28.4.19

DENUEDOS Y ESTAMPIDAS

Grant Wood, Buffalo Stampede
Los hombres verdaderos de la antigüedad no conocían ni el amor a la vida ni el horror a la muerte. Ni se holgaban de haber nacido, ni dejaban de aceptar su muerte. Partíanse tan naturalmente como habían venido; eso era todo. No olvidaban su origen, y no buscaban su final. Aceptaban alegres lo que venía, y cuando algo perdían teníanlo por retorno. 
Zhuang ZI
Maestro Zhuang

Ahora vuelvo a hablar de lo que no querría porque nada quiero más que poder callar a gusto. De lo que no hablaré, ni aquí ni fuera de mí, es de la calidad de la presente obra, que acato con el mismo recato que encuentro elegante en el autor de talento y necesario en el de poco mérito. Toda expansión es inútil si no introduce un acceso de mayor recogimiento, pero como Antonio Enríquez recita:

¡Bueno está el mundo! ¡Andallo, compañero!
¿Es bien que yo me quede en el tintero?

Justo es anticipar, sin embargo, que ni por espesor de contenidos ni por altura de estilo representa la selección de pasajes que forman este libro mi racimo más estimable, que está sólo llamado a ser el que concentre las ideas efables que me han frecuentado a lo largo del año, no muy distinto en tesitura de otros transcurridos entre salvas de ingenio y pellizcos de abulia. Vuelvo así como un encabritado fénix de la solitud, sin otro aliento que los denuedos y estampidas de mis pensamientos sobre la cuerda floja de lo que sé, no más que la mucha y remucha nada que soy. A fe mía, si acaso fuera admisible la fe de un docto de ignorancia que estudia en intimidad con lo invisible, esto no es oscuridad sino luz escondida.

Al igual que en otras colecciones de máximas, epigramas y aforismos publicadas en esta contrabalanza, he abrazado el criterio de ordenar su hetereogeneidad en bloques temáticos menos categóricos que flexibles, razón por la que no han sido crismados con un título que los anuncie. Con todo, hará más transitable la lectura saber que entre los fragmentos 1 y 206 abundan la filosofía moral y las especulaciones sin anclaje; del 207 al 239, la metafísica de las costumbres se ve relevada por la patafísica de la ingenesia; del 240 al 327, reincido en la crítica de algunas relaciones de poder que los curtidos en lo insólito leerán como truismos; del 328 al 357, las objeciones giran alrededor del progreso de la técnica; del 358 al 384, apostillo a propósito de la creatividad; del 385 al 434, junto a otras antropologías de bolsillo, dejo vagar la lupa de la observación sobre el inagotable puzle de caracteres que lo humano refleja en cada singularidad.


1

No permitas que tu idea de cómo debería ser la realidad arruine tu sentido de la irrealidad.

2

No existe una verdadera forma de ver la realidad, aunque sí grados angulares de percibir las colosales dimensiones de nuestro engaño.

3

Nadie con prisa sabe dónde pisa.

4

Sólo es perfecto el momento que permite experimentar la imperfección sin orgullo ni menoscabo.

5

Si el trabajo es una virtud, jamás hubo virtud tan admirablemente travestida de lo contrario ni tan alegremente predicada por quienes menos la practican.

6

Ser implacable con el pensamiento e impecable con las palabras.

7

De la escisión del espejo universal nace el drama individual. Y escisión tras escisión, por no poder reconocerse en sus fragmentos individuales, la universalidad deviene el drama.

8

¡Cuidado con las afirmaciones! Por cada crecen, como mínimo, tres negaciones: el no del retroceso imposible, el no del descargo de conciencia y el no de la renuncia futura.

9

Toda obra bien nacida sabe más que su autor.

10

Fuera sólo hallarás lo que dentro hayas buscado.

11

Nunca es para bien el orgullo: si hay motivo encomiable, lo mancilla; y si lo hay vituperable, insúflale humos de cabecilla.

12

A la verdad puede llegar cualquiera, pero a aceptarla solo llegan los inteligentes.

13

No creo en las verdades a medias, sino en las verdades tan enteras que demedian.

14

Antes se perdona al mentiroso empedernido que al generoso con la verdad.

15

En un mundo que corre patas arriba, quien tiene buena cabeza se asegura un método infalible de perderla.

16

La moral que no acomode la conciencia a las bajas pasiones que gobiernan el mundo, nunca gozará del agrado de los humanos, al menos de los que bendicen sus éxitos con ajenas destrucciones.

17

Cuanto mayor es la visión, mejor se ve lo ciego que uno es.

18

Sólo alguien asombrosamente impermeable a la perspectiva histórica de los hechos podría creer que la competencia genética ha traído como resultado la mejora de las facultades superiores de nuestra especie. Muy al contrario, los sistemas nerviosos que desarrollan una percepción más nítida del mundo, un árbol más frondoso de sensibilidades, no cuentan con ventajas evolutivas sobre la fuerza del autoengaño, de la brutalidad, de las instituciones basadas en conductas miméticas y, sobre todo, de los errores útiles para mantener en las tinieblas de la inconsciencia las ominosas verdades de la realidad.

19

La inteligencia y la sensibilidad, sin cuya alianza no podríamos crear una dimensión ética en las relaciones con otros seres vivos, existen a pesar de nuestra pretendida soberanía moral, no gracias a ella. Vivir éticamente significa alcanzar un mayor concierto entre la naturaleza propia y las circunstancias, una claridad mayor para captar la situación tal cual es, no desfigurada por la urgencia de cumplir un propósito.

20

Ninguna meta consigue liberarse de sí misma, luego entiéndase liberado quien ninguna meta sigue.

21

La misión de un soldado bien puede ser, como la de un autómata, cumplir las órdenes que recibe sin temor a no comprenderlas. En la misma circunstancia, la obligación de un espíritu libre es comprender los mandatos sin temor a incumplirlos cuando los entiende con demasiada lucidez.

22

Ni compres con los ojos cerrados, ni sueñes con ellos abiertos.

23

El disparate gobierna siempre que los gobernados consideran que cumplir la ley es, por defecto, lo menos disparatado.

24

Una vez se ha roto el hechizo, nada aporta un sentido amoldable a nuestras necesidades y ahí es donde entra en juego la capacidad del ingenio para alumbrar valores.

25

El amor a lo efímero no es un amor real, pero amar lo imperecedero es amar la nada por encima de todo lo demás.

26

¿Qué es el amor al conocimiento sino todo lo que no frustró el imposible amor a lo existente?

27

Ninguna amistad es rentable si depende de los negocios.

28

Cuando a uno le estallan las costuras, el buen amigo le echa un remiendo con el hilo de las suyas.

29

Entiéndase bien lo que no entiende el que atiende a bastiones por no atender a razones.

30

Opóngase al imperativo productivista «puedo, luego debo» la objeción expresada en un «puedo, mas no quiero» cuya fuerza adversativa conservaría en la versión «puedo, más no quiero».

31

Que tu estudio sea tu jardín, y tu jardín, tu estudio.

32

Todas las nociones inteligibles que el ser humano ha fabricado deben ser devueltas a su nicho elemental, donde la dificultad aún era una fuerza luminosa frente a la oscuridad que reina detrás de lo fácil.

33

Metidos en la polvareda de vivir, más vale estar al abrigo de un dios sin mundo que al socaire de un mundo sin dios.

34

Más faraón que el miedo es el deseo, cuya sola evocación activa fuerzas que el terror no imagina siquiera. Si el deseo hablara libremente, las relaciones humanas adoptarían configuraciones inéditas que pocos encontrarían deseables.

35

Del que no es menesteroso por pobreza sino por inclinación, mezquino es poco decir con el dispendio de epítetos que su andrajoso ánimo merece.

36

El hallazgo y el hartazgo están más próximos entre sí que los párpados y el iris.

37

No se mide la sabiduría por años de desgaste entre las muelas de la experiencia, sino por nacimientos de conciencia logrados a pesar del destrozo de las edades.

38

Ningún pobre de espíritu merece que uno altere su conducta por él, y si fuera lícito a los amantes de la sabiduría dispensarse infidelidades con el orgullo, la chusma que los escarnece sería mofándose de su alejamiento de las manadas, de la frugalidad o del desdén por las rentas del acto, pero el desvelo perdería un aliado ejemplar para estremecer a los arrullados por el engaño.

39

No puedo detenerme en la contemplación de los cardúmenes humanos porque encuentro el afán de desmontar sus ilusiones motrices irrecusable, y como mi interés por permanecer enfocado sin alterarme pugna en vehemencia con la búsqueda de la verdad, en el emparejamiento que forman uno y otra han de anularse por fatalidad.

40

La naturaleza es el rompecabezas de la necesidad como el pensamiento lo es de la libertad, pero el tiempo histórico demuestra hasta qué punto la bestia humana puede confundirlos en su propio perjuicio.

41

Tan mal percibe uno su mismidad cuando se siente exultante, que podría en un descuido desearse la inmortalidad.

42

Aun siendo una de las más destructivas compañías para el pensamiento, el deber puede procurar la virtud de tonificar el carácter que lo remonta.

43

Consideraríamos propio de una tiranía el dilema que deja al hombre como única alternativa morir defendiendo su inteligencia o salvar el pellejo. Tal es el ojo de la aguja que ha de atravesar en cada vicisitud la conciencia del que ha despojado de sí mismo toda veleidad antropomórfica.

44

Madurez no es todavía el haber aceptado la incertidumbre del mundo circundante y su poder para frustrar los deseos; la madurez se sabe alcanzada cuando lo aceptado como un poder cierto es el abandono de los deseos frente a los vaivenes del mundo que los excita.

45

Forma la experiencia que la virtud reforma el desengaño que uno conforma con el tiempo que lo deforma.

46

Quien adula al vil se envilece a sí mismo tanto como quien vilipendia al de ánimo superior.

47

Hacer hermosas obras con las manos es hacerle bien al alma.

48

Si nada es ya un exceso, ¿para qué todo? Nada debería ser causa de extrañamiento para el que en todo se entraña.

49

Los aplausos en demasía ensordecen el talento.

Grant Wood, Sentimental
50

Para mover a escándalo al falaz basta mentar las cosas por su nombre.

51

Da fe al testimonio de tus enemigos si cavar quieres con él tu propia tumba.

52

Algo genial se manifiesta a través de la interacción con los demás que solo la soledad del eremitorio puede apreciar sin hacer concesiones superfluas a las hipérboles, tensiones y estulticias de la vida social. «Un ser humano que no tiene una sola hora para sí mismo cada día no es un ser humano», sostiene el rabí Moshé Leib.

53

Toda soledad es incompleta para quien busca sustraerse de las ineludibles desavenencias con sus congéneres.

54

No sería tan discordante el exceso de racionalización en el ámbito de las ideas si no escaseara en el de los afectos, donde la pasión tiene aún a su favor siglos de propaganda cultural que socavan la serenidad y el distanciamiento anímico de la ebullición de humores que hacen cadena de traspiés en cada uno .

55

Si un hecho tiene sentido, se ha de dudar con más énfasis: la realidad tiene la desafiante avezadura de ser irracional.

56

Algunos aprovechan el irreparable estado de la humanidad para disculpar su profunda aversión hacia los demás, a quienes consideran poco más que pústulas, en vez de comprender que, cuando todo se derruye, la amabilidad es un ofrenda a la que honra en entereza dedicarse.

57

Abre bien tu entendimiento al sentimiento: en los más despreciados callejones de la humanidad habitan corazones auríferos.

58

Conformarse con la realidad tal cual la recibimos, no hay receta más fácil contra la grandeza del pensamiento y el vuelo de la imaginación.

59

Aun la más leve verdad parece achaque depresivo al optimista.

60

La validez de una idea no depende de su vigencia, sino de su parentesco con la imperecedera actualidad de la tragedia.

61

Con uno empieza la tragedia; con dos, la comedia; con tres o más, todo se vuelve parodia.

62

¿Qué le diría yo a Sofía que sus más renombrados amantes hayan omitido? ¡Abrasadora te hizo natura y quien a ti se acerca, arde dichoso!

63

No estriba la tragedia en tener por cierta una muerte incierta tras el undívago meneo de los años, sino en sobrevivir a la descarnadura que solamente un dios puede soportar sin quedar hecho papilla.

