Ozaki Keishu, Paisaje shinto en la bruma |
MONTESQUIEU
Cartas persas
La educación viene de la ciudad, la sabiduría del desierto.
Franz HERBERT
Dune
No hay nada tan nihilista como aspirar al paraíso.
Ramón ANDRÉS
Pensar y no caer
1
La compasión siempre llega tarde: antes que aquellos que aún no están muertos, habrían de ser apiadados los que todavía no han nacido.
2
Liba tu néctar de infinitos campos y transfórmalo en miel a cada instante.
3
Buen fruto prodigan algunos males cuando probarlos frustra el gusto de los peores.
4
Toda exigencia moral tiende al absoluto cuando es sublime, y todo absoluto escogerá el suicidio para no verse absolutamente corrompido.
5
El trayecto más corto no siempre es el menos largo.
6
La sabiduría tiene muchos caminos, pero ninguno pasa por la ambición; ni siquiera por la ambición de ser sabio.
7
Matar el esperma con el pensamiento, ¡qué eximia filosofía sería!
8
No confíes en los padres de familias numerosas; si pueden hacer eso por capricho, nadie sabe de qué atrocidades serían capaces en caso de necesidad.
9
Quien no espera lo peor de sus congéneres corre serios riesgos de que se lo demuestren.
10
Todo lo que ayuda a hacer soportable la vida debería ser puesto bajo sospecha; sin embargo, todo lo que inflama nuestras sospechas contribuye a volver insoportable la existencia más allá de lo dura que es por sí misma. La gracia de la medida está en saber detenerse entre la última clarividencia y la primera ilusión.
11
Nunca hubo pasos tan livianos como los dados con el dopaje de una noble causa.
12
Lecciones de mal talante el nulo talento imparte.
13
Quien estudia con ánimo de reprender pierde la sazón de aprender.
14
Volar no debería ser reprensible para quien tiene alas, aunque rara vez no lo sea cuando se mira con los ojos de un reptante.
15
No existe forma inocua de hacer los sueños realidad, excepto la de hacer de las realidades bostezo.
16
No dedicarse a más asuntos de los que pueden ser ultimados sin demérito es tener un pie en la perfección.
17
No aprende uno de lo que encuentra si no se aprehende encontrado por ello. Una vida es para el conocimiento pero el conocimiento no es para una vida.
18
En nadie se debe confiar más que en el propio substrato para germinar confianza cuando ya nadie se libra de ser un semillero de desesperación.
19
Más que por aquello que uno ama, uno llega a ser conocido por aquello que detesta y reconocido por lo que desprecia.
20
El único modo admirable de destruir a un enemigo es hacerlo amigo.
21
Mal se llega a las manos pudiendo arrimar el pensamiento.
22
Quien quiera senderos limpios, desbroce primero su existencia de cuanto no sea veraz.
23
No radica la fuerza en la prestancia de los músculos, sino en el temple de los nervios; no en la disposición para la acometida, sino en la capacidad de afrontar con entereza los azotes de la fortuna.
24
La poca estimación de las dignidades que no vemos viene de la mucha estimación de las cosas que creemos ver.
25
Así como la nostalgia destila el dolor del pasado, la ansiedad lo extrae del presente y la angustia lo anticipa del futuro, la tristeza por el amor ausente persiste fuera del tiempo.
26
La paciencia es la fortaleza del débil y el pensamiento su armamento de larga distancia.
27
Rara es la víctima que no desea transformarse en verdugo y aún más raro el verdugo que no adopta el lenguaje de la víctima.
28
Solo es aceptable mentir para mejor decir la verdad.
29
De tus pensamientos serás dueño cuando no los tengas por tuyos.
30
Trucado va el sentido a tal extremo que hasta el mundo parece tenerlo.
31
A regañadientes salimos del claustro materno y con iguales o mayores reticencias entramos en el agujero del tiempo que claudica. Téngase presente que la ley fundamental de la existencia es aferrarse a lo conocido y hágase uno el presente de transgredirla de cara a lo desconocido.
32
No es un mal pesar que el despertar del afecto por las personas que no supimos aprovechar coincida con la percepción incrementada de la fugacidad del tiempo a una edad en que todo está casi hecho; no es un mal pesar porque demuestra que se ha experimentado una evolución de la sensibilidad hacia los demás, empezando por aquellos a los que nunca podremos recuperar.
33
Cuando avanzar no es factible sin degradarse, demorarse no es un retroceso, sino una posibilidad de recuperar, junto con el aliento, la verticalidad perdida.
34
Bienaventurado aquel de quien pueda pensarse a su deceso lo que dije yo de un amigo: un hombre coronado de amistad, un reino arbolado de amigos.
35
No des obra por sobra ni pidas sobra sin obra.
36
Recuerda que la misma tierra que te acoge es un destierro y agradece el arcano en virtud del cual pudiera el extrañamiento ser una estancia acogedora.
37
Lo que la tierra da con sonrisas, a la tierra vuelve con lágrimas.
38
Noches hay en que por deferencia hacia otros no puede uno permitirse estar de acuerdo consigo, aun a sabiendas de que al día siguiente la exigencia será justo la inversa.
39
Cuando la belleza deviene impostergable necesidad, forzoso es que el mundo muestre su más repulsivo aspecto.
40
Nota bien sin dar la nota en tu peregrinaje por el mundo.
41
Hacienda que no alivie el peso de los días no se tiene sino en demasía.
42
Modula en vano sus apetitos el que aún tiene por deuda tributar a la esperanza.
43
¿Qué clase de provecho espera de la virtud quien la implora de rodillas al estercolero de la vida?
44
Perder las ganas de luchar puede significar ganar la paz perdida si en el pecho se conserva la osadía.
45
Pasar se debe por lo que no se quiere sentir de manera tal que no enfade haberlo sentido.
46
Hay formas innumerables de ganarse la vida, algunas malas y otras muchas peores, pero solo una digna de perderla: la voluntaria.
47
A quien la amplitud de conciencia no eleva, lo aleja al menos de las negligencias de una exultante tosquedad.
48
No hay triunfo más traicionero que el desconocimiento de la derrota.
49
Bendito sea el azar que de trecho en trecho te aparta de la comodidad, pues no es sino en lo fácil y seguro donde acecha el peligro de estancamiento contra el que nada puede ningún parapeto.
50
Habida cuenta de que lo bueno para uno puede no serlo para otros y viceversa, ¿acaso no delata el altruismo de los píos una moral fraudulenta disfrazada de amor? ¿Cabe aún ver un axioma áurico en unas conveniencias tan maleables? Ni todo lo que brilla es oro, ni todo lo que es oro brilla. Tener misericordia por otro es aproximadamente lo mismo que darle el pésame por estar vivo.
51
No se puede tener auténtica piedad por otro ser vivo sin sentirla por uno mismo, y merced a esta relación reflexiva puede el ánimo gozar de una validez moral que en vano quisiera tener el exhibicionismo humanitario practicado por tantos mojigatos y tragasantos.
52
¡Cuán fácil es componer la vida ajena mientras la propia se hunde en la escoria!
53
Lo que mejor veo en lo que otros ven es que habrían de mirar mejor.
54
No querer es un gran poder si se conoce el coste del tener.
Secuencia del pecado ancestral según la miniatura del folio 93v del Bestiario de Aberdeen. |
55
Uno puede contribuir a la mejora del mundo suicidándolo o suicidándose, y como lo primero solo está al alcance de Dios, servida está la paradoja de hacerlo más virtuoso con un virtuoso menos.
56
Ayuda al que te ayude antes que de ti dude.
57
Merced pedida sin merecimiento llamando está al escarmiento.
58
Excelente memoria para los favores y pésima para los agravios, quizá sea esa la única manera gentil que los estudiosos de la humanoteca tenemos a la hora de mezclarnos con los ejemplares que nos han desengañado.
59
Por ajustados al buen sentido que sean los consejos, de poco valen si la experiencia del fracaso no los precede.
60
No se han de recetar dulces consejos, sino remedios fuertes.
61
No dejarse atrapar por el engaño, esmero es meramente para no mentir.
62
No encargarse de más empresas de las que cabe llevar a feliz cumplimiento es proceder de avisado; no encargarse de más acciones que las imprescindibles para ir haciendo liviano el trecho, actitud de sabio.
63
Aparte del ansia por ser más de lo que no es, la constante más prolífica que acata la condición humana es la violación reiterada de los límites que atribuye a su naturaleza.
64
Tan pronto se torna perceptible la selva de padecimientos que es el mundo de los vivos, acudimos a una panoplia de excusas para garantizarnos la ilusión de una seguridad que reconcilie las mentiras heredadas con el acoso de las verdades sobrevenidas.
65
Quien ha contemplado lo más hondo de la existencia puede aún sentir morriña por lo más vital que hay en ella, pero sabe que no puede amarla sin engaño. De ahí que ante una situación de esplendor, junto a la ineludible fascinación por el prodigio que tal como acaece se marchitará, sea no solo lícito sino apremiante preguntarse dónde recae el peso del tinglado, quién lo soporta a su pesar.
66
Aun sin pretenderlo perjudican los progenitores a otros seres al traerlos a la vida, y aun queriéndolos vuelven a lastimarlos cuando salen de ella.
67
Uno no termina de nacer como individualidad hasta que no mueren sus padres, lo que normalmente ocurre demasiado tarde. No es extraño, por tanto, que al sufrimiento de la pérdida se le sume el desconcierto de la ganancia.
68
A medida que madura el carácter tiene por conquista definirse a tenor del repudio que suscita en él cuanto quiso de joven.
69
Lo que el tiempo no sana, lo agrava la cana.
70
Si la madurez es la edad a partir de la cual todo suma para menos, mejor es el cero a tiempo que acumular cifras negativas.
71
Quedan atrás los años de intransigente juventud cuando uno migra del creer saber lo que tiene que tomar al saber creer lo que tiene que dar.
72
¿Cuántas veces no es el precio de un regalo directamente proporcional al sentimiento de culpa que genera en quien lo obsequia las deficiencias de atención que no ha dedicado a quien lo recibe?
73
No ser presto en darlo todo a la menor ocasión, salvo que se quiera poner de manifiesto el insaciable apetito que uno tiene de recibir.
74
¿De qué vale pedir la luna cuando se ha descubierto en ella el espejo donde la Tierra se contempla desnuda?
