22.12.16

DE LA OBSTRUCCIÓN DE SÍ: UN EJEMPLO

Jan Lievens, Naturaleza muerta con libros
A todos los que sufren por la inadaptación de un ser querido, empezando por la del ser no querido

Que bramen enfurecidos los vientos, agitando las olas sobre los restos del naufragio: tú, fiado en la firmeza de tu inconmovible atrincheramiento, verás fluir serenos tus días y podrás desafiar los elementos.
BOECIO
La consolación de la filosofía

Nunca me lamento con gracia delante de mí: habida cuenta de la cantidad de lectores desconocidos a quienes me confío, hacerlo sería escatimar el pacto de franqueza alcanzado entre los taciturnos aliados a ambos lados del vítreo. Pixelaciones mentales aparte en la captura confesada de mis contumacias, bien puede ser este tan mal momento como cualquier otro para evocar un recuerdo asaz significativo sobre mi temprano espíritu de deserción. No me obsta para ello que lustrando estos clavos trasnochados cometa contra el propósito inicial de firmeza la apariencia de impartir una lección de flaqueza. Con desvergüenza torera, pues, bajo mi traje vivo de cueros la faena va por ustedes...

Ya en la pubertad, cuando soplaba no más de trece años, empecé a desmembrarme del convencimiento necesario para hacer conmigo un proyecto de vida. ¡Cómo me hubiera encantado entonces evaporarme antes de cruzar el Rubicón de la mayoría de edad! Tanto me lo repetía de la noche al despertar confundiendo parodia de la adultez con prolepsis, y tanto del despertar a la noche buscando en el futuro negado un presente imposible, que no supe sino tentarme a dar por cumplido, con mi emergido desarraigo, un destino truncado en agraz. ¡Qué angustia y a la vez qué nivel de autonomía frente a mi biografía en aquel fuliginoso acceso a la adolescencia! Sólo acertaba a buscarle guasa a los estudios, a coquetear con el misterio terrible que me alejaba de las diversiones normales y a sentir como un insulto el chantaje insulso de las responsabilidades subordinadas al porvenir. Un principio de avidez por saber ora cobraba pujanza en mí, ora se desinflaba en forma de asco a la menor perseverancia, quizá porque la savia de mi atención se hallaba reconcentrada en esa providencia que de seguro, pronto, me barrería. ¿Reventaría en un accidente de moto? Rodado no demasiado el almanaque acabaría sobreviviendo ileso a varios, insuficientes para creerme invulnerable aunque sí lo bastante aparatosos para incitarme a explorar el cauce de mi obsesión necrológica en otras direcciones. ¿Me ahogaría en la tinta de jibia del río donde a diario nadaba en vacaciones? Ojalá un monstruo antediluviano me hubiera arrastrado al fondo con el amorucón de sus secretos. ¿O acaso entraría mi sangre en erupción mediante un paroxismo de entrega a las ménades escogidas dentro de un abanico de ofrecimientos intocables salvo por el arte tornadizo de la fantasía? Mis venas, resistentes, no admitían esa posibilidad; había otras, por supuesto, millones de posibilidades de ser aniquilado a las que no concedía un umbral mínimo de credibilidad, qué ingenuo, como si lo que yo estimara al respecto determinara automáticamente el engranaje de los acontecimientos. Ni elusivo ni adhesivo, me consternaba más la proximidad del atolladero impuesto por el mandato interior de una fecha límite de vida, ese peculiar contrato fáustico al que habría de responder atentando contra mí mismo sin la resolución de una causa previa de perecimiento. Y entretanto, qué bien deflagraba en mi circunstancia La misma vieja historia entonada por nuestro Luzbel santacrucero:

Un adolescente aburrido
es, ciertamente, un paisaje
muy triste
y aún más
sabiendo que hay mujeres
que duermen
con la boca abierta
y docenas de parejas
que se hacen el amor
en chino, francés, árabe
o en el idioma
de los delfines.
Por eso hay tantas butacas
en los cines
y tantas camas en las casas.
Y es que la inteligencia
es erótica
y el arte perfecto
el orgasmo.

Adriaen Coorte, Naturaleza muerta con fresas silvestres
Entre orgasmos, en efecto, hubiera querido extinguirme y nada más. Más que la muerte con su bacanal de reclamos, me aterraba que su promesa fuera un fraude, un desmantelamiento en falso, la prueba de tránsito debida al último paraje del desengaño. Dudaba de todo y todo dudaba de mí. Cuanto más quería cambiar el mundo en un sentido, más me cambiaba el mundo en el inverso. Soñaba que iba de ala y a la que iba en ascenso despertaba en caída libre. Vagaba, divagaba y aún me quedaba, sin embargo, una reserva de fascinación que compartir con aquellos seres dotados de una bondadosa capacidad para el recogimiento, seres a los que amaba sin esfuerzo y entre los cuales podría mencionar con honores de reina en el exilio a mi abuela materna, la única que conservaba la facultad de rezar en una casa donde la mesa solía ser bendecida con blasfemias no siempre para feliz digestión de las tribulaciones cotidianas. Personas como ella tenían lo que hay que tener para asentar el sentimiento antiguo y absoluto de la fe incluso a expensas del lastre que suponían sus creencias; una fe sentida por mí como una suerte de prótesis o como el truco chapucero de proyectar un constructo con el fin de hacerse ilusiones y brindar un tratamiento divino al misérrimo qué de cada quien; un consuelo, en síntesis, y en todo caso una aberración según la vara desmedida del temperamento virginal de mi rebeldía. Que pudiera existir un dios que, siendo parte, fuera además juez supremo vulneraba sobremanera mi noción terrenal de la equidad. Ulteriores experiencias me invitarían a descubrir que las explicaciones teológicas acerca de las realidades humanas tienen sobre las de otro tipo la ventaja de mantener a nuestra especie en el punto justo, un lugar intermedio entre el firmamento y el inframundo, así como el patrimonio simbólico de haber tendido puentes tenaces entre el mito y la historia por donde la inteligencia puede conectar la orilla de la imaginación a la orilla de la sustancia sin precipitarse en la maraña de los abismos. De los horrores vencidos obtiene la sabiduría el poder que irradian sus mejores formulaciones en concepto de grandeza, indicio cierto de que allí donde un templo se funda sólido en las almas sus raíces han recibido el don de ser alimentadas por un abismo contenido.

Cuanto más en verdad miraba dentro y fuera de mí, tanto más motivo hallaba para dolerme del mundo. Con frecuencia y con menos curiosidad que amargura concluía que mi deber moral consistía en suicidarme para impugnar mi determinación, seguidamente, con un raro orgullo de amortajado en vida. Y si por un flanco me reprochaba tener que morir sin haber peleado, acudía por otro a la objeción en mi descargo de estar bregando como un león enclaustrado contra las pautas encalomadas por los demás, convertidos a tal efecto en personificaciones de alguna clase de coacción y en trasuntos, también, de lo que hoy podría denominar invalidez ontológica. Que apuesten por uno, que otros esperen de uno aposturas ajustadas al ideario de las manías comunes, me parecía tan lamentable que decidido estaba a obviarlos a cualquier precio.

Placa de marfil procedente de Nimrud (siglos XIX-VII a. C.)
Un álgebra elemental establece que en el combate con y contra uno mismo, igual que en el trabado a cara y a sombra con la vertiente exterior de los hechos, quien se alza con la victoria no es otro que el perdedor. Dada mi falta de espejismo para el menor compromiso productivo seguí ensayando lo que mejor hacía desde niño: ficciones, expansiones figuradas que comenzaban a depararme nuevas formas de pensar la acción que me rehuía, es decir, los consabidos subterfugios pensados al aderezo de la irrealización personal. Desancorado en esos fabuladeros se me fue arremolinando el pensamiento como un adictivo pienso, como un sustento de gárgola —¡ay, la gargolidad!— que identifica a quienes poseen la nostalgia de no haber existido jamás. El pasado, al que nada podía añadir sin mentira ni quitar sin olvido, me parecía un género degenerado por su carácter irreparable, mientras que el futuro me suscitaba en paralelo una pereza tremenda y fatalista, equiparable al rechazo que un carácter no doblegado por el miedo a estarse quieto experimentaría al verse conminado a disputar una carrera de obstáculos en pos de un agujero negro. ¿Necesitaba yo correr tras el jadeo universal que ya tenía en mí? 

Repudiados con encono de réprobo todos los deberes, repudiados hasta descomponer el deseo de perseguir placeres de los que no sin desgarro me autoexcluía, apenas quedaba vigor en mí para el sufrimiento de elegir entre arrancarme de la escena o afianzarme en el montaje; a nada, por ende, me resistía más que a tomar ese arbitraje. En modo alguno quería ser voluntad y menos aún duración a voluntad. Segundo a segundo, demoraba en este dilema escueto mis eternidades de prisionero. Sujeto a la caverna de mi mente se agitaba la ferocidad de un animal de destierro cazado por la vida.

Así estridulaba yo y así callaba, cargado de profundidades que anhelaban saltar más allá del tiempo a través de lágrimas en las que nunca lograba persuadirme de la mucha ausencia invocada desde la escasa presencia que era. ¿Debería asombrarme por haber dedicado la energía de las cuatro décadas que atesoro a traicionar mi predisposición al abandono con el quebranto exacto transmitido por el pesaje de los actos? Ser una báscula de la Creación y no ser infiel mal que me pese, he ahí la tarea en que he fijado mi tara. 

6.12.16

¿PARA QUÉ MÁS?

Jan Matejko
Preguntaron a un asceta: «¿Cómo ves el tiempo?» Respondió: «Descompone los cuerpos y renueva las penas».
Yosef ben SABARRA
El libro de los entretenimientos

1

No debe tenerse en mucho la vida si dispuesta se la quiere a soportarse.

2

No te pierdas por ganar una posición más respetable, respétate por ganar tu posición más genuina, que como bien sabes no es otra que la de hallarte fuera de lugar.

3

Intimemos con el pesimismo sin sentirnos pésimos por no ser óptimos para creer con optimismo en las tribulaciones de los males logrados y de los bienes malogrados. Reconozcamos en el tenebrismo filosófico la manera menos fraudulenta de contemplar la desolladura de ser lo que somos entre bichos, sabandijas, quimeras y follajes.

4

El desdoblamiento es la trampa lógica de la mente porque también lo es del medio donde atrapado está el que cavila.

5

Pretender que fondo y forma sean a la par originales e inteligibles es algo reservado a los genios; quienes no lo somos, a trancas y barrancas le arrancamos algún espasmo reseñable a la mediocridad.

6

No estar por la labor de ser legible a toda costa, pero saber entregarle con luminosa pulcritud todo el significado a quien se decida a dar un salto de comprensión a la oscuridad.

7

El del libelo es un género en que se hacen digresiones impersonales en un tono que compromete en demasía lo personal; el autor de máximas y sentencias morales, en cambio, es brillante cuando tiene el acumen de hablar de sí mismo de una manera tan impersonal que resulta ineludible sentirse objeto de sus reflexiones.

8

Siéntese peregrino de la eternidad el genio humano cuando lo es sólo de la historia, y aunque por él se deslizan misterios infinitos viajan tan vacíos como el aliento que cada quien ha de llenar con la fecundidad de su imaginación.

9

Lo escucho de soslayo en una taberna: «Absolutamente todo conduce absolutamente a nada». Y me muerdo dando un trago las ganas de replicar: «¡Absolutamente indemostrable!». Por todo y por nada, mejor así.

10

A todos oigo demasiado alto, incluso enclaustrado en la distancia. Los kilómetros de soledad, más que silenciarlos, traen a rachas esquirlas de sus voces a los bagazos que de ellos llevo conmigo.

11

Nuestro apego a la ventriloquía del yo nos impide sufrir, como hacen otros animales, en silencio. Añádase como cargo a la causa general contra la especie humana.

12

Cuando alguien jactancioso abre la boca busco el punto débil de su exposición y ataco sin piedad sus reductos. Sería injusto que tuviera conmigo mayor deferencia.

13 

«Las leyes se hicieron para los malos», he vuelto a leer en Zabaleta, quien procura dar a entender que la razón de las mismas está en favorecer la buena conducta. Quizá le faltara suspicacia para denunciar que las leyes han sido hechas, no en menor volumen, para que a ellos, los malos, no haya desvelo de ajena probidad que los debele. A la ley concebida como el orto de la negociación, como derecho, siempre la ha precedido la ley de Caín que honra al asesino, alaba las potencias eruptivas de la discordia y detesta la mesura.

