Tirándole al chibuquí consuela Mariano Fortuny La guardia árabe. |
Refranero español
1
Acepta lo ineludible, elude lo irresistible, resiste lo inaceptable.
2
Haz de tu resistencia a la vileza residencia de tu gentileza.
3
Deja de soñar con lo que no puedes. Duerme tranquilo sobre lo que no necesitas.
4
Con todas sus avalanchas de cosas, esta época intenta en balde encubrir cuán poca cosa es.
5
Medio mundo sueña con parecerse al otro medio aun a sabiendas de que este sufre pesadillas por ser demasiado igual a sí mismo.
6
Obra es el hombre, que no milagro; aparato nacido de la ingeniería divina o natural, tanto da, y chapuza sofisticada antes que prodigioso dechado de la evolución.
7
A todos empobrece que la posesión defina la posición.
8
Es señal de bajo rango mental creerse superior por gozar de un alto rango social.
9
Ningún poder corrompe más que la impotencia de quien lo ambiciona.
10
Cabe temer que al convertirnos en padres dejemos de ser no solo clementes con nuestros hijos, sino respetables inquilinos de este planeta.
11
A juzgar por la cantidad de tarados que vienen al coso, diríase que entre las madres gana tendencia parirlos a pedos.
12
La diferencia entre una meretriz que alquila sus encantos a quien los solicita y la madre que acepta sobornos públicos por dar a luz estriba en que, mientras la primera emplea su sexo para aliviar frustraciones, la segunda lo usa para multiplicarlas.
13
La relación entre la madre naturaleza y la naturaleza de la maternidad se asemeja en el concepto a la habida entre el sexo y el proxenetismo: espontaneidad en un caso, extorsión en el otro.
14
Siempre lo he dicho: el sexo reproductivo es una guarrería, lo que amén de ser una forma jocosa de exonerar de pecado a la lujuria y de reconocer su cuota de siniestralidad al deseo de llenar cunas, devuelve a la fecundidad su carácter intrínsecamente nocivo y denuncia la bomba homínida que debemos a todos los progenitores del mundo, empezando por los tuyos si te das por ofendido.
15
Quien no cuestiona las enseñanzas recibidas nunca será maestro de sí mismo.
16
Los hechos empiezan a ser noticia cuando dejan de ser ciertos. Cuando las noticias pasan, queda el grumo insoluble de la verdad.
17
No es posible pronunciar verdad sin herir a los que temen conocerse a sí mismos.
18
La palabra no tiene marcha atrás, por eso conviene hacer diana cuando uno la dispara.
19
Nadie siente como el lúcido lo que cuesta decidir qué dar y qué guardar a un público indistinto portador de vítores y picotas, «el antiguo legislador que llaman vulgo». Si no fuera por los escarpados subterfugios del lenguaje, obligado estaría a transmitir evidencias con tal grado de pureza que a pocos no pondría en actitud de buscarle el réquiem. Así pues, ninguna vida está más amenazada que la de quien acierta a dar estocada a la hijoputez de los demás, que sin duda ha llegado a conocer al trasluz de la suya.
20
¿Qué destino puede esperar una atención desprogramadora dentro de un avispero sino el de ser acribillada por los aguijones de la multitud?
21
Si todo es uno, ¿qué maldita peste nos ha llevado a multiplicar innecesariamente los términos implicados?
22
La redención no está en la carne, sino en la mirada que acepta su condición desde la nula necesidad de propagarla.
23
Qué fácil resulta sumarle vidas a la sociedad cuando restar descalabros exige atizar la conciencia contra uno mismo. En un mundo donde el dolor, la ferocidad y el embrutecimiento son certezas futuribles, más por más ha sido siempre igual a mal.
24
Confundir el pensamiento con el verbo es tomar la red por el pescado.
25
No es el corolario lo que mejor queda demostrado por la lógica del raciocinio, sino la intuición amortajada.
26
Ningún material radiactivo emite más energía que la imaginación sustantivada.
27
Las palabras no habitan en el pensamiento, pero el lenguaje estaría desprovisto de sentido si no tradujera a su nivel, pragmático y comunal, parte del bagaje eidético del pensamiento que anida, inaccesible a las componendas de la sociedad y de la gramática, en un solitario discurrir.
28
El pensamiento es atención a lo recóndito; las palabras, expresión de lo encerrado. Luego se ha de estar bien atento para que, animados por un frenesí ecuménico de la locuacidad, no incurramos en el típico error postmoderno que confunde la experiencia personal con el relato público, el concepto sintonizado por el entendimiento con la comunicación a quemarropa, los hechos entrelazados de la historia con la confiscación historicista que pretende explicarlos de acuerdo con algún sistema tecnocéntrico de creencias.
29
La idea es al concepto lo que el contorno a la imagen. Y ambos, idea y concepto, son al pensamiento lo que la imagen a la ensoñación.
30
Puesto que la firma está en la forma y por la obra respira quien la parió, ¿a cuento de qué ponerle un nombre propio a la autoría? Ese «aquí estoy yo» se me antoja, cuando menos, un pleonasmo, y las más, una petulancia superflua, propaganda empachosa a ojos de quien, habiendo prescindido del tan celebrado amor a la impostura, no teme leer en sí mismo la futilidad que halla escrita en los demás.
31
No se obre culto al que obró, sino a la obra; la obra hace al autor, no al revés. Todo creador honesto haría bien si, en lugar de atar sus creaciones a unos apellidos, las confiase al designio de su estilo.
32
En el arte y en la vida nadie es digno de nombrar si recoge sin sembrar. «Hasta la siega todo es hierba», auspicia el acervo.
33
Cuanto mayor es el conocimiento que uno adquiere de sí mismo, menor es la importancia que se concede.
34
Dirían verdad quienes afirmasen que el público siempre se aplaude a sí mismo, sobre todo cuando el artista ovacionado ha de traerlo de vuelta a la contención a cambio de algún gesto de capitulación ante la fuerza telúrica que une rostros tan distintos en una misma emoción.
35
No vencería en sociedad quien más dinero amasa si la masa no se hubiera entregado a la insania de ponerle precio a todas las cosas.
36
Nadie habla del verdadero precio que ha de pagarse por las cosas porque no se reconoce ya como un bien aquello que no tiene precio.
