27.10.18

ADIÓS AL OBTURADOR Y OTROS REPENTES

Su Chen Li, Room
La vida en la Tierra nunca fue nada bueno. La ciencia se nos adelantó demasiado, con demasiada rapidez, y la gente se extravió en una maraña mecánica, dedicándose como niños a cosas bonitas: artefactos, helicópteros, cohetes; dando importancia a lo que no tenía importancia, preocupándose por las máquinas más que por el modo de dominar las máquinas.
Ray BRADBURY
Crónicas marcianas

Epoblado y el bosque determinan calidades axiológicas de contraste. A poblanos y emboscados corresponden, por ende, papeles que se oponen recíprocamente: el primero vive por y para la calle, el clan, el negocio, rige sus horas por intereses mundanos, mientras que el segundo escudriña más allá de las galaxias desde el linamen de iluminaciones que abrigan su recogimiento, consciente en todo fragmento de las potencias destructivas que son el distintivo de su condición intermedia, atrapada entre el tiempo de ayuso y la continuidad mirífica de lo imperecedero.

Desde mi emboscadura en el pueblo llano, interrumpido mi silencio de cutio por libar el ínfimo jornal de un emplazamiento descastado, traigo esta colección de atestados escritos con trazo de luciérnaga y alguna traza de idiotez, o eso me noto cuando anoto que la sabiduría es por antonomasia una disciplina de idiotas u hombres umbilicados, incompatible con los asuntos públicos que son, por el contrario, la empresa predilecta de los embaucadores. Y digo más: siempre será más honroso hacer el indio que hacer las Indias, ¿o por ventura descamino al haber repelido la urgencia de desmembrarse por dentro que ser alguien de relieve exige?

1

Aceptar por entero el mundo desde el reconocimiento de la imposibilidad de corregirlo de acuerdo con las sublevaciones que causa a nuestra conciencia significa elevar la rendición a la categoría de antídoto. 

2

A la especie humana no le es dado escoger entre salvación y condena, sino entre condena merecida e inmerecida. 

3

Prefiero errar en la gracia de crear a guiar la desgracia de procrear. 

4

El hecho de ser no es excusa para ser.

5

Para encontrar la armonía con el mundo la conciencia dispone de dos vías: destruirlo todo o destruirse. La primera ni siquiera es concebible. 

6

La mayor fortaleza no reside en la capacidad de emprender acciones, sino en la solvencia para desprenderse de ellas.

7

A la vera de esa madrastra que llamamos vida no puede uno sino ver sus dientes podridos, pero tampoco es cuestión de ofenderla cuando, en vez de morder, extiende su sonrisa de nodriza. 

8

Nadie camina hacia la sabiduría si no deja tras de sí el fardo de los condicionamientos adquiridos. 

9

Quien sube a hombros de gigante toma por enanos a los que son más grandes que él. 

10

El hombre civilizado envilece sin miedo cuanto conquista porque teme vilmente cuanto no posee.

11

Cada quien carga su yo como un caracol su concha y cada átomo de envanecimiento que lo compone tiembla ante la sola idea de ser tocado por todo lo que no sea el rastro de su baba por el mundo.

12

El mundo no es «nuestra casa» sino a costa de exagerados y repetitivos autoengaños. Nadie puede participar del «hogar de la vida» sin un gran olvido de la proporción justa de las cosas y sin haber travestido, contra la evidencia de lo que significa ser, los fortuitos estados de plenitud en un canon cósmico. 

13

El consumo ha convertido en sicarios a las víctimas de la sociedad industrial de igual forma que la propagación voluntaria transforma a los hijos del pecado original en relevistas del mal.

14

Pagar por un servicio no exime de responsabilidad al usuario, pero a los amos del tenderete les beneficia que los consumidores se crean inmaculados en cada transacción a semejanza de los votantes que acuden a las urnas sintiéndose inocentes de los cargos electos.

15

Si tu sueño es realizable, se trata de una pesadilla.

16

Interroguemos a nuestros asertos por lo que tienen de aciertos. 

17

El escepticismo es la reserva mental que nunca ha de entregarse por completo a la realidad, ni siquiera a la experiencia más excelsa, si se estima la claridad de juicio sobre el precepto y el equilibrio sobre la exaltación. 

18

Así como la microbiota que reside en nuestros intestinos regula, en su óptima proporción y diversidad de cepas, la respuesta del sistema inmunitario a fin de que no reaccione de manera incorrecta a los nutrientes y otras sustancias en principio inofensivas, la delicadeza pirrónica educa nuestro estado de ánimo para que discierna entre actitudes serenas y nocivas.

19

No hay duda sin beneficio ni deuda sin perjuicio.

20

Recuerda cada vez que tropieces que un bache no es el camino.

21

Peligrosos gobernadores son los afectos, pero despojados de toda lógica afectiva nuestra única seguridad sería la de acabar sirviendo como recambios de un aparato.

22

Del enemigo no es tan temible su fuerza para alzarse victorioso como que la derrota no le quite la razón.

23

La sinceridad en el resentido es parte de su veneno.

24

Del despilfarro de sí que inspira el éxtasis a un espíritu liberado de angustias da la última idea el desencanto que lo precedió en la tormenta. 

25

Basta observar el diseño y funcionamiento de un hospital para comprender, sin un rasguño de incertidumbre, que son factorías de embalsamamiento donde se quiebran todas las articulaciones entre la física de los organismos y la metafísica de las conciencias.

26

Casi todas las personas huyen de sí mismas y pocas son las que se libran de encontrarse con la más nefanda faz de sí mismas cuando menos lo esperan.

27

De la misma manera que no vale la pena arruinar el presente por un proyecto de futuro, tampoco es acertado aferrarse al ahora como si no hubiera un mañana ansioso de sepultarlo.

28

Por más que horade el seso la verdad, ninguna desilusión es tan incapacitante como la carga de engaños que la vida en domesticación comporta.

29

Quitad al ser humano la voluntad de extenuarse haciendo cualquier cosa y la inutilidad del tiempo por llenar adquirirá dimensiones de tortura en la desfiguración que implica marchar a través de la metralla de los instantes. 

30

Seamos francos: contados divertimentos pueden equipararse al solaz de elaborar una excusa perfecta para procrastinar.

31

La gravedad planetaria se multiplica cuando uno está cómodamente tumbado en la cama. Se precisa entonces la fuerza descomunal de un cohete para alcanzar la órbita del acto.

32

La mayoría social tiene el vicio de ponerle precio a todo sin saber lo que vale un maldito gen.

33

Ningún alma es más soez que la del remiso a justipreciarse sin el tráfago de su condición social y ninguna tan pobre como la inepta para ver más allá de sus condiciones materiales.

34

La atención a las pequeñas cosas depara incalculables riquezas.

35

En las concertinas de los nervios a jirones nos acompaña el tañido de la verdad.

36

Debe la música gran parte de su gracia al embrujo para lograr que el yo desaparezca en un medio etéreo de manera indolora.

37

La valentía consiste en dejar que el miedo nos pruebe; el valor, en impedir que el precio nos compruebe.

38

No es el tiempo un pasar por cada cosa, sino el pasando siempre por todas las cosas juntas.

39

Si a falta de mejores argumentos la historia careciese de hechos truculentos, estudiándola moriríamos de aburrimiento.

40

Todo pensamiento acaece anterior al lenguaje y todo lenguaje expresa, antes que el pensamiento, el  cociente del proceso por el cual se intenta asir el concepto. Salvación frustrada de la idea es la palabra que arroja su red sobre ella y apenas retiene su aroma. 

41

Nadie que piense en profundidad lo hace verbalmente. El pensamiento creativo es como un rayo que hiende el campo semántico al que acude después la cultura para llenar el horizonte de palabras huecas.

42

Si renunciásemos a emplear palabras tajantes como «siempre», «jamás», «únicamente», «ninguno» y «todos», por no dilatar la lista, nuestro discurso carecería de vertebración. Dependemos de una retahíla de supercherías para poder transmitir el más leve soplo de autenticidad.

