![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHEMUnHVGjT_ugRMFBgoI-m9eC-pIohQ-eGjY0dMP3HPlLbWzI0LP871uygduKOu-9PuctUBl7OXt0u5ntqDk7WhZIBj-sez2BK1nc7-c-4ukSopblOtUhoorgAyD7MvqjmGA2eA/s400/condesa.png)
Exonerado del ímpetu falaz de dar consejos, y rematada sin asomo de lástima la arrogancia de encadenar consignas que siento cada vez más ajenas a mi incumbencia, quiero abandonarme en lo que duran varios parpadeos a la fruición artesanal de compartir mis tres negaciones medulares para entonar una vida asertiva (que es palabra que odio tanto como altruista, problemática o dismenorrea):
– No hacer nada que contribuya a que el mundo sea más feo de lo que es (por supuesto, recae sobre cada uno la responsabilidad de delimitar esta categoría afectiva, ética y sensorial).
– No fingir capacidades que no se poseen (la ambición es una pésima instructora, máxime cuando no la precede el talento).
– No comprometerse a emprender iniciativas que tengan un origen extraño al propio convencimiento, así como evitar especialmente aquellas que lo tengan como finalidad.
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El texto me ha servido de coartada para mencionar que Santiago Caruso es un artista que sabe arrancar música a las vísceras con pinceladas dotadas de suave elegancia. Como no me decidía entre la primera imagen (la número 11 de las 29 que ilustran el libro La condesa sangrienta) y Remordimiento (publicada en la revista argentina Caras y caretas), al final he optado por subir ambas.
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Ningún comentario recibido con posterioridad al verano de 2019 recibirá respuesta. Hecha esta declaración de inadherencia, por muy dueño que me sienta de lo que callo dedico especial atención a los visitantes que no marchan al pie de la letra.