Duermo cuando sueño lo que no existe; me despierto cuando sueño lo que puede existir.
Fernando PESSOA
El libro del desasosiego
1. Existen sueños que anticipan lo que sucederá si la voluntad no interviene en la gestión de las circunstancias. Y existen otros que se adelantan a sí mismos posibilitando la participación activa de la conciencia, que brega con cada matiz para espantar la pesadilla, rata ubicua en las tuberías del subconsciente, mensajera de los pozos abiertos a un pasado tenebroso y voraz que sigue latiendo, emergiendo cual diáfano marfil antediluviano que no ha dejado de morder desde la duermevela inquieta del primer reptil.
2. ESCULPIENDO OLAS. Miradas ambiguas que aseguran la intensidad más dramática, cartografiando el horror extenuado que nos produce despertar de una disolución progresiva del ser en las aguas extraviadas de su barro. Cuando la ensoñación alimenta con elementos ajenos miedos íntimos, se subvierten los vicios oníricos creando nuevos géneros de pesadilla, formas inéditas de deformarse. Pesadillas en las que se acierta a comprender que se está soñando sin que por ello quepa la opción de manejarse; extrañas y líquidas vigilias observadas desde ahora como sueños injertados en el alma que habrá que moldear para salir.
3. Despierto sólo significa en el umbral de una frontera opaca, permeable por algunos puntos, que nos sitúa sobre un océano de experiencias como una densa gota adherida a la telaraña de invisibles sueños mayores.
4. No hay jerarquías de estados de conciencia, sino vástagos y raíces que remiten a un tronco común donde las savias periféricas se embriagan, se sueñan y evaporan juntas.
5. La vida se cohesiona durante el sueño, pero el sueño se pulveriza durante la vida.
6. Soñar es la mejor referencia para seguir viviendo. Cuando la pierdes, no encuentras ni la muerte.
7. Freud se equivocaba —quizá porque soñaba a medias—. Los sueños no son explosiones de deseos frustrados, sino que los deseos son sueños sin activar.
8. VISIÓN AGÓNICA. Cuando el sueño surge despierto sin que lo invoquemos, se establece un sospechoso delirio e inmediatamente se piensa en alguna forma barroca de alteración mental. Pero la embrionaria, auténtica locura, aparece cuando la lucidez extrema florece en los antípodas enrarecidos de la ensoñación. Realmente, es como si la excitación nerviosa no tuviera suficiente exprimiendo las vigilias y gustara de invadir el sueño configurando inversamente su patrón funcional, aunque también es factible que esta dimensión perpendicular sea el último grito desesperado de una conciencia herida que se arrulla con su sangre dormida.
9. Soñar es percibir interiormente la actividad sibilina del autoplegamiento, que es el medio para desplegar la realidad velada de la materia. Soñar sabiendo que se sueña es contemplar enteramente ese proceso perceptivo tras haber saltado fuera de órbita, como un satélite fantasmal de otro satélite. Soñar despierto es permitirse la opulencia de que esa facultad se desborde y anegue espacios que normalmente sólo le corresponden en el ámbito subterráneo, donde la voluntad se quiere irreal.
10. El crepúsculo de una vida, como el de un día, es la aurora de un sueño que reclama su histórica hegemonía.
11. Si la vida fuese una temporada semidespierta interpolada entre dos grandes sueños, lo aparentemente natural sería recordar la fase precedente o presagiar la venidera, si no con coherencia, al menos con relámpagos. Es más lógico —y la lógica rara vez es compatible con la verdad— valorar la vida como un sueño soñante que despertará si no se desvanece antes en la desembocadura intangible de otra pesadilla orgánica.
12. Nadie puede penetrar en la mente de un soñador, pero tampoco nadie se ha fugado de ella.
13. Si pudiera elegir entre vivir soñando o soñar viviendo —suponiendo que ambas rutas no coincidan en su destino—, creo que me inclinaría por la primera opción; tal vez sea éste el capricho que descubre el pasajero del opio cuando inicia su alado buceo. Lo triste es presentir que de tanto soñar se derivaría a la muerte insípida y recurrente de un sueño sin sueños.
