20.2.18

ENTRE OBLITOS

Agostino Arrivabene, Il sogno di Asclepio
¿Por qué nos avergonzamos de ser considerados locos? Por mi parte, como tengo reputación de estar un poco tocado, sé muy bien cuántas comodidades y ventajas obtuve de ello. Algunos se burlaron de mí, pero yo en silencio los engañaba, y gozando de los privilegios de un trastornado me sentaba cuando los demás, que se creían muy lúcidos, estaban de pie; mantenía mi cabeza cubierta cuando los demás la tenían desnuda, y dormía gustosamente cuando los otros velaban no sin grandes molestias.
Ortensio LANDO
Paradojas

1

No debería frivolizarse con el asesinato de un hombre: es al menos tan grave como el de un puerco.

2

Con el propósito de pertenecer a la categoría de ciudadanos bien formados e informados, hoy una persona debe aprender tantas cosas que la primera de todas, vivir bien, la deja siempre para después.

3

Raro es el hombre que no dice estar empeñado en superarse, pero más raro aún es que la sociedad mejore gracias a ellos.

4

Solo cuando un ferviente partidario de la vida fracasa podemos tomarlo en serio como a uno de nuestros hermanos, porque sólo a partir de entonces comienza su mirada a confraternizarse ante el desamparo de la sala de torturas de la existencia, donde unas veces penetra un rayo fortuito de luz en mitad de los alaridos, y otras son interrumpidos por la imperfección —bienvenida sea— de la conciencia que se pierde en la inopia, relegada entre cavidades como un oblito, mientras el alma recibe las ocurrencias quirúrgicas de la materia.

5

De la experiencia de los antepasados se aprende casi todo, salvo el rudimento esencial del morir.

6

No se desperdicie la inteligencia intentado disuadir a un optimista: si resulta ser tan bobo como los habituales repobladores de la trivialidad, ni hechos ni razones lo sacarán de su error; y si no lo es, la experiencia se ocupará por sí sola de enseñarle de qué fatigas y golpes bajos se compone la existencia.

7

La titánica carga de conocimientos acumulados en todas las áreas abruma a cualquier intelecto por bien motivado que esté para repartirse entre abordarlos y bordarlos. Distracciones infinitas asaltan por demás su curiosidad mental, y hasta el espíritu insaciable de conocimientos querría aprender en circunstancias más angostas, menos prolijas y dispersas, añorante quizá de aquellas épocas en las que el magisterio del arte era lo bastante proporcionado como para poder discernir, antes de agotar la concentración que cabe blandir en el curso de una vida, dónde buscar lo sustancial y cómo identificar lo accesorio; a qué brújula confiar el rumbo de la experiencia y de qué ímprobos errores librar al juicio que debe hacerse de los volubles contornos que la mente humana ha modelado para habitar en una imagen menos imprecisa del mundo.

8

Si la realidad fuera una empresa decente —sustantivo y adjetivo no casan en este caso—, los humanos no estarían deseando escapar de sus obligaciones a cada momento.

9

La medida del valor irreemplazable de cada uno la determina el volumen de vacío que su ausencia introduce en nuestra presencia.

10

La fracción del mundo representado como mundo dado conviene a las criaturas que son demasiado mecánicas para concebir las periferias donde los espíritus menos dependientes desdeñan las presiones del medio.

11

En su insularidad el solitario permanece en comunicación directa con la verdad; una verdad que implora, como el lamento de un emparedado, salir al reencuentro de otras.

12

La inteligencia desapegada ha sido siempre el santo y seña de los señeros que recorren el yermo en la noche humana del alma.

13

Para desvariar, nadie más lineal que uno cuando parte al cruce de sí mismo.

14

Desprendidos ya del perecerse por parecer envidiables a la vanagloria, los deseos por agotar no deberían ser mayores que los proyectos por hacer y estos, menos que nada, contrarios a las desganas por cumplir.

15

Si nuestro marco de referencias morales fuera benéfico, habríamos organizado de tal manera la existencia que la muerte diera fruto a los mortales mientras viven, no al contrario.

16

Cuanto más duras broten nuestras lágrimas, más puras serán nuestras penas: salario básico intervital.

17

Razón que no duele, ¿a qué disparates huele? Para Huxley, y no creo que sea prudente impugnarlo en este punto, «el hedonismo es la compañía natural del pesimismo. Donde hay risa, allí pueden encontrarse también “las lágrimas de las cosas”. Pero en cuanto a las lágrimas de arrepentimiento y remordimiento, ¿quién sino un tonto podría hacer del mundo algo más deplorable de lo que ya es?, ¿quién sino un criminal que odie la vida podría querer incrementar la suma de miseria a expensas de la pequeña fracción de júbilo del hombre?». Demócrito y Heráclito, la carcajada y el llanto, se dan la mano.

18

Solo es cuestión de tiempo que las risas terminen en llanto; y solo de darle tiempo al tiempo que la tragedia acabe siendo irrisoria.

19

Siempre que el tedio hace acto de presencia, otra capa de polvo cae sobre la lápida de la imaginación.

20

No hay mayor insulto a la conciencia que vender el alma a cambio de una felicidad duradera.

21

A fe mía, es arriesgado juzgar la grandeza o vileza de un estilo de vida hasta que no lo completa la forma de morir.

22

A todos nos ha reservado la existencia una versión particular del apocalipsis, o según la etimología del vocablo, una revelación, una puesta al descubierto. Albergar otra esperanza es una puerilidad y tampoco está claro que esta contingencia no lo sea.

23

El tiempo solo es oro cuando puede ser despilfarrado con impunidad. Si tienes tiempo para no hacer nada, eres rico para lo que de verdad importa.

24

Usa el oro como si fuese barro y cuida de tu barro como si fuera oro.

25

Pertinacia no hace pertinencia, aunque su fruto sea mayor.

26

Nada nos aporta mayor distanciamiento para moderar los vaivenes que nos acosan como la contemplación del ínsito temblor de la vida y la constancia de la aridez que los muros de nuestro jardín apenas interrumpen allende sus amenidades. Aquella contemplación y esta constancia conforman la fortaleza de la lucidez, un refugio de claridad en un mundo plagado de confusión que huye de lo irremediable hacia lo irremediable.

27

No es que el misántropo odie a los hombres por conocerlos tan bien como a sí mismo, es que ama más el sosiego, la franqueza y el silencio, riquezas de una vida sencilla que junto a ellos se arruinan.

28

En la alegría que no se comparte persiste un poso de inconsolable amargura; en la compartida, el poso que no cesa es de incredulidad.

29

Belleza, amor, justicia, libertad, prestigio… ¿de qué valen si para ser tangibles la verdad ha de no ser?

30

Querer no es poder, sino padecer por no poder.

31

El infierno es no ser capaz de trascender la peor versión de uno mismo que la tierra obliga a interpretar.

32

Lo que todos sabemos es lo que nadie quiere contar por no adjudicarle mayor descrédito a su persona. Lo que todos sentimos y nadie quiere aclarar es que debemos al horror de morir, camuflado de amor a la vida, la vocación de sobrevivir.

