Pieter van Laer, il Bamboccio, Autorretrato como mago |
Stanislaw LEM
Golem XIV
En esa lejana antigüedad que podríamos situar tras los albores de la escritura pero antes de que la domesticación de los elementos diera lugar a una explosión de oficios y refracciones hermenéuticas, cualquiera dotado de una reserva generosa de tiempo, disciplina y curiosidad podía adquirir, sin demasiados tropiezos, los principales conocimientos desarrollados por la especie. Hoy, sin embargo, el vasto árbol de las humanidades, de las ciencias y de las industrias, con sus respectivas subdivisiones y especializaciones, ha eclipsado la potencia intelectual de los hombres y hasta los ejemplares más eminentes confían cada vez más su pensamiento a las máquinas para mayor número de tareas, entre las que debe subrayarse el trabajo sucio de procesar un mundo donde la biosfera, cual templo de prestigio perimido, ha sido desplazada en concepto por la datosfera, ecosistema virtual de laberintos computacionales donde la información pulula tumultuosa y es disputada por aquellos cuyo éxito depende de maximizar la precisión de todo tipo de variables de comportamiento en aras del pronóstico más ventajoso.
Inconscientes de los devastadores efectos secundarios de esta creciente delegación mental, las nuevas generaciones toman por un incremento auxiliar de la encefalización lo que no es sino el espejismo producido por la transición de relegar, junto con el cálculo, la memoria y la intimidad, el esplendor de nuestras siempre vacilantes facultades cerebrales a la lógica desalmada de la cibernética, campo donde los bots cumplen la función de patriarcas mientras los expertos ofician como sumos sacerdotes. Se puede discrepar sobre los medios que requiere este planteamiento emergente de la realidad colectiva, pero la elección de los fines está cerrada al debate, no se pone en riesgo de crítica, y hasta quienes detentan una cuota importante de poder deben guiarse sin contravenir el interés pautado por la plantilla tecnocrática del saber y del hacer.
Contra la glaciación espiritual que se aproxima y ya se siente en el desdén mostrado hacia los verdaderos desafíos, que exigen entre otros apremios la repolitización de los conflictos ocasionados por la perspectiva de un horizonte unilateral, acaricio el comodín de una hipótesis dialéctica: el espíritu de la imaginación (con sus deserciones) y el espíritu de la colmena (con sus anclajes) se interoponen de tal suerte, que a medida que este último se pavonea victorioso aquel trama una reacción proporcional a la vitalidad desalojada.
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