10.10.19

EVITA

Otto Dix, Recién nacido en las manos
El ejemplo obra más que las máximas.
Nikolái GÓGOL
Almas muertas

El infierno empieza por el útero: tal es la certeza originaria que tiene a Eva, la no por mítica menos realizada paridora en su séquito de pariodadoras, como principal responsable de la Expulsión. Despunta así con el nacimiento un acto de leso belén contra el celeque, quien después de haber sido instigado al abrigo de la unidad amniótica queda, tras el tajo umbilical, arrojado a la intemperancia de las vicisitudes que habrá de arrostrar —carne de tiempo y de dogal, ser cedizo por definición— en su funda de nuevo incorporado a las huestes del penatorio.

En los países donde las mujeres no son cuasicabras subordinadas al patrimonio de un semental, ser una incubadora de insensateces no es el resultado de una injusticia social, sino de una negligencia moral. La adulta que desdeña la identidad entre lo prolífico y lo calamitoso no solo conecta sus ovarios en régimen de franquicia a las barbaridades del mundo, sino que antepone la intrascendencia de sus deseos al honrado comedimiento que la prudencia demanda a la sensibilidad.

Así como podríamos semejar el hogar atendido con mimo a un alumbramiento que acoge nuestras fatigas al calor de un fuego bienhechor, en el tiro que la parturienta ceba entre las ingles no es posible dejar de ver el arma de reproducción masiva que dispara munición de prole al campo de batalla evolutivo.

Cada vida humana loa la pifia, y como cumplido sirviente de Crono, a sus herederos hace engullir por el titán quien, siendo él mismo un tragador de malparanzas, propaga con mortífera materialidad el antojo que le procura descendencia. Debemos al bardo más fino de nuestra lengua un suspiro memorable por la yactura de haber nacido:

Los plazeres y dulçores
desta vida trabajada
que tenemos,
¿qué son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos?
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño,
si queremos dar la vuelta,
no ay lugar.

Quien construye sobre sus hijos tiene cimientos de sangre, en toda la cruda acepción del fluido. Hacer progenie, al igual que asesinar o defecar, es acción que se puede producir por miles de millones sin que se requiera ninguna cualidad especial para su ejecución aparte de ganas y coyuntura, pero las obras maestras del ingenio se crean una sola vez. Denota buena condición quien encarna con el gesto justo la justa gesta; hay buena condición, por consiguiente, cuando uno halla un yacimiento en su ser que le evita buscarlo dando nacimiento a otros seres.

Jamás hubo tantos humanos entregados al mismo desquiciamiento y nunca desquiciados menos conscientes de que en su manía de crecer radica la mayor causa de sus desgracias. Pesimista, en consonancia con las pésimas consecuencias que engendra, es de su natío la visión optimista que cubre con un velo de esperanza los estragos vinculados a la multiplicación exorbitante de la humanidad y aferra los ánimos a la ilusión de que la Providencia, o su versión laica de progreso tecnológico, hará cuanto sea menester para socorrer al simio parlero de la hecatombe.

Para la gallina ponedora todos sus huevos son de oro, aunque vayan directos a la sartén.

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