14.1.14

PREESENCIAS

Eres el único inefable,
pero engendras todo lo que está abierto al lenguaje.
Eres el único que no puede ser conocido,
pero engendras todo lo que está abierto al pensamiento...
Eres el fin de todas las cosas,
y una y todas y ninguna,
no siendo una ni todas,
reclamando todos los nombres,
¿cómo te llamaré?
Gregorio NACIANCENO

De un intrincado sueño que suscitaría la envidia de algún que otro cineasta oscarizado, traigo fresco el recuerdo parcial de haber atravesado incontables leguas mar adentro en estado de semihipnótica ablución, más lineal y cristalina en sus interacciones con el medio que una duermevela opiácea. Iba abrazado a la panza de una Manta birostris cuya única diferencia ostensible con otros ejemplares de su especie era la cola, reemplazada en este caso por una elegante serpiente con las escamas dispuestas en un sardinel de trazos negros y blancos, presididos por una cabeza con porte de dios escandinavo que irradiaba una inteligencia muy distinta de la humana, aunque no menor, homóloga a la que podríamos reconocer en la mirada de un elefante escarmentado o en el amuleto con el Anguípedo si fuésemos antiguos gnósticos. El animal, sincronizado conmigo, me permitía oxigenar la sangre saliendo a la superficie a intervalos regulares, y cuando al fin recalé en un lugar accesible de la costa, mi capacidad auditiva se había sensibilizado a tal extremo que no soportaba los ruidos, todavía lejanos, arrojados a tierra y aire por las actividades propias de la civilización. No exageraría si declarase que llevaba todo el océano agitado dentro de mi masa encefálica, porque una parte sustancial de mis ramificaciones neurales había quedado conectada a las profundidades ebrias de tinieblas que podía sentir reverberando más allá del rechinante oído interno. En contraste con los fugaces minutos de acomodación para la aventura subacuática, me costó horas adaptarme a la posición erecta y desenvuelta, sensorialmente concentrada en una burbuja espacial de escasos metros, donde pule su orgullo nuestra naturaleza de simios configurados para el desarrollo de habilidades manuales. Pero este esfuerzo fue nimio comparado con los que debo arrostrar periódicamente en los umbrales del despertar: desde que tengo memoria o réplica creíble de la misma, me consta haber vivido en adversa intimidad con los poderes de la Noche, que se enroscaban a mí bajo el aspecto de terrores abstractos, casi inimaginables, hasta su reescritura estable en las abscisas de la parálisis del sueño a partir de los trece años, estimo que a raíz de un contratiempo quirúrgico por el que sufrí una reacción imprevista a la anestesia contra la que hube de luchar, entre violentas convulsiones y ráfagas bituminosas de conciencia, para no sucumbir al magnetismo de un viaje irreversible a los agujeros negros de la apraxia a través de un maremágnum de derroteros más próximos al descalabro autoconclusivo que a la experiencia iniciática. Llevo desde entonces los ojos más que mal cerrados, y voy a mí como una araña a su presa. Cazador cazado, al menor contacto con ella me descubro acechado por la desazón de ciertos seres interdimensionales que deambulan hambrientos en los intersticios de la vigilia y se aferran mediante sus quelíceros etéreos a mi médula espinal, en la que buscan abrir un canal de succión para extraer, puenteándola, mi energía nerviosa...

En 1997 escribí un Bestiario que permanece inédito y quizá me decida a subir antes de que pierda el respeto por su extraño atractivo. En el capítulo «La Araña Psíquica» que reproduzco a continuación, he captado una serie de pistas que podrían servir como peristilo de parasomnias:

«No se sabe de dónde procede ni cómo fallece, sus costumbres son un misterio. Aunque las consecuencias de su sibilina presencia han hecho estragos durante toda la historia humana, nada se ha podido aprender de la terrible experiencia, ni siquiera los preliminares para obtener un antídoto eficaz contra su veneno.

»En la teogonía del poeta chino Ling Seng-Tzu, escrita hacia el siglo I a. e. c., se puede leer:

   Con el hombre vino la Araña que socava la mente y con el hombre desaparecerá. Durante el devenir de las épocas, sabios y doctores tratarán de elaborar una cura; labor inútil, el mal de la Araña nos pertenece tanto como la piel. Así lo dispusieron los Primeros Desconocidos.

»También el pirata de origen andalusí Ibn Asabbalem, que narró sus memorias en el Libro de Pandora (s. XIII) tras hastiarse de abordajes al infiel y negocios infames, nos proporciona un testimonio abominable de la Araña Psíquica:

   Uno de mis hombres desobedeció el reglamento y estuvo husmeando en la Esfera de Conchas que sustraje a un coleccionista de Damasco junto a otras preseas y tres odaliscas sin enjundia (carnes flojas, aliento fétido) a las que ningún fogoso se arrimó. La curiosidad se adueño [fragmentos ilegibles] tanto terror había suscitado en Oriente. Yo mismo contemplé junto a la tripulación los efectos de la mordedura. El desgraciado imploraba a gritos que le aplastasen la testa hasta que se tragó la lengua, sus ojos derramaban bilis, era pavoroso, ni al asesino de mi hijo Azhar puedo desearle semejante agonía. Nadie duda del coraje intachable de mis guerreros, y nadie podrá negar que ninguno de ellos se atrevió a acercarse hasta que el alma abandonó al infeliz, buen marino en vida. La paz y las bendiciones de Al-Lāh sean con él. Los tiburones, abundantes en aquellas aguas, no tocaron el cadáver. Mandé buscar al arácnido prometiendo oro y leche negra en cantidad a quien lograra capturarlo. Durante la aciaga noche, perdí a la mitad de mi tripulación en el empeño [fragmentos ilegibles] quemar la nave. De la impía criatura, nunca más se supo.

»Tarántula ambigua, recreada según la paleta emotiva de quien la intuye, sólo durante la fase de excitación que precede al ataque se convierte en un depredador visible que muestra la característica textura erizada del vello glauco que rodea su región abdominal. Su picadura inyecta un tóxico que se extiende velozmente por el sistema nervioso al liberar una devastadora combinación enzimática en el axoplasma que no cesa de extenderse por los circuitos sinápticos hasta envolver al agredido con una red de virulentas dudas y atroces visiones vencidas sólo por la parada cardiorrespiratoria.

»Los registros de las autopsias más recientes, realizadas en 1957 por el médico forense Fedor Illich a dos supuestas víctimas halladas en la península de Crimea, no lejos de Sebastopol, mostraron lesiones dispares localizadas en el interior del cráneo, principalmente una inquietante maraña de seda mohosa que tras invadir sendos córtex dejó los cerebros atrofiados como higos secos. Años después de este incidente, entre los soviéticos correría el rumor de que la NASA estaba llevando a cabo una investigación sobre las propiedades extraordinarias de un tejido producido por un género no identificado de arañas propagadoras de locura».

Quisiera retomar el sueño bosquejado al principio; sin embargo, creo que será preferible evitar hacer mención de las braguitas de ganchillo azul turquesa con un cangrejo bordado al frente que le quité en la playa a una niña para cubrir de irrisoria contención mis desvergüenzas.

Al acostarte, piensa en que querrá eso que merodea a tus espaldas. Premonition de Henry Weyssenhoff.

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