64

Advertida ya la conciencia de los conocimientos que no podrá abarcar por falta de tiempo y de vigor, haga en sí comienzo de saber no saber.

65

Solo merced al arte de crear constelaciones de sentido frente a la ausencia de referencias capaces de anclarla, puede el alma concederle un certificado de habitabilidad a este mundo.

66

No es la mentira la que siembra de dudas la razón.

67

Nada cargues que no puedas llevar sin hundirte, y si esa carga insoportable eres tú, adonde vas mejor se llega ligero.

68

El animal más desgraciado es el que causa mayores desgracias.

69

No se trata de reconocer a otros seres derechos cuyas convenciones están hechas a la medida de nuestra especie, sino de señalar los privilegios que como humanos no deberíamos arrogarnos sobre ellos.

70

Antes intenso que tenso, y después de analizar, canalizar. Contra el poder dirigista de la sugestión, reflexión. Contra el poder lesivo de la intimidación, satirización. Contra el poder falaz de la simulación, hesitación.

71

Pensar es, para el que en verdad piensa, una forma de compensar el pesar propio con el pasar de todo.

72

Ocurra lo que ocurra, uno aguanta sus desgracias con el bobo consuelo de que todo tiene un sentido, estableciendo tratos con la realidad homologables al sufrimiento que el arrepentido se inflige con el ilusorio fin de saldar la culpa contraída. Lo primero que se le debe pedir a quien estime el valor de una conciencia responsable es que se deje de puerilidades como las descritas y asuma que su mejor condición es estar de balde.

73

Por bella y agraciada que parezca una existencia, vivir pronto se torna carga capaz de agotar al más forzudo. La vida puede ser un festejo como excepción, no como norma.

74

Harto larga es la vida para el que ha descubierto pronto la agonía, harto fugaz para el que aún ignora el poder de lo irremediable y harto ambivalente, tan larga como fugaz, para el que la ha indultado en sí mismo.

75

Aporta la violencia el primer recurso para perder la inteligencia y el último para explicarse.

76

La avaricia afea a quien la nutre como el semen en la boca de una vestal.

77

Hiere el fogoso cuando a su arrimo se queman quienes buscan solo tibiezas; hiere, pero no tanto, como el hielo de la lejanía que estiran los que huyeron abrasados de él.

78

Puesto que solo poseemos aquello que no necesitamos, participamos en la gracia que contrarresta la gravedad de la existencia cuando dejamos de contribuir a la perpetuación de sus artificios.

79

Quien halla su centro en sí así caiga el firmamento, ¿qué más podría necesitar del universo si lleva consigo cuanto cabe?

80

Aun si convertirse pudiera la prudencia en un obstáculo de efectos hostiles a su cometido, téngase por más loable actitud abrazarse a la galbana que a la porfía.

81

A poco curioso que uno sea, difícil le resultará no indagar qué otros aspectos del saber alcanzado en otras épocas permanecen invisibles al estado actual de nuestra percepción. En su contra estará siempre cierto sector de la erudición, no limitado al sóviet académico, que como ignora todo lo relativo al conocimiento de las sustancias que han acompañado nuestra peripecia durante milenios, prefiere descalificar en bloque esa vía de gnosis antes que admitir sus lagunas.

82

Las moléculas psicodélicas tienen el increíble efecto de producir locura en quienes no las toman. Algo similar afirmó el pope de la lisergia Timothy Leary después de haber observado las consecuencias de difundir el precioso descubrimiento de Hofmann. También la sobriedad produce excesos y cualquier estado mental impulsado en demasía corre el riesgo de desembocar en un trampal psicótico. No sorprende, pues, que los duros de mollera, ufanos de no haber perdido la sesera por el simple hecho de hacérsela perder a otros, deturpen las revelaciones fulgurantes asestadas por principios activos por temor a ver desmontadas las filfas que se repiten a sí mismos.

83

Entre dos castas de alucinados camino: unos creen solo lo que ven y otros ven solo lo que creen; entre dos estirpes de flipados oriento la brújula de las dudas hacia el septentrión donde el fulgor de lo que veo no se confunde con el reflejo de lo que creo ver.

84

A condición de que parezca sólida, la presunción más disparatada sobre el funcionamiento de los hechos es superior, a juicio de alguien trivial, a la ausencia de pruebas necesarias para amoldar la acción al pensamiento. He ahí una probable explicación de la génesis de los sistemas de conocimiento que excluyen la enseñanza revelada de su impedimenta.

85

Ser complaciente es para el débil apenas más fácil que ser duro para el que está en posición dominante.

86

Menos se sufren las órdenes de alguien inflexible que la obediencias de un bruto.

87

Ridiculizar nuestra insaciable necesidad de consuelo es, paradójicamente, un recurso tan inaudito como consolador.

88

Cree el fanático religioso estar en posesión de la cura para los desencantos surgidos de la modernidad sin reparar en que él mismo es un síntoma, y no de los leves, de la enfermedad que pretende erradicar, tanto como pueda serlo el fundamentalismo materialista que, mediante el desprestigio de los disconformes con su concepción de la naturaleza, preserva la consoladora ilusión de que el mundo acata leyes accesibles al conocimiento humano y de que estas son una referencia válida a la que remitir cualquier atisbo de absurdo derivado de la experiencia personal.

89

El placer de la franqueza supera con creces la admiración cosechada con falsas pretensiones.

90

No por más repetida es verdad una mentira, ni por más censurada una certeza menos fuerte su viveza.

91

Solo hay dos instantes absolutos en la vida de toda criatura y ninguno de ellos es más que un salto a lo desconocido.

92

Lo importante no es cómo se empieza sino cómo se acaba, pero acabar de poco importa si se avanza como un sonámbulo.

93

Trastocada por consueto está la afición que se profesa a los seres ubicados en edades antagónicas, los bebés que vienen y los ancianos que van, pero si el trato con ellos fuera menos equívoco, a las criaturas que a punto están de ser alumbradas nadie les dedicaría más devoción ni menos desprendimiento que a los agonizantes en proceso de desembocar en un parto inverso.

94

La verdadera evolución sortea los remolinos de la revolución para seguir su curso hacia la devolución integral del ser que nunca pedimos ser.

95

La descortesía es el menor de los defectos que muestra quien necesita presumir de sus virtudes.

96

Rectificar es el dopaje de la verdad.

97

Por una boba, aunque asaz natural inversión de términos, tendemos a actuar como si todo nos hubiera sido destinado cuando la realidad demuestra punto por punto lo contrario, que somos nosotros los destinados a todo.

98

Ser comprendido es, a menudo, el mayor insulto que uno puede recibir de sus coetáneos.

99

Vivir sin apartarse de la turba es intolerable cuando uno, que conoce a sus congéneres de un modo que no están dispuestos a entender, conserva un mínimo respeto por su propia delicadeza.

100

El afecto que sentimos por otras criaturas no puede ser más que un yerro cuando, en vez de la satisfacción inherente a la dádiva de su presencia, esperamos un acatamiento que aplaque nuestro afán más necio, el de posesión.

101

Puede el alma del mundo llegar a enquistarse en el sujeto como una feble y pomposa entidad, aquejada de sí misma por intratable, bulliciosa de quejumbres contra su enfangada menudez.

102

Si no se atreviera uno a pensar descabelladamente nunca llegaría a tener noción de lo descabellada que es la vida.

103

Descifrar la vida como un momento de la muerte y barruntar que la muerte está en la médula de todos los momentos es bailar un tango con Dios.

104

El interés particular carece de valor si no atiende a virtudes y la virtud no despierta el menor interés si no inspira al individuo el valor de construirse a sí mismo.

105

Atrévete a pasar desapercibido.

106

Cuando la realidad es abordada desde el estómago, el cerebro huye por el recto.

107

Salvo en el canalla que interpreta como debilidad ajena las muestras de una calidad moral que lo rebasa, la buena fe llama a la buena fe.

108

Quien sintoniza como propias las estridencias de su tiempo, siente que gana volumen mientras va perdiendo oído.

109

Puesto que hay actos correctos que se hacen por la razón equivocada y razones justas que son el vivo germen del delirio, no ha de temerse el razonable giro de darle la espalda a la razón.

110

Para apreciar el valor del que tampoco ha de privarse a las cosas mundanas, es necesario que al entrenamiento de su pérdida lo aventaje el arte de ir disponiéndose a morir en paz.

111

Como una fugacidad que aletea entre dos substratos, no eres diferente de la mariposa que hoy coquetea entre corolas y mañana dará sustento a los rizomas.

112

Bien haría el pensamiento ocupándose de hacer la vida más aceptable, pero a medida que profundiza en ella se ensucia con la mala tarea de tener que transformar sus hallazgos extraordinarios en pedestre material de comidillas.

113

Pensar con amplitud no solo es difícil empresa cuando se está demasiado cerca de otros congéneres; supone también, antes o después, pensar contra ellos.

114

Al margen de si la culpabilidad es real o solo ficción legal, el castigo carece de sentido si no cumple la virtud de mejorar a quien lo imparte.

115

Ante el tribunal de los otros, calla tus buenas acciones para evitar que las condenen.

116

No es menos tenebroso ascender a una cumbre sin numen que descender sin temple a una sima.

117

Comprender lo malo es tan bueno como ver la sociedad sin el estrabismo de lo social.

118

Sólo un error ineludible puede cumplir los requisitos que exigimos a la verdad como garantía de sí misma.

119

Díselo, pero no mucho, si amas a otra persona... El amor es un ávido huésped.

120

La decepción empieza con la intención.

121

Ningún horror es digno de tanto rechazo como la turbación que corroe nuestra serenidad ante cualquier horror.

122

Olvidamos los sueños con una eficiencia solo equiparable al modo en que adquirimos la insensata seguridad de estar despiertos.

123

Si observásemos nuestra vida con objetividad, encontraríamos en cada intríngulis poco excusables motivos para sufrir. Todo lo demás no constituyen sino paralogismos, coartadas para seguir adelante como si la verdad fuese otra.

124

A hurtadillas, como una adúltera, se desliza la prudencia encapuchada de anonimato por los husos que no marca el gnomon.

125

Pingüe tesoro guarda quien al abrir la tapa del día halla la certeza de no necesitar el cumquibus que a otros, más sucintos o más ávidos de encadenarse a proyectos fungibles, mueve a desperdiciar las áreas áureas de la vida buscando afanosamente dónde y cómo transformarlas en horas monetizables.

126

Con un servilismo satisfecho de serlo hasta el engreimiento, corren los pensadores temerosos de la oscuridad que hallan en sí mismos hacia la luz simulada de un imperativo categórico, esa linternita que achica el cosmos en proporción a la cobardía que lo rehuye y que engaña a su portador de igual forma que el excursionista, durante las horas fuliginosas, imposibilita la acuidad de sus sentidos aferrándose a un candil.

127

Basta que se alabe el desinterés para no cuestionarse sus razones, ni aun cuando resulta notorio que daña particularmente a quien lo asume y beneficia especialmente a quien lo predica. Debemos a la superstición de ser personas la facultad de actuar contra nosotros mismos no en la promoción de virtudes que redunden en nuestra mejoría, fortaleza o acendramiento, sino en la consecución de los intereses que la comunidad aconseja atender con prelación sobre los propios. Pocos recursos son más persuasivos que una causa encomiable para allanarle el camino a los propósitos más cuestionables.

128

Todas las personas bien dotadas para modelarse a sí mismas asumen, desde sus más tempranas contrariedades, que han de aprender a vivir de acuerdo con sus intensidades y que esta es una senda singular, no exenta de abruptas pérdidas ni de violentas iluminaciones, a lo largo de la cual el ánimo será unas veces juvenil y otras vetusto, siendo natural que fluctúe entre las exultaciones expansivas de las cumbres y las penumbras depresivas de los collados.

129

La primera forma de vida de origen desconocido que uno encuentra es su propio ser, y a partir de esta salvaje proximidad a sí mismo se transforma en un poderoso medio de investigación.

130

Toda vez que los seres dotados de vida consciente, desde la vulnerabilidad, mutabilidad y letalidad características de cualquier organismo, inervan su voluntad de autosignificación en el éter o vacío del que proceden todas las emanaciones, asombra que aún haya gente convencida de que un grano de polen es sólo un grano de polen.

