31.1.13

DEPAUPERAJE, DEPORTE NACIONAL

Al que de ajeno se viste, en la calle lo desnudan.

Siempre que hablo de política —o la escribo, que es como proferir medusas por los dedos—, se me llena el paladar de orugas urticantes que atino al fin a escupir tras haberlas reducido a un potingue de mandíbula cuyo rastro, asaz hediondo, persistirá en mi aliento durante las horas sucesivas por más que me cepille los dientes. Preferiría departir acerca de Rakotunisontuni, mi «tantas veces muerto, tantas resucitado» animal totémico de sangre helada que encontré en la infancia y redescubrí en la edad adulta gracias a un disco del que acabo de asumir un buen pretexto para rendir cuentas al acaso...

En los países socialistas, defender al humilde de los expolios del rico es lo que se alega oficialmente para establecer una política de confiscación y mantener purgas regulares; en los capitalistas, proteger la libertad de empresa sin la cual no puede haber eretismo económico se traduce en blindar al acaudalado frente a las demandas de la turba descontenta y bloquear cualquier iniciativa de reforma que tenga por exigencia desmantelar la sucesión de asaltos al patrimonio público avalados, en arrimo de lucro, por la fábrica de encubrimientos recíprocos que nunca ha dejado de ser el parque parlamentario.

Esperpento desmembrado en un zoco de infamias, España está en venta y sus habitantes, más baratos que nunca. ¿Para qué, si no, se ha decretado que el paro sea un valor en alza? Rastreros con los desmanes del opulento y verdugos inclementes con los zancadillados por la fortuna que otros, sin embargo, están autorizados a defraudar, el político endiosado de hoy ya se aventura, sabiéndose impune de hecho, como el tratante de esclavos del mañana. Bancos subvencionados con el dinero secuestrado a todos, jueces encanallados por el gusto de invertir en la prevaricación o la costumbre de mirar impotentes hacia otro lado, periodistas culeros que entre patada y patada al idioma certifican la defunción de la verdad mediante el último timo de la noticia, son sólo una parte exigua de la mugre de cada día que se traga el lavadero de un Estado convertido en timba institucional, un envite ignominioso, con ayuda —justo es reconocerlo— del vistoso guantazo asestado por los comisarios de pillaje de la Internacional Especuladora.

El cambista y su mujer de Marinus van Reymerswale en la versión que se conserva en el Museo del Prado.

30.1.13

PEDAGOGÍA ADVENTICIA



La verdad nace de la imaginación.
Ursula K. LE GUIN
La mano izquierda de la oscuridad

Mis carnes ardorosas me enseñaron que no se reflexiona en vano sobre aquello que por naturaleza se hace sin pensar. Sarcasmo por sarcasmo, el sentido del humor que así acomete por un pensamiento sagaz sobreviene sentido del tumor que aína se complica tumor consentido. La ciencia de Dr. Jekyll le debe todo, sus horizontes de chifladuras y la acuidad de sus aciertos, al esforzado Mr. Hyde.

Mistaken Identity del turbador Ken Wong.

28.1.13

NI TODO NI NADA, SINO DISTINTO

Si Cromwell dijo que un hombre nunca escala tan alto como cuando ignora su destino, con más razón se puede afirmar lo mismo de comunidades que admiten las mayores revoluciones sin tener vocación alguna para el cambio.
Adam FERGUSON
Ensayo sobe la historia de la sociedad civil

Entra dentro del convencimiento de muchos estudiosos de las formas de liderazgo y de la filosofía del derecho la defensa de un Estado duro que se crece arraigado en el pesimismo antropológico —Maquiavelo, Hobbes, Schmitt—. Advierten que la condición humana se rige por innegables apetitos sépticos vistos como un mal natural que puede y debe ser compensado, dirigido y minimizado por medios arbitrarios, como si la virtud, o lo que ellos conciben por tal, pudiera introducirse en las conciencias por decreto. A mi más que dudoso juicio, que desde luego no trata de emular y aún menos de atribuirse la experiencia política ni la capacidad de discernimiento de los autores mencionados, este planteamiento supone una traición a la inteligencia por cobardía ante las consecuencias reales de asumir dicho pesimismo —la apuesta irrecusable por el descontrol subalterno o el autogobierno—, cuando no una maniobra urdida desde el principio para abrillantar las operaciones más innobles del poder en nombre de una finalidad superior en apariencia, como pueda ser el mantenimiento del progreso asegurado en la normalidad o la consecución de una homogénea paz social. Creer que los integrantes de un gobierno superarán en calidades la índole de sus tributarios no es una cuestión de eficiencia probada, sino de fe; si mezquino es el hombre de a pie, ¿cuánto peor no será quien goza de mando para magnificar sus excesos y defectos? Es más, si seguimos los surcos más reconocibles de la historia, probablemente suceda lo contrario de lo buscado, y la autoridad que pretenda corregir bajo coacciones los desarreglos acusados por la población general comprometiéndose con alguna empresa de elevación moral provocará efectos más indeseables que los propios de una sociedad relajada frente al desenvolvimiento de las fuerzas de diversa valía y valentía que compiten —o se comparten— por manifestarse. El humano es lo que es, un depredador nato capaz de regalarse momentos admirables, y de la satisfacción de sus necesidades dependerá en alta proporción la benevolencia de su conducta, influenciable al mismo tiempo por los sistemas de refuerzos que se le apliquen, aunque sólo hasta cierto punto. Para mi ahora invencible comedimiento, el orden que se basa en contenciones drásticas del egoísmo individual encaminadas a favorecer una distribución ficticia de la soberanía sólo es voluntad despótica, miedo institucionalizado, guerra suciamente encubierta por el monopolio de la violencia. Si además del suicidio colectivo hay un orden potable —peligrosa congregación de conceptos, paso palabra— para los incorregibles vividores murientes que aquí estamos, desoyendo las aclamaciones por echar un freno de tiranía a la anarquía debería madurarse la síntesis que saldrá de exponer las esferas comunitarias de la acción a una disciplina de combate en la cual, como fase de reajuste, se procederá a la apertura de todos los candados...

Creación de las aves de Remedios Varo, cuya maquinaria podéis imaginar en funcionamiento con esta versión galvanizada del Minute Waltz de Chopin.

