22.12.15

IMPACTÓMETRO ELECTORAL

Francisco de Goya, Duelo a garrotazos
El orden es la pesadilla del azar; el azar, el sueño del orden.
Juan POZ
Lucha de fantasmas

Aunque la banca, como marimacho alfa de los corrales patrios, halle siempre un medio de vencer gobiernos enteros allí donde las facciones parlamentarias frustran sus particulares expectativas de victoria y las pequeñas gentes, anuentes en el ínterin, no cesen de subrayar la importancia de la gobernabilidad, las luchas internas que se disputan el «sentido de Estado» —que no tiene otro sentido que el de la propiedad del mismo— se volatilizan cuando se miran desde la amplitud del desencanto de las aspiraciones humanas, máxime si estas mancomunan sus fechorías tras siglas y colores que solicitan nuestra adhesión. ¡Qué impropios se me antojan entonces los conatos de indignación que experimento por las tacañerías de la política! En mi descargo, diré que no es fácil mantenerse inalterado cuando se constata que la realidad vuelve a obrar en apoyo de las ideas más nefastas que uno se ha formado acerca de las ceremonias masivas de participación, que en democracia, donde la libertad de elección culmina en la elección de sumisión, es asimilable a escoger entre ser pisoteado con asenso o sin él.

Parece que la fuerza coagulante del miedo, o de cierta legión de cagones si tenemos en cuenta que el tic de la preservación es transversal a las tribus partidistas, vuelve a favorecer los trapicheos para perpetuar en el mando a un gremio de delincuentes protegidos por su servilismo a los coimes del garito. ¿Qué pactos no tendrán estos señores con los grandes trileros de la usura si hasta los obispos los defienden a mazo rogador? Sus señas de identidad son tan instructivas como las esnifadas presupuestarias que suelen dejar por marcado territorial en las entidades públicas a cuya gestión han dedicado sus diligentes conocimientos en técnicas de golpismo económico.

Los oscurantistas, que en tiempos revueltos son el guante de hierro de la plutocracia, en España tienen su frente popular gracias a Manuel Fraga, frustrado aspirante a la presidencia hasta su deceso, quien con la putrefacción de Paquito aún en la nariz juntó como hábil porquerizo los hatajos sueltos en una sola pocilga para que nada quedara a su derecha. A diferencia de ellos, no solo los izquierdistas que presumen de una solvencia moral que normalmente omiten practicar andan desunidos, también quienes son capaces de pensar al margen de identidades monolíticas se ven excluidos, por su propia vocación refractaria, de cualquier iniciativa que pretenda encorsetarle una bandera a la disconformidad.

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