26.8.10

SECUESTRÁNDOME


Existe un principio clásico en la profesión: no tomar a los consumidores por estúpidos, pero sobre todo no olvidar nunca que lo son.
GRUPO MARCUSE
De la miseria humana en el medio publicitario

Si fuera un pelín más cínico (valga también menos escrupuloso), montaría una ONG (Organización Necesitada del Gobierno) y elegiría un escenario rentable para mis operaciones vacunadas por la opinión pública contra la sospecha, lugares depauperados que ofrezcan mano de obra a precios de escándalo y autoridades fácilmente sobornables; quizá el norte de África o alguna región difusa en las selvas de Centroamérica, la cuestión sería objeto de estudio para el departamento de marketing. Aunque la tentación sea grande, no podría llamar a mi empresa Mercenarios Sin Fronteras, Invasión Solidaria, Chantajes Unidos o Sicarios de la Paz porque estas tribus de necrófilos y especialistas en el blanqueo de finanzas con mácula existen con nombres muy parecidos y gozan de buen predicamento. A continuación, para darme publicidad y obtener una liquidez inmediata libre de impuestos, fingiría un secuestro que atribuiría a una franquicia local de la agencia que patentó la última moda en terrorismo internacional, pues la amenaza terrorista está para eso y mucho más, otros la inculparon antes con notable éxito. Entre las exigencias del guión, tendría que entorpecer las negociaciones durante el tiempo suficiente para ganar prestigio como víctima y valor comercial como presa, tiempo que aprovecharía para viajar en la clase preferente de mis apetitos por los rincones más exóticos del mundo dejándome crecer un matojo facial que me sirva de mascarada aciaga frente al mundo. Cuando me sienta agotado o se acaben mis fondos, lo que antes suceda, enviaré un ultimátum al gobierno del país donde tengo la sede y exigiré en rescate una cantidad que me permita seguir ampliando humanitariamente mi negocio. Da igual que la sociedad con la que está en deuda ese gobierno se hallé estancada en una cenagosa fase de crisis económica, lo importante es que en los subterráneos del trapicheo global se comenta que dicho Estado tiene fama de ser dispendioso, de pagar pronto y sin plantear problemas a granujas de toda laya. Tampoco es ningún secreto que muchos de esos canallas se encuentran dentro de sus fronteras y pasan con relativa facilidad a tener nómina en calidad de asesores al servicio de los cargos públicos de turno; incluso abundan los compatriotas que se jactan de haber puesto al peor de ellos al timón otorgándole privilegios de monarca, un lobo guardando al rebaño... Por supuesto, el rescate incluirá cobertura inmunitaria a los actores que han posado para los medios haciéndose pasar por mis secuestradores y con quienes he compartido venturosos momentos en la pasarela televisiva. Finalmente, cuando el entuerto quede resuelto (no aclarado, sino remunerado y blindado a las investigaciones críticas que pudieran hacer mofa de las instancias oficiales implicadas), llegaré triunfante a mi ciudad natal y seré recibido en baño de multitudes entre aplausos que sonarán sinceros y un alud de actos conmemorativos a los que rehusaré acudir por sentirme exhausto. El colofón lo pondrán mis ilustres camaradas de retaguardia, quienes anunciarán mediante un comunicado que seguiremos luchando con tesón y coraje para poder ayudar a las familias que, carentes de los recursos elementales, sería un crimen privar del altruismo de nuestras campañas.

Si fuera menos escrupuloso (valga también un pelín más cínico), permitiría que el lector atento decidiese hasta qué punto cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Puesto que el mercado recurre en ocasiones al talento de los artistas como herramienta de impacto propagandístico (a falta de buenos creadores los publicistas deben conformarse con sus comandos creativos), el finlandés Akeselli Gallen-Kallela, ilustrador del Kalevala (poema épico escandinavo equiparable a los cantares de gesta medievales), no fue una excepción y en 1907 percibió el potencial lucrativo de asociar la velocidad de un descapotable color sangre con el desnudo de una mujer extasiada en la litografía hecha por encargo, a modo de cartel, para la Bil-Bol.

16.8.10

KRANOG



En mi cabeza cada cabello piensa en otra cosa.
Vicente HUIDOBRO
Altazor

En un universo paralelo no muy distinto de nuestra ficción multitudinaria, yo escribí una novela negra de atributos visionarios titulada Llamamiento a los caídos en la que tangencialmente mencionaba que el MIT, en colaboración con la Genius Company (una corporación internacional especializada en fabricar ilusiones para los ricos), desarrolló un biomanoide de «naturaleza íntegramente artificial» bautizado Liberto Freedman por sus creadores y transfigurado por sí mismo en el Frankenstein de la Era Digital gracias a una biografía repleta de episodios que rayan lo fabuloso.

