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26.3.21

DOÑA RECIA SE PONE REGIA

Laura Knight, Corporal J. M. Robins
Heriré con luz tus cárceles tristes y escuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre.
Fernando de ROJAS
La Celestina

—¿Y la mascarilla?
—Solo se cubren el rostro los criminales —igualmente podría haberle respondido que mi aliento no apesta a cebolla podrida como el suyo, pero descender a ese nivel de sinceridad habría supuesto que su trueno de virago trastocara mi ataraxia.
—¿Cómo te atreves ¡tú! a darme lecciones? —infiero de su prosodia que doña Recia me ha adjudicado la autoría del documento que una mano anónima hizo aparir «de buena fe» en el tablón oficial.
—De ninguna manera he pretendido aleccionarte, soy tan memo que no sabría cómo. Lo que he querido decir es que voy a cara descubierta porque no albergo intenciones aviesas. Respecto a las tuyas, prefiero ignorar lo que pretendes ocultar con el tapamuecas.
—¿Es que todavía no te das cuenta del peligro que supone no llevarla puesta? —dispara la frase manoseando el artilugio de tortura con sus dedos pálidos y rollizos como salchichas bávaras.
—Estoy totalmente de acuerdo: no llevarla me deja expuesto a la paranoia militante de los que creen que mi salud es competencia suya y sus inseguridades responsabilidad mía. No veo razón alguna para convertir mi necesidad de respirar en un problema.
—Mañana recibirás la notificación de despido.
—Mira por dónde, ya sabemos quién es el malo y por qué lleva embozado el espejo del alma.

ADENDA

Por este y otros noqueos laborales no moverá un tentáculo el comisariado sindical, que haciendo perifollo de sus modos soviéticos, de su aparato falangista y de su absoluta dependencia de los presupuestos generales del Estado, martillea en estos días a las clases breteadoras con un activismo en pro de la cobayización social. Se nota que sus «liberados» aman al amo hasta con el ano.

23.3.20

EN OCASIONES VEO VIVOS

El tirano jamás cree tener bien asegurado su poder sino cuando ha llegado al punto de no tener bajo su dominio hombre alguno que valga. 
Etienne de la BOËTIE
Discurso de la servidumbre voluntaria

Mansas parecían las aguas que el horizonte cubrían desde la orilla donde el fondo presentaba sin turbidez densos mechones de algas sobre un rebozado de pliegues. Como si temiera alterar el sueño precámbrico de un monstruo de proporciones extenuantes para quien tuviera el vértigo de imaginarlo, opté por deslizarme sobre la superficie en vez de saltar a ella desde el contrafuerte de hormigón que penetraba en el embalse.

La profundidad, animada por alguna suerte de inteligencia decididamente empeñada en demostrar la musculatura de su soberbia, en forma y contenido me succionó hasta donde el sol carecía de imperio. Al límite de la apnea, entendí que no debía ofrecer resistencia a una fuerza contra la que no había combate viable. Pude entonces emerger la cabeza mientras lo Invisible tiraba de mí en dirección a la otra orilla, oculta por malezas de arbustos espinosos que negaban el menor atisbo de claridad a los sentidos...

Pinche en la luciérnaga quien saber quiera lo que vi en la oscuridad

5.12.19

ADIOSES SUPREMOS

Ilustración de Charles Errard para Anatomia per uso et intelligenza del disegno... 
No es solo la huella de carbono la que daña la Tierra; la huella de la gente es mayor y más letal.
James LOVELOCK
La cara evanescente de Gaia (título mal traducido como La Tierra se agota por una editorial más fiel a las ventas que al autor)

Aún es demasiado pronto para que el veto a la natalidad pueda ser justificado como una medida de urgencia global, mas ya es demasiado tarde para confiar en el efecto mitigador de campañas públicas de sensibilización contra la plaga demográfica. La coyuntura no parece inapropiada, sin embargo, para emprender medidas incentivadoras de la ingenesia, como la asignación de una renta básica vitalicia a los ciudadanos nulíparos que, en vez de hacer un uso nocivo del aparato reproductor durante la edad fértil, asumieran la madurez de esterilizarse con carácter irreversible: ellos, no los irresponsables que infligen progenie a un mundo hiperpoblado, serían los héroes silenciosos de siempre reconocidos al fin en las postrimerías del Antropoceno.

El coste de sus salarios podría ser sufragado, en virtud de una merecida compensación histórica que hoy por hoy ninguna autoridad competente se atreve a exigir ni siquiera a beneficio de inventario, con la desamortización paulatina de los bienes inmuebles que el emporio eclesiástico ha amasado, entre otras gravosas prebendas, allí donde ha dado pábulo a la multiplicación de los miserables en cumplimiento del mandato bíblico que ordena: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra».

Avanzamos presto en la dirección equivocada, como si tuviésemos siete biosferas de repuesto y toda la eternidad para recomponer los jirones renqueantes de una humanidad que se alarga más allá de los amenes. Ninguna obligación tenemos de sobrevivir como individuos ni de perdurar como caciques de la cadena trófica, al igual que tampoco debemos gratitud por haber sido concebidos sin pedirlo ni hemos de callar la franqueza cuando sigue a la percepción del desastre colectivo.

«Querer es tener el valor de chocar con los obstáculos», escribió Stendhal. Querer descendencia es, si se me permite parafrasearlo, tener la desfachatez de engendrar obstáculos. Nuestra especie debe al relevo en la adversidad su encarnación, y si fecundarla no fuese hacer pavoneo de la indigencia, de cualquier manera sería un acto ofensivo por partida doble: contra el nuevo rehén del tiempo que es violentado a existir en un atolladero y contra los que ya estamos en él bregando por un balance más inteligente de los recursos.

Hay demasiado dolor en esta conmoción planetaria de la salpicadura universal como para fomentarlo cuando ni comprendido lo tenemos. Puesto que solo el presente capcioso de haber nacido nos concede el derecho premeditado de no hacer sufrir padecimientos innecesarios a otros seres, antes que fantasear con salvarnos de la catástrofe venidera hemos de aprender a identificar, eludir y denunciar los señuelos de aquellos que pretenden fiscalizar nuestra salvación...

Greta, querida, go home.

23.11.17

CORRIENTE Y MOLIENTE


Los hombres llegan a ser civilizados no en función de su disposición para creer sino de su viveza para dudar. Cuanto más estúpido sea un hombre, mayor será su inventario de diamantinas certezas, mayor su carga de fe.

Henry Louis MENCKEN
Lo que creo

No te preguntes por la catadura moral de las autoridades que, a sabiendas de la falacia o pudiendo iniciar las pesquisas para despejarla, prefieren mantener a los ciudadanos dentro de una niebla de insidias donde lo corriente y moliente es creer, entre otros atentados contra la sensatez, que beber el agua pura causa envenenamiento, que los lácteos son la base de una dieta saludable, que el sufragio constituye la expresión menos imperfecta de la soberanía personal o que el impuesto sobre el valor añadido no es un robo institucionalizado, sino una contribución social que cubre de infamia al defraudador que la elude; no inquieras las pruebas que incriminan a esas autoridades sin haber corroborado antes qué parte de la evidencia te compromete más que el licor del grifo, cargadito de biocidas y trihalometanos, a los mismos que lo brindan para dar de beber a tus guisos de antinutrientes mientras adoctrinan en otras plazas sobre las presuntas maldades que hacen tan aurífero el colesterol.

Pecaría de soberbia si acusara a los promotores de felonías de habernos tomado por algo distinto de aquello en que seguramente nos hemos convertido, unos memos, gracias en especial a los hábitos adquiridos a partir del Neolítico. La disponibilidad y el tipo de nutrientes ha sido una factor clave en cada etapa de nuestra historia natural, y si «no hay razón por la cual los primeros cultivos no hayan estado destinados a alimentar más el espíritu que el cuerpo», como argumenta el antropólogo Peter T. Furst, la constancia de una especie atrapada en su declive no se propaga hasta que la agricultura se centra en atender apetitos gástricos. El animal humano domesticó los cereales y estos lo domesticaron a él; desde entonces, la escalada de despropósitos ha ido mutando hasta alcanzar una exacerbación que la fase consumista del apostolado industrial nos ha embutido como pauta de vida.

