Pavel Titovich, Chess |
Melchor de SANTA CRUZ
Floresta española
No hay más que una comunicación universal auténtica: el intercambio de los cuerpos por el lenguaje secreto de los signos corporales.
Pierre KLOSSOWSKI
La moneda viva
Chuck Norris no lo considera sexo si la mujer sobrevive.
Hechos sagrados de Chuck Norris
Hecha la intención, no la garantía, de soslayar el peligro de incurrir en el simplismo o de abundar en la teatralidad que reina en el comportamiento mostrado por ambos sexos, debería aceptarse en sentido amplio, no exclusivamente anatómico, que las mujeres cogen y los hombres penetran. Dejemos de introducir homologaciones mentales donde no las hay y seamos francos con nuestras diferencias no menos que lo somos con nuestras equivalencias reconociendo que el derrotero evolutivo de nuestros organismos, al margen de la dimensión erótica de cada cual (que es precisamente aquello que la fantasía añade a la naturaleza con la esperanza de empujarla a perder la cabeza), ha consolidado oblicuidades de género que persisten sobre el principio de economía energética incardinado en forma de instituciones familiares y de capas de prejuicios concebidos para proteger el traspaso generacional de paquetes culturales.
Todos acudimos al mundo incompletos, una tara universal que incita a rastrear en los otros un horizonte de alivio, fascinación y exuberancia, aunque también a toparse con una fuente antropomórfica de monotonías, discordias y repugnancias, por decirlo en alto contraste. Descuidando el influjo de la complejidad de las relaciones llamadas humanas como si careciésemos de precedentes en los rigores de esta aborrecible empresa, hoy nos enseñan a creer que la solución a los conflictos latentes entre roles masculinos y femeninos está en la lima de sus rasgos distintivos conforme a un prototipo unisexualista que, en verdad, ha fracasado al querer reemplazar con propaganda la índole ahorquillada de nuestra herencia biológica. Y si para la nueva normalización de la conducta privada, que sigue las pautas técnicas de belleza sanitaria y económicamente correcta, la represión sexual obedece a códigos que ya no están a la altura de las circunstancias, «la sexualidad sigue perteneciendo ampliamente al orden de lo inconfesable; o se pregona con demasiada fanfarronería para ser creíble, o se oculta por miedo a parecer torpe en un tiempo en que la intimidad se ha convertido en un deporte de ostentación», según el diagnóstico que comparto con Pascal Bruckner.
Giovanni Boldini, Descansando en una cama de día |
Sugiere una comparación poco alentadora descubrir, que al contrario de lo que sucede en las comunidades de bonobos, la vida sexual entre humanos se haya desplazado hacia la clandestinidad en vez de funcionar como un bálsamo capaz de atenuar las tensiones de la vida social que aún confiamos al desastroso arbitraje de las inhibiciones morales. Pero más pintoresco es que dentro de nuestros atributos específicos las mujeres resulten virtualmente inagotables en potencia sexual frente a los hombres, demasiado falocéntricos pese a su ardiente capacidad para sobrevalorar las maniobras venéreas en la pura impregnación de su crudeza, sin necesidad de subordinar la física fruitiva a mayores propósitos que la excitación sensorial y sus correspondientes desenlaces.
La conciencia del lascivo que se adentra en el vacío forrado de caducidad del cuerpo receptivo es tan laxa como el pensamiento de quienes se aferran a la voluntad de imponer un orden trascendental a una existencia que continuamente se desbarata. De ahí que no encuentre inverosímil concluir con el supuesto de que la lujuria signifique servidumbre para el varón y dominio para la hembra más de lo que sus afectados están dispuestos a admitir...
Por descontado, este bluf comparece con la empinada razón de invitar a derribarlo. De favor es declarar que en él no subyace otro deseo que el de aguijar a las bragadas hasta hacerlas, con suerte, rezongar sobre mí: «Listillo, te vamos a joder únicamente por placer».
La conciencia del lascivo que se adentra en el vacío forrado de caducidad del cuerpo receptivo es tan laxa como el pensamiento de quienes se aferran a la voluntad de imponer un orden trascendental a una existencia que continuamente se desbarata. De ahí que no encuentre inverosímil concluir con el supuesto de que la lujuria signifique servidumbre para el varón y dominio para la hembra más de lo que sus afectados están dispuestos a admitir...
La insolente Jantipa a lomos de Sócrates |
No creo que seas listillo si no inteligente, este artículo es muy certero, la sexualidad por interés, algunos con interés y gusto al mismo tiempo.! La sexualidad como negocio particular, ¿ se podría decir?. Así la persona que no entra dentro de este campo lo consideraran los demás como tonto o tonta, en cierta manera quizás sí...¡ay la amable ingenuidad!, pero bueno la ingenuidad no es mala, claro que será como una protección de la vida o como una varita mágica que te otorga las Hadas del Vivir. Magnífico artículo, no se lee estas realidades por otros blogs.
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