Francisco de Goya, Disparate femenino |
Mateo 6, 15-16
Si mis coetáneas quisieran de veras hacer huelga, habida cuenta de que engendrar significa producir nuevas remesas de vasallos en beneficio del régimen deudal de la economía y aportar sufridores frescos al relevo de la especie, se abstendrían de poner sus jodidos aparatos reproductores al servicio de la procreación.
Plantear una huelga de género en otros términos es protesta de similor que evidencia un gran acto de fariseísmo por parte de sus promotoras y el tamaño, no menor, de las anteojeras asumidas con vítores por las rebuznadoras que las siguen.
Todo tiene un límite, y la corrección política alcanza hoy un grado de uniformidad mental que será muy difícil de igualar en años venideros. Como hace notar a sovoz un amigo: «Es muy de agradecer que en este día histórico las mujeres ondeen la bandera de la gilipollez, aliviando a los hombres de esa pesada carga».
Reverendo Autógeno, ya que has iniciado tu homilía con un epígrafe evangélico, me parece oportuno introducir un escolio sin salir del contexto bíblico. Y es que asombra, después de tanto declamar contra la brecha salarial y otras situaciones de abuso no amparadas por la ley (la misma ley que priva de la presunción de inocencia a los varones ante un conflicto doméstico, pongamos por caso), que en ninguno de los manifiestos feministas se haya aludido al activo papel que la cristiandad tiene en el fomento de la discriminación sexual como precepto. Mucho debieron temer al poder de las vulvas los padrinos de la Chiesa Nostra cuando en 1 Corintios 14, 34-35 podemos leer la máxima que ha regido desde entonces la actitud de los clérigos hacia las hembras: "Las mujeres cállense en las asambleas, porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, como dice la Ley. Si quieren aprender algo, que en casa pregunten a sus maridos, porque no es decoroso para la mujer hablar en la iglesia".
ResponderEliminarTomaré el tratamiento de «reverendo» como una broma amable que aprovecho para excusar el tono de monserga que mis exhortaciones exhalan a veces, sobre todo cuando me dejo embargar por una emoción tan poco concordante con mi escepticismo como la irritación moral.
EliminarSuscribo lo que apuntas sobre la cristiandad y no me resisto a reforzarlo con otra perla bíblica, localizada en Génesis 3, 16, ante la cual las ulteriores alusiones al comportamiento femenino parecen torpes balbuceos:
«A la mujer le dijo: “Multiplicaré en gran manera tus trabajos y tus preñeces; parirás con dolor los hijos, y buscarás con ardor a tu marido, que te dominará”».
De cara al oscurantismo venidero sería deseable que las mujeres, en vez de querer encabezar nuevas purgas o de pretender la paridad en sus santos oficios, aprendan a ser menos vindicativas que ese diosecillo que sirvió de caja de resonancia a algunas voces masculinas, no las más viriles por cierto; sería una causa digna de sincera alabanza que, en lugar de la severidad de un dogma, cultiven la flexibilidad de una actitud menos atada a la horda y los estereotipos, más fiel a su propia liberación, empezando por el rechazo de la maternidad. Y si la reacción puritana cobrara fuerza entonces, seguir el consejo que le tengo escuchado a un fratres de probada calidad:
«En vez de golpes de pecho hacer astillas el confesionario».