37
El sentido del ser está más allá de sí mismo, pero ese más allá lo devuelve invariablemente al más acá donde se desnace. Reúnase entonces el valor de reconocer lo que uno es cuando ya no es cuño de nada, cuando de nada es dueño ya más que de contemplarse sin aditamentos, desprendido de afecciones ilusorias y limpio de alucinaciones afectivas.
38
No te encontrará la Cierta con lo puesto, sino con lo desprendido.
39
En la naturaleza dada el orden es una figura incorruptible que los hechos expresan a través de su aparente torbellino, mas en la naturaleza tomada por el orden que, cual torre babilónica, erige a su antojo y derriba a su pesar la criatura humana, ese patrón superlativo se tuerce como en un garabato trazado con trabajos forzados. «Solo cuando la cultura se aproximó a la cima de sus logros materiales erigió un altar a lo Inalcanzable: Las Necesidades Infinitas», apunta Marshall Sahlins en su conocido estudio sobre la Edad de Piedra.
40
El optimista antropológico siempre olvida que la mediocridad baraja los genes del animal que tanto admira.
41
Los optimistas idearon la Razón en pro de la excomunión de las buenas razones que siempre han pertenecido a los deprimidos.
42
No existe armamento más poderoso para las religiones que las cabezas cargadas de nobles intenciones. Cuanto más halagüeñas se presentan las creencias, menos fiables son sus consecuencias.
43
Una doctrina política decidida a no incubar hecatombes no pasará nunca de ser una causa perdida.
44
El verdadero fracaso es que haya tanta gente convencida de que vivir es un éxito. Sabemos por experiencia que a la desvalida pero ufana bestia humana se le ha hecho factible creer en cualquier idiotez, desde los milagros de Cristo hasta la necesidad del acto generativo.
45
Ninguna mentira es más preciosa para la sociedad que la insistencia en que nacer está bien. La humanidad entera depende de mantener amortiguado el alarido de existir y adornada de trascendencia la certeza de que la vida brota siempre de una herida que solo cierra la muerte.
46
No existe más certera forma de destruir el mundo que intentar acrecentar su rendimiento por todos los medios, pero ni siquiera el sistema financiero, con la felonía de sus crisis inducidas, produce por unidad de tiempo tantas víctimas como las matrices que no cesan de hacerle vidas de la nada. En la Era del Hacinamiento el monopolio de la violencia ya no lo ostentan los Estados, sino los úteros.
47
En los hijos, que agraviados nacen, agravados renacen los conflictos. Grande es el desatino que de óvulo y esperma infiere un destino. Allí donde nace un humano, pace un diablo.
48
Ideal para un epitafio: aquí se acaba la injusticia.
49
Quien mucho piensa, mucho duda. Quien mucho duda, mucho para. Quien mucho para, mucho deja de sumar. Quien mucho deja de sumar, mucho ejemplo aporta de lo que no conviene al ensamblaje colectivo. Quien mucho no conviene al ensamblaje colectivo, mucho invita a pensar…
50
Madre, tu «depravada pudicia» —como entonó el poeta— es haber hecho nacer cuando el yacer de los sexos sólo buscaba enculebrarse a placer.
51
La cola prensil que nuestros ancestros dejaron colgada de una rama al bajar del árbol ha vuelto a crecer en la jungla artificial del capitalismo en forma de apéndice codicioso o parafílica «mano invisible».
52
Elegir por sufragio al próximo opresor no nos hace más libres, pero sí más incapaces de sublevarnos. En política, los efectos especiales del despotismo reciben hoy el fastuoso nombre de «Estado democrático de derecho».
53
En una sociedad democrática el derecho a ser diferente está garantizado siempre y cuando contribuya al envilecimiento que los rehenes de ciudadanía, en un normalizado ejemplo de síndrome de Estocolmo, respaldan porque así lo manda la mayoría con el sí de sus coces a lo cualitativo.
54
Nadie espere que los piojos se compadezcan de la testa que chupan y, menos aún, que esa cabeza albergue piedad por sus parásitos. Dicho con troquel de titular: el hombre y la Tierra.
55
Existe una verdad completa y unitaria, pero es verdad contra la que atenta quien la cree suya más allá de los fragmentos disímiles que apenas se nos permite conocer.
56
Ya desde su mero nombre el reino niega al rey.
57
Cada vez que parpadeamos deberían reventarnos los ojos ante el pavoroso cuadro del mundo.
58
Antes prefiere el moderno habituarse a estar enfermo que evitar los excesos.
59
A un espíritu despierto siempre le quedará la opción de bostezar ante la jaula de ofertas y demandas que exhibe la actualidad, pero no le será posible escapar del desvelo cuando se vea obligado a comparecer ante una diosa tan mediocre como la Opinión Pública.
60
Solo en virtud de una interpretación victimaria de la relación paternofilial puede concederse validez a la creencia de que los hijos están en deuda permanente con los progenitores cuando son estos, en realidad, los que por haberlos forzado a existir débense a ellos hasta el último aliento.
61
Bastaría reconocer un solo derecho universal para que los valores axiales de la obra por excelencia, la que busca dotar a la vida de una forma que merezca ser amada, estuvieran implicados en él: el derecho a la patria potestad de sí mismo, o en otros términos, la defensa de un don de carácter inviolable que se alzara como un betilo contra todas las profanaciones del individuo por parte de sus congéneres, desde la trata de esclavos (incluso si bajo el disfraz de un «contrato» se los presenta como trabajadores voluntarios) a la matriarca de todos los actos despóticos, la procreación.
62
No solo cebar y caber se relacionan lexicográficamente por tener las mismas letras, sino también porque en una sociedad cebada demográficamente no hay cabida para el respeto a la individualidad.
63
Una humanidad que perdura a fuerza de atiborrar con hijos las cárcavas de la historia lo último que merecería es sobrevivir, pero si otra versión más responsable de humanidad, alarmada en conciencia por mantener tan protervo comercio con el ensañamiento biológico, decidiera romper de buen grado la cadena de los nacimientos, su sensibilidad no merecería menos premio que la extinción. Haga lo que haga la humanidad, no es digna de otro destino que el acabose.
64
Nada indica que la rueda de las reencarnaciones pueda ser interrumpida mediante operaciones espirituales, nada sino anteponiendo al vicioso rodar cuesta abajo de las generaciones un virtuoso detenimiento. Y sin embargo sabemos, además de haberlo visto en las profecías distópicas y en otras ficciones escanciadoras de realidad, que la monstruoteca, avalada por toda clase de tecnologías punteras y avivada por el atavismo del orgullo, será la última industria en caer.