33

Siempre hay que mirar más allá de las creencias para ver el más acá de lo que realmente se cree.

34

Es congruencia del hombre espiritual sopesar su vida en cada paso, y majestad no tenerla por un bien mientras no sienta que puede dejarla partir en cualquier momento.

35

Vivir podría compararse con haber mordido un anzuelo unido a la caña que la muerte sostiene desde el principio. Esta caña fue su enseña antes de la guadaña.

36

La muerte nos acepta tal como somos, con todas nuestras flaquezas y manías, sin pedir a cambio nada más que una asunción equivalente; incalculables gentilezas sobre una vida que ni nos quiere como somos, ni se conforma con ser vivida sin abnegación.

37

Si para miles de cautivos en los campos de exterminio la vida fue hasta el último fango un enclave digno de ser preservado, su actitud debe ser contextualizada a tenor de lo que Jean Améry, superviviente de la factoría mortífera de Auschwitz, dejó consignado antes de saltar al otro lado: «No hay ningún puente entre el ser y el no ser».

38

Nunca dejará de sorprenderme la facilidad con que un motivo de lo más trivial, véase la pérdida de un empleo degradante o el jaque de la infidelidad a una relación marital corrompida, pueden ser transformados en causa de suicidio. Remolón hasta el último instante, el ánimo necesita un empujón foráneo para satisfacer su designio.

39

La sofocante cantidad de acciones nimias que hemos de armar y desarmar a diario bastaría para deslegitimar el menor esfuerzo por seguir en el tiempo; tiempo de trinchera para el espíritu consciente de que la contemplación del movimiento es insalvable de las cohortes de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años que mantienen activa la contienda hasta el grano irreductible de la realidad, hasta la neta inanidad.

Zurbarán, San Francisco contemplando una calavera
40

Pensemos; a continuación, pensemos más; después, pensemos mejor; a partir de entonces, pensemos de modo diferente.

41

Saber cavilar es bueno; saber crear, mejor aún. La lógica es un método idóneo para estructurar las ideas que solo la intuición puede facilitar al ingenio. No por coincidencia sino por consecuencia tiene la inventiva en la mente humana la suprema función alquímica de animar lo inaminado que la racionalidad intenta imitar sin conseguirlo.

42

La sabiduría ha sido juzgada fuerza de tan oscura naturaleza, que al hombre de probada eminencia otros que no tuvieron nada de necios lo denominaron, con razón, «pozo de sabiduría».

43

«Rectificar es de sabios», dijo uno que no daba una.

44

Somos la resaca de una realidad extinta que tuvo la ebriedad de ser distinta en cada uno de los seres donde ponía en forma su naturaleza.

45

Permitamos reposar al torbellino de nuestros añicos para que renazca de ellos siquiera un fuego fatuo de lo que somos.

46

Ni los animales han contraído deberes con los humanos (y por lo tanto, tampoco pueden ser sujetos de derechos), ni los humanos tenemos derechos sobre los animales (y en consecuencia, todo nuestro deber atañe a la aptitud para coexistir con o contra ellos). Humanos y no humanos, somos todos hijos del viento y como bufidos pasamos haciendo resonar las palabras de Cohelet: «Una misma es la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de las bestias, y la muerte de uno es la muerte de las otras, y no hay más que un hálito para todos, y no tiene el hombre ventaja sobre la bestias».

47

Antaño tuve por criterio fiable que entre el mono, el perro y el marrano halló su sede el humano, pero la pericia de los hechos que hablan de su medro me ha demostrado que su reino está entre las ratas.

48

El sentimiento de pertenencia a una especie es, en el caso del humano, de una irrelevancia tanto más popular cuanto que debe su patetismo a la mímesis de una mismidad, no a la profundidad del escrutinio.

49

Las ideas que no se pueden explicar en dos líneas, caen en el terreno pantanoso de la metafísica o son cuentos chinos.

50

No hay precepto moral que entusiasme más de varios días, por eso el yerro y la virtud duermen en el mismo colchón.

51

Salta a las entendederas que los humanos andan repartidos entre los que se atan a las cargas que creen imprescindibles para redimir el sentido de sus vidas, y los que se saben condenados de antemano a cargar con el peso de un moribundo ávido de sentido.

52

Sea cual fuere la sociedad donde lo hagan nacer, el filósofo es un extraterrestre a quien su condición de librepensador obliga a emboscarse lejos del alcance de sus coetáneos.

53

Si pudiera matarme y regresar acto seguido para contarlo, ¿sería como ahora soy? Ninguna filosofía moral, ningún remanso religioso, ninguna suerte de terapia psicológica podrían ayudar más al sentimiento de liberación espiritual que abrir el botiquín de casa y ver en él, listo para ser usado a conveniencia o necesidad, el pasaporte a ninguna parte pulcramente envasado en su blíster, a salvo de cualquier humedad que no provenga de las propias lágrimas. Ser o no ser capaz de hacerlo, he ahí el dilema. Debo añadir, empero, que deleitarse con la inmersión en un paisaje musical de arborescentes sinestesias, derramarse en el entusiasmo mutuo de la lujuria trasvasada con ternura o acariciar a ese gato que solicita zalamero nuestro regazo, impiden en ocasiones que las amarguras tomen el control de la tragedia, no siempre inteligentemente atesorada en cada uno como vicio del cual proceden los disparates que minan nuestro sentido de la irrealidad.

54

Todos los atajos hacia la comprensión de la realidad devienen frustrantes por necesidad, no menos insatisfactorios que las explicaciones humanamente significativas del flujo caótico de los acontecimientos o del sentido común, contrario a la evidencia, que mantiene dentro de los límites de lo extraordinario el suicidio toda vez que la mayoría de las personas, desde un enfoque imparcial, tienen vidas insoportables, más deudoras de temores que libres de ataduras.

55

Llamamos salud al estado de equilibrio provisional en el que todos los componentes de un organismo funcionan de forma coordinada como un solo tumor.

56

Si Lavoisier hubiera sido teólogo en vez de científico, su enunciado respecto al mal habría sido idéntico que el relativo a la conservación de la energía: no se crea ni se destruye, solo se transforma.

57

Entre lo vivido y lo evocado, armonizamos nuestras derrotas con las del universo y comprobamos que desde un recuerdo cualquiera podría uno remontarse en todas las direcciones de su existencia hasta reconstruirla por entero si la memoria le diera capacidad para seguir la trama que conduce al presente continuo. Con tiempo suficiente, diríamos con Borges que «cualquier hombre es todos los hombres» y que la historia es, en su conjunto, la biografía de un solo ser con tantas caras como aquellas que le presta el carnaval de la humanidad.

58

No a pesar de la sublime obstinación en lo sublime, sino más bien debido a ella, el grotesco grumo de la condición humana se hace montaña de muy empinados derribos por los que algunos ascienden a la cumbre de la ridiculez.

59

Cuanto más se masturbe un hombre, mejor para todos: a esos enanos traidores que desean propagarnos a cualquier precio es mejor echarlos de casa cuanto antes.