14

Mejor que las leyes imperantes en un Estado explica el estado que allí reina el hecho de que acudan antes al siniestro la policía y los gacetilleros que las ambulancias.

15

Respetar la virtud de una exigencia ética en una situación en la que sería más rentable no tenerla en consideración o más fácil seguir el reclamo primario de la emoción, equivale a reservar una parte de la realidad a una perla de sentido insobornable por el yo y por el tú; representa una ofrenda a lo más acendrado y sutil que puede dar de sí la naturaleza humana: génesis creativa de la consagración, aptitud para el prurito de un hacer sacro, de hacerse venero de venerables detenimientos.

16

Cuanto más se posee materialmente tanto más fácil es arruinarse espiritualmente. Lo inverso, por supuesto, no es necesariamente cierto: a muchas miserias solo se ajusta el alma miserablemente.

17

Andar en busca de la aprobación de los demás ¿acaso no supone corromper el valor de la propia búsqueda de la verdad?

18

Bueno es que la conciencia de los desastres que acarrean las pasiones ocupe el trono donde se hacían obedecer.

19

Alto es el precio de mantener la coherencia, pero la incoherencia —uf— se puede pagar con la gloria.

20

Quien tras el éxito corre quiérelo todo menos el propio exĭtus, salir de todo.

21

No es fácil conquistar a otro si no se cree esperanzado.

22

Más allá de su propia conveniencia las personas inteligentes quieren aprender; las restantes se contentan con lo que saben, que suele ser menos de lo que piensan y aún menos de lo que les convendría pensar.

23

Si en vez de redes las llamaran redadas sociales, ¿se sentirían más seguros los atrapados en ellas? Uno se permite rayar el desvarío al conjeturar que alguna clase fisgona de demiurgo creó unos cuantos espíritus libres y a los demás, sencillamente, los puso en línea.

24

Ya que tanto desdeñan las hordas directivas a los trabajadores, ¿por qué no desdeñan explotarlos igualmente?

25

Si supiéramos hasta qué punto exacerba la fe política o religiosa el anhelo de machacarnos y de machacar a otros, es muy probable que nadie depusiese por ello su furor, pero al menos se condenaría al ostracismo del pudor el exhibicionismo de tanta doctrina nociva.

26

Erigir monumentos a los déspotas u oponerse a su retirada cuando su mando funesto ha concluido es loar el fratricidio. En un perímetro que daría para varias horas de viaje desde el centro donde escribo todavía son muchos los monumentos de este tipo que quedan en pie y muchos más los tipos que siguen berreando himnos torvos a sus pies.

27

No adherirse al mundo, a ningún mundo, es la clave del dominio interior y de la valentía exterior.

28

No hacer planes tampoco evitará la experiencia de la decepción de sí mismo por no haberlos cumplido, pues siempre quedará latente y sin consuelo la incertidumbre de saber de qué hubiera sido uno capaz de tomarse un poco en serio su existencia.

29

Las decisiones más reflexivas no pueden producir más que efectos incompletos, acordes por otra parte con nuestra incompleta composición de la realidad, mas una decisión desviada puede encerrar más justicia que una conveniente y un tropiezo revelar más esplendor que un avance.

30

Muy excepcionalmente acompaña la grandeza a los humanos y nunca se la ha visto emparejada con quienes viven obsesionados con no ser pequeños.

31

La Tierra es maternal, por eso mismo no es de fiar. Gira y gira con el ansia de su vientre feraz, agitada por un hambre infernal de seres a los que solo puede abrazar en la tumba y amar como carburante.

32

¿Qué te hace pensar que la vida es mejor destino que la extinción? Por abismal que sea la verdad, es en la fragua de las profundidades presentes en cada ser humano donde el espíritu se descubre retado por los enigmas de la naturaleza, que son también los suyos, y asediado por las lacras de una trayectoria evolutiva demasiado vetusta para cambiar de programa y demasiado joven para dejar de batallar contra los númenes sublevados de la clarividencia.

33

Una característica del sentimiento temporal de lo inmutable es que a medida que los años empujan hacia delante generando un interés menguante por el futuro, la atención se desplaza simultáneamente hacia atrás en cuanto incumbe no solo al recorrido de las propias vivencias, sino al campo de las imantaciones históricas.

34

Permanecen más las huellas de las patadas que de las caricias recibidas. Habrá que acariciar más fuerte y golpear más flojo.

35

Nada prueba la antigüedad de una idea contra su vigencia, como tampoco la novedad en favor de su validez.

36

«Atente al consejo de tu corazón, porque nadie te será más fiel», preconiza el nada mal percutido Eclesiástico. Que un coro puede arder en el pecho con cada repique es canto sabido; el error acusmático de quien escucha las varias voces de su corazón está en creerlo dividido en acúfenos cuando apenas rompe a multiplicar sus armonías.

37

Encuentro que la voluptuosidad de perder irremediablemente a la persona amada pertenece a un orden anímico muy superior no solo a la voluntad de conservarla, sino de mimarla, y no obstante, ¿qué superioridad cometería la bajeza de disuadirnos de cuidar a quien nos cuida?

38

Si a juicio del mordaz y habitualmente preciso lord Byron «el amor es lo único que hay que ganarse en la vida, todo lo demás se puede conseguir robando», ¿qué decir de robarse a sí mismo echando a perder el amor ganado? Al igual que se puede vivir sin ilusiones, todavía es posible amar cuando esa facultad funciona solo a expensas de conmover otras, entre las cuales alguna debe haber que contenga la gentileza de devolver más de lo que uno se sustrajo.

39

Ni siquiera en un sentido metafísico soy esposo de mí mismo, como a veces he bromeado aparentar. Para quienquiera que haya pretendido hacerme suyo —yo el primero—, he sido siempre lo que seré, un metal de aleación imposible.

40

Creo que mi existencia carente de propósito es el premio por la execrable afición a los trofeos que padecen mis coetáneos.

41

Hago del día el confesor de mis desilusiones y de la noche la magia de poseerlas.

42

Llevo conmigo el recuerdo de los abismos perdidos como una mancha en mi expediente de fracasos, como un triunfo por la espalda del instinto de preservación.

43

Solamente conozco un modo de ser indulgente con los demás: ser severo conmigo. También conozco los modos de muchos que son severos con los demás porque nada saben que no sea ser indulgentes consigo, lo que de ninguna manera constituye un hecho insólito: a quien no soporta la disciplina en el estrato interior de la conciencia no le resulta incómodo el ejercicio de la arbitrariedad en el exterior.

44

¿Qué dios me ayudará a creer en mí mismo? ¿Qué dios podría convertirme a esa misión sin destruirse? Estoy hecho para desatarme del acto, no para la responsabilidad que desde mico no he dejado de sentir como una empresa de lo más insidiosa.

45

«Trabaja ahora de vivir de tal manera, que en la hora de la muerte puedas antes gozar que temer». Con esta y otras meditaciones de Tomás de Kempis, hacederas como pocas en la adversidad, rizaría el rizo de mi calvicie si al desabrigo de lucirla entendiera que blasfemar contra la supuesta sacralidad de la existencia no es solo un hábito displicente o una especie de herejía contra la divina comedia de la biología, sino más bien un tónico para no doblegarse ante los vahídos pasajeros que comporta ser sensible al trasfondo del erroroso vivir.

46

Vivo en el frenesí de la esterilidad, de una vigorosa anulación de proyectos, del deseo de aprender a petrificarme sin tedio a cada instante y a humillarme ante el cansancio de un modo tan perfecto que ocasione, por sí solo, mi deserción de la materia.

47

Hay lágrimas en cada uno para coadyuvarlo en la disolución del propio ser, un terrón de sal abandonado a toda suerte de espejismos.

48

Soy duro, pero no duro tan solo. También soy tierno. El hueso sin carne no se sostiene.

5.12.16

CINCUENTA BOCADOS MÁS

Eyvind Earle, Hidden Valley
Concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia.
Reinhold NIEBUHR
Plegaria de la serenidad

1

Si pude ser normal, no lo recuerdo; lo que difícilmente olvidaré es que la normalidad me ha perturbado desde que fui puesto en funcionamiento por un acto de lo más común.


Acaban teniendo dueño todos aquellos que no saben ignorar la coerción de sus propios deseos.

3

¡Cómo perdería el tiempo si dejara de dedicarlo a no hacer nada! 

4

A broma tómase uno de joven la misma dimensión temporal que lo abruma en tanto se va agotando. 

5

La presunción de inocencia para la natalidad es cualquier cosa menos un buen punto de partida para la concordia entre los nacidos.

6

Procuremos perfeccionar la moral, no abolirnos en ella ni abolirla en nosotros.

7

Aunque solo sea porque el mal es de una vulgaridad hiriente, debería uno distinguirse por la voluntad de ser bueno. 

8

La angustia del devenir humano ha de ser combatida con armas puras porque no hay angustia que pueda instalarse en el alma sin haberse intoxicado antes con algo impuro. 

9

Para ser excelsas, las buenas acciones han de ocultarse como pecados. 

10

El influjo lunar sigue actuando cuando la luz diurna opaca el astro que lo provoca. Así debe ser la inteligencia del sabio. 

11

A la sabiduría que no se siente trágica solo le queda el embozo del nombre para no saberse irrisoria. 

12

Puesto que en todos los climas éticos hace un tiempo pésimo, téngase a mano siempre un abrigo de impavidez.

13

Verdaderas riquezas son las que, lejos de agotarse, aumentan cuando son regaladas.

14

Quien aumenta su propia fama se venga de sí mismo creyendo vengarse de sus enemigos. 

15

Piensa como si fueras inmortal y actúa, en consecuencia, como si fueses a morir ya. 

16

Ningún hombre es pequeño cuando está solo ni grande cuando está en multitud.

17

Distinguir al necio del lúcido es el primer atisbo de inteligencia. Obrar sin semejanza con el primero, una señal de lucidez. Aceptar que la lucidez es tan voluble y perecedera como la necedad, casi puede llamarse sabiduría. «Y experiencia llamamos a descubrir que lucidez y necedad suelen ir con frecuencia y hasta con agrado de la mano».

18

Adquirir cultura única o principalmente como medio de engreírse es más propio de bárbaros, de libertos y de sujetos entroncados en linajes endogámicos que de espíritus dignos de ser cultivados. 

19

¿Duda metódica? Salvar al método de la mordedura de la duda es una canallada propia de intelectuales hipotecados, no de pensadores audaces. 

20

Sabe el filósofo por anticipado que no encontrará respuestas que satisfagan el disenso de sus interrogantes; sabe, antes de nada y después de todo, que su saber consiste en formular preguntas de manera que no caiga sobre ellas la losa de una conclusión.

21

Menospreciaba en público cada día un hombre prominente a otro de humilde oficio. Aguardó este la ocasión de confrontar jerarquías dirigiéndose a aquel cuando lo vio empavesado por los acólitos que solían lisonjearlo: «Mi trabajo es un defecto para ti, pero tú eres un defecto para la humanidad».

22

Descuidado habita en uno el valor de la felicidad cuando es feliz y añorado se aquilata contra uno cuando no lo es. 

23

Tan seguro del truismo que ahora lees debes estar de que la suerte sonriente también mostrará el diente.

24

Tanta soberbia hay en la renuncia a las ambiciones que solo por sarcasmo contra sí mismo puede el orgullo reconocerse superado por el orgullo de negarse. 

25

Cada invierno que pasa afloja una vuelta a la memoria y aprieta otra vuelta a la fatiga de seguir. 

26

Con la edad mi pensamiento se vuelve más flexible y mi corazón menos indulgente... ¿No sería lo contrario sino una mueca prolongada de la adolescencia?

27

Ingenuo a pesar de los pesares, quizá me consienta envejecer por averiguar si la vida, tras haber cruzado ciertos umbrales, empieza realmente a ser llevadera. 

28

Tan malo como estar enfermo es no poder estar a solas con la enfermedad. 

29

Morir es la razón última de la vida y perder la razón la primera razón de la existencia. 

30

Antes argumento que reglamento y mejor, sin condimento, la cruda percepción del momento. 

31

Ni edictos ni decretos, ni derechos ni deberes, son elementos necesarios para el espíritu que obra con justicia. 

32

Queremos burlarnos de la razón cuando la poseemos para poder burlarnos de nuestras burlas cuando la perdemos.

