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10.10.19

EVITA

Otto Dix, Recién nacido en las manos
El ejemplo obra más que las máximas.
Nikolái GÓGOL
Almas muertas

El infierno empieza por el útero: tal es la certeza originaria que tiene a Eva, la no por mítica menos realizada paridora en su séquito de pariodadoras, como principal responsable de la Expulsión. Despunta así con el nacimiento un acto de leso belén contra el celeque, quien después de haber sido instigado al abrigo de la unidad amniótica queda, tras el tajo umbilical, arrojado a la intemperancia de las vicisitudes que habrá de arrostrar —carne de tiempo y de dogal, ser cedizo por definición— en su funda de nuevo incorporado a las huestes del penatorio.

En los países donde las mujeres no son cuasicabras subordinadas al patrimonio de un semental, ser una incubadora de insensateces no es el resultado de una injusticia social, sino de una negligencia moral. La adulta que desdeña la identidad entre lo prolífico y lo calamitoso no solo conecta sus ovarios en régimen de franquicia a las barbaridades del mundo, sino que antepone la intrascendencia de sus deseos al honrado comedimiento que la prudencia demanda a la sensibilidad.

Así como podríamos semejar el hogar atendido con mimo a un alumbramiento que acoge nuestras fatigas al calor de un fuego bienhechor, en el tiro que la parturienta ceba entre las ingles no es posible dejar de ver el arma de reproducción masiva que dispara munición de prole al campo de batalla evolutivo.

Cada vida humana loa la pifia, y como cumplido sirviente de Crono, a sus herederos hace engullir por el titán quien, siendo él mismo un tragador de malparanzas, propaga con mortífera materialidad el antojo que le procura descendencia. Debemos al bardo más fino de nuestra lengua un suspiro memorable por la yactura de haber nacido:

Los plazeres y dulçores
desta vida trabajada
que tenemos,
¿qué son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos?
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño,
si queremos dar la vuelta,
no ay lugar.

Quien construye sobre sus hijos tiene cimientos de sangre, en toda la cruda acepción del fluido. Hacer progenie, al igual que asesinar o defecar, es acción que se puede producir por miles de millones sin que se requiera ninguna cualidad especial para su ejecución aparte de ganas y coyuntura, pero las obras maestras del ingenio se crean una sola vez. Denota buena condición quien encarna con el gesto justo la justa gesta; hay buena condición, por consiguiente, cuando uno halla un yacimiento en su ser que le evita buscarlo dando nacimiento a otros seres.

Jamás hubo tantos humanos entregados al mismo desquiciamiento y nunca desquiciados menos conscientes de que en su manía de crecer radica la mayor causa de sus desgracias. Pesimista, en consonancia con las pésimas consecuencias que engendra, es de su natío la visión optimista que cubre con un velo de esperanza los estragos vinculados a la multiplicación exorbitante de la humanidad y aferra los ánimos a la ilusión de que la Providencia, o su versión laica de progreso tecnológico, hará cuanto sea menester para socorrer al simio parlero de la hecatombe.

Para la gallina ponedora todos sus huevos son de oro, aunque vayan directos a la sartén.

10.5.18

HIPOGEO

Giovanni Battista Piranesi, Il pozzo
Mísero hombre, ¿de qué presumes? No eres más que una pelota golpeada por el error, un navío de cristal arrojado a un mar espeluznante. Con sangre y pena saliste del vientre materno, y arrastrando lágrimas y sollozos avanzas hasta la tumba: ¡qué resbaladizos son tus senderos!, ¡cuán segura tu caída!, ¡nada eres siéndolo todo!
John HALL
El reloj de arena
(Versión libre de Rosario Espinosa)

Machos cargados de turbulento esperma y de impulsos proclives a cebar el pozo de la perpetuación, a vuestras facultades menos insensibles dirijo este bando:

¿Hemos de compadecer a las mujeres por las servidumbres que la menstruación y las alteraciones hormonales les imponen a modo de viciado recordatorio de la mecánica maternal, amén de por el riesgo de acabar infectadas con embarazos a consecuencia de las colisiones, físicas y metafísicas, derivadas de la versión agravada que en ellas tiene la fertilidad? Por consideración hacia su mayor penalidad fisiológica, hacia la autonomía de los seres sexuados que somos, hacia el cachorro que podría ser forzado a existir en un mundo martilleado por intereses repugnantes y aun por cortesía hacia las especies que, directa e indirectamente, soportan las vejaciones ocasionadas por el sobrepeso de la nuestra, en calidad de varones deberíamos abstenernos de fecundar óvulos y, en lugar de conformarnos dando gracias a la naturaleza por no haber tenido a mal equiparnos con la caldera infernal de una matriz, alcemos mejor cada mañana nuestra plegaria de inadherencia contra la suerte que ha hecho posible el desaire de encadenar otro día a la tragedia de nuestro nacimiento.

27.9.16

ENTRE PECADORES

Francisco de Goya, El gran cabrón
Corren tras el mal sus pies
y se dan prisa a derramar sangre inocente.
Sus pensamientos son pensamientos de iniquidad,
y a su paso dejan el estrago y la ruina.
No conocen el camino de la paz,
no hay en sus sendas justicia;
sus veredas son tortuosas;
quien por ellas va no conoce la paz.

Isaías 59,7-8

Si yo fuera un libertino, postularía que las eras no han conocido estimulantes más poderosos que los pecados, regalos suntuosos que la religión ha hecho a la humanidad y la ciencia, vengativa, se ha propuesto destrozar. Si fuese un creyente, pensaría que el perdón por el pecado es una bendición que consuela como ninguna liberación profana y que su razón de ser, justamente, está en alabar la misericordia de Dios. No sin rebeldía podría declararme réprobo con trazas de gnóstico para deplorar en profundidad como único pecado el que estriba en haber encerrado el alma en envoltorios de materia doliente, pero lo cierto es que ninguna de la definiciones anotadas se ajusta a mi visión. El pecado es para mis adentros una realidad simbólica sustentada en la pasión que trastoca, por exceso o por defecto, el equilibrio de las múltiples dimensiones de la individualidad y cuya práctica comporta no solo daños potenciales para otros, sino, antes bien, una penitencia segura para quien lo comete. No es el pecado una transgresión que atente de palabra, pensamiento u obra contra las leyes de un orden trascendente, sino un trastorno que perturba por sí mismo un orden inmanente. Aprobación de sentimiento y asentimiento de raciocinio me saca Zabaleta cuando en sus Errores celebrados leo: «Si lo miran bien, verán como es indigno el pecado de ser apetecido». Por tanto, convencido estoy de que la paz, la calma de aceptar con unánime omisión de servidumbre la victoria y la derrota, anula el pecado.

