23.11.17

CORRIENTE Y MOLIENTE


Los hombres llegan a ser civilizados no en función de su disposición para creer sino de su viveza para dudar. Cuanto más estúpido sea un hombre, mayor será su inventario de diamantinas certezas, mayor su carga de fe.

Henry Louis MENCKEN
Lo que creo

No te preguntes por la catadura moral de las autoridades que, a sabiendas de la falacia o pudiendo iniciar las pesquisas para despejarla, prefieren mantener a los ciudadanos dentro de una niebla de insidias donde lo corriente y moliente es creer, entre otros atentados contra la sensatez, que beber el agua pura causa envenenamiento, que los lácteos son la base de una dieta saludable, que el sufragio constituye la expresión menos imperfecta de la soberanía personal o que el impuesto sobre el valor añadido no es un robo institucionalizado, sino una contribución social que cubre de infamia al defraudador que la elude; no inquieras las pruebas que incriminan a esas autoridades sin haber corroborado antes qué parte de la evidencia te compromete más que el licor del grifo, cargadito de biocidas y trihalometanos, a los mismos que lo brindan para dar de beber a tus guisos de antinutrientes mientras adoctrinan en otras plazas sobre las presuntas maldades que hacen tan aurífero el colesterol.

Pecaría de soberbia si acusara a los promotores de felonías de habernos tomado por algo distinto de aquello en que seguramente nos hemos convertido, unos memos, gracias en especial a los hábitos adquiridos a partir del Neolítico. La disponibilidad y el tipo de nutrientes ha sido una factor clave en cada etapa de nuestra historia natural, y si «no hay razón por la cual los primeros cultivos no hayan estado destinados a alimentar más el espíritu que el cuerpo», como argumenta el antropólogo Peter T. Furst, la constancia de una especie atrapada en su declive no se propaga hasta que la agricultura se centra en atender apetitos gástricos. El animal humano domesticó los cereales y estos lo domesticaron a él; desde entonces, la escalada de despropósitos ha ido mutando hasta alcanzar una exacerbación que la fase consumista del apostolado industrial nos ha embutido como pauta de vida.

«Gran parte de las enfermedades que nos afligen en las sociedades opulentas presentan una incompatibilidad entre nuestro diseño evolutivo y el uso que hacemos de nuestro organismo», avisa el doctor Campillo en el proemio de su esclarecedor ensayo El mono obeso. La alimentación actual no concuerda con nuestro acervo génico, que en esencia es el mismo que proporcionaba ventajas adaptativas en el Paleolítico, y que en circunstancias de sedentarismo, exceso calórico y abuso de azúcares representa un hervidero metabólico malsano, así que cuanto más se aleje nuestra dietética de la que sirvió a nuestros ancestros, mayor será la susceptibilidad a males tan en boga como las intolerancias digestivas y la congestión cardiovascular. Cada vez comemos más cantidad de una variedad menor de alimentos, y algunos de los que dentro del embudo alimentario nos han adiestrado a desear como tales no lo son en absoluto, o no compensan por los daños que su ingesta regular comporta (la leche, por ejemplo). Con qué clase de coacciones nos harán lamentar los futuros damnificados por la militancia en el disparate que el tiempo confirme la obesidad, la diabetes, el asma y la hipertensión como síntomas pandémicos de la perversión que hoy caracteriza sus costumbres solo es otro elemento de un pronóstico aciago. Entretanto, ya se viva en fervor de languidez o en complacencia de cebonato, seguiremos siendo fumigados por encargo de nuestros filantrópicos captores, siempre a la vanguardia en técnicas y productos de condimentación atmosférica.

Quiero hacer virulentos mis postulados no por abrir franquicias en cuerpo ajeno, una perspectiva que me agiganta la ignavia, sino porque a través de otros mis experiencias se atajen libres de particularismos y me hagan sentir menos prevaricador de sus claroscuros.

«El gran comilón es un hombre en estado de larva; y hay naciones enteras en esa situación, pueblos sin fantasía ni imaginación, a los que traiciona su voluminoso viente», pensaba Thoreau en Walden. Alma y soma deben sentarse a la misma mesa. La revolución empieza por el plato; todo lo demás es guarnición.

La pirámide alimentaria sugerida es el resultado de mis estudios empíricos, pues he padecido durante años trastornos de la microbiota que a la postre he sabido enmendar sin caer en las garras colegiadas de las sotanas blancas y su afán por cronificar dolencias curables, pero no la considero en modo alguno definitiva ni la pretendo, por supuesto, blindada contra un concienzudo ejercicio de discrepancia. Fuera de ella han quedado el veneno silencioso de los lácteos, las legumbres y los cereales ricos en gluten como el trigo (no tan mudas las legumbres, ahora que caigo, debido a la acción de sus saponinas). Y si bien como alternativa será reprobable a juicio de alguien sensibilizado con el sufrimiento de los animales que masacramos, desde un punto de vista estrictamente nutricional la disciplina vegana ha sido una práctica inasumible para mi metabolismo, a cuya intrahistoria debo como a la filosofía el superviviente que aún soy con alguna pieza menos. Respecto al primer ingrediente de la lista inferior, la Base de Datos Española de Composición de Alimentos no aporta ningún dato.