75
Ir al silencio es un proceso más arduo cuanto menos convencido se está de sus bondades, como lo es también el abandono de los alimentos manchados por el sufrimiento para el que no siente su clamor cuando los engulle. Y es que a la raíz no se llega de un tirón ni se la saca de cuajo sin destrozarla; a la raíz hay que acercarse guiándose por sus efectos.
76
Halaga sobremanera al orgullo humano tener noticia de las crueldades que pueden protagonizar otras especies —los documentales sobre animales no dejan de incidir en ello— porque esa información, presentada de una forma impactante, coadyuva a suspender la evaluación moral antes de que se aproxime a la responsabilidad de admitir que ni el mal de unos seres excusa el causado por otros, ni puede llamarse bueno al que redobla la inconsciencia de agraviar otras vidas sin gravedad para la suya.
77
Si como constata el cronista del ocaso y orífice de bellezas extintas «ser animal es impulsarse a la avaricia; ser animal racional, impulsarse a ella con mucha mayor habilidad», afortunados somos por la muerte que ha venido a segar el desproporcionado aumento de las protuberancias de la vida.
78
Cuando el día empieza de culo, acaba de boca en la hez.
79
Se sabe que uno ha llegado a sus confines cuando en sus obras debe más al trabajo metódico que a las musas.
80
Quien con marujas se acuesta preñado amanece.
81
Peca la fingidora de orgasmos, no la adúltera, porque donde esta es fiel a las verdades de su cuerpo la otra miente en la intimidad para ocultar su frigidez.
82
¿A qué grados de insensatez hay que llegar para querer amar como a sí mismo a quien no se conoce? Y aún peor, ¿con arreglo a cuantos trucos inconfesables y maniobras de escamoteo puede seguir queriéndose a quien se conoce tan de cerca como a uno mismo?
83
Al hombre acorralado ha de ofrecérsele una salida airosa si se quiere evitar que arroje de sí lo más airado.
84
El único, el verdadero éxito como individuo, es no tener necesidad de tenerlo.
85
El más perdido para sí mismo es aquel que simplifica el mundo en ganadores y perdedores. Nadie sabe dónde está realmente si no desciende hasta encontrar su nivel de máxima intolerancia a la existencia.
86
Hay gente que cree que matarse no es fácil y la razón, no cabe duda, está de parte de quienes piensan así. Casi todos preferirían no tener que hacerlo, pero si liquidarse es cualquier cosa menos una decisión confortable, ¿cuánto más difícil no será vivir como se vive de veras, con la incredulidad prisionera del aquí y del ahora, ni fuera ni dentro de la sociedad, encadenado al sí mismo sin más certidumbre que la emparedada entre la tautología de la respiración y el aplazamiento de su cese?
87
Aunque nunca falten fugitivos que huyendo de las penosas evidencias de la realidad caigan con alivio en la ofuscación, buena es la verdad amarga que despeja las mentes embotadas y más mala que una falacia la verdad edulcorada con la presunción de que la vida es agasajo antes que condena.
88
Estar menos presente en el mundo es señal de salud allí donde más interesado está el mundo en volverse omnipresente.
89
No se haga del dolor una razón de ser ni se expriman de la razón dolores adicionales al ser; hágase entrar sin pesar en razón a todo el dolor que pretenda sacarla de sí.
90
Si «cada persona es un mundo», como bien crepita el adagio, excepcionales son las que saben tender puentes abiertos al santo y seña de la amistad.
91
Cruzando la sentencia de Nietzsche con un conocido refrán, «si uno no va al abismo, el abismo lo busca a uno».
92
Para afrontar el declive sin retorno que a cada instante se halla, son más las personas que sobran que las necesarias.
93
Siete años después de haber escrito «cuando creas estar en la cima de la montaña, pregúntate lenta y atentamente si no estará la montaña encima de ti», me tienta completar el giro con otra perspectiva: cuando creas tener la montaña encima de ti, pregúntate si no estarás cabeza abajo.
94
Nadie vive de recuerdos porque nadie los tiene tan buenos como para dar sustento a su alma.
95
Quien osa ser médico de sí mismo enfermar puede a su cargo y matar solo una vez, lo que no deja de ser una ventaja sobre el que ejerce de sanador con los demás.
96
A momentos que pueden durar cuanto una vida en extinguirse, la cabeza es un martillo y el corazón un yunque de los que salen arrojadas las centellas del pensamiento. Líbrese el herrero de sí mismo de confundirlas con lumbreras del alma, porque no es labrado a golpes como el oro adquiere realce.
97
Hay que estar muy falto de consideración hacia sí mismo, o muy sobradamente programado, para no haberse deseado nunca la inexistencia; no con odio contra sí mismo ni como venganza contra la condición humana, sino con la humilde franqueza de dejar atrás la severidad de un clima inhóspito o de una noche minada de pesadillas.
98
Cuando alguien valioso se desvanece, lejos de quedar menguada su presencia, alborea convertida en una figura imprescindible.
99
Que no enerve tu ánimo el molesto zumbido de un espíritu minúsculo y alborotador, de esos especímenes siempre puede obtenerse una ocasión de instruir el desapego frente a la incomprensión. Muy a propósito me viene la máxima de Antonio López de Vega que acabo de copiar para mi libro de horas: «El más diestro modo de supeditar es la suavidad de un descuidado y apacible señorío».
100
Somos marionetas del bien y del mal que viven en el simulacro de ser promotoras del primero y culpables del segundo.
101
Si a lo que parece todo gusto es un prejuicio, tengamos el mal parecer de hacer buenos prejuicios.
102
De igual forma que el varón que inseminara a una hembra manifestaría una considerable falta de respeto hacia ella si obstaculizara su decisión de interrumpir el embarazo, tampoco sería admisible que se le pidieran responsabilidades por el futuro hijo en el supuesto de que la mujer, pudiendo evitar el mal, optase por la imprudencia de continuar la gestación.
103
¿Qué necesidad hay de viajar cuando uno se ha recorrido por dentro y marcha en pos del hasta nunca? ¿Qué locura es esa de hacer deambular el esqueleto por el globo cuando ningún lugar puede borrar el tedio de ser hombre entre los hombres y extranjero irredento en todas partes?
104
La compensación hace milagros.
105
Cuidarse de hacer interpretaciones demasiado literales de esa jungla ambivalente, cautivadora y amenazadora, que llamamos vida. Desenterrar los misterios incombustibles que yacen bajo la fisonomía de los escombros acumulados durante generaciones y que algunas culturas, como nuestra civilización, prefieren excluir de su orden de valores. Adiestrar la visión que permite interconectar los fragmentos de realidad que nos llegan con los latigazos de la experiencia. No pensar, sino contemplar el flujo de los pensamientos como el de cualquier otro flujo, ni temer al deterioro causado por el uso, con sus abusos, de lo infinito en el ser finito que es la imaginación. Reconocer en las sombras de toda creencia un dique mental erigido contra la vocación de un conocimiento verdaderamente universal. Y ante la petulancia de las ocupaciones mundanas que sus adeptos quisieran absolutas, iniciarse en el juego del espíritu que ríe, consigo y con quien quiera acompañarlo, a medida que otra clase de evidencias hacen saltar por los aires las fronteras que las sociedades han levantado como losas para cerrarnos herméticamente las entendederas.
106
Penas distintas para distintas vidas. El hastío es a la vida del ahíto como la desesperación al menesteroso.
107
Chungos los hay de origen y de carestía, pero los peores son sin duda los que prosperan con los excesos inconscientes de su perfidia.
108
¿De dónde saca la gente que no querer hacer nada es lo mismo que no querer estar con nadie? La nada también puede compartirse y es uno de los bienes más gratos cuando se sabe cohabitar en ella.
109
Mirar de cerca al otro es recrearse en la ostentación de masacres que ocasiona la vida, recorrer la úlcera de la existencia en el alma que descorre tras los jirones de la ajena las proporciones de su agonía.
110
¿Alimentas el propósito de realizar la mejor versión de ti mismo? Olvídate de apadrinar niños o de jugar a las misiones en el periodo vacacional, no hay necesidad de recurrir a detergentes tan exóticos: es más efectivo —y sin duda menos vistoso— lavar en casa la conciencia. Si tu intención es no acentuar los males del mundo, empieza por tu radio mínimo de acción. Ayúdate a vivir más despacio en el espacio y menos comprimido en el tiempo; no encapsules en un mensaje la atención que merece una cara; entiéndete con los que se esfuerzan sinceramente por entender; libera el victo de tus entrañas del derramamiento innecesario de crúor; no te ates a los afectos cuando sabes que nada van a resolver; examina con antelación las consecuencias de engendrar sucesores a los que legarás un atolladero irreversible…
111
Uno es inocente de ser criatura hasta que decide subirse al remolque de los criadores que dan la bienvenida a los excesos de una especie que todo lo deteriora a la velocidad de su propagación.
112
No le corresponde al cuerdo demostrar la inanidad de las alucinaciones del loco, sino a este la responsabilidad de obtener una prueba que las confirme. Aplíquese a la multiplicación del género humano llevada a cabo por los adelantados que menos se cuestionan a sí mismos.
Ni la abulia para atacar ni la desidia para vindicarse son situaciones invencibles comparadas con la desgana que respirar supondría si hacerlo dependiera del esfuerzo sostenido de la voluntad.
113
Ni la abulia para atacar ni la desidia para vindicarse son situaciones invencibles comparadas con la desgana que respirar supondría si hacerlo dependiera del esfuerzo sostenido de la voluntad.
114
La realidad como un sueño interrumpido por otros sueños que prosigue la arquitectura volátil del despertar.
De igual modo que la realidad no necesita ser verdadera para existir, la verdad no requiere ser real para ser cierta.
El mayor yerro del ser humano es haber concebido a Dios para poder castigarse con un magnífico pretexto por infracciones que solo existen en su fantasía.
A su blasfemo aderezo el ateo cree en Dios porque lo odia, y más aún, porque lo necesita para su desahogo como una ciudad moderna el alcantarillado so pena de perecer ahogada en la pestilencia de sus heces. En cuanto a mí, que también hube de habérmelas con arañuzas negras en el frente de los irreligiosos, fui herético al cuadrado a consecuencia de haber multiplicado por sí misma esa teomaquia en la que no sería errado detectar el epítome de una teogamia malograda. Cabía profetizar entonces que mi desarraigo alternaría disidencias y epifanías antes de que pudiese declarar la independencia de componer y descomponer dioses sin tener que recurrir a una metafísica de cloaca.
No consiente el mundo ser pensado porque pensar el mundo es obrar contra él.