Atajaré a grandes rasgos porque infinita es la tela que cortar con la tijera del pecado. Los pecados capitales, que hubieran podido bautizarse radicales por ser connaturales a la estirpe humana, han recibido una atención especial por parte de la moral cristiana, que finalmente los fijó en siete, aunque a juicio de algunos escritores religiosos, como Casiano, habrían de ser ocho con la tristeza, censurada como un vicio gravísimo porque aparta al devoto de las obligaciones espirituales y, quizá peor, porque desde la lipemaníaca deserción del deber parece más hacedero caer en otras tentaciones (puede decirse que los Padres de la Iglesia inventaron la «teoría de la escalada»). Con diferente rango de peligrosidad y elaboración retórica, tanto Gregorio Magno como Tomás de Aquino estuvieron de acuerdo en sostener que los pecados capitales son los que la cristiandad, y una porción nada desdeñable de los moralistas laicos, sigue hogaño teniendo por tales:

1. Soberbia.
2. Avaricia.
3. Lujuria.
4. Ira.
5. Gula.
6. Envidia.
7. Pereza.

Distingue Tomás de Aquino en la Suma teológica que la capitalidad de los pecados (por derivación de capital, del latín capitālis, perteneciente a la cabeza) es la propiedad que cada uno de ellos tiene de capitanear a las otros, de tal manera que todos mantienen entre sí una relación de intrínseca correspondencia y difusión. Convengo que cinco de estos pecados, en efecto, lo son (excluyo la lujuria y la pereza), echo de menos la mendacidad en el listado y difiero en dar por válidas la mayoría de las virtudes que cabe cultivar, según manda la ortodoxia, para contrarrestarlos:

1. La soberbia, apetito de la propia supremacía, arrogancia en inflación, hibris en definitiva, no tendría que combatirse con humildad por cuanto esta tiende a convertirse en un persuasivo enmascaramiento de aquella cuando aspira a cosechar los méritos de una conducta modesta. En su lugar, nada es más contundente que la relatividad psíquica (no confundir con relativismo moral), porque ningún mortal es tan importante como para ser tomado en culto, ni tan excelso que pueda envanecerse sin seria merma de otras cualidades. La vía contra la soberbia pasa por desarrollar una conciencia ampliada donde el yo se vea cabalmente desposeído de su panoplia de miedos, esperanzas, ambiciones y narcisismos hasta poner en evidencia la costra orgullosa que siempre ha sido. La primera lección capital en este campo consiste en saber destronarse.

2. ¿Qué mayor riqueza que no precisar riqueza? La avaricia no se corrige con generosidad, sino con desprendimiento, entendido aquí como una forma sensible, abierta, de desapego del fruto del acto, sarvakarmafalatyaga según la nomenclatura hinduista que podríamos ilustrar con este canto de la Bhagavad Gītā (III, 34):

El deseo y la aversión están distribuidos
en los objetos de cada uno de todos
los sentidos.
Nadie debe someterse a ellos:
son sus enemigos.

3. No evalúo la lujuria como un pecado salvo en los sujetos proclives a traducir el desenfreno sexual en la instrumentalización invasiva de lo ajeno. Lo que de ningún modo puedo obviar en mi clasificación es la procreación, matriz arbitraria de los perjuicios que la existencia conlleva. La negligencia y la arrogancia se dan cita en el acto generativo, no es otra la causa primordial de que aún galopen las penosas secuelas del accidente humano. No me dilataré sobre este particular, El peso del universo es opimo en textos concebidos bajo perspectivas antinatalistas (verbigracia, la entrada del pasado día 13, por no remontarme más allá). La abstinencia voluntaria de la reproducción, que he denominado ingenesia, resulta ser una opción ética fácil de asumir gracias a los métodos anticonceptivos actuales; ya no es imperativo renunciar a explorar las amenidades de una compañía voluptuosa si se quiere eludir la fecundación. Al mismo tiempo, la multiplicación de la especie debe ser conectada con la noción de pecado original si se estima necesario enmendar la metonimia que, por perversión de causalidad, encontramos en las Sagradas Escrituras: no hay falta moral derivada de ser hijo de pecadores, pero esta no falta siempre que un inocente es engendrado. «¿Qué pecado has cometido para nacer, qué crimen para existir? Tu dolor, como tu destino, carece de motivo», acomete Cioran, así que la ocasión de romper una lanza en favor de la equidad semántica está servida: hablar de pecado original es, ni más ni menos, que reprobar la condición de progenitor. Y a malas, mal se dudará si traer más vida a este averno es un acto benéfico o endiablado.

4. Contra la ira no siento eficiente la paciencia, puede incluso de manera subrepticia servirle de fermento y suscitar, a su pesar, el enconamiento de malos humores en ausencia de un cauce adecuado para evacuarlos. Lenitivos para suavizar el ánimo airado los hay hasta la exuberancia (la misma lujuria se presta con gustosa versatilidad a ese cometido) dado que la ira tiene su origen en la frustración retenida, aunque ninguno es más catártico y desopilante contra las erupciones que se incuban dentro del temperamento que el sabio sentido de la ironía. Ironía sabia, en primera instancia, porque antes que ceder a las ofensas las supera con su ingenio burlesco, y, en una segunda aplicación, porque vertida sobre sí misma atiende su despejo a la indulgencia con que se sobrepone al espanto de cuanto existe. Activando un enfoque similar, podríamos mencionar también la recomposición interior frente a la adversidad o resiliencia, que cuesta por otro lado emprender sin alguna suerte de alianza con la ironía. Por consiguiente, tiene la ironía en su botiquín algo más efectivo que fórmulas de resignación y maniobras delusorias de distracción frente a las tragedias de las que sabe extraer, como ningún otro atributo intelectual, escarmentada comedia.

5. A la gula la tradición ha enfrentado la templanza, que no es sino la moderación y disciplina en el uso de los bienes a nuestro alcance. Nada que añadir al respecto, tan solo que sería pertinente ensanchar el concepto como hizo Evagrio, asceta cristiano, al emplear el término gastrimargía, que conjunta la ebriedad desmedida con el vicio de la mandíbula insaciable. Pueden ser leídas con ejundia antropológica sus enseñanzas monásticas para fortalecerse frente a los «ocho vicios malvados».