33

¿Qué científico se permite hoy entender su labor como una senda de iniciática desobediencia destinada a sacudir el sonambulismo de los pueblos, de ese vulgo que va donde lo lleva la usanza de una opinión, y a despertar la curiosidad entre las gentes por canales donde todo acatamiento de un poder transitorio conlleve traición al afán imperecedero de saber?

34

Los reinos invisibles del espíritu le han sido proporcionados al humano para poder visualizar en ellos su ruina como criatura y su grandeza como creador —su ruinosa grandeza, cabría decir.

35

Quien traza fronteras es el miedo, obstinado como está en crecer a costa de parcelar lo inaprensible.

36

La unión no hace la fuerza, sino la masa; la fortaleza solo se logra de la unión de uno consigo.

37

Poco importa lo que mucho importa si depende de que importe más su importe que lo incalculable de su importancia.

38

Las más valiosas experiencias solo terminan de adquirir entidad en la melancolía que sobrevive a su declive y las proclama suyas, justamente, porque las ha podido perder.

39

Las realidades que más empujan a la rebelión son aquellas que más emparentan al inconformista con su verdadera naturaleza.

40

También define a los dogmáticos el hecho de que resistan mejor el ataque furibundo de sus rivales que el desdén de los sabios.

41

No más que las causas victoriosas, a las que soy inmune, me convencen las causas perdidas: prefiero estar de parte de los perdedores sin causa.

42

«He orientado mi vida fuera del sentido que me ha prescrito. He invalidado mi futuro»: así pensaba de sí mismo el Cioran de los cuadernos póstumos y así es como he pensado yo desde mi negativa a recibir la primera comunión, cuando estrené con un inagotable sentimiento de agravio la obligación de fabricar una vida.

43

Cuanto más consciente se hace uno de los menores detalles de su ser, mayores motivos encuentra en sí mismo para desistir de una carne en la que nunca faltarán circunstancias para maldecir el error de haber nacido.

44

Tan fútil como perseguir una idea cuya expresión se nos escapa es darle al fin alcance con ayuda de la gramática. La competencia del estilo es embellecer el momento de la captura, proporcionarle su agógica, y si esta licencia creativa rige para las palabras, aún más para el encuentro fatal entre la conciencia y la existencia. 

45

Mejor que el terror que nos degrada es ceder a la impasibilidad donde el terror se degrada. 

46

La enormidad de los sacrificios humanos de la última centuria es apenas la llovizna que precede a la tormenta venidera de masacres cuyo espanto, antes que contradecir la condición de nuestra especie, ratificará en la historia que la depravación, con preferencia al aniquilamiento, constituye su más sibilino propósito, su egrégoro.

47

Si los totalitarismos fueron en el siglo XX respuestas simplistas a problemas sociales complejos que se vieron magnificados hasta tener desenlaces funestos, en el siglo XXI la santificación de la democracia, el culto a la celeridad y el denominador cibernético global se adoptan como remedios fáciles frente a una clase de retos que la jurisdicción creciente de los ovillos humanos solo puede complicar de una forma que malamente conseguimos imaginar.

48

Cuando está exento de participación en el patrimonio nacional de envidias, el español tiene su mayor achaque en la propensión a conducirse, por activa y por pasiva, por hipertrofia del espíritu territorial y por atrofia del territorio espiritual, como un arrogante gilipollas, lo cual no significa que deje de serlo cuando padece, aunque lo llame de otra manera, el patriótico vicio de envidiar al vecino. Ganivet: «Hay que arrojar aunque sea un millón de españoles a los lobos, si no queremos arrojarnos todos a los puercos».

49

Mi ceño fruncido es más fuerte que mi sonrisa descosida. Soy un enamorado de la Serpiente, de la bicha que a veces baja del Caduceo y enrosca la lujuria de su conocimiento a la Cruz. Tres símbolos en los que veo a la inteligencia erguirse a través de la densa vastedad de los sufrimientos que ha recorrido para adquirir la iluminación.

50

Despedir el año más ligero de existencia será siempre una razón de peso para brindar por el comienzo del siguiente.

20.11.16

Y DE POSTRE, MORIR

Solenoglypha polipodida, especie facticia que Joan Fontcuberta incluyó en su bestiario Fauna.
A los lectores sin futuro del futuro que lleguen aquí cuando todo lo mío sea pasado

Conocer, ordinariamente, es estar de vuelta de algo; conocer, absolutamente, es estar de vuelta de todo. La iluminación representa un paso más: consiste en la certeza de que en adelante no se volverá a ser víctima del engaño, es una última mirada sobre la ilusión.
Emil CIORAN
Ese maldito yo

El «caos» (kháos) no sólo denotaba el espacio vacío, lo anterior a la creación, sino una abertura previa. Tenía la acepción de bostezo, derivado de khao, como si alguien hubiera sentido una descomunal pereza antes de empezar todo esto.
Ramón ANDRÉS
Malas raíces

Siendo las cosas que no ennoblece la vejez tan raras como los hombres que la vejez ennoblece, el mundo moderno destruye las cosas viejas y prolonga la senectud del hombre.
Nicolás GÓMEZ DÁVILA
Escolios a un texto implícito


1

Guardémonos de dar a luz lo que las tinieblas de este mundo devorarán. Esmerémonos sin que la esterilidad de nuestros gustos engendre hijos.

2

Si se entiende sin prejuicios, proteger a la infancia es una impostura si antes no se ha protegido al niño del perjuicio de existir.

3

Los antepasados han de ser honrados sin concederles descendencia.

4

El error del hombre pequeño está en creer que sus errores no pueden ser grandes.

5

Una sola vida ya es demasiado trabajo. La inmortalidad es una ambición de peones.

6

Doblemente imperdonable: a la salvajada de hacer nacer le sucede el refinamiento de llevar a los niños al terreno ideológico de los progenitores mucho antes de que puedan juzgar por sí mismos qué les conviene.

7

Ya que por definición nadie ha tenido nunca el derecho más justo de todos, que es el de no haber nacido, que sea respetado al menos el deber de cada uno a morir cuando decida.

8

Ni la verdad cabe en la historia, ni la historia escapa de la verdad.

9

Si valorar cada vez menos las ideas y cada vez más el estilo de quienes las defienden es un signo de decadencia vital, qué inoportuna ha sido siempre para la inteligencia la salud.

10

La ironía nos permite entrar en contacto con el mundo sin morir de asco; la ternura, entrar en contacto con la ironía sin asquear al mundo.

11

Cuanto más aprisa corre el mundo, más lentamente es pensado por sus pasajeros.

12

Solo una máxima para un día mínimo: abandonarlo menos alterado de lo que se entró.

13

Algunos destrozan ideas por amor a la verdad y otros destrozan personas por amor a las ideas. La sociedad no honra a los primeros.

14

Si el pensamiento es incapaz de divorciarse con sentido de la vida, puede afirmarse sin mentir que se trata de un pensamiento consentido.

15

La libertad, no la seguridad, es el mejor antídoto contra el miedo, pero su administración entraña riesgos que son para el pusilánime una maldición.

16

El lúcido es consciente de su calamidad por haber venido al mundo; los demás, creen haber venido al mundo para continuar la calamidad.

17

Saber cuál es la receta de la felicidad que el mundo actual necesita delata que la idiotez es un recurso tan lozano como longevo.

18

Cuando uno trata de sumergirse a fondo en la realidad, el oleaje de las evidencias lo empuja hasta el acantilado del horror.

19

Siempre sentí más vivas las realidades de mi fantasía que las fantasías de la realidad, pero nunca lo suficiente como para creerlas… increíbles.

20

Todo lo que pretenda ser fin no debería haber tenido principio; todo lo que no ha pretendido tener comienzo merece poder acabar.

21

Así como la posibilidad de engendrar una existencia que resulte afortunada en sus avatares no excusa que se haga daño de vida, el amor a otra persona, por mucho que lo favorezcan sus contingencias, tampoco justifica que la soledad se convierta en un amor imposible.

22

Sueños hay no para ser contados, sino para ser sobrevividos y aun olvidados, si bien toda supervivencia implica en parte la desmemoria que incrementa quien sigue soñando despierto.

23

No bien se pone uno a escudriñar el mundo mejor se quisiera rematado que principiado, pues todos, igual los atolondrados que los apesadumbrados, todos por haber sido somos (con perdón) unos mal paridos.

24

Todo lo que triunfa quiere inmortalizarse, pero únicamente el simplismo lo consigue. Ninguna experiencia profunda sobrevive más allá de la conciencia que, con ella, sobreviene.

25

Hace honor al horror quien a sabiendas de los males que causa la vida, procrea; lo hace tan sin excusa como quien se lamenta de andar a ciegas a plena luz del día después de haber cerrado los ojos por un antojo.

26

La mujer llama derecho al hecho de ser madre queriendo magnificar un desecho fecundado. ¿Osaría una mujer inteligente defender la menstruación diciendo lo mismo, que «tiene derecho» a lo que su fisiología le dicta? Como hembra, toda mujer fértil puede procrear, pero como agente moral ni ella ni nadie tiene derecho a violentar la inexistencia con el fascismo genético de traer otro nuevo ser a la vida. ¿Por qué, si no, daría un feto patadas a su progenitora cuando aún está dentro de ella?

27

Solo porque apuesta contra las putas en favor de las madres, la sociedad debe ser objeto de sospecha: las primeras alumbran consolación venérea mientras las madres, con idéntica herramienta, multiplican el tormento de la vida.

28

La mujer que se reproduce manifiesta de la peor forma concebible el fracaso de su sensualidad para fecundar poéticamente al varón.

29

En la carrera de obstáculos de la existencia, cualesquiera de los presentes puede ser el siguiente en estrellarse. No apena tanto quien muere joven porque con su partida precoz se libera de tragar las amarguras del anciano y los crecientes reveses que las preceden; el dolor de su pérdida perdurará en los padres, devastados hasta el fin de sus pensamientos por una tragedia de la que parece ineluctable extraer como lección cuán apropiado es abstenerse de producir vidas expuestas a vicisitudes aún más terribles que una muerte prematura.

30

Del tiempo que se escapa podemos al menos decir, para uebos de pro, que si la vida es la peripecia de un fracaso anunciado, de una derrota sin apelaciones, cada momento transcurrido significa un descuento progresivo de la ruina total.

31

Desde un punto de vista mercantil con la vida nunca salen las cuentas, ya que uno debe acabar liquidando la experiencia a un precio que está muy por debajo de los sufrimientos que costó adquirirla.

32

La verdad de las ilusiones radica en aquello que las verdades imaginan para no ser desleales al desengaño.

33

Cada gran ciclo universal es repetible en virtud de cada uno de los hechos que lo conforman a partir de causas irrepetibles.

34

El placer se acaba imponiendo… como una nota más de la carcajada dolor.

35

Nada medularme bueno hay en nuestra humana realidad, salvo quizá la conciencia disidente de la iniquidad que implica el hecho de estar vivo. La bondad es un lujo tan valioso como artificial, tan raro como inservible, cuando no contrario, a la desbocada perpetuación de la especie.

36

Puesto que el error y el acierto son términos correlativos (como lo alto y lo bajo no se entenderían el uno sin el otro), si el universo es un error, según han intentado argumentar los pensadores pesimistas, ¿cuál es, dónde está el acierto? Podría argüirse que el balance universal arroja un error no exento de aciertos, o incluso que pese a estar plagado de errores sea, en conjunto, un acierto, pero ninguna de esas visiones se ajustaría al postulado donde mejor reconciliados quedan los opuestos: el universo es un error; su acierto, que podamos reconocerlo como tal.

37

Que los humanos que son sean a condición de que no hagan ser a otros, y que los otros que aún no son sean causa de desengaño para cuantos los hagan ser.

38

La gran misión del pensador es hacer saltar por los aires las ideas que parecen inabordables, aun si para ello ha de introducirse en ellas para prender la mecha.

39

No pertenece el mundo a los audaces, que a lo sumo lo enfrentan con arrojo, pertenece a los que se arman de tesón; pero es una pertenencia engañosa, como la de la carne que se cree dueña de la osamenta que la sostiene.

40

Si la muerte fuera vista como centro, la vida quedaría justo donde se halla, en el arrabal.

41

Hemos de construirnos pensando que nadie, salvo nosotros mismos, se encargará de desmontar todo lo ensamblado para poder salir del claustro existencial.

42

Nadie se defendería hasta la muerte si supiera pensar qué defiende y contra qué se defiende.