19.11.17

SE BUSCA EDITOR

Zdzislaw Beksinski
Es improbable que muchas personas tomen en serio la conclusión de que venir a la existencia sea siempre un mal, y más aún que dejen de procrear. Más que probable es, por contra, que mis ideas se vean ignoradas, cuando no rechazadas. Y puesto que tal reacción será responsable de una enorme cantidad de sufrimiento desde ahora y hasta la desaparición de la humanidad, no podrá con justicia ser considerada filantrópica. De su motivación tampoco puede decirse que revista maldad hacia los humanos, pero sí que es el resultado de una culpable y falaz displicencia frente al mal de venir a la vida.
David BENATAR
Mejor nunca haber sido

Juan Montero es un señor de raigambre amable que a su apariencia juvenil, propia de un sabio macerado en los arcanos del Extremo Oriente o de alguien bendecido por la sinergia entre fenotipo y ociosidad, une los modales exquisitos de quien conoce la manera de conjugar espacio y presencia sin alterar ni ser alterado más de lo humanamente remontable. Observador y reflexivo, habituado y predispuesto a concertar el equilibrio frágil que media entre el microcosmos de la contemplación y el océano de actividades donde está predestinado a extraviarse el pensamiento, sabe desgranar en los momentos justos la evidencia de habitar un chirumen a prueba de dobleces que despeja su sonrisa con la heráldica franqueza de quien ha incorporado al bagaje de esperpentos colectivos la tragedia del alma vertida en la mazmorra de cada ser. 

Entre sus talentos, además de ser uno de mis mejores amigos —vínculo difícil donde los valga, en todo el espectro del adjetivo—, y corriendo el riesgo de que el panegírico ensamblado por un adicto a la diatriba redunde en la suspicacia de quienes no desconocen las intenciones que cobistas y quitamotas suelen acoger en la manga, podría mencionar por ventura que compone poemas sinfónicos, pilota ultraligeros, inventa utensilios abreviados para obtener belleza de las rutinas, se ha liberado de amar con deglución a los animales y amerita ser el pionero de la traducción al castellano del que hasta la fecha es, desde su publicación en 2006, el tratado antinatalista por excelencia: Mejor nunca haber sido: el mal de venir a la existencia [Better Never to Have Been: The Harm of Coming into Existence], del profesor David Benatar. Para esta última labor, no exenta del centrifugado introducido por algunas perspectivas semánticas que apuntan hacia lo irresoluble, además del apoyo explícito e incondicional del autor de la obra, ha contado con mi estrecha colaboración en la función de corrector ortotipográfico y agitador de estilo.

No introduciré en esta avanzadilla una reseña del libro pese a que en la red aún sean escasas las referencias en nuestra lengua a un contenido que adelanto demoledor en el plano de la argumentación axiológica y la filosofía moral; tampoco me detendré en la figura de Benatar, cuyo rostro en vano escudriñarán los cazarrecompensas después de que el autor haya sido blanco de amenazas por parte de aquellos que no aceptan la libre circulación de sus ideas en un planeta hiperpoblado de oscuros transcriptores del pecado original. Para hablar más claro que Benatar sobre el lado incurable del vivir, hubiera sido necesario callar como un sepulcro profanado siendo conscientes de que toda cuna lo es; para epitomar el sentido de la inteligencia comprometida con el análisis del drama que la humanidad festeja en la desmedida irresponsabilidad de los estragos reproducidos, a las páginas que esperan verse publicadas o excomulgadas en castellano le hubieran venido al pelo las indicaciones de Adamov, otro inconsolable «al encuentro del antiguo tabú, que enmascara la crueldad del sentido genésico», cuando se hizo decir en sus confesiones: «Creo haber denunciado el mal a una profundidad suficiente como para que se imponga al juicio de algunos hombres la conclusión que implica». Comoquiera que uno lo enfoque, ¿se puede permanecer ajeno al hecho de que existir, hasta en el reflejo de su etimología, concentre el abandono en que se halla quien sólo sucumbiendo puede salir del gueto de órganos avasallados donde ha sido deportado? 

La razón de que haya abierto en mi mano esta inflorescencia otoñal la confío a los editores capaces de tomar la iniciativa de mercado, quienes pueden ponerse en contacto con nosotros a través de este formulario.

13.11.17

COMO UN SUDARIO PARA UNA ISLA

Hallie Packard, Above the City
El hecho más terrorífico del universo no es que pueda ser hostil sino que sea indiferente; pero si podemos conciliarnos con esa indiferencia y aceptar los desafíos de la vida dentro de los límites de la muerte —por flexibles que el hombre pueda hacerlos— nuestra existencia como especie podría tener un genuino sentido y plenitud. Por muy vasta que sea la oscuridad, debemos proveer nuestra propia luz.
Stanley KUBRICK
Entrevista concedida a la revista Playboy en 1968

Buceo pensando más en permanecer unido a la costa por la distancia audible de un grito que calculando las profundidades nunca temidas por mí siempre y cuando se atajen visibles a unos ojos cansados. Pese a la intransigencia de tormenta que masculla el cielo, la mar está sumida en una receptiva calma de mujer experta y puedo disfrutar de la explosión sensorial que anémonas, medusas y otros caprichos irisados de la evolución aportan a la memoria de quien nació lejos del exotismo, a menudo brutal, donde confiesan su impronta estas latitudes. Con solaz disolvería mis civismos mientras hago infusión de magruras en estas aguas encendidas si al mamífero que flota en lo irrespirable no lo alterase la obligación de acudir a la gala organizada para una delegación extranjera por el apéndice correspondiente del gobierno insular, fiel a la fealdad de todos los estamentos que deben su razón de ser, y el método de que otros sean menos, a los achares de una burocracia.