131

«La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de adorno a los ricos», según el perruno Diógenes. Habida conciencia de que al amante de la sabiduría no hay fragmento de realidad, por disruptiva que sea, que no lo abastezca de conocimientos, las monstruosidades no son para él menos dignas de trato. No el trato de un amor semejante al inspirado por las bellezas más excelsas o los descubrimientos más integradores, porque entonces su amor sería espurio e indiscriminado, un amor degradado por un rasero común que no casaría con la ciencia nacida de la videncia, pero aprecio en todo trato de la experiencia que mana de la atrocidad. Un hombre deplorable, una situación espantosa o una vida pésima siempre pueden proporcionar un contraejemplo: he ahí, como mínimo, la potencia de su valor y su valor potencial.

132

Puesto que el bien y el mal han revelado no ser sino tozudas convenciones de una moral desentendida de la noesis, divinos prejuicios al gayo pensar de Nietzsche —quien sabía que todo es cuestión de perspectivas conjugadas—, hágase contenido de los rangos de sensibilidad habidos entre una magna visión creadora de dimensiones, y la covacha que los reacios a escrutar más allá de la literalidad creen única realidad.

133

El compromiso es un valor que se tiende a sobrestimar cuando escasean otros mejores. Y lo mismo pasa con el argén, la carrera profesional, la celebridad y otras menudencias cotizadas por la sociedad. La hegemonía del mimetismo colma de incentivos a quien no tiene problema en hacer postergar lo imprescindible ni dificultad en ansiar lo innecesario.

134

No basta con querer hacer las cosas bien; buena cosa es hacerlas como si no hubiera mejor manera de quererlas.

135

Una sola certeza al despertar: mañana el mundo será peor.

136

Solo la mala lógica está en desacuerdo con la contradicción.

137

Hay quienes viven como creen que piensan, sobre una cuadrícula de ideas reglamentarias. En la mayoría de las conciencias no convergen el anhelo de contemplar la jungla de la existencia y el don de verla más allá del arbolito que uno es.

138

Debelar antes que rebelarse, aunque para los formalistas de la cultura sean irreverencias intercambiables. Columbrar mejor que deslumbrar, aunque haya columbrones que deslumbren por necesidad.

139

Vivir de esperanzas es vivir con miedo. ¿Pero quién vive de veras cuando con miedo vive?

140

No deja de ser sabio tolerar que los demás compongan su propio relato sobre ti, aun a costa de dolos, si logras en canje ocultar tu cara más irrevocable al canibalismo de sus comadreos.

141

Salí en busca de sentido y hallé sólo ficciones. El sentido está en crearlo, no en creerlo, y siendo viva cosa como la ilusión, no tiene por qué tener una función adaptativa más allá de la forma inteligible que monta en el torbellino del no saber.

142

A falta de ideas propias, parece propio indignarse contra quien las tiene.

143

Si el averno admite ser representado como una serie concéntrica de penalidades, conforme Dante nos mostró, cada nacimiento añade un círculo a las modalidades de suplicio que imperan allí.

144

El único designio humano que del estudio de la historia se desprende es la vejación de todo lo vejable. No se pongan límites a la amplitud de miras, por dolorosa que sea la panorámica ofrecida, si no se quiere loar lo vejatorio.

145

Tiende por naturaleza la sabiduría a abismarse en los agujeros más arcanos, y esto es igualmente válido para la fusión masculina con el yoni que para los cavernarios orígenes de la instrospección. Quien huye de la oscuridad que envuelve la realidad sabotea el acceso al conocimiento profundo de sí mismo. El mediodía y la medianoche han sido siempre caras del mismo momento, del instante en que nos besa el rayo de la clarividencia.

146

Todo está desbordado, salvo el sentido que debería contener el desbordamiento.

147

Hay más verdad en el más ordinario cadáver que en las más extraordinarias ocurrencias de los vivos.

148

No hay menos nobleza en la inferioridad asumida sin rencor que en la superioridad exenta de culpa.

149

Para mala ralea, la de quien define su concepto del otro en función del accidente que le ha impuesto un origen humilde o encumbrado.

Kuniyoshi, Thirty-six Famous Battles
150

A su debido tiempo, todo ser con dos dedos de frente sospecha que el legado de la vida, con su excéntrica repetición de fenómenos, es un cuento que los mismos fenómenos se resisten a contar. La verdad no nos hará libres —tal aserto es una clamorosa gilipollez—, pero sí más incapaces de ocultarnos los grilletes inherentes a la existencia.

151

La «banalidad del mal» tiene su correlato en la perfecta complicidad del bien. Ambos sirven por igual al astroso fin de mantener viva la ilusión de que el mundo, sea como fuere, merece la pena.

152

Uno conoce, tan bien como Sócrates a su oráculo interior, o como el quejigo al follaje marchito del que tarda en desvestirse, cuáles son las experiencias a las que no debería haber sobrevivido. Se trata de un conocimiento marcescente que ni ganas deja de soltar el tiempo cumplido.

153

En cuanto a libertad compete, el reino de la mente humana no está en las acciones sino en las desafecciones. A partir de este reconocimiento, todas las interpretaciones que uno haga de la realidad son libres, todo lo libres que el engaño puede ser mientras ayuda a sentirse artífice de sí mismo a quien lo usa. Apenas empecemos a quitarnos las máscaras humanas descubriremos que bajo la faz bestial ocultaban otra careta, la de una marioneta biológica cuyas elecciones están condicionadas, incluso a nivel molecular, por fuerzas imperceptibles para la consciencia.

154

Mejor se muere de hambre que de puro aburrimiento, y mejor que de aburrimiento de un duro golpe de contento.

155

Dejemos de argumentar cuando hacerlo exija derrochar con fútiles demostraciones una energía mental que podría consagrarse a pensar a fondo.

156

Así como para el avezado es más habitable el cilicio de la subestimación social que la toga de la notoriedad, más avanza al bisoño equivocándose en libertad que acertando por obligación.

157

El exceso de importancia que se otorga al siempre esquivo futuro tiene por principal cometido debilitarnos con el dogma de que es prioritario hipotecar el presente a un supuesto rédito venidero. En vez de asumir que nadie es autor de su vida para poder aceptarla sin la carga añadida de una ilusoria responsabilidad a propósito de las contingencias venideras, según la villanía imperante cada momento es una conquista vetada a la indiferencia que un espíritu inteligente podría ganar ante sí mismo si sus esperanzas no le eclipsaran el inútil arte de vivir sin desvivirse por ser útil.

158

Nuestra alabada libertad de elección se reduce a saber o no saber que ni en sueños somos libres. A favor de la posibilidad de complicar nuestra condición de títeres biológicos con sumisiones adicionales está cada acto que librarse de vivir no sea. Nadie es dueño de su vida excepto cuando decide quitársela, mas esta cruda verdad no obsta que cada uno construya con la sucesión de casualidades que le dan forma una historia trucada de los hechos en la cual la necesidad pasa a ser libertad, la improvisación un dechado de elección, el condicionamiento un ejemplo de discernimiento y la adaptación a lo accidental una expresión de la autonomía de la voluntad.

159

Razón de amargura no es razón, sino cordura.

160

La utilidad principal que tiene dedicarse a los demás sin que estos lo soliciten es el prestigio que así se otorga quien a sí mismo se desprecia.

161

Quizá porque fuerzas y flaquezas señalan hacia un mismo origen, más se censura el vicio como consuelo de la virtud que la virtud como ornato del vicio.

162

Escrito está en los ovarios de la sociedad que quienes son incapaces de asumir los inconvenientes de hacer lo apropiado, hallarán siempre reproches para injuriar las razones de los íntegros.

163

No goza de mayor realce espiritual quien consigue conferirle mayor sentido a la vida, sino quien se ha liberado de la necesidad de buscarlo entre las sombras chinescas de una realidad que no nos pertenece ni en las vacilaciones ni en la revelaciones, extremidades entre las cuales tensa el arco del entendimiento la noción sin resolver del ser que creemos ser.

164

¿Tan inviable resulta aceptar que el objetivo de la existencia carezca de propósito más allá de la constante generación de momentos irrepetibles? Puede que hayamos de renunciar a toda tentativa de significación para que los hechos, desprovistos de trascendencias, nos devuelvan una parte de la calma que hemos cedido a cambio de una identidad donde guarecer la desnudez prístina del alma.

165

Lo sublime no pretende el agrado, simplemente lo causa.

166

Pocas acciones son tan indeseables como las encaminadas a justificar que el «bien común» triture el sentido el común. Es el caso de quienes en vez de evaluar el esfuerzo desde su utilidad neta, lo ensalzan cual si fuera un fin en sí mismo contra el corolario de un examen ecuánime de sus efectos.

167

Que no nos pase lo que a aquel que con los ojos cerrados miraba convencido de que nadie lo veía.

168

Lo que más distingue a un gentilhombre de un pendejo es el desprendimiento con que asume auges y declives por igual; la hierática, y en el fondo sonriente soltura, que por todo pasa como si nada fuera.

169

El odio es de gatillo fácil con el desconocido, pero su puntería nunca es tan atinada como con el conocido.

170

Buscando lo que no existe quisieran muchos perder lo que son, mas quien aprendido tiene el ver sin necesidad de ojos, el escuchar sin necesidad de oídos y el explicarse sin necesidad de hablar, no desea ser más ni se conforma con menos.

171

Comprende quien del árbol aprende. Ningún alma podría extender sus ramajes hacia la luz si no abrazara a la par la negrura con sus raíces.

172

Si más vale atesorar puntos de vista que fingidas respuestas, ha de valernos saber que coordinar el máximo de perspectivas solo puede dar una traza del misterio esencial. Hagamos nuestra la confianza de que ni los misterios se resuelven ni los enfoques se agotan; recorrámoslos sin apegarnos a ninguno ni escindirnos de la floresta imaginaria que nos enseña a ser menos autómatas y más autótrofos.

173

Si te sientes pesaroso por no hacer nada, nada que puedas hacer aligerará el mal concepto que tienes de ti mismo.

174

Negar la muerte, en los casos que bien la piden, dilatar es en vano la guerra de la vida contra la vida.

175

De la muerte lo que trae pavor es la novedad.

176

Comprender en profundidad una realidad es no haber comprendido que no se ha penetrado aún el himen que con ese espejismo la preserva de las incursiones de la conciencia.

177

Si debemos presentar de tanto en tanto nuestros respetos a los dioses del inframundo, aviémonos para iniciar el viaje y no seamos tan lurios de invitarlos, por comodidad, a hospedarse en nuestra casa.

178

Mientras el mundo siga desarbolándose alrededor de la tensión entre lo que es y lo que sus ocupantes creen que podría ser, los dioses tendrán garantizado el espectáculo.

179

Perdida la unión mágica con la naturaleza, consumada la separación entre mito y logos, se entremuere la razón visionaria de la realidad. La materia, último romance del espíritu, titila entonces como la más mórbida de sus creaciones.

180

En el amor y en la iluminación, no hay victoria sin entrega.

181

A transmutar fecalidades, no a mucho más venimos al mundo, y quien se sienta ultrajado en sus honduras, pregúntese si los zurullos flotan.

182

Tan alienada está el alma humana, que ha de postularse ante sí misma con apariencia de homínido para obviar las inquietantes dimensiones que abarca.

183

No es piadoso acercarse a Dios si para dar ese paso es necesario aplastar al caminante.

184

Siempre que el alma humana escruta las profundidades de lo viviente se descubre en el vértigo de un dilema primigenio: duda si ha sido agraciada con un regalo de los dioses o si ha caído en una trampa diseñada para cazar monitos sabihondos; se debate entre la disonancia cognitiva de la prudencia y el reclamo de la concordancia con una fuerza impensable.

185

Intenta ponerle cara al infinito y clavado te verás en todas sus muecas.

186

Nada hay tan tedioso como el caos que se mantiene infecundo para el orden, y nada tan creativo como el orden alterado por la dosis justa de caos.

187

No hay santidad en las secuelas. Las habrá en las esquelas de la obsesión que aún bombea en viva brasa el corazón.

188

Sabes que has cruzado el umbral de las opacidades ordinarias cuando lo sobrenatural sobreviene real y lo natural no puede ser contemplado sin atributos que parecen radicados en otro mundo.

189

La belleza de hacerse desaparecer solo puede ser admirada por quienes conocen el obstáculo que son sus vidas para que cielo y tierra se desposen.

