6.12.16

¿PARA QUÉ MÁS?

Jan Matejko
Preguntaron a un asceta: «¿Cómo ves el tiempo?» Respondió: «Descompone los cuerpos y renueva las penas».
Yosef ben SABARRA
El libro de los entretenimientos

1

No debe tenerse en mucho la vida si dispuesta se la quiere a soportarse.

2

No te pierdas por ganar una posición más respetable, respétate por ganar tu posición más genuina, que como bien sabes no es otra que la de hallarte fuera de lugar.

3

Intimemos con el pesimismo sin sentirnos pésimos por no ser óptimos para creer con optimismo en las tribulaciones de los males logrados y de los bienes malogrados. Reconozcamos en el tenebrismo filosófico la manera menos fraudulenta de contemplar la desolladura de ser lo que somos entre bichos, sabandijas, quimeras y follajes.

4

El desdoblamiento es la trampa lógica de la mente porque también lo es del medio donde atrapado está el que cavila.

5

Pretender que fondo y forma sean a la par originales e inteligibles es algo reservado a los genios; quienes no lo somos, a trancas y barrancas le arrancamos algún espasmo reseñable a la mediocridad.

6

No estar por la labor de ser legible a toda costa, pero saber entregarle con luminosa pulcritud todo el significado a quien se decida a dar un salto de comprensión a la oscuridad.

7

El del libelo es un género en que se hacen digresiones impersonales en un tono que compromete en demasía lo personal; el autor de máximas y sentencias morales, en cambio, es brillante cuando tiene el acumen de hablar de sí mismo de una manera tan impersonal que resulta ineludible sentirse objeto de sus reflexiones.

8

Siéntese peregrino de la eternidad el genio humano cuando lo es sólo de la historia, y aunque por él se deslizan misterios infinitos viajan tan vacíos como el aliento que cada quien ha de llenar con la fecundidad de su imaginación.

9

Lo escucho de soslayo en una taberna: «Absolutamente todo conduce absolutamente a nada». Y me muerdo dando un trago las ganas de replicar: «¡Absolutamente indemostrable!». Por todo y por nada, mejor así.

10

A todos oigo demasiado alto, incluso enclaustrado en la distancia. Los kilómetros de soledad, más que silenciarlos, traen a rachas esquirlas de sus voces a los bagazos que de ellos llevo conmigo.

11

Nuestro apego a la ventriloquía del yo nos impide sufrir, como hacen otros animales, en silencio. Añádase como cargo a la causa general contra la especie humana.

12

Cuando alguien jactancioso abre la boca busco el punto débil de su exposición y ataco sin piedad sus reductos. Sería injusto que tuviera conmigo mayor deferencia.

13 

«Las leyes se hicieron para los malos», he vuelto a leer en Zabaleta, quien procura dar a entender que la razón de las mismas está en favorecer la buena conducta. Quizá le faltara suspicacia para denunciar que las leyes han sido hechas, no en menor volumen, para que a ellos, los malos, no haya desvelo de ajena probidad que los debele. A la ley concebida como el orto de la negociación, como derecho, siempre la ha precedido la ley de Caín que honra al asesino, alaba las potencias eruptivas de la discordia y detesta la mesura.

14

Mejor que las leyes imperantes en un Estado explica el estado que allí reina el hecho de que acudan antes al siniestro la policía y los gacetilleros que las ambulancias.

15

Respetar la virtud de una exigencia ética en una situación en la que sería más rentable no tenerla en consideración o más fácil seguir el reclamo primario de la emoción, equivale a reservar una parte de la realidad a una perla de sentido insobornable por el yo y por el tú; representa una ofrenda a lo más acendrado y sutil que puede dar de sí la naturaleza humana: génesis creativa de la consagración, aptitud para el prurito de un hacer sacro, de hacerse venero de venerables detenimientos.

16

Cuanto más se posee materialmente tanto más fácil es arruinarse espiritualmente. Lo inverso, por supuesto, no es necesariamente cierto: a muchas miserias solo se ajusta el alma miserablemente.

17

Andar en busca de la aprobación de los demás ¿acaso no supone corromper el valor de la propia búsqueda de la verdad?

18

Bueno es que la conciencia de los desastres que acarrean las pasiones ocupe el trono donde se hacían obedecer.

19

Alto es el precio de mantener la coherencia, pero la incoherencia —uf— se puede pagar con la gloria.

20

Quien tras el éxito corre quiérelo todo menos el propio exĭtus, salir de todo.

21

No es fácil conquistar a otro si no se cree esperanzado.

22

Más allá de su propia conveniencia las personas inteligentes quieren aprender; las restantes se contentan con lo que saben, que suele ser menos de lo que piensan y aún menos de lo que les convendría pensar.

23

Si en vez de redes las llamaran redadas sociales, ¿se sentirían más seguros los atrapados en ellas? Uno se permite rayar el desvarío al conjeturar que alguna clase fisgona de demiurgo creó unos cuantos espíritus libres y a los demás, sencillamente, los puso en línea.

24

Ya que tanto desdeñan las hordas directivas a los trabajadores, ¿por qué no desdeñan explotarlos igualmente?

25

Si supiéramos hasta qué punto exacerba la fe política o religiosa el anhelo de machacarnos y de machacar a otros, es muy probable que nadie depusiese por ello su furor, pero al menos se condenaría al ostracismo del pudor el exhibicionismo de tanta doctrina nociva.