Durante la fiesta, muy opulenta en el gasto pero centrada en salvar las apariencias de lo contrario, me permito emitir algunas lágrimas que nadie aprecia, pues nadie que se sienta rodeado de ejemplares frescos de su especie mira con agrado el aspecto tétrico que la repetición de los días, semanas y meses confiere a los almanaques apresados en la piel de un viejo. No soy el que más años ha sumado del bazar de las apariencias entre los aquí convocados, sólo me mantengo lo bastante decrépito para saber mezclar en un mismo llanto la elegía por la buena vida que no me reprocho haber eludido y el alivio por el siglo cuyos extremos ya no tendré tiempo de padecer...

Brian MashburnRequiem
A golpe de gravedad me seco los restos de ensoñación, y envuelto en el escozor del reconocimiento, de puro chasco apuro una oración al vértigo que supuro. Caigo, ¡me caigo en Dios!, ¿qué otra cosa podría suceder en el sudario de la penitencia que extenderá su asedio desde el tribunal del presente hasta su remoto estertor de senectud? 

11.11.17

PLEGARIA DE UN PSICÓVORO

Missale et horae ad usum Fratrum Minorum (Latin 757, fol. 296v)
De tanto en tanto, haces que caiga el velo de uno de tus siervos para que abarque de una ojeada las necedades y los yerros de su especie; lo armas con el carcaj de la palabra para que, libre de miedo y lleno de amor, se adelante en medio de ellos y con sus flechas ora agudas, ora silentes, los despierte de ese fabuloso letargo en el que se encuentran. También a mí, oh Señor, me has escogido para colaborar en esta tarea, y sin importar que sea poco digno del deber, a cumplirlo me dispongo.
Heinrich von KLEIST
Plegaria de Zoroastro
(Traducción libre)

Liberado de la delusiva necesidad de usar muletas ideológicas y advertido de que el rebajamiento mental es la única seguridad que pueden depararle las escapatorias metafísicas, cada uno se debe a sí mismo el juicio de la vida que no ha elegido tener y cuya fatalidad no puede sustraer al contexto de desdén hacia los perjuicios que experimente un sujeto perecedero dentro del discurrir de la naturaleza a lo largo de su inabarcable transmigración por los organismos. «Es inhumano bendecir cuando nos han maldecido», sentenció un resacoso Nietzsche después de que su euforia apologética lo animara a bajar de la montaña para predicar que «debemos dejar de ser hombres que rezan para ser hombres que bendicen», como si en el carnaval esotérico de Zaratustra se hubiese consentido soslayar, Dioniso mediante, que bendecir solo es la forma menos humillante, más voluptuosa de orar. El bálsamo, sea como fuere, anunciado estaba en el viaje previo de su sombra alrededor de la pluralidad interior: «Hay que aprender a salir más limpio aún de los asuntos sucios, y, si es preciso, a lavarse con agua sucia».

Habiendo sometido mis sondeos visionarios al horizonte prefabricado de ambos altares, el de la súplica y el de las congratulaciones, percibo que lo menos torturado para mí es zafarme de ser un simio que reza; no para convertirme en un ebrio que bendiga a la torera o en otro varado en el ripio que maldiga cada partícula, sino para poder bucear sin orgullo ni canguelo en el arcano, qué importaría si solo fuera un remolino embrionario de espantos y maravillas, o recién la imaginaria incursión que bordea cierta escalada de caos, poniéndolo todo perdido de símbolos, donde somos pasajeros accidentales del festín cósmico, polizones cargados con un alijo de sueños de unidad que aportamos a una existencia que nada tiene de absoluto, excepto la fatiga que impone una causa primera a los fragmentos de nuestro conocimiento tras el solemne grito de «¡basta, pase ya!» al dolor que comporta haber estallado en el rosa nigérrimo de su matriz.

No del todo desverbado me traigo a esta libación de abdicaciones que suelto como he tomado, hermosa en su rompiente plenitud. A la debida distancia del genio que mi primera persona no es, devoto soy de la última prosa que penetre limpiamente en cada gen y a fondo haga chorro de gusto allí, como el Espíritu Santo trasteando a lo glorioso en Santa María, valga el beleño viejo de la expresión.

5.11.17

A PUNTA DE APUNTES

Su Blackwell
El hombre occidental no puede llegar a interpretar cabalmente el fenómeno de la extinción que está en marcha, por la sencilla razón de que a medida que la extinción avanza se extingue también su capacidad de juicio y su corrección moral.
José ARDILLO
El salario del gigante


1

El tiempo existe porque la naturaleza necesita espacio para imaginarse.

2

Entre arrojar a un indefenso a un pozo y parir, la diferencia estriba, a la postre, en la distancia que la vida debe recorrer hasta llegar al fondo.

3

Quiere el dolor justificar su permanencia con la remembranza de la dicha perdida que lo invitó a entrar.

4

Que una especie inteligente conciba su soberanía en función de su fecundidad puede ser una verdad en términos biológicos, pero dado que esa verdad vaticina un delirio demográfico y se materializa a expensas de agrandar una herida moral incurable, la grandeza para una especie verdaderamente inteligente radica en extinguirse con dignidad.

5

Tragedia no es que una especie se extinga con la voluntariosa ayuda de otra, sino que esta se sobreviva a sí misma más allá de lo que sus ejemplares más lúcidos pueden tolerar.

6

La sociedad se quiere eterna para seguir tomando por rehenes a quienes nacen en ella. El santuario de la sociedad no es otro que la sordidez, rara vez tan ostensible como en este siglo, sin la cual nunca hubiera podido adaptar su escasez de principios a los medios que la prolongan.

