25.11.07

PREMAFRUTO


¿Fallo de procesamiento? ¿En la placenta o en el servidor? Por alguna razón poco razonable, han suprimido de forma reiterada esta tierna imagen de la entrada... Creo que lo llaman libertad de expresión.

13.11.07

PUNTO POR PUNTO

James Tissot, Faust et Margarite dans le jardin
Por el beso culpable de una santa, aceptaría yo la peste como una bendición.
Emil CIORAN
De lágrimas y de santos 

Aún hoy, en el subcontinente indio y el sudeste asiático muchas féminas emplean un punto de color bermellón en el centro de la frente, conocido como bindi (del sánscrito bindu, mota), justo en el lugar donde se localiza el mítico tercer ojo y la tradición hindú sitúa el sexto chakra o agñá, sede humana de la sabiduría vinculada a Shambhú, una de las seis caras del dios Shiva, el Danzante Cósmico.

El bindi, cuyas variaciones regionales de composición y tonalidad cromática son notables, también es usado a nivel mundano (suponiendo que pueda extrapolarse de forma cabal una división propia de la mentalidad occidental a una cultura tan imbuida de metafísica), principalmente para hacer ostensible el compromiso de la esposa con el marido, en menor medida para obtener un realce cosmético del rostro y por último, según sospecho, para disuadir a los machos de aproximarse armados con ciertas proposiciones. Mientras escribo estas líneas, pienso que tampoco sería descabellada la aplicación de un bindi con sustancias psicoactivas, a lo Jimi Hendrix con la cinta del pelo impregnada de LSD según cuenta la leyenda, o bien con algún otro preparado químico de utilidad terapéutica.

En esta sociedad de la felicidad proclamada y la tristeza medicada, acosada como está por una obsesión constante por el éxito que incuba en ella inseguridades que estallan por todo y por nada, sus peregrinos se condenan de antemano a encontrarse abismados por doquier ante la perspectiva del fracaso. Para que la satisfacción de los sentidos sea menos angustiosa, a propósito del bindi mi idea es animar a varones y hembras de cualquier edad, orientación sexual, estado civil y categoría social, a emplearlo en el ocio nocturno en función de un código de colores que, además de propiciar el encuentro de afinidades entre desconocidos, ahorraría innumerables desencuentros y vergonzosos malentendidos a esas horas en que todos los gatos parecen pardos:

— Punto verde: heterosexual disponible para aventura.
— Punto rosa: homosexual disponible para aventura.
— Punto violeta: bisexual disponible para aventura.
— Punto amarillo: heterosexual en busca de pareja.
— Punto naranja: homosexual en busca de pareja.
— Punto rojo: bisexual en busca de pareja.
— Punto negro: persona no disponible para ninguna clase de contacto íntimo.
— Punto blanco: persona interesada en conversar de modo amigable.

Un momento: ¿qué pasa con los daltónicos? ¡Ay, pobres!
 
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