43

La patria verdadera está en los sueños y no es mala patria porque nadie puede hacer bandera común de lo que solo uno conoce.

44

Las ideas que no se multiplican entre sí son tan nocivas como las personas que sí lo hacen.

45

Pocas personas hay que tomadas de una en una no podamos considerar próximas, y aún menos que pocas son las que dadas en hedor de aglomeración podamos considerar no ya próximas, sino personas.

46

Cuando extirpa de sí el tumor de la credulidad, el espíritu ordinario no deja un canal abierto para hospedar la verdad, descubre tan sólo el gusto por el bisturí.

47

El mal de Babel no es la confusión de lenguas, sino la confusión de silencios que no callan.

48

El pobre ve el oasis en el desierto y el rico no ve el desierto en el oasis.

49

Hay caracteres a quienes embellece tan poco la desdicha que solo por ahorrarnos la atrocidad de su aspecto deberían ser felices.

50

Con el estrago hay que contar no siempre como una herencia colectiva, legada a los presentes sin instrucciones de uso, «que de los tiempos la horrenda historia / ofrecen sin ornato a la memoria», sino como una prueba trágica de que tomar el camino equivocado constituye, a toda ley, el pago ruinoso de nuestra especie por la libertad.

51

¿Quién no ha pensado en el presidio con nostalgia cuando ha debido compartir su libertad junto a determinadas personas a las que toda la belleza de las formas no suavizaría la fealdad de ser como son?

52

Uno puede amoldarse a vivir entre los excrementos que adoran los bárbaros, pero a vivir entre brutos sólo se acostumbra quien disuelto ha quedado en ellos, quien se ha dejado amedrentar, más de lo apropiado, por la idea de que más duro es resistirlos que seguirlos.

53

Viajar de forma compulsiva es el síntoma inequívoco de que quien se mueve geográficamente no se encuentra sino coagulado en sí mismo. Desea uno ir a todas partes porque cree que en cualquier lugar podría ser otro y estar mejor, pero lo cree justamente a expensas de no pensar que en cada sitio, como en cada momento, es y será siempre el rehén de sí mismo con una vida en préstamo hasta que la muerte lo libere o le dé otra vuelta al cautiverio.

54

Percibir a los humanos como seres hechos únicamente de materia es entreverlos con mirada de fantasma. Nunca desconfiaremos lo suficiente de quien a sí mismo se concibe como una maquinaria.

55

Verdad es que pocas actitudes son más simplistas que no dudar de la perfidia del adversario cuando el enemigo sólo se conduce con una necedad comparable a la de quien lo cree pérfido antes que necio.

56

Estima el joven su inconsciencia como rebeldía, el adulto la suya como supremacía y el anciano, si mejor mal no lo remedia, a ojos vistas la desnuda como la vulgar obstinación que a cualquier edad es.

57

La actualidad se cree mejor que la época anterior por la misma razón que el vivo se siente afortunado frente a los restos cobijados bajo una lápida: ambos cuentan como una ventaja la posibilidad de seguir haciendo el ridículo.

58

Cuando los demonios quisieron reconstruir el paraíso, inventaron la utopía. Cuando la utopía les reveló su naturaleza diabólica, buscaron redención en las cosas. Cuando las posesiones demostraron la magnitud de su insuficiencia, multiplicaron con espejismos su inanidad esencial. Y cuando al confundirse con sus propios reflejos se sintieron perdidos, el desierto llenó sus corazones con montañas de arena que nadie acierta ya a evacuar de sí.

59

La mayor parte de los que mueren rinden solo su mitad bestial, pues antes acribillaron el alma en vida con ráfagas de codicia. Del mamífero ufano siempre queda menos que del perdedor consecuente.

60

Ante la muerte, todos los problemas parecen pequeños, ínfimos como la misma muerte cuando es mirada de soslayo por el futuro cadáver atareado en vivir, cueste lo que cueste, por encima de los demás.

61

Entre las diversas clasificaciones que pueden establecerse dentro de la extensa fauna humana, encuentro bien definitoria la que se produce entre los estilos de ser que distinguen a quienes propenden a refugiarse en sí mismos frente al peso del mundo de quienes tienden a buscar en el mundo el alivio del peso que son para sí mismos. De los primeros puede afirmarse que tienen el averno en los demás y de los segundos que sufren consigo un insufrible castigo.

62

La verdad siempre nos llega turbia porque para seres de polvo como nosotros ninguna evidencia mana limpia de penalidad.

63

Cada vez son más quienes confunden la valía con la visibilidad. Sin duda, cada vez son menos quienes valen para ver lo que vale.

64

Mientras las pantallas crecen, menguan quienes las habitan. La calaña civilizada ha degenerado a tales niveles de servidumbre que hasta un hombre emparedado entre señales ópticas se cree superior a un señor feudal.

65

Juzgar episodios históricos remotos desde las concepciones usuales del presente es uno de los métodos característicos del defraudador intelectual y, cuando menos, un ejercicio tan equívoco como el de querer congraciar nuestra niñez con las expectativas asumidas en la edad adulta.

66

Nada resta más quilates al valor que se confiere al encadenamiento de fracasos de la existencia que valorar la vida de otro más de lo que uno debe y menos de lo que el otro quisiera.

67

A decir verdad, no puede haber amor al prójimo sin amor a uno mismo, ni amor a uno mismo sin amor al prójimo, por la sencilla razón de que no cabe dar lo que no se tiene y de que solo se tiene lo que se da.

68

No solo por incontinencia emotiva y demanda de atención, también para convencerse de que los tiene, de que aún dispone de trajes adecuados en el fondo del armario, expresa el humano sus sentimientos. ¿Qué mejor prueba de esto último el recelo que suscitan a gentes de toda condición aquellos que los tenemos sin otro convencimiento que el de llevarlos ajustados como prendas invisibles?

69

Nuestros genes están hechos con el maleficio encadenado de miedos, ambiciones, pillajes, guerras, hambrunas, masacres, fraudes, traiciones, coacciones… Nuestros genes no quieren salvarse con cada generación, se conforman con condenarla a transmitir su nefasto legado.

70

Placer y dolor, deseo y aversión, miedo e ira, apego e indiferencia: todas las constelaciones sentimentales se configuran a partir de combinaciones y amalgamas de estos afectos básicos. El pensamiento, como un telescopio rudimentario, apenas nos permite discernir entre las inherencias del mundo sensible (compuesto de qualia y de quanta) y las adherencias afectivas del mundo anímico (compuesto de pasiones, acontecimientos cognitivos, recuerdos e imaginaciones que se interpenetran).

71

Aun si el prójimo es un canalla, parece de buen tono sufrir por él, y aun si la empatía se pierde en la iniciativa de su misma mención, no deja uno de ser exhortado por ello a compadecerse del otro en sus momentos ajados cuando el otro, estando en sus plétoras, no se acordó de uno. Nadie debería pedirle a nadie que sufra por él porque nadie que sea incapaz de sentir calma por no haber causado un sufrimiento adicional puede ser acreedor de mayor vínculo que la indiferencia.

72


En el héroe existe un conflicto trágico entre el deber individual y la conveniencia social. En el melancólico, la tragedia es que su hipersensibilidad lo aleja de sí mismo como de la misma sociedad.

73

¿Cómo no ver en el superhombre el delirio de una mala ralea? ¿Cómo no anticipar en su presupuesto el ahondamiento del foso que la historia ha cavado en torno a la naturaleza humana?


Ernesto de la Cárcova, Sin pan y sin trabajo

74

A los humanos no les basta con obligarnos a soportar la fealdad recurrente de sus hábitos sociales; quieren, además, que los elogiemos como seres morales y que, en vez de movernos a clemencia cuando (sin demasiadas cuitas) deciden reproducirse, contemplemos con una sonrisa de complicidad los malhadados ínferos de su vanidad.

75

Lo que uno piensa de bueno acerca de los otros, cualquier prójimo lo arruina.

76

Si hubiera algo aproximado a la justicia en el torbellino natural de los acontecimientos humanos, ninguna forma de morbosidad llegaría a culminar cuando su realización implicase lesiones ajenas: desde las mujeres ansiosas de engendrar, que perderían en el acto y por completo su fertilidad, a los mirones que acuden como hienas al lugar de un siniestro, donde deberían quedar cegados de por vida al vislumbrar el primer jirón de carne.

77

La única manera de acomodarse a la sociedad estriba en contemplar a sus integrantes como muñecos —lo cual denota haberlos entendido demasiado a su pesar—, o en aprender a fluir entre la multitud como un extranjero que desconoce los rudimentos de la lengua —lo que conlleva desentenderse de todos a nuestro pesar.

78

El hombre civilizado no sabría vivir sin el juguete que son para él los derechos humanos, y en virtud de ellos vive como si no supiera que él es un juguete que va derecho a la basura.

79

El mito del buen salvaje, tan caro al exotismo hippie y contracultural, ha sido todo menos auténtico. Tenemos constancia antropológica de que el humano no domesticado por la cultura moderna suele ser, como el civilizado, un gorrino de piel adentro, aunque ahora nos cepillemos los dientes después de cada comida y las lavadoras del sufragio se ocupen de dejar flamantes las cloacas gubernamentales.

80

¿Por qué se acepta como algo normal e incluso agradable el hecho de comer en público cuando uno está obligado a aislarse para llevar a feliz término la digestión? Al ritmo de grosería que marcha la sociedad, no sería sorprendente que algún día viéramos instaladas en la misma sala los retretes y las mesas de los comensales; si así fuera, descubriríamos azorados que la concurrencia, lejos de perder el apetito con el nuevo aliño ambiental, defecaría con la misma distensión festiva que bebe y engulle.

81

Si se piensa que a diario nacen cientos de miles de seres humanos por los motivos más espurios que imaginarse pueda, seres que a partir de su madurez sexual contribuirán con su continuismo biológico al nacimiento de otros cientos de millones de tarados por año, sería más normal preguntarse por qué no todos los aptos para la reproducción añadimos nuestro genoma al frenesí expansivo de una especie dispuesta a transgredir en cantidades calificables de cancerosas el límite óptimo del crecimiento mundial de la población, es decir, cero.

82

El valor de la vida individual es mínimo en el momento de la gestación y máximo cuando la persona está hecha y derecha. Sin embargo, ante la hipotética disyuntiva de salvar durante un parto complicado a una madre o a su cachorro, las fuerzas más cerriles del género humano optarán por condenar a la parturienta, una decisión que comporta cuatro graves males de los que tres, a mi parecer, podrían sortearse: la muerte violenta de la mujer, la imposición de la vida a otro ser y la orfandad del niño. Infiero, por tanto, que para quienes eligen salvar al bebé al precio de acabar con la madre el valor de la vida es máximo al nacer, cuando el alma es apenas un brote, y disminuye a medida que crece. Lo más descriptivo que puede decirse de ellos es que los años cumplidos no los han librado de tener el cerebro en pañales.

83

Se da la paradoja de que quien ocasiona la muerte a otro lo libera de la carga de su vida, mientras que quien trae al mundo otro ser lo carga, también sin contar con él, de una vida que tiene los días contados.

84

Lo femenino, cerradura de la entidad, busca el espejo con el mismo anhelo de confidencia que lo masculino, llave de la identidad, quiere hallar el reconocimiento en miradas distintas de la suya.

85

Quizá no sea falso que muchas mujeres tienden a ver cosas donde no las hay y hombres, más que muchos, a no verlas donde las hay.

86

No puede uno fiarse de un hombre demasiado fiel a su pareja: o está enamorado o es impotente o, lo más alarmante, es un enamorado impotente.

87

Es vicio de vida que el joven idealice su futuro, aunque carezca de porvenir, y que el viejo exagere su pasado, aunque le falten recuerdos.

88

Cuanto más domina un rostro en sus facciones el argot de la belleza, menos murmuradas son las fealdades que anidan en su corazón.

89

Creer que se puede no añadir ni quitar nada al mundo es añadirle el valor de quitárselo.

90

Acostumbra el humano a soñar, pero sobre todo a no despertar cuando deja de hacerlo.

91

De Víctor Serrano, tañedor de musas: «A la multitud sólo ha de ir uno a encontrarse».

92

La persona que cifra su valor en la reputación, ¿para qué vale?

93

No somos complejos por complejidad, lo somos por la sencillez que no atinamos ni a visear en las cosas.

94

A partir de los mismos datos disponibles el sistema natural podría ser explicado no como una fuente paradigmática de orden, sino como un sabotaje insaciable contra sí mismo.