«Gran parte de las enfermedades que nos afligen en las sociedades opulentas presentan una incompatibilidad entre nuestro diseño evolutivo y el uso que hacemos de nuestro organismo», avisa el doctor Campillo en el proemio de su esclarecedor ensayo El mono obeso. La alimentación actual no concuerda con nuestro acervo génico, que en esencia es el mismo que proporcionaba ventajas adaptativas en el Paleolítico, y que en circunstancias de sedentarismo, exceso calórico y abuso de azúcares representa un hervidero metabólico malsano, así que cuanto más se aleje nuestra dietética de la que sirvió a nuestros ancestros, mayor será la susceptibilidad a males tan en boga como las intolerancias digestivas y la congestión cardiovascular. Cada vez comemos más cantidad de una variedad menor de alimentos, y algunos de los que dentro del embudo alimentario nos han adiestrado a desear como tales no lo son en absoluto, o no compensan por los daños que su ingesta regular comporta (la leche, por ejemplo). Con qué clase de coacciones nos harán lamentar los futuros damnificados por la militancia en el disparate que el tiempo confirme la obesidad, la diabetes, el asma y la hipertensión como síntomas pandémicos de la perversión que hoy caracteriza sus costumbres solo es otro elemento de un pronóstico aciago. Entretanto, ya se viva en fervor de languidez o en complacencia de cebonato, seguiremos siendo fumigados por encargo de nuestros filantrópicos captores, siempre a la vanguardia en técnicas y productos de condimentación atmosférica.

Quiero hacer virulentos mis postulados no por abrir franquicias en cuerpo ajeno, una perspectiva que me agiganta la ignavia, sino porque a través de otros mis experiencias se atajen libres de particularismos y me hagan sentir menos prevaricador de sus claroscuros.

«El gran comilón es un hombre en estado de larva; y hay naciones enteras en esa situación, pueblos sin fantasía ni imaginación, a los que traiciona su voluminoso viente», pensaba Thoreau en Walden. Alma y soma deben sentarse a la misma mesa. La revolución empieza por el plato; todo lo demás es guarnición.

La pirámide alimentaria sugerida es el resultado de mis estudios empíricos, pues he padecido durante años trastornos de la microbiota que a la postre he sabido enmendar sin caer en las garras colegiadas de las sotanas blancas y su afán por cronificar dolencias curables, pero no la considero en modo alguno definitiva ni la pretendo, por supuesto, blindada contra un concienzudo ejercicio de discrepancia. Fuera de ella han quedado el veneno silencioso de los lácteos, las legumbres y los cereales ricos en gluten como el trigo (no tan mudas las legumbres, ahora que caigo, debido a la acción de sus saponinas). Y si bien como alternativa será reprobable a juicio de alguien sensibilizado con el sufrimiento de los animales que masacramos, desde un punto de vista estrictamente nutricional la disciplina vegana ha sido una práctica inasumible para mi metabolismo, a cuya intrahistoria debo como a la filosofía el superviviente que aún soy con alguna pieza menos. Respecto al primer ingrediente de la lista inferior, la Base de Datos Española de Composición de Alimentos no aporta ningún dato.

16.1.16

JUGANDO A PERDER

Encontrado en la Uncyclopedia
La servidumbre envilece a los hombres hasta el punto de amarla.
VAUVENARGUES
Reflexiones y máximas

Ignorar el planteamiento de un problema puede ser un alivio para la conciencia destinada a conferirle forma en el dolor y, sin embargo, es al amparo de la trivialidad que desprecia los enredos como se gestan los más graves conflictos, de ahí que el colmo de la presunción sea acogerse a la devoción de un sistema de pensamiento en vez de asumir con franqueza la parcialidad de un juicio libre expuesto a la aventura de equivocarse. 

Si he de abrazar una escuela de sabiduría, que sea compatible con las ambivalencias que se advierten allí donde son conjugados, con distendida complicidad y estructurada geoponía, hábitos de concentración y ámbitos de disipación, modos de afianzarse que permitan desprenderse de sí mismo, llegado el caso, con esplendores parejos al existencialismo voluptuoso de Omar Jayyam, quien distribuyó sus principales dedicaciones entre el fermento espiritual del estudio, la copa libada en las gracias del cuerpo femenino y el cansancio de los crepúsculos improrrogables ahogado en el menstruo de los racimos, aunque debo aclarar en propio menoscabo que me bastan dosis infinitesimales de sangre eucarística para entrar en barrera de resaca, un malestar que si otra ocupación no lo remedia suelo dirimir en sátiras como la presente, de la cual he elevado, sirviéndome de mis atribuciones de abad de Núcleo Chamánico, una petición pública a la Dirección General de Tráfico y los ayuntamientos en los mismos términos que aquí comparto:

CONTROLES DE ALCOHOL Y DROGAS A LOS COSTALEROS

1. Por seguridad, ya que los pasos religiosos que se sacan en procesión, a pesar de su moderada velocidad de marcha, constituyen vehículos pesados de tracción animal cuyo tránsito por la vía pública requiere el movimiento coordinado de sus ocupantes, quienes además de soportar la efigie sobre sus hombros deben manejarla con pericia a fin de disminuir la inestabilidad de la mole durante las maniobras.

2. Por un trato equitativo a todos los conductores con independencia del medio de locomoción empleado. Si para ciclistas, motoristas y automovilistas rige una severa censura farmacológica basada en una política preventiva que pretende reducir la siniestralidad por causas atribuibles a estados de embriaguez, es justo que se exijan los mismos requisitos a los responsables de guiar y acarrear los pasos religiosos.

3. Porque está fuera de toda coherencia y supone un pésimo ejemplo de conducta que un católico comprometido con el calendario litúrgico se intoxique cuando la moral cristiana exhorta a seguir ritos de purificación ordenados sobre prácticas bien contrarias, como son la penitencia, el ayuno y la castidad.

19.12.15

LOS OMITIDOS, y III

Nikolai Kalmakov, Mujer y diablo
Concluyo, ahora sí, mi parte en el intercambio de impresiones con mi receptora, a quien por fin he podido ver en efigie como presente adjunto a su decisión:

Retiro la vista de la pantalla, hundo las pupilas en la chimenea que acabo de encender y vuelvo a tu correo: ¡Dios mío!

Puedes estar orgullosa de haber logrado que tu belleza me convierta en la bestia de la historia.

Te cederé el voto porque era lo acordado y me yergo más noble cumpliendo mi palabra que faltando a ella; te serviría incluso en bandeja de manos alguna gema de la corona de mi alma si a estas alturas no la llevara deslustrada entre los jirones que de ella se ciñen a mí.

De las opciones disponibles tu elección es la que menos me pesará respaldar. Estratégicamente, es la fuerza más certera para contener a los partidarios de la política de tierra quemada que profesan quienes han vendido sus escaños a la banca, diagnóstico que ambos compartimos. Seré, sin aspavientos, tu portaestandarte en esta misión. ¿Necesitas que grabe el momento o confías en mi distante y recién adquirida lealtad?

Gracias por acoger mis letras con tan sonriente hospitalidad a pesar de los numerosos quehaceres que te exprimen. Y gracias, asimismo, por disentir de las ideas expresadas con tales remaches. Es odioso sentir que a uno le dan la razón sin razones o se la quitan sin corazón. 

Aunque solo dure lo que dura el acto de votar, aunque bajo mi punto de vista esta guerra sea una causa perdida y mañana me desarme, celebro el hecho de salir de mi atrincheramiento en la castidad antipolitiquera, a la que quizá he conferido una importancia desmedida.

LOS OMITIDOS, II

Steve Hanks, Leaving in the rain
Prosigo con esta misiva la iniciación a María en los recovecos de mi actitud oferente plantada por la cita electoral que se nos viene encima. Por amor a la privacidad no incluyo ni incluiré ninguna de sus respuestas, una laguna que el lector imaginativo habrá de rellenar como tenga a complacencia entender.

Estimada desconocida:

Asumiendo el riesgo de ganarme tu rechazo, quiero dedicarte una última reflexión con el designio explícito de neutralizar tu deseo de votar y poder ahorrarte, así, el probable arrepentimiento que, gane quien gane, te causará el haber colaborado con un régimen que funciona en el proscenio como la dictadura rotativa de quienes logran articular una mayoría parlamentaria, porque en la práctica nadie elige a los guionistas del capital financiero, que deciden más entre bastidores que cualquier gobierno visible. 

