22.1.10

BORN TO BURN

Nadie que no me haya visto creería que una cosa así puede existir.
Joseph MERRICK, vulgarmente conocido como El Hombre Elefante

Uno no sabe a ciencia cierta quién es hasta que se pone en situación de hacer lo que nunca hubiera imaginado y de querer lo que jamás hubiese buscado. A tal fin, el crimen puede ser un método especial de autoanálisis provisto de lecturas inquietantes y muy poderosas. Como mínimo, estimulará la fuerza del carácter en la encrucijada que le plantea entregarse sin remordimientos a los desmanes o resistirlos con paciente dolor. En el mejor de los casos, lo empujará a descubrir que pertenece a esa raza de sujetos cuya naturaleza anímica los arroja por encima del mismo troquel de la naturaleza; individuos para quienes los actos considerados sucios e inmorales son un espejo en el que observarse con ojos nuevos y a través del cual llorar con lágrimas más pulcras, más certeras.


20.1.10

SÉXODO


En su mente, en su conciencia, llamaba superiores a todas las ideas de las que (con gran sorpresa suya) no podía mofarse en su fuero interno.
Fedor DOSTOYEVSKI
El eterno marido

Con el empeoramiento de las condiciones ambientales que hacen posible la proliferación de los humanos sobre la corteza terrestre parece fundado dar cobijo al recelo de que la Tierra acabará por expulsarnos de su seno en un porvenir no muy lejano, pero en contra de lo que suele opinarse al respecto, intuyo que de ser cierta esta desgraciada previsión no será porque la especie se comporte como un virus nocivo para el equilibrio del ecosistema planetario, sino porque debe adaptarse a una misión específica en la que los supervivientes asumirán el papel constructivo de emisarios biológicos preparados para llevar a otros lugares del cosmos (tal vez sin sospecharlo, pues estarán obligados a ello por la gravedad de las circunstancias) la simiente de las formas de vida desarrolladas durante los largos e incalculables avatares evolutivos que han tenido lugar en esta incubadora altamente sofisticada que se desplaza en el espacio intersideral describiendo una trayectoria elíptica a unos 150 millones de kilómetros alrededor de la única estrella que da nombre al sistema. Desterrados los conatos de egoísmo privado en aras de un egoísmo más vasto tramado en eones, si abrimos el campo de visión hasta alcanzar niveles astronómicos y desde ahí favorecemos un símil que refleje de modo comprensible nuestra situación en la macabra orgía del universo, no será difícil entender que la amenaza civilizadora se reduce a cumplir con la rutina expansiva de una eyaculación de proporciones galácticas que proseguirá el arte combinatoria de los engendros basados en la química del carbono.

El especioso condimento gráfico de mi conjetura lo añade Vania Zouravliov con Autumn Rot, escogida adrede por la serenidad de su exuberancia dentro de la delicada desesperación que desbordan todas sus ilustraciones, algunas de las cuales se han vuelto conocidas por servir de magnífico envoltorio visual a los últimos discos de Matt Elliott.

14.1.10

CRÁTERES Y MONTAÑAS QUE ALLANAR


El poder del pensamiento empieza por el pensamiento del poder.
Cesare RIPA
Iconocidio

El pensamiento, que por definición es tan indefinido como autónomo, polimórfico e inembargable, representa un desafío constante para cualquier manifestación de poder político que aspire a ser duradera. Moderado o excesivo, el hábito de pensar es una actividad invisible y a menudo impenetrable que arraiga en los adentros y cuyas consecuencias en el afuera resultan, por fortuna, imprevisibles todavía; antes que una preferencia, el poder necesita situar los sucesos en un plano sobrexpuesto a su ojo examinador donde todo esté presto y al alcance para ser usado sin ruido ni variación, accesible con la mínima oportunidad de resistencia y el máximo rendimiento calibrado.

Dado que el extenso campo de lo pensable guarda una estrecha relación de ambivalencia con lo inseguro por antonomasia, no es de extrañar que el poder trate de reducirlo incesantemente a límites factibles que pueda administrar como cualquier otro objeto sujeto a su control. Desde la óptica del poderoso, el interior de cada cráneo es un mundo pendiente de ser conquistado frente al cual surge una barrera equiparable a la de un libro escrito con caracteres borrosos que urge traducir a elementos más claros. La pasividad acomodaticia, que quizá sea el producto más versátil de la estupidez, se revela crucial para ejercer a diestro y siniestro esa vocación imperativa que los expertos alineados con las ínfulas del vencedor consideran, no siempre con inteligencia, razón de Estado.