43

Si todos los hombres hicieran lo mismo, ya no serían hombres.

44

No es noble buscar eco en los sucesores, sino complicidad en los antecesores. 

45

Quienes procrean, jugando a ser dioses, con la carne viva de sus hijos engordan el averno. El acto reproductivo renueva en cada generación la expulsión del Edén. La mayor añagaza del Maligno es haber hecho creer a los humanos que tienen por soberana misión repoblar el mundo. 

46

Si nuestra especie fuera un incendio, y así es como la contemplo, la procreación convertiría en pirómanos del alma a todos los que encendiendo otra vida propagan el holocausto.

47

A la postre, la afición a engendrar se alimenta en el humano de una desmesurada alabanza de sí mismo y de una imprudente negligencia hacia el sufrimiento de la criatura a la que se hace venir sin necesidad. 

48

Irresponsablemente productiva y perversamente reproductiva: se podrá describir de otra forma la sociedad contemporánea, pero ninguna descripción sería justa si excluyera, minimizase o disculpara tales excesos. 

49

La «memoria piadosa del antepasado que domará al recién venido», delineada aquí con palabras de Zambrano, olvida siempre lo esencial: que perpetrar daño de vida no es un acto generoso; no podría serlo, de ningún modo, siendo un antojo afrentoso. 

50

Si eliges no hacer ni hacerte daño, nada sería más indicado para ti que renunciar a hacer vida, cuna de todos los sufrimientos y temores abortables. La tesis de Benatar gira alrededor de esta disyuntiva y su conclusión es que la mejor existencia posible, juzgada sin sesgos optimistas, no merece la pena. Bien distinto sería si los progenitores pudieran garantizar a sus hijos un nivel óptimo de felicidad, preservarlos de la menor congoja y abastecerlos de una fuente de motivaciones incólume frente a la adversidad, pero me temo que este cuadro no solo pertenece al océano de lo inconcebible, sino que los padres son por naturaleza una parte gravosa de la carga que caer en las celdas del tiempo conlleva.

51

Sobredimensionada desde cualquier perspectiva que se la enfile, una humanidad desbocada en su crecimiento no es distinta de una máquina de guerra imparable una vez ha sido puesta en movimiento.

52

Una explicación parcial sobre la mala prensa que tiene la ingenesia, a despecho de que la superpoblación sea considerada como uno de los azotes de la humanidad, es que las revisiones radicales de las posiciones mentales dominantes generan rechazo social, desazón emocional y ruptura de las creencias estimadas como inequívocas, además de conminar al desagradable esfuerzo de volver a evaluar las pautas de vida que hasta ese momento parecían pilares inamovibles. Los estados de mayor claridad mental son también los más extraños, los menos comunes; nada de raro hay, pues, en que los cerebros más limitados para abrirse a la verdad retrocedan ante el menor destello de conocimiento. 

53

No mueren las verdades tan rápidamente como sus portavoces ni son tan fértiles como sus detractores. La religión natalista fenecerá de éxito y la humanidad quizá sobreviva gracias a sus descalabros para enmendar su histérica adicción a la vida.

54

En una sociedad que centra sus energías en el afán de lucro y la expansión monetaria, los individuos están condenados de antemano a no ser más que calderilla.

55

Aunque el componente individual de una sociedad pueda reprogramarse a sí mismo, el esquema general ejecuta una posibilidad inmutable.

56

El optimismo es frecuente en la boca de los cínicos y en los ojos de los cándidos.

57

Perder magistralmente el tiempo, perderlo consciente y premeditadamente; dedicarse a un calmoso devaneo que aporte realce a la experiencia y distensión contemplativa al pensamiento, es una de las necesidades psicológicas más descuidadas por este mundo obsesionado con extraer el mayor rendimiento a cada instante, a cada espacio, a cada actividad y a cada partícula. Nada emponzoña tanto el alma como la pasión codiciosa llevada al paroxismo en el síndrome capitalizador que pretende «ganarle tiempo al tiempo». En esta lucha a contracronómetro que el humano agita como batuta de sus falsas vigilias, nadie hay más vencido, él es el primero de los forzados a deslomarse hasta la muerte.

58

¿Qué ha sido del refugio de la noche para despertar los sentidos adormecidos durante el día?

59

Mala luz irradia el pensamiento donde solo la llama es fuego.

60

La velocidad, extensión y penetración de los cambios propulsados por la técnica debería modularse con la comprensión de las consecuencias que acarrean. Debería, pues, producirse un sincretismo coordinado entre las artes y las ciencias a fin de impedir la erradicación de los valores, ecosistemas y conocimientos que el pasivo sometimiento al imperio de la máquina soporta a condición de preservar la ilusión de la prosperidad.

61

El triunfo de la técnica no trasluce tanto la deshumanización de la cultura como el drenaje del alma, a la que el mundo moderno acusa de ser un trasto obsoleto, un estorbo para el progreso que ha hecho de la escasez el turbo de su abundancia y de la creciente automatización de los modos de vida el estándar de su productividad.

62

Se fomenta la irresponsabilidad moral allí donde se busca extirpar de la vida consciente las cualidades que la hacen más espontánea, o lo que es igual, menos permeable al acondicionamiento necesario para que funcione como un procesador subalterno. Hoy por hoy, sería desatinado no sospechar que la siguiente etapa en la carrera tecnológica de suplantación de las peculiaridades humanas por sus contrapartidas cibernéticas incriminará a quien escriba con su propia caligrafía, se desplace haciendo uso de sus extremidades y expanda su imaginación al margen de la megalópolis virtual. La «insociabilidad digital» es ya motivo de desdoro según la homologación de gustos y costumbres adoptada por las generaciones nacidas bajo los reglajes epistémicos del fundamentalismo informático que ha contribuido a hacer de ellas las más calcaposes, asistidas y monitorizadas de cuantas han desfilado por la historia; puede que también las más preparadas para dar y recibir falseamientos con los borrones de una mocedad cuya impenitencia se ha vuelto refractaria a la escuela de baldaduras de la experiencia.  

63

Un lema sacro de la sociedad actual, postrada ante el poder de una técnica que cree salvífica, es que toda posibilidad de innovación ha de convertirse irresistiblemente en un imperativo, como si entre la mente humana y la materia no existiera capacidad de elaborar un juicio autónomo y la toma de decisiones reflexivas fuera un obstáculo para la inercia cultural que a tantos hace creer que más, por defecto, es mejor.

64

Donde ningún cerebro de lata se delata, a los orgánicos la mata les sale por la culata.

65

Las máquinas son como los mitos: su creciente poder socava el alma cuando, so pretexto de estar a su servicio, se sirven de ella a pleno destrozo. Una cosa es emplear dispositivos para ampliar las capacidades propias de la criatura y otra diametralmente opuesta estar obligado a utilizar de forma sistemática maquinarias que atrofian, deterioran o reemplazan esas funciones. Según Lewis Mumford, a cuyo criterio me acojo como al de un zahorí en el secarral, «gran parte del pensamiento “progresista” moderno, tanto en la ciencia como en la técnica, se dirige a abastecer a la máquina con cantidades cada vez mayores de componentes humanos, sin el más mínimo atisbo de preocupación sobre lo que será de la vida del hombre si este proceso se prolonga indefinidamente».

66

Cada superación técnica de una limitación natural genera otra barrera más penosa de franquear.

67

El progreso humano, suponiendo que tal reunión de vocablos aún nos provea de algún sentido, no se mide por el número de instituciones anticuadas que la razón instrumental puede derruir, sino por las intuiciones primigenias que la inteligencia, libre de petulancias, puede rehabilitar. 

68

Redarguyamos la idea de los transparentados que profesan una dunda confianza hacia la ubicuidad tecnológica desde el convencimiento de que nada tienen que ocultar: ningún apremio es apto para enseñar lo que otro quiere empeñar. 

69

Con la instantaneidad de la vida cibernética no mengua solo el tiempo y el espacio, sino también el alma embutida en ellos.