Los hechos están ahí para pensarlos hasta donde se rindan; los pensamientos, para vencerlos hasta donde se deshagan.
Vista como una superposición de instantes, la vida individual tiende a mostrarse grotesca, cuando no simplemente mezquina o espantosa; contemplada como un todo indivisible, por anodina que haya sido cada existencia ofrece un relato donde se despliega una variación interesante de los temas compartidos.
Hay realidades que difícilmente mutan, pues su papel como artefactos consiste en provocar transmutaciones en el espíritu contra el que impactan. Así funciona la belleza, esa portentosa mentira en la que se refugian no pocos renegados a los que nunca dejará de acompañar un espíritu con gusto.
El azar corteja las mentes de temple científico; la idea de providencia encaja mejor con las de tipo religioso; solo a los filósofos les resulta apropiada la fatalidad.
Los filósofos son especialistas en reducir los hechos a problemas; los políticos, en tornar los problemas en hechos. Aprender a desembarazarse de ambos con la firmeza de quien expulsa de sí un bocado que no ha podido metabolizar es un síntoma de virtud.
Del oropel que no resiste el contacto con las dudas apenas persiste otra cosa que la mugre.
Impredecible y caprichosa como es la memoria pese a estar diseñada para una labor de construcción retrospectiva, apenas puede privarme de la certeza, columbrada a borbotones, de que ya fuimos lo que seremos. Dentro del anillo del tiempo, mirar en un sentido acaba siendo igual que mirar en el otro y todo lo que parecía inconcebible en un punto tiende a volverse despiadadamente posible en el opuesto como si de un reflejo invertido se tratara. Algo hay en el meollo de este planteamiento que no se deja pensar, algo que rehúye obstinadamente su domesticación lógica, mas por eso lo sé cierto. Entre lo intuido y lo increíble, se derrama sobre nosotros una tempestad de espejismos.
A veces las supersticiones tienen raíces veraces y las verdades engañosas ramificaciones. Distinguir unas de otras es tarea de una ciencia que cabe sentir como sabiduría y ningún sabio puede acaparar para sí.
¡Es tan asequible olvidar que todo acto es un espejo, que un espejo tiene dos caras y que cada cara mira su mundo como el único verdadero!
Infinitos son los cauces del tiempo para la mente y solo uno tiene por destino la muerte.
Todas las curvas del tiempo convergen en el ocaso.
Si «la vida es un viaje», como he oído por ahí, que no se prolongue permite que no sea por entero un mal viaje.
Trabajamos tan bien para la nada porque nada también es trabajo perdido.
En el cosmos el dolor es una ciencia que ningún alma consciente puede dejar de sentir. ¿No es extraño que a la vez que la experimentamos no podamos comprender la indisociable afinidad entre existencia y crueldad?
Mantenerse consciente de la vulnerabilidad de todo cuanto somos y de todo cuanto amamos es un desafío para la inteligencia, que debe lidiar en una realidad desapacible por una brizna de dicha sin caer en la brutal exaltación de la inopia.
Nada como el dolor singular de una mente lúcida para transparentar la deslealtad que los automatismos, biológicos o tecnológicos, cometen contra el espíritu.
La soledad de Dios está llena de almas. Cada una es en su ser una arruga de su Ser.
Cada individuo ofrece un aspecto diferente de la divinidad y cada divinidad una versión imaginaria de la totalidad.
El fondo solo es una forma, otra más entre las posibles que puede darse a sí mismo lo inconmensurable.
Si un dios te viene a ver, salúdalo con pulcritud por absurdo o terrorífico que su aspecto parezca, pues ningún ser numinoso gusta de disfraces manidos.
Los átomos, decoración más que composición de la materia, son los pioneros en la comunicación a través del tiempo. Tejen signos entrelazados y colaboran, de una manera no esclarecida todavía, en el funcionamiento de universos que se permutan dando espacio a criptogramas moleculares como una metáfora de la densidad, metáfora a su vez de otra cosa. La mera posibilidad de un hechizo estructural hace que la energía en juego sea proclive a soñar; sería un sueño donde los dioses se pondrían a prueba con la realidad porque nada es más real para ellos que los trucos para nosotros sobrenaturales.
Si se entiende por sabiduría la aplicación correcta del conocimiento, sabia ha de ser su compostura al integrar lo que se conoce con lo que se ignora, lo que se ignora con lo que se olvida y lo que se olvida con lo que ya es tarde para recordar.
Para poder negar la existencia de leyes en la naturaleza —yo las llamaría costumbres o regularidades, porque no las percibo como dogmas inamovibles— habría que tener la misma experiencia que para afirmar lo contrario, y muy desatinado andará quien crea que un primate está en condiciones de arrogarse ese privilegio.
Cuanto más se aproxima un método de conocimiento a la naturaleza de la realidad, más fácil es refutarlo por absurdo y más lógicas parecen las respuestas que la imaginación, modo prístino de percepción, hace florecer en el baldío donde la existencia solo a costa de dolor no se vuelve impensable.
Al fulgor de las facultades que arden sin humareda, la misma naturaleza es el incendio y el delirio, su responsable.
Una vida permanecerá cerrada frente a la riqueza que lleva en sí misma mientras no experimente la ficción de todas las realidades en la realidad de cada ficción.
Digamos por no discutir que el alma es un mito, pero un mito que puede recrear todos los demás, incluso el mito de esa ciencia seguida a pies juntillas por quienes no creen que haya un alma en el objeto de sus cálculos y mediciones.
Ningún saber puede por sí solo proporcionar el significado de áreas que no le conciernen porque la realidad que describe es el mito asociado a la mirada que la estudia, y si bien es posible conjugar varias estructuras semánticas en una misma visión, es tan imposible reunirlas todas como renunciar a tener una.
La materia está llena de agujeros por los que hace aguas la ciencia.
El valor último de la imaginación no es otro que el de poder introducir un vector de autonomía psíquica e inagotables combinaciones de sentido en el sistema de una realidad que solo confía en las explicaciones que da de sí misma.
No sería genuina la naturaleza si no luchara contra sí misma.
Un recinto cerrado donde multitud de especies van a lo suyo, ¿qué otro destino puede augurar, sino el de acabar de una forma monstruosa? Si la monstruosidad fuera un arte, qué insuperable artista sería la naturaleza.
El mundo real, ese donde lo literal más lo virtual más lo desconocido arroja un resultado que nadie ha visto jamás pese a ser el territorio donde discurren nuestras vidas, ese mundo está vacío; un vacío fértil que la creatividad de los seres transmuta en una topografía donde la realidad se hace inteligible por medio de figuraciones.
Del yo al yo no hay nada, salvo una ilusión de principio y un presagio seguro del fin de las ilusiones.
Más importante que adherirse a un punto de vista es adquirir la destreza de relativizarlos todos a fin de poder elevar sobre las inclemencias de cualquier realidad un sentido humorístico que nada deje a merced de la mediocridad.
Veo al humano en el mono, al mono en el humano y la mano, en ambos, de un dios con pocos motivos para estar orgulloso de su modelado.
Denota mucha sofía la apertura al misterio que Nicolás de Cusa llamó «docta ignorancia», aunque no ayude a discernir el suelo que uno pisa cuando supone que hay algo más que una mera convención donde apoyarse.
Cuando uno se ha entrenado para vivir a solas, sólo tiene que alzar un poco la mirada para descubrir en derredor un reino de revelaciones donde la naturaleza, sin dejar de ser una bestia grandiosa, reaparece transfigurada como una gran diosa.
Las piedras atraen a la vida. Captan la humedad ambiental, frenan la erosión de los vientos y brindan refugio a la pequeña fauna, además de sombra e inacción para las plantas. Todo empieza por abajo, a ras de tierra. Pero la gente común no concibe que cada piedra es una casa. Debería escribirse una oda a las piedras de los campos y jardines que los desaprensivos abandonan panza arriba después de haberlas movido.
El concepto de libertad puede dar una idea cabal del ser humano, pero el humano no se basta para culminar una idea de la libertad.
Equivocamos la diana al buscar la magia del hombre en Dios, pero dispararíamos sin flechas si la buscáramos solo en el hombre.
Una conciencia que respira el aire emponzoñado por la pugna de otros seres no solo es una entidad en sí, sino un estigma de vida que palpita en la misma matanza de la que surge.
Dado que la conciencia ha nacido con el sufrimiento, podríamos constatar que la especie humana no solo es una de las que más ha sufrido a lo largo de su historia, también es de las que más deben sufrir aún para dejar de ser una causa de tortura para sí misma y para otras que no han sido dotadas de voz ni voto. Y no obstante, si al orbe no le pesa el cadáver que al caer le sirve de condumio, no parece demasiado irrazonable inquirir por qué le pesa tanto a la conciencia tomar el aliento de otros seres que a la postre devolverá con el tuyo.
No es falso todo lo que puede ser imaginado a condición de que no sea la única imaginable. Todo es tan real como aquello que no podemos siquiera imaginar. De no darse lo incognoscible, la naturaleza humana aún sería menos comprensible.
La noción de la nada nos humaniza, aunque —bien lo sabemos— la humanización de la nada nos deja sin nociones frente a la desnudez irreductible de nuestra mitad animal.
Con el pesimismo la pérdida de ilusiones acerca de uno mismo se extiende como una mancha imparable desde el instante actual al futuro sin dejar de teñir cualquier momento pasado. El nihilismo, en cambio, implica no sólo la aceptación integral de esa pérdida, sino el rechazo beligerante de la más mínima esperanza de solución a los problemas humanos, entre los cuales ocupa una posición prominente la necesidad, real y virtual, de ser. Pero el nihilismo está incompleto mientras no exija la negación radical de toda oportunidad de credibilidad a la existencia, así que, ¿por qué habría de molestarse un nihilista congruente en ser nihilista?
165
Las más ricas realidades no son aquellas que satisfacen el ánimo por la naturaleza inmediata de lo que ofrecen, sino las que empujan la imaginación hacia galaxias de asociaciones mentales donde la realidad carece de potestad.
Cuando la muerte llega como el alivio de un sufrimiento imperativo, llénase de un sentido consolador en detrimento de su secreto. Para percibir la muerte sin deformarla, toda sensación que tienda a imponer su guión sobre la conciencia que expira debería ser atenuada cuanto sea posible con el fin de facilitar una entrega inmaculada.