6. Para la envidia, más que remedio la caridad me suena a chiste. Cicerón tenía clara la simetría emocional cuando expresó que «sentir piedad implica sentir envidia, porque si uno sufre por las desgracias de los demás, también es capaz de sufrir por su felicidad». La envidia no solo es una reacción hostil a la prosperidad de los congéneres y, en consecuencia, el motor principal de numerosos proyectos, también actúa como una fuerza perversa que se solaza en las desgracias acontecidas al envidiado, una categoría de regocijo con el dolor foráneo que tiempo ha neologicé como alevidia (por cruce de alegría y envidia). Propongo empequeñecer la envidia con admiración, que puede ser rendida o emulativa, y mejor aún con el recurso sugerido para encarar la avaricia: un estilo de desapego que no incurra en insensibilidad, capaz de engrandecerse con ternura, para lo cual conviene tener presente la trampa que puede suponer este dulce sentimiento. La Rochefaucould sabía que «nos consolamos fácilmente de las desgracias de nuestros amigos cuando sirven para señalar nuestra ternura hacia ellos», si bien en este caso podría citarse al mismo autor en su descargo con la prenda escogida para elogiar la hipocresía como «un homenaje que el vicio rinde a la virtud».

7. ¿Es la pereza un pecado si los mayores desastres proceden, se enviscan y persisten a costa del obsesivo afán de crecer, crecer y crecer? Así como las decepciones son los demonios de un mundo que ha matado a los dioses, las enfermedades se ajustan como nunca a la necesidad de una épica. De seguro los humanos tendríamos menos cosas que hacer y que contar si fuésemos más haraganes, pero mejor convivencia obtendríamos los unos de los otros si prefiriésemos la holganza reflexiva y un contemplativo recogimiento al hábito de volvernos posesos competidores y abnegados engranajes productivos. A esta fagocitación absurda de energías por el ahínco de atarearse le viene apropiada la crítica de Gómez Dávila al progreso: «Se reduce finalmente a robarle al hombre lo que lo ennoblece, para poder venderle barato lo que lo envilece». Contra la afanosidad, pues no de otra manera debe ser calificado el pecado que denuncio, la respuesta debe ser ociosidad. Nuestra más urgente tarea es ir despacio para ir abriendo espacio a una vida de descanso. Quisiera introducir una observación más sobre este punto antes de concluir con un giro testimonial.

Leona herida (arte asirio, s. VII a. C.)
Una sociedad funciona a base de renovar sus sistemas de blanqueamiento generalizado, si los pecados de unos pocos disimulan los de muchos y los de muchos los de unos pocos. Los problemas latentes afloran cuando las creencias de sus integrantes son tan volubles y dispares que nadie consigue disimular a nadie. Entonces, sin fingimientos verosímiles, el espectáculo se torna salvaje. Hasta que llega el momento irreversible de la debacle, el triunfo de un grupo social sobre los otros hace cantar su propia gloria en forma de mitos, dogmas con presunciones de fidelidad histórica e ideologías. El trabajo, vilipendiado durante milenios como una calamidad, es en nuestra época uno de esos timos ascendidos al reino de los mitos: no solo se ha vuelto respetable en sí mismo en cualquier ámbito donde una actividad pueda devenir lucrativa, sino que ha de ser buscado, disputado, amado y conservado como un bien supremo sin el cual el valor cívico de la persona queda en entredicho. Con este cambio de actitud se pone de manifiesto que los asalariados, prestamistas y tenderos han definido la cultura moderna a su industria y conveniencia aprovechando la inutilidad de las élites rectoras, más interesadas en no contrariar los propósitos populares después de haber corroborado su ineptitud para influenciar a otras clases sin exacerbar la situación. Como era de prever, los efectos sobre la ociosidad han sido lamentables, y ahora es un lujo excéntrico reservado a los sumamente ricos que no la pueden excusar y la llegan a exhibir no exenta de la malicia de herir susceptibilidades. Apenas se recuerda que la ociosidad fue antaño un signo de independencia que los espíritus no mancillados por el servilismo ostentaban con una dignidad que describe un relato incomprensible para nosotros. No era cuestión de pundonor, lo que andaba en juego era la integridad: sólo era íntegramente humano quien vivía ocioso. «Es necesario convenir en que ciertos hombres serían esclavos en todas partes, y que otros no podrían serlo en ninguna. Lo mismo sucede con la nobleza». Son palabras de Aristóteles. ¿Cuántos rasgos típicos de los antiguos linajes de esclavos son reconocibles en los criterios corrientes de las últimas generaciones de ciudadanos educados en democracia y libertad?

Escribe todo esto por desvío un raro espécimen que trabaja con las manos en una ocupación mediocre, de poca monta, según la opinión de la mayoría de sus compatriotas, y aunque la ejercita con corrección, en vano rebatiría comparanzas si cualquier hominicaco dijera ídem en igualdad de circunstancias. «El hombre, un ser un milímetro por encima del mono, cuando no un centímetro por debajo del cerdo», sentenciaba Baroja. Gana un modesto estipendio de armisticio —va por lo civil antes que por lo criminal— entre compañeros a quienes ha aprendido a despertar simpatías desde el respeto a estilos de vida diametralmente opuestos a los suyos. Durante la faena, se afea con un atuendo del que un Benvenuto Cellini no acertaría a rescatar un solo pliegue de inspiración escultórica. Sus manos, delicadas de natío, conjugan en los encallecidos restos de cada jornada la invisibilidad hecha de menosprecio que bruñe como escudo de ataraxia bajo el mando de jerarquías fundadas sobre reglas espurias. Si nada de ello, en cambio, ha hecho de él un resentido ni hará de él un proletario —encuentra irresistible la generosidad de negarse a tener hijos—, ¡cuánto menos el menestral satisfecho de ser un subproducto económico que identifica por reflejo su horizonte mental con la ruta de un metabolito de la digestión global de quimeras! De haber en su costumbre la adhesión al orgullo que asesinó de inedia, orgulloso estaría de aureolar su efigie con el epíteto de desclasado, porque lo es desde que lo parieron.

Haga lo que uno haga, ha de tener para sí como altamente probable que acabará semejándose a los demás en lo que menos le gustaría parecerse a sí mismo. No sé si esta epifanía de la contingencia debería considerarse pecaminosa. Tal vez, una vez más, nuestros pecados sean los demás; tal vez, puesto que morirán con cada uno, haya pecados por los que merezca salvarse.