27.1.13

MI SIMIO Y YO O DE ASES Y BASTOS

Así que por costumbre o por castigo,
casos no vistos son en mí ordinarios,
y en los propios intentos temerarios
se acobarda la fe con que los sigo.
Conde de VILLAMEDIANA
Cancionero blanco

No sabría reconstruir la secuencia exacta de asociaciones que me indujo a recordar a Olayo, el avispado zagal a quien todos preferíamos temer de niños con la esperanza de anteponer la gracia de su favor a la opción ineludible de padecerlo como enemigo en la máxima expresión de su crueldad. El caso es que al dar un traspiés me salvé por puro albur de una caída al adoptar una postura de ortopédica singularidad que en mis adentros recompuso semejanzas con la costumbre que tenía Olayo de articular el brazo bajo el arco de una pierna para entregarse a deleites inconmensurables durante los cuales musitaba, ojos en blanco, el nombre artístico de su madre Nolaska, la trapecista, aunque con frecuencia también arrastraba a su jaula craneal de perversiones el de las nuestras, a las que sabía extraerles la simpatía en el trato de vecindario con técnicas psicológicas tan misteriosas como el origen de la perfidia que alumbraba de ingenio sus juegos. Entre otras conspicuas evasiones, de él aprendimos a invocar al mono interior empezando por tocamientos con la palma de la mano parcialmente forrada a tal efecto con el papel de lija más fino que vendían en una ferretería cercana al ruinoso almacén donde se desquiciaban los hechos. Si el movimiento se ejecutaba con destreza, las heridas producidas por la fricción eran mínimas pero suficientes para pasar a otros niveles de sibaritismo, como el de darse profusas friegas con alcohol en el que habíamos puesto a macerar varias salamanquesas alimentadas con los coágulos procedentes del avituallamiento de menstruos al auspicio del gremio formado por las hermanas púberes de los chavales del grupo, cuyas compresas, ordalías de hemoglobina, debíamos hurtar guardando el mayor de los secretos para someterlas a un minucioso proceso de recolección de sus «pepitas bermellón», otra ocurrencia de Olayo. 

Supongo que desde entonces, bordeando crónicamente el cadalso de un austero solecismo neuronal, el antropoide que llevo dentro deja de responder por capricho al nombre de lobo que a sí mismo se dio y se divierte el muy bravío destrozándome por necesidad el mobiliario mental que su celo, una permanente piojera, me hace padecer cuando no puede ser atendido con cubriciones poliposturales que se prolongan, alrededor del festejado acoplamiento, con incursiones de espeleología dactilar y retruécanos mucilaginosos glotonamente libados de los pétalos que se abren a sus asaltos de oralidad. A este mono travieso que se confía a la yuxtaposición de suertes y embates para desdoblar en la culminación de lo nítidamente real lo que sólo enturbiaba bullicios imaginarios —es menos erróneo quien hace lo contrario— le gustan todas las mujeres, a excepción de las que exhiben cierta tosquedad de torneado que, por no acuñar atrevimientos de obligada disculpa, voy a omitir explicar en este improvisado ruedo de azotea. Este simio, que no habla casi nunca y casi todo lo entiende, no se ahíta de confundirse la tiesa con esas tías que, exentas de las connotaciones despectivas que referirlas fomenta, multiplican su alborozo por el bendito hecho de ser reservorios matriciales del montón, del montón que embriagadoramente sondearía.

Acrobático por naturaleza en asiento, sobre mesa y en jergón por preferencia, aunque no tanto en la ostentación deportiva del acto como en la imaginación inconfesable que añade a la mecánica de sus movimientos; devoto fornicador y onanista compulsivo si no hay altar palpitante al que inmolar su derramamiento de abortos; diligente abrochador en el aquitepillo o sudoroso fondista según las subordinaciones de la oración principal, lo mismo lame que muerde, reparte caricias que azotes, se desliza cual anguila por las simas femeninas que embiste brutalmente por un gemido uterino: en el primoroso tamaño de su versatilidad debe de estar, digo yo, el activo de su atractivo.

Del pordiosero ignorado que arriesga su karma zarrapastroso en aguas del Ganges al más inaccesible batracio que, como Benedicto, encharca sus heces en intrigas internacionales, putas somos en el fondo de esta gehena rotatoria. Y como buenas y malas furcias obligadas a matarse o tolerarse, tras la inviable convivencia acumulada la elección de una norma aceptable de confenecencia parece menos dilemática: elasticidad consciente o maleabilidad amodorrada; o nos potenciamos sobre una indeterminación civil a la que son más afines las sociedades de dilecciones comerciales donde es indiferente que cada uno folle con quien le surta la gana, o nos dejamos estrujar bajo un desorden militarizado de cualquier color político donde todos seamos follados por el poseedor del arma más impresionante. En el primer caso, jurídicamente nadie es dueño de otros; en el segundo, ni jurídicamente se admite la potestad de sí.

Singe peintre de Alexandre-Gabriel Decamps.

26.1.13

LOCOMOTORA

Dejando de lado a Dios (no importa aquí el motivo por el cual no sea, o mejor, ya no sea), el lugar de todas las historias posibles será un lugar perfectamente atópico. Lugar no-lugar, he allí donde están todas las historias: en otra parte, siempre y únicamente en otra parte.
Sergio GIVONE
Historia de la nada

