1.5.20

PANEGÍRICO DE LO INSÓLITO

John D. Batten, Androcles and the Lion (ilustración recogida en Europa's Fairy Tales)
Desde que me cansé de buscar,
he aprendido a encontrar.
Desde que un viento me tuvo prisionero,
con todos los vientos navego.
Friedrich NIETZSCHE
Mi suerte

—Maestro, una duda me espanta el sueño cuando la oscuridad cubre nuestras cabezas. He esperado, como vusted me recomendó, al marchitamiento de la rosa más lustrosa del bancal de Hermeros antes de poner mi cuita en su conocimiento.
—La duda es como una llave que no encuentra su cerradura y la que traes contigo parece pesar demasiado. Has de saber, hermano Fontal, que la desazón que afrontas no solo roe a las criaturas humanas, he conocido a ángeles desolados porque sus esfuerzos no dieron el resultado buscado. Cuéntame sin rodeos qué te aflige.
—Confiamos a la corbona de cebada con rodomiel la salutación diaria a los dioses, pero hasta ahora no he visto más que hormigas llevándose el alimento que preparamos con el mayor esmero.
—Cierto es lo que tus ojos han visto, tan cierto como lo que aún no has aprendido a mirar.
—Le aseguro, maestro, que no se me escapa detalle. Desperdiciamos el libamen.
—Vuelve mañana al lectisternio, observa con atención y dame cuenta después de lo que allí percibas.

A la luz vespertina acordada, el discípulo regresó con idéntica decepción trabada en el semblante:

—Maestro, las hormigas siguen robando nuestro sacrificio. Deberíamos proporcionarle a los dioses un manjar votivo que engolfara menos a esos voraces insectos.
—Las hormigas no roban nada, querido Fontal, de hecho dan más de lo que toman. Y del grano mulso ni siquiera se puede afirmar que sea nuestro. A ti, por el contrario, se me antoja que te han arrancado un sentido cuando testimonias en posesivo... ¿Estás seguro de que ningún demonio te lo ha birlado mientras mirabas cómo desaparecía la oblación?
—No se burle de mí.
—Tu boca ensarta palabras más propias de alguien amodorrado que de una mente despejada. Has tenido la respuesta delante y la has dejado marchar por donde vino.
—¿Es otro de sus acertijos? No veo el enigma por ningún lado, el suceso no tiene doblez.
—No necesitas anteponer lo inteligible a lo maravilloso.
—Si tengo un problema de percepción, me ignora tanto como yo a él.
—Necesitas entender que no hay nada que entender. Te engañarías si creyeras que puedes hallar virtudes en la realidad que no hayas atesorado en ti.
—Entonces no sé a qué atenerme.
—Has estado atento con los ojos. La naturaleza, sin embargo, te ha dotado de otros modos de contemplar sus prodigios.
—De ser así, maestro, ¿qué vería vusted si estuviera en mi lugar?
—Vería a un novicio preguntando sin haber meditado su pregunta.
—¡No hay quien escape de sus sutilezas! Formularé mejor la cuestión: ¿qué vería un alma despierta si estuviera en mi lugar cada vez que descubro a las hormigas regalándose con la cebada de los dioses?
—Vería que un dios acude con incontables patas a celebrar nuestra humilde ofrenda.

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