60

¿En qué cabeza cabe una especie convencida de estar a la vanguardia de la Creación y orgullosa al mismo tiempo de defender que los mentecatos se reproduzcan?

61

El arte de entretenerse excluye la reproducción, que sería una forma poco artística de prolongarse, o un arte de malograrse en su expresión más acabada. Fecundar cuerpos es lo propio de los espíritus que no aciertan a fecundarse a sí mismos.

62

Un hijo no es un favor, sino un motivo de pavor. Nunca pidas a la vida favores que no puedas devolver sin pavores.

63

¿De qué pozo ciego sacan a los niños que nacen defecando su propia salud?

64

Cualquier cita que pretenda unir a dos o más personas para algo que no sea compartir fluidos corporales sin mayores secuelas, debería considerarse una guarrería.

65

Amar la vida recién venida es la forma en que se expresa la impotencia para compadecerla, además de una muestra de complicidad tribal con quienes han tenido a bien la deshonra de gestarla.

66

Cruzarse con las fotos de los bebés que fuimos provoca siempre una convulsión de pena en el alma que aún no ha sido endurecida; pena no por sentir el vértigo de la distancia precipitada hasta los monstruos de medio pelo en que nos hemos convertido, sino por la sentencia de muerte firmada por nuestros padres al concebirnos y confirmada por nosotros mismos al contemplar ese instante remoto de nuestro viaje a través del cuerpo.

67

La libertad completa no es la propia de quien se cree libre para morir, pertenece al que se siente libre de vivir. Ahora bien, si experimentarla implica el fin de la existencia, ¿qué libertad cabe hallar en la condición de un ser vivo?

68

Ni pidas perdón por vivir, ni vivas para perdonar a quienes, hagan lo que hagan, la gracia de haber nacido los matará de todos modos.

69

Puesto que haber nacido es hacerse perecedero, los primeros que ocasionan muerte, en grado de homicidio imprudente al menos, son los progenitores por cuya voluntad debemos comparecer ante el patíbulo que nos reserva la existencia. Dar vida es regalar muerte, o si se prefiere, el modo más plagiado de obsequiar el pecado original de engendrar.

70

La capital del averno está en los ovarios. Este planeta necesitaría el azote de otra glaciación para purificar el ambiente del hedor a lactancia que lo impregna.

71

Si los males de reproducirse arredraran al ser humano tanto como la desgana, la enfermedad, el dolor, el agotamiento, la decrepitud y la muerte que un prolongado vivir conlleva, el consenso ingenésico no necesitaría más apologistas que la fuerza gravitatoria, caería por su peso.

72

Solo es excusable el insulto inteligente, pero excusamos el que está en las antípodas de serlo porque ante todo es insultante para su autor.

73

Beneficiarse de la notoriedad exige un peaje: que se metan contigo. Y si no parece justo ser objeto de burla solo por ser célebre, quizá lo sea menos que alguien que se siente digno de serlo no lo esté para comprender la psicología del vulgo que aplaude con la misma naturalidad que rebaja.

74

Partiendo del inextricable aire simiesco que impregna las semblanzas humanas, ¿qué daño hay en tomar a guasa la faz que nos delata? Riámonos de todo en todos y algo habremos hecho por desembarazar cuantos males encaremos.

75

Sería recomendable no alimentar demasiadas ilusiones sobre uno mismo para no sentir tanta necesidad de ultrajar a los demás.

76

Un átomo de mordacidad es cuanto requiere la conciencia para impedir que la indignación reaccione con orgullo.

77

Mejor temple hay en el alma que no se aferra a las dolencias que en la temerosa de causarlas.

78

Guardémonos de los resquebrajados, porque raro es el que siéndolo no esconde un mazo para hacer de los demás trasuntos de sí mismo.

79

Cierra la navaja antes de acostarte.


La ética es una filosofía que se ocupa de cómo vivir; la estética, de cómo vivir mejor con lo que deja la ética.

81

La ética y la estética van a la par cuando uno sabe sacarle a la angustia, como un pólder a la mar oscura, un territorio habitable para el náufrago que siempre será en el tiempo.

82

Cuando el espíritu y el cuerpo están coordinados, el solaz del primero no ocasiona privaciones al segundo, ni la disciplina de este provoca distorsiones en aquel.

83

Benditos sean los dirigentes cuya gestión, cual mano de santo, ha depauperado la sanidad pública hasta el extremo de haber hecho de la austeridad en los hospitales un reconstituyente universal, pues con tal de no ingresar nuestras indisposiciones en esos antros de dolor y hacinamiento el pronóstico de mejoría es inequívoco.

84

Hay más elegancia en dejarse marchitar con templanza que en todos los intentos de adobar la pochez que nos socava.

85

No importa lo que uno haga o deje de hacer con su vida, cuando el desasosiego empapa los momentos de lucidez esta coquetea un rato con nosotros, después se aleja y aquel se queda.

86

Al que poco tiene, poco lo doblega.

87

La mayor parte de los bienes de este mundo no son solo prescindibles, sino un estorbo para estar en mejor posesión de sí mismo.

88

La forma de tratar los daños causados por la sociedad no es pedirle ayuda ni tomar venganza contra ella, sino alejarse de las marmitas colectivas donde son guisados a sobra viva los anhelos. Mediquémonos con un relajado ocio y una balsámica indiferencia frente a todo plan que exija un estado de tensión adicional para organizarse.

89

No se diga al pasar por delante de su casa «allí vive un amigo» sino «allí tengo una patria», porque la amistad es compañía tan buena como uno mismo en sus mejores aposentos y la patria está, de acuerdo con Teucro, «doquiera se está bien».

90

La mayoría de la gente ni siquiera alcanza el grado de perversidad necesaria para ser mala, solo tiene malos sueños por los que ha pignorado su razón.

91

Comprender no es perdonar, sino adjudicar el lugar que le corresponde a lo inadmisible dentro de lo incomprensible.

92

No añadas a tus defectos el de creerte repleto de todos ellos.

93

No llegarían a excelsos los poetas y filósofos que aman las letras si los buenos sentimientos fueran su objeto de creación predilecto. Lo óptimo se satisface a sí mismo sin más arte, y cuando sirve de tema literario proporciona, sin quererlo, un pésimo efecto.

94

Revelar conexiones ocultas entre campos indebida y precozmente separados, como el existente entre la imaginación y la materia, es la tarea más eminente a la que puede consagrar un investigador su destreza intelectual.

95

La falta de imaginación produce monstruos.

96

Contra la blanda y mortecina erudición, qué inmensa gratitud debemos a las menudencias de los escritores que nos adornan con datos inútiles, ociosos y perfectamente encantadores.

97

Más que la excesiva notoriedad de algunos pensadores vivos cuya obra parece concebida desde la urgente necesidad de adulación, asombra la fama nula de los contados autores de mérito —no diré nombres por lo feo de señalar— que son deliberadamente ignorados por el mundo editorial, por el público y por los intelectuales, lo cual solo habla en favor de los omitidos.