70

De igual modo que en el sistema natural sería una aberración ecológica que el desvarío de una sola especie predominase sobre los demás, en el sistema cultural es una aberración antropológica que un solo régimen de vida alcance la primacía absoluta sobre cualquier otro.

71

No es válido cuestionarlo todo sin que todo cuestione al objetor.

72

No existen pueblos maduros en el sentido elogioso del epíteto, pues nunca coinciden en un mismo tiempo varias generaciones de individuos lo bastante esclarecidos como para constituir una mayoría cansada de seguir amamantando la apariencia de sentido que mantiene en marcha la sociedad. ¿Cuántos hombres cabales serían necesarios para despertar en los demás la noción del despropósito que hay en aferrarse a los escombros heredados cual si fueran un tesoro sacramental? Los pueblos pueden y hasta deben llegar a la pochez, y cuando esto ocurre, sus gentes se rinden, no se propagan.

73

Viajar ensancha el conocimiento, sobre todo cuando el viaje va más acá de uno mismo. 

74

Los urbanitas son cazurros habituados a funcionar al compás de la proliferación de automatismos dentro de las moles superpuestas al racionamiento de su asfixia; fuera de las ciudades, lejos de los confines cercados por escaparates y de los plásticos sempiternos que acordonan el trasiego de proximidades desechables, pierden la orientación de las sietes direcciones y se aspan con remilgos cuan mostrencos son. La universalidad, que me resisto a identificar con el cosmopolitismo, consiste en llevar un mundo salvaje dentro de sí, no en moverse con la suficiencia de una rata callejera por las colonias de cemento y esmog.

75

Con la agricultura de intensivo exterminio que impera en estas tierras desamadas, las cunetas abonadas de antiguo con represaliados y las landas marginadas entre escombreras reverdecen como el último oasis de la biodiversidad.

76

Cuando uno atraviesa la historia del ser humano con clarividencia, descubre que el núcleo de la experiencia espiritual ha estado en cada época al alcance de las conciencias menos nubladas, mas entre la clarividencia y la sociedad ha mediado siempre una funesta simetría: lucidez en demasía incapacita para desenvolverse en el mundo circundante tanto como un exceso de mundanidad mina la lucidez. 

77

Dulce fermento de amargura se obtiene de la lucidez, es la Botrytis que pudre noblemente el racimo de la conciencia.

78

Destronarse es la batalla más inmensa que uno debería librar cuando cifra el sentido de su grandeza en el prestigio que ansía proyectar sobre los demás.

79

Piensa que eres frágil, y lo serás. Piensa que eres fuerte, y tu suerte quebrarás.

80

No por ser brillantes intelectualmente dejan algunos iniciados en los misterios perennes de ansiar soluciones heroicas en lo que parece una última esperanza de trascendencia, como si la voluntad épica pudiera estar exenta de fatalidad. Es el finalismo que tienta al peregrino, siempre que el cansancio espiritual hace mella en él, con la promesa de llegar a una síntesis unitaria: Dios, Todo, Eternidad…

81

Si en cada embarazo viésemos otro caballo de Troya introduciendo subrepticiamente invasores y en cada extranjero que pide asilo un potencial compañero de armas frente a los fementidos que incitan a enemistarnos con el alógeno para desviar la atención de las infamias cometidas por el indígena, el mundo seguiría siendo un apestoso campo de batalla, pero es probable que las fuerzas en lid no estuvieran tan descompensadas. 

82

Tan lamentable es que las naciones de tez clara criadas en Europa invadieran a fuerza de cruz y arcabuz tierras pobladas por gentes con un poderío bélico inferior, como que en el presente, una vez consumido el Viejo Continente en los fastos de su sepelio histórico, sean otros bárbaros, armados de la muy carroñera falta de escrúpulos para multiplicarse, los que migren en masa sobre el aún caliente difunto.

83

Antes de poner tierra de por medio huyendo de un mal corral, póngase espíritu entre uno y la tierra y piense el fugitivo con detenimiento que allí donde haga llegar sus penurias hallará, junto con los escollos para subsistir, la estrechez de los autóctonos embravecida en forma de nacionalismo.

84

Nada es más extraño a la naturaleza que la distinción entre normalidad y anormalidad.

85

De la Revolución Neolítica a la Involución Digital, por más que la cabra haya tirado al monte, tabúes tribales, dogmas religiosos, coacciones castrenses, leyes clasistas y exigencias técnicas han modelado la condición humana durante milenios con coordenadas de conformidad que la naturaleza jamás ha necesitado para reinar.

86

No ser solo bestia, no ser solo humano, no ser solo Dios.

87

Dios Ausente, Dios Escondido, Dios Desaparecido: el tutor al que apela en secreto de adustez nuestra ufana racionalidad científica.

88

Nadie sabe más que Dios de todas las cosas, pero si en verdad lo supiera todo ninguna cosa sería.

89

Por el coste incalculable de los grandes proyectos colectivos sabemos cuánto bien debe el mundo a sus desertores.

90

Qué fácil es para el meapilas promover campañas de ayuda al más lejano para poder desatender a conciencia el infortunio del más prójimo.

91

La instrucción contra las filfas implantadas por la cultura como certezas necesarias es el primer acto de generosidad que el amor a la sabiduría ofrece al náufrago, que se suma al estímulo radical de la franqueza sin cuyo ejemplo toda incitación a vivir con entereza y morir con desasimiento no trascendería la inflación de una existencia hipotecada a los embustes de su tiempo.

92

La civilización ha emparedado nuestros sentidos con los muros incorpóreos del adoctrinamiento para protegerlos contra la fuerza verídica de sus propias experiencias.

93

No hay cortijo sin cortijeros ni escondrijo sin agujeros.

94

Que las personas más hacendosas suelan ser también las más chatas de entendimiento no significa que las más holgazanas sean necesariamente perspicaces, pero sí que quien así lo cree no pertenece al conjunto de los preclaros, pues a estos no se les escapa que la necedad posee tantas y tan engañosas caras que ocuparse de identificarlas sería una labor no exenta de padecerla.

95

La realidad del alma no puede ser conquistada; puede a lo sumo ser recobrada y, las más, devaluada.

96

Lo que hay de perecedero en el ser se siente perennal, inmarcesible presencia, cuando es al fin ensartado por el eje inveterado de la visión que lo centra.

97

Tiene la melancolía tanta añoranza de gracia como voluptuosidad depositada en la desdicha. Si quedáramos a merced del brumoso crédito que le concedemos, solo un padecimiento mayor podría espabilar la tentación de rescatar la cordura de las fofas anuencias de la desolación.

98

El estrés que nuestros antepasados experimentaban de forma puntual en su adaptación a los desafíos de un medio donde forrajeaban indómitos y dispersos, es hoy el carburante que la motorización de la sociabilidad succiona de los individuos como parte del suministro postulado por el culto a la celeridad.

99

Cuando la laboriosidad no es útil al ser sino que demanda seres útiles para el sistema de programación universal, aun respirar se trueca en maldición industrial.

Shaun Tan, The Night of the Giants

100

Los líderes demagógicos y sus expertos nos traen desde las catacumbas por el camino tecnológico de la amargura que desciende miniaturizando las posibilidades de la mente humana a tenor de las operaciones que pueden ser dirigidas por control remoto.

101 

Que la amena sintaxis entre conciencias prevalezca sobre las procaces licencias de la técnica.

102

Si Genotipo fuera el nombre de la vida, su ineluctable apellido solo podría ser Descomposición.

103

No experimentar la podredumbre íntima es el primer síntoma de zombilidad. La muerte comienza en la mórula.

104

Piensa sin pesar, sopesa sin apresar.

105

De la nada es un ensueño la realidad, luego nada es inimaginable para la realidad.

106

La aflicción no es de seguro una secuela de un episodio torcido de la existencia, sino la misma existencia en el estado que mejor la define.

107

¿A qué infinitas comuniones de espinas no obligará una vida pintada de rosa?