Esta luna me hiena. Nos dirigimos hacia el precipicio y voy un paso por delante; no es que sea aventajado, es que el barranco tiene caprichos que me desnudan por anticipado. Entretanto, me he querido obligar a no dar palabras de entendimiento a este sueño porque últimamente, pongamos desde hace treinta y ocho tacos, pienso más que pesado y escribo menos que misérrimo —adjetivo cuyas acepciones acabo de refrescar gracias a una búsqueda rápida—, pero bajo y sobre todo lo demás porque sueño peor de lo que nunca he vivido. Tremolando en la atmósfera veloz de duermevela que ha precedido al lento contradespertar, me he querido obligar a no decir, como decía, y no he podido conmigo, así soy yo de inconsecuente disciplinado, siempre que gano me pierdo. He pensado —lo que mejor hago cuando dejo de hacerlo— que me siento un poco bastante tirando a excesivamente decadente por haber cedido a lo callandón a esta prioridad absurda de mirarme desde los demás, cuando lo mágico, lo sugestivo y hasta lo viril es saber alzarse sobre uno mismo para observar lo que otros son cuando no son vistos o así lo creen. Me he insistido casi a voces que me vicio en olvido el recio amor que me tengo contra mí mismo y a veces me da por ventilar en el desprecio fácil a favor del semejante que más fácilmente lo vence al dejar caer la semilla del gesto tierno que nunca se pide ni se formula. Nada suprime mis ganas de repasarme en la desgana que contra todo se desgrana por mediación de seres que contemplo como enseres que quieren pintar bien su rompimiento, malamente retratado a través de los míos metidos de lleno en el rococó. Por ahorrativa deliberación, he olvidado a propósito el escaso anglosajón que aprendí y el mucho gabacho que recordaba para evitar sucumbir a la obligación de viajarme a lugares donde sería tan reacio como en mi lengua nativa; incluso trafiqué con un idioma que nadie usa sólo por el gusto de almenar lo superfluo y asumir mis soliloquios en una versión dual digna de un proxeneta con dones de gente. Me armo y me desarmo con idéntica estética de cabecera, provisto de atestada ética y con nada de moral. No me la pidáis, precisión imposible de satisfacer después de haber dejado gotear varios días hasta que me he aproado a escribir en modo retrovisto esta ensoñación a la que hiede ya no dar comienzo: había la necesidad no imperiosa, sino inapelable, de un alejamiento, la hernia emocional de una despedida sin retorno. Más joven que yo, empezando de dentro afuera, una morena deliciosa de las que invalidan el verbo porque hablan naturalmente con su ser plenario, me miraba con la verde escofina de sus ojos en un código que conozco por otras miradas, ninguna real, como ajena a la realidad propia que realmente es asunto de un trasunto imaginario. Creo que nos acabábamos de conocer y ya lo sabíamos retodo el uno sobre el otro como se deben saber las minucias entre sujetos que se aman por encima de las verdades que el tiempo mixtifica objetivas: sin hastío, sin perspectivas, sin remordimientos. Hubo besos giroscópicos, burbujeantes conexiones sinápticas y fusilamiento recíproco de caricias donde el erotismo estaba omnipresente al fondo de un sentimiento mayor que divinamente lo envolvía en un mundo desenvuelto de dioses y hombres superados. Algo de materia silenciosa, quizá el billete, quizá la sombra de mi sombra, cayó a las vías donde esperaba estacionada una máquina. Descendimos juntos a las paralelas que yacen bruñidas solamente de cara al cielo dispuestos a recuperar el algo, y en ello estábamos, cuando el tren se desperezó gangoso. Le pedí que se tumbara a mi lado, que allí había espacio para pasarnos cualquier cosa, salvo morir reventados bajo las ruedas. Sentir ese caudal de ingenios electrificados haciendo traquetear sus pesadas coyunturas de acero sobre nuestros cuerpos apretados en sincronía fiel, fue nuestro ceremonial de casamiento y extremaunción comprimidos en un amago de muerte tan aceptada de entrada como acto seguido burlada. De regreso al andén, la exigencia perentoria de subirse a la separación indeseable recrudeció por momentos lo que el fuego había purificado de temor con vuelta y vuelta de alma. Ella tenía que regresar a una lejanía como de pozo sin fondo, a los acantilados forzosos de otro continente. Dentro del vagón, su cara más triste me lloraba en un espasmo de lágrimas secas mientras yo quedaba aprisionado fuera con una mano que enarbolaba la bandera inútil de la protesta incumplida. Se iba para jamás. Último aviso, colisión milagrosa de voluntad y velocidad: si desaparece me desaparezco, así que salté de un vuelo hasta el asidero más próximo. Cursi como lo son todas las abundancias glosadas de felicidad, me hice absolutamente suyo en mi destino con un abrazo final muy cinematográfico que el futuro irreparable se encargará de joder.

En el ajimez, la bifurcación obtenida del repertorio subido por HereForTheOranges

25.1.13

NUEVA ERA DE BICOCAS, S. A.

Quien se posee a sí mismo no pierde nunca nada; pero, ¿a cuántos ha sido concedida esta posesión?
SÉNECA
Cartas morales a Lucilio

El régimen de esclavitud es el tipo de relación laboral que más conviene a los empresarios del porvenir; por dispendioso, no un atadero según la usanza establecida en el Imperio romano, donde la posesión del cautivo por parte del amo, que podía ser cruel con él impunemente, implicaba responsabilidades adicionales como el sustento regular en aceptables condiciones de vida, que deben ser entendidas en su justa perspectiva no como un ejercicio de piedad o de benevolencia, de las que también podía haber muestras, sino como el cuidado básico dedicado a uno de los bienes domésticos más caros cuyo estado reflejaba la nobleza o decadencia del patrimonio familiar. 

Tanto la realización de un ingente volumen de trabajo por un salario ridículo como la eficiencia dócil con que se ejecuten las tareas ordenadas son, qué duda cabe, factores estimulantes para el emprendedor del futuro, pero si desde el parapeto de un ardid perfectamente legal puede en el presente deshacerse sin impedimentos ni grandes costes de la mercancía viviente que no se ajusta a sus expectativas, significa que es el dueño potencial de muchos destinos y tiene vía expedita para arrojar a la basura los bártulos que por haberse vuelto innecesarios —improductivos, dirá él— no está obligado a proteger a sus expensas, desenlace que además de representar una inversión absurda para su criterio e impropia para su bolsillo, supondría hacer de la excepción una norma: ¿desde cuándo se han vuelto los utensilios sujetos de derecho?

Ganoso de gangas, al patrón le interesa beneficiarse de un sistema que fomente una servidumbre anónima en la que el pechero se venda barato y a la vez quede librado a su suerte cuando los negocios se tuercen; un sistema de imposiciones máximas y prestaciones mínimas gracias al cual exista un asequible mercado de parias con diferentes niveles de especialización que acepten con la resignación de quien padece una limitación natural la circunstancia de estar subyugados al denominador común de autofinanciarse el mantenimiento en la calamidad, situación social imprescindible para que la población menos afortunada aprenda con diligencia a olvidarse de esas actitudes tan poco profesionales, tan antieconómicas y decrépitas, que insensibles a la llamada del desarrollo permanecen ancladas a un mundo en vías de extinción en el que la dignidad y el valor aún no se habían divorciado.

The Kitten Who Thought He Was a Mouse, terneza de Garth Williams que encontré en este Animalarium.

24.1.13

CATEQUESIS DEL ARRECHUCHO

Todo grupo u organización cuyos miembros están unidos por ideas e ideales comunes tiene sus símbolos y rituales distintivos. Para los cristianos, el símbolo más sagrado es la cruz y el ritual más reverenciado la misa; para los médicos, existe el grado de doctor y el diagnóstico de la enfermedad.
Thomas SZASZ
Esquizofrenia

Los vericuetos por los que llega a establecerse una metodología de adoctrinamiento en el padecimiento no son nuevos, sino un recurso antiguo que ha especializado a quienes lo administran en una clase de poder que desarrolla su actividad más allá de las lesiones físicas, las glándulas alteradas y otras perturbaciones orgánicas. En el mundo primitivo, dominado por operaciones mágicas en el contexto de una sociedad de baja densidad demográfica, la causa de las enfermedades, aun de las más graves, era comúnmente atribuida a la influencia de espíritus malignos o al drama íntimo provocado por conjuros enemigos transmitidos al socaire de canales inimaginables. El clima mental de las comunidades dependía en relevante medida de la capacidad ritual de sus chamanes para modificar el curso de los trastornos detectados, que debían explorar con prestancia y credibilidad como parte de un sacramento hermético destinado repeler las agresiones maléficas. Sorprendentemente, sea por un proceso de hipnosis colectiva o por otro medio pendiente de elucidación, sus maniobras curativas solían tener éxito, quizá porque de sólito les iba en ello el destierro, la muerte o algo peor. Aparte de que los yerros fatales del actual nigromante alopático se han dejado de pagar con tamaños correctivos, ¿cuánto han cambiado las cosas? En el mundo moderno, sometido por el auge de la técnica a las modas de una medicina que cuida preferentemente de la rentabilidad del sector, microorganismos patógenos y desequilibrios endógenos se reparten el botín de la salud seguidos de cerca por ese tratamiento de mimo, acoso y rutina serial que el doctor —oráculo antes que sanador y capellán antes que oráculo— imparte a sus víctimas, a las que a veces tiene la mala puntería de curar.