31.7.15

DE LOS FIERAS DE SERIE

Willem van Aelst, Un pedazo del desayuno
Una cultura, una civilización o como quieras llamarlo, da origen a un hombre tanto más débil cuanto más perfecto y glorioso es el futuro que promete.
Juan BENET
Epístola moral a Laura

Cual regla ontológica redundante, propio de lo pésimo es querer pasar por excelente y procurar que lo excelente parezca pésimo. Mientras la vileza interroga la realidad con el propósito de averiguar qué provechos puede sacar sin importarle la calidad de los medios que haya de emplear en extraerlos, la nobleza busca dónde hallar las mejores situaciones de fraguarse fiel a la forma de su norma más allá de calcular si su decisión comporta mermas o ganancias, pues tiene por conquista segura luchar dándolo todo y por principio de honestidad no aferrarse a nada, y, menos que a nada, a la idea de éxito donde ni las máscaras de la fiesta se sostienen. Téngase presente, además, que el poder que no procede de la grandeza solo es un golpe de bajeza, una inversión de términos que confunde la grandeza con el poder; entre el fiera de serie que cada sujeto es en bruto y el fuera de serie en que a veces llega a convertirse existen tantas formas de ser humano como maneras de perderse, mas para un espíritu de valor en su valer, existe un deber de pulcritud en cualquier obra consciente que precede a la necesidad de velar cuanto es precioso y delicado al saqueo de los zafios: develar la roña encaramada que se pretende superior sin compostura de sí ni auténtica elevación, algo que sin duda títeres y titiriteros lamentarán como un acto de profanación, pues siempre será irreverente devolver las cosas a su indómita naturalidad, empezando por el uso lúdico de la vida que los dioses y sus esbirros codician usurpar impunemente.

24.11.14

DEL DEBERSE NO DEBER

La vida que los hombres elogian y consideran lograda no es sino una de las posibles. ¿Por qué exagerar su importancia en detrimento de otras?
Henry David THOREAU
Walden

Cuida que tus alforjas de peregrino no sean mayores que tus fuerzas, pues cuanto más fondo posean más tardarás en saciarlas y menos en cansarte del trayecto; cuida que tú mismo seas tu mayor alforja y que el mejor presente guardado en ella consista en no volverte imprescindible a nadie.

Porque nadie sino tú sabe que la frontera del hombre es el hombre propio, a nadie has ocultado que eres demasiado insomne para pertenecer a religión alguna, demasiado laborioso para perder el centro con tareas productivas, demasiado subterráneo para seguir el ritmo evanescente de una corriente de opinión y, por qué negarlo, demasiado salvaje para cambiar la caricia de tus pasos solitarios por los mimos que nacen y mueren prisioneros del amor. «Dejadme ir yendo a lo vuestro —parece irradiar tu silencio—, no es otra la prerrogativa natural de los independientes, cada uno lleva en sí el arte para labrarse los vientos a su aire, lo demás es penitencia».

Allí donde los cuerpos y las almas han trocado la servidumbre de trabajar como bestias por el destino de rielar como máquinas, tu divisa exacta, la que te hace justicia frente al rasero falaz, empieza con el austero No para mí...

¡Permite que sean otros quienes carguen el peso frío de los eslabones si no se aguantan sin cadenas! Y refresca para tus adentros, con el vaivén del aliento cuyo nudo podrías desasir ahora y siempre ligero, aquello que ilustrabas a los más próximos cuando querían remedarte: «Superarme es lo único que os consiento».

De rostro y vulva sonrientes, esta Sheela na Gig localizada en la iglesia románica de St Mary and St David en Kilpeck, Inglaterra, incita a hospedarnos en una nebulosa de muerte y renacimiento.

5.3.14

UN HOMBRE EN CADA DEDO

Donde está la herida de un hombre es donde se encuentra su genio. 
Robert BLY
Juan de Hierro

Tengo un hombre en cada dedo y me bailan en las manos como un enjambre liberado de la presión de retorcerse bajo un liderazgo extenuante. Entre todos, los diez consabidos más otros tres invisibles que animan al resto y cambio de sitio a mi capricho, forman una eficaz banda ambulante de robadores de embelesos que aligeran cuanto palpan hasta hacerlo levitar. Mientras uno a uno se presentan provistos de sus mejores artes a la honorable cuyo cáliz derramado recibe mi tacto en oblación al compás de Bartender Boogie, de Jack McVie, voy desgranando esta declaración de principios que podrían haber sido menos extensos y más almados, no tan encubridores del matrimonio que hago conmigo y a luengos ratos quisiera revocar cansado ya del incremento de sus disonancias:

1. Un solo imperativo moral es demasiado. Dado que los actos humanos flotan en la inescrutable inmensidad del tiempo como espuma arrojada por fuerzas descomunales contra el accidente de la existencia, no cargaré a otros con la responsabilidad de los míos ni soportaré la que me asignen con los suyos: encuentro tales actitudes desdeñables por haber rehusado asumir la perspectiva de su irrelevancia. Uno es siempre más y siempre menos de lo que hace; uno siempre está solo frente al vacío de inventar sus propias reglas; si he de ser juzgado, pido al hipotético tribunal que lo haga según las mías: he ahí lo justo.

2. Concebir es perpetrar un atentado somático comparable en gravedad a un ataque terrorista que convierte a todo ser alumbrado en un malnacido. No me reproduciré, aunque me quede solo. La belleza que pueda obrarse del vivir está en la magia de crearse, no en la indecencia de procrear.

3. Ignoro cómo y cuándo moriré, pero sólo a mí compete el derecho de matarme o el dolor de continuar.

4. Más luce arrimarse al ascua soberana del desapego que ceñirse la pesada corona del vínculo social; no obstante, si he de participar en el juego de mis coetáneos, prefiero contribuir a los azares del conjunto dando y recibiendo placer que causando y soportando sufrimientos, disposición que en modo alguno significa que mi ánimo sea un festín abierto a cualquiera: antes que ofrecerle otra mejilla al que abuse de mí, ¡aplastaré la suya sin piedad!

5. El único método cabal para no caer prisionero del vicio ajeno es adueñarme de la virtud. Mi mundo no es de este reino y, en congruencia, no comulgaré con aquellos que vengan a profanar el templo de mi individualidad o quieran amoldarlo a la especulación de los truhanes y codiciosos que confunden el oro con el oro. No niego las ventajas de someter las diferencias a una civilizada negociación de la que todas las partes implicadas obtengan beneficio, lo que afirmo es que dicho entendimiento sólo es viable desde el escrupuloso respeto a la propia potestad y señorío. No habrá tregua con el infiel mientras el valor de la inviolabilidad del sujeto sea subastado como una ganga o asaltado vilmente cual puta indefensa a manos de una jauría de bárbaros.

6. La racionalidad es una pequeña herramienta con la que se han construido grandes locuras; tenerla en contra o a favor es un asunto tan irrisorio como debatir la injerencia de los extraterrestres en la historia a la vez que somos objeto de chantaje político para una casta de engendros de origen y finalidad indudablemente terrenales.

7. Obtusa tarea a la que renuncio es empeñarme en trazar la borrosa frontera entre lo que soy y lo que no soy. En mi orfandad de hombre desgajado de la negrura esencial me siento Padre, Hijo, Santo Espíritu y Demonio Carnal, y en cada una de esas facetas soy consciente de que la divinidad, desbordante peripecia endógena, bien puede funcionar como un comodín proveedor de sentido universal o como una llave forjada para acceder a las entrañas de la irrealidad; la elección, en todo caso, no depende de uno, pues nadie elige los sueños de los que en verdad es autor.