108

Quien es capaz de representarse la ausencia de todo pesar y desconsuelo como una realidad, demuestra que también la superficialidad tiene entre sus filas a superdotados en falta de juicio. La cegadora creencia en la felicidad, como cualquier alarde de soberbia, resulta tan pueril en su discurso como falsa en sus resortes internos. No hay asomo de dicha entre sus feligreses, quienes contra toda evidencia han hecho de la imitación de lo inverosímil una urticante apologética de la banalidad.

109

Todo el odio que hubimos de irrealizar contra el mundo por amor a la sabiduría no hace de nosotros seres más completos, tan solo seres menos aborrecibles por aquellos a quienes aborrecemos.

110

El problema que plantea el uso de sustancias psicodélicas a los gobiernos no es de índole sanitaria o criminal, sino epistemológica. Tiene que ver directamente con el hecho de que quien altera sustancialmente su percepción no se limita a jugar con los esquemas de su psiquismo, pone también en jaque a los sistemas de convenciones que mantienen la sociedad en el nivel requerido por su ensamblaje artificioso.

111

Cual niños parlando de la conducta sexual de los adultos o de libros cuya lectura no alcanzan a descifrar, así se me antoja que la mentalidad oficial aborda las cuestiones relacionadas con la expansión de la conciencia en general y con las sustancias psicotrópicas en particular.

112

Preocupadas porque cada individualidad disponga de una llave para abrir las puertas de lo sobrenatural, las organizaciones religiosas que deben su razón de ser a la puesta en escena de intermediarios entre los fieles y la divinidad se cuentan, junto a los cárteles del narco, entre los primeros grupos de presión interesados en eliminar a los competidores de rango superior que tienen en los alcaloides visionarios. Los mistagogos de esta farmacopea alternativa a redentores de palo y vírgenes descoñadas son tan herejes de la cruzada prohibicionista como antaño, bajo el dominio de la adulteración teológica, fueron los portadores de saberes paganos.

113

El más satánico de los credos es aquel que no concibe ni tolera que exista una infinidad de formas de encontrarse con lo divino, ergo los monoteísmos abrahámicos pertenecen a la red de sucursales que el ánimo de malversar almas tiene abiertas en el garito planetario.

114

La impenetrable realidad que detectamos en los otros nunca nos compensa lo suficiente por la certeza de que la mayor parte del tiempo no existimos para los demás.

115

Aun si el alma pudiera vaciarse por completo de sí misma, la inabarcable morriña de su ausencia revertiría su agonía en el último instante hasta un alumbramiento fatal.

116

No hay razón para temer las consecuencias derivadas de contemplar los problemas más complejos de la vida como procesos en los que la responsabilidad individual representa una magnitud relativa, salvo que se deteste cruzar en paz por los sucesos más desconcertantes que a uno le atañen.

117

Una vez siente saciadas sus necesidades básicas, el ser humano desea lo accesorio como si fuera imprescindible, y cuando al fin su entrega a las más superfluas aficiones se agota, la dinámica de su avidez lo encamina hacia las supuraciones del desafuero, cuya lógica viciada lo arrojará, tras un rodeo por la compulsiva huida de sí mismo, a un pozo de hastío que hará envidiables sus carencias iniciales. 

118

El abuso del goce es la horca del placer. 

119

Todas las almas anhelan el paraíso, pero no hay momento de mundo que no las acerque al Hades. La vida nunca es más unánime que en la negación del contento.

120

La mayor tristura exhala un poder que invierte, sin necesidad de refutaciones nihilistas, la capacidad autofloreciente del alma. A este poder también se lo conoce como abandono, el desarraigo metafísico propio de la criatura que se siente mutilada de todo tras haber saboreado la gracia en una conexión cósmica irrecuperable.

121

Para los desrazados, y todo español que no se mienta a sí mismo lo es, ningún orgullo debería ser más ridículo que el basado en las supuestas virtudes de su etnia. 

122

Moda, gastromanía, deportes y el vampirismo mutuo de la usina virtual configuran algunos de los más trepanadores focos de inopia que mantienen entretenida a la grey occidental, ingredientes a los que la nación española añade por cuenta propia el viejo pero nunca bien satisfecho deseo de exterminar al vecino cuando no piensa como él. En cuanto un grupo se aglutina, busca traidores a la masa contra los que poder compactarse. Tal vez sea la propiedad que explicaría por qué cualquier hijo de fulano se cree en estos solares con todo el derecho de sus ancestros a pedir o expedir certificados de pureza a los demás.

123

El vivo sentimiento de compañerismo que otrora unía de forma natural a los vulnerables del mundo, hoy ha sido borrado por el odio entre pueblos, las disputas entre familias y las envidias entre vecinos.

124

¿Qué valor puede tener la pegajosa idea de país en comparanza con el sentido del alma que extiende sus raíces no solo más allá del territorio físico de la patria, sino de la jaula conceptual de la propia especie? Una sanguinaria mentira que provoca el acoplamiento de la chusma con la inconsciencia, un voraz pretexto al servicio de los que reclaman gabelas para mantener su endogamia y rodean de alambradas las porquerizas donde la practican.

125

El carro del vencedor nunca hubiese llegado tan lejos tirado solo por los vencidos. Su mayor fuerza motriz es el empuje de los convencidos. 

126

Desde que el ser humano es un animal doméstico, la constante ha sido una minoría dominante ocupada en no ser desbancada y una mayoría preocupada por no contradecirla. Es lo que algunos intelectuales mercenarios enaltecen con el nombre de «paz social».

127

El más repugnante problema que plantean las utopías no es su carácter elusivo, sino la facilidad con que la tecnificación de la sociedad puede hacerlas realidad. Esas hipotéticas «sociedades perfectas» sacan a la superficie, como nunca antes se hubiera creído posible, tendencias de amplio alcance para los tecnócratas e inversores tentados de simplificar la naturaleza humana por medio de sistemas prefabricados donde las bondades del progreso masivo serían, en la práctica, indiscernibles de una cadena de montaje colectivo.

128

Cuesta imaginar nada mejor que una utopía mediatizada por la tecnología para que la inmensa cantidad de conocimientos indexados sobre el animal humano y sus instituciones sociales representen un acervo inútil frente a la ambición de engranar a las personas en un estado de disponibilidad mecánica.

129

Escrito está que ha de caer como el plomo lo que sube como la espuma.

130

Si por el afán recaudatorio de los mandamasarios fuera, inhalar aire adunia sería motivo de infracción.

131

Por la enormidad de sus crímenes muchos hombres merecerían vivir centurias sin salud y sin hacienda, lampando en los bucles de su desazón, pero respirar por tanto tiempo el mismo fluido que ellos sobejano castigo sería para los demás.

132

Todo lo que el mundo enseña podría quintaesenciarse en una sola lección: llorar. Y todo lo que del llanto puede aprenderse en esencia es que la más modesta inexistencia sigue siendo preferible al mejor de los mundos posibles.

133

No es imaginario ver en cada símbolo el fósil de una experiencia transfiguradora. Adquiramos visión en las cumbres para tener con qué alumbrarnos en las tinieblas, de regreso al valle.

134

En el cruce de laberintos que al traslape de sí mismo uno es con los demás, aguarda una perla negra otra luz para brillar. 

135

Cuán poco Dios enciende en su ser aquel que por máxima referencia de la llama universal sigue una fe. A Dios no hay que creerlo sino sentirlo para preñarse de su presencia. 

136

Si en cada ser humano viaja el alma reencarnada de un dios, cabe colegir que este aceptara tal aventura con la condición de poder rescindirla a voluntad. El acto suicida, amén de otras consideraciones metafísicas, fulgura bajo esta conjetura con la potestad que esa naturaleza numinosa asumiría dentro de la persona.

137

Caprichosas formas tienen los dioses de revelarse. También ellos son extranjeros entre nosotros.