Escribir lo que nadie se atreve a contar es importante, casi tanto como describir lo que nadie se atreva a desdecir. Mas como ninguna verdad merece un muerto, hágase desde el seudonimato de la clandestinidad, que existe para que uno pueda expresarse a resguardo de las consabidas venganzas de los que quieren pensar por todos y no ser pensados por nadie.
Las palabras tienen musculatura propia y los músculos su propia jerga de fuerza. Con la física sutil de la semántica y el verbo enérgico de los cuerpos, ejercita nuestra especie dos de sus formas básicas de poder.
Durante las etapas de mayor ímpetu creativo uno merma en la sustancia que aporta a sus atributos, su charla adolece de una distraída parquedad y comprueba, no sin disgusto, que anda como eclipsado por el pozo insondable al que se asoma desde el borde de la obra que absorbe sus atenciones. Antes que una empresa de talento, escribir es vaciarse de cuantas fantasías, emociones y obsesiones fustigan el espíritu; pero no solo escribir, sino tener el hábito de traducirse a través de un medio expresivo equivale a mondar ese mismo espíritu de la sustancia que le es, más que propicio, indispensable para ser.
El zumbido de las abejas es dulce cuando se tiene la seguridad de que la miel del enjambre no pertenece a nadie.
Ni uno es nunca uno, ni todos los que uno son van a una.
Todo el mundo debiera volverse ciego de repente alguna vez para sentir la claridad de cuanto le rodea.
Es marca de profesionales haber seguido siempre a los diletantes.
Un bloque de piedra en una catedral siempre será la oración más persuasiva del oficio divino.
Unidos genio y locura estuvieron siempre; por algo el primero unge lo que la segunda unce.
Inefables son las cosas realmente importantes hasta que son tergiversadas por la palabra.
Aunque su rastro sea inescrutable a las pesquisas y reajustes de la memoria, las experiencias vividas en sueños nos caracterizan tan esencialmente como las que tenemos en esta otra realidad hecha de vigilias que solo extrañamente consideramos oníricas. La razón es bien sencilla: todo lo que hacen los sueños implica y complica cuanto somos, y de tal manera, que sin temor a errar podríamos aseverar que el primer hogar donde se fraguan los humanos es un ensueño colectivo.
De las obras más ilustres que leemos puede ratificarse que suministran savia a nuestro follaje interno. De las deplorables, sin faltarles al respeto más de lo que ellas nos faltan, lo máximo que puede proferirse a buen seguro es que dentro de una hoguera producirán una combustión menos sofocante que en el seso de quien las lee. Y lo mismo para las personas, que llegado el caso revelan ser tan eximias o asfixiantes lecturas como loables o abominables los temperamentos de los libros.
Los buenos escritores nos incitan a escribir mientras los leemos; con los mejores, quedamos convencidos a placer de la inutilidad de emularlos.
Sin la anarquía de las lecturas ni los disturbios del pensamiento, no habría quien escribiese cuatro frases seguidas.
Abstenerse de pensar en lo que se ha de hacer mañana es pedirle al tiempo un anticipo de la tranquilidad sepulcral.
El pensamiento es una trampa de la que solo puede sacarnos otro pensamiento, un pensamiento tramposo.
No hay creencias inocentes, pues ninguna se ha instalado nunca sin atentar de alguna forma contra la libertad del espíritu por más que no hayan dejado de propagarse como construcciones honestas del pensamiento. Riesgo suficiente para que el intelecto asuma como premisa no sujetarse a ninguna doctrina, sin excluir la que otorga a la razón poderes omnímodos para emprender proyectos iconoclastas.
Si «tres son multitud», cuatro serían un principio de plaga.
Si es terrible lo que hace de un hombre un superviviente, más que terrible es infernal lo que hace de un superviviente el continuador de una estirpe nacida como carne de zoológico.
El Paraíso conlleva la Expulsión. Como el pecado original de la primera pareja fue procrear, el hijo —todo hijo en realidad— reencarna el fruto prohibido y renueva el pecado del mundo: otra clave para despejar el interés de la Iglesia militante por colmar de desdichados el mundo.
Que nuestra especie haya vivido durante más tiempo en la prehistoria que en la civilización dice mucho en favor del cacumen… de los primeros humanos.
¿En función de qué sortilegio ideológico la fertilidad empezó a considerarse un derecho teniendo en cuenta que hacer más vidas es la matriz de todas las calamidades humanas?
Los imbéciles aman a los imbéciles y aún más a los listos que los explotan.
Privilegio destinado a quienes han sabido clavarse a la volátil memoria de los humanos es la inmortalidad. Dilucidar si el recuerdo se ha impreso mediante felonías o en virtud de acciones encomiables solo es tarea fácil para el propagandista.
Cuando en lugar de corregir carestías ocasionadas por el desafuero en la distribución de bienes los activismos se limitan a ser agitadores de turbulencias colectivas, la mente despejada debería tomar una distancia que nunca soñó y evitar empantanarse en los charcas donde la turba chapalea. Ante esta configuración resbaladiza entre el asedio de la crispación y la complejidad de la ruptura, la resistencia residirá en el repliegue vigilante de una contemplación desapasionada del mundo.
Mientras que al poder de la imaginación le basta saberse imposible para ser superior a lo posible, a la imaginación del poder solo le basta ser agible para saberse superior a lo imposible.
Así como denota una preocupante falta de imaginación creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles, la profusión de credulidad es pasmosa al imaginar que podemos hacer viable un mundo mejor que el posible.
Cuando las ilusiones colectivas se han desvanecido, el único vínculo duradero que subsiste entre el individuo y la sociedad es el malestar. Y sea por ira contenida o por prurito de animal erecto, con esa fractura en sí no hay humano que se sostenga sino gracias al sentido épico de un combate perdido de antemano.
La cuestión subyacente a la democracia que bendice cíclicamente sus fogones mediante el rito del sufragio no es elegir la salsa con que seremos guisados en sus cocinas, sino impedir ser devorados por quienes solicitan nuestra degustación del menú.
Ninguna entre todas las características que definen la cultura democrática es más representativa que la de alentar a la chusma a ser más chusma a medida que asciende.
Más probable es que salga un político aceptable del bombo de una lotería que de las papeletas de una democracia. Mientras una elección confiada a la suerte se reparte de manera matemática entre resultados de diversa calidad, el sufragio otorgará con más probabilidad el poder a los pésimos por ser mayor el número de electores poco dotados para discernirse como tontos del voto cuando son llamados a encumbrar a los listos del bote. Rige así el aserto popular de una forma que los parlamentos convierten en baluarte de infalibilidad: «Más valen muchos pocos que pocos muchos».
No es necesario que las urnas escupan lava como gargantas volcánicas para que todo el que extienda su mano sobre ellas con un voto comprenda el sentido de jugar con fuego: al que tira piedras hacia arriba, pedradas le caen.
Donde todos mandan no hay concierto ni armonía donde manda el que se desmanda.
Para dar correctivo a los desmandados las condenas infamantes no sirven, porque al ser cínicos carecen de vergüenza; hagan penitencia con lo que más les raspe soltar: bolsa, cueros y aun ambos.
La justa rebeldía contra la arbitrariedad de un mandatario es perseguida como presa allí donde las leyes son de plomo y la justicia de paja.
Vivir no se podrá nunca en un país que se desloma a las órdenes de quienes lo desvalijan.
Circulan tan aprisa los dineros que los unos con los otros se amontonan en la red extendida por los ricos.
Quien mucho ama los caudales gustoso venderá por acrecentarlos no solo su libertad, sino la ajena.
Nada sabe de la ambición humana el que confía la hacienda pública a los acaudalados creyéndolos por saciedad a salvo de la tentación. La codicia es infinita cuando halla donde hincar las fauces y no menos inconsolable que la voracidad del que es pobre por posición mental antes que por situación social.
Inútil es discutir con el Sol su ritmo y su trayectoria, aunque no tanto como volver juicioso al fanático dispuesto a matar por su fe.
Por cada persona que sonríe de buena fe al sujeto que refulge por sus méritos, ¿cuántos más no quisieran recluirlo en las tinieblas?
Poco sentido tienen el triunfo y la derrota como categorías vitales en aquellas sociedades que pudieron florecer en ámbitos menos férreos que los carriles mentales del monoteísmo. Con la secularización de los paradigmas cambiaron los modos de valorar la existencia, pero no las trascendencias con que un Dios fijó las tasas: el éxito y el fracaso terrenales han heredado las deudas que tenían la salvación y la condenación eternas.
Un rosario de actos reanudado con cada aurora no fija necesariamente ideas idénticas respecto al mundo, pero ideas uniformes repetidas hasta la ecolalia sí que promueven series miméticas de actos, de ahí que moldearlas haya sido para los poderosos de una tribu o de una nación más importante, si cabe, que conservar el tejido de costumbres hilado al vaivén de las circunstancias con la rueca de las generaciones. Calan más las representaciones que las acciones.
Otras, muy distintas habilidades de las requeridas para mantener en funcionamiento la mecánica catastrófica del mundo han de ser despertadas. Inescrutables han sido siempre los caminos del arte y ningún harapo será desdeñable si aporta una fibra de amparo en la travesía por la escarpadura donde cada emboscado se interna.
No por obvio ocasiona un efecto menos descorazonador saber que la mayoría de la humanidad, durante la mayor parte del tiempo que ocupa su narración vital a través de los simios que la componen, debe el conocimiento de sí misma a la imitación y el contagio de modelos que no han pensado.
Puesto que nadie merece haber sido —¡oh Cloto!—, y menos aún en estos tiempos de guerra total y derrota sin final —¡oh Láquesis!—, que a nadie se le prive del beneficio de no ser constituye una fuente de gracia —¡oh Átropos!
Del otrora juego de complicidades entre la cúspide y el pedestal, entre lo próximo y lo remoto, entre la exterioridad y la interioridad; de esa acrisolada congruencia entre macrocosmos y microcosmos a través de la cual cada parte recreaba la exuberancia del conjunto y todo parecía rutilar por los intersticios con la beatitud compartida de una misma luminiscencia, hemos venido a caer en un circuito de depredaciones donde la existencia, bajo el mandato de la racionalidad programada por el rendimiento, se ha embrutecido en un desvarío de sociedad enemistada consigo misma, diseccionada como un territorio sin otro nexo que un patrimonio de trabajos y distracciones a los que ofrenda cada uno su pellejo para velar con él la desolación general.
Hemos pasado de tener una gran imagen del mundo donde todo, de lo grande a lo menudo, estaba imbricado en un orden de correspondencias, a tener un mundo de imágenes donde nada que no esté conectado a una corriente visible es admisible.