26

Erigir monumentos a los déspotas u oponerse a su retirada cuando su mando funesto ha concluido es loar el fratricidio. En un perímetro que daría para varias horas de viaje desde el centro donde escribo todavía son muchos los monumentos de este tipo que quedan en pie y muchos más los tipos que siguen berreando himnos torvos a sus pies.

27

No adherirse al mundo, a ningún mundo, es la clave del dominio interior y de la valentía exterior.

28

No hacer planes tampoco evitará la experiencia de la decepción de sí mismo por no haberlos cumplido, pues siempre quedará latente y sin consuelo la incertidumbre de saber de qué hubiera sido uno capaz de tomarse un poco en serio su existencia.

29

Las decisiones más reflexivas no pueden producir más que efectos incompletos, acordes por otra parte con nuestra incompleta composición de la realidad, mas una decisión desviada puede encerrar más justicia que una conveniente y un tropiezo revelar más esplendor que un avance.

30

Muy excepcionalmente acompaña la grandeza a los humanos y nunca se la ha visto emparejada con quienes viven obsesionados con no ser pequeños.

31

La Tierra es maternal, por eso mismo no es de fiar. Gira y gira con el ansia de su vientre feraz, agitada por un hambre infernal de seres a los que solo puede abrazar en la tumba y amar como carburante.

32

¿Qué te hace pensar que la vida es mejor destino que la extinción? Por abismal que sea la verdad, es en la fragua de las profundidades presentes en cada ser humano donde el espíritu se descubre retado por los enigmas de la naturaleza, que son también los suyos, y asediado por las lacras de una trayectoria evolutiva demasiado vetusta para cambiar de programa y demasiado joven para dejar de batallar contra los númenes sublevados de la clarividencia.

33

Una característica del sentimiento temporal de lo inmutable es que a medida que los años empujan hacia delante generando un interés menguante por el futuro, la atención se desplaza simultáneamente hacia atrás en cuanto incumbe no solo al recorrido de las propias vivencias, sino al campo de las imantaciones históricas.

34

Permanecen más las huellas de las patadas que de las caricias recibidas. Habrá que acariciar más fuerte y golpear más flojo.

35

Nada prueba la antigüedad de una idea contra su vigencia, como tampoco la novedad en favor de su validez.

36

«Atente al consejo de tu corazón, porque nadie te será más fiel», preconiza el nada mal percutido Eclesiástico. Que un coro puede arder en el pecho con cada repique es canto sabido; el error acusmático de quien escucha las varias voces de su corazón está en creerlo dividido en acúfenos cuando apenas rompe a multiplicar sus armonías.

37

Encuentro que la voluptuosidad de perder irremediablemente a la persona amada pertenece a un orden anímico muy superior no solo a la voluntad de conservarla, sino de mimarla, y no obstante, ¿qué superioridad cometería la bajeza de disuadirnos de cuidar a quien nos cuida?

38

Si a juicio del mordaz y habitualmente preciso lord Byron «el amor es lo único que hay que ganarse en la vida, todo lo demás se puede conseguir robando», ¿qué decir de robarse a sí mismo echando a perder el amor ganado? Al igual que se puede vivir sin ilusiones, todavía es posible amar cuando esa facultad funciona solo a expensas de conmover otras, entre las cuales alguna debe haber que contenga la gentileza de devolver más de lo que uno se sustrajo.

39

Ni siquiera en un sentido metafísico soy esposo de mí mismo, como a veces he bromeado aparentar. Para quienquiera que haya pretendido hacerme suyo —yo el primero—, he sido siempre lo que seré, un metal de aleación imposible.

40

Creo que mi existencia carente de propósito es el premio por la execrable afición a los trofeos que padecen mis coetáneos.

41

Hago del día el confesor de mis desilusiones y de la noche la magia de poseerlas.

42

Llevo conmigo el recuerdo de los abismos perdidos como una mancha en mi expediente de fracasos, como un triunfo por la espalda del instinto de preservación.

43

Solamente conozco un modo de ser indulgente con los demás: ser severo conmigo. También conozco los modos de muchos que son severos con los demás porque nada saben que no sea ser indulgentes consigo, lo que de ninguna manera constituye un hecho insólito: a quien no soporta la disciplina en el estrato interior de la conciencia no le resulta incómodo el ejercicio de la arbitrariedad en el exterior.

44

¿Qué dios me ayudará a creer en mí mismo? ¿Qué dios podría convertirme a esa misión sin destruirse? Estoy hecho para desatarme del acto, no para la responsabilidad que desde mico no he dejado de sentir como una empresa de lo más insidiosa.

45

«Trabaja ahora de vivir de tal manera, que en la hora de la muerte puedas antes gozar que temer». Con esta y otras meditaciones de Tomás de Kempis, hacederas como pocas en la adversidad, rizaría el rizo de mi calvicie si al desabrigo de lucirla entendiera que blasfemar contra la supuesta sacralidad de la existencia no es solo un hábito displicente o una especie de herejía contra la divina comedia de la biología, sino más bien un tónico para no doblegarse ante los vahídos pasajeros que comporta ser sensible al trasfondo del erroroso vivir.

46

Vivo en el frenesí de la esterilidad, de una vigorosa anulación de proyectos, del deseo de aprender a petrificarme sin tedio a cada instante y a humillarme ante el cansancio de un modo tan perfecto que ocasione, por sí solo, mi deserción de la materia.

47

Hay lágrimas en cada uno para coadyuvarlo en la disolución del propio ser, un terrón de sal abandonado a toda suerte de espejismos.

48

Soy duro, pero no duro tan solo. También soy tierno. El hueso sin carne no se sostiene.

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