7

Puesto que las certezas son equívocas y los miedos categóricos, una mentira no es más peligrosa en ausencia de verdad que de libertad para cuestionarla.

8

El pensamiento que ha perdido su libertad concede pronto validez a las ilusiones que lo persuaden de que está mejor así.

9

A partir de un punto difícil de predecir, cuanta más información se absorba sobre un asunto menos solvencia se tendrá sobre él. ¿Para qué censurar la verdad pudiendo aplastarla con información?

10

A veces chirría y a veces calla, pero la vida mantiene pulsada siempre la nota grave de la amargura.

11

Con el polvo de pasadas realidades amasan las pesadillas utopías venideras.

12

El patíbulo es la única constante en la historia y la única historia donde las víctimas constan.

13

«A rey muerto, rey puesto». Otra forma de decirlo es que cuando un déspota es depuesto, la masa de oprimidos segrega otro.

14

El necio merece ser escuchado sólo si acepta no ser acatado.

15

¿Qué es lo que admira el que admira si abriga el anhelo de poseerlo?

16

El público jamás se da por satisfecho hasta ver a sus ídolos sumidos en la misma cutrez pasional con que abona su capilla de dimes y diretes.

17

¿Acaso una imagen prestigiosa no transforma en espejismo a quien la proyecta?

18

Las líneas divisorias que la intuición establece para el género humano no están bien trazadas si separan a los individuos en vez de atravesarlos.

19

Solo el venero salva al peregrino de la sed del horizonte. ¿Qué bendita locura le ha hecho a uno acostumbrarse a ver su reflejo cada vez que sondea un hontanar?

20

Cuando el solitario roncha sin poder tragar los escorpiones que frecuentan su retiro, comprueba en cada pliegue de su ser que toda la ciencia que cabe en nuestra condición de ángeles caídos es apuntar hacia lo ignoto sabiéndose yerro, flecha y diana.

21

No menos que su carencia, la sensibilidad se opaca cuando reacciona perturbada a las brutalidades que la ofenden.

22

A menos que uno se crea superior al dolor ajeno desde una hipotética altura de miras que no alcanza en realidad la mínima cota moral, la responsabilidad tiene su origen en la protección de la propia conciencia ante la devastación ajena.

23

Hay tanto amor en la exclusividad exigida a la persona amada como espíritu didáctico en el docente que hurta el acceso a los libros cuyo contenido juzga erróneo.

24

De contumacia me declaro culpable, pero no tanto como de estar sobrado de escrúpulos o de ser propenso a la desgana sin la cual dudosamente hubiera podido introducir mi pensamiento por tan abruptos parajes en busca de ideas firmes para justificar mi renuncia a las obligaciones programadas por la sociedad.

25

El tiempo nos destroza para preservar incólume la eternidad.

26

La desolación también es hermosa y permite a la melancolía, sobre cualquier otro designio, ser nuestra morada leal.

27

La ideología traiciona a la idea, la idea al pensamiento y este a la clarividencia que revela el decaimiento.

28

Ideología y radicalidad son términos mutuamente excluyentes. Si radical es ir a la raíz de la cuestión, lo propio de quien profesa una ideología es andarse por las ramas.

29

Cuando uno yace tirado en el vertedero de la historia, incluso una soga mugrienta puede infundir a la voluntad la idea de redención.

30

Las clases rectoras tienen tanta necesidad de confeccionar un relato histórico manejable por mor de su esquematismo operativo, como las clases sometidas de acomodarse a la creencia de que el saber acumulado, lejos de ser una masa crítica, está bajo control.

31

Tan falaz es el poder cuando dice velar por la verdad, como despótico cuando, no conforme con proteger la libertad individual de los ataques lanzados contra ella por organizaciones o particulares, legisla lo que un adulto debe y no debe hacer consigo.

32

Los apelmazados del mundo suelen llamar madurez a la etapa de la vida marcada por una mediocridad crónica que dista mucho de la autosuficiencia frente al vulgar deseo de aparentar más de lo que uno es.

33

Sujeto del sujeto es el instinto, y una defensa de la vida confiada a un dispositivo de impulsos antes que al ambiguo juicio de la inteligencia.

34

¿Qué representa la gesta individual por los valores de la conciencia frente al movimiento arrollador que poblaciones enteras imprimen al histérico devenir de nuestra especie? Una chispa espontánea, un ademán sin continuidad, un aullido solitario que se ve sofocado, en suma, por el estruendo del gentío que instala en cada intersticio la roña de su voracidad. La cuestión, da igual el acierto o desafuero de los postulados en lid, es que cuando un colectivo funda una mayoría el respeto debido a la diferencia desaparece de la misma manera que un caracol bajo la bota de un desaprensivo.

35

La idea del Dios Padre, velador omnisciente de la moral, surgió de la necesidad que sociedades complejas, compuestas por una multitud de personas que no se conocían entre sí, tenían de que alguien vigilara a todos. Cuando el invento empezó a mostrar signos de agotamiento, en el viejo odre se decantó a Dios Hijo, redentor de la humanidad desorientada, cuyo carisma perduró más de lo que sus espinas podían aguzar en suplicio ajeno. Como el apocalipsis se demoraba, los diestros para los negocios convencieron a los prácticos de que más valía exprimir la espera que consumirla en el vacío. Del maridaje entre las insolencias de un mamífero curtido en el desamparo y las tentaciones emergentes del lupanar planetario nació el Dios Expósito, también conocido como Espíritu Espanto, un tragón capaz de prometer a los codiciosos un paraíso a más tardar en el futuro, solo había que seguir la directriz 1, 28 del Génesis y trabajar duro en la misma dirección, no fuera a ser que declinar y profanarse se barruntasen actos desunidos. En síntesis, desde la irrupción del monoteísmo —o teísmo para monos—, el dogma del progreso indefinido ha sido el intento más fuerte que se ha hecho para disecar el alma del hombre no sin haber esquilado antes al hombre del alma.