65
Los niños que prefieren los peluches a los animales de sangre caliente cachorros son, no hay duda, pero de monstruos...
66
Así como hay realidades que no pueden ser comprendidas sin el amparo mágico de la ficción, hay ficciones que no pueden ser obviadas sin descoyuntar el soporte de la realidad.
67
Al igual que podemos jugar a descifrar las estrellas como la luz de otro cielo que se filtra en nuestra caverna cósmica, de los fulgores de intuición que se intercalan en la conciencia podemos argüir una claridad más allá de lo tangible.
68
Se comienza aceptando la violencia conceptual —sirvan de verbigracia el «derecho a tener hijos», el «impuesto sobre el valor añadido», la «salud pública», el «crecimiento sostenible», la «patente biológica», las «labores humanitarias de las fuerzas armadas», los «controles por tu seguridad», la «fiesta nacional» o los «cerdos felices»— y se termina naturalizando con impunidad la violencia directa contra los indefensos.
69
Imposible sustraerse a la ambivalencia que suscita en materia de afectos la naturaleza, artífice de la mayor organización criminal que ha existido nunca en este astro y de las más cautivadoras explosiones de belleza que los sentidos pueden captar.
70
La revelación de quienes somos no está en el nudo ni en el desenlace de la existencia, sino en la faz de uno mismo que más celamos ocultar.
71
La implacable exigencia de crear orden a partir del caos solo se muestra en su justa plenitud a quienes se sondean hasta hallar en sí el vacío universal.
72
Pasa con todo lo que pasa: el día en que comprendas por qué lo deseas, descubrirás que no lo quieres. Nadie sabe lo que quiere hasta que lo deja de querer.
73
Todo cuanto existe debe su vigencia a la versión de otra realidad que nadie vivo ha vivido.
74
«Hay que evitar la muerte adelantándose a ella, de manera que cuando llegue apenas encuentre qué consumir», escribe Zambrano a propósito de la actitud filosófica de Plotino, en cuya semblanza leyó esa clase de templanza en la descompostura que algún apóstol tardío de la noluntad tuvo a garbo denominar kranog o Escuela del Desvanecimiento, una clase de radicalidad que frente al hábito de vivir muriendo propone la gallardía de desaparecer viviendo.
75
Los instantes de verdad son tan efímeros que no acaban nunca.
76
Las verdades no hacen leyes porque su única ley es transformarse en órganos de luz. Quien pretende lo contrario pone el énfasis en la puesta en escena, no en la función.
77
En mi asombro, hecho de incertidumbre ante la noción de que algo exista, concibo con el mismo fundamento de un acaso que el intervalo entre el colapso del universo y su conocimiento determina su duración.
78
La narrativa podría ser explicada como un territorio en sí mismo y el ensayo como un mapa para orientarse en otros territorios, sean estos literales o literarios. Y no obstante, más allá de estos grandes géneros de la inventiva, toda lectura que valga la experiencia ha de tener de mapa lo que tampoco ha de faltarle como territorio.
79
Yendo a más se corre siempre por venir a menos. «Veo que los ambiciosos no viven ni conocen dónde viven», tiene escrito Goya en su correspondencia.
80
Las penas de los hijos pertenecen por derecho a sus padres. Cada concepción llevada al término diabólico del nacimiento representa un ritual de aquiescencia, una confirmación del sufrimiento habido y por haber, pues la esencia de su legado no es otra que dar cuerda ribonucleica al mismo sistema. Movida por su afán de estirar la agonía de lo posible, la naturaleza, el burdel más frecuentado por los pretextos, no escatima trampas ni crueldades en esa industria de pesadilla que emplea a los procreadores como peones.
81
Si en la contienda se hace evidente el fracaso de la convivencia, no menos proclamado va el éxito que tiene la guerra bajo la tenue capa de la paz.
82
Aunque a tenor de los perjuicios derivados de la proliferación humana más sensato parezca abogar porque el aborto sea un deber, conviene en todo caso recordar a los maximalistas que la cuestión no está en dirimir si es un derecho o un delito, sino en aceptar la soberanía de las mujeres sobre sus cuerpos o en proponer, como buenos cristianos, la ablación de su libertad de elección.
83
¿Cómo mitigar la intemperie de la condición humana y cuantas penalidades se ciernen sobre ella sin sabotear la probidad en el empeño de reproducirla? ¿Sabe el que desea engendrar un símil de sí mismo que está decidido a dilatar las tribulaciones que definen las inagotables variaciones de la violencia de existir? La humildad, único substrato donde puede echar raíces la autenticidad, aborrece las réplicas.
84
Otrora se podía afirmar, sin desviarse mucho de la realidad, que cada persona era un mundo; agora, si somos fieles al presente, por todo mundo cada quídam tiene su cesta de la compra y un monito interior, atiborrado de azúcares, que se debate como nunca entre la rabia y el desánimo.
85
Los adultos que no juegan se vuelven pueriles. Adivinar ideas donde otros ven solo objetos distingue a los duchos de los menores.
86
La infancia tiñe de magia incluso los episodios más vulgares de una vida y es justo lo inverso, la facilidad para despojar de encanto vivencias singulares, lo que confiere a una mal concebida edad adulta su adusta fuerza domesticadora.
87
Por más que se busquen enclaves firmes para sostenerla, no hay puntos de apoyo donde la peregrinación humana pueda cimentar el conocimiento de su trayectoria. Social, epistemológica y moralmente el mundo se atomiza a cada instante, y la conexión de las telecomunicaciones que hoy se oferta como alternativa al colapso del sentido extraorgánico que proporcionaba la cultura produce únicamente espejismos, toscos pero absorbentes simulacros de integración, de suerte que al déficit de visión interior le corresponde, como roña a indigencia, un superávit exhibicionista. Sobra escaparate, falta introspección y ningún esfuerzo parece tan inútil como el de mostrarle a la people su adiposidad virtual sobre la inflamación demográfica preexistente.
