William SHAKESPEARE
Coriolano
Confiándome al gesto inconquistable de saber salir antes de entrar con mi explícito rechazo a la celebridad del plutoteísmo, quiero esquivar la confusión que pudiera colegirse de exponer el gusto que me da ver correr el dinero al servicio del ingenio. Así como todo hallazgo creativo alcanza un apogeo impredecible cuando descansa sobre su explotación comercial sin subordinarse a ella y logra obtener el reconocimiento popular de su mérito sin buscarlo —piénsese en la exitosa historia del libro impreso—, parecería que el medio más eficaz de destruir el reino de la tiara y del misil ha de pasar por la censura pública de sus cometidos no sin antes haberse encargado de que armas y planificación moral sean productos más costosos de fabricar que de vender. Sin embargo, este depurativo empeño por favorecer el laicismo y la desmilitarización de las formas políticas implicaría concitar una fuerza de intervención mayor que las combatidas con el efecto indeseable que supone desplazar una hegemonía empleando otra de signo opuesto en su lugar, aunque indistinguible en la tiesura de su vocación controladora. Previstas las consecuencias nocivas de una estrategia que nunca chirriará bastante a muchos de los revolucionarios que en lo fundamental se sienten autoritarios, habrá que buscar un remedio imaginativo que atraiga la inversión económica hacia una independencia real, concebida como entereza civil, desde el vigor de las libertades para hacer y deshacer que sólo pueden funcionar en ausencia de las parodias de orden impuestas bajo la sombra vigilante de la clerigalla y de los mercenarios estatales, ostentadores respectivamente de la última palabra en los negocios celestes y pedestres, pues no hay mejor programa de transformación que el sentido utilitario —del que carezco— para adaptarse al caos sin delegar en instancias superiores, sin permitirles monopolizar, las decisiones que conciernen a la gestión de los criterios que definen al amigo y al enemigo, lo que en suma beneficia el intercambio espontáneo y la rivalidad incruenta entre unos y otros.
RIP de Yas Nascimbene.
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