8. Mi honestidad no entiende de verdades ni de mentiras, porque lo honesto es no desentenderse de las dos caras que coexisten en una misma moneda. Así como la persuasiva naturaleza puede representar el más engañoso teatro de operaciones, la más artificiosa cultura puede suponer una fuente verídica de experiencias. La misión que me adjudico no consiste en descubrir la situación que ocupo respecto a ambos territorios cognitivos, sino en aceptar que yo, al igual que nadie, poseo en ellos otra razón de ser que las puramente imaginarias.

9. Bendigo mi caos y mi guerra, porque en ellos me aguarda el secreto y la nobleza de mi savia, que como todo atributo brotado dentro de esta tempestad de apariencias es anticipo de humo, de polvo, de sombra y de nada. Más vale una exigua paz segura de haber vencido la necesidad de odiar que una victoria rotunda menesterosa de agitar odios. En su defecto, tampoco me afea la liza ni propugna necesariamente el perdón desenvainar el olvido que sirve con gentileza al desquite absolviéndose de castigar al ofensor. Acaso la mayor felicidad no difiera de encajar con serenidad equivalente derrotas y triunfos.

10. Pobre de espíritu el que se resigne a permanecer arrodillado entre los últimos esperando la venganza de ser el primero, porque su miseria descuida la estima de sí mismo y desmerece el socorro de mi confianza. Ser víctima no hace honrado al humillado ni lo faculta para llamar equidad al rencor con que pretende instaurar una nueva retribución de premios y castigos absolutos.

11. No desprecio la caricia que pueda brindarme la suerte ni la mendigo cuando insiste en negármela. El amor, cuyo canibalismo inspira a los mamíferos hambrientos, raramente conlleva la solución que el desamor se figura ni supera el alivio de quien tras agotarlo aprendió a prescindir de sus hechizos.

12. Al despertarme y al acostarme y en el desvelo que me ocasione confrontar estados extremos, recordaré que buscar sin miedo a perderse es hallar motivos sin pausa para estar agradecido.

13. Cuando al mirar la llama piense en lo voluble y efímera que resulta su energía, tendré presente también que en las lenguas de su resplandor se confiesa incendiaria la eternidad.

Torso con guantes de Armand Pierre Fernández, componedor de objetos rebautizado ante los popes del Pop Art como Arman.

27.2.14

DECÁLOGO DEL ÁNGEL OSCURO

Mientras elaboro un nuevo decálogo que reemplace (o complemente) al que publiqué hace siete años, he hecho un poco de arqueología en los estratos más profundos de mis inéditos motivado por un relincho de memoria que manifestaba su querencia por un texto escrito con vocación vampírica al finalizar el siglo. Procede de un brevísimo artefacto que di en llamar Mecánica del limbo y algunas piezas dejó desprendidas por allá y por acullá. De su vigencia y atractivo literario no añadiré un acento; juzguen ustedes si su estética merece la restauración:

1. Tu Destino, tu Fiesta y tu Castigo es pervertir almas: enseñarles la perspectiva de las cimas para tentarlas después con las fauces del abismo.

2. Estás dotado de un organismo que respira con deleite la atmósfera enrarecida que se extiende más allá de la moral. Puedes permitirte absolutamente todo, pero de la elección del medio para lograr tus fines depende no sólo tu estilo, sino el calibre de tu rango.

3. La misión de ciertos individuos es la conquista; la de otros, ser arrastrados. Si bien conoces ambos mundos porque en tus venas escondes las llaves de palacios y mazmorras invisibles, a semejanza de los dioses denostados sólo descansas en el exilio. Tan sensible al veneno agridulce de la soledad como tus presas humanas, cederás a la tentación de rodearte de amigos que te honren: recuerda que el mejor de tus camaradas —aquel con quien puedes prodigarte— sólo puede ser otro diablo y, como tal, nada fiable. La misma precaución rige también para ti mismo.

4. En la amplitud de tu peligrosa existencia encontrarás a otros diablos con quienes medirás tu poder irrevocablemente. La naturaleza del combate se establecerá en función del nivel psíquico de los adversarios, pero hasta el más miserable oponente participa de la sacralidad eterna de la Guerra.

5. Tu posición nunca es estable, aunque tampoco te importa: tus ánimos proscritos extraen plétora del caos, sabes que el poder empieza a crecer reconociendo los propios límites. Te ocurre lo que al viento, que a pesar de ser liviano no puede dejar de soplar hasta volverse temible.

6. La avidez de almas es un vicio irresistible que constituye tu dieta esencial. Puedes depurar tu voracidad, ser selectivo e incluso frugal, pero el diablo que se contiene termina estallando.

7. Cada víctima exige una atención especial, transfusión de energía y vértigos de maravilla, aunque sean pocas las que tienen capacidad para soportar la intensidad de tu compañía. Tu carácter es antagónico, un entramado de sofisticación y brutalidad: a la vez que destilas vida, regalas muerte.

8. Pese a que tu territorio idóneo es el fondo de la noche, admitirás raciones de luz solar y distracciones banales para conservar la lozanía de tu morbosidad. Por el contrario, un exceso de vida diurna unido a la afición por la superficie de las cosas podría debilitarte irreversiblemente, como a la orquídea incipiente la mirada celosa que la sepulta.

9. Eres oscuro porque tus ojos iluminan. Todo lo aceptas porque con todo juegas. Y esta única certeza te sirve de talismán.

10. No sólo gozas de lo bello, sino que embellecerte es el homenaje más valioso que puedes ofrecer a tu noble estirpe. En el origen eras ángel y el gusto por lo extraordinario fue tu impulso para dejar de serlo, para caer.

ADVERTENCIA

La mediocridad de los mortales te imputará los rasgos que no se atreven a encarnar ni a confesarse. En cada época estarás expuesto a ser confundido con el retrato de sus más viles terrores: muéstrate tal como eres y te convertirán en un monstruo... ¿Sabrás guardarte de sus estrechos juicios sin concederles demasiada importancia? ¿Acaso no es lícito que el horror sirva de preámbulo para gozar de los grandes tesoros que te reserva el destripamiento de la Ilusión? 

· QUOD ERAT DEMONSTRANDUM ·

Detalle del manuscrito Omne bonum de James le Palmer donde aparece el Anticristo sentado sobre un arcoíris y flanqueado por dos hombres, todos ellos con el tercer ojo abierto en la frente.

