13.3.14

DELICATESSEN

Con buen humor y pesimismo no es posible ni equivocarse ni aburrirse.
Nicolás GÓMEZ DÁVILA
Escolios a un texto implícito

Por un maridaje de vicios que amagan incorregibles entre la poco reflexiva comodidad de los padres y la sistemática socialización publicitaria, la nueva generación de chavales padece una cultura culinaria necrófaga, lactodependiente, hipercalórica y excesivamente aditivada que, desde la inconsciencia prefabricada a la desfachatez de bajo coste que le resulta tan afín, se entrega sin remilgos a una suerte de sacarilatría que acude en compulsiva busca de saciedad a toda clase de dulces y brebajes industriales, desprecia —cuando no ignora por completo— las legumbres con sus sabrosas ventajas y coloca en la base de su pirámide alimenticia los fáciles para el paladar pero nada aconsejables productos obtenidos a partir de carbohidratos refinados. No es su salud la que me preocupa, allá ellos con sus piensos democráticos, me preocupa la mía por las implicaciones que la conectan a otras dinámicas preñadas de inercias, tal vez, inevitables: ¿qué espléndido rumbo tomará la de por sí decrépita sociedad a la que todavía estoy vinculado cuando esta gente, ahora menuda, deba enfrentar decisiones relevantes y asumir responsabilidades graduales con un metabolismo lastrado por un historial compuesto por hectólitros de Actimel, toneladas de chucherías y montañas de fritangas? Es improbable que no acabe pensando como una cucaracha quien a diario devora basura; lo peor, sin embargo, es que para eludir el contraste donde podrían verse como insectos carroñeros, los adictos a tales gollerías harán rebozar a los menos lerdos con las salsas de su bazofia.

Naturaleza muerta con loro de Georg Flegel.

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