36

El proceso de hominización nos ha enseñado a vernos como hijos de un progenitor desconocido que por toda herencia nos ha legado la misión de labrar nuestra ruina en la usina del tiempo. La historia que hemos protagonizado podría ser solo la fábula de un acto tan horrible que nadie logrará recordarlo mientras acate la coartada de crecer a todo trance.

37

Bienaventurados los talentos vencidos, descreídos y pudorosos, libres de agigantar el pesar con ambiciones, porque nadie hay más ajeno que ellos al despreciable godeo de triunfar a costa de hundir a los demás.

38

Siempre que un dirigente agite el espantajo de la crisis, el dirigido debe traducirlo como confiscación. Decomiso, en primer término, de la interpretación que cabe hacer del momento histórico comprometido, y fraudulenta asignación de responsabilidades por el desastre.

39

La ferocidad permanece. Solo la maldad goza de buena salud.

40

—El negro llama al blanco.
—El blanco se quiere encima.

Caitlin T. McCormack, Alligata

41

Nada se rescata al salvar la civilización cuando esta subsiste a base de violar lo que no le corresponde; nada se salva, excepto la preferencia de habitar en una escombrera muy aparatosa donde yace, difamada, la decencia que se resiste a repoblar este averno.

42

Reproducirse es dar vida a la mentira de siempre, no por envejecida menos fresca en su disfraz de contribución necesaria a la especie, y no por creída de grado menos cómplice de la adversidad. ¿Qué culpa tiene el hijo de ser hijo? A los infecundos se les podrá recriminar cualquier fechoría, pero entre ellos no se hallará uno que abandone la existencia siendo incurso en la falacia del pecado original.

43

Porque «el infierno está empedrado de buenas intenciones» y nada puede ser más tiránico que amoldar la naturaleza funesta de nuestra condición a un simulacro de cielo, guardémonos de la política que con un sentido dopado de la gestión se atribuye el deber de hacernos felices.

44

Quien no ha vivido antes de la llamada Revolución Digital desconoce la amplitud que hasta el alma menos próspera poseía como un don. ¡En qué valioso lujo ha devenido incluso el tedio dominical después de que el torbellino formado por una rémora de experiencias enlatadas, telecomunicaciones absorbentes y obsolescencias renovadas se elevara como el estribillo de un himno ecuménico a la dispersión! Los espíritus que hemos visto caer nuestros cabellos a caballo entre dos sensibilidades irreconciliables, la analógica y la cibernética, por muy duchos que podamos ser en el dominio de las falsificaciones que promueven el enredo informático, hemos perdido la alegría de vivir a medida que llenábamos con cierta pesadumbre la volatilización de una edad donde cada uno, sin necesidad de máquinas, estaba mejor conectado a sí mismo.

45

La interioridad ha muerto y su asesino toma, según la circunstancia, el nombre de empleabilidad, transparencia o accesibilidad.

46

No hay prejuicio sin perjuicio del entendimiento.

47

Tan hábil ha sido el capitalismo contemporáneo en su dinámica de expansión hacia los últimos territorios vírgenes de la mente, que no solo parece sensato gastar más para vivir mejor, sino que trabajar menos ha dejado de ser una opción y el reposo ha sido mancillado con el sambenito del «tiempo perdido». La sociedad de mercado ha evolucionado hacia una sociedad de cercado.

48

El espíritu de nuestra época se alarga gracias a los órganos arrancados a la singularidad.

49

Solo siendo despojado de su individualidad puede alguien encajar en el territorio de una pantalla.

50

¿Acaso es razonable afirmar que quien conoce las astucias para ganar dinero ha descubierto el origen de la riqueza? En la necesidad está el origen, mas no la riqueza.

51

Visten los líderes nacionalistas de justicia histórica y prestigio quiritario el enamoramiento patriótico de los pueblos porque vale más la complacencia de los bobos que la imperturbabilidad de los dispuestos a combatir la exaltación con una irreprochable vergüenza castiza.

52

En razón de la grandiosidad de sus proyectos incrementa el ser humano el repertorio de su comicidad.

53

¡Con qué grotesca altivez se desarman en su arquitectura de postín los proyectos optimistas cada vez que nuestra abulia los cachea!

54

Parafraseando al Agudo Bigotudo, cuando el hombre desgarra en profundidad un ecosistema, también el ecosistema lo desgarra por dentro.

55

Diálogo, no conozco vocablo que se haya vuelto más repugnante a mis oídos tras el abuso inmisericorde que hacen de su apelación los políticos y opinadores del reino. ¿Por qué no coloquio, conversación, debate o plática? Restrictiva por el prefijo que la condena de partida a rebotar en la dualidad, es palabra que cercena la voz de otros puntos de vista ajenos al elemental A o B. Ni siquiera el monólogo llega a tales excesos de dislocación, pues componerlo implica al menos un principio de gemación interna y, por ende, una ramificación potencial de criterios.

56

Comienza la honestidad del pensamiento por desconfiar de lo que toma por evidencias, máxime cuando las confunde con sus prioridades.

57

La ciencia indaga las leyes de una naturaleza donde las propias leyes son otra de las variables implicadas. Más que innovación y desarrollo, a la ciencia le hace falta una filosofía perenne para afrontar su endeblez dentro de la dinámica de los sistemas que pretende conocer.