95

Todos tenemos nuestra Ítaca original, el puerto de donde parten los posibles itinerarios de nuestroa accidentada y accidental dispersión. La existencia solo es una demora navegable, una parábola elocuente en sus dos acepciones, un pacto de la materia oscura del espíritu con las apariencias que desfilan por él. Pero ni la vida ni la muerte son lugares, que así nos lo parezcan es parte del trampantojo que las comprende. Bajos las aguas del devenir, reposan desde siempre otras aguas, las abisales.

96

La curiosidad se desenvuelve a bocados. He ahí para demostrarlo la manzana del Edén por cuyo sabor de saber fuimos expulsados y la manzana terráquea donde no paramos de mordernos los unos a los otros desde entonces.

97

De tal manera se organiza la naturaleza en las trojes de la especie humana, que para cualquiera de sus ejemplares tomar conciencia de lo necesario exige, más que dotes intelectuales, la experiencia de la inutilidad alcanzada tras haber sometido a las muelas del dolor y la locura.

98

Unos ven el vaso medio vacío, otros medio lleno, algunos se lo llevan a la boca sin verlo y yo los veo a todos ellos hipnotizados con su fracción cristalina del error.

99

No hay remedio para el humano; el humano sólo es remedio cuando sabe ser su epicedio.

100

Más de uno es padre porque carece del carácter adecuado para quitarse de en medio y, de paso, hacerle un favor a la especie.

101

No es hombre primordial el campesino uncido al arado ni el comerciante que se aventura en los negocios; lo es el recolector, y a veces también cazador, que haraganea desgreñado y fantasea la mayor parte del tiempo, de tal clase de hombre descendemos.

102

Ascender en uno sin descender a ninguno.

103

Mendigar calor y obtener frío, eso es degradarse.

104

Ningún acto vale nada si no se da por perdido antes de ser emprendido.

105

El conocimiento es circular porque solo el futuro sabe del pasado que le espera.

106

Todo cuanto uno inventa es ocurrencia de la historia; todo lo que ocurre en la historia es invención de la naturaleza.

107

Cuando en una interpretación del mundo no se halla el inconveniente, el inconveniente está en la interpretación.

108

El camino a la perfección empieza por la renuncia a la perfección desde la imperfección de la renuncia.

109

Si has tenido valor para vivir más de lo que pretendías, tenlo ahora para morir antes de lo que esperas.

110

Quien avanza por los vericuetos más sucios se delata porque todo lo mancha cuando sale de ellos.

111

Todo pensamiento ha de ser capaz de anularse a sí mismo para ser digno de reconciliarnos con la idea de su desaparición.

112

Solo sabemos plasmar lo que sentimos cuando, por casualidad, nos descubrimos en posesión de lo que ignoramos.

113

Comprender no es excusar, sino dejar que la cosa se explique.

114

Un buen fondo se pierde por una mala forma, y una buena forma es ya un indicio de que no todo, en el fondo, es malo.

115

Envidia la inteligencia que se ocupa de inventar soluciones el arte del ingenio que acertó a formular los problemas reales. Valga esta observación para especular si el cosmos, adivina adivinanza, no será el acertijo que una inteligencia desconocida interpone a esas orgullosas creaturas lo bastante dotadas para cuestionar que la obra universal posea fundamento y lo bastante limitadas para encontrarlo.

116

¿De qué sirve cambiar las reglas de juego cuando los mismos jugadores están viciados por naturaleza? Algunos abogarán por abolir todas las reglas en la creencia de que así van a la raíz del problema, lo que recuerda a quien cree haber expatriado de la historia a sus enemigos negándoles la sepultura. Otros, más tahures, entenderán que la emoción de burlar las reglas es superior al reto de anularlas y confiarán en que sea su propia astucia, antes que la suerte echada, la que arañe una parte del botín. Ninguno de ellos, sin embargo, parece tomar en serio que uno debería retirarse a tiempo del garito existencial y dejar para estómagos más rudos el dudoso gusto de pelearse por las minucias.

117

Ya sea penetrado microscópicamente o escrutado desde la distancia de las grandes escalas cósmicas, cualquier fenómeno del mundo, e incluso el mundo mismo, puede ser aceptado con una curiosidad a prueba de perturbaciones anímicas. Solo al sentirse anclada en una escala de proporciones humanas le resulta ineludible a la mente juzgar con emotividad cuanto la envuelve, y necesario establecer en este medio una jerarquía de prioridades en función de los diferentes estados de atracción y rechazo que le inspiran las apariencias tal como se dejan experimentar a ese nivel. El ideal filosófico sería una visión integradora que pudiera aprehender las partículas elementales desde la totalidad y la totalidad desde las partículas elementales sin tomarse demasiado a pecho —adiaforía, para los aqueos— lo que hacen esos inquietos especímenes que caminan sobre dos patas, pergeñan artefactos fascinantes y pretenden tocar el cielo trepando sobre las cabezas de todo bicho doliente.

118

Hay realidades que se presentan ataviadas con prendas tan toscas que despojarlas de sus vestiduras se convierte en una obligación moral.

119

Uno está no menos lejos de sí cuando actúa que retirado del mundo cuando observa, y nunca tan cerca de ambos que cuando se observa mientras actúa.

120

Escrito está en los anales ilegibles de la fatalidad que el individuo sólo consiga lo que quiere cuando se ha cansado de quererlo, cuando menos lo espera o cuando más complicado tiene conservarlo.

121

Estirar no se puede lo bueno sin malograrlo.

122

Fruto bien cosechado es que uno caiga mal a aquellos cuya insignificancia solo es superada por su perversidad.

123

Detectar vicios en lo que se ama y virtudes en lo que se detesta es un síntoma inequívoco de honestidad, pero no se hallará grandeza salvo en el ánimo de quien se ha liberado por igual de amar y detestar.

124

Ninguna idea sería irreverente si alrededor de su garganta no se ciñera el cíngulo de un dogma.

125

Antes que molicie, que en todo caso sería su efecto, evidencia franqueza que uno se apresure a entrar en la cama y se demore cuanto pueda para salir de ella.

126

Nadie que se considere con el derecho de vituperar otros espectros de valores pierde por ello el deber de no beneficiarse de ellos.

127

Agradece la virtud al vicio el ejemplo que toma para sí como lección prestada, y aun exculpa en hueso ajeno el mal que siente como propio al contemplarlo. «La virtud y el vicio están emparentados como el carbón y el diamante», me tiene dicho Karl Kraus, de quien asimismo aprendí que «la mayoría de mis prójimos son la triste consecuencia de un aborto no realizado».

128

Así como el repudio de la truculencia es la última virtud porque sin el sobrecogimiento de la conciencia ninguna otra bondad tiene sustento, la connivencia con el mal es el primer pecado porque a partir de ella prosperan todas las perversiones.

129

Escasa elevación revelaría el espíritu si mostrara el mismo interés por las cosas menudas que el espíritu bajo por las cosas abstractas.

130

El que pobre va envanecido en sus taras, ¿qué vicios no atenderá en la riqueza?

131

Nunca es mal pensamiento el que sentido es como la estela de una presencia que a sí misma se persigue a través de la ausencia.

132

Puesto que a todo juicio de valor lo anima una conveniencia afectiva y ningún afecto es terreno fiable, pueden los malos sentimientos causar la impresión de ser óptimos con la misma contundencia que los buenos sentimientos pueden suscitar la confusión de ser pésimos. La única fortaleza segura la obtendría de sí mismo quien se disciplinara en no retener sentimientos, ni buenos ni malos, en vez de engolfarse en ellos.

133

Si el camino te parece angosto y fatigoso, franco camino hace tu paso.

134

Ceder la razón es razón mayor cuando menores razones se la disputan.

135

Obligado está el lúcido, porque los ve, a no caer en los yerros que son la marca del modrego que no los ve.

136

Todo problema veraz es por esencia insoluble, mas nunca faltarán los necios dispuestos a la temeridad de considerarlos indisposiciones para resolverlos con remedios más dañinos que la enfermedad.

137

A quien con orgullo de remilgos tiene por infamia ganarse el sustento con las manos, no debería dejársele más opción que mendigar, como a los tullidos de antaño, para poder sostener en público el estandarte de su petulancia.

138

Desprenderse soberanamente de cuanto es superfluo para incorporar a la conciencia la corrosiva verdad, no atender a mayor desafío que la renuncia a mantener la propia bajeza, combatir con pulcritud de medios los asaltos que deban ser repelidos y entregarse con valentía al ineludible fracaso de nuestras posibilidades, tales son los vectores convergentes en la templanza que la dignidad reserva para sí como única victoria.

139

Nada vuelve más indigna la victoria del enemigo que la incoherencia y nada es más incoherente que llegar a la victoria sin dignidad. En definitiva, lo que más ofende no es que otros venzan, sino que la victoria sea de alguien menos dotado para la integridad que para el albur.

140

Cuando el odio no crece a expensas de la inconsciencia, lo hace a costa de la inverencundia. Peca de inconsciencia quien odia sin ser consciente de que se aferra al mal en todo lo aborrecido, y si en vez de ser el caso advierte el odiador su vínculo directo con la vileza, tanto peor: una dosis mínima del pudor que no tiene bastaría para curarlo de la atadura de humillarse a la pasión de cuanto detesta, pues incluso en los declives históricos donde la propia honra empieza a ser una cualidad extemporánea se apuran los humanos a revocar de sí aquello que por vergüenza les duele aseverar.

141

Lo que del río sale, la corriente se lo lleva.

142

En la lid a ultranza entre la vida y la conciencia, la muerte fulgura como un rayo o como un faro dependiendo de si la vida lo descarga o lo ha encendido la conciencia.

143

Lo que hagas mal, hazlo sin la invocación de la culpa: no es el remordimiento una bula que compense el daño causado, sino un vicio que agrava la fealdad de la falta con el rumiado que de ella hace la mala conciencia.

144

Soporta mejor las críticas el mezquino que el noble porque sabe, en el fondo, que sus detractores tienen razón.

145

A quienes consumen sus días afanados el tiempo los mata igual que a los ociosos, pero a diferencia de estos no les concede un respiro.

146

Todo caminar es un hacer camino en círculos; que los giros sean viciosos o virtuosos no depende del lugar de partida ni del lugar de llegada, sino de que la huella de cada paso sea más liviana que la anterior.

147

Guarde cada uno para sí la osadía de acercarse a ser quien es desde la condición desconocida que comparte con los otros.

148

Quien no haya dado motivos a sus chirriantes coetáneos para ser visto como la escoria de la sociedad, pierde una oportunidad de oro para ser la crema de sí mismo.

149

En muy contadas ocasiones durante el transcurso de cada generación una persona honesta puede prosperar sin degradarse.

150

El más admirable famoso es aquel a quien nadie conoce.

151

Quienes más hacen usura de sí mismos aseguran que «todos tenemos un precio». Quizá no les falte razón para pensar así, pero ignoran en igual medida que no todas las monedas que pueden pagar ese precio se acuñan en este mundo.

152

Por la parte larvada que ha criado en la oclusión de sí mismo, vil al cuadrado es el autor de fechorías de las que nunca se creyó capaz.

153

No radica tanto la grandeza en haber elegido la soledad como en no arrugarse una vez erradicado de la sociedad.

154

La masturbación es a la economía concupiscente de la vida señera lo que un trabajo modesto, pero honesto, representa para mantener saneadas las cuentas de la vida doméstica.

155

He visto cuadrúmanos en pie tan pertrechados de prosopopeya que permutaban de inmediato su espléndida deferencia por miserable displicencia cuando descubrían que el otro no era un recipiente  apto para sus engreimientos.

156

De igual forma que rehusar un alimento en mal estado no demuestra que se tenga buen paladar para los manjares, la reclusión en el exilio de la conciencia solo sería un testimonio de señorío si uno tuviera más opción que apartar de sí la corrupción del mundo.

157

Cela el celoso porque para él es inverosímil distinguir entre su madre y el resto de las mujeres.

158

Estudio a todos en todo y a todo en todos, de nadie desdeño lo que de nadie espero, no creo a ninguno más de lo que yo mismo me descreo, reconozco a mis superiores sin hacer mermas y no necesito ser admitido por quienes no me admiten.

159

Confiar en la lógica de la razón frente a aquellas cuestiones que la exceden es buscar refugio en la endogamia de la inteligencia.

160

Así en la gracia como en la desgracia, hay más sabiduría en la dimisión tempestiva del pensamiento que en la militancia continua del raciocinio.