La libertad no es tanto el poder expresar lo que uno quiere como el dar expresión a un poder que otros no quieren.
Si hemos de volvernos miserables para gozar de holguras, ¿de qué diantres se habla cuando se preconiza prosperidad?
Un siglo de apremios que con impúdicos disfraces de gula, sofisticados juguetes informáticos y una retícula de fieles a la ubicuidad del encadenamiento digital alza toda desmesura como única razón de ser, pero nada quiere saber del derecho a estar en suspenso ni de la necesidad de tener otro tiempo que no sea el del rendimiento; nada de otras diversiones que no sean revertidas al consumo o fases en la regeneración de la fuerza de trabajo, es un siglo donde siempre al fondo titila, como una serpiente totémica sorprendida entre malezas de molicie, la posibilidad de que el derroche del derroche —derrochar y derrocar son desempeños hermanados por el despeño— provea el detonador cognitivo capaz de concitar la emancipación del sí mismo que pulula evacuado en su transcurso al pavor de la depresión y huye del aburrimiento en un rapto centrífugo, nimio como la hiperactividad que desaloja.
Para un patán la vida se divide, básicamente, en cosas comestibles y no comestibles; para la vida misma, no existe actor que a cada instante no sea pitanza de su obra; para el desaferrado de la sociedad, nada sería tan apetecible como salir en paz y con las tripas limpias del teatro de los seres.
A juzgar por los límites alcanzados por la formulación científica de la realidad, no es improbable que la cultura occidental esté buscando cómo saltar del sistema de vida impulsado por la idea del progreso sin fin a una relación estable con el cosmos que invierta el recorrido acaecido de los dioses a los opresores, de los mitos a la concepción lineal de la historia, del lenguaje imperecedero de los misterios a la mecánica evolucionista, de la vida como arte a la explotación económica de cada segundo.
Era hombre tan de su tiempo, que al punto tenía la costumbre de compartir necedades con necios porque no lo llamaran necio.
No sacar lágrimas ni secar risas es tan distintivo de un humor desequilibrado como lo contrario.
Descabellado mito es el que trata de presentar como historia literal un relato imaginario (pongamos por caso el de un héroe enrazado con un dios que se hace matar para purgar las culpas humanas), aunque le muerde los talones el que restringe la historia a un escenario donde contienden fuerzas heroicas (pensemos en la dialéctica del materialismo histórico con su interpretación salvífica del proletariado).
Después del trabajo, esa pérdida de tiempo para el espíritu, el nuevo hábito de estar en línea a todas horas, disponible para cualquiera que conozca las coordenadas telemáticas del perfil, es una de las mayores servidumbres concebidas por el ingenio técnico de nuestra especie. Quien no lo entienda así podrá ser un gran amante de la humanidad, pero en la misma medida que traiciona su libertad.
Los tentáculos políticos que el poder de la comunidad extiende alrededor de las vidas cuya fiscalización se atribuye no serán desmembrados hasta que la persona individual supere la minoría mental de esperar que una instancia inoperante como la providencia divina, la revolución social, el gobierno de turno o el progreso económico reparen lo que anda torcido, pero sobre todo hasta que no deje de confundir su autonomía con la creencia narcisista en el triunfo y deponga la voluntad autoritaria que anida en su empeño de monopolizar al prójimo, empezando por ese próximo que nunca pidió nacer.
Si recuperar la rectitud de la conciencia es para el doblegado una postura dolorosa por razones obvias, en una malversación se convierte el acto literal de volver a erguirse cuando el alma es requerida por el mundo de la extenuación después de que haya probado el acercamiento a la inexistencia durante su vida durmiente.
Vuestros modelos de pasarela os delatan: pensáis con el estómago, queréis con las mandíbulas y, por más que os esforcéis en castigar vuestras figuras sometiéndolas a dietas inverosímiles y suplicios de gimnasio, jamás lograréis desprenderos del sentido adiposo que reboza vuestras almas, seréis blandos y cebones hasta que la vida os reviente.
Pobreza: uno de cada cinco es lo mismo que veinte de cada cien, pero suena menos voluminoso en los boletines del agitprop unimundialista. El pensamiento no debe temer ser duro en sus asaltos porque duras son las cadenas a romper que le han echado los comunicadores.
La gran diferencia entre la barbarie y la civilización es que los decapitados en nombre de la razón cuentan con la extremaunción de un sistema lógico.
Disgusto que no estimula el pensamiento mala ayuda es contra el fingimiento de una cura en falso por el lado esperanzado de la vida.
Plumas para el ingenio son las risas cómplices, aunque el despegue no pase de un brinco en el gallinero.
Avanzar zurcido a objetos en los que caducar por temporadas o hipotecarse a la utilería de un escaparate donde ser tasado como bestia de tiro de las finanzas es lo mejor que podía ocurrir yendo del brazo del optimismo.
Despotricamos de las mudanzas de la suerte y del infatigable desguace del tiempo cuando somos nosotros mismos los mayores responsables de andar pretendiendo lo que nos lesiona, de perseverar haciendo lo que nos rebaja y de huir como de un verdugo del alcance real de nuestras fuerzas.
Apresado sobrevive el ser humano hoy entre un futuro negado, un pasado que se desvanece y un presente relegado donde presiente el osario de la historia que lo excluye. Sin revolución ni restauración posibles, es inaplazable iniciarse en la disciplina autárquica de la devolución. Y lo primero que debe ser devuelto es eso que en los centros de adiestramiento todavía siguen llamando «contrato social». Ya no hay contrato que valga ni sociedad que merezca compañía.
Despiertos, somos los difuntos no siempre exquisitos de nuestros sueños, los colgajos desgarrados de la noche viuda.
¿Para qué atrincherarse en un catre como un exiliado de alcoba cuando el mundo es un inmenso lecho mortuorio? Quien repara pronto en estos valles de mal albergue sabe que no ha nacido para trabajar por ninguna causa y que morirá como se propuso, fuera del mundo, sin haber arraigado en ningún lugar ni haberse abonado a ninguna época.
Si eres, como yo, de los que no necesitan creerse las verdades para aceptarlas, sabrás que quien es vaciado de ilusiones por la existencia no se despide de su carcasa sin el tesoro de una sonrisa soberana.
De tener demasiados enemigos me quejo lo justo porque puedo alegrarme todavía de que ninguno sea lo bastante repugnante para poder espetarle vituperios de este jaez: «Me haré un arpa con tus tendones para tocar con ella la canción que más odies».
Mi locura es sospechar que los demás no sospechan que están locos.
¡En qué lamentable estado no se hallarán las cabezas para que alguien como yo destaque como un faro en la niebla!
Más vencido de la vida del prójimo que convencido de la mía, siento que acaso en nuestro ser más sincero no queremos nada, salvo el reposo de esfumarnos, aunque sean pocos aún los capaces de confesarlo.
Mientras hojeaba en un sueño un herbario dedicado a especies con propiedades farmacológicas de las que no tengo constancia en la química natural, me he dilatado en este fragmento: «Bona soma. Se utiliza para la Madre, y la muerte contiene entonces una pizca de incredulidad».
Cuando me da la risa histórica, no hay siglo que sobreviva a la subversión de mis carcajadas.
Un epitafio que podría fletar como un vilano a merced del viento: «De base fue un tipo solitario que nunca estuvo solo en las cúspides».
Haz y deshaz con mis labores lo que gustes, pero dolores que no son tuyos no los malgastes.
115
De igual modo que la realidad no necesita ser verdadera para existir, la verdad no requiere ser real para ser cierta.
116
El mayor yerro del ser humano es haber concebido a Dios para poder castigarse con un magnífico pretexto por infracciones que solo existen en su fantasía.
117
A su blasfemo aderezo el ateo cree en Dios porque lo odia, y más aún, porque lo necesita para su desahogo como una ciudad moderna el alcantarillado so pena de perecer ahogada en la pestilencia de sus heces. En cuanto a mí, que también hube de habérmelas con arañuzas negras en el frente de los irreligiosos, fui herético al cuadrado a consecuencia de haber multiplicado por sí misma esa teomaquia en la que no sería errado detectar el epítome de una teogamia malograda. Cabía profetizar entonces que mi desarraigo alternaría disidencias y epifanías antes de que pudiese declarar la independencia de componer y descomponer dioses sin tener que recurrir a una metafísica de cloaca.
118
No consiente el mundo ser pensado porque pensar el mundo es obrar contra él.
119
Los hechos están ahí para pensarlos hasta donde se rindan; los pensamientos, para vencerlos hasta donde se deshagan.
120
Vista como una superposición de instantes, la vida individual tiende a mostrarse grotesca, cuando no simplemente mezquina o espantosa; contemplada como un todo indivisible, por anodina que haya sido cada existencia ofrece un relato donde se despliega una variación interesante de los temas compartidos.
121
Hay realidades que difícilmente mutan, pues su papel como artefactos consiste en provocar transmutaciones en el espíritu contra el que impactan. Así funciona la belleza, esa portentosa mentira en la que se refugian no pocos renegados a los que nunca dejará de acompañar un espíritu con gusto.
122
El azar corteja las mentes de temple científico; la idea de providencia encaja mejor con las de tipo religioso; solo a los filósofos les resulta apropiada la fatalidad.
123
Los filósofos son especialistas en reducir los hechos a problemas; los políticos, en tornar los problemas en hechos. Aprender a desembarazarse de ambos con la firmeza de quien expulsa de sí un bocado que no ha podido metabolizar es un síntoma de virtud.
124
Del oropel que no resiste el contacto con las dudas apenas persiste otra cosa que la mugre.
125
Impredecible y caprichosa como es la memoria pese a estar diseñada para una labor de construcción retrospectiva, apenas puede privarme de la certeza, columbrada a borbotones, de que ya fuimos lo que seremos. Dentro del anillo del tiempo, mirar en un sentido acaba siendo igual que mirar en el otro y todo lo que parecía inconcebible en un punto tiende a volverse despiadadamente posible en el opuesto como si de un reflejo invertido se tratara. Algo hay en el meollo de este planteamiento que no se deja pensar, algo que rehúye obstinadamente su domesticación lógica, mas por eso lo sé cierto. Entre lo intuido y lo increíble, se derrama sobre nosotros una tempestad de espejismos.
126
A veces las supersticiones tienen raíces veraces y las verdades engañosas ramificaciones. Distinguir unas de otras es tarea de una ciencia que cabe sentir como sabiduría y ningún sabio puede acaparar para sí.