138

En un monte olivarero cuentan que halló Jesús la almazara de su sino. Sufriendo un acceso de zozobra que, con la salvedad de Job  —patrón de todos los puteados—, no tiene parangón bíblico, la hesitación humanizó al Padre y lo indujo a sentenciar que el Hijo del Hombre ultimara aína su avatar, mas de no ser porque a fuerza de monedas fue clavado en la versión más pervertida de axis mundi, con suma dificultad hubieran podido prender su corazón a ese árbol sediento de dolor y exangüe de conocimiento. «Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz» (Mateo 26, 39). Ante este trance aciago, paradigma de un descenso al inframundo, la corona de pinchos representa la majestad de la perplejidad, y supuesto que todo humano porta la suya, ninguna plegaria nos acerca más a Cristo que evocar, en el tósigo de nuestros desvelos, la noche oscura de Getsemaní.

139

«Tener más razón que un santo» es una estafa conceptual. Los santos nunca han pretendido tener razón, su mayor aspiración ha sido estar en unión cordial con el Hacedor, cuyas razones nadie puede conocer más allá de los evidentes disparates que ha cometido.

140

Cualquier solución que no sea letal reincidirá en las inmundicias de la existencia, y si no es incierto que ninguna blasfemia aporta sabiduría, quede al menos a favor del desconsolado la facultad de renegar del universo cuando su espíritu no encuentre en la vastedad de la creación lugar ni momento sin mancilla.

141

El mono pobre en todo busca provecho; al mono sabio todo le aprovecha. 

142

En poder de una mente vulgar el conocimiento sirve solo de profiláctico contra la propagación del saber. 

143

La inteligencia no es por sí sola una fuerza, pero ninguna fuerza perdura sin inteligencia.

144

El poder sobre otros adultera de soberbia a los débiles y debilita de melindres a los fuertes.

145

Quien acepta envilecerse para vencer, termina derrotando sus mejores razones para luchar.

146

El alma sólo le crece a quien el mundo aborrece.

147

Hay que tener un sentido asaz deturpado del olfato para predicar el amor a los coevos con quienes se comparte el deterioro en común.

148

Todo puede ser explicado por el mito porque nada mítico puede ser minorado a una sola explicación.

149

Donde la insinuación no se entiende, la mejor conversación suspende.

150

No es casual que la estructura en forma de cruz latina donde la crucifixión se consuma se asemeje en lo elemental al diseño de los órganos reproductores femeninos porque, no en balde, dar vida es dar tormento. 

151

Mientras fornicamos no sentimos al verdugo que se abre paso, a través del frenesí desprecintado de nuestros sentidos, queriendo fertilizar el tártaro con una nueva víctima. Colmo del percance de haber nacido es que los progenitores esperen de sus accidentados la misma gratitud que si hubieran sido beneficiados con el más espléndido de los regalos.

152

Tengamos presente que nuestras más inteligentes observaciones solo son torpes impresiones para la atenta mirada de la eternidad. 

153

El sentido de la intemporalidad, sub specie aeternitatis al cogitar de Spinoza, disipa las figuraciones del mundo manifestado como la inspección del tercer ojo de Shiva reduce a cenizas la creación. Pero esa destrucción solo es aparente porque, ¡adiós al obturador!, la visión de otra realidad coincide con la realidad de otra visión. Lo que ha existido una vez existe por siempre.

154

Dejando atrás el anhelo de las cosas cambiantes que jalonan el mundo fenoménico, el espíritu abocado a la sabiduría pasa a descubrir descubriéndose la ilusoria totalidad de lo creado como causa primordial de su nescencia.

155

Aprender a reconocer la propia naturaleza y obrar en consonancia es un primer paso hacia la sabiduría. El siguiente podría ser entender que entre nuestra naturaleza y las demás la diferencia no existe más que por convenio o por invidencia.

156

Fruto directo del connubio entre ilusión y necesidad, todo cuanto uno haga en este cosmos es usufructo de una irrealidad que redunda solo en beneficio de sí misma.

157

La vida está de parte de los discapacitados para tomar conciencia de su irrelevancia, de los disminuidos por la adhesión a los acontecimientos; favorece a la mayoría ofuscada que se siente a sí misma como supremo baremo en materia de normalidad. Si desde una visión transversal de la existencia es ineludible no desvelar la nulidad de los actos, para el ser velado por el yo lo inevitable es actuar como si su efímera fracción de cosmos fuera el culmen del devenir.

158

La verdad no es disolvente por lo que tiene de cierta, sino por todo lo falso que no se sostiene en su presencia.

159

Comprender es conservar.

160

El método científico es un molde que rompe la naturaleza de su objeto de estudio con tal de absolver al observador.

161

Una filosofía disociada de la experiencia íntima y buscona de su refrendo en las ciencias físicas al igual que un perrito sumiso mendiga la caricia de su amo, antes incluso de esbozarse útil a un propósito humano ha festejado sus exequias en una placa de Petri.

162

La ciencia debería ser la investigación por excelencia de ese prodigio irreductible que llamamos universo, no la negación metódica del misterio, ni mucho menos una tentativa de sustituirlo con invenciones carentes de grandeza.

163

El conocimiento descriptivo del mundo visible resulta irrelevante si no se integra con la exploración de las propiedades del mundo invisible que entabla relación directa con la subjetividad.

164

¿A qué precio avanzamos? Despilfarro de recursos básicos, destrucción del entorno natural, olvido de tradiciones valiosas, envenenamiento alimentario, depauperación intelectual, hacinamiento en suburbios, aceleración alienante de los ritmos de trabajo, mecanización de los hábitos personales, depresión endémica… Ya no puede albergarse la menor duda de que convertir la eficiencia técnica y el rendimiento económico en el norte de la sociedad representa una perturbación de tal magnitud que se la podría comparar con la obediencia del cerebro, en el orden anatómico, a unas piernas entrenadas para correr sin otra meta que reventar.

165

La superstición del acto es la proteína del cuerpo social.

166

Si convenimos que «magia», en sentido lato, es el arte de producir ilusiones con medios artificiales, habremos de reconocer que vivimos bajo el encantamiento de unos magos tan terribles en sus fines como fastuosos en su afán de generar verosimilitud.

167

Para un político demócrata todo el que no se corrompe en sociedad es suspecto de atentar contra ella. 

168

Ninguna democracia de masas funcionaría si la opinión personal no debiera más al troquel de los convencionalismos que a sus singularidades.

169

Para atraer electores nunca apuntan los partidos demasiado bajo.

170

Si te parece absurdo creer que alimentándote de ruiseñores cantarías mejor, ¿por qué sigues creyendo que acudiendo a más convocatorias electorales aumentaría tu capacidad de decisión?

171

«Social» es al izquierdista lo que «privado» al derechista: una patente de corso para adueñarse por la cara de lo que otros han ganado arqueando la espalda.

172

Tan opuestos como la fuerza centrífuga y la fuerza centrípeta son el extremismo y la radicalidad. Mientras que el extremista aborda las cuestiones desde la periferia, el radical se lanza al centro de la cuestión. 

173

Las revoluciones socialistas y las políticas mafiosas de recortes tienen algo en común, y no me refiero a que ambas exterminen con sus propios métodos a la población, como en efecto sucede en el primer caso a base de purgas y en el segundo mediante la dinamización financiera del empobrecimiento, sino a su desalentadora eficacia para curar de espanto a simpatizantes y correligionarios cuando prueban su propia medicina.

174

No se sofrenan los ricos cometiendo iniquidades porque van por el mundo convencidos de que sus caudales los eximen del derecho de los otros a no ser ultrajados.

175

A todos esos bípedos trajeados que pisan duro sin haber resbalado jamás por el escrúpulo les aguzaría la sensibilidad, quizá hasta el mismo grado que la natural en un gato, y a la vuelta de varias jornadas les pediría que me explicaran qué ha sido de sus suelas.

176

No hay nada más antisocial que el obediente respeto por las acciones de los gobiernos que legislan en contra de otras visiones de la realidad social.

177

El modo más deplorable de censura no es el silencio impuesto, sino la palabra forzada a expresar lo que su autor no piensa.

