27.6.12

DESFASES

No hay abuso del poder, pues el poder es el abuso, siendo el paternalismo el disimulo del poder.
José Luis RAMÍREZ
Democracia como estructura y como forma de vida

Del mismo modo que la conducta sexual de gran parte de la gente, aliviada desde hace tiempo del imperativo reproductor gracias a la difusión de eficientes métodos anticonceptivos, aún permanece ligada a numerosos atavismos, inservibles desde el punto de vista evolutivo, cuando se trata de conducir el deseo y regular las relaciones a las que da impulso la atracción erótica, del mismo modo la sociedad de consumo, que debería estar emancipada por la fuerza invasiva de la técnica de las necesidades impuestas por la desnutrición, las enfermedades infecciosas y las inclemencias climatológicas, sigue padeciendo estructuras de organización que obedecen a criterios anacrónicos de distribución de la propiedad. Y si está pendiente asumir culturalmente toda la potencia de la sexualidad liberada de los hábitos construidos como reflejos alrededor de mohosos tabúes, más lo está la responsabilidad del poder para inmolarse de una vez o afrontar con generosidad de hechos un nuevo pacto civil donde los desafíos constantes que exige el bienestar de la población sean atendidos sin degenerar en formas más sofisticadas de explotación que prolonguen artificialmente la indigencia. Que nadie me tome por un defensor de los pobres: mi imprecación va depurada de la pazguatería que tan pronto se indigna por las consecuencias, en verdad sórdidas, del lucro por el lucro, como se nubla ante el espectáculo de su misión correctora. Así que nadie me tome por un simple detractor de los hacendados: la riqueza por sí sola no vale lo que cuesta, aunque presta fantásticos servicios para multiplicar la repugnancia consustancial de la que ningún miserable se ha ahorrado nunca su cuota de participación. Por propia indecencia sé que la humanidad no es decente en ningún sentido, ni para bien de medios ni para mal de fines. Lo preciso: tampoco creo que sea absolutamente malo que nadie sea bueno; lo malo es creerse bueno para enmendar al resto. Puestos a cribar entre estos dos males, elijo estar preparado para dar mal ejemplo que resignarme a dar buenos consejos. Quizá mi regla de plata, pues el oro no lo adoctrino, es ir contra las reglas que se pretenden remedios perfectos con indiferencia de si son emitidas por los que ganan o por los que pierden.

Abogar por una sincronización entre los recursos disponibles y su gestión cooperativa es poner un interrogante de desfase a los procedimientos de supervivencia del propietariado, que corre a acorazarse en el fascismo, o en cualquier otro alcázar de corporativismo estatal planificado, cuando el mercado es demasiado débil para resistir los accidentes que hacen tambalear la hegemonía de la producción. Hasta los sistemas menos autoritarios subsisten de inventar falsos dilemas, y sobre estos efugios de la dualidad económica que logra el despilfarro de unos con el racionamiento de otros, resulta significativo que tanto Lenin como Mussolini, putas bien pagadas, callaran por igual; callaran y cayeran...

De la gusa impetuosa por acapararlo todo nacen los tiranos, de la impaciencia de la nada los luchadores que los repelen y, de no sé dónde, mi románico regodeo por las cosas que hacen crac: con ellas, a desavenencia de los traicioneros paracaídas bancarios, uno sabe a física cierta que, después de inferido el vencimiento, no hay recuperación que pueda devolverlas a su estado anterior.

En la fronda caótica de los pensamientos, florecen The Strange Landscapes de Fulvio di Piazza, artista de quien podéis encontrar otras escenas en este blog sobrenatural.

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