Como en la dialéctica deconstructiva del cuerpo contra su dolencia, Hércules y la Hydra combaten en esta obra de Antonio di Jacobo Benci, más conocido como Antonio Pollaiolo, el pollero, porque su padre lo fue.

23.1.13

PERFECTIBILIDAD

El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona.
Friedrich HÖLDERLIN
Hiperión

Según el hialino Don Juan de Gonzalo Suárez «nadie puede engañar a quien se sabe engañar» porque, con efecto o sin él, la perfección podría significar la coincidencia de la obra con el ideal —por esencia inalcanzable o alcanzable sólo en tanto que proceso degradable— como el punto justo de abandono de la cosa al estado que le es menos desfavorable. No repartiría más que vitriólica palabrería si me pusiera a marear con la idea de que por toda perfección hay que entender lo que jamás espera ser perfecto, aceptación narcisista del ser que excluye la mera condensación imaginaria de una referencia proyectiva e incluso antitética del deber ser. Quizá Tresguerres no andaba distante de descorchar esta tentación nihilista cuando a propósito de Leibniz afirma con ese toque de ironía señorial que caracteriza su prosa: «Lo que hay es lo mejor que puede haber: por la sencilla razón de que no puede mejorarlo ni Dios», y, más abajo, trae a colación uno de los axiomas de Bloch, el consabido legislador de Murphy: «Un optimista cree que vivimos en el mejor de los mundos. Un pesimista teme que eso sea verdad», lo que me arranca a pensar que al misántropo le sucede con el hombre lo que al pesimista con el mundo, ambos parten de una noción tan errónea —elevada—, que al menor contacto con la realidad se estancan en los meandros de la reacción defensiva. Correcta o no —me es indiferente la lectura moral, pues la verdad se vive, no se predica—, puedo avalar con mi experiencia que tal postura es de legítima naturaleza: agasajé mis adolescencias con las bobadas roussonianas que me llegaron refritas a través de la confitura de ogro que fue Bakunin y, ya lo veis, de aquellos extremosos dulzores estas amargas indisposiciones...

Así como un cuadro hay que contemplarlo a la distancia propicia para no advertir las manchas y pegotes de pigmentos técnicamente organizados por el artista, puede que la eternidad narre su orden con oscilantes renglones borrachos cuya formulación más reciente sería la neguentropía. De ser nuestro caso, el juego de perspectivas predice que la imperfección a escala humanamente aprehensible es constitutiva de la completud óptima del universo; pero si el mal queda entonces alojado dentro de la jaula histórica que es la materia roturada por el tiempo, ¿de qué vale la diferencia entre la imperfección del momento y perfección del conjunto?, ¿dónde buscar otra categoría de perfectibilidad exenta de esta acumulación empírica de remiendos o, en su defecto, cómo fugarse de ella a conciencia? Volvemos al zamborotudo teologal «no hay mal que por bien no venga» frente al cual hasta el más feliz organismo da fe en química propia de que mal por bien, más bien mal.

En el buen comercio, como en la mala vida, lo lógico es pagar después de usar. Rey de nada o amo de todo, lo mismo da abanicar al cadáver con hojas de acanto que con alas de murciélago, al morirse uno accede a la única perfección posible: la que da el litigio por acabado.

¿Me miento por el gusto de pensar que existen tantas perfecciones como especímenes? Es lo que violando muestras de corpulencia lógica me ha musitado esta Parnassius apollo.

22.1.13

DE MI COÑOLATRÍA Y OTRAS COMUNIONES ULCEROSAS

No podéis amar la verdad y al mundo. Pero vosotros ya elegisteis. Ahora el problema consiste en ser fieles a esa elección. Os invito a conservar el ánimo. No porque podáis esperar algo. Al contrario, sabed que estaréis muy solos. La mayoría de la gente se reconcilia con la vida, o bien se muere. Vosotros sois suicidas vivientes.
Michel HOUELLEBECQ
Golpear donde más duela

Las experiencias que uno desea tener rara vez se dan juntas u orgánicamente acompasadas con el momento propicio, y cuando el destino nos pone en el albur de una recreativa simultaneidad de satisfacciones, lo habitual en cualquier orden de factores es que resulten incompatibles, tan fascinadoras en sus preliminares como destructivas en sus salidas... si se hallan. 

Sólo puedo unirme a mis verdades desligándome de los vínculos secretos que me mantienen enchufado a la vida para demostrarme que puedo volver a reconstruirlos. No sé si se trata de una afinidad innata por el vaivén, de un acto transubstanciado de canibalismo emocional o de una pegadiza neurosis intermitente, no hay elección ni punto. Cada día salto más allá de las recompensas estipuladas para la recuperación del sentido y antes de mirarme en el espejo comprendo que he vuelto a despertar desaprendiendo todo lo vivido, sólidamente desprovisto de misiones y encantado, al mismo tiempo, de someterme a los vacíos más crueles sin pestañear. Puede que sea el precio de volver a respirar con un aliento contrariado por no estarlo, acomodado al hecho de no sentirme absurdo en la magnificencia de mi falta de verosimilitud mientras diviso los peligros de las imbricaciones incomunicables. Al final del principio, ocurre lo que tenía que ocurrir: por conservar estas altezas de miras, me pierdo en necedades.

Sentí miedo por su desaparición, pero más que nada por su desconsuelo; me he dejado sentirlo a condición de no creerlo. Cumplo conmigo.