58

Contemplados con panorámica axial, no diferimos mucho de los roedores que se afanan en busca de recompensas dentro de un laberinto.

59

Imaginad lo que tantas veces nos han contado el cine y las novelas de ciencia ficción: una nave de origen extraño, cuya tecnología sugiere su lejana procedencia del espacio exterior, aterriza en nuestra peonza. Tras los protocolos de aproximación al misterioso objeto, descubrimos en los tripulantes a unos seres de tipo humanoide que llegan a establecer comunicaciones fluidas. Hasta aquí, la historia es canónica en su predecible respuesta al anhelo de no permanecer aislados en la inmensidad cósmica, pero ¿que pasaría si se tratara de marionetas orgánicas gobernadas por una inteligencia inconcebible para nosotros y situada, quizá, en el interior de la Tierra, en el fondo oceánico o incluso en otra cavidad temporal? Ahora bien, si aceptamos esta conjetura, ¿qué nos impide dar otra vuelta de tuerca al acaso y levantar la sospecha de que nuestra especie podría estar regida por el mismo patrón?

60

Cuanto más abigarrado crece uno en sus fueros, más delgado es el hilo del cual pende su sentido.

61

La cantidad de anormalidades que un menda debe hacer para ser normal solo puede ser acreedora de turbación para quien simple y llanamente trata de pensar por sí mismo.

62

Lo que media entre la experiencia y el recuerdo es historia; lo que ocurre entre el recuerdo y su revisión, leyenda. Antes que víctimas o beneficiarios del pasado, lo somos de una interpretación recurrente del lapso que nos estira.

63

La emocional, la imaginaria, la intelectual, la animalesca y la mnemónica son las cinco grandes naturalezas de la psique, entre todas forman el pentágono del alma y de ellas derivan, por combinación, sus principales potencias, como son la voluntad, el raciocinio o la autoconciencia. Cada una debe algo a las otras y transversal a sus dimensiones fluye la presencia espiritual cuya solombra perfila el litoral de lo impenetrable.

64

La risa es el refugio sensual de la inteligencia a la que a fuerza de horrores el mundo borró la sonrisa.

65

Uno sólo puede saber cuál es su hechura entre las cenizas de la realidad que consideraba indestructible.

66

¿Con qué fibra moral puede uno exigir «amor a la vida» mientras castiga a sus descendientes con el tormento que supone ser muerto de poco en poco en tantos días como ha de vivir? «Hay quien se cree limpio y no ha limpiado su inmundicia» (Proverbios 30, 12). 

67

Quienes no vacilan en jurar que la vida es un milagro demuestran ser tan esclarecidos como un feto en el claustro materno y poseedores del conocimiento apropiado para formarse una imagen de la realidad tan precisa que excluye la realidad.

68

El más feo e implacable cinismo es matar por deporte, y sin embargo los modernos cazadores disfrutan de cotos que ningún depredador salvaje les ha disputado jamás, ni siquiera el Creador bíblico, bestia de bestias al que los giros destructivos de su efusividad no disimulan la envidia por la maternidad que siempre lo ha caracterizado. ¿Qué pensar de Él, cómo calificarlo con justicia, toda vez que la perla de su poder es una emulación del atributo más temible, la capacidad de causar daño de vida, con que ha sido armado por naturaleza el género femenino? ¿No estarían los santos comadrones de un demiurgo de tal pelaje sublimando en el Todopoderoso, al filo de la transexualidad, el deseo de tener coño?

69

Inútil como devolver las lágrimas a los ojos es culparse por los errores irreversibles: ámense a los hijos de tal manera que no tengan en ese amor otra causa para dolerse por haber venido al mundo.

70

Al sentirse víctimas de la forma de ser de sus retoños, delatan muchos padres cuán culpables son de haber tenido una descendencia a la que vedan la ayuda básica de ponerse en su lugar.

71

Ninguna causa es tan noble ni ninguna vida tan excelsa que puedan frustrar el planteamiento de objeciones justas en su contra.

72

Cualquier estímulo, por nimio que sea, recuerda al nacido la desgracia de su destino y la imposibilidad de abolir, salvo en la cripta, su condición.

73

No haría justicia a las tempranas impresiones de mi alma si omitiera la certeza de que las pesadillas son las experiencias que mejor definen al prisionero fraccionado en cada uno que es el alma.

74

¿Quién necesita teatros teniendo en escena la compañía de sus prójimos?

75

Conforme avanza el crepúsculo nos cercioramos de que la luz viene a derramarse como una plegaria muda en homenaje a todas las criaturas sumidas en la oscuridad de la carne.

76

Para el mundo de los animales considerados comestibles es tan catastrófico el encuentro con el mundo de los humanos como para el individuo descubrir su deuda con el estrago que seguimos llamando, con proverbial arrogancia, evolución.

77

Uno es en sí todos los animales que han sido sacrificados por o para él, y paréceme que andaba Quevedo próximo a estos vislumbres cuando dejó escritas, en La cuna y la sepultura, palabras como estas: «Si quieres acabar de conocer qué es tu vida y la de todos y su miseria, mira qué de cosas desdichadas ha menester para continuarse. […] ¿Cómo puede dejar de ser débil y sujeta a muerte y miseria la que con muertes de otras cosas vive? Si te abrigas, murió el animal cuya lana vistes; si comes, el que te dio sustento; pues advierte, hombre, que tienen tanto de recuerdos y memorias como de alimento. […] Tu mayor miseria no es sino que entre todos los animales tú solo naciste contra ti mismo».

