15.2.16

LA PLENITUD DEL CERO

Todos los defectos son iguales. No hay más que un defecto: carecer de la facultad de alimentarse de luz. Puesto que, abolida esa facultad, todos los defectos son posibles.
Simone WEIL
La gravedad y la gracia

Debemos a Oriente la idea de que el sujeto es un sueño teofánico (Brahmā), y a Occidente la inversión que aísla la totalidad en el sueño del sujeto (solipsismo). Ambos planteamientos, tan lógicos en su estructura interna que pueden ser rechazados, mas nunca refutados desde ópticas contrarias, me fascinan por el horror sedimentario que pensarlos deja. No conforme con el haz ni con el envés de tales entramados bizantinos, salto de uno a otro con la misma facilidad que los combino y vuelvo a extraviar, bien contra el arrecife del acto que interrumpe la fluxión de mi conciencia, bien por concretar la disquisición que desenfoca el centro del enigma con un tanteo de las repercusiones subjetivas: ¿es preferible ser una imagen onírica barrida por el aleteo de la sucesiva, o una divinidad atrapada en el mosaico de un trance cósmico?

Si el mundo es una alcazaba inescrutable defendida por un soñador que desconoce que está soñando; si la creación existe solo como una fantasía de la que uno es dios y profanador en hermética amalgama, acaso la muerte delata no la salida natural de este atolladero, cuya perspectiva final seguiría siendo una magnitud imaginaria dentro de la vorágine alucinatoria, sino la comprensible necesidad de que el ciclo temporal, y cuanto este transforma, aborte en algún momento. Sea inmerso en los estratos de la ensoñación o como pionero en un laberinto de despertares, ¿quién estaría tan loco para elegir pasar la eternidad, a cal y canto de solitud, en el algar de la propia mente? De repente, el terror cambia de configuración: ya no es que la vida personal resulte grotescamente vulnerable y la condición humana se ahuese en una tragedia incapaz de transponer el tedio con carcajadas superiores a sus taras, como que uno se descubra infinita puñalada en lo indestructible, boquete ajeno a la plenitud del cero, tajo que se quisiera atajo de padecimientos y conclusión de una historia donde el espíritu va manifestando su impotencia, e incluso su perversión, para armonizar los contenidos de una realidad que parece ampliar voluntades análogas a la del durmiente que azota su reposo con pesadillas.

No sé a vosotros cómo os sentará la carrera sobre esta cinta de Möbius, pero a mí cada tramo me estampa, más por la tácita revirada que por el mocosuena traído a escena, que cuando arrimamos demasiada luz a la verdad, nuestro reflejo nos quema.

Sobre La mort de Sardanapale, lienzo inspirado por un suceso que se funde en la bruma de lo legendario, su autor Delacroix comentó lo siguiente: «Los rebeldes sitiaron su palacio... Acostado en una cama magnífica, sobre la cima de una inmensa pira, Sardanápalo ordena a los esclavos y oficiales de palacio degollar a sus mujeres, a sus pajes, a sus caballos y perros favoritos; ninguno de los objetos que habían servido a sus placeres debían sobrevivirle».

1 comentario:

  1. No soy un fornicador de palabras nato, aunque a mis diez años compusiera historias fantásticas, en forma de crónica periodística, solo aptas para mentes pobladas de sádicos forajidos, alimañas de mampesada y extraterrestres biónicos. Lo cierto es que jamás he sabido para qué sirvo y, ahora, aparte de evitar dedicarme a aquello en lo que claramente soy un obtuso, me contento con renegar de mantener vivo el interés por el arte interactivo del dar y del tomar materia que entender. He huido siempre de la profesionalidad en cualquier ámbito (huida compatible, y hasta condición necesaria, para practicar el amor a lo bien hecho) y mi único oficio, excusado sea llamarlo así, es procurarme cada día la liberalidad de estar ocioso. Esta breve entrada, por ejemplo, me ha costado no menos de diez enmiendas una vez apretado el mecanismo de eyección. Y es que en cada línea publicada pongo a prueba mi habilidad, pero sobre todo mis insuficiencias. El resultado es positivo cuando lo expresado adquiere una fluidez de nutritivo caudal, efecto que mejora si la distancia entre el venero del concepto y la gramática es menor; en muchas ocasiones, el balbuceo predomina a pesar de los esfuerzos; de cualquier modo, que salga de esa incertidumbre lo que sale, no acierto a creerlo sin serendipia: la inspiración es una fuerza anónima que emerge de la masa mental hasta la superficie, donde es vestida con voz propia.

    Pulsar el clic del parto a sabiendas de que la criatura necesita redondear sus hechuras me sitúa en una contrarreloj que extrae de mí un plus de acuidad, una especie de láser semántico no tan explotable en circunstancias carentes de este empuje externo. Veo subir la presión de la mirada ajena en el contador y, acordonado por el fruto inmaduro, me siento en cueros: así se activa, y de qué manera, el remendón de costuras; como las lañas están al alcance de todos, modelar con ellas mi faz más cuidada es, en la etapa provisional que cierra por hoy lo inacabable, lo más acercado a una plenitud del cero.

    Existen, no cabe duda, tantos Autógenos como lectores, y tampoco deja de ser prodigioso que cada uno de ellos incube, a su delirio, una porción de la autoría. Como autor y pieza de este puzle, agradezco que seáis pocos.

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