178

Ha prescrito el tiempo de los partisanos, hora es ya de los francotiradores que aprietan el gatillo y esconden la mano. El pensamiento no ajustado a dogma ni bandera debe armarse, ha de estar preparado para que caiga sobre la libre disposición de sí mismo la tormenta de baldones más capciosa que ha evacuado la historia.

179

El dogmático no estudia para ampliar sus puntos de vista sino para confirmar su estrechez de miras, pero un mismo dogmatismo vuelve levantisco al joven y sumiso al anciano.

180

La necedad no es ofensiva mientras se abstiene de proclamarse imprescindible para el bienestar —es decir, que hoy la necedad es agravio.

181

Doblemente estúpido es creer que el fracaso de la estupidez entraña por necesidad el éxito de la inteligencia.

182

Hay una clase de incultura que ninguna erudición puede enmendar, la indolencia garrafal de creerse superlativo que tantos estragos provoca entre los próceres.

183

Nada hay más común que la imbecilidad, luego el sentido llamado dadivosamente «común» habría de ser el que nos alertara siempre que traspasamos el perímetro de la memez, no el que nos acomodara en ella.

184

No es injusto que alguien inteligente lamente la estupidez de sus errores, ni justo que el cretino sea quien lo enmiende.

185

De la leticia infectada al desdén por el calor del rebaño no hay lugar de retiro en el orbe que pueda purgarnos.

186

No es inteligente eludir las contradicciones lógicas cuando seguir la coherencia conduce hasta el corolario de un atolladero.

187

Las almas endebles son las más devotas porque su necesidad de Dios es mayor, en cambio las robustas, conocedoras de la volatilidad de las acciones que remiten a conceptos escritos con mayúsculas, no sufren más por esa causa que por la locura cósmica de la que se sienten tan distantes como partícipes.

188

Hostias sin dios y alimentos con diablo, así es como atienden dos necesidades humanas primordiales las sociedades atiborradas de escoria.

189

Lo absoluto es la escara de lo insondable donde el temor a lo infundado intenta fijar la inconsistencia ulcerante de los hechos, como si la necesidad de encontrar un apoyo fuera más real que lo real. «No tenemos fuerza bastante para dejarnos curtir por las visiones de la lucidez —anota Cioran en sus nada desnortados Extravíos—. La salud perfecta de la razón contemplando la omnipresencia de la nada, la compañía del espíritu con el vacío por doquier son funestas para el alma. Entonces esta inventa a Dios y todos sus sucedáneos terrestres para mantener un equilibrio que a la luz de la mente es morbidez y vesánica invención».

190

En una época rendida como ninguna otra al vellocino de oro, la claudicación más loable que al individuo le queda por hacer es la de perder en complicidad lo que gana en pobreza.

191

Cuanta mayor relevancia concede una persona a su aspecto exterior, mayor es su sometimiento al decorado alucinógeno del vacío.

192

Da igual como me vista, siempre he sido un mindundi dentro de mis pantalones.

193

«Las virtudes que no poseemos son las que más cuentan para nosotros», asegura Ortega, quien sin embargo se abstuvo de inferir su correspondiente doblez: los vicios que poseemos son los que denunciamos con mayor dureza.

194

Si detrás de una gran virtud suele haber un gran defecto, no es menos cierto que detrás de un defecto notable no suele haber más que una virtud deficiente.

195

El único premio que hace justicia al autor eximio es que sus coetáneos lo dejen en paz. 

196

El periodismo es más didáctico por lo que enfanga que por lo que aclara.

197

No importa la información, importa el conocimiento que impele a la transformación.

198

La mentira está llena de posibilidades que la verdad no barrunta, pues extiende el señorío de sus simulaciones a partir de las falsedades que esta despejó.

199

Todo sonríe, bien que no sin un lelilí de sarcasmo, a quien logra liberarse de su propia exasperación.

Chris Leib, Paniscus Pieta

200

De aquellas dentelladas de joven furibundo estos purés de adulto desportillado.

201

Escoger mentores que se contradigan entre sí es una complicación necesaria para iniciarse en la maestría de sí mismo. Nada, sin embargo, desembaraza de las vanas pretensiones de superar la vileza consustancial a nuestra estirpe como apartarse de todos los modelos con arreglo a los cuales hemos querido vivir.

202

«Nadie conoce a nadie»… hasta que en sueños lo cata. A partir de entonces, por irreal que sea el contenido psíquico que nuestra mente le asigna en sus entramados oníricos a otra persona, nunca volverá a ser la misma en el reino de la vigilia.

203

Hablemos de experiencias, no de doctrinas, y nos entenderemos mejor que si tomamos como punto de partida el enfoque aldeano que hace apología del único mundo que conoce por creerlo único verdadero.

204

Todo hombre que no dude de su fe es un fanático, todo fanático se pliega por un vicio de absoluto a la creencia de que los demás deben ser corregidos en razón de una ley emanada de dogmas y toda ley emanada de esta actitud inflexible constituye por sí sola un peligro universal que engendra miedos, decreta hijos y mueve, con su adhesión sin reservas a la insania de la vida, montañas de esclavos.

205

Lo más lógico para quien ha crecido con una mezquina visión del mundo es condenar de plano todas las experiencias que desbordan su capacidad para manejar otras relaciones entre las diversas realidades que componen la existencia. Si el que así procede ocupa una posición prevalente en la sociedad, marginará el desacuerdo como fruto de la enajenación mental, de la paraciencia o de la malevolencia, lo que más convenga a su necesidad de naturalizar el estado de excepción, que no es sino el acuartelamiento en una óptica donde la mirada propia está suspendida y el propio arbitrio es reprobado como el abrazo de un leproso.

206

En nuestra masificada granja humana la muerte autoinfligida por desesperación debe poco a la libertad, aún menos a la filosofía y casi todo al tribunal de guerra distribuido entre la impune mayoría social.

207

¿Por qué toda inmersión filosófica que no bendiga la autoextinción suena a propósito fraudulento, como un sucedáneo de la verdadera noesis? Hemos de cerrar heridas, solo después de haber cicatrizado nuestra propensión al regodeo en el dolor seremos capaces de examinar con imparcialidad el hábito de confundir la voz de la sabiduría con los alaridos de las llagas.

208

Los anticonceptivos han convertido la procreación en un acto de relevancia ética que desvela la morbidez del nacimiento evitable. «Hacer un hijo no es nada; hacer un hombre lo es todo», proclamó Luis Bulffi, uno de los primeros promotores de la huelga de úteros para alivio de menesterosos y liberación de féminas. Nada justifica que el sufrimiento del mundo deba ser multiplicado y es ilustrativo que ninguna doctrina que obtenga algún beneficio del tráfico de oprimidos se haya opuesto nunca a la detonación demográfica.

209

Como una burbuja de jabón en un río de mierda, nadie con un mínimo de empatía engendrará más vida mientras contemple la prioridad de evitar daños mayores sobre el deseo de dedicarse a la  puericultura porcicultura.

210

Si el mundo sigue llenándose de atolondradas gentes con ganas de reproducirse, pronto no será menester heredar la mayor parte de ese órgano instalado en la cavidad craneal. Del proceso de encefalización de quienes carecen del consecuente sentido del tumor que supone procrear, lo mejor que puede aseverarse es que a nivel práctico se halla en pañales.

211

El varón no se afemina por la disipación del temperamento entregado en cuerpo y crisma a los deleites sexuales —eso pensaban las clases altas del mundo romano—, pero es innegable que disminuye en vigor e independencia cada vez que somete su juicio a la veleidad, típica de hembras inmaduras, de fecundar un vientre.

212

El diabólico hecho de haber nacido debería ser motivo inconcuso para negarse a desperdiciar en el trabajo el alma que aporta su chispa divina al individuo. Del esqueleto a la piel, si bien se mira, trabajar obliga a un desalojo del ánima que hiere a nuestro dios.

213

Qué sinuosos senderos crea el alma cuando la sociedad le cierra sus puertas, y qué valioso resulta uno solo de sus pasos por tan selvático periplo en comparación con la carrera infinita que el enjambre humano realiza alrededor de los mismos fiascos.

