Friedrich NIETZSCHE
La genealogía de la moral
Los dioses, esos mirones sempiternos de los que apenas presentimos los rayos de su mando a distancia horadándonos la glándula pineal, solo aman de los hombres las cúspides de locura y se sienten insultados cada vez que una decisión tomada por un simio lenguaraz lo eleva sobre su facultad de enajenación.
No es la vida la que empuja el alma a correazos de nucleótidos, sino la muerte la que tira celosona de nosotros hacia el vaya usted a saber qué simas; entretanto, una jauría de pasiones se disputan a mandíbulas espumajosas la carnaza de nuestros instintos y, de los múltiples azoramientos que provocan, hay dos, opuestos entre sí, cuya aparición debería guardarse en solitario, con zálamo y dogal si es preciso, hasta que concluya la parábola de su imperativo canino: la fascinante iniquidad de odiar desinteresadamente a todo prójimo como un florecido retoño del deseo de aniquilamiento universal, y la humillación, no menos injusta por indiscriminada, de querer lamer los pies del primer condegenerado que incurra en la amabilidad de sonreírnos.
Flotando en una sublimada intrepidez virginal propia de la alcurnia de Atenea, una nínfula logra sin esfuerzo contener a las bestias en Black dog de James Jean.
No hay comentarios:
Ningún comentario recibido con posterioridad al verano de 2019 recibirá respuesta. Hecha esta declaración de inadherencia, por muy dueño que me sienta de lo que callo dedico especial atención a los visitantes que no marchan al pie de la letra.