7.1.10

ALÓGENOS Y RECAUCHUTADOS


Los humanos podemos ser fácilmente interpretados e interpelados como máquinas biológicas de producir mierda, pero no sería exacto ni benigno dejarse guiar por ese hábito perezoso de reducción escatológica; tampoco lo sería resignarse a pensar que al homínido sapiente le encanta ser desterrado en atención al extrañamiento que parece estar inscrito en el destino errático que se prolonga desde la fragilidad presurosa de sus carnes, entre otras razones porque para la mayor parte de los mortales, el desahucio como sustrato social requiere la aparición tozuda de una idea insuflada con aires de absoluto que pueda ser amada y temida con creciente intensidad: justo lo que está pasando con el emergente dogma ecologista, que, instigado por un movimiento de contenido insulso amamantado con ubres rotas, aprovecha la inercia de la decepción generalizada y viene a rellenar con su carácter rencoroso el vacío mal custodiado por los cultos caídos. Faltos de fe para creer en lo invisible, la tendencia exalta a volver increíble lo visible; increíble e intangible también en la posición que ocupa la naturaleza tras la ofensiva ecólatra que la ha convertido en una víctima omnipresente cuya invocación basta para exigir infinitas obligaciones éticas y jurídicas. Sin tregua, la presión de su postulado incriminatorio suma al evidente afán de adiestramiento público una dislocación del concepto más elemental de suceso natural que nada tiene que ver con los hechos de la naturaleza y mucho, sin embargo, con la lucrativa conservación de la naturaleza deshecha del conocimiento. Si los profetas clorofílicos están en lo cierto y la biosfera necesita ser protegida de nuestras acciones, ¿habrá lugar para nosotros entonces? ¿Cambiaremos el juego heroico de criaturas que han dado muerte a sus dioses por el de juguetes amputados que babean mientras contemplan el mundo reducido a un museo infranqueable? ¿Acaso puede nuestra vida enajenarse del universo físico por donde fluye y retorna de forma irremediable? Os adelanto que hay algo peor que la soberbia capitaneada por los cazadores de herejías contra el medio ambiente; se trata de la demencia que padecen quienes creen que la evolución de una especie que lo ignora casi todo acerca de sus orígenes compromete los secretos de la materia que la anima y, en consecuencia, que cabe señalar a la humanidad como principal responsable de violar la continuidad de un equilibrio planetario que, por otra parte, nunca ha dado muestras de haber existido...

El demonio Krampus, muy popular en el viejo paganismo europeo, fue asimilado a las fiestas navideñas como asistente de San Nicolás y se le encomendaba la difícil tarea de proporcionar escarmiento a los niños incorregibles. La imagen procede de una postal de felicitación diseñada hacia 1900 y podría servir como representación de la venganza de Gaia contra los excesos pueriles de nuestra civilización.

2.1.10

BIEN ME LUCE, SIN SER ARTE, OFENDER AL IDIOTA


¡Qué harto estoy de escuchar en tantos labios la coletilla inabordable «todas las opiniones son dignas de respeto»! A las personas se les concede o se les niega el respeto; a las ideas, les basta con aprobación o rechazo, pues convienen o no según los gustos e intereses particulares. Las opiniones, incluso cuando se enquistan dando lugar a creencias, no deben ser confundidas con sujetos de derecho: solo son objetos para ser probados, usados y finalmente desechados por el intelecto; carecen de la cualidad que hace merecedor de respeto a un individuo y su valor, cuando lo tienen, transcurre en una categoría similar a la que se le asigna a un determinado color, aroma o sabor. ¿No sonaría ridículo afirmar que «el color rojo merece la misma deferencia que el azul»? ¿Sobreviviríamos al bochorno si declarásemos en público con evidentes signos de indignación que «el sabor salado insulta al agrio con su arrogante falta de consideración»? Por cautela y buen tiento con uno mismo, piénsese con detenimiento una expresión antes de adoptarla; y piénsese, sobre todo, sin temor a perderle el respeto a quien se identifica con ella hasta el punto de sentirse ofendido por las críticas, pues se lo perdió a sí mismo en el momento que se tuvo por cosa más que por persona.

La imagen ofrece un recorte del plano principal de Moon, una fotografía realizada, o subida a la red, por Hayatkhan.
 
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