Zdzislaw Beksinski |
David BENATAR
Mejor nunca haber sido
Juan Montero es un señor de raigambre amable que a su apariencia juvenil, propia de un sabio macerado en los arcanos del Extremo Oriente o de alguien bendecido por la sinergia entre fenotipo y ociosidad, une los modales exquisitos de quien conoce la manera de conjugar espacio y presencia sin alterar ni ser alterado más de lo humanamente remontable. Observador y reflexivo, habituado y predispuesto a concertar el equilibrio frágil que media entre el microcosmos de la contemplación y el océano de actividades donde está predestinado a extraviarse el pensamiento, sabe desgranar en los momentos justos la evidencia de habitar un chirumen a prueba de dobleces que despeja su sonrisa con la heráldica franqueza de quien ha incorporado al bagaje de esperpentos colectivos la tragedia del alma vertida en la mazmorra de cada ser.
Entre sus talentos, además de ser uno de mis mejores amigos —vínculo difícil donde los valga, en todo el espectro del adjetivo—, y corriendo el riesgo de que el panegírico ensamblado por un adicto a la diatriba redunde en la suspicacia de quienes no desconocen las intenciones que cobistas y quitamotas suelen acoger en la manga, podría mencionar por ventura que compone poemas sinfónicos, pilota ultraligeros, inventa utensilios abreviados para obtener belleza de las rutinas, se ha liberado de amar con deglución a los animales y amerita ser el pionero de la traducción al castellano del que hasta la fecha es, desde su publicación en 2006, el tratado antinatalista por excelencia: Mejor nunca haber sido: el mal de venir a la existencia [Better Never to Have Been: The Harm of Coming into Existence], del profesor David Benatar. Para esta última labor, no exenta del centrifugado introducido por algunas perspectivas semánticas que apuntan hacia lo irresoluble, además del apoyo explícito e incondicional del autor de la obra, ha contado con mi estrecha colaboración en la función de corrector ortotipográfico y agitador de estilo.
No introduciré en esta avanzadilla una reseña del libro pese a que en la red aún sean escasas las referencias en nuestra lengua a un contenido que adelanto demoledor en el plano de la argumentación axiológica y la filosofía moral; tampoco me detendré en la figura de Benatar, cuyo rostro en vano escudriñarán los cazarrecompensas después de que el autor haya sido blanco de amenazas por parte de aquellos que no aceptan la libre circulación de sus ideas en un planeta hiperpoblado de oscuros transcriptores del pecado original. Para hablar más claro que Benatar sobre el lado incurable del vivir, hubiera sido necesario callar como un sepulcro profanado siendo conscientes de que toda cuna lo es; para epitomar el sentido de la inteligencia comprometida con el análisis del drama que la humanidad festeja en la desmedida irresponsabilidad de los estragos reproducidos, a las páginas que esperan verse publicadas o excomulgadas en castellano le hubieran venido al pelo las indicaciones de Adamov, otro inconsolable «al encuentro del antiguo tabú, que enmascara la crueldad del sentido genésico», cuando se hizo decir en sus confesiones: «Creo haber denunciado el mal a una profundidad suficiente como para que se imponga al juicio de algunos hombres la conclusión que implica». Comoquiera que uno lo enfoque, ¿se puede permanecer ajeno al hecho de que existir, hasta en el reflejo de su etimología, concentre el abandono en que se halla quien sólo sucumbiendo puede salir del gueto de órganos avasallados donde ha sido deportado?
No introduciré en esta avanzadilla una reseña del libro pese a que en la red aún sean escasas las referencias en nuestra lengua a un contenido que adelanto demoledor en el plano de la argumentación axiológica y la filosofía moral; tampoco me detendré en la figura de Benatar, cuyo rostro en vano escudriñarán los cazarrecompensas después de que el autor haya sido blanco de amenazas por parte de aquellos que no aceptan la libre circulación de sus ideas en un planeta hiperpoblado de oscuros transcriptores del pecado original. Para hablar más claro que Benatar sobre el lado incurable del vivir, hubiera sido necesario callar como un sepulcro profanado siendo conscientes de que toda cuna lo es; para epitomar el sentido de la inteligencia comprometida con el análisis del drama que la humanidad festeja en la desmedida irresponsabilidad de los estragos reproducidos, a las páginas que esperan verse publicadas o excomulgadas en castellano le hubieran venido al pelo las indicaciones de Adamov, otro inconsolable «al encuentro del antiguo tabú, que enmascara la crueldad del sentido genésico», cuando se hizo decir en sus confesiones: «Creo haber denunciado el mal a una profundidad suficiente como para que se imponga al juicio de algunos hombres la conclusión que implica». Comoquiera que uno lo enfoque, ¿se puede permanecer ajeno al hecho de que existir, hasta en el reflejo de su etimología, concentre el abandono en que se halla quien sólo sucumbiendo puede salir del gueto de órganos avasallados donde ha sido deportado?
La razón de que haya abierto en mi mano esta inflorescencia otoñal la confío a los editores capaces de tomar la iniciativa de mercado, quienes pueden ponerse en contacto con nosotros a través de este formulario.
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