190

Uno nunca es más inferior que cuando pretende ser lo contrario.

191

Desacreditemos ante los advenedizos los prodigios de nuestra magna visión para evitar que sea interesante a los turistas del misterio o lucrativa a los corruptores profesionales.

192

Se precisa un Rediós para devolver a Dios, tropo de la nada que todo lo religa, lo que su homónimo caricato, comodín de dogmáticos y tapón del derramamiento espiritual, ha relegado al calvario donde la fe es apócope de felonía.

193

Muchos y no siempre falsos dioses hubo antes del suicida de Galilea. La autenticidad de esos dioses radicaba en que no eran por entero hijos de los hombres, de los que sin embargo dependieron siempre para seguir con vida, ya que deben su presencia entre nosotros a la epifanía.

194

Hogaño el mundo se hace a máquina, antaño se hacía a mano y en un tiempo del todo extraño al que sabemos computar, ¿se hizo a mente por ventura? Lo que psique puede crear, también puede destruirla.

195

Negligir la intuición significa perder el último cicerone nativo que nos queda en este artificioso mundo. Sin intuición tiene el humano más de cacharro que de creatura.

196

Destino, derrota sinfín, que según todo lo llena de todo se va vaciando.

197

Mago sólo es el poeta de la experiencia que conoce por virtud las magnitudes íntimas del ser; mago porque sabe hacer visible lo invisible y poeta porque vuelve precioso cuanto canta.

198

La experiencia de una vida nunca es suficientemente previa para romper el círculo amnésico de lo que somos. Siempre que te enfrentes a una decisión, piensa que la has tomado tantas veces como exige el olvido de su realización. Y si todavía experimentas zozobra al decidir, ¿qué mejor indicio de haber sido tomado por las decisiones que no recuerdas haber tomado?

199

Así en el reino humano como en el divino, cada cara es una máscara como cada máscara otra cara de la evasiva verdad.

200

Buscar un sentido personal en la historia, de suyo incognoscible, es un prejuicio tan caprichoso como extraer una interpretación trascendente del fatum a partir de los posos de una taza de café. Y sin embargo, «el largo, pesado y confuso sueño de la humanidad» que Schopenhauer veía en la historiaa, adquiere miembros providenciales para el soñador cuando es capaz de entenderse a sí mismo de forma providencial.

201

Desearía arraigar en cada paisaje capaz de conmoverme si no tuviera ya puestos mis rizoides en la desaparición definitiva.

202

Es desaconsejable ocuparse de una sola cosa salvo que tal cosa sea desocuparse de todas hasta poder asignar la importancia apropiada a cada una.

203

Nada se pierde. Cada vida es un grano de arena que una y otra vez se desliza por el cuello de la muerte sin poder escapar de las matrices del reloj.

204

Nunca comprenderemos la realidad con el mismo rigor que la inventamos. Todos los seres viven en más mundos de los que podrían entender.

205

De acuerdo con lo escrito por Hipócrates y Zhuang Zi, sabemos que perseguir la ilimitada ciencia desde la limitada existencia es vanidad propia de humanos. Ahora bien, perseguir la limitada naturaleza de los seres desde la ilimitada mismidad que los ensambla, acaso sea un juego propio de dioses. Sea por cuanto tiene lo limitado de ilimitada vacuidad, sea por cuanto de limitada plenitud tiene lo ilimitado, humanos y dioses son, como extraños mutuos, indiyudicables.

206

Ser Supremo, Gran Espíritu, Alma Universal… El corazón sabe distinguir al dios que lo encuentra porque ese dios distingue a quien lo busca.

207

Que sea gnoseológicamente imposible demostrar nuestra existencia no significa que no existamos, como que sea socialmente imposible detener la natalidad no significa que la procreación sea necesaria, o menos innecesaria la crueldad habida en hacer progenie con esa intocable razón que fulano extrae de los testes y mengana prende del coño.

208

Desde una óptica desapasionada, destinada a convertirse en blanco de pedradas por parte de quienes profesan automatismos biológicos y narcisismos patológicos —casi escribo «partológicos»—, la procreación no es un derecho ni en modo alguno podría postularse como un deber, pero desde cualquier lente que se la mire, por ejemplo la ambición personal, y con independencia de si se simpatiza o se está en contra de los estragos que engendrar ocasiona, no deja de ser un nudo que se opone al principio de respeto que impele a no tratar a nadie como un pelele, «siempre como un fin, y nunca solo como un medio», en palabras de Kant. Tampoco es excusa el instinto, pues si bien no siempre ha habido un vínculo consciente entre las ganas de aparearse y la probable consecuencia reproductiva, una vez se ha hecho explícita la relación entre el acto sexual y la concepción es tan obvio el poder absoluto que los progenitores tienen sobre sus descendientes, cuanto urgente el llamamiento a pronunciarse que cada nacimiento hace al sentido de la justicia, a la frónesis.

209

Entre los pronatalistas y las personas juiciosas que cuestionan los beneficios de la reproducción biológica existe una notable diferencia, aparte de las consabidas discrepancias morales: ni siquiera después de haber contribuido al terrorismo de la explosión demográfica se percatan los primeros del dislate que supone procrear, mientras que los segundos son plenamente conscientes del dolor incurable de la vida sin necesidad de multiplicarla.

210

El único sexo seguro no es el aséptico sino el estéril.

211

Si el combate amoroso que culmina en la victoria de la procreación no es un acto contra natura, entonces el triunfo de natura en esas lides es un acto contra el espíritu.

212

Una estrella es una semilla lucífera; un óvulo inseminado, apenas una chispa estrellada.

213

Piense, quien de la procreación se arroga el derecho, que con la vida trama el desecho.

214

Nada es más lógico en la sinrazón de la vida que la angustia hallada a perennidad por el que ayer se embriagaba de ser.

215

Ningún coño tiene esquinas; las esquinas que se le ponen son de la cuna que algunas coñíferas piden a cambio de abrirse a la lujuria. Tal es el maleficio de los vientres que blasfeman de la gracia del vacío para henchirse de criaturas destinadas a la penitencia, pues de la cuna a la sepultura, por razones radicalmente distintas de las que otorgan a las «constelaciones familiares» excusas de psicodrama, cada existencia purga el error que sus padres cometieron al fecundar esta jaula de monos.

216

Este mundo es como un horno crematorio vigilado por los mismos que se engañan con el cruel afán de darle más vida a las llamas. «Mejor es arrepentirse temprano que llorar tarde», advertía Vicente Espinel.

217

Para alguien trivial la vida es sagrada solo porque proliferar es vital para su trivialidad.

218

El llanto del humano al nacer proclama su doliente disconformidad con un mundo del que saldrá aún más herido de lo que entró.

219

El fraude moral compone sinécdoques con el egoísmo de los progenitores que venden a la sociedad sus intereses como si satisficieran los de la especie.

220

El éxito de la teratología se confirma cada vez que un Adán y una Eva de andar por casa, conscientes de que su prole habrá de enfrentarse a una existencia desabrida, en vez de optar por la contracepción, eligen hacer de sus gónadas fábricas de sufrimiento bajo una ofensiva declaración de amor a la vida.

221

Descorazonamiento irrevocable, cinismo desaprensivo, nihilismo voraz y desfachatez excéntrica son parte de la masacre que el imperio de la técnica nos ha legado después de haber arrasado sistemáticamente cualquier iniciativa orientada a organizar el mundo humano sobre premisas alternativas a la productividad a ultranza, el control total y la aceleración permanente, como si estas metas garantizaran por sí solas el valor de aquello cuyo número aumentan. «Los descarríos que han derivado de la mega­técnica no se deben a sus fallos o sus errores de funcionamiento, sino a sus éxitos sin precedentes en la hipercuantificación», escribe Lewis Mumford, quien prosigue su diatriba con asertos tan directos como este: «La vida humana se ve anegada y lastrada en un centenar de ámbitos por culpa de excesos cuantitativos, empezando por el de los nacimien­tos».

222

El principio de desalmamiento individual tiene en comunidad asegurado su baluarte gracias a la creencia en la posteridad. Nada como haber superado el complejo de ocasionar posteridades para restablecer un comercio justo con la verdad.

223

Tan tumoroso ha crecido el tabú contra la ingenesia, que a quien alcanza sin hijos la edad madura cualquier mindundi se cree con derecho a inquirirle por qué no los ha tenido mientras da, en paralelo, no solo por hecho sino por bien hecho, que el responsable de arrojar otras vidas al Sheol no debe ni la más esmirriada explicación a la sociedad.

224

La sabiduría que un humano llega a adquirir en el fugaz pero extenuante recorrido de una vida no puede excluir el acuerdo con la muerte y el aún más profundo desacuerdo con el nacimiento.

225

En una definición extensa de bárbaro, menos resbaladiza quizá que las acepciones usuales restringidas al tratamiento despectivo del foráneo como arquetipo de lo inculto, no debería faltar el acento en la insensibilidad ontológica que caracteriza a quien no sufre el peso del propio ser y, en consecuencia, tampoco muestra reparos cuando extiende su brutalidad causando daño de vida.

226

Exhortemos a los xenófobos a la coherencia de no introducir polizones por la puerta trasera de la reproducción.

227

La infertilidad de alma es la primera causa de fecundidad biológica.

228

La privación de un supuesto bien no es necesariamente un mal, pero la omisión del humus en el que arraigan los males reales vale más que un supuesto bien; es, ni más ni menos, que el mayor bien. Léase en esa clave la bondad de la inexistencia frente a la perversidad del nacimiento.

229

Mal ha de continuar la vida que comienza con el acto forzoso de ser, y malhadada sea la criatura que reincide a sabiendas en el error de decretar descendencia.

230

¿En qué harinas piensan los que aseguran que «cada niño trae un pan bajo el brazo»? ¿Será en esa hogaza bienquista de explotación infantil, fermentada con impuestos matrióticos y sobornos a la maternidad, cuyos beneficiarios son los que aportan progenie al Estado?

231

De todos los problemas intrínsecos a la procreación, el estropicio genético es tal vez el único que aporta alguna nota de hilaridad al desafuero demográfico.

232

A pesar de los desastres que haber nacido conlleva, vivir es un pasaje demasiado breve como para tomarse el esfuerzo de abandonarlo cuando aún es asequible sacar en limpio algún esplendor de la aflicción que solo los memos parecen desconocer.

233

Hay sin duda una vileza proporcional a la de haber recibido una vida que no se ha pedido y a la que cada día cuesta más conferirle valor: aferrarse a ella cuando el buen sentido indica una salida más honrosa.

234

Con cada individuo que nace el alma realiza otra vuelta de tuerca sobre sí misma.

235

El natural discurrir no se ciñe a las normas establecidas ni se confina en dogmas creyéndolos inatacables. Y es así como discurre que entre la progenitura y la inmolación solo el ínterin, de a lo sumo varias décadas, crea la apariencia de una diferencia.

236

Rechaza las penurias, la enfermedad, la servidumbre, la decrepitud y otras intemperies el mismo que no hace sino propagarlas como si la vida fuera un don y no un baldón cuya sola evocación el mal escande en los retorcidos renglones de la existencia.

237

Este mundo sólo es medianamente soportable gracias a los fuera de serie que desdeñan la ambición de poseer a otros seres con la misma inadherencia que rechazan la arbitrariedad de procrear en beneficio de la incruenta expansión de crear.

238

Entre los siete pecados capitales, se detecta uno equivocado: no es la lujuria, sino la propagación, la nodriza de todas las perversiones.

239

La primera semejanza entre las muchas vituperables que tienen en común la producción y la reproducción es que uno va a trabajar de la misma forma que vino al mundo, contra su voluntad.

240

Con el respaldo de autoridades más altas que la dimanada de su criterio particular, cualquier panoli puede perpetrar las más ominosas torturas.

241

Ni el género ni el parentesco son factores determinantes del maltrato, que debe su móvil principal al sinsentido de la propiedad que unas personas tienden a proyectar sobre otras cuando comparten domesticidades.

242

Lo que acaso Proudhon no pensó, limitado como estaba en sus planteamientos por las modas ideológicas de su siglo, es que ante todo «la propiedad es un robo» de tiempo, de atención y de disponibilidad de otros recursos más valiosos para quien entra en el juego de creerse poseedor. La propiedad te roba.