Si es de suponer que la democracia es la forma idónea de gobierno (postura que no voy a evaluar ahora y remito a la paradoja de Abilene), España no cumple los requisitos institucionales mínimos para ello. Este suspenso en «calidad democrática«, como dicen ahora los reporteros, se hace evidente en algunas herencias recibidas de la tiranía de capilla y cuartel que precedió a la alternancia de demagogias ratificada por la Constitución, aunque a fe mía es más grave constatar que ningún partido con opciones de mando se ha propuesto modificar en profundidad tan infame legado. Especialmente ofensivo para mi sensibilidad libertaria, pues si algo defiendo contra el ascenso de la inmundicia es la soberanía individual, es que se procrastine dar solución, entre otras urgencias y prioridades, a estos asuntos:

— Separar, en todos los aspectos (fiscal, educativo, etc), la Iglesia del Estado, que mantendrá con ella el mismo tipo de relación que el ordenamiento jurídico prevea para cualquier sociedad dedicada al desempeño de actividades mercantiles.

— Impedir que los máximos órganos jurisdiccionales, el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial, estén subordinados al poder legislativo.

— Acabar con el privilegio del aforamiento que blinda a los cargos electos frente a la ley.

— Modificar las penas por delitos de corrupción y prevaricación con objeto de evitar que prescriban antes de quince años.

— Suprimir los tribunales militares.

— Congelar el derecho al voto de los miembros del clero y del ejército mientras dure su vida profesional.

— Desmilitarizar la Guardia Civil. ¿Qué sentido tiene, sino consolidar la pervivencia del caciquismo, haber encomendado importantes competencias de seguridad a un cuerpo paramilitar que fue concebido para proteger los intereses de los terratenientes en las zonas rurales y cuya intervención ha sido desde entonces eminentemente represiva allí donde despliega su acmé? Sugiero, mientras este cuerpo persista en su actitud pretoriana de acoso y saqueo a los verdaderos civiles, que reciba el nombre, más descriptivo, de Guardia Servil.

— Reformar el actual sistema electoral, basado en circunscripciones asimétricas que benefician el bipartidismo criptofranquista en perjuicio de una interpretación fiel a la diversidad del mapa político. Si en este país de masoquistas los ciudadanos estuvieran lo bastante concienciados de que nuestra tecnología de gobierno fue diseñada para mantener privilegios que sabotean los intereses de los representados, podría negociarse un modelo de participación directa que volviera prescindibles las cámaras de diputados y senadores.

— Retirar las subvenciones a partidos políticos, fundaciones, confederaciones de empresarios, cámaras de comercio, sindicatos y cualquier otra entidad susceptible de orientar en su beneficio la gestión pública. Con independencia de su naturaleza formal y de los fines declarados, corresponde en exclusiva a sus simpatizantes sufragar estas organizaciones.

A la vez que estas y otras razonables objeciones han pasado inadvertidas a lo largo de la campaña, en los mentideros del reino no se chismorrea de otra cosa que de la oblea sin bendecir que tomó Rajoy en Pontevedra. Algunos, en su demencia ultramontana, hasta han insinuado que la responsabilidad moral de estas agresiones debe ser achacada al expresidente Zapatero. Viendo en este suceso lo que no puede negarse, un acto aislado de repulsa que encuentro admirable en el coraje de la ejecución pero reprobable en la visceralidad que lo motiva (y menos injustificado que el pelotazo premeditado de un agente contra un manifestante inerme, por ejemplo), no mueve a escándalo que los principales opinadores lamenten a voz en grito que la minoría de edad del culpable lo librará de ir a la cárcel. ¿Prisión por un crochet? Que yo sepa, cuando no se producen lesiones graves de resultas de un ataque de estas características, el asunto se dirime como un juicio de faltas, no en una sala de lo penal. No tengo noticia de ningún españolito que haya sido condenado a sanción mayor que multa y arresto domiciliario por obsequiar un mamporro. Según una lógica proporcional al castigo que muchos articulistas de gran tirada aplicarían a este sujeto, cuando hace veinte años fui asaltado por la espalda por dos cabestros a los que disgustaron mis melenas (uno de ellos fue militante de Bases Autónomas y hoy es un orondo líder provincial de Vox), ya que ambos eran mayores de edad y actuaron con los agravantes de nocturnidad y alevosía, tendrían que haber ido al trullo acusados de pertenencia a banda armada y enaltecimiento del terrorismo. Sin embargo, faltó poco para que el fiscal pidiera disculpas por llevar a un tribunal las que llamó «travesuras» de este par de hijos de prominentes y, como buenos capullos, se fueron de rositas dejándome, en lugar de la debida reparación de daños, una molesta espinita con la justicia.

Apago aquí mis brasas.

Un abrazo.

8.12.15

LOS OMITIDOS

Ivan Konstantinovich Aivazovsky, Multitud de ovejas en una tormenta
No siempre el vacío florido de la existencia me pide achuchón de tumba; a veces me tercio de buen grado a fertilizar el páramo de maneras menos dulces. Hoy, jornada en que se conmemora el hecho de que María, madre de Jesucristo, fuese tan fea que ni Dios quiso tocarla, he accedido a donar mi voto a una española invitada a desarrollar su «movilidad exterior» allende los Pirineos y perjudicada, como miles en su situación, por las leyes que obligan a rogar el derecho al voto al consulado correspondiente en el país de acogida, trámite que facilita antes que nada la disuasión por el impedimento. Casualmente, mi receptora comparte con la inseminada sin mácula el nombre de pila. Transcribo a continuación la primicia que le he dirigido por correo: 

Soy David, tu donante de voto. Intentaré no ser cansino en esta toma de contacto que siento imprescindible acompañar de una aclaración de mis razones para prestarme a la aventura. 

Antes que español y cuitarrealeño, referencias de escaso contenido para mí a estas alturas de la novela, me considero un extranjero de La Mancha, tierra donde me pusieron en funcionamiento en el 74 y marco donde he vivido mis principales naufragios como ser humano. Ni guapo ni feo, sino todo lo contrario, a veces me veo como una gárgola expulsada de todos los templos y otras como un renacido agraciado con el encanto de lo indefinido. Pago mi rutinario peaje a la realidad dedicando un mordisco de mis energías a un trabajo de modesta catalogación que me ofrece, sin embargo, la innegable prebenda de conservar grandes reservas mentales para la infinita labor de la escritura, laberinto de artificios del que no espero lucro ni prestigio, solo el alivio de conferir cierta elegancia a la descarga periódica de mis obsesiones. Cuando las musas me aman, muevo bien mis tropiezos en el aforismo, el artículo y la poesía...

Respecto al asunto que nos ocupa, debo adelantarte que mi visión de la democracia parlamentaria es bastante escéptica, y no solo porque el conocimiento avanzado de los resortes inconscientes del electorado se traduzca en una ventaja fraudulenta para los partidos que pueden incorporarlo a sus campañas. Mi crítica se adentra en la naturaleza del poder representativo, que está basado en la conexión, completamente engañosa, entre la voluntad de la mayoría y la mejor decisión. A mi juicio, si el voto sirviera para cosa menos fea que afianzar sumisiones lejos de ser un derecho estaría prohibido. Nunca he votado en unas generales, con eso te digo todo; soy, por tanto, virgen de voto, lo cual no significa que me cierre en banda a las excepciones en que cabe hacer un uso moralmente útil de las urnas. Con el atolladero que supone el voto rogado es evidente que se ha fomentado un obstáculo, equiparable a una proscripción de hecho, cuya finalidad no es otra que contener la reacción política de los emigrados, una circunstancia que me basta para justificar la participación en la plataforma de rescate creada a tal efecto.

Por otra parte, ningún proyecto humano, por loable que sea en sus principios y metas, está exento de fisuras y quiero abordar esta iniciativa con la mayor cautela: imagina que simpatizantes de la mafia que gobierna España se hacen pasar por exiliados para captar apoyos o, a la inversa, que sus rivales se valen de este recurso para sumar votos que, de otro modo, nunca serían emitidos. Para evitar ambos riesgos, y de la misma forma que nunca pondría en manos de un indocumentado un arma, en el improbable caso de que quieras dar tu voto a alguno de los dos partidos, PP y PSOE, responsables de mantener esta exclusión legal, me veré obligado a rehusar. Es mi primera condición como donante y la estimo tan conveniente como la segunda: que me ofrezcas alguna prueba fehaciente de que no puedes votar. Si logramos alcanzar un acuerdo satisfactorio, me comprometo a realizar una grabación de mi visita al colegio electoral el 20 de diciembre.