98

Literariamente, sería de empachoso gusto darlo todo a todos y fraudulento querer llegar al público antes de llegar al contenido. No debe uno crear esperando recompensas por hacer lo que debe, como tampoco es apropiado que contraiga deudas por hacer lo que no debe. Es primor de minorías, y no cebo de multitudes, coleccionar inéditos hasta que tengan bien añejada su independencia del autor y puedan ser contemplados por él como obras libres de servir como libros.

99

«¡Letra, letra!», declamé. Y la libreta vino a mí saltando con frases fofas como una sapa preñada.

100

El que escribe acaba convenciéndose de lo que no calla y quizá sea este el motivo de que tanta ignorancia reiterada subsista como enseñanza.

101

Lo menos encomiástico que se puede decir de un gran talento es que sigue vivo.

102

A los autores vivos el intelecto avisado se los dosificará con el mismo respeto que un catador de mundos ingiere sustancias psicotrópicas o un médico escrupuloso inyecta vacunas.

103

Las drogas son cultura, una biblioteca de origen ancestral impresa con alcaloides, y negarlas querer arrancarle de cuajo una raíz al árbol del conocimiento.

104

Solo hay un modo de prevenir que la gente abuse de las drogas y de alentar el abandono de hábitos perniciosos como la adicción al etanol, a la fluoxetina o a Alá: proporcionarle un sustituto superior, con efectos anímicos más eficientes a un coste orgánico menor, que vuelva tan prescindibles estos venenos como indispensables han sido siempre los estados modificados de conciencia, desde la experiencia laudable de abrir un paréntesis en la extenuante realidad común, a la proeza de navegar hasta sus confines con una óptica que deconstruya el asentamiento, alias normalidad, en la alucinación consuetudinaria.

105

El verdadero viaje es interior y puede realizarse casi en cualquier lugar, solo es menester fusionar el vehículo y la actitud adecuados. En cuanto al adelgazamiento geográfico que procura desplazarse a través de diferentes culturas, es un recorrido que depara, mayormente, un cambio de decorado y algunas anécdotas que compartir en alguna telaraña virtual. Aun así, incluso esta forma tan somera de viajar es buena para percatarse de lo postizo que todo es allí donde uno pose su atención.

106

Entre la penuria y la euforia, la diferencia está en la dosis —axioma válido para las drogas y para la vida.

107

Emprender expediciones visionarias en la edad juvenil es capital porque en la edad madura, cuando el pasado se convierta en una pesada carga de sombras y el futuro agudice progresivamente el sentimiento de desarraigo, aquellas revelaciones aportarán una savia reconfortante al pasajero que se acerca a orillas del abismo.

108

Arrojarse de cabeza al cráter de un volcán en erupción, recibir en el pecho el rayo invocado o ser devorado por un tigre tras un selvático careo son muertes épicas, no las ejecutadas a mayor gloria de un trapo colgado de un mástil o de un ovejero crucificado que exige, para ser amado, asco de sí mismo al creyente.

109

«Dios odia al género humano», he leído en algún sitio. ¿Qué tiene de extraño, pues, que el humano lo ame odiándose a sí mismo?

110

Las iglesias que otrora, en siglos menos desequilibrados, fueron santuarios de recogimiento, no son hoy sino vertederos teologales regentados por traficantes de fe.

111

Entre otras expresiones que con orgullo haría mías, he leído en Noel, el antiflamenquista, una referida a las almas de los serranos, provistas según él de raíces que «pueden levantar las losas de un templo». ¿Servirán algunos recios desarraigos para volver a ponerlas en su sitio?

112

Hasta los dioses necesitan del desánimo para aprender lo que saben.

113

Por más que todas las partes estén en Dios y no al contrario, como piensa la clerigalla, es de justicia admitir que hay más espacio para él en un lapo que en una iglesia. «¿Y si el lapo está dentro de la iglesia?», podría objetarse. Bien, escúpase fuera en tal caso, bastante tiene el Criador con andar revuelto en sus inmundicias.

114

Los maníaco-teístas aborrecen este silogismo, quizá por su menguada razón para argumentar por qué no predican lo que hacen en vez de tanto hacer lo que no predican:

1. El Todopoderoso creó el Pleroma, «la realidad o el universo salido inmediatamente de las manos de Dios», según lo define García Bazán.

2. El mundo, ese cosmos manufacturado por Él, se reveló perverso.

3. Luego Dios, por acción u omisión, es el primer responsable del mal que hay en el mundo.

115

¿De qué valores presumes, gusano? ¿De poner la otra mejilla mientras roes mi cartera y tus obras pías cosechan privilegios mundanos? ¡Dos puños de dádiva al así sea!

116

Recalcitrante en el amor a sus errores, la canalla no sabe intimar con una verdad y resistirse a inseminarla de sectarismo.

117

Sin que juntas o por separado garanticen el éxito al que aspiran, la ambición y la convicción son estimulantes imprescindibles en la popularidad de una doctrina, y el recurso que precisamente una persona dotada de alta sensibilidad, o de una constitución más delicada que la obvia, no tiene ni quiere la menor voluntad de incorporar a su bagaje mental.

118

Donde nuestra faceta de imbéciles natos nos hace notar que «esta persona es buena porque piensa igual que tú» (o mala cuando piensa de forma adversa), la voz inteligente advierte en tono quedo «que varias personas piensen lo mismo es tan contrario a la divergencia creciente de todas las cosas como absurdo sería oponerse a los límites originales más allá de los cuales sabios y necios se pierden por igual». No andaba descaminado Pablo, el apóstol, cuando anunció que «la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios». Pero ese Dios, ¿quién, qué es ante sí mismo?

119

Dios es un insensato y solo a condición de serlo aún más puede ser Dios. Pobre diablo, ese Dios que ha hecho de su incontinencia una obra empedernida de onanismo factual, aunque para Él dure solo un parpadeo. «También esto es vanidad y apacentarse de viento».

Kevin Best,  The Seven Ages of Man
120

La naturaleza humana roza la sabiduría cuando no promueve la estupidez de creerse sabia por ser natural.

121

Ni la naturaleza es neutral, ni mucho menos natural. La naturaleza es el ecosistema donde prosperan los mitos y todo lo que apela a su valor prístino rebota en la nada como una tautología de disipaciones.

122

Una ración esporádica de los tormentos que algunos contribuyen a crear redundaría en un despertar del ángel que aún pudiera latir dentro de ellos.

123

Así en la piel como en la patria, somos liberales cuando abrimos la mano para coger y conservadores cuando la cerramos para asir.

124

El capitalismo, sobre todo en su fase de metástasis financiera, es un sistema necesitado del mal de muchos para extraer el bien de pocos; el socialismo, por su parte, se ha especializado en confundir el mal de muchos con el bien de todos.

125

Por más vueltas que se le den a las responsabilidades, la chusma y la indecencia son correlativas: gobierna la chusma indecente que la indecente chusma ha consentido.

126

La democracia no es el opio sino el oprobio del pueblo que con ella desciende al nivel de colaboracionista de sus opresores.