21.1.13

DE COMEMIERDAS A TRAGAHOMBRES

Dedico este negro viso a un hombrecillo que no merece ser mencionado porque jamás se verá en él

La adulación es una moneda falsa a la que sólo da curso nuestra vanidad.
François de LA ROCHEFOUCAULD
Máximas

Debemos protegernos de los pelotilleros, cuyos ensalmos de camelas ofrecen un nítido ejemplo de psicología tóxica. La sabiduría oral ya nos lo advierte con sus literaturas: «no hay peor tirano que el esclavo con el látigo en la mano», «ni sirvas a quien sirvió ni mandes a quien mandó», o el tajante proverbio romano que veía en «tantos esclavos, tantos enemigos». Del viva mi dueño al muera quien no me aplaude la diferencia es argumento de disfraz, no de compostura. Como quiera que sea, en todo halagador hay un dictador en potencia de la peor especie, de esos que ignoran jactanciosos el grumo de los escrúpulos y al tiempo que hacen callo en las rodillas endurecen el alma; el ñangotado —gentileza boricua— es alguien que cree en la eficacia de sus lisonjas porque de estar en posición de recibirlas las exigiría.

Caramelito visual de Santiago Sequeiros.

ESCAMAS ENTRE COSTURAS

Elevamos dogmáticamente a modelo válido para todas las formas culturales nuestro modo histórico de existir como presencias unitarias, nuestra experiencia occidental (relativamente reciente) de encontrarnos sólidamente idénticos aun en la diversidad de los contenidos.
Ernesto de MARTINO
El mundo mágico

De haber sido alumbrado en la pretérita Lacedemonia, donde además de otras costumbres atléticas regía la oligantropía que ordenaba exterminar a los neonatos de hechura contraria al prototipo racial del guerrero, nunca hubiera sido desechado como futuro hoplita: hace falta mayor vista que el juicio de unos toscos tasadores de bebés para reconocer en mí a uno de los hijos mutantes de la bicha, divulgados siglos después con el sobrenombre de ofitas, que periódicamente somos confiados a los nutritivos pechos de madres humanas inconscientes por completo de la enseñanza impartida a sus cachorros desde los cordones umbilicales de la pesadilla, esa demolición interna de la perversa obra de arte que es natura. Antes de alcanzar la pubertad, coincidiendo con mi entrada en los rebaños de la agogé, la vivacidad de imaginación me habría delatado como candidato idóneo a ser apaleado hasta morir o, quizá, vendido como esclavo a pueblos más industriosos en la ciencia de hacer fortuna sin airear glóbulos rojos, pero he venido al mundo en un estado de servidumbre menos obvio, de modo que ante las dificultades que no puedo resolver con inteligencia ni simplificar con instinto hago renacer mi vocación autolímbica de taoísta, improviso al protagonista anónimo de la inanidad que habita entre las costuras del ser y condeno al ostracismo de una paz dubitante la belicosidad descabezada que todos los frentes me reclaman, por supuesto, a espaldas de mí mismo.

En la época actual, tras el cinismo de consumo que gobierna dentro y fuera de las apariencias domesticadas de liberalidad, casi nadie practica el buen gusto de apreciar el humor filosófico con que llega a resbalarme lo que al paisanaje le hincha las venas, así que como sujeto desafecto a las pasiones de grandes y pequeños, unos y otros me procuran figurado en la mayor parte de sus inventarios tizones, tiendo a ser empaquetado como infractor reincidente en los despachos oficiales y aparezco por sorpresa en alguna lista blanca en tanto que el error no desdeñado es manifiesto. Desertor con mucho esmero bajo las presiones por cuenta ajena, terrible siempre que lo difícil sea acertar en lo fácil y lo fácil dispersarse en la ausencia, llevo piel sobre piel la inapreciable condición del exterrestre. Habituado también desde la infancia a una estructura jazzística de la personalidad —relamida manera de declararme agresor permanente de la armonía mental—, si por prescripción canallesca de mi vivar de identidades compruebo que la cháchara me toma por sorpresa la delantera, no me cuesta en mitad de un discurso como el presente enhebrar las siete notas del silencio con mi trompa de mamut, luego mantengo la ventaja de que al ser menos lábil descosiendo razonamientos infusos que urdiéndolos, cuando no sé hacerlo mejor sé que lo mejor es no hacer nada.

No he podido inquirir quien es el autor de la foto, aunque creo haberla sacado de esta juerga, una cuestión menor que nada resta a la privanza de poder examinar de cerca tan soberbio armamento antisombras.

20.1.13

FE DE NARICES

Disculpen si los llamo caballeros, pero todavía no los conozco bien.
Groucho MARX

Donde las rogativas y las noticias dan la razón al opresor, interesarse por la causa del oprimido es una equivocación necesaria que empieza a ser superflua cuando éste se alza con el fin de fiscalizar la revancha. Propietarios rumiantes de carroña explotada de las formas más extravagantes y expropiadores hambrientos de vidas reducidas a un guiso único me inspiran un rechazo natural que, probablemente, no sea tan categórico como la diáspora de suspicacias que mi distanciamiento tendría que provocarles a ellos si conocieran su verdadero origen: al observar de cerca a un opulento y a un pobre, huelo por encima de cualquier otra singularidad a dos miserables extraídos del mismo cieno... No es casual que el comunismo haya existido desde antiguo, con una regularidad pasmosa, en los lugares donde se desconoce la libertad: cuarteles, monasterios y conventos. Tampoco lo es que la libertad haya sido perseguida, con un celo rabioso, por aquellos que recelan de la iniciativa privada: crédulos, envidiosos y resentidos.

Intacto en el foso de los leones, el profeta Daniel según lo imaginó Briton Rivière, cuyo lienzo fue utilizado por la banda inglesa The Sound para su disco From the Lions Mouth, que si bien contiene pasajes dignos de ser recorridos, no llega al nivel de su álbum anterior, Jeopardy, donde la eminencia se titula «I Can't Escape Myself».

17.1.13

ABROQUELAR


Los políticos, en vez de cabeza, tienen culo. Por eso solo se les ocurren mierdas y los llaman caraculos. ¿Darán la cara los que han dado el culo?
Ángel ROMERA
Estreñimiento mental