6.6.13

SALOMA PARA FICHAR

Me volveré contra vosotros y seréis derrotados ante vuestros enemigos; os tiranizarán los que os aborrecen y huiréis sin que nadie os persiga.
Levítico 26, 17

Vuelvo a ponerme el traje de faenar pasados para exhumar un documento sepultado entre otros cientos de archivos que nunca vieron más luz que el monitor donde a brinco de línea los concebí. Son gavillas de textos recogidos en una carpeta de interés disipable y, al recorrerlos, se perciben con los bandazos de su irregularidad los accidentes de un trayecto contraorbitante. En esta ocasión, recupero algo así como un carnet intelectual de actitudes y coordenadas de pensamiento que hube de enseñar o tuve a ocurrencia escribir para retratarme por dentro ante alguien que ya no recuerdo por fuera:

ARTE. Embellecimiento personal que combina horror y maravilla hasta alcanzar un estado mayor donde ambos polos se agudicen o resuelvan.

CIENCIA. Relativismo metodológico frente a empirismo racionalista.

COSMOGONÍA. Palingenesia entendida como el eterno vicio de regeneración de un universo increado. Sin ánimo de hacer afirmaciones inconcusas en este como en ningún otro asunto, vale la pena referir que, tras una de mis primeras aproximaciones extáticas al conocimiento simultáneo de todos los puntos de vista, agotado de abrirme al torrente inefable, escribí:

«Cuando el universo toma conciencia se suicida; no sin probar antes el hastío de la divinidad».

ÉTICA. Individualismo de temple estoico que procuro mantener elástico en perspectiva y matizar con esa elegancia epicúrea para la cual todo placer es loable si no impone mayores dolores.

FILOSOFÍA. Escepticismo por activa, por reactiva y por pasiva que busca desbloquearse, al mismo tiempo, en el pragmatismo.  En cuanto al libre albedrío, que es el callejón sin salida al que conducen el resto de las disquisiciones, matizar que supone una frontera mental insuperable. A nuestra inteligencia, condicionada para ser operativa a niveles biológicos, le está vedada la experiencia directa de lo que apenas puede deducir en abstracto. No es verificable ni, desde luego, aprehensible la concepción, argumentada con lógica, de que la realidad funcione como un sistema de causalidades de tal manera organizado que el azar sea solo una creencia derivada de la incapacidad para captar cuantas variables intervienen en un escenario de acontecimientos del que, no se olvide, el sujeto interrogador forma parte. Como cualquier observador humano (o hecho por humanos) no tiene, por definición, forma concluyente de obtener la certeza necesaria para asegurar si la realidad está determinada o, por el contrario, es aleatoria, la incertidumbre ha de extenderse también a las posibilidades de desarrollar un método fiable de predicción que logre resolver la incógnita.

MEDICINA. Apuesto por la calidad vital frente a la conservación. Así como la paz es una burbuja de calma pasajera dentro de la guerra, considero que la salud lo es de la enfermedad, que a su vez lo es de la descomposición orgánica. Concepto dinámico que implica una fisiología de antagonismos integrales, la salud consiste en un proceso de sobreponerse a la propia existencia mediante continuas destrucciones y reconstrucciones. Tanto la capacidad de autolesionarse como la de autorreparar buena parte de sus daños constituye una característica común a los seres vivos dotados de un mínimo vigor.

MORAL. Inmoralista en el sentido de abogar por reducir al absurdo de cualquier tentativa de achicamiento moral de la complejidad real. Todo es cuestión de fe para el que no sabe abrir los ojos; todo resulta peligroso para el que espera recibir castigos. La ambición agita el mundo y el miedo evita que se desborde.

POLÍTICA. En un mundo de falsedades consagradas como esas madres de Dios de sexo precintado, o esos dirigentes parlamentarios amputados de conciencia y responsabilidad, asumo el suntuoso deber de no dejar títere con cabeza. Y puesto que rara vez estoy de acuerdo conmigo, salvo en que una galbana cualquiera es menos incorruptible que la participación en el proyecto político más luminoso, suelo decantarme de la actitud vacilante al salero vacilón por un nihilismo combativo a la rusa cuando se me nubla estrafalaria la visión de un despotismo ilustrado que sintetice benignamente, con una pujanza inmune al delirio, la experiencia de los sistemas previos y tenga presente el conocimiento antropológico del hombre más la fractura histórica de su naturaleza, escindida entre el absolutismo de las pasiones y el rechazo alérgico a las utopías, entre las convulsiones del cretinismo temerario y el voluble apocamiento de la inteligencia temerosa. Mis estados más desafectos hallan su correspondencia en el simpático anhelo del suicidio colectivo, pero cuando la alegría impulsa mi imaginación, puedo elaborar teorías fascinantes, como la expuesta en... Lo siento, no quiero que me arresten por fantasear, que es mi forma de inspirar cambios radicales. Los sueños del poder surten monstruosas realidades para escapar de su atracción.

NACIONALIDAD. Cualquier enclave de beatitud donde la percepción se desasga de su vieja armadura y pueda renacer incrementada.

RELIGIÓN. Destino inscrito en el sueño de la materia. Adaptación a la fatalidad que gobierna este mundo incognoscible, depravado (la mayor parte de la humanidad, en cualquier momento histórico, habita durante la mayor parte del tiempo en alguna forma de calamidad) y carente de propósito a pesar de lo que sugieran las irrealidades construidas por nuestros antepasados que, como un legado mágico, empleamos para compensar la dureza de las evidencias.

VOCACIÓN. Coñomante, profeta de los últimos partos y psicopompo de los continentes perdidos en la biblioteca sináptica de la realidad.

Cabeza de Medusa condimentada al arbitrio de Rubens, el célebre apóstol pictórico de la celulitis, como puede constatarse en su Baco.

24.9.10

TRÍO DE NEGACIONES



Exonerado del ímpetu falaz de dar consejos, y rematada sin asomo de lástima la arrogancia de encadenar consignas que siento cada vez más ajenas a mi incumbencia, quiero abandonarme en lo que duran varios parpadeos a la fruición artesanal de compartir mis tres negaciones medulares para entonar una vida asertiva (que es palabra que odio tanto como altruista, problemática o dismenorrea):

– No hacer nada que contribuya a que el mundo sea más feo de lo que es (por supuesto, recae sobre cada uno la responsabilidad de delimitar esta categoría afectiva, ética y sensorial).

– No fingir capacidades que no se poseen (la ambición es una pésima instructora, máxime cuando no la precede el talento).

– No comprometerse a emprender iniciativas que tengan un origen extraño al propio convencimiento, así como evitar especialmente aquellas que lo tengan como finalidad.


El texto me ha servido de coartada para mencionar que Santiago Caruso es un artista que sabe arrancar música a las vísceras con pinceladas dotadas de suave elegancia. Como no me decidía entre la primera imagen (la número 11 de las 29 que ilustran el libro La condesa sangrienta) y Remordimiento (publicada en la revista argentina Caras y caretas), al final he optado por subir ambas.