127
¡Es tan asequible olvidar que todo acto es un espejo, que un espejo tiene dos caras y que cada cara mira su mundo como el único verdadero!
128
Infinitos son los cauces del tiempo para la mente y solo uno tiene por destino la muerte.
129
Todas las curvas del tiempo convergen en el ocaso.
130
Si «la vida es un viaje», como he oído por ahí, que no se prolongue permite que no sea por entero un mal viaje.
131
Trabajamos tan bien para la nada porque nada también es trabajo perdido.
132
En el cosmos el dolor es una ciencia que ningún alma consciente puede dejar de sentir. ¿No es extraño que a la vez que la experimentamos no podamos comprender la indisociable afinidad entre existencia y crueldad?
133
Mantenerse consciente de la vulnerabilidad de todo cuanto somos y de todo cuanto amamos es un desafío para la inteligencia, que debe lidiar en una realidad desapacible por una brizna de dicha sin caer en la brutal exaltación de la inopia.
134
Nada como el dolor singular de una mente lúcida para transparentar la deslealtad que los automatismos, biológicos o tecnológicos, cometen contra el espíritu.
135
La soledad de Dios está llena de almas. Cada una es en su ser una arruga de su Ser.
136
Cada individuo ofrece un aspecto diferente de la divinidad y cada divinidad una versión imaginaria de la totalidad.
137
El fondo solo es una forma, otra más entre las posibles que puede darse a sí mismo lo inconmensurable.
138
Si un dios te viene a ver, salúdalo con pulcritud por absurdo o terrorífico que su aspecto parezca, pues ningún ser numinoso gusta de disfraces manidos.
139
Los átomos, decoración más que composición de la materia, son los pioneros en la comunicación a través del tiempo. Tejen signos entrelazados y colaboran, de una manera no esclarecida todavía, en el funcionamiento de universos que se permutan dando espacio a criptogramas moleculares como una metáfora de la densidad, metáfora a su vez de otra cosa. La mera posibilidad de un hechizo estructural hace que la energía en juego sea proclive a soñar; sería un sueño donde los dioses se pondrían a prueba con la realidad porque nada es más real para ellos que los trucos para nosotros sobrenaturales.
140
Si se entiende por sabiduría la aplicación correcta del conocimiento, sabia ha de ser su compostura al integrar lo que se conoce con lo que se ignora, lo que se ignora con lo que se olvida y lo que se olvida con lo que ya es tarde para recordar.
141
Para poder negar la existencia de leyes en la naturaleza —yo las llamaría costumbres o regularidades, porque no las percibo como dogmas inamovibles— habría que tener la misma experiencia que para afirmar lo contrario, y muy desatinado andará quien crea que un primate está en condiciones de arrogarse ese privilegio.
142
Cuanto más se aproxima un método de conocimiento a la naturaleza de la realidad, más fácil es refutarlo por absurdo y más lógicas parecen las respuestas que la imaginación, modo prístino de percepción, hace florecer en el baldío donde la existencia solo a costa de dolor no se vuelve impensable.
143
Al fulgor de las facultades que arden sin humareda, la misma naturaleza es el incendio y el delirio, su responsable.
144
Una vida permanecerá cerrada frente a la riqueza que lleva en sí misma mientras no experimente la ficción de todas las realidades en la realidad de cada ficción.
145
Digamos por no discutir que el alma es un mito, pero un mito que puede recrear todos los demás, incluso el mito de esa ciencia seguida a pies juntillas por quienes no creen que haya un alma en el objeto de sus cálculos y mediciones.
146
Ningún saber puede por sí solo proporcionar el significado de áreas que no le conciernen porque la realidad que describe es el mito asociado a la mirada que la estudia, y si bien es posible conjugar varias estructuras semánticas en una misma visión, es tan imposible reunirlas todas como renunciar a tener una.
147
La materia está llena de agujeros por los que hace aguas la ciencia.
148
El valor último de la imaginación no es otro que el de poder introducir un vector de autonomía psíquica e inagotables combinaciones de sentido en el sistema de una realidad que solo confía en las explicaciones que da de sí misma.
149
No sería genuina la naturaleza si no luchara contra sí misma.
150
Un recinto cerrado donde multitud de especies van a lo suyo, ¿qué otro destino puede augurar, sino el de acabar de una forma monstruosa? Si la monstruosidad fuera un arte, qué insuperable artista sería la naturaleza.
151
El mundo real, ese donde lo literal más lo virtual más lo desconocido arroja un resultado que nadie ha visto jamás pese a ser el territorio donde discurren nuestras vidas, ese mundo está vacío; un vacío fértil que la creatividad de los seres transmuta en una topografía donde la realidad se hace inteligible por medio de figuraciones.
152
Del yo al yo no hay nada, salvo una ilusión de principio y un presagio seguro del fin de las ilusiones.
153
Más importante que adherirse a un punto de vista es adquirir la destreza de relativizarlos todos a fin de poder elevar sobre las inclemencias de cualquier realidad un sentido humorístico que nada deje a merced de la mediocridad.
154
Veo al humano en el mono, al mono en el humano y la mano, en ambos, de un dios con pocos motivos para estar orgulloso de su modelado.
155
Denota mucha sofía la apertura al misterio que Nicolás de Cusa llamó «docta ignorancia», aunque no ayude a discernir el suelo que uno pisa cuando supone que hay algo más que una mera convención donde apoyarse.
156
Cuando uno se ha entrenado para vivir a solas, sólo tiene que alzar un poco la mirada para descubrir en derredor un reino de revelaciones donde la naturaleza, sin dejar de ser una bestia grandiosa, reaparece transfigurada como una gran diosa.
157
Las piedras atraen a la vida. Captan la humedad ambiental, frenan la erosión de los vientos y brindan refugio a la pequeña fauna, además de sombra e inacción para las plantas. Todo empieza por abajo, a ras de tierra. Pero la gente común no concibe que cada piedra es una casa. Debería escribirse una oda a las piedras de los campos y jardines que los desaprensivos abandonan panza arriba después de haberlas movido.
158
El concepto de libertad puede dar una idea cabal del ser humano, pero el humano no se basta para culminar una idea de la libertad.
159
Equivocamos la diana al buscar la magia del hombre en Dios, pero dispararíamos sin flechas si la buscáramos solo en el hombre.
160
Una conciencia que respira el aire emponzoñado por la pugna de otros seres no solo es una entidad en sí, sino un estigma de vida que palpita en la misma matanza de la que surge.
161
Dado que la conciencia ha nacido con el sufrimiento, podríamos constatar que la especie humana no solo es una de las que más ha sufrido a lo largo de su historia, también es de las que más deben sufrir aún para dejar de ser una causa de tortura para sí misma y para otras que no han sido dotadas de voz ni voto. Y no obstante, si al orbe no le pesa el cadáver que al caer le sirve de condumio, no parece demasiado irrazonable inquirir por qué le pesa tanto a la conciencia tomar el aliento de otros seres que a la postre devolverá con el tuyo.
162
No es falso todo lo que puede ser imaginado a condición de que no sea la única imaginable. Todo es tan real como aquello que no podemos siquiera imaginar. De no darse lo incognoscible, la naturaleza humana aún sería menos comprensible.
163
La noción de la nada nos humaniza, aunque —bien lo sabemos— la humanización de la nada nos deja sin nociones frente a la desnudez irreductible de nuestra mitad animal.
164
Con el pesimismo la pérdida de ilusiones acerca de uno mismo se extiende como una mancha imparable desde el instante actual al futuro sin dejar de teñir cualquier momento pasado. El nihilismo, en cambio, implica no sólo la aceptación integral de esa pérdida, sino el rechazo beligerante de la más mínima esperanza de solución a los problemas humanos, entre los cuales ocupa una posición prominente la necesidad, real y virtual, de ser. Pero el nihilismo está incompleto mientras no exija la negación radical de toda oportunidad de credibilidad a la existencia, así que, ¿por qué habría de molestarse un nihilista congruente en ser nihilista?
Theodor Kittelsen, Dragón |
165
Las más ricas realidades no son aquellas que satisfacen el ánimo por la naturaleza inmediata de lo que ofrecen, sino las que empujan la imaginación hacia galaxias de asociaciones mentales donde la realidad carece de potestad.
166
Cuando la muerte llega como el alivio de un sufrimiento imperativo, llénase de un sentido consolador en detrimento de su secreto. Para percibir la muerte sin deformarla, toda sensación que tienda a imponer su guión sobre la conciencia que expira debería ser atenuada cuanto sea posible con el fin de facilitar una entrega inmaculada.
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Escribir lo que nadie se atreve a contar es importante, casi tanto como describir lo que nadie se atreva a desdecir. Mas como ninguna verdad merece un muerto, hágase desde el seudonimato de la clandestinidad, que existe para que uno pueda expresarse a resguardo de las consabidas venganzas de los que quieren pensar por todos y no ser pensados por nadie.
168
Las palabras tienen musculatura propia y los músculos su propia jerga de fuerza. Con la física sutil de la semántica y el verbo enérgico de los cuerpos, ejercita nuestra especie dos de sus formas básicas de poder.
169
Durante las etapas de mayor ímpetu creativo uno merma en la sustancia que aporta a sus atributos, su charla adolece de una distraída parquedad y comprueba, no sin disgusto, que anda como eclipsado por el pozo insondable al que se asoma desde el borde de la obra que absorbe sus atenciones. Antes que una empresa de talento, escribir es vaciarse de cuantas fantasías, emociones y obsesiones fustigan el espíritu; pero no solo escribir, sino tener el hábito de traducirse a través de un medio expresivo equivale a mondar ese mismo espíritu de la sustancia que le es, más que propicio, indispensable para ser.
170
El zumbido de las abejas es dulce cuando se tiene la seguridad de que la miel del enjambre no pertenece a nadie.
171
Ni uno es nunca uno, ni todos los que uno son van a una.
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Todo el mundo debiera volverse ciego de repente alguna vez para sentir la claridad de cuanto le rodea.
173
Es marca de profesionales haber seguido siempre a los diletantes.
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Un bloque de piedra en una catedral siempre será la oración más persuasiva del oficio divino.
175
Unidos genio y locura estuvieron siempre; por algo el primero unge lo que la segunda unce.
176
Inefables son las cosas realmente importantes hasta que son tergiversadas por la palabra.