La ciencia no es el único método de conocimiento; desde luego es el más exacto, pero su búsqueda de la medida precisa y mensurable está condicionada fatalmente por los azares impredecibles de la realidad, cuya inestabilidad aumenta cuanto más cerca se cree estar de poder desencriptarla. Sabido es que existen otros caminos viables de acceso al conocimiento, y el cabreo templado empíricamente por la flexibilidad de los conceptos puede ser uno de ellos pese a que ande jalonado de perdederos y cuantiosas lindes que sólo aseguran el desastre. Sería deseable que la insurrección colectiva fuese un trenzado de resurrecciones individuales, y un enojo en sensato estado de alerta es lo que debería experimentar, con los menguantes rencores de las razones crecientes, todo espíritu no agusanado frente a la aridez del capitalismo actual que, por desgracia, tan escasa relación de parentesco y semejanza guarda con la visión liberal, diversa en su apertura a un civismo congruente, cultivada por Locke, Jefferson, Paine, Tocqueville o Stuart Mill entre otros. Como sistema, revela ser inepto para enriquecerse con las leyes del caos a las que haría bien en encomendarse el funcionamiento de una sociedad que, al menos en apariencia, prefiere organizarse en atención a redes de intercambios comerciales voluntarios a girar alrededor de las jerarquías impuestas por alguna camarilla nostálgica de un orden simplista. Hace años expuse que el capitalismo —por honra de claridad habríamos de llamarlo corporativismo financiero— se ha convertido en una «economía planificada por los más ricos para individualizar ganancias y colectivizar pérdidas», es decir, un corral cerrado en torno al meneo de sus inmundicias. Los hechos demuestran que la definición con la cual traté de hacer una síntesis manifiesta de la circularidad de los vicios particulares disfrazados de cuadratura de virtudes generales —tan científicas como ese socialismo tildado así por sus mesías germánicos—, ha llegado a ser insuficiente y urge, por tanto, completarla; por falta de ganas para azuzar el mosqueo no me prestaré ahora a la redacción de esa denuncia en la que debería incluir el mérito indudable que el capitalismo tiene sobre otras utopías vomitadas en la historia: bajo ninguna dictadura reciente, la libertad fue un bien tan costoso ni la coacción tan barata; libertad trucada y coacción sin disculpa que erigen la columna y el travesaño de nuestra crucifixión global.

Lucifer del incomprendido Jackson Pollock, Jack the Dripper, que donde ponía un chorro de pintura abría un viaducto disipativo a lo innominable, modalidad descriptiva de la distracción universal autorrecurrente más conocida como materia...

16.1.13

HIPERSENSIBILIDAD ANTIHEROICA

Sujeto y objeto son quién y qué respectivamente, si bien el quién no es sino el qué desarrollado, y a la inversa, en un proceso donde la propia actividad de disociarse va generando conocimiento.
Antonio ESCOHOTADO
Espontaneidad y complejidad

Si la espontaneidad humana fuese un dinamismo menos caótico y más ajustable en sus dimensiones a la pasión por la arbitrariedad de la que ninguna libertad es ajena, la conducta tendería al envilecimiento de la fuerza antes que a una mejora basada en darle forma responsable al propio estilo, de manera que la barbarie pronto prevalecería sobre las susceptibilidades de las perspectivas adaptadas a la comprensión de relaciones vitales complejas. Se me ocurre otro modo de plantearlo: si mediante el atajo inusitado o la componenda de alguna operación mágica pudiéramos reparar las consecuencias indeseables de nuestros actos sin dejar patencia de las mismas en los perjudicados, o bien sustraernos a ellas como cierta deidad se birló de la criatura maltrecha a su imagen y semejanza, podrían contarse con los dedos de pocas manos a aquellos decididos a privarse de la oportunidad invulnerable de ser unos torturadores para sus congéneres.

Sobriedad no conduce necesariamente a seriedad, y en la dama de expresión solemne que con una austeridad casi severa plasmó Petrus Christus hacia 1460 preveo mayores efectos de sensualidad que en las modelos de vaginas arácnidas y espectaculares desaliños que, amén de otras languideces ornamentales, trasvasan sus ausencias a las permutaciones báquicas de Terry Rodgers, cuyo acmé podría ser representado por esta Coronación de la concupiscencia.

15.1.13

GALLARDA CON MOMERÍAS QUE NO LO SON

A Sísifo, con tanto rodamiento, se le gastó la piedra.
Francisco M. ORTEGA
Leído en su blog El día que estés muerto sabrás cuánto te quieren

Cansado de demasiados mundos para poder vivir con orquestable naturalidad en cualesquiera de ellos, debo aprender a improvisar la derrota de mis tropas en una guerra que perdí sin trabar fuego ni repeler asedios, tan minúsculo andaba mi cuidado entre las mayúsculas del ego. La invisibilidad, que es el privilegio abstracto de los dioses y la necesidad paliativa de los vencidos, como una playa exenta de miradas me sirve ya de pentagrama espumoso para pautar las faltas que aún no he cometido a cambio de purgar las que, con devoción, no he dejado de causar dando entidad dramática a una serie de vicisitudes sobre las que no puedo avanzar ni retroceder...

Contra este absurdo de razones invencibles donde cada instante es un ascua portentosa en un infierno de retratos que cortan como guillotinas, ¿servirá de algo invocarle cortesía a la beldad?, ¿podré regenerarme tras una silente molienda de mis más despiadados peñascos cubiertos de líquenes o ni siquiera el tiempo que embalsama hasta el buen juicio puede lograrlo?

No te alarmes, alma pretendida, que no amasaré el privado de tus tormentos con la desgracia de hacerte mía, mas recuerda que esa parte indestructible que hay en mí fue tuya y así arderá siempre por haber sido lo último que quise antes de concederme el engaño de creerme despierto en este sueño implorante de párpados descerrajados.

Partitura de la canción Belle, bonne, sage de Baude Cordier, compositor representativo del modo alambicado de embrujar amores y dolores conocido como Ars subtilior, el arte más sutil.

12.1.13

A BUEN ENTENDEDOR


La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos.
Louis DUMUR
Pequeños aforismos

Que en un país europeo cuya población lleva tanto tiempo escolarizada se hable aún de izquierdas y derechas me asombra más que la triste generalización de la pobreza energética que obliga, verbigracia, al uso de abrigos y bufandas entre los alumnos para soportar el frío dentro de las aulas que no pueden ser caldeadas por falta de un presupuesto que se destina a a mejores fines, cuales son el sustento de zozobras financieras, terquedades eclesiásticas y aventuras monárquicas, por no mencionar los gastos consustanciales a la rapacidad de diecisiete cortes con sus estelas de almojarifes, prebendatarios y mamporreros palaciegos. Absteniéndome de querer ser malicioso, no me queda claro si el ejemplo citado se corresponde a una de las escandalosas premisas adoptadas para contribuir a un relevo generacional predominantemente analfabeto, o si apunta hacia una de las múltiples disfunciones introducidas a lo largo de varias décadas de experimentos educativos tan desafortunados para elevar el nivel de ilustración como eficaces en el fomento, gracias a la propaganda por el hecho consumado, de la astenia del sentido crítico, del miedo a la libertad de contrariar y de una severa atrofia de la capacidad de superación institucional, trastornos sin los cuales jamás hubiera podido acceder al control de la nación el actual gabinete de esperpentos. A semejanza de la ruina que sigue al abandono, la ineptitud de las masas se refleja en la insuficiencia de sus gobernantes...

