14.11.15

ZOOTROPISMOS

Petar Meseldžija, The Bull Fight
Conozco a estos antropoides desde hace largo tiempo, y los veo como personalidades distintas. Ellos me conocen igualmente bien y me pagan con el mejor cumplido que puede anhelar un investigador: tratarme como a un mueble.
Frans de WAAL
El mono que llevamos dentro 

Mientras templo la magra carne de mis brazos asestándole cisuras de sable al respirable, mi gata me observa con la misma curiosidad desapasionada, casi desdeñosa, que yo dedicaría a los hinchas de dos equipos rivales matándose a golpes en las gradas. 

A buen seguro los humanos somos más monos de lo que pensamos, los monos más humanos de lo que sospechamos y, siendo como es un territorio abonado de mezquindades donde el sentido crítico ralea para mayor cosecha de celo, en la esfera de las decisiones políticas que toman los simios de nuestra especie contadas y diminutas se presentan las fisuras favorables a la intervención de la templanza y relatividad escépticas.

Entiendo que uno pueda ser demócrata si, cuando menos, está integrado en una mayoría social o adherido a la ilusión gregaria de construirla, pero de alguien que se declara pesimista porque siente atravesado el incorregible calvario de la condición humana y, por consiguiente, el desarraigo de cualquier proyecto político, lo más proselitista que debería escucharse son las concienzudas recusaciones propias de un misócrata capaz de escupir la flema de su desacato sobre todos los tronos, carnets y banderas no en clave de retador, sino como sujeto consciente hasta la indiferencia de lo que valen estos vulgares códigos y exhibiciones de poder. «Los mismos prejuicios que aplican antropoides y niños para organizar sus relaciones siguen en juego en el mundo humano adulto», explica el primatólogo citado en el acápite.

Como creo en los actos de fuerza tan nada como en los actos de fe, haría mejor en decir que no creo en la doble naturaleza de la voluntad política: ni en la fuerza que la funda, ni en la fe que la secunda (o a la inversa, que también sucede); tampoco en la nostalgia de una politeia ideal o en una supuesta Edad de Oro regenerada de cuya evocación activa, por inusitado que parezca, no estuve exento en mis pretéritas militancias, antes de que llegara a comprender en toda su hostilidad que la confrontación en el seno de los pueblos no se establece entre izquierdas y derechas, centros y periferias, ricos y pobres, élites inescrupulosas y masas prensadas por economías latrocidas. Sin negar la porción coyuntural de evidencia estructural que pueda darse bajo la óptica de estas dicotomías, la escisión por antonomasia dentro del orden de picoteo constatable en la barahúnda causada por los civilizados se manifiesta en la aplastante respuesta inmunitaria del sesgo mayoritario contra las expresiones minoritarias. Por eso el individuo acompañado de sí mismo en la certeza de su soledad, una de las pocas con que cuenta en su peregrinaje por tierra de sicarios, fanfarrones y lacayos, siempre será objeto de las embestidas de alguna multitud dispuesta a prodigar sabiduría por doquier.

Puesto que la evolución gira en torno al éxito reproductivo, un mecanismo que se revela más frío a medida que se ensancha su análisis de campo, ¿por qué condenada razón alguien como yo, que se niega a dar continuidad a sus genes, habría de estar interesado en las ventajas de acceder a una posición de prestigio e influencia en la jerarquía de una comunidad de la cual, inútil es ocultarlo, obtiene con sumo esfuerzo un repertorio de estímulos cada vez más deprimentes?

A diferencia de otros mamíferos dotados de pulgares oponibles, los humanos son muy propensos a pensar su conducta en términos de libertad sin variar en consonancia la forma de actuar basada en hábitos rudimentarios, como la procreación y la lucha por el rango, que los subordinan a pesadas servidumbres. Se enciende así el momento de recordar las benditas palabras de San Buenaventura, conocido en su ambiente como Doctor Seráfico: «Cuanto más alto sube un mono, más se le ve el culo».

1 comentario:

  1. ¡Que chulo e inteligente lo que decía San Buenaventura! y con toda la razón: " Cuanto más alto sube un mono, más se le ve el culo».". No conocía a este Santo, Gracias por hablar de él. ¿ Por qué le resultará tan raro a la gente las sandalias y el hábito en conformidad con la pobreza o austeridad auténtica?, y el valor y sabiduría de los ermitaños...la soledad compañera de la verdad.

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