127

Tanto se rebaja la plebe en su ciclo diario de enajenaciones, que al final de su vida el hombre común está demasiado encogido como para que haya algo en él digno de aniquilar.

128

Si bien no se necesita una fuerte inyección de escepticismo para comprender que la maleabilidad de la condición humana es una caja de Pandora, abundan los abducidos por la esperanza antropológica que aclaman al poderoso que hurga en ella como un prestidigitador dentro de su chistera.

129

El coste de la inclusión social en un estilo de vida que exige centrarse más y más en el rendimiento profesional y en la imagen pública, eleva muy por encima sus desventajas específicas sobre las derivadas de la exclusión.

130

Algunos partidos políticos, como ese de cuyo nombre no quiero acordarme, parecen haber sido creados con la expresa intención de demostrar que aún había un rescoldo de ingenuidad por conculcar en el pueblo al que tanto dicen respetar.

131

Las explicaciones económicas de los acontecimientos son tan elementales que no tenerlas en cuenta delata un candor tan acusado como temeraria es la historiografía que supedita a esta razón todas sus razones.

132

Si tuviésemos tiempo para pensar con perspectiva en cosa distinta que la recesión económica, seríamos conscientes de que también estamos en el umbral de una recesión encefálica. Nuestro próximo eslabón evolutivo será el zombi, y la revolución biotecnológica que ya lo ensaya tiene en la realidad mental su campo de batalla.

133

Ninguna sociedad consagrada a la opulencia deja de expiar una inflación en lo económico que tiene su correlato fisiológico en la inflamación crónica de sus miembros.

134

La vanidad de la banalidad y la banalidad de la vanidad tienen su nadir en los malsines y enajenados sin los cuales la redes sociales quedarían desérticas.

135

La gente que fuera de las pantallas desconoce la viveza del ocio pertenece a una comunidad aparatosa: la de las prótesis. Ya sabíamos que la vida en general no es sino una extravagante categoría de lo muerto; desde que el modelo para el ser humano consiste en vivir con mayor perfección técnica que sus antecesores, a no vacilar atestiguamos que las propiedades del espíritu son inferiores a las del chip.

136

Poco importa que el torniquete del consenso apriete o afloje el desmoronamiento de la intimidad: la escasez de tiempo para reflexionar y tomar distancia de las mentiras globales impide a la masa cerciorarse de la merma en que vive prisionera su alma.

137

Antes por fallo humano y ahora por fallo informático, los servicios públicos se han esmerado en crear versiones sucesivas de su propia disfunción.

138

Por deseable que sea conservar la cortesía del tono y hacer un uso inteligente de la mofa, cuando el precio a pagar por no ser zahiriente es la libertad de expresión lo único asegurado es la insolvencia de la risa.

139

«La letra con sangre entra»: la letra de la ley, por increíble.

140

El hecho de que podamos cachondearnos de los convencionalismos constituye la mejor estrategia cultural para garantizar que los lugares comunes lo sigan siendo. La rebelión del pensamiento se desinfla en la irreverencia verbal y su eficacia no trasciende de la anécdota gestual.

141

Conviene estudiar las creencias más aberrantes que han movido a la fiera humana para saber cómo podría ser el mundo si las olvidáramos.

142

Nadie puede hacer uso de la libertad donde todos abusan en su nombre.

143

No se me fuga, en todo ese bizantino asunto suscitado por los roles de género, un malentendido radical puntualmente explotado por los seudocríticos de la cultura, a saber: que existe la identidad sexual. La sexualidad se rehace y se deshace cada vez que se concreta, no es nada que sea igual a sí mismo dentro de la excéntrica voluptuosidad de la libido, pero admitirlo aguaría el desfile conceptual de los temperamentos jesuíticos enmascarados con la bandera multicolor. Tampoco es necesario forzar el análisis con la intención de desvelar que detrás de esta sedicente ideología de liberación persiste, metamorfoseada, la voluntad de politizar lo que por naturaleza corresponde a una espontánea expresión de seres en estado de efervescencia erótica, ya se ocupan sus adalides de que un naciente fumus persecutionis contemporice las feromonas, no solo las de su tropa. Si la obsesión de los puritanos fue la promiscuidad, el efecto expansivo y disolvente del arrebato carnal, a los rompedores de armarios les importa, más que las intensidades del acto lascivo, definir qué usos de la lujuria son correctos, transgenéricamente respetuosos, y cuáles no. Conversos de desviación con efeméride oficial, son los elegetebianos quienes ahora marchan por ahí necesitados de identificarnos, obsesionados con purgar de actitudes rancias el deseo y sus lenguajes. Tan pervertidos por la moral como sus hipócritas predecesores en la inspección del fornicio, no les basta festejar las anatomías y sus salaces combinaciones, quieren que además su apostolado asuma la policía del nuevo orden sexual.

144

Lo engañoso de los ideales es que proyectan luz sobre el camino que uno debe seguir a expensas de no reparar en las tinieblas que lo rodean.

145

Si todos somos cobardes por nuestra conservación personal, por conservar el honor de la manada se otorgan indulgencias criminales.

146

La obediencia irreflexiva y el autocegador afán de ascender en la sociedad fomentan, juntos o por separado, situaciones más dañinas que el desenfreno de los instintos.

147

Por amor a las taxonomías —así consuelo mi caos—, no me canso de repetir que la división ortodoxa del espectro político obedece a un principio desfasado, si es que alguna vez fue funcional, e insisto la necesidad de redefinirlo según coordenadas multipolares. Uno de los ejes opondría las concepciones del mundo rígidas, totalitarias y exclusivistas a las concepciones abiertas, favorables a la autonomía espiritual. Así pues, mal que les pese la junta a los conjuntados, no sería erróneo situar a las religiones abrahámicas, al marxismo, al fascismo y al nacionalismo dentro de la misma categoría.

148

¿Hemos de consolarnos porque el hombre corriente, a pesar de la necedad con que adora a los líderes que lo engañan, respete aun menos al promotor de una injusticia que al autor capaz de extirparle una mentira?

149

Se nos vende como paradigma de la libertad personal un modo de vida excrementicio, orientado hacia un rutinario despojamiento de la guía interior en beneficio del abarrotamiento de cosas inútiles, de fealdades supervendibles y de personas inaguantables; sometido a una permanente rotación de vacuidades; expuesto a la intoxicación generalizada de los elementos y de los alimentos, de los sentimientos y de los pensamientos; anclado al malcontento fundamental de hábitos que solo funcionan a costa de aumentar el sabotaje laboral contra los dominios de la privacidad. Y entre las rendijas que el mandamiento de la eficiencia deja, cada cual intercala en sí mismo la ilusión de estar vivo yendo de aquí para allá en pos de una distracción que apenas empieza a disfrutar chafa por el ansia de saltar a la siguiente.

150

Quien más y quien menos se ha enrolado en alguna causa (y la biología, cuando se sigue como acto de servicio al género humano, sin duda lo es), de ahí que la deserción haya sido motivo de pena capital en los ejércitos y de sobreseimiento entre los que preferimos el acero de la pluma al de la espada.