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La triste verdad es que para la mayoría resulta intempestivo hablar de compasión hacia los animales cuando los humanos emplean sistemáticamente todas las violencias posibles contra sus congéneres. Baste mirar al mercado laboral de una sociedad en la que el aumento de la eficiencia productiva, en vez de permitir una distribución más equitativa del trabajo y el consecuente aumento del tiempo libre, ha dado lugar a una situación en la que el viejo problema de la liberación ha sido desplazado por la acuciante necesidad que gran parte de la población tiene de ser explotada.

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Hoy sabemos que el régimen esclavista no prescribió, sino que acortó su abrazo malévolo para ceñirlo mejor a la jornada laboral. Es previsible, por consiguiente, que los animales de granja, si algún día fueran manumitidos, lo serán tan solo por tramos horarios, a imagen y semejanza del simio que los precedió en la senda de la emancipación.

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No poca bajeza hay en amar al que nos desprecia, en seguir al que nos repele y en confiar el futuro al impostor que nos traiciona con esperanzas de salvación.


Disculpa de obediencia es la orden ajustada a justicia y justo desacato rehusar el mandato que debe su cumplimiento a una injusticia.

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Con muy fundado sentimiento, puede parecernos que el ejercicio más vituperable de poder es la crueldad contra el subordinado, la reducción a la esclavitud del cautivo, el exterminio metódico de los oponentes y el hábito de cebar las tinieblas del entendimiento de los vulnerables a la influencia del mando, pero ninguna de estas aberraciones tendría razón de ser en una realidad exenta de nuevos relevos; en consecuencia, ninguna de ellas resiste la comparación con la autocracia suprema que impone la vida a quien habrá de acabar en la huesa los inexorables diezmos que el tránsito por el mundo conlleva.

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Estad seguros de que el corazón del hombre al que no le revuelve el estómago un abuso de poder es de plastilina.

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El sentido del humor nos hace inteligentes para comprender que el universo se postula por doquier como una broma imponente cuyos ecos se tornan macabros en el ánimo que sólo sabe tomársela en serio.

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Ser demasiado consciente es un maleficio que hay que aprender a festejar sin temor. «Si te cagas de miedo, te comes la mierda», nos recuerda en su verismo un epigrama callejero. Aferrarse lo menos posible a las causas del sufrimiento y mantener en forma la elegancia anímica de la ironía siguen siendo hoy, como hace cientos de miles de años, los recursos indispensables para afrontar la tragedia de existir.

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Es muy humano, y seguramente muy errado, pensar que lo mejor para cada situación coincide con lo mejor para la totalidad. Tal como está estructurado el azar en la necesidad, parece una presumible majadería negar que la mayor malandanza individual redunda en una resistencia menor del todo, luego parte de cruz tiene la parte en la rueda que es el conjunto.

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El universo no solo es imposible, sino imprescindible, bajo el presupuesto de lo aleatorio.

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El amor a la autoría traiciona el amor a la obra por la idea superlativa que el artista tiene de sí mismo. Toda persona de talento debería empezar su dedicación al arte por abdicar de su nombre.

89

En una sociedad que vive de superfluidades el precio de la libertad acarrea miseria. 

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Mientras todo el tiempo dedicado al trabajo y al entrenamiento para optimizarlo parece poco en un clima social abarrotado de precariedad laboral, todo el que pueda ser consagrado al disfrute de actividades dotadas de un valor inherente para quien las realiza es puesto bajo recelo de alta traición a los preceptos de un mercado que ha desbordado sus atribuciones más allá del horario que cada asalariado dedica a la conquista diaria de su mezquindad.

91

Si mi humilde trabajo me hace ridículo a tu opinión, a ti te hace sobrante tu posición.

92

Todo lo que sube queda colgado en alguna red social. Ni estrellarse puede uno ya sin convertirse en un suceso tuiteable.

93

Para nuestra especie la procreación es genéticamente un accidente, moralmente una irresponsabilidad, socialmente un vicio, políticamente un absolutismo, estéticamente desagradable y, naturalmente, un comando que trabaja en consonancia con la proliferación caótica que llamamos cosmos.

94

Si bien podrían aducirse algunos motivos adicionales, estos son los principales para negarse a traer más inocentes al mundo:

— La conciencia de las contraindicaciones intrínsecas a la vida.

— El rechazo a contraer nuevas ataduras.

— La incertidumbre genética que pone en movimiento la lotería reproductiva.

— Reducir los competidores por los recursos básicos.

La última es una razón circunstancial, la tercera es el primer indicio del nulo control que tienen los progenitores sobre la cuota de taras y parecidos indeseables que afectan a su descendencia, la segunda representa una expresión de legítima potestad individual y la primera una consecuencia a la que debería conducirnos la empatía so pena de anteponer los derechos de los genitales a cualquier otra consideración.

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Común insensatez es gastar la vida por ganar lo que con ella se ha de perder.

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Tanto idolatramos la fastuosidad, que si los excrementos fueran un activo bancario las cloacas se llenarían de fervientes inversores.

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Me he propuesto no escribir un relato sobre un hombre que perdió la gravedad y al que había que llevar amarrado a tierra como un globo. Tampoco deseo mencionar que el ingrávido estaba convencido de que gracias a su inaudita capacidad el mundo seguía sosteniéndose.

98

Las verdades filosóficas no proporcionan soluciones, ya que competen a la hermenéutica de los interrogantes que ahondan en las verdades biográficas. En cuanto a las verdades religiosas, si son espléndidas, poseen un valor poético susceptible de aportar al conocimiento un caudal más poderoso que cualquier otra verdad.