Juicios de valor aparte, quien recurre a los obsoletos comodines bipolares para analizar una realidad política concreta se acerca al entendimiento de la misma como el niño que al preguntar por los enigmas de la procreación humana recibe por toda respuesta una evasiva alusión a cigüeñas procedentes de la capital francesa. Diestras y siniestras no establecen categorías morales de individuos ni cultivan campos ideológicos congruentes; por no servir, salvo a sus padrinos, ni siquiera son aptas para crear diferentes modos de ampliar el espíritu civil. ¿Qué son entonces? Para mí, una derrota del pensamiento que por inercia acomodaticia o encubrimiento de intereses poco plausibles las emplea a su conveniencia como referencias universales.

Representar las coordenadas que intervienen en un complejo socioeconómico sin incurrir en simplismos se me antoja labor impracticable dadas mis limitaciones académicas, pero con ánimo de esbozarlo de una forma menos burda que la ordinaria tricotomía izquierda-centro-derecha, propongo en el esquema una taxonomía tridimensional que ayudará a visualizar la relación entre los principales planos de un sistema donde el eje x sería la variable económica en función de la distribución de la PROPIEDAD, el eje y la variable política según la concentración de la SOBERANÍA y el eje z la variable cultural definida por la tendencia hacia la apertura o la estrechez del CONOCIMIENTO.

10.1.13

BAÑO LUSTRAL

Cuando puedas sentir inflamarse a la divinidad en tu interior, cuando puedas reírle a carcajadas llenas el horror de sus ilusiones y llorarte de alegría habiendo visto todas sus caras, comprenderás con impensable certeza que eres tú quien se abrasa dentro de ella, no al contrario; refulgirás, ¡oh hermano sin comadrona!, con la inefable vacuidad de coincidir contigo en la plenitud absoluta.
PENTAPROFETAS
Exhortación a los renatos

Ya no sé si lo sé, difícilmente puedo creer que lo creí pudiendo no creerlo, pero lo cierto es que ahí está el testigo con su testimonio irrefutable en apariencia. Dizque discutí con el otro, su amigo, en sueños, o en el sueño de un sueño si nos atenemos al encabalgamiento sinuoso del acontecimiento. Concordamos, que a eso vamos, en el recuerdo de que en un momento dado llegamos a las manos y, de un mal golpe —o de un bueno, si me ahorró recibirlos—, le rompí la mandíbula. Fue así como despertó, quebrado de media cara y con menos dientes que una paloma, mientras yo hacía lo correspondiente con los nudillos de la diestra teñidos por la sangre zurda de mi corazón a causa de un colmillo que le arranqué. Por supuesto, yo en mi casa y él donde fuera.

—¿Sabes lo que es un pífano?
—¿Una especie de flauta con dos cañones?
—¿Sabes cómo se llama ese tipo de flauta antigua?
—¿Pífano?

Con palabras semejantes empezó nuestra disputa, que aún no ha terminado, pues tanto si he despertado de falsete o de tangible la consecuencia del enfrentamiento prevalece. Tampoco acepto que me digan que lo sabía, que pude verlo venir a plena ausencia de luz, y es que en la oscuridad mis ojos me dan miedo.

—Aquella mujer era hermosa, ¿verdad?
—Mucho. Y de tobillos hacia abajo, encantadora.
—Entonces, ¿por qué la dejaste escapar?
—Psss...
—Te faltaron huevos.
—No. Me sobró el peso de los míos para seguirla.

¿Por qué se empeñó en desafiarme? Ahora dudo —que no salga de aquí— si por la subrepticia provoqué que me provocara. En contraste con las acciones que ejecutamos en la vida despierta, que caen por sí solas en el brocal del tiempo y no hay forma de cambiarlas cuando el pozo del mundo las recibe, en el sueño se articulan como un misterioso hormiguero de piezas cuyas combinaciones se nos conjuran, se supone, sin dañar a terceros. Procuro aliviarme pensando que las leyes que rigen su funcionamiento cambian según el sujeto y nada clara está la técnica para moverlas evitando efectos colaterales.

—Creo que tu encierro monacal se te ha subido a la cabeza.
—¿En serio? Más bien tiendo a creer que el pensamiento se me ha enredado en los pies.
—Sólo es tu forma de interpretarlo. Hay otras, bien lo sabes, pero por ignorancia o por vicio siempre escoges bailar con la más fea.
—Eso nunca ha sido un problema.
—Lo acaba siendo si te asaltan como una oferta interesante hasta que descubres su fealdad intrínseca bajo el envoltorio.
—Sabes que volcándome en ellas me afino, que las tomo como un baño lustral. 
—¿Y?
—Y, principalmente... que debo seguir probando para morir menos idiota que al nacer.

El hombre como puente de ternura entre el cordero y el lobo. Acuarela de Peter Szasz para un cuento sufí.

4.1.13

PUNTO DE ENCAJE

La vida tiene fuentes de insuficiencia y de sufrimiento muy profundas, muy trágicas, muy misteriosas como para que el progreso pueda secarlas.
Paul DIEL
El simbolismo en la mitología griega

Con la inversión de los vigores que desde la modernidad ha favorecido la profanación de lo sacro, ciertas áreas de lo profano se vieron sacralizadas por el despegue de las ideologías políticas primero y de los paradigmas publicitarios después, que como obcecados peristas se ocuparon intensa y extensivamente de promocionar sus respectivos mitos redentores. Tal fue el caso del marxismo, que con su escatología pretendía propulsar a la humanidad fuera de la historia tras la lucha final del proletariado contra la burguesía, pero también del capitalismo de consumo, que llevó la promesa de instaurar una edad dorada de prosperidad a su ejemplo más ilustrativo en los señuelos del sueño americano. Al margen del fanatismo que los ha hecho triunfar en diferentes épocas y lugares, ninguno de estos intentos por trascender las religiones con sucedáneos laicos ha logrado construir de forma satisfactoria una experiencia vital más plena porque, en esencia, ese tipo de empeños carece de relación con el valor sacramental de la visión que, en cambio, sí se da en los cultos arcaicos. No insinúo con ello que haya que restaurar los viejos ídolos. Puesto que la fe no es una fase en la historia del espíritu, sino un elemento arquitectónico del mismo, para ser religioso no hace falta tenerse en Dios. Vivir en regio contacto con lo sagrado no implica criar el cuervo personificado en un programador universal, explicar el funcionamiento del mundo en referencia a un cónclave de demiurgos o verse sometido a las exigentes ensoñaciones de los espíritus de los muertos, en los que acaso algunos acierten a entrever la prueba planteada por sus dobles metafísicos...