151

Si no queremos afligirnos por las muestras de alegría grupal, empecemos por no consolarnos de nuestras desventuras cuando las sabemos producto de un clan.

152

Otra paradoja de nuestro tiempo: vivir lentamente no está al alcance de todos los bolsillos.

153

Las ocupaciones que hacen de la vida algo más digno que la lucha por la subsistencia son aquellas que no pueden ser reducidas a un valor monetario para el sujeto que las realiza.

154

Yerran quienes malgastan su tiempo trabajando para ser ricos; yerran porque toda la riqueza está en el tiempo y hemos de darla por perdida de antemano al tener que trabajar.

155

Lo que subyace al complemento de antigüedad en los salarios no es el reconocimiento de los servicios prestados, sino ciertamente algo más tenebroso: una ridícula propina por el tiempo y los sacrificios personales que el trabajo usurpa a medida que la vida útil disminuye.

156

En el laberinto deslocalizado del siglo se multiplican las mentes depauperadas y los cuerpos desregulados, existencias sin descanso suficiente ni adecuado suministro de nutrientes que han sido expropiadas de tiempo para sí mismas, y se ven forzadas a consumir fármacos para mantener en régimen de producción sus dolencias o poder enmascarar frente al espejo la colección de trastornos que resume los requerimientos de un modo de vida empozoñado, complicado por el nerviosismo de una actualización permanente que atenta contra la capacidad de evaluar los cambios exigidos por los nuevos sistemas tecnológicos.

157

Se puede estar dispuesto a tolerar de forma extraordinaria un grado agudo de sufrimiento a fin de poder armonizar los desajustes entre el mundo interior y el exterior, pero estar dispuesto a soportarlo por un trabajo es una vejación que, por respeto, debería ser abandonada antes de que sea demasiado tarde para recuperar la firmeza.

158

Solo tenemos una encarnación para aprender lo desarrollado a lo largo de muchas descarnaduras, y de la que disponemos el tiempo para el estudio es mínimo, una nonada. Elegir contra reloj una ciencia sobre las otras es tarea de locos, así que uno, que no quisiera por menos de saber lo justo de todo, ha de conformarse justo con todo lo que ignora.

159

Concederle un fin exclusivamente social a la adquisición de alta cultura, además de un hábito muy extendido entre personas de buena pose, es uncir la exquisitez del conocimiento a la vulgaridad del gusto; es contribuir de un modo suntuoso al homenaje de lo convencional.

160

La propaganda de una buena acción la deturpa y quienes a ella recurren no quieren ser buenos como codician lo bueno de que los tengan por tales.

161

Mostrar buena educación, una virtud que mejor haríamos en llamar amabilidad por poner más teclas humanas al alcance de la buena voluntad, cuesta muy poco y vale mucho; es la diferencia que media, nada más y nada menos, entre querer sacarle los ojos a alguien y cederle el paso con una sonrisa.

162

Si parece de balde poner en tela de juicio una actividad como la tauromaquia sin haber puesto nunca en riesgo la vida frente a un cornúpeta —aunque tal vez en ruedos de alcoba uno haya lidiado contra bestias más bravas—, compárese con la facilidad de los huevones para vitorear una matanza sin que una gota de sangre manche sus galas.

163

No entiendo en qué te afea el desliz de tu pareja en otros brazos, aparte de la necedad en que tú mismo te pones al sentirte vejado por una acción cuya responsabilidad pertenece a otros, no a ti, como de otros son los méritos por las hazañas que de ningún modo osarías atribuirte por más admiración que te procuren.

164

Vamos tan saqueados de lo esencial, que la actitud mendicante se ha colado hasta en los requiebros, escasos de por sí en este mundo no más menoscabado de ingenio que sobrado de idolatría. El último piropo que he tenido el chance de escuchar suplicaba a una morena garbosa en términos que no me resisto a reproducir: «Hermosa, por caridad, una ayudita para despojarme de estos malditos bichos». Yo lo hubiera batido más: «Dedicarte un holocausto siempre me sabría a poco, pero ese poco, mejor que nada, me vuelve loco». Y aún se me ocurre otro: «Inalcanzable como tu belleza es el verbo con el que a falta de contacto quisiera regarte con tacto».

165

En qué indecoroso lugar se ponen los procreadores cuando son incapaces de escuchar algunas verdades simples sobre sus hijos, y no pienso ahora en las gravísimas taras que muchos desgraciados heredan de ellos. Hace unos días, sin intención alguna de herirla, hice bombear lágrimas a una madre cuyo bastardillo episcopal, más imberbe de lo que ella nunca fue —cálices caprichosos cobijan las poluciones de Su Excelencia—, había orinado adrede alrededor de un inodoro en una circunstancia que lo delataba como artífice de ese ejercicio de contrapuntería. Me limité a comentarle que los padres prefieren tener por hijo a un gamberro que a un cafre, pero que en su caso se había superado al parir a un gamberro tan cafre como para dar en prenda un autógrafo que limpiaría él solito so pena de tener que repetirlo ante el alumnado.

166

Pertenezco por crianza a la última generación de lo que Gómez Dávila llamó «infancias rurales», pero mientras él se dolía por la desaparición de todo un imaginario preguntándose qué podía esperarse «de quien no atesore un olor a tierra húmeda en el alma», el planteamiento que yo me hago atañe a la clase de escombreras que habrá de remover quien ha sido maleducado para buscar su tesoro en el porvenir. Las sepulturas están abiertas, el momento es propicio para saltar. El espíritu agoniza.

167

Aunque es ley de establo que todas las generaciones emergentes se afirmen contra la anterior, la hostilidad de los mozos de hogaño contra sus mayores no tiene parangón en la galería de los siglos contiguos. Cuanto más dependientes de mamá, de papá y de los yayos, más ingratos y zopencos, menos considerados también con las personas maduradas en otras épocas, a las que con deleite desinstalarían con un gesto de sus dedos mugrosos si pudieran acceder desde sus adminículos a cuantos se resisten a sus soberbias. Tales adolescentes, que envejecerán creciendo solo en superfluidad, son sucios, ruidosos e indisciplinados, y todo lo que quieren, dicen y hacen lleva la marca ruinosa de estas tres características. Ociodependientes por escasez de sustancia mental, sobrealimentados literal y simbólicamente con basura, son palmarios exponentes del binomio perentoreidad-obsolescencia que define la cultura exprés.

168

Colmo del engreimiento es que uno imponga a otro la existencia solo porque le gusta, o cree que le gusta vivirla, y acuse de ser egoísta al que se abstiene de emularlo.