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Aunque su rastro sea inescrutable a las pesquisas y reajustes de la memoria, las experiencias vividas en sueños nos caracterizan tan esencialmente como las que tenemos en esta otra realidad hecha de vigilias que solo extrañamente consideramos oníricas. La razón es bien sencilla: todo lo que hacen los sueños implica y complica cuanto somos, y de tal manera, que sin temor a errar podríamos aseverar que el primer hogar donde se fraguan los humanos es un ensueño colectivo.
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De las obras más ilustres que leemos puede ratificarse que suministran savia a nuestro follaje interno. De las deplorables, sin faltarles al respeto más de lo que ellas nos faltan, lo máximo que puede proferirse a buen seguro es que dentro de una hoguera producirán una combustión menos sofocante que en el seso de quien las lee. Y lo mismo para las personas, que llegado el caso revelan ser tan eximias o asfixiantes lecturas como loables o abominables los temperamentos de los libros.
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Los buenos escritores nos incitan a escribir mientras los leemos; con los mejores, quedamos convencidos a placer de la inutilidad de emularlos.
180
Sin la anarquía de las lecturas ni los disturbios del pensamiento, no habría quien escribiese cuatro frases seguidas.
181
Abstenerse de pensar en lo que se ha de hacer mañana es pedirle al tiempo un anticipo de la tranquilidad sepulcral.
182
El pensamiento es una trampa de la que solo puede sacarnos otro pensamiento, un pensamiento tramposo.
183
No hay creencias inocentes, pues ninguna se ha instalado nunca sin atentar de alguna forma contra la libertad del espíritu por más que no hayan dejado de propagarse como construcciones honestas del pensamiento. Riesgo suficiente para que el intelecto asuma como premisa no sujetarse a ninguna doctrina, sin excluir la que otorga a la razón poderes omnímodos para emprender proyectos iconoclastas.
184
Si «tres son multitud», cuatro serían un principio de plaga.
185
Si es terrible lo que hace de un hombre un superviviente, más que terrible es infernal lo que hace de un superviviente el continuador de una estirpe nacida como carne de zoológico.
186
El Paraíso conlleva la Expulsión. Como el pecado original de la primera pareja fue procrear, el hijo —todo hijo en realidad— reencarna el fruto prohibido y renueva el pecado del mundo: otra clave para despejar el interés de la Iglesia militante por colmar de desdichados el mundo.
187
Que nuestra especie haya vivido durante más tiempo en la prehistoria que en la civilización dice mucho en favor del cacumen… de los primeros humanos.
188
¿En función de qué sortilegio ideológico la fertilidad empezó a considerarse un derecho teniendo en cuenta que hacer más vidas es la matriz de todas las calamidades humanas?
189
Los imbéciles aman a los imbéciles y aún más a los listos que los explotan.
190
Privilegio destinado a quienes han sabido clavarse a la volátil memoria de los humanos es la inmortalidad. Dilucidar si el recuerdo se ha impreso mediante felonías o en virtud de acciones encomiables solo es tarea fácil para el propagandista.
191
Cuando en lugar de corregir carestías ocasionadas por el desafuero en la distribución de bienes los activismos se limitan a ser agitadores de turbulencias colectivas, la mente despejada debería tomar una distancia que nunca soñó y evitar empantanarse en los charcas donde la turba chapalea. Ante esta configuración resbaladiza entre el asedio de la crispación y la complejidad de la ruptura, la resistencia residirá en el repliegue vigilante de una contemplación desapasionada del mundo.
192
Mientras que al poder de la imaginación le basta saberse imposible para ser superior a lo posible, a la imaginación del poder solo le basta ser agible para saberse superior a lo imposible.
193
Así como denota una preocupante falta de imaginación creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles, la profusión de credulidad es pasmosa al imaginar que podemos hacer viable un mundo mejor que el posible.
194
Cuando las ilusiones colectivas se han desvanecido, el único vínculo duradero que subsiste entre el individuo y la sociedad es el malestar. Y sea por ira contenida o por prurito de animal erecto, con esa fractura en sí no hay humano que se sostenga sino gracias al sentido épico de un combate perdido de antemano.
195
La cuestión subyacente a la democracia que bendice cíclicamente sus fogones mediante el rito del sufragio no es elegir la salsa con que seremos guisados en sus cocinas, sino impedir ser devorados por quienes solicitan nuestra degustación del menú.
196
Ninguna entre todas las características que definen la cultura democrática es más representativa que la de alentar a la chusma a ser más chusma a medida que asciende.
197
Más probable es que salga un político aceptable del bombo de una lotería que de las papeletas de una democracia. Mientras una elección confiada a la suerte se reparte de manera matemática entre resultados de diversa calidad, el sufragio otorgará con más probabilidad el poder a los pésimos por ser mayor el número de electores poco dotados para discernirse como tontos del voto cuando son llamados a encumbrar a los listos del bote. Rige así el aserto popular de una forma que los parlamentos convierten en baluarte de infalibilidad: «Más valen muchos pocos que pocos muchos».
198
No es necesario que las urnas escupan lava como gargantas volcánicas para que todo el que extienda su mano sobre ellas con un voto comprenda el sentido de jugar con fuego: al que tira piedras hacia arriba, pedradas le caen.
199
Donde todos mandan no hay concierto ni armonía donde manda el que se desmanda.
200
Para dar correctivo a los desmandados las condenas infamantes no sirven, porque al ser cínicos carecen de vergüenza; hagan penitencia con lo que más les raspe soltar: bolsa, cueros y aun ambos.
201
La justa rebeldía contra la arbitrariedad de un mandatario es perseguida como presa allí donde las leyes son de plomo y la justicia de paja.
202
Vivir no se podrá nunca en un país que se desloma a las órdenes de quienes lo desvalijan.
203
Circulan tan aprisa los dineros que los unos con los otros se amontonan en la red extendida por los ricos.
204
Quien mucho ama los caudales gustoso venderá por acrecentarlos no solo su libertad, sino la ajena.
205
Nada sabe de la ambición humana el que confía la hacienda pública a los acaudalados creyéndolos por saciedad a salvo de la tentación. La codicia es infinita cuando halla donde hincar las fauces y no menos inconsolable que la voracidad del que es pobre por posición mental antes que por situación social.
206
No meramente ofensivo, sino profundamente insultante para la inteligencia es que aún existan leyes que amparen a los paupérrimos de espíritu que se sienten heridos cada vez que sus embustes son objeto de irrisión.
207
Puesto que la conducta del humano tiene por impronta temprana el binomio compuesto por la envidia y la rivalidad, el individuo que descuella del resto en alguna faceta digna de admiración debe aprender a dosificar una dosis adecuada de error frente al ojo público y a transformar en una habilidad social el arte de rebajarse a sí mismo lo imprescindible para evitar ser aplastado por el rencor, siempre a flor de piel, de los otros. Entre la legión de congéneres evolucionados hacia el apuntalamiento competitivo de su personalidad, el relieve del mérito ajeno es sentido como una arrogancia punible que solo humillada logrará el indulto, máxime si quien así percibe la valía del otro se cree aventajado en las mismas aptitudes que determinan su prestigio.
208
Con el fin de la utopía llegó también la extinción del anhelo milenarista de una hecatombe que barriera de forma inminente todo rastro de nuestra especie. Si el siglo XX aún miraba hacia el futuro en busca de los signos inequívocos para concluir los espantos que hubo de sufrir, nuestra incipiente centuria, aleccionada en la derrota para contener el potencial catastrófico de la historia, solo puede dirigir su atención hacia atrás desde la certeza de que no hallará nunca un tiempo tan digno de añoranza como el de no haber sido.
209
No se tenga a voluntad de tolerancia la relajación de costumbres que pueda haber en una dictadura, pues antes toma el déspota nombre de loco que de santurrón.
210
Como un maestro de la depravación se mueve el prohombre que junta necio con necio tras la estela de sus vicios.
210
Con un «carne de mi carne» (Gén 2, 23) anatemizó Adán a su primera compañera y a la zaga no le fue el «tomad y comed, este es mi cuerpo» (Mt 26, 26) que presentó en memorable convite a sus secuaces el carpintero del castigo, ataviado para la gala como capataz de alucinados. Todos los progenitores, como todos los caudillos, son en cierto modo antropófagos. Por eso la inmersión en el horror que supone fabricar vidas para el tiempo resulta incomparable en el Saturno de Goya. Incluso podría especularse que después de este óleo cualquier otro alegato antinatalista parece un sonajero. «Antes que los dioses hemos conocido el abismo», susurró Hölderlin, y al abismo regresamos después del adiós a los dioses.
212
La edad del último hombre no es aquella en que este se encuentra más solo en su desamparo, sino más invadido de prótesis y sentidos artificiales en el campo de ruinas al que ha dado paso su extinta intimidad.
213
Como la publicidad, aunque por vías más ladinas, el cometido de los genes es propagarse, contagiarse, crear nuevos esclavos. Quien no se prevenga de ambos agentes desde su feudo interior a nada renunciará, salvo a la prudencia. ¡Cuánto más exacto no sería si en lugar de nacimiento lo llamásemos regüeldo!
214
Los humanos, hermanos de malos humos o humos de malos hermanos.
215
Recluso de un ideal enmohecerá el entendimiento que no sepa dar luz de desacato a las mentiras del mundo.
216
Sanguinarios suelen ser los medrosos por lo poco que toleran la presencia de aquellos que les causan temor y lo mucho que quisieran librarse de ellos sin dilación.
217
No digo que se muerda la mano que da de comer salvo cuando sea mano que además golpea, pero por favor, ¿era necesario lamerla hasta la roña de las uñas?
218
Puede uno andar tan lleno de luminosidad que al encontrarse el mundo empobrecido del primigenio sentido visionario su trasvase de espíritu devenga no solo llanto perdido en el desierto de los seres, sino ineluctable evaporación del éxtasis bajo las tormentas de arena que las groseros traen consigo.
219
Hay una paz ilusoria, de cuartel en alerta, allí donde se llama terrorista al asesino que sigue un credo distinto del dominante; si lo compartiera, tendría que contentarse con el calificativo de trastornado.
220
Bodegón atribuido a Osias Beert. |
221
Por cada persona que sonríe de buena fe al sujeto que refulge por sus méritos, ¿cuántos más no quisieran recluirlo en las tinieblas?