161

Fugitiva, misteriosa, esquiva, anda siempre la verdad un paso por delante de la verdad, entregándose solo a quien ella quiere y como quiere, porque una verdad que se deja creer por cualquiera es como la buscona que de todos acepta ser tomada a cambio de un simulacro de aquello que nunca da.

162

Nada más adecuado que compartir con otros simios la fe para perderla.

163

Cuando nuestros interlocutores hablan demasiado, demasiado tardamos en favorecer su entendimiento si no mudamos de compañía.

164

Estrecho es el margen de acción y de reacción del virtuoso, que se desliza entre la espada que lo empuja a llegar a ser quien debe ser y la pared que lo resigna a ser quien es.

165

Ignoro por completo lo que no sé desde que sé lo que no puedo ignorar.

166

Aunque nada nuevo haya bajo el sol, ojos nuevos lo han de iluminar.

167

Lo que cualquiera puede hacer, no ha de hacerlo quien no quiera como cualquiera.

168

Tan solícita es nuestra debilidad, que antes de enmendar en nosotros los defectos que advertimos en quienes admiramos elegimos celebrar en ellos la licencia para tenerlos.

169

Pecamos más por despreciar los pecados no cometidos que por amor a los consumados.

170

Estrépito de la estupidez, de cuyos colmos no me excluyo, es celebrar como un acto inteligente el hecho de descubrir a otros incurriendo en la misma memez.

171

Si no se entiende a quien no entiende que uno entienda más que él, es que uno entiende menos de lo que a sí mismo se da entender.

172

¡Líbreme la razón de acumular pensamientos sin discusión!

173

No creer en nada es una contrariedad menor comparada con la de creer en tantas cosas que ninguna sea contrariada.

174

A mayor salvamento de probidad los buenos deberían adoptar la pequeña maldad de no parecer dignos de confianza para que los malvados no imiten tan fácilmente su compostura.

175

Vivimos con todas nuestras luces en una ceguera subrepticia porque nadie conoce por anticipado las ramificaciones de sus actos más nimios, ni puede reconocer las causas de los acontecimientos que operan en el meollo de cada fruslería.

176

Creen salvarse de la inopia quienes confían en el juicio de los libros que previenen de la enciclopedia de locuras de la que toda escritura ponderada ha obtenido siempre su razón de ser.

177

Las ideas que los libros contagian, otros libros las curan.

178

Ya quisiera un alma ser arma de un solo cartucho.

179

No son más llorados por el vacío que dejan los que parten, como por cuanto llévanse consigo de los que quedan. Duelen por no poder ser y vuelven a doler por poder robarnos sin ser.

180

Después de que uno haya dejado pronunciadas sus hirsutas verdades, debería callar para siempre, pero siempre olvida hacerlo porque la memoria de su silencio se cobija en las palabras.

181

Más emplea su razón quien la disputa que quien la quiere impoluta.

182

Busca quien hace un elogio desmesurado revestir de complicidad alguna incapacidad, como la de enfrentarse dialécticamente con quien los recibe.

183

Cada generación, cuando alcanza su madurez con la experiencia, descubre las similitudes y continuidades que, por encima de las rupturas y conflictos, la conectan a las anteriores, pero eso no significa que la madurez llegue siempre a todas las camadas.

184

Pérfido es el corazón que para calentarse ha de quemar tesoros y culpar de las llamas a quien pereció en ellas.

185

Cuanto más sufrimos el absurdo de avanzar hacia todo en la invidencia, más sentido tenemos de la eternidad que a través de todos se desliza.

186

¡Cuán a menudo se presenta la ciencia como sirvienta de la sabiduría con el afán de reemplazarla como señora de la casa del saber!

187

Cuando la inclemencia es el destino y el tiempo una ceremonia de despojamientos, Dios brilla incombustible entre las teas que somos.

188

Desde que he aprendido a mirar mi suspicacia por encima del hombro, los dioses me dan la mano por encima del hombre.

189

Veteado de pesadilla y lucidez, acostumbrado estoy a mirar desde la cumbre y a pensar desde el abismo.

190

Quien es suspicaz y despectivo examina desde abajo y juzga desde arriba, es a la par la bomba y el bombardeado.

191

Nunca me he sentido a la altura de mis caídas, quizá porque nunca he llenado la talla de lo que sentía.

192

Es descabellado exigirle al tiempo que nos preserve incólumes porque tierra es que se lanza contra el vendaval de lo impostergable.

193

Alas para no despegar, tierra para no pisar, aguas sobre las que pasear.

194

Hondo, honesto y hermoso: las tres haches mudas del silencio.

195

Por más que uno minimice la afluencia de estímulos que llenan de paja el silencio donde aventa el grano de sus pensamientos, ha de saber que trilla ruido. Para Miguel de Molinos «tres maneras hay de silencio: el primero es de palabras, el segundo de deseos y el tercero de pensamientos. El primero es perfecto, más perfecto es el segundo y perfectísimo el tercero. En el primero, de palabras, se alcanza la virtud; en el segundo, de deseos, se consigue la quietud; en el tercero, de pensamientos, el interior recogimiento».

196

A buena oveja no hay mal pasto.

197

Puesto que todo humano ha de perder el sostén para no levantarse más, la sabiduría debe tener por enseñanza fundamental la caída; debe mostrarnos cómo llegar con solvencia y dignidad hasta el punto más bajo del valle.

198

La libertad tiene también un peso: la carga de no confesar los secretos que uno lleva consigo.

199

La decepción, un efecto adverso de la esperanza, ese tumor de la inconsciencia.

200

Cuando uno piensa en lo terrible, lo terrible piensa en uno. Y cuando no lo piensa, también.

201

Vemos en el destino lo inevitable porque no vemos el deber de lo evitable.

202

¿Cuánta exultación es dable sin amnesia?

203

Disfrutar de la insensatez de la vida sin volverse insensato y tener en el desapego la linterna milenaria de una singladura que no por ser capitaneada con entereza concluirá sin disparate.

204

Si uno no es persona de llanto fácil ni amigo de pedir consuelos frente a los trastornos que la filosofía pueda reparar sin ayuda, téngase su distanciamiento no como un signo de orgullo, sino antes bien como una búsqueda, siempre imperfecta, de suficiencia emocional.

205

No es contrario a la razón del sentimiento ni opuesto al sentimiento de la razón que el gusto quede minado cuando es empleado a fondo en desvelar aquello que le gusta.

206

La realidad se cimenta en los dormitorios y duerme en los cementerios.

207

Cuando un pequeño desliz saca de uno lo mejor, no es justo llamarlo virtud.

208

Más responsable que el autor del daño es la realidad que hizo posible que alguien lo cometiera.

209

La verdad, como la belleza o cualquier otra propiedad por la que valga la pena avivarse, no arraiga en el objeto, sino en la apropiada disposición del sujeto.

210

No es que el mundo exista para ser comprendido (sus rudimentos funcionales pueden llegar a ser terribles y tediosos en grado extremo los dramas desarrollados en él), sino que la existencia empieza a ser aceptable conforme uno comprende cuán prescindible es todo.

211

Mínima es la diferencia entre cima y sima si se conoce el genuino valor del paso que media entre poder perderlo todo y no tener nada que perder.

212

Algo tan difícil de aprobar cuando no se ve como fácil de comprobar cuando se ve: una cosa va en la otra y todas, en la misma.

213

Poco plausibles serían las expoliciones filosóficas si no deparasen claves para perfeccionar el conocimiento que uno puede tener de sí mismo como radio en la rueda, soberano en la nada y cautivo en un pellejo.

214

No estaría mal dudar si no se estuviera obligado a ello por el asalto de las patrañas.

215

Crea la renuncia a muchas cosas condiciones de libertad sobre otras más.

216

Mejor es media verdad que verdad entera: la segunda no deja espacio para equivocarse.

217

Existe un desenfreno de la abstinencia que solo se detiene ante las puertas del calabozo que reserva para los viciosos.

218

Cuidado con los paraísos: no atraen mucho sin un infierno que se interponga.

219

Pasar del pensamiento a la acción es pan comido, hasta un votante puede hacerlo; la dificultad estriba en transformar la acción en pensamiento y el pensamiento en una forma creación.

220

¡Qué bien se viviría si no se tuviera necesidad de vivir!

221

Mis enemigos nunca han estado a mi nivel, salvo cuando se derrumban.

222

Envidiable solo puede ser el saber en el que falta la sabiduría de parecer despreciable al envidioso.

223

Qué inmenso consuelo sería para el humano descubrir que todo cuanto anhela, además de superfluo, es imposible de conseguir. Sería no muy distinto de amar el pasado con sus bienes, ajenos para bien y para mal de la intervención de la voluntad.

224

Seguir con expectación la actividad de otros es mirarlos con ojos de lacayo.

225

La tontería, esa vara con que se mide a sí misma la prudencia…

226

Construimos para el dolor, pero si cesáramos de construir aún nos dolería más la intemperie.

227

Curiosos tiempos los nuestros. A la par que ninguna ley nos protege de la agresión que los procreadores lanzan indiscriminadamente mediante las armas biológicas que son sus proles, una opinión discordante que llegue a oídos de un menor puede acarrear consecuencias penales para quien la emite.


Gerrit Dou, Astrónomo a la luz de una vela (detalle)

228

Ninguna institución humana será tolerable hasta que su funcionamiento pase tan desapercibido como la danza de las estrellas sobre nuestras cabezas.

229

La bajeza aspira a una clase de dominio sobre las almas que la alteza de ánimo solo puede contemplar con espanto.

230

La porra que defiende a golpes la injusticia solo es superada en bellaquería por la pluma que la ensalza, la pizarra que la excusa y el altar que la bendice.

231

Ninguna manifestación alcanzaría el grado de escándalo público sin la ordenada colaboración de la policía.

232

La dignidad privada tiene una función pública y toda función pública queda desvirtuada si no tiene base en la dignidad privada.

233

Hay personas tan hechas a servirse de medios repugnantes que solo finadas dejan de atufar.

234

La sevicia y el poder se desean porque la política detesta estar limitada y la crueldad solo puede estar extralimitada.

235

El falso sentido de lo moral, política y estéticamente correcto es el juguete de los que llegan a la edad adulta con la misma sensatez que un idiota empalmado entra en el sexo de otra idiota.

236

La legalidad, el derecho, solo es un paréntesis estrecho dentro de la economía; la economía es adicta a la sangre, el sudor y la mugre.

237

La oclocracia, también llamada democracia, solamente confía el poder a quienes carecen de autoridad para tomar decisiones sin arrodillar la conciencia ante la mayoría. Sin embargo, más importante que la calidad y cantidad de quienes ejercen el poder es la eficiencia de los límites que deben sujetarlo. La libertad de elección no garantiza que la elección sea de libertad; nada democrático puede impedir a la democracia que de las urnas salga elegido un opresor.

238

En cuanto a puntos de vista se refiere, básicamente hay dos partidos: el de quienes ven solo una perspectiva y el de quienes en cada contexto ven abrirse una infinidad. La organización social tolera a los segundos cuando son inofensivos para los primeros, a cuyas limitaciones debe su perpetuación. En cuanto a campos de visión atañe, entre los puntos de vista de los alucinados que ven lo que creen y de los ilusos que creen lo que ven se sitúa, irresoluto, el enfoque de los que no saben si creen o ven. A estos últimos nadie perdona su don de la oblicuidad.

239

Hay que estar muy condicionado por un ambiente de profundo subdesarrollo mental para creer que el progreso es la dama más bonita de la fiesta y no ver que se trata, en realidad, de una vieja arpía vestida de moza.

240

Del apareamiento entre nuevas tecnologías y viejas pasiones proliferan hoy monstruosas las tiranías.

241

El crecimiento de la maquinaria estatal va en paralelo al menoscabo paulatino de los lazos comunitarios, que ha servido la ocasión para que el tejido burocrático reemplace el apoyo mutuo con  servicios públicos.

242

Rebájase más quien desdeña a aquellos que explota que quien explotado se ve por aquellos que lo desdeñan. No es la superioridad de una razón la que instiga a despreciarlos, sino la debilidad moral para admitir que rara es la prosperidad que nace sin deuda con los subalternos.

243

Todos los líderes que pretenden amasar pueblos deben ocultarles el horno al que están destinados después de haber fermentado con ayuda de las ideologías.