169

Acojo consternado la noticia de que una vecina, a quien conozco desde mi niñez, ha sido ingresada en un geriátrico después de que la descubrieran extraviada en su propio dormitorio como una pelusa agitada por oreos aleatorios. Había consolidado su independencia desde que enviudó décadas atrás, dando un ejemplo de entereza doméstica a cuantos parientes se propusieron tenerla bajo tutela. De ahora en adelante, demenciada, padecerá intervalos de consciencia allí donde recluyan sus restos de individualidad. Más apetecible es tener una salud quebradiza, seguro de muerte temprana, que vivir en conserva, tan truculenta es la vida cuando se le autoriza que obre a sus anchas. No obstante, se tiene por norma la temeridad de quien la dona a útero batiente como si su legado genético fuera inmune al deterioro. Todos los botarates se sienten superhéroes en una parte de sí mismos; para calamidad de otros, esa parte suele ser la más prolífica.

170

Me gusta saber de que está hecho el mal, mas no tanto que me crea libre de bien.

171

Líbrese uno de querer lo que siente y sentirá más justamente.

172

Escéptica para unos, opiácea para otros e incógnita de cualquier forma que se la mire, la sonrisa de Buda nunca será accesible a la dinámica establecida entre ganadores y perdedores.

173

Ser pagano significa hoy congratularse de que los grillos sigan cantando en la trena de cemento, luces enlatadas y aires depravados donde los hombres se han venido a enquistar; es aliar el espíritu propio al de otros seres animados y tener presente, como tributo a los poderes ignotos, los aspectos diversos de la naturaleza humana sin la desmesura de proclamarlos dueños de estos horizontes donde a los mortales nos aguarda la endeblez, a los dioses la locura y a todos el olvido a perpetuidad.

174

De la misma forma que el organismo humano puede sintetizar los lípidos necesarios a partir de glucosa, excepto los ácidos grasos esenciales linoleico y linolénico, un repertorio magro de experiencias basta al cerebro para componer elaboradas ciudadelas oníricas. En los sueños, un defecto del carácter o un hábito pernicioso pueden aparecer como un escorpión que lanza el telson de su agresividad contra el soñador, o tal vez como una esfera impoluta de cristal que estalla al menor roce. En correlativa deducción, no podemos estar seguros de que en la vida de vigilia esa misma tacha no sea sino la forma de representar al alacrán que pudiera ser, bajo apariencia humana, quien la padece. ¿Es este sistema simbólico de reflejos invertidos el indicio de un dispositivo universal de permutabilidad ontológica?

175

Si el mundo fuera en verdad una estancia agradable, ¡ay!, ¿de qué repugnancias escribiría un ebrio de pesadumbres como el que aquí las denigra solo para cosquillear la desnudez de vuestros ojos? Como libro, soy un hombre abierto en canal, y como hombre, un libro asequible a la curiosidad, mejor cuanto más recíproca, que se anima incluso en el allegamiento de las bestezuelas hambrientas que merodean por él, siempre y cuando no lo hagan con afán de desollar a la gárgola despeñada entre sus líneas.

6 comentarios:

  1. Algunas de tus observaciones, despuntando en agudeza, invitan a sorprendentes reflexiones, y a partir de ellas podría yo glosar mis propias deducciones, si me concediese el sosiego pertinente. Pienso particularmente en 40, 80, 83, 93, 98, 100, 124, entre otras varias. Me habría gustado llegar por mí mismo a esas síntesis de sagacidad. La 55 da una imagen brutal y algo maligna de un fondo muy cierto.

    Como impresión general, al margen de no compartir los habituales insultos a Dios (a quien no cosifico, hasta el punto de no aceptar su existencia al modo teísta, ni siquiera absolutista, por lo que tampoco creo que la víctima del insulto sea Él) y de no sentir el carácter tiránico y criminal de la procreación en sí, me complace percibir en tus líneas consideraciones hacia los animales no humanos. Como matiz, yo sí entiendo que tienen derechos, puesto que se los concedemos a muchos seres humanos incapaces de asumir deberes. En concreto tendrían, como mínimo, un derecho reconocible en cualquier conciencia: el de no tener por qué vivir ni morir para otros.

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    1. Pese a la brevedad de tu comentario, celebro ver demarcados con tanta claridad tus acuerdos y desacuerdos conmigo, y quiera Dios en la más imaginativa y menos personalista de sus concepciones que el ingenio nos dure a ambos para poder suscitar ocasiones innúmeras de intercambio a estos contrastes siempre que sea menester arrimar el ascua ajena a la inteligencia propia, y viceversa.

      Por sensibilidad me siento muy próximo a la ética sensocentrista y nada más inmediato para mí, en consecuencia, que tener viva noción en el fuero interno de la animalidad, al menos la relativa a los seres capaces de experimentar emociones que son patrimonio del alma y no de una especie, como una condición que no obliga en modo alguno a vivir ni morir para otros, al margen de lo que disponga para las criaturas el caos natural del que todos somos enrevesada parte y cuenta más allá de lo que podemos dilucidar. Seguramente has sopesado más literatura especializada en la materia que yo, que apenas empiezo esa andadura encuentro motivos de objeción no sé si lo bastante aptos para constituir argumentos de razón contra lo que de corazón me resulta, insisto, cualidad autoevidente.

      Como humano con algo más que aire viciado en el pecho soy favorable a defender, de hecho, lo que como pensador de corte escéptico no deja de parecerme un despropósito de derecho. No por una cuestión de orgullo supremacista, de soberbia evolutiva o de jactancia simiesca —actitudes impropias en un partidario de la extinción voluntaria—, sino porque los derechos no reconocidos como tales por sus beneficiarios sería más exacto llamarlos concesiones hechas por quien puede, asimismo, negarlas, modificarlas y administrarlas a su criterio; mercedes a las que subyace una relación trucada por la condescendencia del ser que ostenta entre sus prerrogativas la de definir un juego de poder no agresivo con esos animales pero nunca algo parecido a un contrato con ellos, que no solo a mi juicio es la base de lo jurídico. Y si bien es innegable que «concedemos [derechos] a muchos seres humanos incapaces de asumir deberes», eso habla en favor de la generosidad que motiva la fundamentación de la igualdad ante la ley como principio civil, no del rigor lógico de extrapolar como norma lo que constituye, dentro de su misma filosofía, una excepción sujeta a determinadas condiciones.

      Con este berenjenal sembrado, pensemos por un momento en los niños, otro magnífico ejemplo para estudiar el alcance de la objeción que intento sugerir. ¿Tienen los menores derecho a ser protegidos de sus padres? Si la respuesta fuera afirmativa, ¿por qué no se los protege entonces de nacer a un mundo caracterizado por la hostilidad? Y en caso de ser negativa, ¿significa que los padres tienen derechos absolutos sobre su prole? Proseguir un debate de estas características excede con mucho mi ánimo y, probablemente, también mis facultades sofísticas; baste añadir, sin embargo, una cota a lo esbozado: la necesidad de enfocar el problema en términos negativos en aras de su mejor comprensión. No es que los animales no humanos tengan derechos, llego a pensar, es que los humanos no los tienen sobre ellos, como tampoco los tiene un adulto sobre un menor ni, desde luego, los tiene el menor hacia el que los adultos contraen, por sí mismos, una serie de deberes que, si quisiéramos, podríamos hacer extensivos a otras especies.