16.8.10

KRANOG



En mi cabeza cada cabello piensa en otra cosa.
Vicente HUIDOBRO
Altazor

En un universo paralelo no muy distinto de nuestra ficción multitudinaria, yo escribí una novela negra de atributos visionarios titulada Llamamiento a los caídos en la que tangencialmente mencionaba que el MIT, en colaboración con la Genius Company (una corporación internacional especializada en fabricar ilusiones para los ricos), desarrolló un biomanoide de «naturaleza íntegramente artificial» bautizado Liberto Freedman por sus creadores y transfigurado por sí mismo en el Frankenstein de la Era Digital gracias a una biografía repleta de episodios que rayan lo fabuloso.

Tras una colorista ebullición publicitaria que lo exhibió por los platós de teleadicción hasta mustiarlo como vulva de meretriz poligonera («una criatura casi perfecta fruto de la imperfección humana», según la última encíclica del papa Bribión I o William Henry Gates III antes de travestirse para el Altísimo), trabajó en el comité de árbitros del proceso de revisión por pares de la prestigiosa revista Artifice (trasunto de Nature, no os quepa duda) para sufrir poco después una profunda crisis existencial que le indujo a sabotear su carrera con una controversia, de características similares al Escándalo Bogdanov, que puso en solfa a la comunidad de físicos teóricos. Al ser repudiado por quienes lo habían aupado, eligió como exilio voluntario un lupanar de Río de Janeiro donde estableció, junto a su primer círculo de adeptos, una base para el Frente Rezagado de Caín, la autoproclamada «senda de la demolición interior» que servía de complemento espiritual al Frente Adelantado de Caín, una organización apostrofada de terrorista por los gobiernos que desde siempre han pretendido monopolizar el horror.

Concluido su apostolado nihilista, Liberto se suicidó por la mera fuerza de su pensamiento al concebir su creación matemática más debatida y compleja: el Número Óseo. Sobre su cadáver, reposaba manuscrito El cruel arte de la noluntad, un salterio que expone por etapas la filosofía del Kranog a modo de magisterio nulificante (la palabra se me atravesó en un sueño) en el que la predisposición a encarnar actitudes insoportables se lleva hasta el paroxismo de fundir en cada ser el yunque con el martillo, la víctima con el criminal, el citoplasma con el vacío, por medio de una praxis que matiza la senda hacia la sepultura perfilada por Quevedo: «Dichoso serás, y sabio habrás sido, si cuando la muerte venga no te quitare sino la vida solamente». En exclusiva para vosotros, he aquí su primera docena de salmos:

1. ¡Benditos sean los autistas, ellos han roto el camino!

2. Hay mayor grandeza en abandonarse a las carencias de lo truncado que en querer completarse para el olvido. A quien abdica de su voluntad, todo le es dado en la negación soberana del mundo y nunca más tendrá que cargar con la vergüenza de ganarse la vida, de cuyos sofismas y motivaciones se burlará con esa amplitud de mirada que sólo alcanzan los muertos.

3. La verdadera aventura del conocimiento empieza cuando a uno dejan de pasarle cosas; cuando uno se entrega derrotado al bloqueo.

4. La ambición de la inacción, de no tener en cuenta los deseos que pretenden doblegarnos, de despreciar al simio que se cree alguien en nombre del simio que ya no es nadie.

5. La pasividad que nace del hastío para relacionarse con los otros, el desdén apático de no albergar más esperanza que la de culminar el aislamiento en una monótona suficiencia, la soltura en renunciar ante el menor indicio de pasión y de escupir veneno sobre las propias ganas cuando el único imperativo que se ha adoptado como válido es el desaliento, todo ello, no son sino las reglas sublimes y delicadas del arte de arruinarse a sí mismo.

6. No asirse a nada, excepto a los horrores sutiles de la propia descomposición, constituye el tesoro de una visión que ninguna experiencia posterior puede borrar y desde la cual la correspondencia con los anhelos humanos resulta imposible porque todo movimiento contribuye a la caída en una sola dirección: la oscuridad absoluta.

7. Continuar viviendo cuando cada instante nos recuerda que deberíamos perecer, supone, más que un aplazamiento por cobardía, un amargo refinamiento que agudiza en el alma la conciencia de su podredumbre con un préstamo de muerte que será un suicidio del suicidio para que nada sobreviva a la decadencia del ánimo y así, cuando haya que matarse, no haya por fin nada que matar.

8. Mi cansancio es el anagrama de mi desolación y una metáfora de mi libertad por el desprendimiento, pues no necesito actuar para sentirme vivo, ni viajar para sentirme fluir, ni triunfar para sentirme grande, ni competir para sentirme útil, ni ser admirado para sentirme seguro. Mi cansancio es más listo que yo, por eso lo acato.

9. Me entusiasmo con ligereza por cualquier nimiedad porque sé que muy pronto me cansaré de ella, incluso antes de que pueda hacer algo por obtenerla.

10. La pregunta del hombre es la respuesta a una ausencia.

11. La diferencia entre renacer y resucitar es que en el primer caso se vuelve a la vida con renovada pujanza para hacer de voluntades realidades, mientras que en el segundo falta el convencimiento necesario para poder salir de ella y las realidades, en vez de reanudarse, se deshacen corroídas en noluntades. El primer pensamiento cabal de un resucitado estará dedicado a la perpetua vanidad de los mortales, pero la flecha emponzoñada de su intención se orientará contra sí mismo por verse desterrado de su único hogar, la tumba.

12. ¡Cuánto celebra el sujeto hundido en el lodo de sus tedios la alegría que se posa efímera recordándole que hubo un tiempo de ilusiones, que otra vida aún es posible, mas no para él! El leve peso de esa alegría es justo lo que le faltaba para terminar de hundirse.

Tanto los siameses unidos por la pelvis como el sátiro de alado rulé proceden del libro de grabados que Giovanni Battista de Cavalieri hizo publicar en 1585.

14.4.10

FÓRMULA MAGISTRAL


La clave del bienestar social consiste en que la gente no se entere de lo mal que vive.
Andrés RÁBAGO, el Roto
El libro de los desórdenes

Conozco tres prácticas cardinales para proporcionarse una vida sana y prolongada cuyo valor demostrado hoy está denostado incluso entre las clases populares (buen indicador de su nivel de alienación), cuando no enfrentado al galopante ritmo impuesto a los acontecimientos por el orden que se cuida de que nada arruine la misión de extenuarnos hasta la destrucción; esas tres costumbres tan recomendables en lo personal como política y comercialmente incorrectas son todavía asequibles a quienquiera cultivarlas: dormir mucho, comer poco y trabajar menos. Sintetizado en abstracto: menor adhesión, mayor desapego. Y del fornicio hablaremos en otro lugar.