88
Desde el espionaje de las conversaciones privadas a los cacheos mediante escáner; desde las cámaras ocultas instaladas por doquier a los análisis de pureza sanguínea; o desde la geolocalización permanente a la bancarización preceptiva del peculio, el triple ultraje contra la presunción de inocencia, contra la intimidad y contra la inviolabilidad del propio cuerpo se consuma en esta centuria robótica gracias a las tecnologías que han hecho prescindible la presencia humana en casi todos los procedimientos rutinarios de control. Ante el anonimato carente de rostro de un dispositivo electrónico, tiende el sujeto civilizado a doblegarse tan instintivamente como el paciente cuyo cuerpo es radiografiado en una dependencia hospitalaria. A este generalizado fenómeno de sumisión a la hegemonía impersonal ejercida a través de las máquinas, a este mangoneo sistemático desde la administración automática de la coacción que obtiene docilidad en vez de la resistencia que cabría esperar en otras circunstancias, podríamos denominarlo «acobayamiento». Huelga señalar en qué pésimo lugar queda nuestra dignidad en comparación, sin ir más abajo, con una rata de alcantarilla que aún es capaz de plantar cara a quien intenta acorralarla.
89
Siendo imposible incorporar algunas mentes a la programación, el sistema programa lo posible para averiarlas.
90
En el circuito cerrado de las telecomunicaciones el cortocircuito mental está asegurado.
91
No escupas sobre el mundo que aún alimenta el organismo donde orquestas tus futuras deserciones.
92
Más allá de sus trucos de prestidigitación para asombro de criaturas inferiores, Dios nunca muere: Dios es el mismísimo averno.
93
Cuanto más constructivos parecen ser los ideales abrazados, más traumas están dispuestos a causar sus prosélitos. Tales patrañas y cuales esbirros han obrado los devaneos civilizados de nuestra especie.
94
Fácil sería atribuir al liberalismo el mérito de ser la antítesis del fascismo (así lo han postulado Hayek, Popper y otros popes del pichuleo) si no se hubiera visto actuar a este en demasiados lances como caja fuerte de aquel, al primero como banco de pruebas de la personalidad con amputaciones que ya hubiera querido igualar el segundo y a ambos, liberalismo y fascismo, como instalaciones auxiliares del proceso de tecnificación del alma humana dentro del ambicioso proyecto que pretende implementar el mito de la máquina en cada ser vivo. Con magistral renitencia Gómez Dávila vaticinó: «Entre la dictadura de la técnica y la técnica de la dictadura el hombre ya no halla resquicio por donde escabullirse».
95
¿Tanto cuesta ver la semejanza entre una granja y un campo de exterminio? En el mundo, en este y en cuantos lo han precedido con el humano como cacique animal, más disculpa es hambre de más culpa. No se trata de hacer penitencia por haber acabado en el desván cenagoso de la cadena trófica haciendo compañía a fantasmas como uno mismo; se trata de aprender a gustarse más con menos apetito por los seres cuyas vidas caen bajo la alternancia de hartazgo y voracidad que caracteriza al único bicho que jura por lo impensable lo insoportable y guarnece de masacres su lenta pero irreversible putrefacción.
96
Ni prometido a la acción ni comprometido de pensamiento, el individuo auténtico se hace pensando y se piensa haciendo.
97
Todo lo has de perder por el camino. Al perdedor también.
98
No es falso que haya múltiples formas de autoengaño exitosas en la atenuación de los sentidos durante la vigilia, pero aún más socorrido es el ruido cognitivo que distorsiona lo que no es productivo percibir.
99
«Costumbres de mal maestro sacan al hijo siniestro», advierte el proverbio. Si la familia, en cualquiera de sus configuraciones, continúa siendo la forma predominante de distraer la insignificancia particular, hágase discernimiento de que en su seno se cuecen complicidades sin las cuales no sería posible practicar con impunidad el necio vicio de multiplicarse.
100
No se diga, aunque haya pruebas incriminatorias para ganar la causa, que la sociedad debe a los energúmenos, poseídos por el demonio del ensañamiento, su propagación; mejor dígase, porque denota lo mismo pero sin encono acusador, que la inocencia desmonta la sociedad.
101
Que la calidad de tu juicio no dependa de la razón de tus afrentas. Nada es menos inhumano que convertir las ofensas en dignidad ultrajada, y nada más peligroso que la indignada necesidad de una hipérbole para armar de excusas el apetito de venganza.
102
Es normal que cínicos y nihilistas desprecien con idéntico orgullo la imaginación: solamente recarga de significado la experiencia que unos y otros se han aficionado a manejar hecha un gurruño. Perder la imaginación, despreciarla o inhabilitarla no es distinto de lisiar la última y desesperanzada posibilidad que tiene el humano de ir hacia la muerte no con fe, sino con sentido.
103
Consenso es un concepto que no tiene cabida en el reino de las ideas, so pena de verlas apoltronadas en un propósito unívoco. La comodidad, no la fuerza, puede más que la razón.
104
Como estrategas cinegéticos, recolectores oportunistas y esporádicos carroñeros dimos la talla en ecosistemas de muy baja densidad demográfica, pero pulular entre millones de rivales desconocidos, deturpar los sentidos embutiéndolos en pantallas que harían las delicias de Procusto o minar el organismo engullendo excrecencias masticables, cinco o más veces al día, en un sedente embobamiento asistido, malogra nuestro ajuste evolutivo. Intriga observar la relación, doblemente morbosa, que nuestra Edad Granívora, avanzada su fase industrial, establece entre una nutrición no por copiosa menos defectuosa y la sobrealimentación tecnológica de la población. Nada tiene de casualidad que a medida que se abarata el precio de los dispositivos necesarios para conectarse a realidades desvirtuadas, medren con ellas los intoxicados por una alimentación que atenta contra nuestro diseño fisiológico mientras en paralelo decrece la imaginación, convertida en la gran deportada de un siglo que ha demostrado ser el más eficiente en la gestión pecuaria de humanos gracias a sus campos de concentración multimedia, que son lo bastante sugerentes para mantener el sistema nervioso de alguien corriente enchufado a un suministro regular de fantasmagorías de bajo coste que enganchan, pero empobrecen, las soledades del espíritu.
105
Tan infinitas parecen las posibilidades de entretenimiento que el simio informatizado tiene a la minúscula distancia de un clic, que la facultad de experimentar fuera de los monitores el cada vez más postergado mundo real se ha vuelto no ya precaria, sino ortopédica.