243

La única parte de la naturaleza humana que se ha hecho digna de un control tan exhaustivo como implacable es, justamente, la que no ha dejado de intentar poner en práctica sus fantasías omnímodas de control.

244

Que las instituciones sociales funcionen como un paquete de instrucciones mentales revela cuán protésicas son para la individualidad.

245

Transgredir la normas no vuelve a nadie necesariamente mejor, pero es de todo punto imposible ser mejor sin quebrantarlas.

246

Como no vemos la cosa cuando somos cosa, donde son más pregonados los derechos civiles es donde nada importa menos que la autonomía real del individuo frente a la normalización de lo inaceptable.

247

Dar respuestas etnocéntricas a realidades complejas es, como mínimo, complicar los problemas existentes con exaltaciones simplistas, y, como máximo, conseguir por las bravas que prevalezca el amor endogámico a la patria sobre el amor a la claridad. Así como el rebaño implica al pastor, la  nación presupone una ganadería estatal.

248

Patria no es el territorio que habitamos, sino el que nos allana.

249

Si ya es erróneo creerse un yo, creerse un nosotros con otros yoes es hacer bacanal del desatino.

Konstanti Vasilyev, Atomic Explosion
250

La salud intelectual padece alergia a las banderas.

251

¿A qué supercherías no seguirán agarrándose los pueblos con tal de negarle a otros el aire que a través de todos viaja?

252

Está por nacer el rico que sea digno de su hacienda, el poderoso que lo sea de su mando y el bendecido por el hado que no ambicione, como bien que se le debe, mayores favores de la fortuna. Desde un ángulo concupiscente, podríamos excusarlos a todos con esta observación de Zabaleta: «Vanidades son todos los bienes de esta vida, pero se pasa la vida muy mal sin estas vanidades. Sueños son todas las honras y comodidades de la tierra, pero quien no tiene estos sueños vive con muchas pesadillas».

253

Tanto como la envidia que el resentido agita contra las virtudes ajenas, ofende ver la opulencia amasada por los esclavos de la codicia.

254

Me caen bien los peces gordos… a la brasa y con espeto.

255

Meritorio azar sería el que hiciera perder su caudal a quien no sabe usarlo con gusto.

256

Aglutinando a partidarios contra detractores, las ideologías pretenden recabar credenciales racionales de los surcos pasionales que deben exacerbar.

257

En tiempos de rarificación social una pista que explica en parte el auge de las ideologías integristas, cuya pose doctrinal puede impregnarse, según sople el viento de las circunstancias, de tufos religiosos, racistas o nacionalistas como marcadores de una noción fabulada de la propia identidad, está en la construcción del enemigo de acuerdo con el principio de demonización aplicado a los extraños que cruzan el umbral de la pertenencia grupal. La presencia del alógeno, a juicio de los indígenas, es tan digna por sí sola de una repulsa visceral como importante excluir de las reacciones internas toda tentativa de reflexión serena. Solo mediante este proceso de adulteración demagógica de los hechos puede explicarse que los amigos del pensamiento en libertad lleguen a ser difamados por muchos abanderados como enemigos del pueblo. Y solo así el ahínco gubernamental por administrar territorios libres de interferencias puede ser aplaudido por tanto don nadie como remedio: el humano de granja ama el ubio unificador de un terror mayúsculo porque teme más el fraccionamiento de que cada uno pondere por sí mismo.

258

Mientras no se aborde con claridad la relevancia histórica del mundo criminal, no habrá modo de entender la esencia de la política y todo cuanto se diga sobre economía será mera fabulación. En sus bajos fondos, más hondos aún que su glotonería crematística o su obsesión por la dominancia, la derecha y la izquierda políticas han rivalizado desde sus orígenes por el privilegio de odiar en nombre de un bien mayor.

259

De la agitación inane a la postración dolorida y vuelta a empezar: vivo trazado de la revolución que el obrero ejecuta consigo a diario.

260

En tanto que herramienta de producción y de servicio, el trabajador asalariado tiene, al igual que el esclavo, un precio, un valor de uso del que ha sido desposeído por entero el desempleado. Si la vida sojuzgada del esclavo no es más que una sombra personificada, la del parado, en un sistema que tiene por canon el éxito económico, es entonces una personificación devaluada, una subsombra humana. Por nulo que sea el poder político de un esclavo, puede aún sublevarse contra su amo, mientras que al obrero expulsado del mercado laboral ni negamiento para contrariar le queda, su existencia está varada, atrapada en el purgatorio social de una infraclase.

261

Síntesis entre depauperación y racionalización industrial, con todas las excusas que provee el cinismo burocrático a los Estados modernos, son los regímenes neocoloniales que han saltado las fronteras de las regiones donde hacían valer sus violencias para extender a las naciones de pioneros los métodos de mando otrora reservados a los pueblos atrasados.

262

Cuando no marginada, la sensibilidad ha estado encarcelada ora por los que luchaban por cambiar el mundo, ora por los que impedían que cambiara el orden establecido.

263

¿Qué podemos esperar de los políticos que acaudillan ímpetus reformistas? Más de lo mismo pero con discursos menos sinceros.

264

No pagamos impuestos a cambio de mantener servicios cuyo carácter público es concesión antes que obligación de la cleptocracia nacional, los pagamos a modo de rescate para mantenernos a salvo de su ensañamiento en el ludibrio. Mayormente, los impuestos son nuestro ranzón.

265

Fuera de sus incesantes cantos de sirena, la economía capitalista no extiende las riquezas producidas a todas las capas sociales, salvo que tal sea la eufemística forma de denominar la multiplicación de las necesidades particulares que requiere su doctrina de centrifugación perpetua. ¿En qué se convertiría el pirómano sistema financiero si el principio rector no fuera la invención constante de nimiedades prescindibles, sino la durabilidad de las mercancías, la subordinación de los ritmos fabriles a los ciclos naturales, la mesura en el uso de las energías, la disminución del estrés y la satisfacción equitativa de las necesidades? Moriría si ralentizara su régimen de excrecencia, pues no funciona sino conforme a la hibris que urge a incrementar la obsolescencia del deseo ad infinitum. So pretexto de aumentar el nivel de vida de la población, lo multiplicado en realidad es el nivel de gasto que uno debe acatar para no quedar rezagado en la guerra de ostentaciones sin tregua que define la normalidad contemporánea. Se trata, en definitiva, de mantener la escasez de manera artificial dentro de un marco de opulencia mal distribuida que ha introducido como directriz la obligatoriedad del despilfarro en el lugar que antes ocupaba el servilismo: un ardid que compensa el sobresfuerzo laboral perdido con la rentabilidad del ocio.

266

La liberación de la mujer debe más a la conquista de la desinhibición sexual que a la lucha política por sus derechos; es decir, debe más al buen uso del coño que al de la razón.

267

No se atribuya a la intervención de una mano negra lo que nunca ha dejado de ser actuación explícita de la mano negrera.

268

Los acontecimientos modifican el curso de las ideas hasta que estas alteran el curso de aquellos. Así es el ostinato de los ciclos históricos.

269

Las ideas son andaduras apátridas que renquean por los incultos como carnés de identidad.

270

La invasión del paisaje mental por la resaca de la modernidad ha crispado a los pasajeros de la historia haciendo que los sensibles sean más sensibles y los brutos más brutos.

271

Por arriba o por abajo, la no siempre nombrada pero siempre funcional «conciencia de clase» es el refugio tribal contra la conciencia a secas.

272

Toda evolución es relativa, porque depende de la importancia que se conceda al medio en el que deben integrarse los seres, y dispersante, porque a partir del núcleo etéreo de sus orígenes se precipita por peldaños generacionales hacia el máximo contorno de posibilidades. En la evolución irregular de nuestra especie, sin necesidad de escalar hasta el ancestro directo que compartimos con bonobos y chimpancés, la bifurcación del próximo horizonte se define: posesivos versus desprendidos, zafios versus empáticos, autoritarios versus autónomos.

273

Que los contenidos de la tutela televisiva reciban el nombre de «programación» es de una elocuencia rotunda, solo comparable a la que podría haber si, atendiendo a la realidad de sus funciones, llamásemos «ministerios de ofensa» a los de defensa y «fuerzas de temeridad» a las encargadas de protegernos.

274

Ni una libertad creciente, ni un amor completo, ni una virtud intachable pueden dar respuesta al problema de la condición humana pese a que todos esos componentes han de estar presentes en el arte de atenuar cuitas.

275

En nombre de la democracia y de la prosperidad soportamos arbitrariedades que en otro contexto histórico, menos atronado por la sonoridad de las palabras huecas, hubieran sido con justo motivo causa de insurrecciones. Complemento idóneo de la impostura del gobernante que actúa desde el convencimiento de que todo le está permitido es la idolatría del gobernado que lo sigue con fulanismo.

276

El demócrata llega siempre demasiado tarde a comprender que el reverso de sus postulados es la mazmorra donde prosperan las pesadillas que más teme.

277

A proponer leyes nadie que ignore los desórdenes de la naturaleza humana debería atreverse.

278

Nabab en extremo sólo se puede ser criminalmente, pero solo a los que son extremadamente pobres se los considera bandidos natos.

279

Toda voz que no comulgue con sus falacias sacramentales le parece al demócrata confesión de impiedad o atavismo ininteligible.

280

Qué poco vale el dinero donde mucho vale el respeto.

281

«Evitar o atenuar la catástrofe es deber del político», previene Jünger. ¿Cuántos dirigentes han estado a la ancha altura de esa incumbencia? ¿Y cuántos más no vemos subir desde las urnas a las posiciones más eminentes para ordeñar la catástrofe que deberían mitigar?

282

¡Cuántas bajezas no cunden en las altezas que del pueblo al que se deben desconfían!

283

Ni siquiera al individuo que goza de un holgado respaldo pecuniario se le tolera sin censura la libertad de ser inútil. La mentalidad servil, trabada por el trabajo, ha contaminado hasta la buena conciencia de quien cuenta con posibles para vivir sin esa carga y sin forzar a otros que la asuman por él. Hasta el monarca que conserva, bien es verdad que sin méritos, una cuota de sus privilegios debe en nuestros días ajustarse a la farsa de comparecer como «el mayor de los servidores públicos» no por cortesía sino por expiación, para no verse denigrado ante los parias. Desde los pañales de la industrialización, sobre cada ser humano pesa una ley que no precisa ser escrita porque se cumple a rajatabla dondequiera que uno tenga su dogal. El orden de un Estado, a semejanza de un establo, descansa en la seguridad de que toda labor, por prescindible que sea su función, debe ser efectuada  siempre que su incumplimiento vaya en contra de la corriente que arrastra a la matracalada.

284

Además de estar de acuerdo en lo esencial, que es la conquista del poder y la falta de escrúpulos para preservarlo, todos los partidos políticos comparten una opinión no menos cardinal, a saber: que la mayor parte de los votantes son idiotas y que quienes no participan de la votuna idiotez no cuentan. Su sistema es de una obscenidad manifiesta hasta en el apodo: nos exhortan para que les demos cracia.

285

Verse en el deber de cumplir órdenes absurdas no empece a la inteligencia ejercitarse en la mordacidad que justamente se blande contra el que las dicta. No por casualidad, disfrazada de albardán halla refugio la verdad allí donde los mandamases están a la vanguardia del desvarío.

286

El mantenimiento de un determinado orden social desde un poder central contribuye, como pocas realidades trajinadas por el hombre, a desatar toda laya de desórdenes mentales. En lo que a parameras subjetivas y otras desertizaciones del paisanaje se refiere, la guerra desatada solo sería un grado superior de crueldad en la trituración de individualidades que esta clase de orden, propinado desde arriba, borda en aprietos a todo bicho viviente.

287

Mientras el derecho a disponer de uno mismo, en la versión de sí que el individuo configure, no esté contemplado en nuestras sociedades, el sucedáneo de los «derechos civiles» merecerá, con toda justicia, la reprobación de la inteligencia capaz de cavilar sin amos ni gurús.

288

Los rasgos cómicos del zulo cósmico se localizan aquí, en la ínsula terrestre, donde sus más conspicuas bestias, apelotonadas en raigambre de débito, creen haber sido prohijadas por un cambista supremo.

289

En la intersección con la mirada cenagosa de esos mandatarios que por toda nitidez obsequian la expresión de su arrogancia, manifiéstase la habilidad del sistema social para separar los puestos prominentes de las ocupaciones más elevadas del espíritu.

