportar esta paródica alusión a la paramnesia del escribano —o así la oteo— que puede verse en el claustro.

2.6.12

LA COMUNIDAD ESDRÚJULA Y SUS MONOSÍLABOS

A Víctor Serrano, por su virtuosismo para improvisar amistosas soledades

La participación en la neurosis social ahorra al individuo la necesidad de crearse su propia neurosis privada.
Norman Oliver BROWN 
Eros y Tánatos

¿Hasta qué punto se es realmente listo cuando el éxito de la inteligencia aplicada se basa en una optimización del rendimiento personal que tiene como efecto impostergable la anomalía creciente de quedar atrapado en el curso de acontecimientos que escapan a su control? Para una sociedad que necesita proveerse de esclavos mecanizados con la misma facilidad que se deshace de sus servicios, el valor del individuo depende de su utilidad productiva, mientras que para un sujeto emancipado, por estériles que sean sus ocupaciones e incómodas las lecturas que de sus decisiones hagan los demás, la dinámica del mundo carece de valor si a cambio de entrar en ella debe renunciar a la potestad de su tiempo con su extracto leal, desde fuera poco comprensible, de vicios y de virtudes.

No veía el momento de traer Fuego en el palacio de invierno de Claude Joseph Vernet, quien quizá sólo aventajado por El Bosco es el mejor paisajista de la catástrofe.
 
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