Juan Miguel Palacios, Abandono XX |
Henri BERGSON
La evolución creadora
Dando por contraintuido el tiempo como el espacio experimentado desde la perspectiva del observador que se desplaza por él limitado a percibirlo en un sentido dinámico y retrospectivo, como una corriente irreversible en la que no puede ocupar más de un punto cada vez, el clúster del problema prolifera planteando cuestiones asaz evasivas incluso como asexuado objeto de especulación.
Si la memoria corriese avante, si tuviésemos una consciencia simétrica del devenir desde la atalaya del momento, ¿de qué manera combinaríamos el conocimiento neto de nuestra existencia futura con la rutina de vivir para confirmar, acto por acto, la inmersión en lo irremediable? ¿Activaría nuestra naturaleza algún circuito amnésico de inhibición cognitiva frente al exacto despliegue de la fatalidad? ¿Es posible que la especie humana haya estado familiarizada con esta experiencia visionaria en alguna etapa remota de su historia evolutiva, y que nuestra condición, tal como agora la diversificamos, sea producto del descenso de nivel de aquellos que desarrollaron una ceguera adaptativa ante la cabal y en extremo dolorosa reconstrucción de los hechos que contienen la extensión biográfica individual? Por Sísifo, menudo disparate acabo de soltar; casi despisto que la lógica de razonar en términos sucesivos superpone al subjetivo encuadre del transcurso un relato donde la magaña de la concatenación causal prevalece sobre la simultánea conexión de los fenómenos.
En la vida hay verdades que solo son compatibles con su cese o con un acortamiento de las facultades intelectivas. No somos, a efectos presentes, sino una condensación factual de la atemporalidad subyacente; otra instantánea de la perpetuidad que hemos vivido antes de nacer y que reanudaremos después de haber muerto.
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