5.4.12

SALMO TERMONUCLEAR


Vivir de manera segura es lo peligroso.
Irving YALOM
El día que Nietzsche lloró

A falta de imperios que ganar a la redonda desgana o de ganas angulosas que rendir al imperio de la ruina, me tomo la libertad de no elegir al profeta que no soy y en que a menudo, cuando me invocan, me convierto...

Todos somos póstumos, pero pocos entienden la vida como un género literario y casi nadie halla en su destino la vocación escrita de una obra maestra. Concluida la época en que tuvimos el deber de destrozarlo, por una vez tenemos la visión que descifra nuestro derecho a inventarnos a Dios, a un Diablomundo que inspire la deuda saldada de un «tomadme, soy el que se abandona», y al que poder confiar nuestras pesadillas más íntimamente universales como plegarias de incendiarias catarsis. Tras los dolores del parto en el que abortarán los ídolos futuros, estéril de todo punto vigente a la suplerfluidad de adorar, nacería esta devoción nutrida de orfandades pletóricas a las que enroscarse como la sierpe al árbol del Edén con su naturaleza mayestática, no por ello menos deslizante; una potencia comestible que yo mismo quisiera transubstanciar empezando por el coño de la mujer amada: a cada cual su atanor y la llave mágica de su alacena que también es puente de cosquillas siderales, tronera luciferina y manto de moléculas bravías dispuestas para sincronizar la propia peripecia termonuclear. A través de la eucaristía de la autocombustión donde la paz solo es uno de los múltiples estados de la guerra —vulgar encarnación para los pobres de espíritu—, me abrazaría a mi fe hasta fundirme finalmente con esa deificante belleza creada a imagen y semejanza de Nada, la vacua plenitud.

Estampa rizomática de la sagrada víscera, una imagen que tomé de este ameno lugar.

1 comentario:

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