17.5.10

ENVOLTURA DE NIEBLA


Cuando miramos al pasado, tendemos a encontrar un hilo conductor que le confiere sentido, pero al hacerlo ocultamos el hecho, más profundo y descorazonador, de que el análisis aplicado bien puede ajustarse a los acontecimientos descritos de forma que diluya el elemento aleatorio que hay en ellos, así como la trabazón fortuita entre los mismos. Al intelecto no le faltan recursos para sancionar con razonamientos sus errores de juicio, algunos tan egregios como inventar teorías o adaptar las disponibles a una explicación retrospectiva que convenga a las necesidades presentes. Sería demasiado aterrador aceptar que la opacidad no pertenece en exclusiva al futuro, sino que nos precede con un rigor impenetrable.

5 comentarios:

  1. La trampa del pensamiento, la manía de cuestionarnos todo, responder interrogaciones que tal vez a nadie más que a nosotros ocupan.

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  2. El azar, la aleatoriedad, invento para enmarcar la infinitud causal concatenada. Paradójico infinito-concatenado...

    Muchos fenómenos, aún del comportamiento humano, aunque se nos aparezcan de súbito, tienen nexos causales, que nunca podremos enlistar. ¿Cómo engarzar en la inmensa multiplicidad espacial y temporal esos apuntalamientos causales?

    La opacidad del pasado. Me hace pensar en retrocedir, decir hacia atrás, iluminarlo el pasado.

    Yo creo que abandonando la capacidad de esbozar el pasado nos perdemos, en esa pesimista irreflexión, la capacidad de dibujar, sí, en un muy mal borrador, gran parte del futuro no definido, no fijado, sino posible... Un poco a la manera cuántica, sí se dice el pasado en una nube de probabilidad, y sí se dice el futuro, en nubes probabilísticas, en ilusiones probabilísticas.

    Pero nadie quiere reflexionar, por lo que la vida es, de hecho, "un cuento contado por un idiota lleno de ruido y furia, que no significa nada".

    Mamma mía, ¡qué cantidad de cosas he querido decir con esto!..., queda como una nube probabilística más, en la que caben, claro, toda suerte de vorágines.

    Se me han removido partes de mi cerebro adormecidas, ¿o estarán anestesiadas?, ¿o serán posibilidades?

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  3. Hume, esgrimiendo una insobornable epistemología escéptica, criticó el principio de causalidad hace varias centurias con una elocuencia rara vez superada. Para él, la conexión causal entre los hechos obedecía a una asociación mental derivada de un sesgo humano de percepción antes que a una cualidad propia y necesaria de la realidad, de la que casi nada sabemos y menos aún podemos probar. Posteriormente, Russell tomó su relevo crítico y llegó a calificar de superstición a este modo de explicar la concatenación entre diversos fenómenos. ¿Qué puedo añadir por mi parte además de señalar de pasada la paradoja que surge al retroalimentar con ficciones la naturaleza de la realidad? A pesar del atractivo que me producen estas objeciones filosóficas a la noción usual de causa-efecto, y aun admitiendo que es posible pergeñar otros argumentos científicamente válidos para representarnos la trama entre sucesos, confieso que mantengo un punto de vista oscilatorio al respecto: a veces soy un determinista radical; otras, un apasionado del caos y de la ineficacia cognitiva. En esencia, sin embargo, creo que ambos extremos son perfectamente compatibles y dependen en exclusiva de la perspectiva que se adopte. Desde una concepción omnímoda, todo debe presentarse en un plano inmediato, como el cuadro que se abarca de un solo vistazo, mientras que desde una posición relativa o parcial, que es la nuestra, todo panorama está sometido a las deformaciones de una sucesión temporal que le imprime su carácter histórico, dinámico, analógico, donde en apariencia cada instante se superpone a cada cosa y cada cosa deja su huella en el instante.

    Como siempre, vuestras palabras son un regalo.