214

Tal como la postración es la queja del alma mermada por una función productiva, la función reproductiva aqueja en ella cariz de epidemia.

215

Tan obvio como que nada sobrevive a la muerte es que nadie muere sin quedar a disgusto con la vida por parva que sea la ambición que le reste al pie de la sepultura. Hagamos lo que hagamos entre la cuna y la cárcava, dancemos imperturbables sobre la pista de nuestra cuitas.

216

Vale humanamente más equivocarse en la toma de una decisión libre que avanzar sin problemas por el carril de los lugares comunes.

217

En posesión de una verdad que no concuerda con la ordinaria necesidad de concordia, el pusilánime sacrificará a la conciliación la evidencia que el seguro de sí mismo escogerá a expensas de concitar la acritud ajena. Inteligente sería, en cualquier caso, demostrar a los reticentes que ningún acuerdo que excluya el conocimiento de los hechos tiene valor.

218

Quien se jacta de ser fiel a su pareja lo que realmente siente y no dice es que sus celos están por encima de su amor, de ahí que procure encubrir con el hábito de la virtud los churretes de la posesividad.

219

«No quiero ser amo de aquel a quien amo»: toda declaración de amor encierra perjurio si no hace suya esta aclaración.

220

No demuestra el amor, tan a menudo transformado en odio por un revés, que la inversión de su magnetismo sea una propiedad intrínseca del sentimiento, sino que la flaqueza suele ser la tónica del sentidor. Y aún diría más: es rasgo de villanos no saber amar en el ahora sin guardarse un acopio de repulsa para el mañana, por no abundar en la prolífica confusión que supedita el amor al deseo de poseer en exclusiva a la persona ansiada como objeto de pasión.

221

Ninguna nimiedad es óbice para ilustrar el emblema de nuestra máxima valía.

222

Más encomiable es perder reputación por un exceso de prudencia que ganar aplausos por un exceso de insolencia.

223

Al igual que libre de gérmenes nuestro organismo no podría vivir sin experimentar dolencias al realizar actividades tan inocentes como morder una manzana, desprovista de personalidades divergentes la sociedad humana se inflamaría de gregarismos hasta colapsar. 

224

El optimismo conduce a la necrosis espiritual mediante un proceso análogo a la glicación biológica. Si esta, a causa de los elevados niveles de azúcar en sangre, da curso a una deformación de las moléculas proteicas que dispara las reacciones inflamatorias del cerebro, las actitudes acríticas del «pensamiento asertivo» inducen una regresión cognitiva que solo puede paliar un tratamiento de choque con la más cruda verdad.

225

Para aquellos que hemos dilatado nuestras antítesis hasta la edad del disimulo sin haber sido consultados sobre la validez de las leyes vigentes, las canas nos dejan ver que la médula de ese legado, elaborado en medio del atracón represivo y a favor de una minoría no precisamente honorable, es una frontera que conviene derribar de inmediato so pena de que sea nuestra inteligencia la derribada.

226

Las intuiciones fundamentales se dan en caliente, pero las decisiones cruciales han de tomarse en frío.

227

Por el simple hecho de seguir viviendo, todo ser consciente confirma su posición dentro de la horda de los que temen desaparecer aun no habiendo elegido nacer. Salvo los empantanados en su propia sangre que son capaces de renunciar a todo hasta el punto de hacerse desaparecer, ¿qué ayuda más al hombre común en su tránsito diario por la aflicción aparte del orgullo de creerse mejor que los demás?

228

Dado que nadie es bien nacido, deshágase uno de cuantas vejaciones manda la existencia para poder asumir la meritoria obra de ser bien muerto de sí.

229

La necesidad que siente un quídam de distinguirse a cada paso de los demás no a través de un código excepcional de comportamiento, lo que sería una salubre e introspectiva aproximación al porte de un sabio estoico, sino mediante arrogancias subordinadas a elementos tan accesorios como la profesión, el nivel de renta o la celebridad, solo ponen de manifiesto que la bajeza y la desfachatez son atributos sinérgicos.

230

Golpear a un congénere en un ataque de ira no es tan condenable por la violencia en sí como por la vulnerabilidad explosiva del ánimo proclive a dejarse doblegar por el furor desbaratando otros recursos expresivos cuando aún podía salvar la compostura. El hombre de mayor entendimiento ha de ser, por eso mismo, el de mayor comedimiento.

231

Contra todo pronóstico razonable, sirve la razón para justificar cualquier acto que la pasión dicte como si fuera el intelecto quien lo aprobase.

232

Devolver bien por mal no es hacer bien. Y mal por mal, tampoco. El canalla puede permitirse actos que un gentilhombre abominará no por cuantas semejanzas haría impropias de su virtud cuanto por la firmeza que en ellas desharía.

233

Cuando sientas que el vaso de tu paciencia a punto está de rebosar, recuerda que ningún mortal merita la prerrogativa de trastornarte y el vaso se agrandará.

234

«Ser una máquina» solo es elogioso en el sabotaje de máquinas.

235

Sanar significa estar dispuesto a saber, cueste lo que cueste a la mente la enseñanza de la urdimbre, que las cáscaras de identidad que la envuelven deben morir. 

236

Si uno admite que procrear es en el ser humano un instinto, tampoco debería tener reparos en afirmar que llenar el organismo de comida basura es una conducta natural. Tan conchabados están los progenitores en su actitud exculpatoria como los Estados, por muy distintos que sean entre sí, lo están en excusarse sus respectivas competencias para efectuar latrocinios tributarios.

237

Por más que haya depurado sus sentimientos y disponga las relaciones con los demás del modo más amable, nadie puede vivir sin ocasionar daño a otros seres susceptibles de experimentarlo. Ni la inhibición contemplativa del acto ni la retracción ascética del torbellino social libran a otras criaturas del impacto lesivo que aun las almas ultraconcienciadas son incapaces de omitir. Existir, también en su mínima expresión, conjuga dolores propios y ajenos según la gramática turbia que hace latir el corazón heterótrofo.

238

Solo la nada es digna de amor por la misma razón que solo cabe odiar lo que goza de existencia. De la nada puede aducirse en su favor que es pura porque está fuera del tiempo; de los acontecimientos, siendo muy condescendientes, no puede sino colegirse que son como una metástasis del devenir.

239

Mientras el dolor fecunde el espíritu y las zonas de fractura interior abran un cráter de inspiración a las constelaciones de los sentidos, el desconcierto ensimismado de los días percutidos por el abatimiento guardará, entre las estridencias del caos imperante, una melodía de cordura.

240

Las creencias compartidas de forma mimética consolidan la sociedad que el conocimiento adquirido de manera asimétrica por los individuos fragmenta, de modo que cuanto más sabe uno cómo funcionan por dentro las naciones, mayor es la distancia que separa la individualidad espabilada de la generalidad amodorrada.

241

Las alucinaciones pueden ser extremadamente contagiosas cuando la sugestión mental y la presión social están alineadas para producirlas. Hay quien llama a esa conjunción de embelesos «cultura». Solamente los orates de remate no dudan que el mundo percibido como real podría ser el resultado de un pormenorizado sistema alucinatorio. ¿Qué mejor modo de engañar al cerebro que utilizando la información de sus sentidos como cebo? Por mucho que nos acerquemos a la realidad, jamás la alcanzaremos.

242

Los dopantes genéricos que el muñeco humano ha consumido con asiduidad durante su historia a fin de apaciguar su desamparo ontológico nada remedian de su extravío en el parque temático de las especies, tan solo hacen honor a su variedad de esmaltes culturales, lo que ha dado origen a objetivos no menos delirantes por las que miríadas de hombres se desviven: éxito, esperanza, heroísmo, felicidad…

243

La medida del éxito la han dado siempre en sociedad los pecados en sus versiones más ostentosas.

