Era antes menos duro y menos denigrador que ahora; ha agotado toda su indulgencia, y la poca que le queda, la guarda para sí.
CHAMFORT
Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas
Me gustan las piedras del camino, porque ellas están preñadas de tropiezos y nada mejor que la caída para trazar las direcciones ocultas de un destino. Yo no me busco, me encuentro, y a esa sorpresa recurrente mis jueces lo llaman perderse: qué sabrán ellos, que apenas la esbozan huyen de la identidad esencial entre víctimas y culpables. Las musas tejieron varios hilos para mí y en secreto de confesión me aseguraron que ninguno hilvanaría la salida, pues más allá del laberinto sólo hay enredos mayores que devoran y confunden el anterior como un envoltorio trucado en sus pliegues de texturas y dimensiones. He aprendido a ignorar si esto es bueno o malo, si tiene virtud de causa o atributos de finalidad, si me hace mejor o me desastra; supone una variedad de experiencias que procuro aceptar como un juego de espejos rotos frente a los cuales uno jamás llega a conformarse «con todo, con nada y con más». No hay justicia para los agitadores de montañas que a otros les parecen ominosos pedruscos, porque lo justo para injusto en esta versión del infierno es consumar la vida en vez de consumirla... para luego desvivirse por decidir vivirse antes que ser vivido por ella.
Tan exacto como el pasado venidero, recuerdo que mi cuerpo será descubierto por el hedor. Carcajadas llorosas lo precederán a cambio de lágrimas rientes. No aguardo la esperanza allende la gusanera, y quizá mi papel se limite a representar el perverso desastre que busca perderlo todo para habituarse de golpe a las inmensidades de la soledad. Sólo se ama verdaderamente lo que se abandona, y eso que la verdad es cosa aún menos fiable que la razón: absoluta para los crédulos, relativa para los dudosos y un invento necesario para la casta maravillosa de los mentirosos. Cosa chica, se vista como sea vista, cuando los momentos más vitales hacen que el conocimiento, que es luenga cosa desnúdese como se denuede, sirva sin que nos sirva de juguete para maníacos, la hoguera que malamente entibia con luces de sombra el mural en el fondo recoleto de la caverna donde también hay dibujados acontecimientos de la niñez que preludian toda la vida adulta. Actualizo ahora mi primera y muy reiterada pesadilla donde yo, un ente puro e intangible, me deslizaba como la conciencia rasante de una línea recta que se extasiaba por su aceleración progresiva sobre la superficie de interminable neutralidad que vagamente se asemejaba en su abstracción a un plano bruñido, no sé si lo adultero al pintarlo de albero. Irrumpía entonces una fuerza de desconocidas insolencias empeñada en afear mi itinerario con las oscilaciones de polaridad de un magnetismo que desviaba mi resuelto trazo hacia un garrapato irresoluble. Despertaba por sobresalto en la infusión sudorosa del agobio, pero el garabato seguía estando allí para torturarme. Ese borrón caprichoso soy yo.
Creo, ya sin firmeza, que la libertad empieza por sentirse preso. ¿Seremos espíritus encarcelados que se sienten un poco menos cautivos al saber que nada los librará de padecer el sarcasmo de la propia conducta? Llegue a delirarse acto o a actuarse delirio, si las expectativas de vida aumentan las probabilidades de ser un villano también.
Estas ideas que nunca llego a enarbolar en su plenitud fermentan en mi cabeza y terminarán por reventarme el cráneo que mi corazón, tonto fatal o listo de remate, aplaudirá en desacato a su agonía.
El cosmos entero resucita en cada ser una conspiración contra sí mismo.
No sé dónde ni en qué silencio, en algún lugar anterior a mí esa escalera me ha interrogado.
El juicio comienza donde termina la autojustificación y en ningún caso va a atenuar la pena el sentir del hacer. No bebemos sorprendernos si recogemos lo que sembramos (siento el posible tono religioso).
ResponderEliminarLa exorcización de nuestro yo concede mayor dimensión a la objetividad que me dice que la peor colisión es precisamente la del yo contra el yo.
Gracias autógeno. Líneas dramáticas, bien estructuradas aunque sobradas de ironía. Las seguiré sólo cuando pueda intentando no perderme en ese garabato, pues ya tengo el mío propio.
Cera