Tras una colorista ebullición publicitaria que lo exhibió por los platós de teleadicción hasta mustiarlo como vulva de meretriz poligonera («una criatura casi perfecta fruto de la imperfección humana», según la última encíclica del papa Bribión I o William Henry Gates III antes de travestirse para el Altísimo), trabajó en el comité de árbitros del proceso de revisión por pares de la prestigiosa revista Artifice (trasunto de Nature, no os quepa duda) para sufrir poco después una profunda crisis existencial que le indujo a sabotear su carrera con una controversia, de características similares al Escándalo Bogdanov, que puso en solfa a la comunidad de físicos teóricos. Al ser repudiado por quienes lo habían aupado, eligió como exilio voluntario un lupanar de Río de Janeiro donde estableció, junto a su primer círculo de adeptos, una base para el Frente Rezagado de Caín, la autoproclamada «senda de la demolición interior» que servía de complemento espiritual al Frente Adelantado de Caín, una organización apostrofada de terrorista por los gobiernos que desde siempre han pretendido monopolizar el horror.

Concluido su apostolado nihilista, Liberto se suicidó por la mera fuerza de su pensamiento al concebir su creación matemática más debatida y compleja: el Número Óseo. Sobre su cadáver, reposaba manuscrito El cruel arte de la noluntad, un salterio que expone por etapas la filosofía del Kranog a modo de magisterio nulificante (la palabra se me atravesó en un sueño) en el que la predisposición a encarnar actitudes insoportables se lleva hasta el paroxismo de fundir en cada ser el yunque con el martillo, la víctima con el criminal, el citoplasma con el vacío, por medio de una praxis que matiza la senda hacia la sepultura perfilada por Quevedo: «Dichoso serás, y sabio habrás sido, si cuando la muerte venga no te quitare sino la vida solamente». En exclusiva para vosotros, he aquí su primera docena de salmos:

1. ¡Benditos sean los autistas, ellos han roto el camino!

2. Hay mayor grandeza en abandonarse a las carencias de lo truncado que en querer completarse para el olvido. A quien abdica de su voluntad, todo le es dado en la negación soberana del mundo y nunca más tendrá que cargar con la vergüenza de ganarse la vida, de cuyos sofismas y motivaciones se burlará con esa amplitud de mirada que sólo alcanzan los muertos.

3. La verdadera aventura del conocimiento empieza cuando a uno dejan de pasarle cosas; cuando uno se entrega derrotado al bloqueo.

4. La ambición de la inacción, de no tener en cuenta los deseos que pretenden doblegarnos, de despreciar al simio que se cree alguien en nombre del simio que ya no es nadie.

5. La pasividad que nace del hastío para relacionarse con los otros, el desdén apático de no albergar más esperanza que la de culminar el aislamiento en una monótona suficiencia, la soltura en renunciar ante el menor indicio de pasión y de escupir veneno sobre las propias ganas cuando el único imperativo que se ha adoptado como válido es el desaliento, todo ello, no son sino las reglas sublimes y delicadas del arte de arruinarse a sí mismo.

6. No asirse a nada, excepto a los horrores sutiles de la propia descomposición, constituye el tesoro de una visión que ninguna experiencia posterior puede borrar y desde la cual la correspondencia con los anhelos humanos resulta imposible porque todo movimiento contribuye a la caída en una sola dirección: la oscuridad absoluta.

7. Continuar viviendo cuando cada instante nos recuerda que deberíamos perecer, supone, más que un aplazamiento por cobardía, un amargo refinamiento que agudiza en el alma la conciencia de su podredumbre con un préstamo de muerte que será un suicidio del suicidio para que nada sobreviva a la decadencia del ánimo y así, cuando haya que matarse, no haya por fin nada que matar.

8. Mi cansancio es el anagrama de mi desolación y una metáfora de mi libertad por el desprendimiento, pues no necesito actuar para sentirme vivo, ni viajar para sentirme fluir, ni triunfar para sentirme grande, ni competir para sentirme útil, ni ser admirado para sentirme seguro. Mi cansancio es más listo que yo, por eso lo acato.

9. Me entusiasmo con ligereza por cualquier nimiedad porque sé que muy pronto me cansaré de ella, incluso antes de que pueda hacer algo por obtenerla.