Creo que no me dejo nada importante en el teclado. Sobre la recomendación de hacer una quedada por Skype, soy bastante alérgico a las pantallas para meterme a torear en esas plazas. Si es por facilitar la naturalidad —¿a quién no le gusta ponerle cara a su interlocutor?— puedo enviarte algunas fotos recientes que ninguna madre condenaría.

Espero noticias tuyas.

Un abrazo.

10.5.15

FALSARIOS QUE SIENTAN CÁTEDRA

Desconozco si la imagen fue diseñada por el autor del blog donde la hallé
El lenguaje del vencedor… no se habla impunemente. Ese lenguaje se respira y se vive según él.
Victor KLEMPERER
La lengua del Tercer Reich

Hoy carezco de vigor para extenderme sobre el asunto que me ocupa, pero no de ánimo que secunde la voluntad de aliviarlo por vía escueta, sin fintas poéticas ni conceptismos. Valiéndome de solo un par de ejemplos, quiero denunciar la manipulación emprendida por la RAE en las últimas ediciones del Diccionario de la lengua española, con el resultado de adulterar el sentido clásico de algunas palabras mediante la introducción de sesgos ideológicos que de ningún modo expresan el sentir usual de los hispanohablantes ni están justificados como desarrollo auxiliar de aspectos etimológicos larvados:

1. Curiosidad. Según la vigésimo segunda edición, disponible para consulta electrónica, las dos primeras acepciones son:


Muchos lodos intelectualoides se han formado entre este significado y el recogido por la misma institución en la duodécima edición del Diccionario de la lengua castellana, que causal y no casualmente tengo a mano, ya que en sus páginas queda priorizado el «deseo de saber y averiguar alguna cosa». Y análoga observación puede hacerse en relación con el Diccionario de Autoridades, culminado en 1739, donde el vocablo era identificado con el «deseo, gusto, apetencia de ver, saber y averiguar las cosas, como son, suceden, o han passado», o con el Panléxico de Juan Peñalver, que sintetiza el atributo examinado como un mero «deseo de saber». Tampoco el utilísimo Diccionario ideológico de la lengua española de Julio Casares añade connotaciones negativas a la curiosidad en la primera de las cinco definiciones que desgrana, pues la ajusta al «deseo de saber y averiguar alguna cosa», ni desde luego hay mixtificación en el cada vez más nutrido fondo etimológico ofrecido por deChile, donde la entrada correspondiente se limita a exponer que «la palabra “curiosidad” viene del latín curiositas y significa “deseo de saber”. Sus componentes léxicos son: cura (cuidado, esmero, inquietud, ocupación), más el sufijo -dad (cualidad)». Quizá María Moliner, con su imprescindible Diccionario de uso del españolpierde parte del rigor que es pauta característica de su trabajo cuando escoge como primer ejemplo para dicho término «la curiosidad es un vicio», aunque pueda serlo, en efecto, según el parecer de aquellos adalides culturales que cifran la virtud en tener el mundo interior hecho un erial.

2. Desafección. Para la Real Academia Española, como puede comprobarse, se reduce a «mala voluntad»; no así en la primera acepción fijada por la duodécima edición que manejo en paralelo, cuya lectura remite a desafecto, adjetivo que puede aplicarse a quien «no siente estima por una cosa, ó muestra hacia ella desvío ó indiferencia». Julio Casares, antes que vincular con malquerencia alguna al que «muestra desapego o indiferencia», como pretenden nuestros ilustres idiotizadores de la lengua, parece ponerlo en sintonía con la neutralidad de Peñalver, que entendió al sujeto que experimenta desafección como «opuesto, contrario» al fenómeno que la suscita, dejando al usuario extraer sus propias conclusiones morales. Y en vano se buscará en María Moliner rastro de concepciones fraudulentas para esta voz al encontrarla situada en la «circunstancia de ser desafecto, particularmente a un régimen político». El espíritu de precisión obliga a dar cuenta que el desafecto lo asimila nuestra erudita al «no adicto, o contrario a cierta cosa; particularmente, al régimen político imperante»: en su obra, por tanto, la acusación de inquina vertida por el DRAE brilla por su ausencia. Habría que añadir, como es el caso, que todo régimen académico dispone en nómina de ingenieros del engaño, tan porfiados a menudo como poco ingeniosos y de sobra conocidos por sus cochinas huellas en el léxico.

25.7.13

EL SOMATÉN DE YOUCRUZ

Los que tiran del tren son los hombres.
Proverbio chino

La vida moderna se ha vuelto terriblemente compleja por el excedente de necedades —otros las llamarán necesidades, y no me refiero los precintos de celofán imposibles de rasgar— que han de coordinarse con solvencia para no acabar siendo un destechado, suponiendo que antes no traten de reacondicionarte con unas instructivas vacaciones entre la población reclusa. Primero te exigen una competitividad que conlleva derrochadoras formas de ser incompetente con uno mismo, después, porque está en lo humano que haya un fallo decisivo en la cadena laboral y cultural de producción, te irán decantando de su lista hasta quedar arrinconado como un poso cuya sola existencia molestará, y, finalmente, de persistir en actitudes tan contraproducentes y negativas, hacer apología del peor crimen que se les ocurra será una acusación tan probable para ti, hijo de vecino fecundado en el asiento trasero de un utilitario, como improbable la noticia de la dimisión de un ministro.

Hoy, según me han notificado, he cometido una infracción virtual. Cada día estoy más cerca de mi meta: ser un terrorista. Bromeo. Veamos:

«La comunidad de YouCruz ha marcado uno o varios vídeos tuyos como inadecuados. Una vez que se marca un vídeo, el equipo de YouCruz lo revisa para comprobar si cumple las Normas de la comunidad. Tras revisarlos, hemos determinado que los siguientes vídeos incluyen contenido que infringe estas normas, por lo que se han desactivado». Después de reseñar el nombre del archivo que ha disparado la alarma, el oficio prosigue: «Cualquier infracción adicional podrá dar lugar a la desactivación temporal de tu posibilidad de publicar contenido en YouCruz o a la cancelación permanente de tu cuenta».

Primera observación: No debería anunciar que asociado a la cuenta amonestada se encuentra este espacio que ofrezco para padecimiento público sin perjuicio del exquisito gusto de unos pocos, a quienes aplaudo en privado su mérito por seguir desconociéndonos...

Segunda: Puesto que la concordia de mi guerra autoinfligida vale más que estar en paz con cualquier santa hermandad, he tomado con diligencia las medidas necesarias para no perderme el respeto: además de eliminar, sin excepción, todos los vídeos —lo que es tolerado en el presente mañana será castigado—, he amputado el menor vestigio de vinculación con YouCruz, algo que en principio contraviene el pesado plus con el que quiere socializarnos el Gran Asesor. Si han de colgarme de la yogurtera, que sea por mis pensamientos más punzantes o las licencias que me otorgo con la lengua, no por favorecer un inofensivo entretenimiento audiovisual.

Tercera: Lamento la ingenuidad de haberme confiado al uso de herramientas tan viciadas. Se ve venir. Y más cuando hay constancia —basta leer el contrato— de que su política de supervisión está hecha por maniqueos.

Cuarta: Os preguntareis qué clase de contenido me ha situado en el punto de mira. De excelente gana hubiera puesto una acción equiparable a las que solía gastarse El Solitario en sus andanzas por tierras de Castilla, mas no dispongo en mis haberes de esa elocuencia salvaje. Contra mis sospechas iniciales, tampoco he recibido la reprimenda por una violación de los derechos de autor: se trata de una medida punitiva por haber compartido una inmoralidad, aunque en su mundillo de ángulos rectos no la llamen así. Al parecer, resulta de todo punto inadmisible que no se vea ningún desnudo en actitud copulativa durante los cuatro minutos de metraje, extraído de Arizona Dream, en el que Johnny Deep se lanza tras Faye Dunaway fingiendo ser un gallo en busca de gallina... ¡una verdadera atrocidad! ¿Qué clase de gente evalúa el cibercomadreo? ¿Quién los elige? ¿Por qué y en virtud de qué vicios comunitarios debe ser tasado el fluido semántico que se condensa en la pantalla si cada uno se reserva la decisión de ponerlo delante de sus sentidos? ¿Cómo aceptar el insulto de un reglamento que introduce conductas delictivas en un campo desprovisto de autores materiales y damnificados? ¿Qué puede justificar la prepotencia de sustanciar una falta de acuerdo con la contingencia de una ficción, cual ha sido ofrecer al gusto de quien la quiera una hoja incorpórea desprendida del árbol que otro sembró con su invención? Me quedo corto deplorando la rancia contención de los censores, que hasta en una pintura rupestre verían una exaltación de la obscenidad o un peligroso precursor de la yihad; es preciso ir más a fondo, y nada menos inadecuado para lograrlo que un rodeo por las capillas erigidas sobre las cloacas donde evacuan sus porquerías los que tratan de salvarnos de nuestras impurezas. Tranquilos, será un recorrido breve: los lugares más extremos están conectados por un turbia dinámica.

