Lo que produce el bien general es siempre terrible.
Raoul VANEIGEM
La revolución de la vida cotidiana
En los textos de apologética se conoce como teología apofática al intento de acercamiento a lo divino que en vez de proceder mediante inferencias lógicas al estilo de las teodiceas, provoca la rotura conceptual del pensamiento gracias a un proceso de negación de lo inteligible que facilita el acceso al plano revelador de la conciencia: se trata de un recurso que hace guiños a la transgresividad tan válido para conmocionar los moldes cognitivos como las novelas de Sade, las películas de Kaurismäki o los koan más inspirados, por escoger tres prototipos narrativos entre otros cientos de ejemplos, acaso mejores. Hay que atreverse a estar equivocado para cometer algún acierto, y cuando se vencen los problemas de conciencia, la realidad invita a ser asaltada como un banquete frente a cuyas tentaciones saber negarse es una disciplina necesaria para aprender el arte de saber tomar, aunque puestos a elegir entre dos actitudes extremas de considerarlo, más vale ser un bandido en calma que un santo arrepentido, incluso desde un planteamiento civilizador que trascienda la demarcación de los egoísmos particulares. Si uno posee alma de león debe sacarla, no arrastrarse con ella como una rata. Los transgresores contribuyen a hacer del mundo un lugar menos insoportable no sólo porque al frustrar las expectativas represivas de las leyes retroalimentan los sistemas no aversivos de control social, sino porque con sus acciones desafían la perspectiva de quienes no veían más allá de las pantallas que son nuestras murallas actuales. En todo proyecto de orden resulta beneficiosa una considerable dosis de caos que evite el estancamiento, pero no tanta como para disolverlo con una violencia de efectos generales más peligrosos que el más maniático de los despotismos.
Ilustración del miniaturista flamenco Gerard Horenbout para el Breviario Grimani.
Raoul VANEIGEM
La revolución de la vida cotidiana
En los textos de apologética se conoce como teología apofática al intento de acercamiento a lo divino que en vez de proceder mediante inferencias lógicas al estilo de las teodiceas, provoca la rotura conceptual del pensamiento gracias a un proceso de negación de lo inteligible que facilita el acceso al plano revelador de la conciencia: se trata de un recurso que hace guiños a la transgresividad tan válido para conmocionar los moldes cognitivos como las novelas de Sade, las películas de Kaurismäki o los koan más inspirados, por escoger tres prototipos narrativos entre otros cientos de ejemplos, acaso mejores. Hay que atreverse a estar equivocado para cometer algún acierto, y cuando se vencen los problemas de conciencia, la realidad invita a ser asaltada como un banquete frente a cuyas tentaciones saber negarse es una disciplina necesaria para aprender el arte de saber tomar, aunque puestos a elegir entre dos actitudes extremas de considerarlo, más vale ser un bandido en calma que un santo arrepentido, incluso desde un planteamiento civilizador que trascienda la demarcación de los egoísmos particulares. Si uno posee alma de león debe sacarla, no arrastrarse con ella como una rata. Los transgresores contribuyen a hacer del mundo un lugar menos insoportable no sólo porque al frustrar las expectativas represivas de las leyes retroalimentan los sistemas no aversivos de control social, sino porque con sus acciones desafían la perspectiva de quienes no veían más allá de las pantallas que son nuestras murallas actuales. En todo proyecto de orden resulta beneficiosa una considerable dosis de caos que evite el estancamiento, pero no tanta como para disolverlo con una violencia de efectos generales más peligrosos que el más maniático de los despotismos.
Ilustración del miniaturista flamenco Gerard Horenbout para el Breviario Grimani.