Arturo Rivera, The Puppeteer |
En cada uno de nosotros, todos se reflejan a través de un espejeo infinito que nos proyecta en una intimidad radiante desde donde cada uno regresa a sí mismo, iluminado por ser sólo el reflejo de todos. Y el pensamiento de que no somos, cada uno, sino el reflejo del universal reflejo, esta respuesta a nuestra ligereza nos embriaga con aquella ligereza, nos vuelve cada vez más ligeros, más ligeros que nosotros, en el infinito de la esfera reflectante que, de la superficie al destello único, es el eterno vaivén de nosotros mismos.
Maurice BLANCHOT
El último hombre
Los textos que concateno a continuación anidan en El abismo se repuebla, obra de inteligencia y coraje singulares donde la observación y la reflexión han unido fuerzas para aguzar la conciencia de las falsedades que jalonan el histérico declive de la civilización. Su autor, Jaime Semprun, la dio a luz de batalla en 1997 y ha sido vertida con esmero a nuestra lengua por Miguel Amorós y Tomás González. La vigencia de su sentido brilla con un énfasis tan fiel a las roñas de la actualidad que toda argumentación adicional por mi parte pecaría de redundante. Baste mencionar, a título de incitación a la disconformidad, que el abismático examen de Semprun comparte escándalos con La vida en la tierra de Baudouin de Bodinat y Manifiesto contra el progreso de Agustín López, libros formidables que acompañan al suyo como aliados de sensibilidad herida y que, dada la consonancia de su reacción contra un contexto histórico marcado por la metástasis del horror, pueden ser leídos como una trilogía del repudio de la modernidad tecnificada.
Estos son los fragmentos escogidos por el contenido casi profético de su diagnosis:
«La domesticación por el miedo posee un arsenal de realidades macabras para poner en imágenes y de imágenes macabras con las que fabricar la realidad. De esta forma, contemplamos, un día tras otro, entre epidemias misteriosas y regresiones mortíferas, un mundo imprevisible donde la verdad no tiene valor porque no sirve para nada. Harta de tantas creencias y hasta de su propia incredulidad, la gente, acosada por el miedo y sintiéndose objeto de procesos opacos, a fin de satisfacer la necesidad de creer en la posibilidad de una explicación coherente de este mundo incomprensible, se entrega a toda clase de interpretaciones raras y desquiciadas: revisionismos de todo tipo, ficciones paranoicas y revelaciones apocalípticas. […] A los que han perdido “todo el ámbito de relaciones comunitarias que da un sentido al sentido común” les resulta imposible, estando inmersos en una oleada de informaciones contradictorias, distinguir razonablemente entre lo verosímil y lo inverosímil, lo esencial y lo accesorio, lo accidental y lo necesario. La abdicación del juicio, considerado inútil ante la tenebrosa arbitrariedad del fatum técnico, halla en la idea de que la verdad está ahí fuera el pretexto para renegar de las libertades cuyos riesgos ya no se quieren asumir, comenzando por la libertad de encontrar verdades que obliguen a actuar. […] El mundo agobiante de la ficción paranoica protege, pues, contra el agobio del insensato mundo real, pero también expresa, ya se trate de groseras fabulaciones para uso de las masas o de escenarios más sofisticados para una seudoélite de iniciados, la búsqueda de una protección más eficaz, la sumisión anticipada a la autoridad que la ha de garantizar, el sueño de ser cooptado, en pocas palabras, el deseo de formar parte del complot».
Un inciso: no me parece superfluo puntualizar que la normalidad de hoy fue la enfermedad de ayer, es el laboratorio del mañana y, en todo tiempo, la pesadilla lúcida del clarividente. ¿Qué nos dice Semprun sobre la «nueva normalidad» y su necesaria contraparte, la «nueva disidencia»?
«En Europa occidental, las consecuencias violentas de la descomposición impuesta a todo el planeta, del saqueo planificado de toda independencia material y espiritual hacia las relaciones de mercado, están empezando a pasar factura. Pero las oleadas de refugiados agolpándose en las fronteras del muy relativo refugio europeo son portadoras de una mala nueva: el desencadenamiento de una especie de guerra civil mundial, sin frentes precisos ni campos definidos, que se acerca inexorablemente, por el este, por el sur... [...] Las denuncias moralizantes del horror económico van dirigidas en primer lugar a los empleados amenazados por la aceleración de la modernización, a esa clase media asalariada que se había soñado burguesa y se despierta ahora proletarizada (o incluso lumpenproletarizada). Pero sus miedos y su falsa conciencia son compartidos por todos los que tienen algo que perder con el desmantelamiento del antiguo Estado nacional organizado por los poderes que controlan el mercado mundial: trabajadores de sectores industriales hasta entonces protegidos, empleados de los servicios públicos, ejecutivos diversos del sistema de garantías sociales enviado al desguace... Todos esos conforman la masa de maniobra de una especie de frente nacional-estatal. [...] Este partido de la estabilización existe solo de forma imprecisa y aparente para proporcionar una vía de desagüe a las recriminaciones contra los excesos de los partidarios de la aceleración: su razón de ser es una protesta sin resultado y que se sabe vencida de antemano, al no tener nada que oponer a la modernización técnica y social según las exigencias de la economía unificada. [...] Semejante representación de los descontentos sirve sobre todo para integrar la contestación en seudoluchas en las que nunca se habla de lo esencial y siempre se reivindican las condiciones capitalistas del período anterior, que la propaganda designa con el nombre de Estado del bienestar. [...] En realidad, el papel histórico de esta facción nacional-estatal de la dominación y el único futuro que tiene consiste en preparar a la población —puesto que, en el fondo, todo el mundo se resigna a lo que cree inevitable— para una dependencia y una sumisión aún más profundas. [...] Sin embargo, mezclado con esos miedos y la demanda de protección, existe también el deseo, apenas secreto, de que, por fin, pase algo que aclare y simplifique de una vez por todas, aunque conlleve la violencia y el abandono, este mundo incomprensible en el que la avalancha de los acontecimientos y su confusión inextricable van por delante de cualquier reacción y pensamiento. [...] Además, ¿qué efecto emancipador podría tener un derrumbe repentino y completo de las condiciones de supervivencia? Las rupturas violentas de la rutina que se producirán sin duda en los años venideros, probablemente empujarán la inconsciencia hacia formas de protección disponibles, estatales u otras. No solo no cabe esperar de una buena catástrofe la iluminación de la gente respecto a la realidad del mundo en el que vive [...], sino que todas las razones apuntan a temer que, ante las calamidades inesperadas que van a desencadenarse, el pánico refuerce la identificación y los lazos colectivos fundados en la falsa conciencia. Ya estamos viendo cómo esa necesidad de protección resucita antiguos modelos de vínculos y de pertenencias, bien sean clánicas, raciales o religiosas: los fantasmas de todas las alienaciones del pasado vuelven para acosar a la sociedad mundial que se vanagloria de haberlas superado gracias al universalismo de la mercancía. [...] No se puede razonar con la sinrazón. La esperanza puesta en una catástrofe, en un colapso liberador del sistema técnico provocado por él mismo, no es más que el reflejo invertido de la esperanza puesta en ese mismo sistema técnico para que ocurra en positivo la posibilidad de una emancipación: en ambos casos se disimula el hecho de que los individuos capaces de aprovechar tal posibilidad o tal ocasión desaparecieron por culpa precisamente de la acción del condicionamiento técnico, visto lo cual, los individuos de hoy han de esforzarse en ser uno de aquellos. Quienes quieren la libertad sin esfuerzo demuestran que no la merecen».
Inquietantes y lúcidos espasmos racionalizados por Semprun, a quien desconocía. Y una buena excusa para volver por aquí a saludar al centinela onfaloscópico de las catacumbas más rabiosas. Tras tanto tiempo sin observar en detalle la evolución de tus publicaciones, intuyo una cierta persistencia en las obsesiones, mas con una puridad reflexiva y aperturista expandida, si es que no me engaña mi sesgo o mi buena fe a la hora de hora de desear hallar en quienes me interesan la luz que también quiero para mí.
ResponderEliminarEs curioso que, en una curiosa síntesis trascendental a la que estoy llevando mi pensamiento, apruebo tanto como desapruebo cada de una de las frases que citas aquí, si bien explicar el porqué de tamaña paradoja me llevaría demasiadas líneas en un lugar que no me pertenece y en un momento en que no me conviene por las exigencias de otras obligaciones.
Me alegra, en cualquier caso, que sigas por aquí, espero que más feliz a pesar de la propagación ondulada de tus anatemas.
Te doy de nuevo la bienvenida con la confianza madurada en un silencio que ha dejado el campo dispuesto al culto de atenciones no tan enajenantes como las palabras, y en todo caso a salvo del desgaste que supone troquelar pensamientos destinados a tribunales desconocidos.
EliminarIntuyes con acierto, como tienes por costumbre, a propósito de mi «persistencia en las obsesiones». Tampoco te engaña la buena fe que me alienta al hallazgo de luces distintas de esas cavernosas percepciones que, con permiso de Platón y de mi propio pasado, casan mejor con un troglobio de ojos atrofiados que con un antropoide receptivo a señales sobrehumanas. Sin entrar en pormenores que engorden los archivos del panóptico asociados a mi algoritmo, la reciente concurrencia entre obsesiones y claridades quizá se deba a que los borradores de las últimas publicaciones suman varios meses de incubación, pero han sido perfilados con el tono más sereno, poco perturbable, que he llegado a consolidar tras una paciente depuración de repugnancias… Completando estoy así una etapa de desquites con la soberana intención de cansarme pronto de bailar sobre el mismo kílim de brasas.
Si ya es curiosa de por sí la «síntesis trascendental» que te lleva a leer en clave paradójica los pronósticos de Semprun, imagina si te confieso que experimento una bifocalidad similar no solo hacia los textos presentados, sino también hacia cada una de las ideas que compongo, descompongo y vuelvo a recomponer con un ahínco que sólo cesa por cansancio. Adivino en tu insinuación perspectivas y escalas combinándose entre sí en busca de un holograma mental mejor estructurado, fiel en cada punto a la totalidad. Fascinante.
Aprovecho para anunciar que en abril, Misterio mediante, liberaré una nube de luciérnagas. He de satisfacer ese cometido a fin de poder emboscarme tranquilo después. Esta primavera nadie me la va deshojar.
Ha sido refrescante volver a respirar junto al fresno de tu bien arraigada compañía.
Agradezco tu rápida respuesta, máxime al observar ahora que dejaste advertencia de no volver a responder a comentarios.
EliminarInteresante que la "coincidentia oppositorum" se nos sugiera a ambos de diversas maneras pero con el rasgo común de venir tras acumulaciones de rumias y tiempos, acaso eones sobre los que venimos transmigrando las mismas lumbreras. Me apoyo en Rinuccini -y en la musicalización con que Monteverdi coronase al primaveral soneto de origen- para confesar que, a riesgo de caer en una bipolaridad si no circular si algo espiral, "come vuol mia ventura, hor piango hor canto". Si bien la simplicidad y la aceptación a las que, creo, se van liberando el pensamiento con la edad dejan visos de serenidades tan ocasionalmente filtradas entre tus palabras como en mis silencios.