Entre tanta batalla por la mejor distracción, uno ha perdido la ventaja de salvaguardar por principio el poder de piratear su identidad. Preservar el anonimato es un lujo que casi nadie puede permitirse. De la sociedad del espectáculo genérico hemos migrado al establo de la actuación personalizada, donde lo más importante no es ser cautivado por el objeto presente, sino cautivar por ser omnipresenciado. Víctimas y victimarios, asistimos a la muerte del espectador, al que hemos amortajado con la costumbre de suplantarnos a nosotros mismos como figurantes de un mundo revalidado no por la revolución, que nunca sobrevivió al parto, sino por la escenografía. Ya no media distancia crítica alguna entre lo que ocurre en el mundo y el mundo de lo que se cuenta que ocurre. Encogida en el tiempo cautivo del máximo rendimiento, en ausencia de distancia crítica lo que se agiganta es la masa acrítica, el suma y sigue de la realidad forzada a examinarse en un espejo que se traga el mundo contante y sonante del suceso en la caza y captura de la inmediatez. La realidad ha sido duplicada, falsificada, actualizada según el canon promocional: todo lo que no está siendo emitido no existe, está fuera de la sociedad que comulga con lo real tal cual a condición de extenderse en la superconducción de su tratamiento a partir de la veleidad rehecha del instante. Cronista de una muerte aplazada, la suya, el habitante de la duplicación real no vive, sobreactúa ante el objetivo de la cámara insomne que comunica su ombligo con el mundo.

Así como en un sentido especulativo la realidad cada vez que se replica produce una infinidad de pequeños cambios responsables de la transfiguración total del conjunto, en un sentido especular la red digital multiplica las ilusiones sociales al provocar una inflación de realidad que abarata la individualidad hasta desmenuzarla en calderilla. Pero la instantaneidad también ha destruido la cesura natural que concedía su medida transitoria a los hechos, facilitaba un proemio de reflexión antes de hablar y contribuía a madurar en el recipiente silencioso de la intimidad el conocimiento del otro. El momento tecnológico no vale nada, ha sido desalmado para servir al tiempo real del directo adaptado a una visibilidad altamente resolutiva en el primer plano de las vivencias intercambiables. Donde la movilidad es un criterio sagrado y la interatracción una facultad mágica, la mercancía que no circula pierde su caché, desaparece. Al haber ampliado los dominios del mundo considerado real, el del afuera, sobre la amorfa y baja fidelidad del mundo interior, difícilmente ajustable a los formatos exitosos de la publicidad, el imperio del artificio desencadena en la práctica un efecto desilusorio que debe ser corregido continuamente con infoplastia para mantener vigente los índices de audiencia. Y es aquí donde vuelvo a sondear las cañerías de mis señores inquisidores de YouCruz.

La ambigüedad de los preliminares de un acto sexual que Emir Kusturica hace representar a los protagonistas en clave de comedia, sólo puede resultar reprensible a quien sufre una concepción anquilosada del deseo, atrofia que estaría tentado de diagnosticar como patológica si mi ciencia médica abasteciera para desempeñar otra función que la de doctor de mí mismo. Donde el director compone un juego imaginario que desplaza en los amantes la palabra para hacerlos coquetear entre sí con los ruidos y ademanes de un ave de corral, el fanático, que hasta puede ser freudiano, creerá descubrir una dramatización zoofílica. Como cualquier mente que ha perdido plasticidad, el inflexible censor desprecia el posible encanto de lo tangible por el espanto de una categoría ideal; juzga a los demás en referencia a todo lo que no ha vivido ni sabe vivir mediante un complejo de absoluto absolutamente simple que quizá lleve consigo como una acusación continua. De cualquier color que se disfrace, el fanatismo es casi por definición la hostilidad contra todo lo que se oculta, contra lo que permanece oculto incluso al desnudo. El integrista carece de recursos para experimentar la proximidad de lo que no entiende sin convertir la tensión propia en provocación ajena. Sacudiéndose dos milenios de zozobras religiosas y la ilustración subsecuente del libertinaje, del literal y del literario, su violenta respuesta al menor desafío delata una visión petrificada, digna del autor de las Epístolas a los corintios, en la que no tiene cabida el erotismo, y a la que desde luego ofende más la sugerencia satírica que el sexo mostrado en su aspecto crudo, mecánico, pornográfico, precisamente porque enseñado de este modo le resulta imposible festejarlo mientras lo repudia. Difuminado hasta resultar indetectable, el cristianismo perdura bajo otras formas, profanas y heterodoxas en apariencia. Los nuevos medios masivos de difusión, si bien no tienen entre sus premisas explícitas el apoyo a un credo en particular, mantienen con sus reacciones las antipatías características de los mojigatos. También, por diferentes negocios que velar, coinciden en la lucha contra el mal ejemplo que puede inducir a pensar por uno mismo con las inseguridades que la decisión acarrea, sobre todo cuando las prestaciones de la máquina pueden hacerlo por uno de manera óptima y fluida, sin causar escándalo. A lo que está calculado para servir de rancho digital no se le perdona ni sombra de incertidumbre analógica.

Antaño, había que adoptar hábitos domésticos adecuados al dogma; hogaño, se rechaza a quien no cumple el perfil normal de usuario. En toda época, el dispositivo psicológico que regula las interacciones con el medio apenas ha variado. 

Lo más censurado de un artista suele ser lo más valioso, y sólo desde esta significación la censura es menos traicionera que la alabanza, pues con ella al menos puede uno emprender el placer sincero de transgredirla o, si es sutil, arriesgarse a bailar un tango cuidando de no pisarle los pies. Más que por tachar las cualidades ajenas que difieren de su criterio, censuro al censor por estar ciego para admitir los defectos de los que se cree exento. La censura, en especial la ejercida sobre las letras, ha servido también para aguzar el ingenio. Pienso en el Siglo de Oro, con Quevedo, Gracián y el exuberante plantel de talentos obligados a encontrar expresiones menos obvias pero igualmente certeras para denunciar personajes indigestos y realidades miserables. ¿Hasta qué grado el conceptismo barroco no fue un fruto inesperado del cruce entre la censura culta y el intelecto desencantado? Incluso en la jerga de germanía se perciben rastros inequívocos de esa mordacidad expuesta con metafórico atavío. Sin que ello contribuya al elogio de la misma, lo cierto es que la censura realza aquello que condena; equivale, si no exactamente a un certificado infamante de calidad, a una pista en un mapa donde la capacidad de orientarse contiene una parte importante del tesoro. Por eso, ahora que nadie nos oye, no me resisto a confesar que hasta el creador más modesto sueña en secreto con el censor que persiga su obra. No es mi caso: yo no soy modesto.

Me sobrecojo en The Valley of the Shadow of Death de George Innes.

