No me saques sin razón ni me guardes sin honor.
Divisa tomada de una navaja española del s. XVII
Si tal como asegura el sociólogo Miguel Ángel Campos «aquello que se oculta no puede estar sino dentro del mismo ser que anhela el hallazgo», nuestras sospechas podrían ser un valioso instrumento de prospección que podríamos dirigir a las zonas grises de la actividad humana con el fin de extraer materiales encubiertos o camuflados. Para no abundar en vanidades, el esfuerzo desarrollado precisaría de una estructuración táctica a la que quisiera hacer una primera aportación con ayuda de un contraste: mientras que la pareidolia es un fenómeno psicológico mediante el cual un estímulo vago, generalmente una imagen, es completado erróneamente por la percepción como una figura reconocible (por ejemplo, las caras que vemos en los cúmulos de nubes), el método de evaluación suspicaz alude a un proceso crítico de interceptación cognitiva que consiste en detectar a partir de un dato explícito, habitualmente una noticia, un hecho impreciso pero probable que se pretende ocultar al público por su carácter polémico, dañino o de naturaleza conspirativa.
El M.E.S. se apoya en diversas técnicas transductivas de razonamiento que transforman las referencias estudiadas en nociones de distinta condición y relevancia; entre estas técnicas, destacan la sistemática puesta en duda de la presentación oficial de un acontecimiento, la búsqueda exhaustiva y escalonada de intereses latentes, la asociación espontánea de ideas y la ruptura paradójica de la relación sujeto/objeto preconizada por la filosofía zen. Para ello, debe someter a un bombardeo irracional la información recibida, fragmentar en porciones mínimas cada mensaje y conectar su contenido con cualquier otro suceso a modo de tratamiento de choque que facilite una reconstrucción argumental del asunto presumido donde todas las piezas, tanto las conocidas como las estimadas, encajen de forma fehaciente. Guarda semejanza con el
método paranoico-crítico inventado por Dalí por su valoración positiva de las interpretaciones delirantes (la realidad, aunque sujeta al cálculo de probabilidades, rara vez es previsible y menos aún verosímil), pero no sólo excede los propósitos meramente creativos de aquél, sino que difiere en su enfoque pragmático: más que eliminar filtros, trata de establecerlos en función de criterios aleatorios no restrictivos que sirvan de revulsivo al pensamiento y lo liberen, en sus cauces y en sus representaciones, de las trabas usuales, en especial de los prejuicios subliminales y de los no menos engañosos condicionamientos morales.
En el gráfico, la visión esquemática de una de las teorías más imaginativas que ha generado el M.E.S., el modelo de la Tierra Hueca, que fue popularizado en el siglo XIX gracias a las conferencias impartidas por John Cleves Symmes, oficial del ejército estadounidense. No es lugar para extenderse sobre la cantidad de reverberaciones que ha estimulado esta hipótesis, pero baste decir que plantea incógnitas muy congruentes que incitan a concebir respuestas estremecedoras.