290

El sistema de poder sólo puede conquistar dimensiones mayores por medio de técnicas capaces de adentrarse vertiginosamente en las escalas más diminutas de la existencia. Millones de ojos súbditos suplen la ceguera innata del emperador.

291

¿Solo por ser copioso ha de ser laudable? Necedad sobre necedad acaso se construyan templos, pero no catedrales.

292

Ningún poder perdura si no es creíble, y a tal efecto lo extraño sería que sus detentadores no hubieran tenido desde antiguo entre sus intereses la prioridad de narrar los hechos a su antojo para instruir a los menores de acuerdo con el relato más ventajoso para su dominio. Quiere el poder para sí toda la verdad; la quiere tanto como necesita decebir sobre su verdad.

293

A la superioridad numérica de la indelicadeza deben los parlamentos el suministro de candidatos y las naciones el relevo de súbditos.

294

Los parlamentos son una conquista de las élites sobre el pueblo llano cuyo mayor triunfo estriba en que ese mismo pueblo crea que se trata de una conquista suya sobre las élites.

295

Tan grave como no ver en las organizaciones religiosas un motor político a pleno rendimiento es dejar de ver en la ambición religiosa la fuerza motriz de las ideologías.

296

Elevarse hasta los reinos sutiles desde la interioridad es una vía de conocimiento que los doctrinarios prefieren recluir en el hangar de un calabozo.

297

Tal como están organizadas las universidades, fundaciones culturales, ateneos y pensaderos elitosos, la producción intelectual de nuestros días, además de su consabido esfuerzo por justificar alguna de las relaciones de fuerzas establecidas, se ha convertido ante todo en una factoría de motivos para dotar de un aura de prestigio a las creencias más convencionales.

298

Si alguien me pidiera un símil para retratar a los izquierdistas actuales, semejaría la frivolidad de su bizantinismo con una discusión por determinar cuáles serían las flores adecuadas para decorar una trinchera durante la contienda.

299

Estribillo progresista: lo que hoy suena escandaloso, cantado a coro mañana.

300

Ahora que tanto se alarma a la grey con la amenaza yihadista, sería un imperdonable error olvidar que fueron los católicos quienes estrenaron el concepto de «guerra santa» con la Cruzada Albigense, es decir, con la persecución de los bons crestians legitimada por el derecho canónico y favorecida por las indulgencias que el papado concedió a la canalla dispuesta a enrolarse en la matanza de herejes. Si la ecúmene concibiera el amor al próximo como acostumbran los que a sí mismos se denominaron «cristianos viejos» y la razón eclesiástica tutelara los sentidos del corazón, por increíble que parezca la malignidad en este mundo crecería hasta grados que harían palidecer al mismísimo Señor de las Moscas. Por fortuna para la menos mediocre manifestación de nuestra naturaleza, el vasto colectivo de groupies que siguen al diosecillo de patente abrahámica lo adora y desprecia en igual medida.

301

A la invención del monoteísmo, y muy en especial a la obcecación cristiana por una fe unívoca, decidida a expulsar cualquier otro credo a la pira de la intolerable, le debemos tres importantes depravaciones respecto a las culturas previas: que la violencia entre humanos haya encruelecido sus estímulos con las guerras de religión, que la filosofía haya desvirtuado la gracia de vivir al priorizar el afán egotista de redención y que los múltiples dioses que trasminaban el mundo antiguo fueran extinguidos para fundar en su lugar el culto a una languidez espiritual cuyo efecto tardío ha sido el ateísmo, última forma que la actitud fanática ha tomado.

302

Nadie sabe con seguridad qué es un diablo, pero los hechos no discuten que reza el padrenuestro.

303

La humana no es una especie particularmente agresiva, pero sí notablemente oportunista. Si el genocidio de un pueblo se traduce en una fuente de riquezas y poderío, ningún escrúpulo moral impedirá que el holocausto se incorpore a las ruedas del avance civilizador. Con los asesinatos en masa y la reducción de naciones enteras por la fuerza del hambre, de la enfermedad y de la violencia, la puja por «un mundo mejor» incrementa su precio de salida.

304

Cuando afuera arrecian las militancias, la sensatez se repliega a un lugar recoleto donde arrullar el apagóse.

305

Tengo comparado al mal economista con el mal artista que en vez de volver valioso todo lo que toca, no concibe enriquecimiento sin la desvalorización de lo que otros hacen.

306

No hay poderoso que no quiera más, ni poder que pueda más contra quien menos quiere.

307

La humanidad se ha vuelto menos exigente con los poderosos desde que el persa Darío I inaugurase el reinado por mandato divino. Ya no necesita que sus amos sean divinidades encarnadas o descendientes de los dioses; ni siquiera demanda que el pan y la sangre circense sean genuinos, se conforma con adorar a cualquier patán ostentoso que asegure el avituallamiento de sucedáneos comestibles y llene de trampantojos el tiempo.

308

La mayor parte de las personas no quieren ser libres y pensar lo contrario, que la libertad goza de mayor predicamento entre las masas que las comodidades derivadas de su conducta lacayuna, supone concederle al error que así lo entiende un valor mayor que al aprecio real que el humano siente, de ordinario, por los embustes fáciles de seguir.

309

Por mucho que los altivos optimistas, con su empecinamiento por elevar la percepción subjetiva del nivel de felicidad, traten de maquillar que el bienestar objetivo está fuera del alcance de la mayoría de las personas durante la mayor parte de los estados en que sus vidas transcurren, la búsqueda generalizada de paliativos químicos constituye por sí sola una demostración efectiva de que lo normal, en este mundo que tanto estiman, es penar.

310

La revolución agrícola contribuyó como ningún otro factor conocido a hacer posible que un mayor número de humanos pudieran acceder a las ventajas de una vida más menesterosa, insalubre y sumisa que cuando la rapiña típica de nuestra especie se limitaba al mantenimiento de las pequeñas poblaciones de cazadores-recolectores. Lo que aumentó con el paso del Paleolítico al Neolítico fue el poder productivo, y por consiguiente el reproductivo, sin que esa multiplicación de bienes, seres y faenas se tradujera en mayor libertad respecto a las necesidades humanas, más restringidas cuanto mejor es el conocimiento del medio, menor el número de habitantes y mayor la ociosidad disponible para ellos, tres de las características que definen, precisamente, el estilo de vida tribal de nuestros antepasados de la Edad de Piedra. No sin perspicacia, Marshall Sahlins ha dejado escrito que «nos sentimos inclinados a pensar que los cazadores y recolectores son pobres porque no tienen nada; tal vez sea mejor pensar que por ese mismo motivo son libres».

311

A pesar de lo desmesurado de sus pamplinas, la puerilidad de la exploración sideral ha sido menos costosa que la chiquillada de poner a orbitar alrededor de los bancos todo lo demás.

312

Ya no puede uno fiarse de nada que aspire a orearse a la luz. Gracias a la mercadotecnia, todas las publicidades apestan como antorchas de escorias.

313

Tan gentil es alabar el concurso de los dioses sin los cuales la vida sería más plana, como aborrecer las maulas de quienes dicen ser sus portavoces y corren prestos a embaucar a los débiles, robar a los confiados, enredar a los fuertes y corromper a los menores.

314

Gustan los dioses de hacer proezas contra los incrédulos con el fin de que los tengamos presentes en nuestros actos. Pero más gustan los impotentes poderosos de imitarlas para que los creamos dioses en nuestros más recónditos pensamientos.

315

Un dios vería los impulsos que los humanos extraen de sus adentros más propios de autómatas que de los seres con alcurnia que figuran desde sus encéfalos a fuerza de superponer ficciones a la vacuidad.

316

No menos complicado que desmontar las argucias de quienes cosechan ventajas de las controversias es vislumbrar los intereses subrepticios que otros tienen en no sacar ningún beneficio de los conflictos.

317

Estar comprometido con una causa social disipa el riesgo de inadherencia que toda mirada limpia de propósitos comporta. La visión transversal de un fenómeno desbarata la misión que obtiene su ración de sentido de la adhesión a una parte sobre el todo. Escapista no es el escéptico que da un paso hacia la vía dubitativa en busca de mayores márgenes de entendimiento, sino todos aquellos que viven para boicotearse mediante la prolongación de ocupaciones con las que dejar hecha una piltrafa la consciencia de su irrelevancia.

318

El moralismo, ese sofisticado atavío del pensamiento abstracto, volverá a poner sus diseños en boga cuando nuestras ociosidades culturales produzcan más vaciedad que saciedad.

319

En los tímpanos retumba la democracia como el eco devuelto por muchas almas de cántaro.

320

Hay quienes se atreven a confesar toda la verdad sobre sí mismos no por distribuir el peso de su carga entre los receptores, como es habitual, sino porque es más difícil condenar a quien confía sus secretos que a quien los oculta. Incluso el autor de crímenes horrendos parece menos malévolo cuando logra expresar sus culpas con humildad; puede que hasta reciba una clemencia que nunca concedió a sus víctimas porque un ajuste de cuentas demasiado severo pondría de manifiesto la similitud emocional que su justiciero estaría vengando en él.

321

La austeridad forzosa es otra guerra cuyo fin es extender la dominación más allá del perímetro de lo legal, aunque secundada por la ley siempre que sea menester salvar las apariencias de orden. Por muy legal que sea la economía basada en el dominio de las rentas de una minoría especulativa sobre una mayoría endeudada, conlleva al menos el empleo sistemático de violencia en forma de prostitución asalariada, productividad imperativa, extorsión recaudatoria e inflación social.

322

En las próximas guerras de poquedumbre la finalidad no será la explotación económica, sino la despoblación de las zonas conquistadas, ya que en todas partes sobrarán bocas que alimentar y culos que patear. En memoria de Malthus, tras el punto álgido de inundación de la «sociedad líquida» vendrá la enlodadura de una sociedad en vías de liquidación.

323

Para un puerco, y que me perdonen los gochos de buen linaje que caminan sobre cuatro patas, el misterio de la vida se reduce a una charca de entretenimientos colectivos y el paraíso a un dispensador interminable de comida procesada.

324

No tan deshonesto oficio sería la política si el azar eligiera los cargos y de ella no pretendieran vivir los que no saben hablar sin mentir.

325

Los feroces, y todo tipo de homínidos de corazón pútrido, han buscado siempre un marco de impunidad para sus crímenes en el poder instituido y demasiados cuerpos oficiales les deben la impronta de su vileza. «Lo que puede un sastre», anotaría Goya al pie de esta imagen, aunque para desnudar desmanes regimentados siempre habrá Lorca en voz:

Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.

326

Ningún castigo de ultratumba parece desaforado después de haber conocido las indecencias que la plebe en armas y sus instigadores consideran hazañas. «El pueblo remata al ajusticiado y adora a su verdugo», escribe Rumi en una de sus parábolas.

327

Al poder que opera al amparo de las sombras, nadie menos que el demócrata evita levantarle las alfombras.

328

La ciega confianza en las respuestas tecnológicas a problemas de origen exclusivamente humanos genera nuevos inconvenientes para los cuales solo cabe buscar soluciones fuera del sistema maquinal que los produce.

329

La globalización de los gustos no estimula por necesidad sus posibilidades de mejora, pero multiplica ineluctablemente sus oportunidades de corromperse.

330

No son «seis grados de separación», sino seis grados de desesperación los que median entre cada uno y cualquier otro dentro de la entropía social multiplicada por sí misma gracias al espejismo de las redes virtuales.

331

Todo en la «sociedad de la información» es kafkiano, todo apantalla en ella la cuarta dimensión, la vivencial que corresponde a cada individuo, que después de haber sido empaquetado como ciudadano por la modernidad hoy se rebaja a la de multimediado usuario. Las aplicaciones tecnológicas solo son superadas en prestaciones por las implicaciones desconcertantes que tienen para el sujeto, que de la noche a la mañana se ha visto convertido en una extensión de los medios que instalaron su influencia por doquier mucho antes de que pudieran debatirse sus efectos con la debida distancia crítica que requiere toda evaluación. ¿Qué cabe hacer después de que los omnipresentes apéndices que nos conectan a la máquina global se hayan instalado en nuestro nicho cultural, en nuestro hábitat, en nuestro fluido comunicativo y aun en nuestro sentido de la corporalidad? McLuhan se equivocó: el medio no es el mensaje, sino el vendaje.