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  4. Raúl Miguel Sánchez Marín1/6/10 15:11

    ESCRITO ENTRE TINIEBLAS, 1/2

    El empeño incansable de la especie humana de darse un significado, contenerse de sentido y, a ser posible, labrarse un surco sobre la tierra a modo de huella fósil que atestigüe su exaltada existencia, nos sugiere que tal vez la función de la memoria consista en modificar, emborronándolo, el claro acontecer de los hechos pasados que a todas luces nos focaliza como una silueta monstruosa llena de apéndices macabros y alguna que otra extremidad virtuosa poco conjeturable como humana. De otra manera, la vida, que es pura adicción, no podría desarrollarse ni embrionariamente, así que alimentamos una ilusión tanto por nuestro porvenir como sobre todo por nuestro devenir.

    Del breve bosquejo dibujado por Homero sobre el que probablemente haya sido el único pueblo sensato que haya existido jamás a lo ancho del tiempo y lo largo del espacio, se deduce también que nuestra aventura más intrincada es perder la memoria sin aflicción, ya sea comiendo loto o desenmarañando nuestras neuronas con metáforas conductivas de una realidad más perentoria pero menos pretenciosa. Bichejos somos de una cotidianidad cuya transpariencia es tan profunda que nos es insondable, y, así, los que en el mundo han sido que desangran el espíritu en memorias, crónicas o diarios, tenemos teorías tan dispares y conciliables a la vez como pueda serlo la perspectiva de nuestras miradas. El buen histérico de Rousseau decía que escribía su vida para llenar el silencio propio; el inquisitivo Julien Green, para conjurar el olvido, porque, según él, somos en la medida que nos recordamos; el parabólico Cocteau, para descubrir la cara desconocida de uno mismo; el desposeído Gide, para testimoniar su parte de razón sobre las cosas; el encantador Wilde, para ahorrarles el placer a sus enemigos... y así una ristra de soñadores que no desembocará nunca y que puede sintetizarse en el acertado epíteto que Chateaubriand diera a sus memorias, "de ultratumba", pues suponía con razón - o sin ella, que más nos da - que su proyecto sólo acabaría cuando Caronte le condujera a la otra orilla. La Estigia me recuerda a Patinir, y éste a Carlos Barral, ese hombre-orquesta poco recordado por su brillante y críptica poesía y mucho por su labor editorial en esa España de rayas grises de oficinistas, que escribió sus memorias en tres tomos y una novela con retazos autobiográficos y de excelente título - Penúltimos castigos - y que a menudo se dice sin reparo ni vana justificación que los agujeros negros han de rellenarse con el diestro o siniestro vuelo evocado por la imaginación de cada momento.

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  5. Raúl Miguel Sánchez Marín1/6/10 15:12

    ESCRITO ENTRE TINIEBLAS, 2/2

    Para poner fin a este desahogo, no sé si viene a cuento la más rancia leyenda de la humanidad que recuerda que hubo un día en que Bien y Mal midieron sus fuerzas para adjetivar el "fatum" de los hombres; claro que si nos hemos de atener a las cifras de cada hueste dadas por el Obispo de Tusculum en el siglo XIII (133.306.668 trompeteros serafines rebeldes tiznados contra 266.613.336 cantores querubines fieles sonsorados) el resultado de la batalla no podría ser otro que ese que nos encadena desde los albores de nuestra consciencia en la parodia tropológica de la moral. Más yo, que vengo de una bruma que casi me envuelve en una lucha eterna codo con codo entre Dios y el Demonio, puedo recordar todavía la cara amable, triste, lastimera pero bravía de ese ser que no hemos sabido pintar como se merece, mientras que el difuso personaje al que hemos encomendado guiar nuestra fe no hace otra cosa sino estirar hasta lo imposible y reírse de nuestra ciega y malograda vitalidad. En resumen, no podemos ser más que malos dioses aciagos, sin embargo sí que podemos convertirnos en buenos demonios clementes. Sobre esta herejía iba la colección de andantes que, acompañada e inspirada por un ramillete de flores más leteas que el loto, tuviste a bien compartir conmigo y quería ofrecerte en compensación. Póstumamente, pues, "casua" o "causalidades" de la vida que ya te contaré, mi espíritu parece vagar de cuerpo en cuerpo, quiero darte la trabazón de aquellos sonidos cuando desees.

    Gracias por, quizás sin pretenderlo, haberme ayudado tanto con la música de tus palabras, especialmente durante el último lustro.

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