Vinculado al movimiento artístico Arts and Crafts, Walter Crane se especializó en técnicas decorativas ejecutadas con maestría y entusiasmo, además de concebir ilustraciones destinadas a iluminar relatos infantiles como Princess Belle-Etoile, de donde he tomado la viñeta que muestra al apuesto Cheri hostigando al dragón con un espejo para que se precipite al abismo.

1.8.07

ESQUEMA DE RELACIONES INTRAESPECÍFICAS

Del mismo modo que el motor de combustión interna funciona con gasolina, la persona funciona con amor propio: si está llena de él, puede hacer un largo recorrido; si está llena parcialmente, pronto necesitará repostar; y si está vacía, se detendrá.
Thomas SZASZ
El segundo pecado

Puesto que hagamos lo que hagamos daremos puntualmente en cada acto la razón a Donatien —autor para quien «el hombre sólo practica la virtud por el bien que desea obtener de ella o por el reconocimiento que espera»—, resulta pertinente discernir entre clases o calidades de egoísmos como aproximación preliminar a las intensidades, derivaciones y combinaciones en que se manifiesta la variopinta búsqueda de la satisfacción personal, de la que puede esperarse todo, incluso lo contrario, cual sucede en las conductas que reciben el beneplácito de pasar por altruistas. En la reproducción, por ejemplo, hay más avieso interés invertido que en agotar el patrimonio genético sin arrastrar a otros que lo dilaten, si bien los estériles vocacionales solemos sufrir la acusación de comportarnos como unos acaparadores incapaces de trascender el planteamiento egocéntrico de la existencia, objeción que ni siquiera voy a considerar digna de ser rebatida, ya que procede de los juicios de valor de una especie con cuyos marchamos seguidistas en ningún caso me convengo identificado. El hecho cierto de haberme desligado de las múltiples coacciones recibidas para continuar la secuencia evolutiva debería convertirme en algo así como una subespecie, mas no se ha demostrado aún que quienes gozamos de este desasimiento respecto a las programaciones heredadas seamos fruto de una mutación a la que poder atribuir la indiferencia hacia cualquier proyecto relacionado con hacer perdurable la marioneta humana.

En la tabla, el signo positivo representa una ventaja efectiva, cero una situación inocua de la que ni uno ni otro obtienen beneficios o perjuicios ostensibles, y el signo de sustracción un menoscabo objetivo.

19.7.07

TAN PRECIADAS, TAN ESCASAS


Son estas siete virtudes cardinales:

· INGENIO
· LUCIDEZ
· DELICADEZA
· TEMPLANZA
· MAGNANIMIDAD
· AUDACIA
· INDEPENDENCIA

Como frecuentes y detestables estos vicios principales:

· TORPEZA
· OFUSCAMIENTO
· GROSERÍA
· BRUTALIDAD
· RUINDAD
· COBARDÍA
· SUMISIÓN

El problema intrínseco de las virtudes está en saber conjugarlas; el de los vicios, en cómo impedir que no se multipliquen entre sí...

10.5.07

DECÁLOGO ZOZOBRERO (Semblanza de un lidiante)

A él lo llaman siniestro por brillar con luz propia en la oscuridad. Dicen que no es de fiar, que su alma está vacía, que su sangre es un vendaval y tiene el pecho congelado. Todo esto aseguran, y no les falta razón, porque

EL GUERRERO

1. Lucha sin perder la paz.

2. Crece en las derrotas y madura en las victorias.

3. Domina sus armas con la cabeza y maneja su pensamiento como un arma.

4. También sufre, mas no teme sufriendo; conoce el miedo, pero no lo sufre.

5. Puede matar porque ya ha muerto y los muertos, como se sabe, no pueden morir dos veces.

6. Sabe lo que puede porque puede lo que sabe y no ignora que su peligro radica en vislumbrar lo oculto, decir lo silenciado y hacer lo reprimido.

7. No pide: toma; no se lamenta: ataca; no se rinde: se vence.

8. Nunca desespera porque nada espera.

9. Permanece fiel a su palabra en la adversidad y receloso de las palabras en la fortuna.

10. Se encuentra siempre al borde del abismo… lo que ocasiona grandes trastornos al abismo.

16.8.06

NOTAS PARA DIVIDIR LA HUMANIDAD



MORAL DE SIERVOS

1. Entiende el sufrimiento como un castigo y lo exhibe para suscitar pena.

2. Teme en privado a la autoridad y en público la venera.

3. Prefiere delegar sus decisiones en otro y, en su ausencia, las remite a la norma.

4. Mantiene los hábitos que le han inculcado.

5. Su seguridad depende del orden establecido.

6. Se acomoda a la rutina y huye de lo desconocido.

7. Siente deseos de mandar para vengarse de sus rivales.

8. Se valora a sí mismo según lo útil que pueda ser a los demás.

9. Necesita estar acompañado para tener estímulos.

10. Todo le angustia porque siempre tiene miedo.

11. Insomnio.

12. Productor de vítores y aplausos.

13. Se cree grande cuando forma parte de algo multitudinario.

14. Vive para trabajar.

15. Considera sus actos como un juicio constante.

16. Asume que los derechos son regalos y los deberes sagrados.

17. No sabe qué hacer con su tiempo libre y, en consecuencia, lo condena como agente de corrupción.

18. Odia estar parado porque le obliga a pensar.

19. Religioso, tendencia al fanatismo.

20. Ve en las diferencias una amenaza.



MORAL DE VIVIDORES

1. Sufre con orgullo en la intimidad.

2. Cuando no puede ignorar la autoridad, trata de escamotearla con ingenio.

3. Decisiones inspiradas en gustos personales.

4. Crea costumbres.

5. Gana seguridad a medida que se distancia de la sociedad.

6. Mediante las excepciones pone a prueba el temple de su carácter.

7. No necesita ejercer poder sobre otros para ser poderoso.

8. Sabe valorar a los demás porque se conoce bien a sí mismo.

9. La soledad lo incentiva.

10. No se preocupa por nada porque es dueño de su conciencia.

11. Bostezo.

12. Dispensador de ironías y carcajadas.

13. Se siente grande cuando no forma parte de nada aunque ello suponga estar enfrentado a la mayoría.

14. Trabaja (si no hay más remedio) para vivir.

15. Contempla sus actos como el curso de un sueño.

16. Piensa que los derechos se conquistan y los deberes son tributos.

17. Busca el ocio para hacer lo que le place y, en consecuencia, lo exalta como medio necesario para cultivarse.

18. Le gusta detenerse para saborear la inmensidad del instante.

19. Explorador, tendencia a la aventura.

20. Aprovecha las diferencias con curiosidad.

Fuente: A todo trance. Propuestas para salvar la divagación pura y dura. Inédito. 2004.
 
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