332

La sustitución de la viveza de la experiencia directa por sucedáneos digitales no es un logro menor del actual sistema tecnomaníaco. Pocas esferas naturales, antaño preservadas en la interioridad, perviven sin haber sido forzadas a participar en el lupanar del pueblucho global, como si la aventura genuina de interpretar el mundo por uno mismo careciese de valor mientras no la capacite un soporte electrónico. Semejante dependencia de las máquinas agota el propósito de la eficiencia práctica para la que, según se nos dice, fueron concebidas y entra de lleno en el dominio de los ritos supersticiosos.

333

¿Quién podía sospechar en los albores de internet, cuando era puro peer to peer, que las telecomunicaciones y la argentería de reclamos virtuales asociados a ellas se perfeccionarían con el único propósito de multiplicar los medios de explotación a través de ocupaciones vacuas y placeres diluidos, dependientes ambos de la exaltación inconsecuente del ego y del olvido paulatino de las experiencias que ocurren al margen de las máquinas? En consonancia con este siglo de colapsos, todo es objeto de una promiscuidad brutal según la dinámica imperante de maximización del beneficio, pero una vez que la cibernética —cumple señalar que «cibernética» deriva de la palabra griega κυβερνήτης, ‘timonel’— ha erigido del ordenador como paradigma, a medida que el cerebro electrónico evoluciona el orgánico se deteriora por necesidad. Al ser humano exprimido por la Tercera Revolución Industrial, a este sobapantallas perdido entre masas de código fuente y ahuecado como un cascarón vacío por los datos que, cual Sísifo apresurado, debe mover de continuo a expensas de su desintegración psíquica, no le queda otra alternativa, so pena de acabar hecho un androide, que la renuncia a la maraña de distracciones implantadas por el maquinismo. Se trata de una gesta silenciosa, de un retiro al bosque de lo tangible, que bien podría tener su punto de partida en la apostasía informática. Quien la asuma debe saber que de la cadena de montaje no se escapa sin sufrir una considerable pérdida de lazos y comodidades, o lo que es casi igual, sin exponerse a descubrir inmensidades de tiempo virgen, proximidades con seres antes aplazados y una capacidad de atención incrementada para estar justo donde hay que estar, en el mismo centro de los sentidos, no en la periferia que corre exhausta en pos de un falso ahora.

334

El embrutecimiento servil que acontece dentro del laberinto panóptico de nuestros días ofrece dos formatos complementarios de cosificación a los enredados miembros de la sociedad: el rol exhibicionista y el rol voyerista. En contraste, y marcado por defecto con el estigma del analfabetismo digital por su reticencia al proceso de allanamiento cibernético de la coexistencia, deviene herético por vocación quien desconfía de las escenas creadas por el colectivismo informático y se aparta de las audiencias ávidas de viviseccionar su reino íntimo, que debe defender contra los embrollos infernales de un poder carente de armonía como un verdadero soberano, como un soberano iniciado.

335

Quien con ordenadores se acuesta, amanece formateado.

336

Hoy en sus casas la gente no tiene hogar sino hoguera.

337

Los etólogos y otros estudiosos de los ecosistemas coinciden en que sin abejas no tendríamos ningún futuro como especie. Yo aún diría más: nuestro futuro como especie depende de que funcionemos como insectos sociales agrupados en colonias regidas por un solo seso.

338

Aun el porvenir puede parecer atractivo al ser escrutado sin contemplaciones porque ninguna conciencia es ajena al sombrío encanto de la devastación.

339

Aunque empresas carroñeras le roan el alma, ser caduco y no sentirse putrefacto es empresa fácil: basta con seguir venerando las consabidas fruslerías que ha instaurado la tecnología.

340

La pasión por tener una agenda repleta ha contaminado el alma hasta en los espasmos del clímax. El culto a la hipercinética ha devenido uno de los más repugnantes vicios que nuestra sensibilidad ha de exorcizar a diario.

341

Entre las situaciones catastróficas que la técnica ha democratizado, habría de computarse la calamidad que nos fuerza a salir de nuestras más límpidas meditaciones cada vez que suena un teléfono.

342

Signos, atisbos de la raza futura tenemos en el continuo captcha mediante el cual averigua el Robot quién es de los suyos y quién desdeñable. Las más duras batallas no tienen por qué dejar tras de sí un reguero de cadáveres cuando el triunfo reside en el yermo de mentes subordinadas a un artefacto sin cuyo soporte se constatarían invertebradas. Ceros y unos tendrán la última palabra.

343

Si cada día es más arduo ser uno mismo, no menor es la reciedumbre que en esta dificultad acontece y se distingue de la chatarra humana procesada a golpe de pantalla.

344

Modificamos los entornos naturales a fin de adecuar sus características a nuestras necesidades más vulgares y construimos en ellos toda suerte de infraestructuras, tan crecientes en fealdad cuanto en complejidad, que extienden por los parajes una red de sedentaria domesticidad. Con sus astrosos termiteros de hacinamiento, las urbes delatan la medida real que tienen los sentidos de quienes las habitan, luego demuestran hasta qué ominosos extremos han tenido que atrofiarse sus pobladores.

345

¿Quién, estando en la exuberancia de sus facultades, desdeñaría conocer el universo por descubrir? ¿Y quién, a tenor del universo descubierto, desearía ampliar su repertorio de escarmientos? Con el mundo conocido hace tiempo recubierto de inmundicias, poco más se puede obtener sin preconizar la demencia. El último descubrimiento cabal que a la especie humana le resta por hacer es el del peso insostenible de su propia existencia.

346

A juzgar por un realismo que tomamos por nada incierto, el mundo parece constar sólo de fatigas, horrores, angosturas y tribulaciones, como si estuviera empantanado a perpetuidad en una resaca de corrupciones, mas a pesar de la ponzoña añadida en derredor por la industria humana, las encinas cobijan el sosiego de antaño mientras las aves canoras entonan pulcritudes que continuarán cuando los motores hayan enmudecido.

347

Por atractivas que parezcan las actividades que lo consumen, un día transcurrido sin contacto con la naturaleza vibrante de otros seres —un día carcomido entre píxeles, por ejemplo—, es una jornada más de presidio para el espíritu y una menos dedicada al conocimiento. Ceñir el tiempo, la energía y el poder de los sentidos a las exigencias de la técnica puede sin duda ser un éxito si el fin pretendido es el suicidio mental.

348

«Parece imposible fijar límite alguno a la invasión de la vida por la máquina», sentenció H. G. Wells hace más de un siglo y es ostensible que no erró. Más que impartir consejo al respecto, apelo a un apagón de los medios de despiste masivo que permita encender las lumbreras de la atención fuera de la pecera cibernética. Para volver a ser humanos en el menos calamitoso de los sentidos, no solo humanescos, inframonos y porquinflones a medio camino entre la animalidad lampiña y la desolladura robótica, hemos de recuperar nuestro vetusto bagaje de simios, recomponer nuestra derechura sobre la nueva deshechura.

349

¡Oh, desdibujada añoranza del mundo preagrícola, movido sólo por energía mitocondrial, no revuelto por arados ni removido por caballos de vapor!

Viktor Vasnetsov, Después de la batalla
350

Nunca es más horrendo un objeto de fabricación humana que cuando expresa la imagen de una cultura que a sí misma se reputa como un modelo absoluto de perfección para otras. Un objeto de esa índole carecerá de la prestancia que otorga belleza al que ha sido ensayado una y otra vez por el sistema natural antes de que las manos humanas apareciesen en el mundo.

351

Allí donde posemos la mirada sobre los quehaceres de nuestros coetáneos, hallaremos pruebas infames de que los humanos, antes que para sí mismos, viven para atender las necesidades de sus máquinas... ¡Mal dato hienda la esquena de quien necesita estar en línea para enterarse de que respira!

352

Si por un lado la normalización tecnológica de la experiencia pretende que el deseo de ser monitorizado sea universal, por otro la universalización digital del control sabotea que uno quiera reservarse para sí mismo cualquier ámbito de vida y pone, bajo sospecha de criminalidad, cualquier ánimo que se zafe del Robot.

353

La neutralidad de la técnica es defendible con la misma solvencia que la higiene de los pueblos mediante cámaras de gas. El problema que presenta la tecnociencia no solo atañe al mal uso para el que muchos adminículos de comunión cotidiana han sido expresamente diseñados, sino al desuso de la vida interior que impone su funcionalidad.

354

Es iluso pensar que los humanos tienen control sobre las máquinas cuando ni siquiera lo tienen sobre sus emociones. Los entornos generados por computadoras son una realidad tan potencialmente ingobernable como los incendios, los gérmenes o los mitos.

355

Los virus que por la red se propagan nos han hecho obviar que la propia red es el virus. El cibermundo se ha convertido en la necrópolis que los zombis del pantallazo constante necesitan para sentirse vivos.

356

Quien descuida la privacidad, vuelve irrespirable su libertad. Antes que con mascarillas para filtrar la contaminación atmosférica, deberíamos salir al ruedo público con máscaras para protegernos de la ubicuidad de la mirada electrónica.

357

Quererse accesible al conocimiento de cualquiera solo demuestra que no se conoce como es debido a los demás.

358

Cuanto más sencilla, más bella brilla la idea ante la complejidad que la contempla.

359

La mejor literatura mama directamente de la vida, pero la vida sin literatura mama solo de sus propias heces.

360

Cuando el pensamiento está arbolado de ideas poderosas y porta en sí la savia de las más bellas palabras, a la espesura que pueden formar entre sí solo les falta la claridad de un estilo que ilumine.

361

Incapaz de juzgar su obra con imparcialidad, el autor honesto bendice a los plagiadores que le muestran el valor de sus creaciones. Pero si ser honesto es haber descubierto el valor de la propia obra por los tesoros que de ella han sido saqueados por otros, tengan, señores manguis, la consideración de reconocer toda la verdad que llevan consigo; admitan sin ambages que sus mentes se han visto irradiadas por el magnetismo de las ideas que robaron.

362

No sé si será modestia, o quizá una pirueta de lo contrario, que nunca haya podido tomar prestada ninguna idea que de forma seminal no estuviera en mí.

363

Cuando no se renace con el verbo, mejor es permanecer enterrado en el silencio.

364

En las artes y en la vida, la fecundidad no revela sino el acto de regodeo que creadores y procreadores se dedican jactanciosos a sí mismos, los unos por cuenta del arte y a costa de vidas los otros.

365

La originalidad nunca es perfecta, sino mejor, pues no consiste en inventar cosas nunca vistas, sino en saber nombrar las nunca oídas cosas de siempre.

366

El quid divinum siempre está de paso, huyendo del artista que querría alojarlo en sí de por vida.

367

Menos que por cualquier otro baremo, el arte no es mensurable por lo que su público o la crítica decidan que sea. El verdadero arte está fuera del alcance de las pretensiones de su creador y su valía no depende de las adhesiones o aversiones que desate entre sus receptores, sino de la destreza para enseñar a percibir más allá de las formas perecederas.

368

El mismo pensamiento, expresado de otra forma, no tiene más posibilidades de volverse memorable, pero los autores frecuentamos ese recurso para camuflar nuestras ideas más deleznables.

369

Cuando uno está poseso de inspiración no habla por sí mismo sino por ello, dando cuerpo con voz propia al alma cosmogónica que en sus artes culebrea.

370

Debemos pericias a nuestros hábitos que entorpecen las del ingenio, y viceversa.

371

¿Qué clase de contubernio traban los libros entre sí cuando arrojados somos por ellos a una incesante peregrinación por otros títulos a despecho de los que denuncian la adicción a extraviarse entre toneladas de palabras?

372

Demasiadas obras pretéritas esperan la oportunidad de enriquecer nuestra cosmovisión como para dilapidar la atención con los productos minúsculos del presente. Con esta actitud retrospectiva no solo busca el lector atemporal trabar conversación con inteligencias de otros alcances y calidades, sino que se asegura la acritud de no pocos autores vivos, incluso de aquellos a los que admira siempre que por cortesía evita sondearlos a fondo.

373

Un texto nunca está acabado, lo que acaba es la paciencia del autor con su escritura. A todo pergeño lo zanja un despeño. La inspiración está en el concepto, lo demás es paciente orfebrería, sin merma de que la idea se preste a fluir a veces con garbo sin necesidad de otros oficios.

