12.10.15

DIVINOS DESFILES

Nikolai Astrup, Martzmorgen
Algún día, la reconstrucción de conocimientos dispersos nos dará a conocer tan terribles panorámicas de la realidad, y lo terrorífico del lugar que ocupamos en ella, que solo podremos enloquecer como consecuencia de tal revelación, o huir de la mortífera luz hacia la paz y seguridad de una nueva era de tinieblas.
Howard Phillips LOVECRAFT
La llamada de Cthulthu

Hoy, Día de Todas las Hispanas Casposidades, mientras ruego a seres arcanos que una lluvia ácida les aclare la cresta a esos gallos uniformados que han tomado las calles, alunizo en la libración ocasionada al volteo semanal con algún pensamiento dedicado a las fatigas consagradas por quienes raramente, desde que las creencias propaladas por ellos ostentan subsidio público, han de cansarse para mantener la untuosa y suntuosa conjunción de átomos que son sus personas.

Cierto es que el ocio de los hombres nunca obtuvo un visado de legitimidad en las alusiones al mismo vertidas en la literatura bíblica, pero lejos de ayudar a desactivar la sospecha sobre los propósitos que inspiraron al Creador cuando nos engendró, esta se agrava con la mirada reprobatoria, muy cara al cristinianismo, que los textos canónicos dirigen al tiempo insumiso a los oficios. Si fuimos modelados a imagen y semejanza del Dios allí adulado, ¿cómo no tomar buen ejemplo de que tras seis jornadas de trabajo decidiese jubilarse con honores? A la postre, sin embargo, lo incomprensible no es tanto el soberano desdén con que el Señor preside la eternidad como el empeño, aquí abajo, por tratar de reconciliar el prestigio que goza su altísima tocada de generadores con la irresponsabilidad por haber concebido una Obra sometida a tales retorcimientos y chapucerías que obligado es juzgarlo, en la menos escandalosa de las situaciones, como un Autor negligente, o bien denunciarlo, una vez descartado el recurso de achaques e impericias, por la perversidad demostrada al haber hecho pareja nuestra condición a la de unos maniquíes, conscientes de ser víctimas de su propia naturaleza, quizá con el fin de sofisticar las ramificaciones de una diversión cuya raíz nos resulta inescrutable más allá del decorado indecoroso de la realidad donde acaece, una realidad a la que nunca hemos pertenecido sin disforia y en la que nada de lo que hagamos reparará el extrañamiento que nos aleja del resto de las criaturas.

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