222
Poco sentido tienen el triunfo y la derrota como categorías vitales en aquellas sociedades que pudieron florecer en ámbitos menos férreos que los carriles mentales del monoteísmo. Con la secularización de los paradigmas cambiaron los modos de valorar la existencia, pero no las trascendencias con que un Dios fijó las tasas: el éxito y el fracaso terrenales han heredado las deudas que tenían la salvación y la condenación eternas.
223
Un rosario de actos reanudado con cada aurora no fija necesariamente ideas idénticas respecto al mundo, pero ideas uniformes repetidas hasta la ecolalia sí que promueven series miméticas de actos, de ahí que moldearlas haya sido para los poderosos de una tribu o de una nación más importante, si cabe, que conservar el tejido de costumbres hilado al vaivén de las circunstancias con la rueca de las generaciones. Calan más las representaciones que las acciones.
224
Otras, muy distintas habilidades de las requeridas para mantener en funcionamiento la mecánica catastrófica del mundo han de ser despertadas. Inescrutables han sido siempre los caminos del arte y ningún harapo será desdeñable si aporta una fibra de amparo en la travesía por la escarpadura donde cada emboscado se interna.
225
No por obvio ocasiona un efecto menos descorazonador saber que la mayoría de la humanidad, durante la mayor parte del tiempo que ocupa su narración vital a través de los simios que la componen, debe el conocimiento de sí misma a la imitación y el contagio de modelos que no han pensado.
226
Puesto que nadie merece haber sido —¡oh Cloto!—, y menos aún en estos tiempos de guerra total y derrota sin final —¡oh Láquesis!—, que a nadie se le prive del beneficio de no ser constituye una fuente de gracia —¡oh Átropos!
227
Del otrora juego de complicidades entre la cúspide y el pedestal, entre lo próximo y lo remoto, entre la exterioridad y la interioridad; de esa acrisolada congruencia entre macrocosmos y microcosmos a través de la cual cada parte recreaba la exuberancia del conjunto y todo parecía rutilar por los intersticios con la beatitud compartida de una misma luminiscencia, hemos venido a caer en un circuito de depredaciones donde la existencia, bajo el mandato de la racionalidad programada por el rendimiento, se ha embrutecido en un desvarío de sociedad enemistada consigo misma, diseccionada como un territorio sin otro nexo que un patrimonio de trabajos y distracciones a los que ofrenda cada uno su pellejo para velar con él la desolación general.
228
Hemos pasado de tener una gran imagen del mundo donde todo, de lo grande a lo menudo, estaba imbricado en un orden de correspondencias, a tener un mundo de imágenes donde nada que no esté conectado a una corriente visible es admisible.
229
La libertad no es tanto el poder expresar lo que uno quiere como el dar expresión a un poder que otros no quieren.
230
Al empleo de medios poderosos deberían exigírsele principios aún más poderosos que resulten inmunes a la perversión deslumbrante de los fines.
231
Cada vez que el ciudadano de un mal reino acude a los comicios presenta indicios de una mentecatez a la que públicamente que se le dará la razón: cada bestia pace mejor en su ovil.
232
No dejará de traer la voluble fortuna sucesos ledos a los pueblos en bancarrota, pero nada es tan gravoso para ellos como creerla sierva de sus buenas razones.
233
Si hemos de volvernos miserables para gozar de holguras, ¿de qué diantres se habla cuando se preconiza prosperidad?
234
Un siglo de apremios que con impúdicos disfraces de gula, sofisticados juguetes informáticos y una retícula de fieles a la ubicuidad del encadenamiento digital alza toda desmesura como única razón de ser, pero nada quiere saber del derecho a estar en suspenso ni de la necesidad de tener otro tiempo que no sea el del rendimiento; nada de otras diversiones que no sean revertidas al consumo o fases en la regeneración de la fuerza de trabajo, es un siglo donde siempre al fondo titila, como una serpiente totémica sorprendida entre malezas de molicie, la posibilidad de que el derroche del derroche —derrochar y derrocar son desempeños hermanados por el despeño— provea el detonador cognitivo capaz de concitar la emancipación del sí mismo que pulula evacuado en su transcurso al pavor de la depresión y huye del aburrimiento en un rapto centrífugo, nimio como la hiperactividad que desaloja.
235
Para un patán la vida se divide, básicamente, en cosas comestibles y no comestibles; para la vida misma, no existe actor que a cada instante no sea pitanza de su obra; para el desaferrado de la sociedad, nada sería tan apetecible como salir en paz y con las tripas limpias del teatro de los seres.
236
A juzgar por los límites alcanzados por la formulación científica de la realidad, no es improbable que la cultura occidental esté buscando cómo saltar del sistema de vida impulsado por la idea del progreso sin fin a una relación estable con el cosmos que invierta el recorrido acaecido de los dioses a los opresores, de los mitos a la concepción lineal de la historia, del lenguaje imperecedero de los misterios a la mecánica evolucionista, de la vida como arte a la explotación económica de cada segundo.
237
Era hombre tan de su tiempo, que al punto tenía la costumbre de compartir necedades con necios porque no lo llamaran necio.
238
No sacar lágrimas ni secar risas es tan distintivo de un humor desequilibrado como lo contrario.
239
Descabellado mito es el que trata de presentar como historia literal un relato imaginario (pongamos por caso el de un héroe enrazado con un dios que se hace matar para purgar las culpas humanas), aunque le muerde los talones el que restringe la historia a un escenario donde contienden fuerzas heroicas (pensemos en la dialéctica del materialismo histórico con su interpretación salvífica del proletariado).
240
Después del trabajo, esa pérdida de tiempo para el espíritu, el nuevo hábito de estar en línea a todas horas, disponible para cualquiera que conozca las coordenadas telemáticas del perfil, es una de las mayores servidumbres concebidas por el ingenio técnico de nuestra especie. Quien no lo entienda así podrá ser un gran amante de la humanidad, pero en la misma medida que traiciona su libertad.
241
Los tentáculos políticos que el poder de la comunidad extiende alrededor de las vidas cuya fiscalización se atribuye no serán desmembrados hasta que la persona individual supere la minoría mental de esperar que una instancia inoperante como la providencia divina, la revolución social, el gobierno de turno o el progreso económico reparen lo que anda torcido, pero sobre todo hasta que no deje de confundir su autonomía con la creencia narcisista en el triunfo y deponga la voluntad autoritaria que anida en su empeño de monopolizar al prójimo, empezando por ese próximo que nunca pidió nacer.
242
Si recuperar la rectitud de la conciencia es para el doblegado una postura dolorosa por razones obvias, en una malversación se convierte el acto literal de volver a erguirse cuando el alma es requerida por el mundo de la extenuación después de que haya probado el acercamiento a la inexistencia durante su vida durmiente.
243
Vuestros modelos de pasarela os delatan: pensáis con el estómago, queréis con las mandíbulas y, por más que os esforcéis en castigar vuestras figuras sometiéndolas a dietas inverosímiles y suplicios de gimnasio, jamás lograréis desprenderos del sentido adiposo que reboza vuestras almas, seréis blandos y cebones hasta que la vida os reviente.
244
Pobreza: uno de cada cinco es lo mismo que veinte de cada cien, pero suena menos voluminoso en los boletines del agitprop unimundialista. El pensamiento no debe temer ser duro en sus asaltos porque duras son las cadenas a romper que le han echado los comunicadores.
245
La gran diferencia entre la barbarie y la civilización es que los decapitados en nombre de la razón cuentan con la extremaunción de un sistema lógico.
246
Disgusto que no estimula el pensamiento mala ayuda es contra el fingimiento de una cura en falso por el lado esperanzado de la vida.
247
Plumas para el ingenio son las risas cómplices, aunque el despegue no pase de un brinco en el gallinero.
248
Avanzar zurcido a objetos en los que caducar por temporadas o hipotecarse a la utilería de un escaparate donde ser tasado como bestia de tiro de las finanzas es lo mejor que podía ocurrir yendo del brazo del optimismo.
249
Despotricamos de las mudanzas de la suerte y del infatigable desguace del tiempo cuando somos nosotros mismos los mayores responsables de andar pretendiendo lo que nos lesiona, de perseverar haciendo lo que nos rebaja y de huir como de un verdugo del alcance real de nuestras fuerzas.
250
Apresado sobrevive el ser humano hoy entre un futuro negado, un pasado que se desvanece y un presente relegado donde presiente el osario de la historia que lo excluye. Sin revolución ni restauración posibles, es inaplazable iniciarse en la disciplina autárquica de la devolución. Y lo primero que debe ser devuelto es eso que en los centros de adiestramiento todavía siguen llamando «contrato social». Ya no hay contrato que valga ni sociedad que merezca compañía.
251
Despiertos, somos los difuntos no siempre exquisitos de nuestros sueños, los colgajos desgarrados de la noche viuda.
252
¿Para qué atrincherarse en un catre como un exiliado de alcoba cuando el mundo es un inmenso lecho mortuorio? Quien repara pronto en estos valles de mal albergue sabe que no ha nacido para trabajar por ninguna causa y que morirá como se propuso, fuera del mundo, sin haber arraigado en ningún lugar ni haberse abonado a ninguna época.
253
Si eres, como yo, de los que no necesitan creerse las verdades para aceptarlas, sabrás que quien es vaciado de ilusiones por la existencia no se despide de su carcasa sin el tesoro de una sonrisa soberana.
254
De tener demasiados enemigos me quejo lo justo porque puedo alegrarme todavía de que ninguno sea lo bastante repugnante para poder espetarle vituperios de este jaez: «Me haré un arpa con tus tendones para tocar con ella la canción que más odies».
255
Mi locura es sospechar que los demás no sospechan que están locos.
256
¡En qué lamentable estado no se hallarán las cabezas para que alguien como yo destaque como un faro en la niebla!
257
Más vencido de la vida del prójimo que convencido de la mía, siento que acaso en nuestro ser más sincero no queremos nada, salvo el reposo de esfumarnos, aunque sean pocos aún los capaces de confesarlo.
258
Mientras hojeaba en un sueño un herbario dedicado a especies con propiedades farmacológicas de las que no tengo constancia en la química natural, me he dilatado en este fragmento: «Bona soma. Se utiliza para la Madre, y la muerte contiene entonces una pizca de incredulidad».
259
Cuando me da la risa histórica, no hay siglo que sobreviva a la subversión de mis carcajadas.
260
Un epitafio que podría fletar como un vilano a merced del viento: «De base fue un tipo solitario que nunca estuvo solo en las cúspides».
261
Haz y deshaz con mis labores lo que gustes, pero dolores que no son tuyos no los malgastes.