8.5.13

REABRIR BRECHAS

Entienda de una vez, ustedes son poderosos en tanto que no le hayan quitado todo a la gente. La persona a quien le hayan quitado todo, como a mí, ya no está en su poder. Es libre otra vez.
Alexander SOLZHENITSYN
El primer círculo

Tengo un amigo que ha trabajado como operario durante años para una de las mayores empresas de un prominente capo del sector alimentario. Pese al superávit, el patrón orientó sus naves según el viento dominante y dictó un ERE en el que la pareja de mi estimado, que trabajaba con él en idéntica categoría profesional, fue expulsada en condiciones infamantes junto a otros cientos de curritos. Ante la ofensa, él prefirió trocar la indignación en amor y pidió formalmente al responsable de la tropelía la informalidad de permutar el destino de su compañera. Al principio no obtuvo respuesta, pero insistió, manteniendo en todo momento la corrección del tono y propiedad de las palabras. Días después, la bicicleta en la que se desplazaba diariamente a la planta de envasado apareció pinchada en el aparcamiento con un pósit rosa en el que algún mandado había escrito NO MOLESTES MÁS, IDIOTA. Fue entonces cuando solicitó mi colaboración creativa para dirigirle una carta de despido al Gran Jefe. De las tres versiones que compuse, esta fue la que entregó:

Vienes y vas a tus anchas pisando mis estrechuras, enchulado al cuadrado por exhibirte bucanero augusto de tu hacienda musculosa. Crees que nunca serás forúnculo en tierra extraña porque a tu paso se abren fácilmente todas las puertas y del proceloso negocio siempre arribas a buen puerto como a chocho efervescente de soñarte, pero lo crees porque no entiendes, con la gravedad difusa del conflicto, que raramente verás franqueada la estima verdadera, la que no hace precios de reverencias, porque lo creas o no allí donde fueres serás odiado por los más, quienes te maldicen por costumbre a tus espaldas y a veces, también, a la cara, cuando se alzan al no seguir dispuestos a perderse el respeto que tus trampas de cacique han mancillado. Maldito eres —y no lo aplaudo— por ser un blanco magnífico para esa envidia ordinaria cuyos condimentos no entran en mi dieta a pesar de habérmela recalentado en frecuentes ocasiones; la carga explosiva de dicho estigma es baladí comparada con el hipermundo que te has labrado con el oro que arrancaste a otros de sus carnes, porque aún más maldito serás —y no lo lamento— por otras razones que se contagian de corazón cuando uno se ha hecho inmune a la codicia, tu indigente diosa del dame más.

Exprimes al máximo la lámpara maravillosa de tu fortuna para pagar un mínimo por la actividad productiva de mi organismo hasta conducirlo a su avería, aprovechándote de la calle monstruosa que me engullirá si desdeño putearme barato. ¿De quién será la culpa que te apresuras a hacer mía?

Posees, pose que sabes, el mal gusto de carecer de la presencia de ánimo necesaria no ya para dictarme órdenes contra mi conciencia, sino para igualar a pulso la entereza con que noblemente, sin pedirte nada, renuncio al juego terrorífico de tus contratos emboscada, libre de acatar mi valor a la intemperie por no ganarme la rutina sepultada en vida de ganarte opulencias. ¿Comprendes? ¡Soy yo el que te despide! Estoy tan poco interesado en pavimentar el éxito de un mediocre, como tú en poner a tu servicio a alguien que empieza por despreciarte con su indocilidad y después, en el mamífero tú a tú, te insinúa sombras con formas que no sospechas por sospecharlas dignas de temer.

El sentimiento de aversión que experimentas ahora es mutuo, no te quepa duda, con la diferencia incalculable de que tengo poderosos motivos para prevenirme contra ti y tú apenas disimulas la impotencia autoritaria, hueca de hambrienta arrogancia, que te corroe cada vez que ves reflejado en la cara involuntaria de tus subordinados ese saco de mierda asegurado en Suiza en el que perfectamente te reconoces.

Segundo episodio del panel de cuatro escenas Nastagio degli Onesti de Botticelli. El argumento de la historia puede seguirse en la página que le dedica el Museo del Prado, donde se conservan las tres primeras partes de la obra.

22.7.12

FRICCIONES DE BASE

Sacha Goldberger, Landeau
Una historia que acaba bien es una historia inacabada.
Jacques JAUJARD

Por activa y por pasiva, desentenderse de las obligaciones a veces es la única forma inteligible de mantenerse despierto en este mundo condenado a la casmodia. Trivialidad o no, seguro que ya sabéis a lo que me refiero cuando escojo el nudoso crecimiento de un árbol a la geometría muerta de una pérgola de castigo como la cruz. Prosiguiendo con mi campaña anticristiana, que no fue mi primera ni será mi última apostasía —abjuré de la iglesia de Bakunin, entre cuyas tetas sediciosas me crié, antes de hacer lo propio con la de Cristo—, en breve insertaré otra cuña de disidencia en el engranaje burocrático del gobierno de la localidad donde estoy empadronado. Cuando los impuestos sirven para financiar los tropelías de la autoridad al mando, lo más loable es dejar de pagarlos.

Con un mohín de humor sanchesco destinado a resarcirme por bulerías del ardor de la quijotada, avanzo que será una batalla perdida.

*

ALEGACIÓN DE OBJECIÓN DE CONCIENCIA FISCAL CONTRA EL I.V.T.M.

David Ruiz Culebro, con DNI..., natural de la premiada en pretéritas escaramuzas con la leyenda de «muy noble, muy leal» villa de Cuita Real, y propietario para más señas del carruaje tudesco... con matrícula..., a bordo del cual la recorre cuando ha menester meter al auriga en trotes de mala trocha entre aberraciones urbanísticas y criaturas ectópicas, 

EXPONE que 

Con motivo del calendario litúrgico, cada año se repite una situación de atropello legal debido a los privilegios de ocupación pública que concede el Ayuntamiento de Cuita Real a las cofradías religiosas adscritas al evangelio Católico Apostólico Romano, que además de estar exentas de abonar tributos locales realizan su actuación en perjuicio de otros usuarios de las vías urbanas, porque una cosa es que se proteja como un derecho fundamental la libertad de culto (extensiva, también, a la libertad de no creer para desvincularse objetivamente de un determinado credo), y otra muy distinta, amén de torticera, que con el pretexto de una tradición bastante dudosa (debido a su imposición secular) el coste y las molestias derivadas de manifestar las creencias que forman parte de las opciones de moralidad privada recaiga indiscriminadamente sobre la ciudadanía, lo que está en manifiesta oposición al carácter aconfesional de los poderes públicos vigente desde 1978. 

Para hacer constar que las razones de mi objeción de conciencia no son el producto exclusivo de mis opiniones personales, sino un valor de ley que da carta de cabal transparencia a mi voluntad fuera de todo conato de animosidad ideológica, remito la conciencia de mi objeción al ordenamiento jurídico español en varios de los aspectos vulnerados por los actos religiosos referidos y, por ende, en calidad de instigador, de responsable subsidiario o de ambos, por el gobierno municipal que, lejos de enmendar estos abusos, los ampara abiertamente sin que haya expectativas de rectificación:

— Artículo 14 de la Constitución Española, donde se define la igualdad de los españoles ante la ley, que se transgrede por aplicar una excepción al régimen fiscal frente al resto de los usuarios particulares. 

— Artículo 16.3 de la Constitución Española, conculcado puesto que establece que ningún culto tendrá carácter estatal.

— Artículo 19 de la Constitución Española, que reconoce a los españoles el derecho a circular libremente por el territorio nacional, imposible de ejercer durante los días que se subordina el uso de la vías municipales a los festejos religiosos.

— Artículo 557 y 559 de la Ley Orgánica 10/1995 del Código Penal, por obstaculizar el acceso a las vías públicas y la circulación por las mismas, así como ocasionar perturbaciones del orden público que impiden el ejercicio de los derechos cívicos a otras personas, en este caso a quienes no comparten la religión de quienes ocupan las calles para la exaltación colectiva de sus ritos.

— Artículo 23 del Real Decreto 2822/1998 por el que se aprueba el Reglamento General de Vehículos, al carecer los pasos de las procesiones de la homologación necesaria para circular, que es aplicable a todos los vehículos de tracción animal.

— Artículo 4.3 de la Ordenanza Reguladora de la Ocupación de la Vía Pública con Terrazas y Otros Elementos, aprobada por el Ayuntamiento de Cuita Real, en la que se especifica que las licencias para la ocupación del dominio público se concederán sin perjuicio de terceros.

— Artículos 5.1, 7.1, 15, 16 y 24 de la Ordenanza Municipal de Limpieza Urbana y Gestión de Residuos de Cuita Real, quebrantados sin ningún reparo por los desfiles dedicados al fervor religioso y cuyo impacto económico, que atañen a la limpieza de la vías urbanas, su señalización, la retirada de vehículos, etc, debe sufragar el municipio.

— Artículo 56 de la Ordenanza de Movilidad de Cuita Real, que se infringe.