244

Del pesimismo ontológico al escepticismo social solo hay una escala lógica sin cuyo concurso difícilmente sería patente el patrimonio universal de errores al que se recurre con diferente frecuencia e intensidad según el rango de cada época, porque en todo momento la marioneta humana ha estado necesitada de la ilusión de una certeza que le ahorre someterse a la certeza de la ilusión.

245

No es de extrañar que si varios sistemas de creencias comparten un mismo postulado sus seguidores crean más fidedigno su contenido (como la tersa bobería de que una coincidencia mayoritaria entre los censados sea más respetable que la verdad), cuando lo único probado en esas vicisitudes es su función social, que no es otra que la de dar de pacer un mismo señuelo a varias manadas de creyentes.

246

El engaño, bien rumiado, adquiere verosimilitud: crédito de muchos, realidad plebeya.

247

Modela el desarrollo tecnológico nuestras concepciones del mundo no menos que la naturaleza del mundo determina nuestras concepciones tecnológicas. Así, por ejemplo, en el siglo XVIII cundió la imagen del ser humano como un artilugio mecánico y tampoco es casual que en los albores del siglo XXI existan eminencias cuyas teorías sugieren que el cosmos pueda ser una simulación holográfica y la materia, en sus niveles cuánticos de comportamiento, un sistema binario de computación.

248

Como el comerciante que acierta a estimular en el comprador una imagen distinguida, el político que sabe mostrarse tan imbécil como sus electores obtiene de ellos la simpatía de hacerlos sentir tan listos como él.

249

La sociedad necesita criminales tras los cuales correr como los criminales necesitan una carrera que hacer en la sociedad.

250

El miedo siempre se venga de quien lo padece: a algunos les produce adicciones y a otros cruzadas contra los consumidores de sustancias que no se atreven a probar.

251

Las prohibiciones solo frenan al que va previamente frenado en sí; para todos los demás, es una incitación.

252

Hoy los analfabetos estudian, adquieren habilidades mundanas, encabezan empresas de altos vuelos y hasta redactan leyes en materia penal que costará años revocar, tantos como sean necesarios para demostrar la nociva inoperancia de los ministerios que llegaron a dirigir. Así pues, como exterminar a instancias públicas a los analfabetos resultaría bastante inapropiado para nuestras convenciones culturales, hagámonos el favor de apartarlos de los asuntos públicos.

253

El totalitarismo empieza por negar la humanidad del otro, del diferente, y termina por negarle, técnica y moralmente, hasta la dignidad de morir como algo más que una excrecencia industrial. Considerado por apariencia en sus antípodas ideológicas, el liberalismo empieza por reconocer una misma libertad en todos y cada uno para poder ponerla en circulación como cualquier otro valor de mercado, y termina excluyendo de su juego a la pobreza como el grado cero de humanidad. La liberalidad del liberalismo, si se acepta la expresión, consiste en que no necesita negar de entrada la existencia de quienes permite que subsistan como restos.

254

El miedo vende, los temerosos cotizan y todos, hasta los poderosos, tiemblan. Cada nación cree ser la mejor respecto a las otras, de ahí que ninguna sea buena, aunque entre las malas que todas son las haya peores a tenor de la primacía que ambicionan en el ruedo de la calamidad global. Y si bien cada país se promociona entre sus forofos como un equipo dispuesto a vencer a los demás, no hay dominio cercado por fronteras donde los habitantes puedan considerarse poco más que bastimento o poco menos que bestias de granja.

255

Es comprensible que para un avatar del polvo estelar iniciado en las artes magnas de la espiritualidad la tentación de guiar a los dirigentes planetarios sea enorme, y precisamente por atraerlo el sabio que ha escogido no adherirse al tumulto de los seres debe ilustrar con la prueba del ejemplo su renuncia a forjar destinos ajenos.

256

Al menos desde Montaigne, que fue quien expresó el concepto con su elegancia definitiva, sabemos que «no es la vida de por sí ni buena ni mala: el bien y el mal dependen del sitio que les hagáis». Sitio que de ningún modo es neutral, valga sazonar, porque aun en los constructos culturales más cínicos y refractarios a la decantación ética, la huella del bien es leve como el soplo de una brisa, y el mal tiende la permanencia como el contagio de un virus. Otra forma de decirlo es que en los relatos que el humano confecciona de sí mismo el bien apenas proporciona literatura, que por derecho propio pertenece a los pliegues sinclinales.

257

Pocas acciones son tan pertinentes en lo moral y gratificantes en lo pecuniario como la evasión fiscal cuando el gobierno está en manos de ladrones.

258

Júzguese con qué género es más abusivo el sistema social que define preferente a la mujer en el papel de madre, de amante o de puta mientras divide a los hombres en la bandería de los mandilones y en la de los explotadores.

259

Hemos sido descubiertos por los orientales, quienes nos traen baratijas a cambio de baratura.

260

Dios, tormento de sed en el desierto de quien lo busca transformado en sed de tormento cuando se lo cree hallado.

261

Miente el déspota apelado por la verdad negada que lo mira, desde abajo, indestructible.

262

¿Quién podrá recusar sin embuste que la relación de los cristianos con la bonhomía coincide, aproximadamente, con la de los banqueros y la honestidad?

263

Aparte de que los bienes negados son con diferencia los más deseados, elegir lo contrario de algo ventajoso solo porque muchas personas han tomado la misma decisión no es más inteligente que elegir algo a todas luces contraproducente solo porque se teme discrepar de la actitud dominante. Lo bueno y lo malo, como el tener o no tener razón, no dependen del número de seguidores o detractores que tengan.

264

Nos resulta cercano pensar que Sísifo albergaba en la almendra de su padecimiento la secreta esperanza de que la piedra desapareciese al ser arrojada desde la montaña porque también entre nosotros abundan los sísifos de andar por casa que confían, contra todo pronóstico cabal, en la lotería que los redima de tener que reiniciar cada día un trabajo absurdo.

265

No la melaza de las alabanzas, sino valerosa protección es lo que merecen recibir los débiles y nadie que eluda cumplir ese alto deber podrá considerarse gentil.

266

Negar atención médica a quien carece de recursos es hacer apología de una asistencia sanitaria que se ocupe de la dolencia por asalto y condene al enfermo a elegir entre la bolsa o la vida.

267

¿Obediencia o desobediencia? La que sea menos duradera.

268

Las convicciones son los epitafios del intelecto que muere espigado entre doctrinas.

269

En este mundo que Jünger contemplaba como un «paisaje de padecimientos», podemos contar con la seguridad de que miles de millones de personas no perderán la cabeza gracias a los progresos de la técnica, que en cuestión de décadas apenas dejará en ellas nada que pueda extraviarse.

270

La razón democrática saluda desde el balcón más alto de un castillo de naipes alzado en colusión con las filfas generales y las sandeces individuales.

271

Sostenido sigue el drama en el patíbulo del mundo no a pesar sino gracias al concepto que izan de sí mismos los seres suspendidos de sus congojas.

272

«Amor a la patria» es el pintoresco giro conceptual que se unge a la promiscua necedad de sentirse unido a cualquiera, por nocivas que sean sus costumbres, solo por haber nacido en el mismo apeadero.

273

Los pueblos son la dote que las patrias aportan al desposorio entre la guerra y la especulación financiera.

274

La paz, que en su rectitud es una guerra contra la pasión subyugante y resentida del odio, requiere mayor valor que cualquier violencia, mayor disciplina que la homologación legal y mayores recursos de afinidad que los movilizados por la dictadura de la opinión.

275

El creyente que intenta vengar las injurias vertidas contra su dios demuestra muy pobre confianza en sus poderes, y este celo receloso del ferviente, es importante saberlo, constituye la mayor de las injurias.

276

Solo es respetable el poder que protege sin invadir, aporta sin expoliar y acepta sin mutilar... ¿Qué poder es respetable en el presente?

277

¡Que la tierra engulla las ciudades, sin respetar el esplendor añejo de sus monumentos ni los torrentes enajenados de sus habitantes, por cada día consagrado en ellas a la gloria de los mansos!

278

El periodista es escritor de brocha gorda cuando no falta a la verdad y pintor de paleta mercenaria cuando se toma la molestia de falsear.

279

Al igual que las moscas, no serían tan molestos nuestros pegajosos opinadores si no fueran tan diminutos.

280

Desde que las manzanas podridas votan, los gusanos trepan por la cesta.

281

Lo abominable del moralista desviado no es que actúe en desacuerdo con aquello que predica, sino que no predique de acuerdo con lo que hace. Su hipocresía no surge por tergiversar el dogma que profesa como del hecho de profesar un dogma que solo es conjugable por traición. El problema con sus creencias no está en la falsedad de los actos, sino en la flaqueza para defender sus actos de la falsedad de esas creencias.

282

De la indignación moral a la moral de la indignación solo hay un escalón, el que va del matojo que arde al bosque carbonizado.

283

Quien sale muy temprano del hogar tras el salario no debería reputarse más libre que quien es arrancado de su tierra para ser puesto en galeras.


Adriaen Brouwer, Fumador

284

Cuando alguien se olvida de pensar más acá de las palabras se asegura de no pensar más allá de ellas.

285

¡Cuántas veces el artista se pone manos a la obra solamente por deshojar el resabio amargo de su última creación, y cuántas veces más no abortará la euforia de materializar una idea por la prematura irrupción de la tristeza que deja tras de sí el proceso creativo!

286

La idea bien planteada está siempre en el origen de un final.

287

Se puede escribir por cualquier motivo, pero de ninguno puede contarse nada que iguale en inspiración a la desventura.

288

Perdida está la inspiración entre el mito de la obra y el timo de la autoría.

289

Me alegro cada vez que compruebo que alguna de mis frases ha proporcionado la resonancia justa para componer por derivación otras obras, acaso mejores que la fuente de la que bebieron. Ninguna creación, si es sincera, tiene otra autoría que el panonimato, y al creador que así lo plasma no le corresponde mayor ni menor hazaña que la de ser un portavoz que toma a su recaudo dar forma con su firma a un contenido que a todos pertenece en parte porque nadie puede poseerlo en exclusiva.

290

Tras haber perdido hace cientos la cuenta de los libros leídos, la elección acaba por llegar entre sobrarse en ellos u obrarse fuera.

291

No hay acto espiritual en el habla hasta que la lengua calla.

292

Quien mucho lee, mucho escucha; un estar a la escucha que ayuda, sobre todo, a ver como bosque el incendio del árbol.

293

Escribir, bonita forma de librarse de los pensamientos dando que pensar.

294

Una mala frase puede ser la semilla de una buena idea, pero nada libra a una idea sublime de ser objeto de malas frases.

295

Pocas cosas son tan dichosas como las cosas nunca dichas.

296

No toma el pensamiento la palabra sin haber sido tomado por ella.

297

De igual manera que los pensamientos, si son profundos, preceden a las palabras que han de servirles de plataforma comunicativa, las palabras, si son propicias, pueden ser las parteras de los pensamientos que han de llevarlas más allá de sí mismas.

298

La fuerza del pensamiento es un placer de la inteligencia que amenaza con violar la lengua en cada idea.

299

Bígama en sus ventajas resulta la brevedad porque no amenaza con reventar la atención del lector e interrumpe en el autor la vanagloria de proseguir, más allá del efímero talento, lo que solo es posible dilatar con mediocridad.

300

La diferencia entre el poeta y el filólogo es análoga a la habida entre el etólogo y el taxidermista.

301

Autores hay tan propiamente impropios, tan perfectamente diluidos en el genio de la obra, que tropezar con ellos se convierte en el hallazgo insigne de uno mismo.

302

Para agudezas, la de los pensamientos que afloran convertidos en máximas después de haber estado clavados como aguijones.

303

Lo importante en la obra de arte no es el motivo, que ofrece un panorama muy superficial de clasificación, sino la transformación interior provocada en quien la experimenta.

304

Si lo divino es una fuente de inspiración para lo humano, lo humano inspira el acta siniestra de lo divino.

305

Inventar religiones es un arte donde pueden converger todas las artes; inventar que una religión es más que un arte cae dentro de las malas artes que, a falta de virtud, ni siquiera el virtuosismo puede embellecer.

306

La singularidad que florece con ingenio languidece arrebatada por el mismo mundo que le sirvió de abono.

307

Por más que la belleza dependa del ojo que la recorre, hay espectáculos cuya belleza depende más de la visión que pierden quienes los contemplan.