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    2. Con admirable concisión has defendido tu enfoque contractualista frente al deontológico. Yo acepto en un cierto respecto uno y otro. Para mí, el concepto de "derecho" no entra en lo absoluto moral (en ocasiones hay que vulnerar un derecho fundamental de un individuo para salvaguardar el mismo derecho fundamental de una multitud), pero se le acerca bastante. Se trata simplemente de un modo de proteger un interés. Precisamente la lógica de los derechos surge en el contexto contractualista (la inventan los humanos racionales para convivir entre ellos), pero tiene sentido extenderla a todo individuo que, temporal o definitivamente, no pueda argumentar ni explicar con racional claridad cuáles son sus intereses o su intensidad. Por ende, estoy de acuerdo en que ningún animal tenga derechos... si tampoco los tiene ningún ser humano (y si sustituimos ese enfoque por otra igualmente sensocéntrico y optimizador). Yo puedo discutir el concepto de "derechos", pero mientras tanto no renuncio a los míos, porque garantizan (algunos de) mis intereses. En cualquier caso, el deber que un sujeto tiene de no dañar es un modo inverso de definir el derecho del otro a no ser dañado, a menos que pienses en un enfoque aretológico donde lo único que cuente sea la pureza de intención del agente moral. Siempre estoy hablando de derechos morales pre-legales, al modo de los "Derechos Humanos", que se materializan en ordenamientos legales de muy diversas formas.

      No está en mi ánimo discutir tu antinatalismo, con el que puedo compartir quizá más postulados de los que querría reconocer. Para poder hablar con una mínima autoridad sobre la cuestión, deberé al menos leer el libro que me recomendaste una vez, cosa que no dejo de tener pendiente. Pero se me está ocurriendo una posible respuesta algo simple a tu pregunta sobre los niños, a saber: "¿por qué no se los protege entonces de nacer a un mundo caracterizado por la hostilidad?". Diría que, puesto que los niños no existen todavía, carecen por completo de derechos o de mérito moral. Otra cuestión es si la existencia humana (animal, de hecho) es lo bastante neutra en su posición por defecto como para no encontrar garantizado una mayor acumulación de sufrimiento que de beneficios. De hecho, un utilitarista que priorice el beneficio sobre el daño podría atreverse a sostener que no tener todos los hijos que se pueda es impedir mayores acumulaciones de posibles beneficios (placeres, satisfacción de intereses) que, hasta donde sabemos, pueden ser logrados únicamente tras nacer. O incluso, desde un punto de vista utilitarista, también podría defender como maximización del beneficio el tener un hijo para hacer de él un sabio santo que ayude a mitigar el sufrimiento de grandes multitudes. No admitiendo estas últimas opciones utilitaristas, no me atrevo a pronunciarme sobre las otras que he sugerido. Como digo, es una cuestión en la que no me atrevo a incidir mucho más. Solamente me tomaré la osadía de plantearte una pregunta personal, a riesgo de verla comprensiblemente obviada, porque me intriga la respuesta que ofrecería un antinatalista fervoroso: ¿Cuál sería tu reacción si te enterases de que una fémina ha quedado encinta de tu sangre y pretende dar a luz? ¿Y cuál tu con conducta hacia la criatura si finalmente sale al mundo?

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    3. «¿Cuál sería tu reacción si te enterases de que una fémina ha quedado encinta de tu sangre y pretende dar a luz? ¿Y cuál tu con conducta hacia la criatura si finalmente sale al mundo?»

      Antes de satisfacer tu legítima curiosidad, y por fluida que pretenda la coordinación entre los pensamientos, sentimientos, comportamientos y desasimientos que identifico como propios menos fervorosamente de lo que mi segunda piel, hecha de palabras, puede dar a entender a quienes desconocen la que recubre mi careto, no está de más aclarar que las circunstancias nunca me han puesto en esa tesitura, aunque en previsión de esa felonía biológica nunca he dejado de poner mis conjeturas en aprietos similares, por lo que la variación de mi conducta de cara a esa disyuntiva distaría poco o nada de lo que tengo previsto y parlamentado con quienes me han concedido la gracia de ser compañeras de lujuria.

      Por mucho que me fastidiase la noticia, respetaría la decisión de la madre, y sin obturar la inmoralidad que mi visión del mundo detecta en el acto procreador cuando es posible evitarlo, reconozco la soberanía del vientre como una competencia exclusiva de la mujer más allá de si su prioridad es sacar adelante una criatura o librarse de su irrupción. Por tanto, y de acuerdo con una petición de coherencia elemental, tampoco considero vinculante para el padre el plan que tenga en mente la mujer que desea dar a luz un hijo suyo si él se declarase contrario a ese propósito incluso antes de presentarse la vicisitud. En cambio, mi actitud sería radicalmente distinta si, ante un embarazo no buscado, a la grávida no le fuera posible defenderse del feto sin verse envuelta en problemas legales o serias complicaciones de salud, situación en la que me obligaría a responder afectiva y económicamente del mejor modo que pudiera, pasando por encima de mi imperativa necesidad de independencia. De ahí en adelante, anticipo que sería un padre sufrido, aun por una cuestión caracteriológica: desentenderme de los problemas siempre ha sido más arduo para mí que soportarlos.

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    4. Perpetrador, si el ensayo que te recomendé sigue ejerciendo magnetismo intelectual sobre ti, puedo facilitarte una copia de la traducción al castellano, aún inédita, hecha por un amigo. En el libro se dirimen, a mi parecer con bastante solvencia, los pormenores éticos que has explorado en relación al antinatalismo, además de otras cuestiones asociadas de mayor alcance, si cabe. Solo tienes que contactar conmigo a través de este formulario:

      http://www.elpesodeluniverso.com/p/contactar.html

      y te enviaré el archivo adjunto al correo que hayas usado, que solo será visible para mí.

      A fin de asegurarnos de que ningún deshonesto suplanta tu identidad, sería recomendable que me escribieras algo que solo tú y yo sepamos, por ejemplo el nombre del escritor español, traductor de buen oficio y autor de un poco leído manifiesto, al que hace años creí ver entreverado en tu seudónimo.

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  2. Acabo de contestarte por el formulario que tan amablemente ofreces. También por aquí, mil gracias.

    En cuanto al debate en sí, debo decir que me parecen lógicas y dignas tus respuestas. Sin embargo, sigo dudando sobre cómo lograría un pesimista radical transmitirle o no a su no deseada prole que su misma concepción ha sido un completo desastre. Todos los buenos creyentes de todas las religiones tienen como obligación transmitirle a sus descendientes el kerigma de que el mundo es, en más de un modo, un valle de lágrimas; en cambio, la fe y ciertas filosofías que comparto dejan un resquicio maravilloso por el que escapar al hundimiento. Pero que un padre, responsable de aupar y alentar a quien de él depende, cause una total desmotivación sobre su origen y sobre la confianza que alberga sobre la felicidad futura del infante, me parecería terrible. O eso, o fingir siempre delante de la criatura, preservándola de lo que uno cree que es la dura verdad (algo igualmente terrible).

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