11.12.13

MÁXIME DECORO

Nadie que esté preparado para perder puede perder.
Dmitri POLIAKOV

Si estás decidido a despedirte para siempre, no olvides purgarte antes de hacerlo. Pocas cosas deshonran tanto la memoria de quien ha tenido la audacia de matarse como la imagen de un cadáver cubierto de heces o rebosando su último condumio, por no mencionar la pésima influencia que causan los efectos de tales intemperancias en el valiente que se lo está pensando todavía.

Juntos y por separado, la mala prensa con sus maulerías y los malos intérpretes de la voluntad con sus homilías, se empeñan en excluir de la tragedia la observancia de las buenas maneras. Tampoco es cuestión de cogérsela con papel de fumar, sino de sacudírsela con garbo aunque zumbe cerca el drone que algún niñato —a las órdenes de otros que nunca dejarán de serlo— pilota a miles de kilómetros de distancia, ergonómicamente instalado en su poltrona, tratando de zurcirnos un misil por la puntita.

Discreto como una trinchera abandonada a la molienda de los milenios, rehén de breñas llamadas castellones por sus prefiguraciones de las moles románicas, dormita agazapado en los Montes de Toledo el dolmen de la foto. El señor que lo acompaña con cara de haber abatido un rinoceronte a besos no se ha escapado de ninguna majada, sólo es el autor de estas torrefactas confidencias.

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