21.8.12

BAILAR DENTRO DE LA BALLENA

A Charly Román, para que abulte órdagos

Durante los periodos de corrupción general no hay izquierdas ni derechas, sólo prostituidos y macarras.
Félix de AZÚA
Sobre los altos bajos fondos

Entre los requisitos mínimos exigibles a los cargos de un gobierno no puede faltar la superación con creces del nivel medio de inteligencia de la población a la que, se supone, deben representar, además de otros mil filtros y enmiendas —como la revocación de sus titulares cuando violen las promesas electorales, la anulación de las gangas vitalicias, la instauración de castigos ejemplares a los implicados en casos de prevaricación, etc— que, sin embargo, volverían a poner de relieve la cuestión esencial que nunca se aborda en los debates oficiales, más proclives al detalle anecdótico o la noticia testimonial que a los planteamientos estructurales: el sistema plutocrático, analizado a través del deslumbrante escaparate en el que la política visible se integra como parte del reclamo colorista de sus productos decorativos, no necesita de unas reformas que a lo sumo inducirían a prolongar nuestra agonía, sino de un finiquito sin concesiones de uso: ¿de qué le puede servir el reacondicionamiento de la confusión al iniciado en el taller de sí mismo que no acepta ni saborea vasallajes, amenazada como está su obra por todos los regímenes gregarios? 

Puestos a imaginar lo deseable dentro de lo probable, no sería difícil organizar los asuntos públicos al margen de los partidos y sindicatos, que grandes o pequeños están llamados a cumplir el mismo miserable papel contra el verdadero poder civil. Existe un prejuicio muy extendido por el cual la democracia sólo se entiende como sinónimo de parlamentarismo, y viceversa. Tampoco ayuda a disolverlo que el acuartelamiento cuadragenario de Franco se apropiara del suculento concepto de democracia orgánica, que en realidad tiene su elaboración en ideologías anteriores y nada afines al corporativismo fascista, como las nociones federalistas propugnadas hace siglos por Johannes Althusius o las más recientes teorías de Krause. Con tecnologías similares a las utilizadas por las redes sociales y las debidas herramientas de seguridad, podrían implementarse a bajo coste métodos de participación directa e inmediata a disposición del individuo asociado a una comunidad emancipada del sufragio irreal o anulario —en efecto, aquél donde el voto de un hombre se anula por ahogamiento en el paripé del naufragio universal, pues de lo contrario valdría para cambiar el orden y tendría que ser declarado ilegal—, individuo que quedaría así exonerado delegar su soberanía personal en una casta más especializada en obedecer a los usurpadores escondidos que nadie ha elegido —¿para qué, si ya controlan los flujos mundiales de guerras, adicciones, calumnias y petróleo?—, que en proporcionar garantías de transparencia y equilibrio a las funciones directivas del Estado en ausencia, admitámoslo de una vez, de la honorabilidad y sapiencia que nunca tuvieron ni tendrán dichas atribuciones autoritarias. Si por los propietarios de los gobiernos fuera, nos expropiarían el alma para hipotecárnosla después tras pasar por una serie de inspecciones sanitarias destinadas a su correcta aculturación. A mi juicio, los principales centros agrimensores de la espontaneidad neurálgica están tardando demasiado en adaptar a sus planes de capitalización el hecho prístino de que no hay mejor arma que un alma bruscamente despertada de la pesadilla; la imbatible certeza de que el espíritu atrincherado en la disciplina de afirmarse en la negación, al no temer la derrota, conquista una victoria de naturaleza suprema en una fortaleza interior que no puede ser derribada desde fuera salvo con la imposición de la muerte, lo que en modo alguno es vencer. Ante la enorme agitación del malestar y las insuficientes válvulas de seguridad para aliviar la presión interna —«poco pan y pésimo circo» proclaman las pancartas—, la conciencia de la desesperación del poder pretende yugular la desesperación de las conciencias que hasta hace poco se mantenían sumisas a las reglas del juego y desfallecían emparedadas en la esperanza de la prosperidad que alimentaba la ilusión de una salida.

De todo esto y poco menos conversaba hace varios días con un amigo hasta que el coloquio concluyó, andante, con una exposición de lamentos a dos bandas cuyos últimos resuellos no resisto copiar: 

— Preparemos el culo que vienen de nuevo con la lanza... —vaticinó— ¿Hasta dónde van a llegar?
— Hasta que nos salga por la boca que se queja del asalto rectal. 
— Nos olvidaremos del jamón bueno —dictaminó doliente al término de una pausa prospectiva.
— Quizá por caridad hagan circular el rumor de que hay gripe porcina.

Lámina incluida en el folio 086v del Bestiario de Oxford.

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