4.8.13

¿DÓNDE MIRAR?

Cada época se ha acercado libremente a su ficción para buscar las claves de realidad que la propia realidad acostumbra a escamotearnos-
Andrés TRAPIELLO
Las vidas de Cervantes

Cansado al fin de tanta batidora epistemológica, retornaré a mis caballerías psicodélicas recorriendo de nube a fosa este país al que roen los gusanos hasta en la caspa de sus falsos blasones. Sólo por la arcada de bilis que me produce presenciar a la fauna necrófila agitando en usufructo la bandera de la hispanidad, me siento animoso para impartirles una lección de casticismo en el buen español de faca, trabuco y pedernal hecho de santo. ¿Qué espíritu semoviente en el recto juicio de sus fuerzas no se hartaría de servir de monigote en este jelengue nacional? En un entorno condenado a fluctuar entre lo represivo y lo depresivo, el desfogue de la sátira no es suficiente retribución contra la afrenta. A veces hay que disponerse al punzó de obrar grueso y revalidar la condecoración de sospechoso habitual más allá de las palabras, que son poderosas, en definitiva, por los hombres armados de pensamientos que desenfundan. Como el disentimiento se da por supuesto, la situación pide genio para hacer cojones de capones. Pero antes, permítanme renovar mi esporádica dosis de cosmicidad:

Desde el principio fue el mal: un contagioso acontecer propulsado por la inercia desintegradora de energías y partículas mutantes; una clonación automática que se propician entre sí todas las cosas como estelas de vestigios expandidos a partir del sabotaje inicial. Desencadenada la complejidad de la complicidad dentro del sistema de ausencias que confiere a la fulminación del único instante un horizonte anamórfico de espacio y temporalidad ilusorias, el encuentro del sujeto con las apariencias no tendrá ocasión de producirse: salvo por el rodeo de la eternidad, juntos ya forman una mónada inseparable.

¿Es este despliegue holístico la interfaz de un juego montado sobre una ironía insondable? ¿Un mausoleo astronómico de biomasa y vacío? ¿O quizá una bomba generadora de mundos para un ente superior expatriado de sí mismo? No son ideas novedosas, sino llamadas a las que cabe responder: podría ser todo eso y más; incluso podría no ser. Nada de buscarle un sentido último, es nuestro aparato cognitivo el que le pone ojos al destino. Sin el genoma que codifica la intrínseca reversibilidad que los hechos se ocultan a sí mismos, la realidad se disiparía súbitamente. Y cuando la realidad se percibe como una ficción, el valor de sus artificios no puede recomponerse con espejismos: quedará en un estado difuso que irradiará la tensión aglutinante que le transmiten sus bornes, a los que no hay necesidad de agarrarse en busca de consistencia aunque vibren tentadores como pezones de sirena.

Sé que el universo no me necesita y confirmo que el sentimiento es mutuo. Puesto que su existencia carece de razón de ser, ¿por qué la mía habría de tenerla? Habida cuenta de que nada ha tenido lugar, nada me obliga a aceptar esta o cualquier otra realidad como premisa material: ni este cuerpo que alimento y atiendo lo mejor que puedo en la escenificación de mi curva de ilusiones, ni esta alma que malverso malogrando la transliteración del descalabro. Si fallo, habré acertado; si no acierto, también, pues habré fallado. Sea como fuere, mi vida traza en su tránsito descarriado un rumbo inequívoco: como el hombre de los Cohen, yo nunca estuve allí. Pueden apostar lo que quieran. Eso sí, en atención a su propia seguridad, procuren no tocar al desaparecido... ¿o acaso no lo ven?

Filosofía visual en Lust, de Anton Senkov.

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