374

Más duradera que la piedra es la palabra hablada, y más aún que la lengua viva el símbolo sin el cual ninguna idea pensada podría ser compartida.

375

La imaginación, que además de ser una participación en el alma del mundo fragua en sí el repertorio de combinaciones potenciales entre sus diversos elementos, nos enseña que nada es concebible sin nosotros porque el universo es el reflejo donde la totalidad aprende a contemplarse a través de cada uno de sus participantes.

376

En el reino de las ideas, bien pueden morir las falsedades por una estocada de agudeza sin que sus vestigios, embalsamados por académicos inseguros de sí mismos, dejen de causar litigios a los vivos durante muchas generaciones.

377

Por cada suceso que retenemos, olvidamos otros miles. El poder de salvaguardar los pensamientos y experiencias del olvido sigue procurando a la escritura una razón de ser tan pertinente como apremiante es la amnesia para reanudar el curso de esos pensamientos y experiencias. Si la memoria humana fuese un calco recuperable en todo momento, no habría motivos para confiarle a la palabra escrita ningún poder aparte de inventarios de almacén, actas notariales y otras faramallas.

378

En los buenos libros el lector se siente escrutado en el alma; en los mejores, reconoce que no hay transición entre su alma y la del autor gracias a la energía semántica que fluye indivisa entre ambos, de modo que el escritor solo tiene deberes con su forma de entrega, no con quienes toman su obra, cuyo contenido infunde en ellos relaciones que les corresponde completar.

379

La erudición es un puente. La creatividad está en el río.

380

Los talentos afines se reconocen a través de todas las generaciones que los desdeñan.

381

Hacer forma desde dentro, mitad con el contenido, mitad con la contención.

382

A lo bien dicho se le puede excusar lo mal pensado, pero lo bien pensado se desmenuza cuando es mal dicho.

383

La memoria de lo escrito recoge el vaciamiento de lo invivible en el índice de lo vivido.

384

Sin memoria, la imaginación es un caballo amputado.

385

El celo por preservar los errores del pasado solo es superado, a efectos de disparate colectivo, por el empeño que algunas culturas invierten en destrozar por completo su acervo de tradiciones.

386

Interpretar las cosas con demasiada literalidad es el modo más certero de desjarretarlas.

387

La risa curte y el llanto reblandece, pero la risa sola no basta y el llanto sólo se sobra.

388

Quien quiera triunfar en este mundo debe estar dispuesto a fingir lo que no siente, a ocultar lo que siente y a conocer lo que otros ocultan cuando fingen.

389

Viejo come joven, joven come viejo y todos, jóvenes y viejos, condumio del tiempo son.

390

No se hallará en el vivar de bestias vestidas que sus inquilinos llaman poblado ni un alma que haga merced al que la suya no disfrace según manda el paripé que todos toman por comunión aun dentro de sus casas.

391

Otorga, Príapo, prolongadas felaciones a las vecindonas que colmar puedan de silencio sus bocas murmuratrices.

392

Venus tiene un templo abierto en cada cuerpo, pero Cupido es caprichoso con el reparto de sus flechas. Que no nos vengan con pamemas, por tanto, las sores cuya estampa bastaría para desviar de espanto la saeta más decidida.

393

Rara vez se verá afligido a un hombre de humor colérico. Hay en la tristura no poco enfado vuelto hacia dentro, no poca incapacidad para montar en cólera.

394

Ni los encantos de un cuerpo bonito bastan para que la forma de ser obtenga la complacencia de un amante exigente, ni a la inversa, una forma de ser encantadora puede suplir el atractivo que no posea el cuerpo. Lo ideal a efectos de complementariedad erótica sería que una forma de ser consolidada como deseable pudiera combinar a placer todas las formas corporales capaces de incitar a la voluptuosidad, y esto es lo que de algún modo saben las damas que cambian con frecuencia el aspecto de sus ornamentos, entre los cuales es de lamentar que para muchas cuente menos el contenido de sus cabezas que el peinado que las enmarca.

395

Dicen los que pintan la vida de rosa que el amor no enseña a hacer cosas viles, y tal vez así sea, pero no fuera de sus fantasías. Desafío a encontrar en este mundo un solo congénere que no se sienta capaz de cometer las mayores locuras en pro de sus amores.

396

Quien crea estar preparado para vivir se engaña a sí mismo, aunque no tanto como el convencido de poder enseñar a los demás a vivir sin engañarse.

397

La crítica más feroz a la existencia no proviene de la agudeza del raciocinio, sino de la perspectiva irrefutable que los años añaden como pátina al conocimiento disponible.

398

También el fracaso tiene sus secretos y quizá el mejor guardado de ellos, habida cuenta de cuántos lo toman por garantía de lo contrario, sea la vanidad de querer agradar a todo el mundo.

399

Ante los demás, ni siquiera nos es dable escoger entre chocar contra la tapia del que no nos comprende o quedar atrapados entre los barrotes del que nos comprende demasiado bien.

400

Sea por interiorización del guión humano o por desdoblamiento teatral de sí, uno actúa incluso cuando está solo y sólo vestido de espacio. Por un prurito de indeclinable idiotez frente a la nada, nunca dejamos de ser personas.

401

Mientras el ignaro cree que lo bueno está pasando en otro lugar, el avisado sabe que lo malo abunda en cualquier parte, que la mudanza de geografías no asegura ningún cambio de condición y que allí donde vaya uno en busca de otro genius loci nunca estará a salvo de perder su propio eje.

402

No es lo más extraordinario que la realidad sea el oscuro objeto consumado de la ficción, sino que en ese magma de borrosas posibilidades el ser humano haya inventado la excepcional habilidad de establecer previsibles formas de orden. Tanto o más sorprendente es que uno camine deprisa, como ocultando a los otros su falta de humanidad y cuidando de no delatar a los transeúntes el rayo exterminador de sus pensamientos, para que al menor cruce de miradas con un desconocido se descubra, sobrecogido, como el portador de una bondad tan expansiva como envolvente, dispuesta a exculparlo todo y a todos.

403

El alto precio de la satisfacción inmediata y gratuita de los deseos no difiere, en su traducción psíquica, de una mayor dependencia del medio y de un infantilismo creciente del carácter.

404

Para los demás, solo cuenta lo que uno hace. No cometa nadie contra sí mismo la traición de hacer lo que solo para ellos cuenta.

405

Más fácil es admitir la superioridad intelectual ajena que reconocer la propia insuficiencia para pensar los desafíos planteados por otros.

406

Cuando un espíritu aguerrido no encuentra monstruos dignos de su bravura, forja otros en sí para poder combatirlos hasta que la muerte los separe.

407

La imaginación es un puente sin cuya extensión ni lo vivido puede ser repensado, ni lo pensado revivido.

408

El pensamiento se distingue, tanto del yerto intelectualismo como de la reiteración ideológica, por su vivacidad para inducir experiencias transformadoras en la mente que piensa por sí misma. Gire libre el pensamiento en todas direcciones, cual aguja de bitácora, para que pueda abrirse norte en medio de los avatares.

409

Lo que uno siente es tan suyo como el espectro audible o la temperatura corporal, y al mismo tiempo tan ajeno como la cacofonía urbana o las variaciones climáticas. Para paliar el sufrimiento personal la virtud no estriba, por ende, en sentir menos sino en no retener a toda luz el sentimiento cuando agrada, ni en reprimirlo a toda sombra cuando causa molestias.

410

Entre los embrujos que tiene la amistad, muy de agradecer es que pronto dejen de ser necesarias para que perdure las afinidades que le dieron comienzo.

411

Quien carece de flexibilidad para reírse de sus peores ocurrencias las acaba creyendo con la rigidez de la cosa más seria.

412

Piensa el flemático que sin lentitud no hay pensamiento posible y objeta el temeroso que sin el yugo de la lógica solo hay divagación.

413

En sus efectos retardados, la autoafirmación se delata como el más rebuscado método de autonegación porque el resultado, de una u otra forma, no es otro que la desvertebración del mismo fulastre.

414

Uno quiere lo que quiere porque no lo entiende tan bien como aquello de lo que sabe desentenderse.

415

Si uno fija la felicidad como meta de su esfuerzo, vana meta para vano esfuerzo. La dicha es un regalo y los regalos no se piden, y aún menos se exigen a cambio de los sacrificios que el punto de vista plebeyo considera canjeables por beatitud.

416

La sobriedad es un atuendo demasiado estrecho para el espíritu, que ha de resignarse a sufrir el aprieto de sus prendas o reventarlas.

417

Obramos en proporción directa a lo que ignoramos. Si supiésemos el poder ajeno a nuestro control que un movimiento ínfimo tiene para alterar el mundo, ninguna necesidad tendríamos de actuar; solo actuaríamos cuando no pudiésemos menos. Cuanto de inexorable hay en las consecuencias de las acciones larvado queda en las decisiones que se declinan.

418

No ofrecen los angostos canales del pensamiento, ni la natural anuencia con las ilusiones que conforman la humana realidad, el mejor medio para abrazar la sapiencia ni demasiado alivio para la necesidad de crear un orden interno de cara al adverso poder del error.

419

La juventud es un volcán y de la madurez depende que su enfriamiento forme una montaña aislada de la corriente o ceda como un cráter a ellas.

420

Muy por las nubes ponen los turiferarios al elogiado para que su caída sea mayor.

421

«¡Me cago en to lo vivo!», oigo de tanto en tanto gruñir a mi vera. ¿Han tañido jamás gargantas humanas palabras más airadas, y no obstante su brusquedad, más comprensibles en razón del efecto escrológico de quien con ellas se descarga de fatalidad? Por demás, cualquier improperio es bueno para arrancarle risas al abismo.

422

Tan acostumbrados estamos a la estolidez que unos y otros segregamos en común, que preferimos vestirla con credos e instituciones sociales a padecer la solitaria vergüenza de no ser imitadores hasta en lo deplorable.

423

La libertad es confundida a nivel subjetivo con un carnaval descocado, con el gusto antojadizo por ser otro, cuando en verdad debe más al hastío cabal del enmascaramiento, a la cuaresma de sí que damasquina desapego y autodisciplina.

424

Que nadie haya regresado del Otro Mundo invita a cuestionarse las supuestas bondades que nos retienen en esta sala de espera.

425

Tan rencorosos componentes acumula la existencia, que quien reniega de su aliento pronto se siente emponzoñado de tristeza. El fin de un mal no puede ser malo, pero hasta los más carbonizados pesimistas experimentan una aversión irracional por la muerte, tal es la fuerza que en cada ser tiene el firmware biológico.

426

Aunque se sienta inocente, es natural que el acusado desee el aplazamiento de la sentencia. Lo mismo le pasa al hombre abocado por carácter al suicidio: aunque conozca su resolución y la defienda en momentos de bonanza igual que en la adversidad, nada lo alivia tanto como encontrar un motivo de orden superior que aplace su cumplimiento.

427

Cuantas menos cosas le pasan a uno, más presto pasa uno por las cosas; tanto, que parecen solo una.

428

La acción es el escenario donde los que aman las simulaciones y los que temen enloquecer en soledad comparten el afán por asignar a su exigua existencia un papel con sentido, aunque interpretarlo suponga un extravío mayor.

429

Los hombres de juicio falto a todo se enganchan con tal de poder ocultarse que nada tienen. Ninguna extrañeza tiene para ellos que lo grotesco prevalezca sobre lo trágico y que lo real, sombra de lo imaginal, engullido sea por las apariencias de cualquier imbecilidad asentada.

430

Sin la frescura de una sonrisa tocada de ironía y de ternura, cada gesto oscilaría entre la mueca de espanto y el cansancio encallecido por la simiesca repetición de los mismos temas.

431

Quizá haya algo más terrible que los peligros que asedian el alma en las horas lúgubres: la certeza de que sin ellos seríamos engullidos por un tedio monstruoso.

432

Una casa sin arañas es sospechosa de guardar peores habitantes.

433

Mendigos hay que se muestran más ávidos de humillación ajena que de monedas, y algunos incluso consiguen que quien es objeto de sus asaltos pague con limosna de vergüenza propia el simple hecho de pasar por allí.

434

Cuanto mayor es el declive de la civilización, más peso tiene la zoología en el panorama de la cultura.

 
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