Quería comerle el espacio un servidor público retribuido mensualmente para defendérselo.
Santiago LORENZO
Los asquerosos
No escamotearé verdades con paralogismos políticos ni zarandajas históricas, pues a tal fin contamos con expertos nubladores adscritos a partidos políticos, audiciencias teleinvasivas, periodicuchos de dos más dos cinco y foros de garañones. A la hogaza hay que nominarla por lo que ha devenido hogaño, no alimento sino bocado descerebrante, y al bebercio fermentado de la parra no vino, sino marchó, a tenor del eclipse que los multitudinarios cofrades de grial diario escancian en sus mentes, como por otra parte ocurre en cualquier otra comunión instituida con el devoto ahínco de privarse de seso.
Santiago LORENZO
Los asquerosos
No escamotearé verdades con paralogismos políticos ni zarandajas históricas, pues a tal fin contamos con expertos nubladores adscritos a partidos políticos, audiciencias teleinvasivas, periodicuchos de dos más dos cinco y foros de garañones. A la hogaza hay que nominarla por lo que ha devenido hogaño, no alimento sino bocado descerebrante, y al bebercio fermentado de la parra no vino, sino marchó, a tenor del eclipse que los multitudinarios cofrades de grial diario escancian en sus mentes, como por otra parte ocurre en cualquier otra comunión instituida con el devoto ahínco de privarse de seso.
A ojos de este mismo rigor de periscopio diviso que en el cortijo español, donde cunde por democrático ejemplo la sobreatención a lo irrelevante a costa de desatender lo primordial, cohabitan con hediondez mutua tres tipos básicos de personas: los que piensan por sí mismos (minoritarios por naturaleza y nada -istas por ilustración), los que embisten (la masa clínica de gente ahormada o normal, apresable y apesebrable a cambio de una hamburguesa o güifi gratis, esa «mochufa» de Santiago Lorenzo que para mí ha sido siempre la vergüenza farfollona de nuestra especie, la «puta cáncana») y los que se creen más listos que el resto por concitar a los embestidores, tan lidiados estos en las faenas de proporcionar réditos crónicos a sus apoderados como redundantes son los avispados haciendo don de baldón, prosapia de hijoputez, razón de Estado de la canallada corporativa, proxenetismo patronal del ajeno abatimiento y cepo legal de los sablazos asestados al común, en piratesca comandita, desde alguna talanquera de mando.
No me engaño: sé que este recuento de tipos quedaría descogotado si mi esquema, inventario de pálpito priado, incurriese en un despiste de lesa majestad. Garrafal desacato sería echar fuera de la mención al capo capón y su consorte recauchutada, áulicos garantes de que tamaña disfunción nacional marche, como hasta ahora, en intocable y muy católico amor a la felonía.
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