106
Pajillero empedernido cuyo tiempo ha sido colonizado por la industria audiovisual y cuyo cuerpo, torpedeado por basura comible, es un lucrativo campo de patologías para el emporio farmacéutico: así semivive hoy, en un adictivo cautiverio domiciliario, el varón domado de los países donde la abducción mercantil ha deformado el componente fastidioso del acercamiento interpersonal en beneficio del aislamiento.
107
Las verdades alumbran, pero no calientan.
108
Ninguna ilusión prometedora vale lo que una conmoción verdadera.
109
Lo verdadero tiene presencia; lo falso tiene sólo futuro.
110
Sin que haya podido jamás burlar el enrejado de su condición, no hay atisbo de liberación que alivie más al espíritu que el desprecio de la necesidad, no su satisfacción.
111
Se podría dudar sobre qué sociedades han hecho más desdichados a los hombres, si las preindustriales o las modernas, pero ya nadie ignora que el progreso de la técnica no es agible sin subordinar los sentidos a nuevos métodos de calamidad.
112
En un contexto de catastrófica innovación, toda repetición de un mismo disturbio histórico no deviene «miserable farsa», como Marx enunció en conocido aserto, sino simple delirio.
113
No se use la necedad ocasional de un espíritu arcaizante en favor de las muchas que movilizan a los progresistas.
114
Habida cuenta de las continuas pruebas que contra su inteligencia aporta nuestra especie y de las sobradas causas que impugnan su aspiración a la libertad desde alguna forma de establo, nada parece menos desatinado ni más compasivo que desearle una pronta extinción a cuanto ha llegado a dar de sí el humano despeño. «No es muy difícil imaginar por qué los viejos dioses dieron la espalda al espectáculo de la normalidad», ha ironizado Gil Bera. Si yo fuera uno de esos dioses, si estuviera yo invitado a presenciar el avance de esa empachosa transgresión de sí mismo que configura la sociopatía de la normalidad tras una decantación de miles de generaciones de atribulados, también abandonaría el palco por no servir de molde a la casmodia mientras se tarda el desenlace de tan redundante función.
115
Si contemplar los avatares humanos es para un dios seguro abono de tedio, para el miembro de una especie cuya viabilidad biológica descansa en reiterar ruindades no existe mayor benevolencia que salirse del guión de la progenie.
116
La inteligencia que la masificación de los pueblos no tolera es, justamente, la que sus repulsivos gustos provocan en una marginal minoría.
117
Las tropelías tienen nombre y apellidos, no género ni raza, pero a casi todos los apadrina el mismo e incorruptible afán de posesión.
118
Lo peor del dolor no es su carga inherente, sino la que le añaden aquellos que pretenden consolarnos como si supieran la medida exacta de nuestros padecimientos.
119
Entre el furor del eros dinástico y la hiperactividad de las convulsiones narcisistas, la ambición de atiborrar el orbe a imagen y cromosoma, camuflada como amor dadivoso o necesidad biológica según el talante del disloque, constituye la condición original del pecado plagiario por contraexcelencia, la pulpa del pomum de la condenación.
120
Desde que el marxismo se convirtió en un complejo de culpa para la izquierda, sus ideólogos, más perdidos que un regante sin regalías, se han hecho un flaco favor con el empeño de redimir ora su falta de referencias políticas, ora su nulidad crítica, dando amparo a actitudes más propias de beatas con la vulva seca que de amantes empalmados de justicia económica. El nuevo auge del puritanismo es tan hijo de los consabidos capillitas de perfil fariseo, pacatos en lo sexual pero rijosos en las desviaciones del lucro, como de los popiprogres que festejan, en comanditaria anhedonia, la unión de socialistas de guante blanco, uranistas de culo rapado y andrófobas obsesas con castrar el uso de la lengua que no les lame sus estrecheces.
121
Hechos y valores son realidades recíprocamente independientes, pero eso no empece para saber que el hecho vale lo que el valor puede hacer con él.
122
Ni el todo ni la parte son otra cosa que conjuros proferidos por quien se siente hoja caída en el bosque de la perpetuidad.
La voragine infernale, ilustración de Botticelli en el manuscrito Reg.lat.1896.pt.A. |
123
«¿Quién lograría, aun con palabras sueltas,
hablar de tanta sangre y tanta herida,
aunque diese al discurso muchas vueltas?».
Si adaptásemos la lectura antropológica de la historia humana a la visión que il Sommo Poeta tenía del infierno, veríamos que nuestra realidad elemental, la escasez, es un túnel abierto al primer círculo, mientras que el excedente productivo y reproductivo que comenzó con las sociedades agrarias vierte las almas al noveno foso del octavo círculo donde reciben castigo los «sembradores de discordia», o dicho de forma menos elíptica, los que para disponer de carne de trabajo, de cañón y de histrionismo cultivan desde entonces a las mujeres fértiles como campos de labor.
124
El hombre es más fuerte que el hambre, pero sin hambre el hombre nunca habría logrado lo que ahora es: bricolaje para el hastío.
125
Ya quisieran las espadas someter a los pueblos con la eficacia de los arados.
126
El hombre actual, Homo subsapiens de oficio e indigno de tener asiento en la caverna platónica, no se ha apartado de las viejas supersticiones para ocupar, como sus lejanos antepasados preagrícolas, el verdadero biotopo mental que le corresponde como criatura; se ha desecho de ellas para dejar espacio en su ánimo a un fetichismo más draconiano en sus condiciones que cuantos cultos lo precedieron.
127
La novedad es producto de la desmemoria.
128
De un invento no urge desconfiar hasta que la industria encuentra el modo de hacerlo rentable.
129
La materia no se abre de piernas sino condenando a quien la penetra.
130
A decir verdad, nuestra única meta es morir y nuestra energía capital, la que todos vindicamos en vida de formas a cual más centrífuga, mana del daño irreparable que haber nacido nos causa. Pese a todo, el coste real de fabricar un hijo no lo pagan sus progenitores; nadie podría calcular a ciencia cierta lo que cuesta perpetrar tamaña crueldad, pero es seguro que los seres vivos nos devaluamos con cada recién parido que la insensatez agrega a la parodia. A la polución ambiental provocada por un exceso de nacimientos podríamos motejarla de «contaminación chumínica», tema que convendría proseguir en un aparte, porque la cuestión suprema hoy no es si la humanidad colapsará o de qué manera, sino cuándo. Otro final no es posible.