14. Sospecho que lo he dicho en otra parte —acaso con palabras más idóneas—, pero no puedo resistirlo: los sueños no merecen realizarse —importarían su propia decadencia—, es la realidad la que debe ser soñada... ¿Me contradigo? ¿quién me soy que ya no soy? La materialización de los sueños es desear absorber la realidad; la ensoñación de la materia es realizar los sueños del deseo.
15. De los sueños he aprendido una tercera parte de lo que sé; el resto me viene de las pesadillas, fieles compañeras nocturnas que me violan desde la infancia, etapa mórbida que recuerdo blasonada de un horror incontrolable y acechante cual una sombra sin autor.
16. Diariamente, a todas horas, en cada segundo inmolado soy otro, pero ninguno de ellos soy yo. Y en este sueño recurrente me deslizo por un cuerpo que me olvida, por un alma viscosa que me sigue, me persigue, vampirizando mis coordenadas vitales.
17. Tan tronado estoy de usarme que ya no trueno en el abuso. Sólo mis sueños, con sus intrínsecas tormentas verazmente imposibles, me deparan torturas dignas de ser sufridas, pues reconozco en sus rigores el peculiar estilo de amarme, la pertenencia exclusiva de mis ambivalentes venenos. Por eso me resulta tan odioso que a la injusticia de que cualquiera pueda soñar se le añada la fiesta invertida de pesadillear; ciertos placeres oscuros se envilecen cuando acceden al dominio público y su pagana monstruosidad, disecada por las fórmulas beatas del psicoanálisis cotidiano, se esfuma dejando únicamente el ectoplasma agridulce de un espectáculo gratuito.
18. La grandeza no reside en los actos, sino en los sueños... ¿y quién ha dicho que los hechos no sean sueños?
19. Sin el fabuloso recurso de la ensoñación, tiempo ha que dormiría eternamente...
20. Cuando la materia sea tan dúctil a nuestra voluntad como el espíritu lo es para el sueño, despertaremos.
21. Arte es soñar la materia desde la promiscuidad de las formas.
22. Comienzo la lectura de un libro y, a la media hora escasa, lo dejo con un principio de hastío. Después de cenar, inició otro libro que versa sobre el poder latente de la subconsciencia. El sueño se adueña de mí y aborto la lectura en la página veintiuna. Entonces, un impulso inusual me anima a consultar el separador del libro diurno: página veintiuna. Dos días después me ocurrió lo mismo con la página cuarenta y dos.
23. Si he soñado contigo, ya eres parte de mi red. Un tejido firme pero sutil proyecta nuestro espíritu hacia las umbrías del mundo, que también nos sueña.
24. Quien se distancia del mundo para tomar perspectiva, se venga de su aislamiento con un tentador punto de mira. Los grandes delirios colectivos, las convulsiones históricas, fermentaron inicialmente en las lejanas celdas de un soñador.
25. El género humano es la frustración del solitario y la factura del sueño.
26. La pesadilla es el eterno retorno de lo real en el olvido.
27. Si hurtas calorías a los sueños, pronto arderás en la pesadilla.
28. Si el sueño de la razón produce monstruos, ¿qué producen las ensoñaciones de los monstruos?
29. El sueño precede a la razón, pero ésta sólo es un presagio de la irresolución universal, el sueño de sueños.
30. Ensoñar es sumergirse en el ronquido cósmico desde la actividad alegórica del inconsciente colectivo con la inseguridad de la consciencia individual.
31. Tener en cuenta no sólo el significado de los sueños, sino la substancia: eventos energéticos que suceden a la vuelta de la realidad.
32. Hoy vivimos cotidianamente lo que en otro tiempo fueron sueños extraordinarios.
33. El universo mece con su movimiento el sueño absoluto. Sueño en vida; vida surgida y perdida en sueño, como un beso poseso de gusano dentro de una manzana. Sueño pulsante; pulsaciones astronómicas de un ciclo onírico continuo.
Fuente: El libro de fuego. Inédito. 1998.