— Artículo 5 de la Ordenanza Municipal sobre Protección del Medio Ambiente contra la Emisión de Ruidos y Vibraciones de Cuita Real, por no justificar medidas correctoras de ningún tipo contra el ruido generado por las bandas que acompañan a las procesiones y, asimismo, el artículo 22.1 por reputarse como actividad propagandística de marcado sesgo integrista la desarrollada por las agrupaciones religiosas durante la ocupación de la vía pública.

Dicho esto, SOLICITA de su Ilustrísima que

Mientras este agravio persista, considere probada la existencia de motivos para respetar la presente objeción de conciencia fiscal al IVTM sin que ello sea causa de sanción administrativa contra quien la suscribe.

*

Todo aquel que simpatice con esta causa o esté harto de padecer ultrajes similares en su ciudad, puede dar volumen a la repulsa aquí.

28.3.12

DE LA HOLGANZA BELICOSA

¿Alguien recuerda a qué película corresponde el fotograma?
Cualquier obrero tiene derecho a sabotear todo lo que sirve para destruirle.
Raoul VANEIGEM
De la huelga salvaje a la autogestión generalizada

Según la letra que define mi contrato laboral soy un empleado público con carácter fijo, lo que traducido al argot de los muchos contravidentes que han encumbrado a los peores villanos del reino significa que pertenezco, por filiación de buró, a una especie de vagos, inservibles y privilegiados caraduras; que subsisto, sin ringorrango, como un retoño de tal por haber sido enchufado a esotra estirpe cuyo sobrenombre amasa en la dicción el oprobio con la memoria de las madres cada vez que el amo, después de haberse alzado con el santo y la limosna, tiene en su otero la llaneza de cargar el montante a los operarios de la cosa estatal. Por mí, y por ellos también —los cobardes nunca dudan en sacar tajada de ajenas gestas—, mañana compraré con un gravoso tributo a las arcas de Leviatán mi derecho a la holganza belicosa. Y como intención tenía de escribir sobre el temple desazonado del clamor que tantos afectados temen reunir contra el embrutecimiento infundido a sus condiciones de vida, esos geniecillos oximorónicos que son los portavoces de la anarcocracia me han proporcionado, al albur de su enquiridión, un texto cuajado de reacciones que suscribo y encuentro procedente difundir:

Con el mantra ominoso de la Crisis, la economía especulativa aprovecha la adversidad circunstancial ocasionada por sus malas artes para imponer reformas estructurales que acorazan sus privilegios en detrimento de nuestra soberanía como ciudadanos, cada vez más debilitada. El pueblo ha perdido la capacidad de intimidación necesaria para que la clase propietaria limite su voracidad, que no encuentra obstáculos para usurpar campos que creíamos seguros, como la sanidad pública (que nunca ha sido gratuita, pues la costeamos con impuestos), el acceso a la educación en condiciones óptimas y la estabilidad de los derechos laborales. Además, si la huelga fuera un derecho debidamente reconocido, la jornada de protesta sería remunerada en su integridad como lo es, por ejemplo, una baja por incapacidad temporal, aunque esta cobertura social básica también se ha visto amenazada por la reforma laboral que, entre motivos a hartar, justifican en España las manifestaciones de repulsa contra su gobierno títere del poder financiero, lo que por otra parte no nos impide esgrimir cuatro excelentes razones para cuestionar la convocatoria del 29M tal como está planteada:

1. Ni las huelgas ni los desfiles masivos de indignados sirven para cambiar nada en beneficio de las clases menos favorecidas. Son actos de probada inutilidad. Más nos valdría encauzar los recursos destinados a esos eventos hacia medios más prometedores, como recibir entrenamiento táctico para organizar escuadrones de verdadera guerrilla urbana que sustituyeran a los soporíferos mítines.

2. El éxito de una iniciativa crítica está en relación con su oportunidad y la rapidez en el tiempo de reacción es crucial para que surta efecto, pero esta huelga se ha insertado deliberadamente fuera de plazo. Quizá la disconformidad hubiera tenido impacto político antes de la aprobación del decretazo; después, harían falta otros elementos de insurgencia para no verse reducida a un acontecimiento testimonial.

3. Considerando lo anterior, nadie podrá negar que la huelga está desde el principio instrumentalizada por los grandes sindicatos intervenidos, que la usan, entre otros fines, para recuperar parte del prestigio perdido. Sus líderes se limitarán a dramatizar en las calles el papel que tienen asignado por oficio. Evidencia indiscutible del parasitismo complaciente de quienes dicen defender a los trabajadores, es que los huelguistas del politburó, los sindicalistas profesionales, no verán mermado ni un céntimo su sueldo en el día de marras.

4. Salvo en los sectores industriales que dependen de una producción constante, el parón será rentable en buena medida para la patronal y, sobre todo, para las administraciones públicas, que se ahorrarán el pago de muchas nóminas con sus correspondientes prorrateos.

Pese a estas objeciones, tenemos presente que para el gobierno en funciones la huelga general permite, como un barómetro social, medir el nivel de movilización del descontento, y solo por este hecho merece nuestro apoyo. Sin embargo, las maniobras del gran capital no pueden combatirse con una huelga convencional, es preciso recurrir a estrategias concebidas con una inteligencia más agresiva. Si realmente se quiere hacer una campaña de resistencia enérgica que paralice el país y demuestre la fortaleza latente de los desposeídos (entre los que incluimos a todos los subordinados a un contrato por cuenta ajena), hay que atacar directamente al sistema bancario, cuyas entidades viven de nuestro trabajo y gracias a nuestro crédito, no lo olvidemos. Desde aquí, para que la cita reivindicativa se transforme en un golpe de liquidación, proponemos acudir en masa a las sucursales para retirar los ahorros depositados en las cuentas corrientes. Así de simple. De ser secundado este llamamiento por la mayoría de la población damnificada por los recortes, en cuestión de minutos se podría hacer jaque al Estado manejado por los eurócratas.

Y luego, ¿qué? Evitar servir de blanco fácil a los cuerpos represivos, mantener el pulso sin arredrarse y no indultar jamás a los mezquinos que alcen la mano contra la gente que no teme transformarse en león para no ser gacela en lo sucesivo. Sólo a partir de ese momento podríamos empezar a negociar en una posición respetable con los clanes mafiosos que ahora insisten en hacernos pagar sus errores tras haber jugado con nuestras vidas como si fuesen el excedente más volátil de su patrimonio.

12.5.10

UNA MEDIDA SIMBÓLICA CONTRA MI CRISIS


Hay que poder querer que una máxima de nuestra acción se convierta en ley universal: tal es, en general, el canon del enjuiciamiento moral de la misma.
Immanuel KANT
Fundamentación de la metafísica de las costumbres

Al igual que otros españoles descreídos de buena fe, hago extensivo el hábito de escepticismo que me caracteriza a mi propia voluntad de discrepancia, bifurcada, más que repartida, entre noches de intensa gana e irrespirables días de desencanto. Además, como ateo de penúltima generación, llevo con más solemnidad que desazón la circunstancia irredenta de haber perdido el vínculo con la divinidad (no en vano, siempre he preferido crearla dentro que creerla fuera), tampoco me duelen prendas en admitir públicamente que he apostatado cuando la ocasión merece combate y rara vez vacilo en urdir mi enemistad contra cualquier manifestación organizada de cristianismo. Por todo ello, me he visto en la necesidad de plantarle cara al Ayuntamiento de mi ciudad natal, tremendamente favorable a la jerarquía católica, pidiéndole con amabilidad que rehaga las cuentas de los tributos que abono para circular sin castigo por las calles del municipio, que para colmo no sólo están descuidadas y mal pavimentadas, sino que son objeto de constante especulación (una prueba es la zona azul, telaraña infinita de la cual se benefician ciertos carguitos) y son invadidas a capricho por cuanto bípedo en actitud oferente, intoxicado por los trastornos compartidos en el establo al que llama cofradía, sale a exhibir en bizarro cortejo su repertorio de tótems y tabúes, que por si fuera pobre desatino son promocionados con dinero público alegando un pretexto muy chic: espectáculo de interés turístico, cultural y no sé que más... será que soy un insensible. En fin, que por más que considere deseable la imposición de un recato urbanístico de severo sentido laico, no es mi intención exigir que prohiban las procesiones (entre otras cosas, porque hay que precaverse de las leyes contra crímenes de pensamiento englobadas en la dudosa figura de «enaltecimiento del terrorismo»); me conformo con sugerir que los fieles aficionados a tales desvergüenzas disponen de opciones menos molestas para sus paisanos más cabales, como la de concentrarse en polígonos industriales fuera del horario comercial, alquilar el pabellón ferial o reunirse en alguno de los solares deshabitados que aún conserva por la jeta esa gran inmobiliaria exenta de impuestos que es la Iglesia.