131
Lovelock propone un elocuente símil entre el espacio constreñido de un sumergible y la nave espacial Tierra para ilustrar el sesgo que dificulta al hombre ordinario entender el delicado equilibrio de la biosfera: «Nadie pondría en duda que el submarino está limitado en cuanto al número de marineros que podría admitir, así pues ¿por qué vamos a imaginar que la Tierra tiene capacidad ilimitada para las personas?». Otra de sus observaciones, loada sea su audacia, tampoco se anda con rodeos: «La presencia de siete mil millones de personas aspirando a las comodidades del primer mundo es excesiva, claramente incompatible con la homeostasis del clima pero también con la química, la diversidad biológica y la economía del sistema». Entretanto, maldita vesania, seguimos destinando subvenciones públicas, rebajas fiscales y otros incentivos oficiales a la natalidad cuando lo juicioso, o lo menos injusto, sería promocionar la esterilidad.
132
Póngase cuidado en reparar que para el inquisidor el enemigo no es el hereje, en cuyos vigores y avenentezas entrena la preventiva virulencia de su papel, sino el inquiridor que acude a las fuentes sin adherirse a la arbitrariedad que mana como patronazgo de los usurpadores. Bien inviable sería despejar la aproximación al conocimiento prescindiendo de las proezas en la desigual contienda que el halo de autoridad proyectado por los burócratas del saber, cuando no las convenciones frecuentadas como santos lugares por el común, plantean al partisano epistémico destinado a combatir, por arriba y por abajo, a los señores del engreimiento y sus soldados de tontuna.
133
Hay desiertos vacíos y desiertos llenos. A estos últimos se los conoce como «ciudades».
134
Una frase capaz de fertilizar el ánimo puede ser fruto de la inspiración, pero habitualmente lo es de una minuciosa labor. No es distinto el alto estilo que en ocasiones depara la sintaxis humana.
135
El incremento de la población no es sorprendente; lo chocante, lo realmente sin par dentro de los incomprensibles desmanes que caracterizan a los humanos, es que a medida que las condiciones de vida empeoran los nacimientos no disminuyan.
136
«Adaptarse al medio es señal de inteligencia», sermonea a mazo y escoplo el corifeo tecnocientífico. Ahora bien, si nos tomamos la franqueza de contemplar —ya se sabe, sin contemplaciones— que la adaptación, como el cambio, no es un valor absoluto, pues ni siquiera un valor en sí mismo, y que condiciones pésimas de existencia requerirán en el individuo cualidades concordantes, ¿qué clase de expresión le queda a la inteligencia que ha de encajar en una sociedad que crece a condición de trizar cuerpos y almas?
137
Si la moralidad consistiese en la valoración de las decisiones a la vista de las consecuencias, la conclusión a la que habría de llegar quien la estudiase a fondo es que no existe atributo más parvo y que, como no podía ser de otra manera, ningún acto es más adverso a esa débil facultad que procrear.
138
La sociedad actual no es realmente una asociación, no funciona en virtud de vínculos simbióticos, sino que mantiene su cohesión gracias a una dinámica de mutuas ataduras y generalizadas desconfianzas. De no ser porque en la práctica rige el desamparo tácito que impone la suspicacia de uno para todos y de todos para uno, ninguna urdimbre colectiva subsistiría más allá del vulnerable y muy reducido círculo de personas bien allegadas.
139
Para sobrevivir en circunstancias degradantes basta olvidar que la carne es metralla de estrellas; para vivir con cierta coherencia, en cambio, es menester recordarle al polvo consciente su origen explosivo. Todo filosofar que eluda mostrar al ser humano su pólvora de tragedia es mera filatería.
140
Ninguna conquista vale un paso si a trueque de darlo se ha de expulsar el poso.
141
El capitalismo nunca ha estado interesado en atender como es debido las necesidades humanas, pero nunca ha sido superado a la hora de transformar en necesidades los mayores disparates.
142
Cuando se trata de contener el desastre, el ayuno factual es la receta oportuna para estilizar el mal. Más que un más, vale un ya basta.
143
Antes que una necesidad refinada por la civilización hasta adquirir calidad de aliciente social, la gastronomía debería ser, para no ser solo gastromanía, una muestra sincera y explícita de gratitud hacia todas las especies que componen los ingredientes de su plasticidad. Hablar de arte culinario no pasa de ser una frívola jactancia si no incorpora el agradecimiento responsable como primer y último bocado.
144
Entre la cúspide que toma decisiones que afectan a millones de almas y la base social que ni a sí misma se reconoce como yunque económico de las élites, todo son clanes en lid que se disputan cuotas de poder dentro de la común discordancia evolutiva que ha desconectado al animal humano de sus necesidades reales bajo la fuerza domesticadora de un entorno prefabricado, contradaptativo y sobreacomodado.
145
Defender la autoridad con pasión es perderla sin razón.
146
Demasiada asepsia espiritual infecta de soberbia la inteligencia.
147
A menudo se llama «pensamiento único» al latifundio ideológico en sazón de ser cosechado, aunque menos impropio sería referirse a esos monocultivos como un «yermo unánime» donde la mente silvestre es finalmente racionada como un pienso compuesto para no pensar.
148
En comparable desvalimiento se halla el analfabeto frente al texto que el feligrés ante una divinidad menudeada por intermediarios.
149
El prestigio de un líder religioso se mide por la cantidad de mártires incorporados a su doctrina; su influencia histórica, por la cantidad de adversarios aniquilados con su bendición.
150
Ninguna promesa de redención ha ganado nunca más devotos que la facilidad del dogma para dispensar al hombre de pensar.
151
La epifanía selecciona a sus más eximios emisarios entre aquellos que no han sido corrompidos por una doctrina teológica.
152
A quien corrige un defecto propio adoptando flaquezas ajenas lo llaman en sociedad «buena persona».
153
No existe idea brillante sin riesgo de deslumbrar a quien la examina.
154
Ningún medio de transporte es tan importante como sus pasajeros. Por la misma razón, la libertad importa solo si su contenido lo merece.
155
Ya sea a escala individual o colectiva, la identidad se convierte en la preocupación prioritaria de quienes no están seguros de su valía ni toleran que otros conozcan sus inseguridades.
156
Desconfiemos de quien se confiesa sin aportar testimonios reveladores sobre el alma humana igual que desconfiamos de las revelaciones que no abren inconfesables perspectivas sobre uno mismo.
157
La vejez está viciada por la juventud que dejó atrás tanto como la juventud por la vejez que detesta alcanzar.
