Exonerado del ímpetu falaz de dar consejos, y rematada sin asomo de lástima la arrogancia de encadenar consignas que siento cada vez más ajenas a mi incumbencia, quiero abandonarme en lo que duran varios parpadeos a la fruición artesanal de compartir mis tres negaciones medulares para entonar una vida asertiva (que es palabra que odio tanto como altruista, problemática o dismenorrea):
– No hacer nada que contribuya a que el mundo sea más feo de lo que es (por supuesto, recae sobre cada uno la responsabilidad de delimitar esta categoría afectiva, ética y sensorial).
– No fingir capacidades que no se poseen (la ambición es una pésima instructora, máxime cuando no la precede el talento).
– No comprometerse a emprender iniciativas que tengan un origen extraño al propio convencimiento, así como evitar especialmente aquellas que lo tengan como finalidad.
El texto me ha servido de coartada para mencionar que Santiago Caruso es un artista que sabe arrancar música a las vísceras con pinceladas dotadas de suave elegancia. Como no me decidía entre la primera imagen (la número 11 de las 29 que ilustran el libro La condesa sangrienta) y Remordimiento (publicada en la revista argentina Caras y caretas), al final he optado por subir ambas.
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Ningún comentario recibido con posterioridad al verano de 2019 recibirá respuesta. Hecha esta declaración de inadherencia, por muy dueño que me sienta de lo que callo dedico especial atención a los visitantes que no marchan al pie de la letra.