6.12.15

LA FALLA

Cornelis Bega Peters, El alquimista
Yo para vivir bien tengo que complicarme la vida y hacer cosas que nadie hace.
GARRELL
El inventor de la selva

Más que falso, encuentro episódico el conflicto entre ciencia y fe que tan tensas discusiones ha hecho cruzar a defensores y detractores del logos como paradigma cultural. No menos circunstancial fue la enconada oposición entre el poder religioso y el civil hasta que la actual síntesis psicopolítica los ha reemplazado con ventaja tomando de ellos cuanto ha podido aprovechar. Con más motivos que el poder, la ciencia y la fe, hermanas nacidas de un mismo encaramiento con el universo, están destinadas a juntarse en un cuerpo de nociones recalificadas tras haber peregrinado por el antagonismo secular.

La ciencia, a semejanza de cualquier iniciativa teológica, sabe por anticipado lo que quiere obtener de las cosas y organiza su vocación de poder mediante decorosos axiomas metodológicos que son equivalentes en función a los dogmas de fe. Su ideal de conocimiento no radica en el conocimiento de lo real, sino en la prolongación de la facultad de hacer creíble lo real por otros medios. Aunque el conocimiento sea por sí solo un acto de profanación, la lógica científica ya no busca la restitución de aquello que una vez consagrado a los dioses fue vedado a la exploración; en su lugar, ha relegado lo incognoscible a lo inservible y reducido lo conocido a lo verificable, premisas de un proyecto de sistematización progresiva que ambiciona predecir el comportamiento de su mayor objeto de estudio, la realidad.

Casi nadie con un currículum que alimentar aventura la osadía de atacar el conocimiento científico, que solo es cuestionado en la vertiente moral de su aplicación desde que son los investigadores de la materia quienes acaparan las competencias de atender la demanda de concepciones del mundo construidas según el prestigio de los hechos probados. De igual forma, tampoco las convenciones esenciales de la escolástica medieval eran recusadas por parte de los instruidos que hacían de los artificios del raciocinio una labor de honorable esgrima dialéctica. Allí donde se usa, el intelecto postula que puede descubrir verdades cuando lo descubierto por él se limita al modo de inventarlas.

La genuina —por no resuelta— falla vital, intensamente experimentada por los pensadores que contemplaron la vorágine humana con el prisma tallado por el romanticismo, se da en las regiones donde chocan la acérrima contumacia de la naturaleza y la inadaptada luciérnaga de la conciencia, cuya aparición resultó tan inesperada como inútil sigue siendo su permanencia donde la programación innata codicia, a expensas de la tambaleante posibilidad de clarividencia, un único anhelo: seguir, seguir y seguir. Legamos légamos de obcecación al desear maximizar nuestros genes en la siguiente promoción de larvas, expresión en la que destacan los actores menos emancipados de una especie condicionada por el guión de la crianza cooperativa. La perversión persevera. Ruido evolutivo.

A años luz del repudio gnóstico de la multiplicación de lo existente y muy lejos de la autocontención asumida por los albigenses que trataban de compensar el error de haber nacido, el voto de castidad impuesto a los sacerdotes católicos, aun estando preceptuado por el afán de acrecentar el patrimonio eclesiástico y habida cuenta de la relajación de costumbres que lo envuelve, tiene el saludable efecto de ahorrarle a la naturaleza la generación de muchos atormentados, circunstancia que me basta para situarlos un peldaño por arriba de cuantos hombres de ciencia rivalizan en impulso procreador con los ratones de laboratorio. Un sabio con hijos representa una incongruencia a mitad de camino entre lo hiriente y lo hilarante; suyo es el mérito de haber demostrado empíricamente en su persona que la gravedad de la inconsciencia supera a la flaqueza del conocimiento.

2 comentarios:

  1. Magnífico artículo y certero, final verdadero: " la gravedad de la inconsciencia supera a la flaqueza del conocimiento.".


    Me ha encantado: " la inadaptada luciérnaga de la conciencia, cuya aparición resultó tan inesperada como inútil sigue siendo su permanencia donde la programación innata codicia

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  2. Qué agradable desperezar las hipérboles de la noche con estos ronroneos. Gracias.

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