158
Del abismo no se regresa más sabio, sino más cansado.
159
La oración de la mañana es mirar hacia el ocaso.
160
Aun muriendo obra la mente por tautología.
161
Uno ya no es uno en su contexto si no sirve de pretexto compatible, comprensible y computable para los demás. De ninguna palabra emitida por el aparato fonador humano deberíamos estar más precavidos contra su capacidad detonadora de reacciones en cadena que del pronombre maldito por antonomasia, el colectivizable yo.
162
Si el ego es la infección, la autoconciencia es su sanación. Y si algo enseña esta cura egolítica es la memoria donde la calavera no, aún no es el verdadero rostro, solo la última máscara que cubre la nada que a no mentir somos.
163
En el manido «te quiero», declaración de amor común a tantas culturas, se divisa la intención del «sólo para mí» que suprimida va por la connotación de su sentido antes que por algún prurito de corrección política, innecesaria por otra parte hasta la creciente idiocracia predominante en la corriente de las modas. Contra ese filisteo «te quiero» que coloca su signo afectivo bajo el dominio posesivo del yo, no hay expresión más amorosa que aceptar que el amado sea como él quiera, no como lo quiera el amante. Recordemos a la pastora Marcela que Cervantes, apologista de las mujeres autarcas en una época de jayanes, retrata como desdeñadora de babosos y en el entierro de uno de ellos, verdugo de sí tras frustrada porfía, pertrecha de facundia con el fin de elucidar, teniendo por exclusivo auditorio a un grupo de cataplines, que razón de amor no es deber de acatamiento. Junto a otras expoliciones de intachable marchamo, la bella Marcela defiende de esta guisa su entereza: «Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura».
164
La principal diferencia entre los que pernoctan la modorra eterna en una necrópolis y los ciudadanos que atestan las megalópolis es la solemnidad ausente de las segundas.
165
Liberado de la infame carga que implica pormenorizar el rastro de las ideas que atraviesan su mente, el que sabe vive como piensa sin ninguna necesidad de capturar lo que acontece, ni de buscar la atención que otros mendigan al testificar ante el foro, real o virtual, de sus congéneres.
166
Justamente porque el acto ceremonioso de impartir justicia tiene como prioritario propósito el de celebrar la inocencia del tribunal y la sacralidad del procedimiento, quienes juzgan son antes que nada culpables de reafirmar su posición a costa de los que comparecen para ser juzgados.
167
Dios, allí donde una frase lo engarza, hace las funciones de palabrota mayúscula. El segundo mandamiento del decálogo, el que según la fórmula catequística recuerda no tomar el nombre de Dios en vano, ha de descifrarse con este significado.
168
En la menudencia de su ser se encuentra el humano provisto por igual de la potencia liberadora del alma y de la devastadora voluntad de supremacía.
169
No hay concepto que pueda explicar en justicia cuánto pesar ha de cribar el alma humana para hallar una sola pepita de alegría.
170
Cualquier comparación de nuestra época con tiempos pretéritos es solo un modo imaginativo de exaltar o de execrar el momento presente y, por ende, uno de los recursos mejor explotados para adaptarnos a la tortura que, unos para otros, llegamos a ser los coetáneos.
171
Si tuviésemos el poder de matar con la mirada, aun los niños de guardería —mimados basiliscos— coleccionarían cadáveres.
172
Las pasiones crean ideas a su medida que el capricho hace suyas con fidelidad de pródromo.
173
No se es sanguinario por seguir una doctrina cruel, sino al contrario: el hombre escoge su parentesco ideológico en función de los defectos de su temperamento.
174
Entre lo maravilloso y lo espantoso media una delicada membrana osmótica cuyo espesor tiende a cero a medida que la sensibilidad aumenta.
175
Tal vez los sombríos se suicidan hoy con una frecuencia inferior a la esperada no a consecuencia de que tengan menos motivos para obtener el reposo definitivo o porque hayan incubado un miedo más paralizante en comparación con los autocidas de antaño, sino porque en consonancia con los tiempos han acomodado sus cuitas a la espera de que alguien asuma por ellos la responsabilidad.
176
En relación a las estaciones del año solo dos maldiciones son seguras: no hay mayo revolucionario que resista unas vacaciones de verano, ni diciembre que se libre de villancicos.
177
Los gobiernos dominan a los súbditos cuando estos se creen sometidos por aquellos. Existe, sin embargo, una categoría fiduciaria que supera a la conformidad que inspiran, no sin dificultades, los gobiernos más consolidados: el monoteísmo del dinero. La masa monetaria es, en su totalidad, un incalculable artefacto de crédito capaz de concitar, como ningún otro medio de control del que se guarde constancia, la unanimidad de gentiles y plebeyos alrededor de su poder efectivo sin necesidad de ocultar que debe su valor a un acto fingido.
178
Es señal de inteligencia polemizar no porque se aspire a tener la razón, sino para que nadie crea ser su poseedor.
179
Desconfíe uno de sí mismo con la seguridad de no poder creer en nadie más.
180
¡Qué bien pinta lo que mal nos pinta! Del soplo universal nos ha tocado ser el carraspeo que precede al esputo.
181
Pan y circo, bocata de sandez.
182
De las adversidades que nos desgarran hay, cuando menos, tres responsables directos: padre por eyacular donde no debía, madre por parir lo que bien valía interrumpir y la maquinaria biológica, rabiosa de acabar aína con nosotros para empezar de nuevo el ciclo.
183
Frente al incógnito desenlace de la conciencia y la disgregación de las partículas donde su malaventura acaso halló un trasunto de raíz, todo se postula como un acto de fe: fe en la revelación o autoapocalipsis de la agonía, fe en el acceso a otro nivel de ensoñación, fe en la reformulación kármica de a saber qué teleologías, fe en la fusión con la matriz metafísica de la materia, fe en el eterno retorcimiento de lo mismo y otras muchas variaciones hasta llegar al más exótico y desesperado de cuantos novísimos ha imaginado el humano discurrir: la fe en la nada de la implosión neta.
184
¿De qué espiritualidad me hablan los incapaces de pensar acerca de sí mismos lo que Fernando Vallejo ha confesado por nosotros?: «A mí me engendró la ociosidad, me parió la demencia y me amamantó el delirio».
185
Veces hay en que el alivio pesa más que el pesar que lo impedía.