Según su papel, la religiosidad puede ser entendida de dos formas: la exotérica o corporativa, que consiste en mantener una superestructura destinada a apaciguar, enardecer o mover en una dirección preestablecida a un colectivo enganchado al suministro regular de directrices cuyo éxito depende sobre todo de ocultar más que de iluminar —de relegar, no de mostrar—, y la mística o esotérica, que es la experiencia culminante de una realidad revelada que enlaza —religa— la conciencia individual al sentimiento cósmico de la existencia, lo que desde luego supone un hallazgo interior tan refractario a la comunicación masiva y la teatralidad litúrgica como significativo en su función: dotar de un sentido de orden al caos aparente, convertir la pequeñez del fenómeno humano en un centro inherente a la aventura de la totalidad y hacer manar en uno mismo la inmanencia que puede reconciliarnos con los abismos de la eternidad sin desactivarnos como actores de nuestro destino. Para muchos, este encuentro grandioso aporta la clave para alcanzar la salvación; para mí, constituye sólo una etapa del ciclo de metamorfosis que todos hemos de experimentar.

A cada calavera su comité de bienvenida. Dibujo de Lily Mae Martin.

3.1.13

UN TRAZO GRUESO

A Teresa, recolectora de sorpresas

Quien ha descubierto que este mundo no supera las ilusiones no tiene más que dos caminos: volverse religioso, salvándose del mundo, o salvarlo destruyéndose.
Emil CIORAN
El libro de las quimeras


Mal que me arda en principios, que se agravan al dedillo por la colusión comburente entre medios y fines, y por más que sostenga en las acometidas de optimismo que la naturaleza está condicionada mágicamente por el observador, que podría modificar con sus creencias la forma en que se produce un suceso, en la lisura de andar por casa se me da bien desanimar, así que el mejor modo de contribuir a que alguien se conforte cuando sus miraderos lo anuncian triste es no hacer nada por intentarlo. O «less is more» en este caso, o mi filosofía sólo es lícita para almas desgarradas. Entiéndanme: ser hiperconsciente de las propias tinieblas y bailar de pegadito con ellas no significa estar cegado en mientes, tarantelas y confesos por la ventosa de su aliento petrolífero. Vivo lúdica, sensualmente, porque pienso feroz, trágicamente. Ni siquiera soy valetudinario en lontananza, pues gané mi salud de barbicano con los achaques de niño, y gracias a la ignorancia laureada por los regateos con la edad he aprendido a no desear el suicidio, sino el derrape de su aplazamiento... ¡Django y compañía, ración de cosquillas para todos los felinos calenturientos del cabaré!

Pueden estar tranquilos, no me suicidaré en masa como me ha sugerido una excelente amiga que nunca me perdonará la centésima arruga de mi frente, justo la que me parte el espinazo. De hacerlo, infundiría al acto una supuesta vocación justiciera que no se lleva bien con la buena fe de mi misantropía e incurriría, además, en la peor que necia utilidad de despedirme por la ejemplar, y para hablar con franqueza —es decir, sin franquicias—, prefiero que la pelona me acontezca sin ser desflorada por el retumbo de un provecho; total, ¿para qué? En la agonía, como en la mafia, todos nos cedemos educadamente la vez mientras el verdugo recibe instrucciones. La muerte, por el hecho de quitarla, siempre nos dará la razón.

¡Ay, pero qué rebién le siento al vino!

Mosaico de la Basílica de San Marcos donde se ventila la cogorza catecumenal de Noé.

2.1.13

NI MÁS NI MENOS

Estamos en territorio indio, y aquí ocurren cosas que no puede explicar la ciencia de los blancos.
Archie Fire LAME DEER
El don del poder

Como desde que el mono sueña despierto el mito del modelo es el modelo del mito, la sacralidad del ser humano anida en la capacidad para inventarse una naturaleza adicional más próspera en sus representaciones que la escarpada realidad impuesta por sus tejidos... y los de sus semejantes. Cuando, víctima de la extenuación histórica, el individuo confunde a sabiendas rebelarse con revelar y opta por desmitificar de forma compulsiva la cultura obstinado no tanto en desenmascarar lo profano como en hacerlo prevalecer sobre todo lo que hasta entonces había considerado sagrado, atribuye en la práctica una importancia milagrera a la actitud con que emprende esa genealogía vulgarizadora: además de la incoherencia que supone rendirse a la pantomima de querer poner el mundo en cuestión a excepción del método de cuestionamiento, no hay en ello la epopeya de una verdadera liberación ni traza alguna del heroísmo que se enfrenta con clarividencia al monstruo de la regresión hacia estados atávicos, sólo estrepitosa revuelta contra la herencia mal recibida, una agitación retroactiva del resentimiento.

Para expandir sus horizontes, al espíritu crítico no le queda un sendero más feraz que seguir las huellas de los misterios primordiales en las obras legas que aún pueden estimular el vuelo de su inteligencia, pues no hay creación que rutile tras el velo de las contingencias sin gestar los embriones de un arcano. Y en cuanto a lo sacro, que nada bienaventurado debe a las numerosas capillas que siempre han pretendido incluirlo en sus rentas, imposible resumirlo en mejor labor que la santidad un poco anárquica de vivir creativamente.

La magia del ascenso pontifica que el aterrizaje no salió tan bonito...

UNA MANADA DE CIELOS POR MONTURA

Así como la lluvia penetra en una casa mal techada, la avidez penetra en una mente no desarrollada.
Buda GAUTAMA
Dhammapada

Si el mundo es un invento, ninguna verdad es inofensiva. No sólo porque las verdades puedan trocarse en lanzadera precoz hacia la vacuidad del espíritu que no se ha cultivado para recibirla sin padecer una corrosión inminente, o porque con sus erupciones de certidumbres sean, de ordinario, las parturientas de despertares engañosos sobre los cuales adormecer la conciencia, sino porque al favorecer el comercio trivial con las apariencias actúan cegando en la cáscara de los hechos el acceso directo al único entendimiento posible, la aprehensión subterránea de las asociaciones de significados capaces de justificar la historia desde la existencia que, intercalada en el curso de los acontecimientos, la contempla inmutable desde todos los ángulos, incluidos los más heterodoxos y alucinantes. 

Incompleta para sí misma tanto en la vigilia de lo sensible como en las dimensiones oníricas, la condición humana está viciada por la búsqueda constante de su sentido —hay que ser muy loco para asumir la cordura de privarse de él—, pero esa trascendencia atribuida a la vida procede de la desesperación de una criatura atascada a mitad de camino entre la divinidad que puede conferir validez absoluta a sus actos y la ameba que simplemente la ignora porque no la necesita.

Vanitas de Adriaen van Utrecht con galardones de tragedia sobre las fragantes entropías de la Tierra.
 
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