244

Merced a la filosofía, entendida aquí como un arrimo al arte de ser y de no ser que toma como preámbulo la aceptación de que su materia prima es compleja, voluble y hostil a la maestría, se mitigan el sentimiento de impotencia, la desesperación concomitante a la imposibilidad de cambiar el futuro y la angustia por la vida que entre el tic y el tac se devora a sí misma, pero si  fuese posible alcanzar el dudoso jardín de la sabiduría pese al indiscutible hostigamiento de la calamidad, la filosofía devendría inútil de adarves adentro y el carrusel de atrocidades pronto reanudaría sus remolinos.

245

Después de todo lo que ha hecho la humanidad por expoliarse a sí misma y a cualquier criatura conocida, grato sería que en un último atisbo de sensatez sucumbiera por apoptosis poniendo así colofón de fuego fatuo al dislate de crecerse para no ser otra cosa que un potingue majado por el tiempo.

246

Habida cuenta de que nuestra especie está condenada a dramatizar su propia ruina, mejor haría en cuidarse del estrépito ocasionado por la agonía prolongada que sus salvadores le recetan.

247

Un avispero zarandeado dentro de una calavera chapada en oro, he ahí otra imagen que retrata la situación del hombre en la biosfera.

248

El presente está al servicio de los monstruos, el futuro pertenecerá a las máquinas y el pasado, naturalmente, fue de aquellos que escogieron equivocarse.

249

Todo lo que propicia la exacerbación es fatídico, luego todo lo que no la propicia es contrario a la vida.

250

Tomamos parte en los sucesos que nos conmueven, en los eventos que crean en nosotros el hechizo de lo impar, sin prestar la debida atención al hecho de que conmoverse es la vulgaridad más reiterativa que el hombre ha protagonizado nunca bajo las estrellas.

251

Nacemos para malograrnos en la inconsciente adherencia a los actos, vivimos para cerciorarnos de que ninguna acción merece la convalecencia de anudarla y arribamos a las postrimerías esperando que el desapego desarrollado a fuerza de contrariedades sea tan eficaz para dirimir el proceso como las dudas que nunca nos abandonaron lo son para deshacernos de las creencias que no necesitamos.

252

La tierra es como la banca, siempre gana: hasta los cansados de pertenecer a la naturaleza lacerada de las vísceras y de tener que interpretar sus alardes de insignificancia pagan, finalmente, con el humus de su apariencia cuando salen del teatro de los vivos.

253

Librando a los albigenses, no conozco secta herética que no haya debutado en su lucha contra la ortodoxia incubando deseos de tomar el mando de las almas para imponerles su versión de lo divino en aras de una simiesca ambición terrenal.

254

El despertar se anuncia en ocasiones con un rugido, así que nada tiene de extraño que lo siguiente sea caer abatido por su fiereza. 

255

Aun el autor más fiel a la idea propala, sin poder evitarlo, errores e imprecisiones conceptuales por la mera razón de que las palabras, tan pronto salen del molde, se apartan de la matriz del pensamiento. La frase más exacta no deja de ser una traducción aproximada de la noción inefable que la precede.

256

Aun la prosa monumental está hecha de cascotes hábilmente encajados.

257

«Una frase corta es como un bosque enjaulado», me dijo un bonsái.

258

El mayor florecimiento poético es liberarse de construir con palabras lo que solo puede ser mostrado a través de la fascinación.

259

Es peligroso izar las contradicciones internas de los artistas al rango de estilo ético, y esta caución es válida tanto para los pichuleos del Demiurgo como para los gustos personales de un poeta de la hondura epitáfica de Bergamín, cuya exquisita sensibilidad filosófica no empece para repudiar su  desliz como hincha de la tauromaquia.

260

En el arte, la espontaneidad solo anida en la concepción. Lo demás es un vuelo de orfebrería o un desplome de oficio.

261

Cuantos estímulos absorbe uno mientras crea se transmiten a su obra. No pocos de los defectos que esta presenta después, sea obra de arte u obra de encarnamiento, son el mejor testimonio de influencias inapropiadas.

262

Si en el transcurso de un episodio extático ves a tu difunta madre lanzarse sobre ti como una bacante, déjala hacer: se trata de tu psique saliendo a la luz que se le negó.

263

Cuanto más sufre uno por su propia culpa, más tiende a creer saldado el peaje de sus faltas.

264

Las lágrimas pueden ser fingidas, no así el sonrojo. Aceptemos solo el azoramiento de los arrepentidos como prueba fehaciente de su rectificación.

265

De tal manera se han sumado los humanos a la militancia ramplona en el día a día, que estirar el organismo hasta dejarlo hecho una pulpa de heces parece el único fin admisible para los convencidos de que «mientras hay vida, hay esperanza».

266

A no ser que se defienda a ultranza la frivolidad de alabar el deseo como el sanctasanctórum de la ética —lo que estaría en correspondencia con el menguado espíritu de nuestra época—, no es excusable poner toda clase de trabas a la interrupción de un embarazo no deseado mientras se hace la vista gorda con la manía de engendrar incluso en las circunstancias más lamentables para el recién nacido.

267

No todas las víctimas del nacimiento son conscientes del indefendible martirio de la existencia, pero todos los conscientes de esa realidad son víctimas indefensas de la vida.

268

¿A cuento de qué exiges más sensibilidad en el trato dispensado a los animales tú que impugnaste la tuya cuando decidiste incrementar los dolores del mundo violentando vida en otros seres? ¿O hemos de hacer quizá con tus buenas razones un paréntesis siempre que los animales sean humanos? ¿Acaso tus propias crías merecen menos consideración que un perro? ¿Entonces? Ya sé, no te molestes en pergeñar epiqueyas, he visto remedar innumerables veces tu actitud: alharacas son de una coherencia moral que ahogada olvidaste en una charca amniótica.

269

En la vida salvaje, la madre lleva a cabo la primera selección de su prole apartando de la camada a los cachorros entecos; en la vida civilizada, a excepción quizá de pueblos encruelecidos como el espartano, la madre es recompensada a razón de los tarados que malcría. Sea como fuere, para miríadas de organismos preservar la vida y reproducirse condensa el sentido de su ser, aunque en vista de que la evolución de las especies rueda cuesta abajo porque halla menos resistencia a la conservación de la energía, el éxito biológico no debería ser por sí mismo motivo de homenaje donde no se tenga como prez la colisión contra el fondo que potencia.

270

A la cruz muchos se aferran todavía en su despeño esperando remontar con ella hasta el empíreo mientras otros persiguen el resplandor del oro como única salvación. Tampoco faltan implorantes de afecto que, abrochados al arnés de la pasión amorosa, quisieran elevarse con las alas de sus mariposas estomacales en vez de ser alcanzados por el abismo hacia el que son arrastrados por el peso muerto que sus años adquieren. Quedan por mencionar los raros, desengañados de los plumajes batientes de un ideal, que con sus magras pero fehacientes revelaciones construyen, no siempre con buen lance, una suerte de paracaídas.

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Quien no da sentido a su calvario termina haciendo del calvario su sentido.

272

No es asequible querer que todos los deseos factibles sean traducidos a la lengua irreversible de los hechos. La cesura entre la pujanza de un deseo y su posibilidad de realización forma parte de los giros galantes que el alma aprende consigo en su madurez.

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Si el hombre admirable es subido a un pedestal corre no más el riesgo de alejarse hasta parecer inimitable, sino de enmohecer allí arriba como un trofeo odiosamente inalcanzable.

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Quien crece como un bosque justo es que en bosque habite y aun preciso es que cultive su espesura mientras crezca en los eriales la ignorancia.

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He contemplado el sol ausente a medianoche y en las barbas enzarzadas de los astros he visto nacer y extinguirse formas para las que aún no existen hombres que de nombres las provean. Se han descubierto a mis sentidos constelaciones inéditas y en todas ellas la omnipresente firma lucía el estilo de un artista macabro. Mientras aquí en la sima se prolonga la controversia sobre la organización económica del mundo de espaldas a la implosión ecuménica que se aproxima, en respuesta al vaticinio de las estrellas he reforzado mi conclusión de que negarse a multiplicar en versiones individuales la complicidad con nuestra especie es la vía menos perniciosa para suavizar la moridera venidera.

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