186
La sociedad disciplinaria, cuyo epítome podría ser la cadena de montaje de una fábrica, basaba su orden en la premisa me debes, luego puedes. La actual sociedad del rendimiento, cuyo emblema podría ser el gimnasio, ha dado un giro asertivo a los viejos usos de tal manera que la máxima ha pasado a ser puedes, luego te debes. Los escenarios y el discurso que los imanta difieren, pero el objetivo de productividad que ambiciona la instrumentalización plena del sujeto no ha variado, se mantiene fiel al plan del campo de trabajos forzados, que ya no es una instalación extrema y externa, sino un requisito medular, insertado en el ánimo de cada ciudadano.
187
«Hoy se nace con el sino
de actuar por actuar,
la gente anda arrebatada
y no se para a pensar»,
cantaba Chicho Sánchez Ferlosio al calor de su cama, revuelta por la pestilencia de quienes acudían a injuriarle la ascesis de su relajamiento. Ese «pararse a pensar» es un vestigio idiomático asaz debelador en estos tiempos de movilización a ultranza: si el pensamiento quiere detenimiento es porque el yacimiento de la mirada requiere esparcimiento, y quien conoce este remedio contra el aturdimiento provocado por el sonambulismo de la acción ilumina no pocos puntos ciegos del fitness cibernético al que hemos llegado de la mano de los últimos trebejos, nuestros perfeccionados electrodomesticadores.
188
La sociedad de la transparencia excluye, por excrecencia inflacionaria de lo idéntico, la misma posibilidad del pensamiento, pues este necesita la alteridad interior como un espacio, inaccesible a la profanación del cálculo, donde albergar su propia experiencia. Desde el punto de vista de la accesibilidad total dicho espacio es una magnitud insondable y, por esta razón, una dimensión aberrante: el imperio de la visibilidad global prefiere entidades robóticas programables a la escurridiza nebulosa de las subjetividades.
189
Paciencia es la gracia de flotar en el curso de los actos en vez de correr tras ellos.
190
No hay mejor modo de aprender que viviéndolo hacer.
191
Aceptarlo todo, sí, pero no sin distinguir en cada parte el lugar que ocupan las demás.
192
El pensamiento que no contiene contradicciones es más embustero que un cuerpo sin achaques.
193
Si en los deseos más vivos se revela la debilidad del pensamiento frente a la naturaleza, en los pensamientos más fuertes se manifiesta la debilidad de la vida para escrutar la melancolía sin fronteras que lleva consigo.
194
El vertedero se supera cadaldía en su forma de pregonarse. Los informativos son productos que harían vomitar a una cucaracha.
195
La diferencia entre sensibilidad y brutalidad no es geográfica ni étnica, sino de clase. De clase moral.
196
Mientras la contaminación radioeléctrica nos fríe los nervios, los atrofiados de espíritu, que son legión en estos días de compactación global, se sienten exultantes por las prestaciones de las conexiones postizas. No deja de ser curioso verificar cómo la función de la primera red social creada, el alcantarillado, se ha extendido mediante las actuales telecomunicaciones, cuyo éxito sería impensable sin la eficiente celeridad aplicada a la canalización de excrementos psíquicos.
197
La naturaleza de la conciencia describe un bucle de interacciones que remite a la conciencia de la naturaleza en un albur semejante al que une mente y materia sin acotar ninguna. De ahí que los problemas primordiales del ser se extiendan por tres esferas: las complicadas relaciones entre lo latente y lo manifestado; las controvertidas relaciones entre individualidad y sociedad; las convictas relaciones entre uno mismo y sus mutaciones.
198
Como virtud deben la fe aquellos que no confían en el sostén del pensamiento. Nada se gana devolviéndole a la realidad su carácter delusorio, pero nada se pierde cuando se apuesta todo contra la credulidad.
199
Enfoquemos las verdades con desapego si no queremos verlas convertidas en arrogantes errores.
200
Husmear diferencias es tan propio de la inteligencia como el esclarecimiento de conexiones ocultas lo es de la genialidad.
201
Desconfía por igual de las ideas demasiado pulidas o demasiado harapientas: la verdad suele presentarse escandalosamente desnuda.
202
La admiración y la aversión son modos de acreditarse moralmente de acuerdo con las preferencias de un grupo social, no con las verdaderas prioridades que el individuo siente en su soledad.
203
La sociedad se luce usando como ejemplo de perversión a aquellos que la deslucen. Desde guetos de lumpenescacharrados a células de kamikazes, el prestigio de una forma social necesita afirmarse simbólicamente por medio del contraste con los subgrupos que invierten sus directrices.
204
Si las estudiásemos por su nivel de ocio en vez de hacerlo en atención a sus medios de producción, no hablaríamos (con todas las subdivisiones que se quiera) de sociedades cazadoras-recolectoras, agrarias o industriales, sino de poblaciones en las que el ocio está generalizado, concentrado en una casta de privilegiados o extinguido bajo la hipertrofia del trabajo como fin en sí mismo.
205
Paliza son las calles para el visionario por muy distinta razón que lo son para el loco. El visionario sufre de los otros porque no puede esconder la luz allí donde reinan las sombras; esa luz que llena de llagas los ojos a quien no la ama con la debida locura.
206
No niego que el humano tenga en su ser aptitudes para lo maravilloso, niego que su voluntad de permanencia en el tiempo y de dominio del espacio sea una de ellas.
207
Sé —es decir, imagino que sé— que podemos ser ambiciosos hasta el punto de no conformarnos sino con la humildad de prescindir de todo y de todos.
208
La triste madurez, saciada de desengaños, descubre al cabo que durante la mayor parte del tiempo que uno se sintió desgraciado fue feliz sin saberlo.
209
Abrigan las palabras al solitario como las hojas, vencidas por el otoño, que entregan la beatitud subrepticia de su putrefacción al suelo que las acoge.
210
Si de ordinario el estado de ánimo no pasa de un estar siendo, la meditación brilla como un extraordinario conato de ser estando.
211
Es necesario elevarse peligrosamente sobre la línea del horizonte acaparado por el lodazal de la técnica para divisar una senda por donde caminar con los pies desnudos del alma.
212
Ya quisieran los profanos que han hecho de la ciencia su basílica disponer de un laboratorio como el que tienen los religiosos en la mística.
213
No me asusta ser irrelevante; lo que me asusta es que alguna vez me asuste esa irrelevancia.
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