19.12.13

DIFAMA, QUE ALGO QUEDA

Escindiendo derechos de propiedad y derechos humanos, los liberales lograron cargar de mala fama a los primeros, minando la legitimidad moral de todos los otros derechos. Pero los derechos de propiedad no son sólo exactamente tan válidos como los derechos humanos; son anteriores a, y necesarios para, los derechos humanos.
Thomas SZASZ
Nuestro derecho a las drogas

Con redundante frecuencia me veo encarado a la pregunta por la legalización de las drogas,  y cada vez que intento responderla debo empezar señalando que la cuestión está mal planteada de raíz o alberga una intención capciosa. Para situar el debate en su dimensión adecuada, resulta útil hacer el ejercicio de sustituir las drogas de la encuesta por otra actividad intrínseca a la curiosidad humana: el sexo. Ante la inquisición de saber si el sexo debe ser legalizado o penalizado, cualquier persona que haya crecido en un clima mental mínimamente abierto se alarmaría con buena razón, pues se percibe sin ofuscación que aquello que uno hace con su cuerpo no debe ser asunto de injerencias por parte de las instituciones. Salvo en los casos de pederastia, violación y abusos donde existe una víctima forzada por la villanía de otro, se sobrentiende que el contacto sexual entre adultos no necesita ser regulado por ley, pero sorprende que al extrapolar la misma lógica al campo de las drogas, perfectamente análogo, la situación se halla tan desfigurada a causa del terror impuesto por los largos años de prohibición, que aún muchos en posesión de su juicio no alcanzan a comprender la lesión que ha sufrido la soberanía individual a manos de las políticas de corrección social, salud pública y homogeneidad cultural. 

El uso de las drogas, al igual que las prácticas sexuales o el acceso al conocimiento impreso, no necesita ser legalizado ni perseguido, sino devuelto al ámbito de la naturalidad, a la que pertenece por derecho propio y de donde fue arrebatado cuando el complejo marcial, industrial y financiero consideró más interesante controlar en sucio la producción, distribución y consumo de un extenso conjunto de sustancias psicoactivas poniéndolas bajo el anatema de la criminalidad. Por el contrario, evaluados desde una visión exenta de propaganda, libre de acuartelamientos doctrinarios y del comodín de las opiniones convenientes, ni el aprendizaje ni el disfrute, que son expresiones incontestables de la conducta privada, precisan de intervención o jurisdicción alguna, ya sea la presidida por el Estado transformado en cártel, la providenciada por los sabuesos de la moral o la coludida por los directivos del toxicopolio, protagonistas estos últimos de una cinética delictiva a gran escala que rinde una liquidez crucial para animar con su música de cifras la fiesta en la cual pueden verse maquinaciones bursátiles, fondos de inversión y paraísos fiscales bailando arrimaditos más babosos que nunca.

Reconquistando espacios muertos, Desnatureza del brasileño Henrique Oliveira.

1 comentario:

  1. Muy atenta, Natalia. Estudiaré tu oferta.

    Tengo implementado un formulario de contacto privado al que se accede pinchando en la ilustración de los esqueletos situada en la columna derecha, debajo de la sección Fugaderos, pero suele pasar desapercibida y es mejor así (el ciberespacio está lleno de alimañas en busca de presas fáciles).

    Para cualquier otro asunto o profundizar en el que me sugieres, no dudes en comunicarte conmigo.

    Que el ingenio te acompañe.

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Ningún comentario recibido con posterioridad al verano de 2019 recibirá respuesta. Hecha esta declaración de inadherencia, por muy dueño que me sienta de lo que callo dedico especial atención a los visitantes que no marchan al pie de la letra.

 
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