99

Toda la sabiduría no es más que la certificación recíproca de la inopia donde unos y otros nos tenemos.

100

Vive de tal suerte que cuando la ingeniería inversa de la muerte tome posesión de ti puedas decir aquello que hubieras querido escuchar a tus precursores: «Allá voy, nada traigo conmigo que me atenace a lo que aquí queda».

101

Mejor retratada está la vejez en los achaques y deformaciones cosechados por ella que en el discernimiento y la serenidad sembrados de balde por los años.

102

Aunque nadie recuerde quién fue, hemos de darnos por vividos de saber todo lo que seremos.

103

Quien de verdad razona propone, no dispone; abre campos al entendimiento, no los valla con credos.

104

Igual que los cetáceos viven en el agua que no pueden beber, los humanos pensamos en un medio que no podemos conocer.

105

Nadie puede curarse de sí mismo, ni de su especie, ni de la materia que otorga su predicado a la existencia. Somos escombros de Dios, huérfanos reciclados, enigmas oxidables, templos de un dolor antediluviano que cada nacimiento dilata tontamente.

106

Burla el mundo en el deseo que lo desmanda la claridad de percepción a la multitud abocada a complicarlo con el cargamento de sus paroxismos y fantasías.

107

Vemos una parte de nosotros mismos reflejada en quien, haga lo que haga, se anuda a nuestra simpatía, y otra parte aún mayor de lo que somos en aquel que, por mucho que se esfuerce en agradar, jamás dejará de causarnos repulsa.

108

Sorprende ver a los mismos que protestan contra el envío de misioneros patrios a tierras exóticas reclamar derechos de acogida para el fanático que nos visita; sorprende tanto como asquea lo inverso. El gran problema de nuestro tiempo no es solo la desigualdad económica o la sobreinformación que aturulla, sino más aún el olvido de lo que significa el sentido de la reciprocidad mientras se persiguen fantasmagorías como esa justicia social henchida de mesianismo temerario.

109

Que todavía muevan los ánimos los ilusionistas del cambio social prueba que seguimos dando vueltas al mismo circuito, exiliados del cambio de visión necesario para situarnos en el centro de nuestra incógnita.

110

Ser contagiado por un ideal no hace que uno sea menos verdugo cuando actúa como un virus en la prosecución de sus fines.

111

La sangre de los mártires solo demuestra que cualquier insignificancia es apta para provocar hemorragias.

112

De poco serviría asestar un golpe mortal a un tirano como Hitler, Stalin o Franco en los prolegómenos de su carrera si fuera posible retroceder hasta la coyuntura adecuada, pues el genio maligno de la historia gusta de poner en práctica todas y cada una de las monstruosidades que imagina.

113

Aunque hubiera sido preferible la pena mítica de perpetua senectud para los culpables de haber diezmado y humillado a varias generaciones de encadenados, pocas alegrías colectivas aventajan a la primicia del ajusticiamiento que pone fin a un dictador sanguinario. Los españoles, gracias al servilismo lastimoso de otros españoles, desconocemos ese alborozo.

114

Seguimos rebozados con la misma hez cainita; si nuestro país fuera un aparato digestivo, su diagnóstico sería apendicitis histórica.

115

Esta nación pronto dejará de dar asco para empezar a dar miedo; mientras tanto, el único alivio dentro de esta trampa con excusa parlamentaria proviene de sabernos tan desrazados que la posibilidad de agravar la regresión social con el meneo de una pretendida supremacía racial por parte de algún establo hispánico no sería necesariamente inviable —siempre ha habido y habrá borregos carnívoros en estos secarrales—, pero nos aseguraría un puesto de honor en las crónicas de la irrisión.

116

El mejor retrato de un Estado lo plasma el trato que reciben los usuarios de la vía pública cuando son cribados en un control policial lejos de testigos indiscretos.

117

Por antagónicas que puedan ser sus aspiraciones, ricos y pobres son redomados comunistas. Los primeros porque han instaurado un sistema económico que colectiviza las pérdidas y los segundos porque sueñan con un sistema que colectivice las ganancias.

118

A poco que sea pensado con un detenimiento superior al que los parroquianos de un bar prestan a dirimir cuestiones de orden político, se hallará que el socialismo funciona de maravilla como un asalto a las virtudes cívicas y que su insistencia doctrinal en la justicia cumple al dedillo las premisas igualitarias: construir un orden donde la individualidad, célula distintiva de lo humano, sea extirpada en nombre de un tumor colectivo.

119

La impotencia nostálgica de los emblemas reivindicativos vira hacia la impudicia cuando los sindicatos sostenidos por las administraciones públicas son los encargados de encauzar el malestar de los obreros hacia las almadrabas de la patronal.

120

Alta cultura y fina retórica siguen siendo trofeos de orgullo allí donde la batida prevalece travestida de sapiencia.

121

La iluminación señala un cruce de caminos desde la picota alzada en cada disyuntiva con las caretas desprendidas del yo.

122

Trabado voy en el olfato de un hombre póstumo al que cada bocanada anuncia la papilla pútrida que las ciudades harán con sus íncolas.

123

Las buenas noticias llegarán cuando solo nuestros fósiles permanezcan como testigos del acabose.

124

Olas tranquilas son mis neuronas para el brioso pez espada del pensamiento que las hiende despertando murmullos de espuma, nada más.

125

No necesito ser feliz para vivir; me basta con no necesitar vivir para saber que puedo ser menos infeliz.

 
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