308

En la neta indeterminación del pensamiento, que se toma como prueba de su volatilidad, guarda también su riqueza para reinventarse. El uso del pensamiento no sería posible sin el pensamiento del uso que se le da.

309

Los dioses, esos perdedores, empiezan a serme simpáticos ahora que se han vuelto preciosos y completamente desconocidos para el humano. «Te precipito a la búsqueda de los dioses a una velocidad mayor que la de su huida», hace decir Jean Giono a una alegórica hija de Eva, la inteligencia.

310

Imaginar que Dios existe y no ha podido instalar su imperio, que se trata de un Prófugo que no cesa de escapar de sí mismo a cada instante y para el cual la materia misma es un adarve.

311

En los momentos álgidos de la ópera, a eones de armonizar patetismos el teatro y la música parecen rivalizar entre sí para ponerse en solfa.

312

¿Qué respondería una persona, amante de su intimidad, a la propuesta de ser masturbada a la vista de una multitud? ¿Y si además tuviera que desembolsar el importe de una entrada por compartir tan comprometedor espectáculo ante un rebaño de desconocidos? No parece, sin embargo, molestar a nadie, por culto y pudoroso que sea, la obscenidad de dejarse conmover en presencia de decenas, cientos o miles de curiosos cuando asiste a un concierto o a un pase de cine.

313

El único e irrenunciable compromiso del escritor es escribir como mejor pueda, aunque para ello deba contar lo que menos le convenga.

314

Pensar como un criminal, aunque se viva como un santo; imaginar como un novelista, aunque se muera por sobredosis de realidad.

315

Una imaginación poderosa puede compensar la necesidad de emprender casi cualquier acto, excepto  la necesidad de actos imaginarios.

316

Domar una lengua no es dominarla, sino servirla como uno manda.

317

A veces necesito poner un punto donde otros ponen ciento.

318

Un maestro del panfleto debe saber captar una reivindicación individual de tal manera que el autoritario no pueda sino comulgar con ella para evitar un descalabro mayor, el libertario no se atreva a impugnarla, el progresista se esfuerce en encajarla para no parecer conservador y el reaccionario decida sumarla a sus invectivas por no asemejarse a las primeras ratas en abandonar el barco de la conciencia crítica.

319

Hay sonidos que son alibles porque nutren el ánimo al tiempo que lo acompasan; el ruido solo es audible, pero se lo reconoce de inmediato por el empacho que causa.

320

Cuando el artista busca en la estridencia un recurso extraordinario podemos estar seguros de su aptitud para ser estridente, no extraordinario.

321

Una obra solo acaba con el comienzo de otra, y ninguna lo está realmente hasta que muere el autor.

322

No tengo mejores modos de darme voz que escribir con el mismo cuidado que si debutara en la publicación y con la misma intensidad que si me despidiera de la vida.

324

Sin haber sido nunca ciencia la filosofía, ¿puede ciencia alguna reclamar para sí una faceta del saber humano sin estar en deuda con el conocimiento filosófico?

325

Si los amantes se respetaran, vivirían solos. Si los que viven solos se respetaran a sí mismos como buenos amantes, no echarían a perder su retiro por amor.

326

Amar a alguien por lo que no es representa mayor ofensa que odiar a esa misma persona por lo que es.

327

Amor de pensamiento es amor que no toca el pensamiento cuando piensa de verdad con amor.

328

Cuando somos jóvenes buscamos el arquetipo en la mujer concreta; en la edad madura, intentamos que cada mujer concreta sea un arquetipo.

329

Tanta repulsa acumulaba su carácter contra los deleites venéreos, que prefirió casarse con un cuerpo por fidelidad al asco que perderlo en el deseo de otros, dicho sea sin demérito de la fidelidad, que por sí sola es capaz de mucho bien cuando aparta del comercio carnal a espantajos cuya personalidad es un homenaje a lo incopulable.

330

Se puede, a mayor deleite, ser rijoso hasta desfallecer, pero no se debe ser excesivo hasta incurrir en la vulgaridad de un noviazgo de la que el mismo placer huye abochornado.

331

Hay tantas veredas de ida a la alegría como autopistas de vuelta a la tristeza, y entre los atajos que más van a la primera y menos vuelven a la segunda pocos son equiparables al sexo.

332

El donaire de una buena complexión ignora los padecimientos que puede alojar el espíritu por el deseo de perderse en ella.

333

Cuando no es uno el promotor del goce que percibe en la persona que desea, tiene ante sí dos itinerarios: el de la barbarie que se enrosca en la posesión frustrada de los celos (envidia de quien ha provocado ese goce, pero volcada contra quien lo recibe), o el de congratularse por el cumplimiento de una satisfacción que no supone impedimento alguno para el bien que aún puede entregar a esa persona.

334

Buscamos los retos, sobre todo en el campo de la caza sexual, porque somos conocedores del reflejo psíquico de recompensa tras la dificultad, pero la evolución tampoco desconoce nuestras reacciones y se sirve de los propios retos a modo de trampantojos que nos mueven en la dirección más interesante a sus propósitos, no a los nuestros.

335

El deseo consigue que no consiga uno reconocerse en el otro hasta que consigue reconocer al otro en sí mismo.

336

Ser leña dispuesta para el fuego de la mujer encendida y fuego para la leña de la mujer apagada.

337

Abstenerse del deseo sexual no es complicado, lo difícil es que una abstención de ese tipo sea más deseable que la lujuria.

338

Poder extraer placer del dolor no lo convierte a uno en masoquista, que es quien sólo puede gozar mediante el sufrimiento, sino en un sibarita de la adaptación a un medio hostil.

339

Los sexos no son tan irreconciliables por sus diferencias esenciales como por los sueños imposibles que incuban muchos de sus respectivos ejemplares. Me refiero, sobre todo, a los hombres que desean mujeres a las que no tengan que soportar después de acostarse con ellas y a las mujeres que desean hombres que las aguanten sin acostarse con ellos. Ellas quieren tomar más de lo que les corresponde y ellos dar menos de lo que piden.

340

Respeto a la mujer que vive de su sexualidad y admiro a la que no la vive como un peaje para llegar a un destino tan extraño a la libido como la mascota de tener un hijo, pero encuentro siempre motivo de sátira en la que aun sin querer complicarse con maternidades, a la hora del cortejo se desvive, igual que cien mil años atrás, por mancillar la inteligencia con los atributos de un mono campeón.

341

Quizá lo que mejor define a la mujer moderna es no saber lo que quiere, no conformarse con menos cuando cree que lo sabe y cansarse de quererlo en cuanto lo tiene.

342

Pensar lo mismo no es pensar igual: un cornudo y el amante de su pareja acceden al mismo cuerpo, pero no lo gozan por igual.

343

Por la gracia de su deseo, el amante furtivo obtiene una valkiria de la misma mujer que se une a otro como cenicienta.

344

Da rabia pensar en la cantidad de personas dignas de ser abordadas con cariño que se consumen de tedio pensando en la cantidad de personas en idéntica situación.

345

Inaugura su fealdad una mujer hermosa desde el mismo instante en que se ve deslumbrada por la conciencia de su propia belleza.

346

¿Idiomas? La lengua vehicular que se aprende en la cama nunca se olvida.

347

Me he vuelto animal doméstico. Lo silvestre va por dentro.

348

Si las mujeres pueden ser equiparadas a fenómenos arcaicos de la naturaleza, los hombres podrían parangonarse a espasmos tardíos de la fantasía.

349

De la hembra doblega más un hermoso pie que una cabeza bien amueblada.

350

Nunca sabremos a ciencia cierta si la damita desposada con un ricohombre lo desea solo por sus caudales o por atraer desde allí al rival que pueda arrebatársela.

351

Era tan inmoral, que en vez de despreciar en privado los vicios los perseguía públicamente.

352

Hace jactancia el obispo de mi diócesis de ser un ameno tertuliano, algo que la fortuna no me ha permitido comprobar. Lo que sí puedo decir de él es que tiene madera de escuchador a juzgar por la talla de su semblante cuando, rozándole un lobulillo, me hice dueño del momento al musitarle: «Ha de saber, Excelencia, que Dios le pisa los talones sin besarle las suelas».

353

Tan segura es la fe del católico, que normalmente se abstiene no solo de leer los evangelios, sino de mirar bajo el manto de la Virgen.

354

Tener las lumbres de un adolescente y la actitud escarmentada de un vejestorio.

355

Me traicionó: aparentaba tener una aptitud para la lujuria que tiempo le faltó para degenerar hacia una intocable decencia. «Eres un cabrón sin pintas», me reprochaba. «Y tú una monja con pinta de golfa», precisaba yo.

356

El juez y el agresor sexual:
—¿Tiene el acusado algo que añadir en su defensa?
—Un solo dato que los presentes han pasado por alto: el insuperable gusto demostrado escogiendo a mi víctima.

357

Para charlas notables, la de aquellos filósofos antiguos a quienes enriquecía la compañía de hetairas en el arte de conversar… sin ceder a la palabra.

358

«Presuroso y perdido unto en mí tu persona», entona Félix Grande. En el sexo, los hombres tienen hambre; las mujeres, además de hambre, tienen sed del hambre del hombre.

359

Jacinta está perpleja desde que sabe que Marieta fornica con su perro. Asombro extraordinario, sin duda, porque Jacinta misma es una perra.

360

Recordar que así como nosotros tenemos el happy end de las insulsas y suntuosas historietas de la  meca hollywoodense, en la Roma imperial recurrían al dios Bonus Eventus de lo que acaba bien.

361

Mi nacimiento fue un naufragio y voy desde entonces a la deriva, una manera de desplazarse muy ahorrativa. Todo lo demás es turismo.

362

La naturaleza ha sido generosa con mi temperamento, pues a nadie envidié jamás ni hube de esforzarme siquiera en que así fuera. Situaciones hay, no obstante, donde más que trocarme por otros lo haría, enteramente, por nadie.

363

¿Quién ha estado antes en mí? Cada mañana, cuando el sueño toca a su fin, la misma sensación de haber sido roído desde dentro por otro.

364

No me enorgullezco de mis tedios, son ellos los que se enorgullecen de mi disposición para dejarme en suspenso.

365

Tan fría era su mirada, que le creció pelo en los ojos. Otros dirán que fue milagro.

366

En una capital del sur he podido ver una manifestación de diabéticos que hacía temblar a los transeúntes con batucada y estocazos de insulina por la espalda.

367

Cayó de cabeza al lecho, donde las sábanas se encargaron de amortajarlo. Pese a ser un gandul redomado, aquella vez no supo hacer pie en el sueño ni mantenerse a flote en el descanso.

368

Con lágrimas el vino sabe mejor; mejor porque a medida que la herida se embriaga, la embriaguez se tiñe de alma.

369

Muchos trabajan en soledad y se divierten en sociedad. Yo me divierto en soledad y trabajo, contra mí mismo, en sociedad.

370

Si antes no muero ahogado en el río de Heráclito, será causa de oprobio constatar en la decrepitud cómo se apoderan de mí los pavores de la infancia. «Ved en qué apuros me he metido, en qué lugar me he colocado, donde no puedo, sin faltar, prometer de mí lo que, sin faltar, no puedo dejar de dar», abjuraré con gorjeos apuntados por Pico de la Mirandola.

371

Uno puede variar el rumbo de su travesía algunos grados, pero el navío en que surca la existencia será el mismo hasta el hundimiento. A Caronte no le hacen falta pantalanes por donde puedan aproximarse sus viajeros: en cada uno de ellos tiene su embarcadero.

372

Encontrar un billete perdido en mitad de una calle populosa es, desde un punto de vista probabilístico, una gran fortuna, pero un gran infortunio si se interpreta como un indicio de la cantidad de cabezas huecas que deambulan absortas, atrapadas en sus vidrieras electrónicas.

373

Donde hoy está el Vaticano antaño se alzaba el circo de Nerón: no siempre fluye el caudal de la historia con la velocidad precisa para limpiar las inmundicias.

374

Pienso en una paletilla de cordero asada con una jugosa guarnición y babeo; pienso en la lúgubre existencia de ese animal hasta llegar al plato y me asqueo. Es la tortura de comer a sangre fría.

375

La última cena por excelencia fue la de Sócrates con sus pupilos. Sobre esa otra, celebrada por un agitador en apostólica junta, lo más loable que puede pronunciarse es la decepción porque ninguno de los reunidos prefiriese la cicuta al vino.

 
Licencia Creative Commons
Esta obra, protegida por derechos de autor, está bajo una Licencia Creative Commons