Al objeto de ilustrar lo antedicho, copio y pego el contenido de la instancia que he preparado:

EXPONE:
La reiterada vulneración de mi libertad deambulatoria por la zona céntrica del casco urbano como consecuencia de la ocupación que determinadas agrupaciones religiosas realizan periódicamente con motivo de sus actos y desfiles procesionales.

SOLICITA:
A la autoridad competente la devolución de la parte proporcional del IVTM en función del cómputo de horas totales durante las cuales los referidos eventos religiosos monopolizan la vía pública impidiendo el tránsito por la misma a los conductores que pagamos por hacerlo. También considero oportuno reseñar que, aun desconociendo el criterio que debe adoptarse para establecer la cantidad que me corresponde, es previsible que no será significativa en el plano económico, pero constará como un gesto de honradez recaudatoria y coherencia administrativa en perfecto acuerdo con los principios de transparencia y equidad asumidos por las instituciones públicas. Por idénticas razones, en caso de desestimarla, exhorto a los responsables que la fundamenten conforme a derecho.

*

Según mis propios cálculos, el importe solicitado no llegará al euro, una fortuna que de ser reembolsada quizá me gaste en ponerle una vela a la patrona local, Nuestra Señora del Prado (sin calificativos, basta verla para caer de rodillas). A tenor de mis pecados, sería un modo apócrifo de rizar el rizo, pero puesto que conozco mis reacciones puedo anticipar que la sensatez me asistirá: devolveré cada céntimo a la entidad recaudadora con la intención de compensar el sueldo de sus funcionarios, reducido en un 5 % a partir de junio según la poda de escarmiento anunciada por el gobierno, cuyas medidas contra el déficit no voy a valorar a pesar de que me afectan de lleno, pues resultan empequeñecidas frente a la humillación de comprobar cuán intervenidos estamos por los tentáculos que extiende la bolsa de Nueva York.

Tenga o no éxito el empeño, después de registrar mi solicitud me quedaré más aliviado que el falsario Thomas Chatterton imaginado por Henry Wallis en el momento de entregarse a una dosis letal de opio. Por cauces que no llego a dilucidar, cuenta la leyenda que este joven suicida inspiró al Bartleby de Herman Melville, un personaje tan obstinado en su abstracción que incansablemente elegía no hacer nada.

6.6.08

SUUM CUIQUE



Tras un breve careo (sin cacareo, afortunadamente) con el Canciller General del Obispado, mi compañero de abjuración J. A. Millán y este mal servidor de Dios que os escribe, ya podemos sumar otra A a nuestras respectivas colecciones de adjetivos infames: la de apóstatas.

Agradezco desde aquí a mis enemigos la diligencia y sencillez con que han gestionado el trámite. Tan grata ha sido mi sorpresa en este sentido, que si fuera malpensado podría albergar la sospecha de que estaban deseando librarse de nosotros.

A cada uno lo suyo.

1.6.08

LA APOSTASÍA COMO RETO DE SENSATEZ


Las expresiones audaces retumban como insultos en los oídos cobardes.
Lewis F. HARRIS
Zancadas

Todo el mundo necesita enemigos para calibrar sus fuerzas y definir su carácter; hasta el pacifista desbloquea sus instintos más territoriales cuando se pone a combatir la guerra de boquilla o con la ofrenda tramposa de la otra mejilla. La especie humana es un producto evolutivo de la caza, llevamos una impronta genética depredadora. Me atrevería a decir que puede detectarse un sistema de confrontaciones intrínsecas al fenómeno de la complejidad biológica (donde hay vida, hay lucha) que desde luego nada tiene que ver con la moral y admite extrapolaciones a otros niveles. De ahí que no ande muy descarriado quien acierte a calcular el poder real de una nación en función de la capacidad ofensiva de sus rivales. Los antiguos romanos, por ejemplo, tuvieron que cincelar su prestigio contra celtas y germanos, pueblos duros de vencer a los que finalmente lograron domesticar (aculturar diría un antropólogo) una vez asimilados como provincias con las ventajas que implicaba el reconocimiento de la ciudadanía imperial. El contraste es obligado, y no callaré que demostraron ser estrategas más hábiles que los chapuceros USA de ahora, protagonistas rapaces de una campaña de agresión contra países que siendo militarmente insignificantes (¿por qué no se atreven con Rusia o China, eh?) les resultan útiles, o eso creen, para representar su agrietado papel de potencia absoluta en el teatro del pánico global.

Os preguntaréis a cuento de qué viene este preámbulo divagador en una entrada que promete un tránsito por la apostasía. Bien, dejaré los adornos para otro momento: viene a cuento de que quienes me conozcan, ya sea personalmente o a través de lo que escribo, se habrán cruzado con uno de los rasgos más inflexibles de mi personalidad cuyo trasfondo mordaz, que tampoco me molesto en camuflar, sigue siéndome valioso para entrenar bravuras; me estoy refiriendo al anticlericalismo, consecuencia lógica no sólo de mi sentido ateo de la existencia, sino de mi profundo sentimiento anticristiano, al cual encomiendo siempre que puedo la embriaguez de lo feroz y mis más barrocos crímenes imaginarios. Donde veo una cruz encuentro un enemigo; donde encuentro un enemigo ardo en acechos y le preparo una pira que se enciende con hemorragias de ingenio.

Acometí mi última batalla contra los alabadores de llagas el pasado miércoles, día de asueto que aproveché para formalizar mi solicitud de apostasía por segunda vez (la primera sin éxito hace años, pero falló el cauce de entrega). Quedo a la espera de la ratificación de mi victoria, que me ha de llegar por correo certificado dentro de un plazo razonable so pena de que la diócesis correspondiente tenga ganas de dirimir el asunto en los tribunales. Puede que yo sea un vehemente cuando se trata de manifestar mi irreligiosidad (proporcional a las pestes recibidas, por otra parte), pero mis peculiares estados de ánimo no quitan ni un átomo de sensatez al acto de apostatar, que deberían plantearse libres de aprensiones quienes se sienten ultrajados por formar parte sin su consentimiento de una secta con innegables signos de putrefacción que disfruta todavía de prebendas, paraísos fiscales y una extensa red de organizaciones especializadas en el blanqueo de capitales... y cerebros, ñam-ñam.

En el país donde vivo, que nada tiene que ver con una tierra de maravillas aunque conserve trazas de alucinación colectiva, a la Iglesia Católica hay que darle donde más le duela (autofinanciación, devolución de lo usurpado, persecución por crímenes impunes, etc) y un primer paso sería inutilizar definitivamente la tergiversación estadística según la cual cuentan con el aval de una mayoría de la población que, caso de ser cierta (lo cual es suponer demasiado), en realidad fue bautizada por dictamen familiar cuando sus integrantes llevaban sólo unas semanas fuera del útero y, huelga decirlo, carecían de conciencia acerca del sucio juego de manipulación en el que participaban al recibir el sacramento (¿podría tipificarse como abuso de menores?). No me extraña que al Estado sucesor de la dictadura se le impusiera la fórmula aconfesional, pues en un Estado laico estaría suprimida la colaboración gubernamental con cualquier credo. Sin embargo, habría que aclararle a esa hipotética mayoría consentidora que la libertad religiosa es ante todo un acto de negación, de sacudirse cargas de encima, de resistirse a ser presa abatida, que consiste en estar libre de creencias religiosas antes que en creer la doctrina que a uno le venga en gana, que sería más bien un fenómeno de consumo o de acceso a la oferta de atontamientos espirituales, pero nunca una liberación. La apostasía se nos muestra, por tanto, como la práctica más genuina y el reto más urgente de esta dimensión pagana de libertad.

Adenda: pido disculpas a mis visitantes por haber vuelto a editar la entrada, sólo han sido unos retoques. Cuando uno se pone a escribir textos que le afectan de lleno nunca sabe la medida de su desaliño hasta que los suelta.
 
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