10. La pregunta del hombre es la respuesta a una ausencia.

11. La diferencia entre renacer y resucitar es que en el primer caso se vuelve a la vida con renovada pujanza para hacer de voluntades realidades, mientras que en el segundo falta el convencimiento necesario para poder salir de ella y las realidades, en vez de reanudarse, se deshacen corroídas en noluntades. El primer pensamiento cabal de un resucitado estará dedicado a la perpetua vanidad de los mortales, pero la flecha emponzoñada de su intención se orientará contra sí mismo por verse desterrado de su único hogar, la tumba.

12. ¡Cuánto celebra el sujeto hundido en el lodo de sus tedios la alegría que se posa efímera recordándole que hubo un tiempo de ilusiones, que otra vida aún es posible, mas no para él! El leve peso de esa alegría es justo lo que le faltaba para terminar de hundirse.

Tanto los siameses unidos por la pelvis como el sátiro de alado rulé proceden del libro de grabados que Giovanni Battista de Cavalieri hizo publicar en 1585.

14.8.10

ASCESIS


Cuando ni gemimos ni nos encolerizamos ante lo que nos disgusta, no queda más que una actitud: la burla. Es ésta una posición desde la que no pretendemos matar al adversario, sino, en todo caso, hacer que se suicide.
Wenceslao FERNÁNDEZ FLÓREZ
El humor en la literatura

¿Es necesario que lo diga? Desprecio a mis congéneres, anhelo el exterminio de mi asquerosa especie, un magno antropocidio, pero hasta donde me es posible decidir en mi radio de acción e influencia no lo promuevo porque sé que el crimen sanguinario nunca es perfecto y deja tras de sí furibundas secuelas que intervienen como un poderoso excitante de la vida humana, vida que, puestos a elegir, prefiero ver como se hunde y apaga por sí sola a la vez que cultivo mi propia fórmula de ascesis: no dejarse, sino dejar ser; no dejar de ser, sino dejarse de ser.

Cuando estés en disposición de maldecir a tu madre por la insensatez de haberte parido, alzaré mi copa señera en señal de amistad y beberé sin pudor el licor más fuerte de mi bodega deseándote una buena muerte, una muerte lúcida y tempestiva, una muerte en sosiego bienvenida, porque entonces, seas quien seas, te consideraré digno de mi rango: mejor planeta vencido que satélite convencido.

Juguetón, irascible y vigoroso, hasta el Pan congelado por Atget representa con gracia la naturaleza esquiva de esta divinidad agreste. Los testimonios acerca de su genealogía son dispares, aunque generalmente se lo considera hijo de Hermes y Penélope, la esposa de Odiseo, o así al menos lo creían los antiguos griegos. También se ha especulado mucho sobre su nombre, y si hemos de creer la tesis propuesta por Platón su razón de ser hay que buscarla en el deleite que Pan instilaba en el corazón de todos los dioses.

9.8.10

INTRATABLE


Habiendo un hombre hallado
una gran suma de oro,
el dogal arrojó con que intentaba
acortarse la vida.
Otro que perdió el oro, no hallándolo,
halló el dogal, y se quitó la vida.
PLATÓN

Algo que rara vez advierten quienes padecen alergias de síntomas reivindicativos es que el culto a lo popular que aspira a concitar bríos no está inspirado en la empatía con una supuesta urgencia emancipadora de las masas de miserables, sino en una veleidad burguesa deudora de un complejo de culpa secular que también se detecta en el humanitarismo filantrópico de ahora y de siempre. Seamos honestos en cuanto al origen de los afectos que se disfrazan con los harapos de la indignación moral, es lo mínimo que puede exigirse a la comunidad llegados al agotamiento de la hipocresía que ha lubricado con verdadero talento prostibulario el aparato de toda ideología política: al obrero, así como al aristócrata, al monarca, al religioso, y a cuantas categorías de espantajos sociales se nos presenten, sólo cabe odiarlo en justicia y tal es el fermento de una revolución que nunca se ha hecho; de una revolución inaprensible que tiene a sus protagonistas desconectados por necesidad, por un exceso de celo o quizá por la convergencia de ambos extremos en lo inédito: la revolución minoritaria de los inauditos, esos seres adustos y difícilmente gobernables entre los cuales me cuento más por deserción del mundo que por gusto. Nadie elige el asco por bandera, aunque asco sea esto que ondea.

Desde el otro lado de la luna os mira Witkacy, otro soberano intratable que, además –al contrario de lo que le sucede a este cronista cansado–, resultó ser un genio.
 
Licencia Creative Commons
Esta obra, protegida por derechos de autor, está bajo una Licencia Creative Commons